jueves, 22 de mayo de 2014

EFEMERIDES CANARIAS






UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1911-1920



CAPITULO-XXVI




                                Eduardo Pedro García Rodríguez

1914 Julio 20. Lucien Dennasel sobrevuela el Valle de La Orotava en Chinech partiendo del barranco de San Felipe. Al concluir la prueba el piloto se entera de la situación en su país, Francia, a punto de entrar en guerra con Alemania y viaja urgentemente abandonando el avión en el Puerto Mequínez (Puerto de de la Cruz). Su motor se conserva aún en el Museo de Automóviles antiguos de las empresas Hernández Hermanos de dicha ciudad.

En el primer vuelo portuense se genera un primer dato para la historia de la meteorología en las Islas Canarias y en relación con la aviación.

"El día 19 se comunica el alcalde del Puerto de la Cruz Sr. Baeza Carrillo, con el Observatorio de La Cañada de la Grieta, y le pide al señor Botella Casasempere una predicción para el día siguiente. Ésta, muy escueta, decía:

"Presión barométrica alta, viento flojo de componente Norte, visibilidad buena, nubes 40/10 de cielo cubierto de nubes bajas, altura aproximada 500 metros sobre el Valle de La Orotava, en el Puelio de la Cruz casi despejado". La predicción no la da el señor Loma, Jefe del Observatorio de La Grieta, por haber bajado al Puerto para asistir a la exhibición aérea, y, fue de él la idea de que se prendiera una hoguera con leña húmeda para que por el humo pudiera saber el piloto M. Poumet, la dirección del viento en la toma de tierra.

El día 20 amanece un día espléndido y tiene lugar la exhibición, que fue todo un éxito, pero antes de salir vuelve el alcalde a pedir una predicción que confirna los datos facilitados el día anterior. Al terminarse el día 21 los festejos el Sr. Baeza Carrillo felicita efusivamente, tanto al Sr. Loma como al Sr. Botella Casasempere".


1914 agosto 14

El Caciquismo conservador en Canarias sufre un segundo asalto durante la I Guerra Mundial
La Gran Guerra sumió a Canarias en una crisis grave porque el Conflicto bloqueó las ventas de plátanos y tomates a los países europeos implicados, principalmente, Inglaterra, Francia y Alemania. El cierre de la exportación frutera disminuyó el flujo de ingresos y, por tanto, la disponibilidad para importar artículos de primera necesidad. Las Islas tuvieron que abastecerse de su propia agricultura, pero la producción de alimentos del sector primario isleño no bastaba para aprovisionar a toda la población. La interrupción de los intercambios con el exterior y las limitaciones de la agricultura insular encarecieron los alimentos, en un contexto de crecimiento del desempleo, debido al continuo cierre de empresas. El Diario de La Palma describía así la situación: "paralizado el comercio, perjudicada la agricultura, sin trabajo las muchísimas familias que atendían a sus necesidades con la industria del bordado; paralizadas también las obras del puerto, aquí se presenta, con carácter muy agudo, por cierto, el problema de las subsistencias, tanto más, cuanto que la plaza se halla desprovista de mercancías y los pedidos no se atienden y los precios se elevan rápidamente" (Obras públicas: para todos, Diario de La Palma, 14 de agosto de 1914 ).
Como ya sucediera a principios de siglo, esta crisis económica coincidió con que "las válvulas emigratorias están cerradas" debido a que la Isla de Cuba, "a la que se dirigen con predilección los canarios, herida también por el azote de la guerra, padece...una terrible crisis económica que le ha obturado sus fuentes de riqueza". "Encerrada, pues, - señalaba Diario de La Palma- en los estrechos límites de esta peña oceánica, con la miseria en sus casas y la cerrazón del horizonte en lontananza, la clase obrera sufre con más intensidad que ninguna las consecuencias de esta guerra abominable" (Peticiones, Diario de La Palma, 10 de noviembre de 1914).
Al poco, Cuba se recuperó de este bache económico, gracias, esencialmente, a la demanda de azúcar de los países contendientes, y reclamó braceros para su economía.
Según el profesor Macías, entre 1915 y 1917, embarcaron más de 4.000 palmeros hacia Cuba. Pero, el trasvase migratorio ya no fue fluido hasta 1922, porque se interrumpió en varios momentos. La guerra submarina librada en el Atlántico hizo azarosa la navegación rumbo a América y disminuyó el número de líneas que realizaban esta ruta. Por añadidura, las familias con emigrantes establecidos en Cuba recibían menos dinero de sus deudos a causa de la elevación del precio de los giros y a la disminución de las comunicaciones marítimas entre las dos islas (Paralizadas y El bordado. ¡Gloria a Germania!, Verdún, La Palma, 9 de marzo y 6 de julio de 1918, respectivamente).
Además, las autoridades sanitarias prohibieron los embarques hacia Cuba para impedir la propagación de la gripe española, que, en 1918, ya ocasionaba víctimas en Canarias  Por último, los precios de los pasajes subieron, y muchos trabajadores no disponían de numerario para adquirirlos (Regocijo, La emigración es prohibida y A los tabaqueros.
La unión es la fuerza, Rebeldía, La Palma, 11 y 26 de diciembre de 1918; De interés para los emigrantes, Verdún, La Palma, 31 de mayo de 1919). En todo caso, a pesar de la importante cifra de emigrantes contabilizada durante este periodo, la desesperación que impregnaba las noticias recogidas en la prensa palmera, la preocupación que se desprendía de las informaciones aportadas por los documentos oficiales y los disgustados comentarios incluidos en los escritos personales hacían patente que la marcha de isleños a Cuba no era suficiente para dar salida al creciente número de desempleados que dejaba el colapso de la economía palmera.
Igual que ocurriera en los años posteriores a la Guerra de Cuba, la suspensión o la insuficiencia de la emigración para dar salida a una coyuntura económica depresiva provocó un incremento de la movilización de un sector de la población, que encuentra una vía para la esperanza en el discurso alternativo de los republicanos. Así, "en apenas dos años escasos de constituida la Juventud Republicana, - refería "Oriente", su órgano de prensa- es hoy por hoy, quizás la asociación más entusiasta y numerosa de la localidad". Este triunfo se debía "al prestigio de las ideas democráticas, a favor de cuya causa hemos visto correr a agruparse a una masa de indiferentes, de desalentados, de esclavos a un tiempo de la miseria y el poderío absorbente y pernicioso del caciquismo". Por el contrario, el Caciquismo tradicional, desacreditado por no atender las demandas de buena parte de la población, sufre un deterioro considerable: "esas falanges constituidas por paniaguados y cínicos de la peor jaez (sic), hechuras de caciques, se hunden abrumados por el desprestigio" (Parangonando, Oriente, La Palma, 7 de octubre de 1916).
Las iniciativas solidarias de los republicanos se debían, sin duda, a su preocupación por la situación de zozobra que vivían las clases humildes. Pero, también, se explicaban por la confluencia de intereses entre los sectores acomodados progresistas y la población asalariada. Los dirigentes republicanos enfocaron la protesta social hacia la demanda de obras públicas que mejoraran las infraestructuras de la Isla y hacía la crítica a los políticos de los partidos dinásticos que gobernaban La Palma. La modernización de la Isla (puertos, carreteras interiores...) proporcionaría salarios a los obreros contratados y, de paso, reactivaría la demanda de las clases más bajas sobre el comercio local. Además, estas inversiones en infraestructuras favorecerían los intereses de las empresas de los comerciantes, consignatarios e industriales republicanos, que, desde principios de siglo, cifraban la salida al declive de los principales factores productivos de la Isla (industria tabaquera, de bordados, astilleros) en la mejora de las comunicaciones interiores y exteriores. Por otro lado, su discurso criticaba la política insensible y negligente que representaban el Partido Conservador y el sector del Liberal que había pactado con éste, de modo que aumentaran las expectativas republicanas como valedoras de los intereses sociales y económicos de La Palma.
Las convocatorias de los republicanos llenaron las calles de grandes manifestaciones y paralizaron la actividad productiva, varias veces, en los años de Guerra y Posguerra. En medio de una situación que las propias autoridades públicas insulares calificaban de "aflictiva", la suspensión de las obras públicas que se ejecutaban en La Palma desataba, invariablemente, la respuesta de las organizaciones republicanas. Los informes gubernativos calificaban de "imponentes" unas protestas que reunían elementos de todos los sectores sociales para solicitar al Gobierno que remediara el estado de miseria en que se hallaban los obreros palmeros debido a la carestía de las subsistencias, a la suspensión de las obras públicas y al declive de la actividad portuaria. Las congregaciones, descritas como "muchedumbres", asombraban a las autoridades por el elevado número de participantes (Informes remitidos por el Delegado del Gobierno a los Ministros de Gobernación, de Fomento y al Gobernador civil, los días 28 y 31 de diciembre de 1916, Carpeta 42 y 6, Leg. año 1916, Archivo Delegación del Gobierno).
    Al mismo tiempo, la prensa isleña registraba los acontecimientos que conmocionaban al Mundo: la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la conflictiva situación social y política que se producía en Europa y en España. Sobre todo, al igual que ocurrió en el resto del país y en el Archipiélago, las noticias sobre la Revolución Rusa sobrecogieron y, a la vez, abrieron nuevas expectativas en La Palma. Los sectores más radicales del conjunto progresista de la sociedad apelaban a la unidad de los trabajadores y se preguntaban por qué iba a ser "una utopía" organizar un sindicato en La Palma, según el modelo soviético, cuando era necesario por ser un "país sumamente pobre" que no poseía "ni medios para emigrar". El ejemplo de la Revolución Rusa se empezaba a plantear como una alternativa a la situación de ruina económica de La Palma. Así, el articulista volvía la cabeza hacia "la luz de la luminosa aurora de redención que ha comenzado a alborear en Rusia". Se constataba, desde la Isla, que "las doctrinas socialistas" protagonizaban unos "avances rápidos en estos últimos tiempos". De hecho, el prestigioso jurista Pedro Pérez Díaz, hermano del dirigente republicano insular, sacudió a su auditorio cuando, en una conferencia impartida en Santa Cruz de La Palma, dijo que consideraba "imposible evitar el advenimiento del socialismo" (A los tabaqueros. La unión es la fuerza, Rebeldía, La Palma, 28 de diciembre de 1918 y Velada, Verdún, La Palma, 6 de agosto de 1919).
    La intensa movilización de los trabajadores, dirigida por los republicanos como respuesta a la aguda recesión económica que provocó la Guerra Europea, dejará como secuela, en los años de posguerra, la fundación de varios sindicatos y el embrión de un desarrollo del socialismo en la Capital de la Isla y en Los Llanos. A partir de 1918, varias organizaciones obreras promueven huelgas y manifestaciones que pretenden equiparar los salarios a la subida de los precios producida durante la I Guerra Mundial: tabaqueros, dependientes, panaderos, así como obreros agrícolas del Valle de Aridane iniciarán conflictos sucesivos hasta 1923. Así, en 1918, una Comisión de Tabaqueros, ante el agravamiento de la crisis que padecía la industria tabaquera en La Palma, convoca a los trabajadores para enfrentarse "a quienes les explotaban". En mayo de 1919, se celebra otra "imponente manifestación" en Santa Cruz de La Palma, nuevamente auspiciada por los republicanos, "para protestar contra la prolongada paralización de las obras públicas y tratar del problema de las subsistencias". Unos meses más tarde, uniéndose a sus compañeros de Tenerife, los obreros tabaqueros de Santa Cruz de La Palma, "empujados por el instinto de conservación", declaran una huelga en demanda del aumento de sus jornales, con el respaldo del partido republicano y de su órgano de prensa. En octubre de 1919, empleados de 19 casas comerciales de Santa Cruz de La Palma reclaman a sus empresas mejoras salariales. Al año siguiente, se constituye el Centro de Dependientes del Comercio y de la Industria. En 1921, se fundó, en la capital de la Isla, la sociedad de obreros panaderos La Alborada. En la otra vertiente de La Palma, el día 7 agosto de 1922, más de doscientos empleados de la empresa Fyffes Limited se declararon en huelga, en Tazacorte y Argual, para demandar un aumento de sus jornales (GONZÁLEZ SANJUAN, Manuel: Manifiesto al pueblo, Leg. año 1918-1º, Archivo Delegación del Gobierno; Manifestaciones y Justas demandas. La huelga de los tabaqueros, Verdún, La Palma, 24 de mayo y 12 de julio de 1919; Informes emitidos por las administraciones municipales y la Delegación del Gobierno, Carpeta 20, Leg. año 1922, Archivo Delegación del Gobierno).
No obstante, el Caciquismo conservador mantenía su vigencia en La Palma. A pesar de esta creciente movilización, los republicanos comprobaban que una parte considerable de los palmeros dañados por la crisis permanecía sumida en la pasividad, paralizada por el discurso del patronazgo propio del caciquismo: "veinte generaciones de agiotajes, dolos, falsías y contubernios nos han dejado el alma enteca y contrahecha, recibiendo en herencia de nuestros mayores toda la cobardía de esclavos sin ideales, ni protestas y toda la indignidad de adulones incorregibles y sin pudor" (¿Quosque tamdem?, Verdun, La Palma, 16 de marzo de 1918). Uno de los colaboradores del periódico Oriente reflejaba la permanencia del Caciquismo al referirse a los trabajadores "mansos, los humildes, los que someten su voluntad, los que hacen sus peticiones de rodillas y con el sombrero en la mano; en suma, los que no tienen ideas propias y se dejan embaucar y explotar por ciertos apóstoles". En su opinión, la mayoría de los campesinos y obreros de su pueblo estaban tan "castrados de voluntad y acción, que jamás se permiten tener otras ideas que las que sus amos o el cura les señalen" (Ver PÉREZ HERNÁNDEZ, José Eduardo: "Cuba y la resistencia campesina en La Palma. El municipio de Breña Alta (1850-1930)", en XIII Coloquio de Historia Canario Americana (1998), La Palmas de Gran Canaria, Ediciones Cabildo Insular de Gran Canaria, 2000, p. 2723).
La presión sobre el edificio caciquil, también, se vio aliviada por la emigración. Nuevamente, a pesar de que, durante estos años, se interrumpió varias veces el flujo humano hacia el Caribe y resultó complicado recibir las remesas de los emigrantes, la marcha a Cuba se abría como la vía preferida para escapar a la miseria. "Cada año que pasa -recogía la prensa insular- es mayor el contingente de emigrantes canarios que marchan a la Gran Antilla en busca de trabajo. No es exagerado afirmar que en diversas crisis económicas por que ha atravesado este país, con dinero cubano ha podido resolverse la situación" (La riqueza de Cuba y sus relaciones con Canarias, Diario Insular, La Palma, 22 de julio de 1920).
La emigración y la recuperación económica de principios de los años 20, sobre todo en los sectores platanero y portuario, preservaron el edificio caciquil de una mayor contestación. Pero, fue la llegada de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, tras el golpe de estado de septiembre de 1923, el acontecimiento que canceló la agitación protagonizada por los sectores de la sociedad insular que habían decidido luchar por la subsistencia en su propia tierra, a través de la creación o el reforzamiento de partidos políticos y organizaciones sindicales reivindicativas. (Tomado de: elapuron.com)
 1914 Agosto 19.
Inventario del Castillo de San Pedro, también conocido como San Cristóbal, Cuerpo de Ingenieros del ejercito español  Plaza
 De Las Palmas de Gran Canaria.

Sobre un arrecife rocoso de la playa de San Cristóbal en el barrio del mismo nombre, situado al Sur de la Plaza de las Palmas, se halla el castillo que nos ocupa. Data su construcción del año I638 con planta circular y altura aproximadamente de diez metros, radio de 5,85 mts en su explanada alta, entre parapetos que son de mampostería en talud de I,7° mts aproximadamente de grueso en su coronación. Tiene acceso á la explanada alta por escalera de mampostería adosada que siempre estuvo en deplorabIe estado y hoy más, efecto del transcurso del tiempo, hasta el punto de no quedar más que trece peldaños y el macizo que los sustenta: también le faltan los tres peldaños de tea que unían la escalera de mampostería con la meseta de desembarque de forma rectangular tablada con tea sobre cabecillos de la misma madera empotrados en el muro.

En esta meseta falta la balaustrada que tuvo en dos de sus lados, así como el montante, pasamanos y pié derecho que tuvo los tres peldaños de tea.

Se ingresa en el interior del Castillo por un hueco de puerta sin marco ni hoja, sito en la meseta que conduce á un pasillo en el cual á la izquierda hay un nicho de mampostería (antiguo repuesto) que no tiene hojas de puerta. De este pasillo arranca una escalera de 7 peldaños faltando uno, todos de piedra en mal estado, que termina en el pavimento de la explanada, el cual es hoy de tierra. En esta explanada existen vestigios de dos habitaciones adosadas al muro parapeto, y en éste, al Sur, hay un hueco grande de dos metros de ancho que al parecer debió servir para subir las cargas pesadas. A continuación y en la misma orientación hay otro hueco que corresponde al retrete antiguo de la fortaleza.

El muro que constituye el revestimiento de esta Torre está construido con basamento de sillería y mampostería que los trasdosa con cal, continuando sobre el basamento mampostería ordinaria en talud que á pesar de la antigüedad de esta construcción, se conserva en regular estado, si bien por el embate del mar é influencias atmósfericas han desaparecido los ripiados y la sillería de toba volcánica está desmoronada en gran parte de su paramento visto.

Las Palmas I9 de Agosto de I9I4

El Celador del Material de Ingenieros. Federico Ferreira.
(En: José María Pinto y de la Rosa. 1996).

1914 agosto 25.
Notas en torno al asentamiento colonial europeo en el Valle Sagrado de Aguere
(La Laguna) después de la invasión y conquista de la isla Chinech (Tenerife),
desarrollo de la sociedad criolla.

Incidencia de la guerra y posguerra europea en el periodismo canario.
 Características generales del período
La primera guerra mundial alteró súbitamente las bases del pano­rama periodístico lagunero, y canario en general, de anteguerra, tan lo­calista y politizado, con el impactante repertorio de noticias foráneas que reportó a las Islas. Dados los arcaísmos de la formación social is­leña, sólo información de esta índole estaba capacitada para despertar el interés de los isleños por los periódicos, pues los acontecimientos luctuosos habían sido, si no el único, sí el mayor reclamo informativo hasta el momento. Desde entonces, pues, los escasos canarios alfabetizados, cuyo número seguía aumentando con lentitud desesperante, encontraron en los sucesos europeos un aliciente para acudir a los ano­dinos periódicos. Los analfabetos, a su vez, sintieron la misma curiosi­dad, por lo que empezaron a frecuentar con mayor asiduidad las ven­tas y barberías a las horas de las habituales lecturas colectivas. Como­quiera que la propia guerra desatascó los canales de comunicación desde el exterior por el recurso a la telegrafía inalámbrica de los pro­pios contendientes para promocionar sus causas, las noticias interna­cionales, encima de interés, adquirieron un volumen y actualidad insó­litos en el Archipiélago. Los periódicos acogieron con satisfacción todas las noticias, incluso las versiones que las agencias de los bandos contendientes facilitaban, por parciales que fueran, pues la mayoría de las veces eran gratuitas. Luego, siguiendo pautas muy arraigadas en el periodismo isleño, los cuadros redaccionales componían su propio re­lato con los datos que, de una u otra manera, conseguían, para prolon­gar en lo posible el rato de lectura a sus clientelas.

Comoquiera que la guerra fue asumida partidariamente por la ma­yoría de los periódicos, tal actitud, al calor de la reelaboración de noti­cias, generó encontradas versiones de su evolución y, de inmediato, enconadas polémicas. La germanofilia o la aliadofilia, pues, y no la ideología o el «patriotismo insular», eran ahora la causa de las contro­versias. El paralelo desvanecimiento de la política local, contribuyó a que la información foránea desplazara a la local de los espacios estela­res de los paginados, al igual que la demanda de un público que, sedu­cido por la evolución de los acontecimientos europeos, transgredía cada vez más la tradicional compartimentación ideológica de las clien­telas de anteguerra. Pero no todos los periódicos percibieron con la misma lucidez la coyuntura, ni reaccionaron de igual manera ante ella, acaparando «La Prensa» de Santa Cruz, bajo la dirección del lagunero Leoncio Rodríguez, el grueso de esa creciente, aunque siempre mo­desta, concurrencia. En definitiva, las bases del periodismo isleño de anteguerra sufrieron un inopinado trastrueque al incidir un reclamo in­formativo de tal calibre que desvaneció, por momentos, el aturdimien­to de los arcaísmos estructurales de su contexto.
Pero a largo plazo, la incidencia de la guerra tuvo otras connota­ciones menos venturosas para el periodismo isleño. Conforme decursaron los años, la progresiva crisis que asoló al Archipiélago hizo mella en el sector. La contracción de los tradicionalmente raquíticos ingresos por publicidad e, incluso, el ulterior recorte de las ventas, au­mentó las penurias de los periódicos, provocando la desaparición de aquéllos que, careciendo de un basto y fiel correligionariado, o dieron la espalda a la guerra, o afrontaron su desarrollo sin pericia alguna. «La Prensa» de Santa Cruz, sabiendo satisfacer mejor que ningún otro la demanda del público, en contraposición, prosiguió en su acapara­miento de anuncios y lectores pudiendo, por vez primera en las Islas, adquirir una cierta estabilidad sin el arropamiento de las, por lo demás, debilitadas formaciones políticas insulares. Cuando se firmó el armisticio, el panorama periodístico de la Isla, y el de La Laguna, era otro en relación al de anteguerra. Luego, la acentuación de la crisis económica en la dura postguerra isleña y la desaparición del reclamo bélico, introdujeron más desazón a los periódicos supervivientes hasta que la coyuntura alcista de los años 20 y, de inmediato, el nuevo marco jurídico de la dictadura primoriverista, precipitaron al periodis­mo isleño por nuevos derroteros.
Reacción del periodismo lagunero ante la coyuntura.
El frustrado intento de «El Periódico Lagunero» por encon­trar un sostén económico en la información
“El diario de la localidad que fue testigo del estallido de la guerra europea, «El Periódico Lagunero», desde un principio interpretó con sumo acierto el rumbo que iba a tomar el periodismo isleño. Así, nada más llegar las primeras noticias de Europa, dejó en segundo plano su ideario político conservador para prestar privilegiada atención a la guerra. A tal fin, sin renunciar al tradicional servicio telegráfico que recibía de Madrid a horas de noche de su corresponsal Gimeno, con­trató dos nuevos despachos que, sucesivamente, recibía a la una y las cuatro de la madrugada, sirviendo el segundo en una sección específi­ca intitulada «Ultima Hora». Todo ello, junto al trabajo de redacción y diversas «noticias por correo», permitieron al periódico colmatar toda la primera página de información foránea bajo el titular «Actualidad Mundial. La Guerra Europea». Para demostrar la veracidad de su información y, por ende, desmentir la de sus rivales, a los pocos días optó por exponer en el Casino de La Laguna los despachos tal cual lle­gaban de Madrid. Luego, en su empeño por acentuar el reclamo de la información entre los lectores isleños, no tuvo rubor para afirmar que el periódico inglés «The Westminster Gazette» había elogiado su información sobre la guerra.

En septiembre, «El Periódico Lagunero» empezó a publicar, como la mayoría de los periódicos isleños, los telegramas que facilita­ban las colonias alemana e inglesa. La iniciativa obedecía más a la gratuidad del servicio que a la posible intención de diversificar sus fuentes de información, porque el periódico, que hasta entonces ape­nas había mostrado una latente germanofilia, desde octubre se identifi­có, de manera rotunda, con la causa germana. Por entonces, debió acusar las primeras estrecheces económicas, en cierta medida, porque su línea informativa estaba cubierta por «Gaceta de Tenerife» de Santa Cruz, lo que le obligó a reducir el formato en unos diez centímetros. Pero lejos de resignarse a su suerte, en diciembre contrató un «Servi­cio Radiotelegráfico» que remitía Quero desde Cádiz, el cual sustituyó paulatinamente a los telegramas de Gimeno, y algunos despachos de las agencias británicas «Marconi Company» y «Marconi Wireless Press». Pero todo resultó inútil, pues las estrecheces económicas pre­cipitaron la desaparición del periódico a finales de año. Con ello, el periodismo lagunero renunció al reclamo informativo de la guerra para apuntalar su existencia.
Un mes más tarde, a modo de segunda etapa de «El Periódico La­gunero», en formato tabloide de 4 páginas, y mejorando su composi­ción a los dos meses merced al material tipográfico que adquiriera su director en Santa Cruz, apareció «La Información». Dirigido por el tipógrafo y librero lagunero Narciso de Vera, el naciente diario intentó solventar los problemas económicos de su antecesor, de un lado, re­nunciando a competir en materia informativa sobre la guerra con los diarios de Santa Cruz y, de otro, atendiendo con especial mimo la problemática lagunera. Aún así, dejó incólumes tanto la germanofilia como la orientación conservadora de su antecesor. A nivel isleño, Ma­nuel Delgado Barrete y Benito Pérez Armas eran los más claros re­ferentes, positivo y negativo, de su ideario. En resumidas cuentas, el naciente diario recuperó la estructura de anteguerra de «El Periódico Lagunero», pues incluso conservó a Gimeno como corresponsal en Madrid. Como complemento, Domingo Alfonso Flores y Saturnino Tejera García desde Cuba; José De las Casas Pérez, Juan Bautista Acevedo y, antes de hacerse cargo de «Gaceta de Tenerife», Adolfo Febles Mora, desde Madrid; y José M. Reyes desde Argentina, en eta­pas no concordantes de su existencia, dotaron a las páginas de «La In­formación» de un superficial aire extraisleño.
Junto a su especial preocupación por los problemas locales de ín­dole material, el naciente diario pronto evidenció que sus simpatías conservadoras conllevaban una creciente enemistad con el alcalde de la localidad, el conservador Lucas Vega Padrón. En las elecciones mu­nicipales de finales de 1915 dejó en evidencia la raíz política de tal ac­titud, pues tomó postura por la candidatura maurista, en la que figura­ba el propio Narciso de Vera, arremetiendo contra el acuerdo de los li­berales y los datistas de Lucas Vega que, a la postre, resultaron vence­dores. Luego, en las inmediatas elecciones a Cortes, se comportó como órgano de partido de Manuel Delgado Bárrelo, arremetiendo tras su derrota contra todo aquél que no defendió su causa. Y todo ello, sin acusar injerencia alguna de las autoridades locales, tal y como evidenció un año más tarde cuando respaldó la decisión de los cinco diarios de Santa Cruz de suspender la publicación en protesta por el establecimiento de la censura previa «... aún cuando nuestro periódico no ve la luz en la misma localidad que los colegas santacruceros. ni es tampoco igual la censura que a ellos se ejerce la que a nosotros nos obliga...» En la dura postguerra, «La Información» prosiguió en su consabida línea editorial dentro de su militancia política, hasta que, fi­nalmente, cesó el 31 de enero de 1924, cuando había publicado, con­tando a los de su antecesor, un total de 2.796 números.
Las trayectorias de los periódicos de orientación diversa
El otro periódico lagunero que presenció el estallido de la guerra europea, la revista pedagógica «Eco del Magisterio Canario», bajo la dirección de Alfredo Daroca Yanes, continuó en su consabida línea corporativista. Por entonces, cuando surgieron los brotes nacionalistas de postguerra en Canarias, adujo el precario cuadro cultural de las Islas para mostrar su oposición a la concesión de competencias del Es­tado en materia de enseñanza. Arropado por su dintela, sobrevivió a la dura crisis económica de entonces para, una vez cambió de director, recibir con sumo agrado el golpe militar de Primo de Rivera.
En el tramo inicial de la guerra europea, La Laguna presenció el nacimiento de periódicos muy modestos y de muy diversa tendencia, algunos con una vida tan fugaz que no dejaron rastro en los fondos de la hemeroteca de la Universidad de La Laguna. Tal es el caso de «El Balón», probablemente, el primer periódico deportivo del Archipiéla­go, que apareció a comienzos de 1915, cuando el fútbol irrumpió en las Islas. Cómo mínimo, la publicación deportiva lagunera editó un segundo número diez días más tarde para, tras un cierto letargo, reapa­recer con no menos fugacidad a finales de año. Una trayectoria si­milar conoció «El Látigo», revista taurina de existencia intermitente que dirigió Julio Navarro Morín. Al menos sabemos que a finales de 1915, tras haber editado algún que otro número con anterioridad, rea­pareció con motivo de la llegada a Tenerife de los afamados diestros Belmonte y Martín Vázquez. Otro de los fugaces periódicos lagune­ros de entonces, cuya tendencia no podemos precisar, llevaba la filan­trópica cabecera de «Luz al Pueblo».

En el tramo final de la guerra europea, esto es, cuando la crisis económica isleña alcanzaba sus cotas más alarmantes, La Laguna vio nacer, en formato pequeño con 4 páginas, el periódico «La Verdad». Editado, en un principio, a periodicidad bisemanal, luego, desde que acusó las primeras estrecheces económicas, a periodicidad semanal y dirigido por Antonio Suárez Amaro, el neófito apareció el 5 de marzo de 1917 bajo el lema «... Verdad, Justicia y Patriotismo...» Desvinculado de toda adscripción ideológica y de espaldas a la guerra, «La Verdad» centró su línea editorial en la denuncia de la caótica si­tuación socioeconómica de la localidad y en la organización de todo tipo de homenajes e iniciativas solidarias, evidenciando el desamparo que debió sentir la sociedad isleña en aquella penosa coyuntura. Mateo Alonso Del Castillo, Juan Bautista Acevedo, Antonio Zerolo, Joaquín Fernández Pajares («Jacinto Terry»), Elpidia Rodríguez (la directora de la Escuela Normal), Esteban Hernández Baños, Ildefonso Maffiotte, Luis Rodríguez Figueroa, Guillermo Perera Álvarez, Francisco González Díaz, Carlos Cruz y un largo etcétera colaboraron en sus pá­ginas. A comienzos de 1918 su situación era tan precaria que, tras ele­var un desesperado SOS a sus conciudadanos, estableció tarifas es­peciales con la esperanza de conseguir suscriptores entre las clases más populares de la localidad. Con ello, pudo prolongar su agonía hasta el 20 de septiembre de 1918, cuando cesó agobiado por las estre­checes económicas.
Los duros años de la postguerra y, acaso, acentuando el sesgo al­truista que adquirió la prensa del momento, dieron nuevos frutos periodísticos en La Laguna. En abril de 1921 nació el semanario «El Ideal Lagunero», en formato pequeño, luego tabloide, con 4 pági­nas. Dirigido por Luis Méndez Franco y administrado por Manuel García Aspa, el neófito intentó sobrevivir sin filiación política alguna al calor, en principio, del estudiantado universitario y, luego, del ve­cindario en general. Con una composición esmerada, prestando una atención de privilegio a la problemática local y rehusando a la inser­ción de las almibaradas composiciones líricas que aún seguían ase­diando a los periódicos, en su año y medio de existencia, «El Ideal La­gunero» consiguió editar un total de 26 números.

Posterior en meses fue «La Voz de Junonia», que apareció el 12 de noviembre de 1921, a periodicidad quincenal, luego semanal, editado por los estudiantes gomeros avecindados en La Laguna con evidentes rudeces en la imprenta de los sucesores de Miguel Curbelo. Dirigido por José Bethencourt Padilla y redactado en su etapa inicial, entre otros, por Manuel Chinea Rolo, Manuel Méndez Suárez, Agustín Fernández, Antonio Montesinos y Sebastián León, el neófito centró su línea editorial en la problemática de la isla colombina dando prioridad a la instrucción y a la lucha contra el caciquismo. En consonancia con su orientación, la publicación empezó a reivindicar para su isla, entre otras cosas, un diputado, mejoras en montes y comunicaciones y ayu­das para el cabildo insular; al tiempo que insertaba continuas notas de sociedad gomeras y, a su vez, acusaba una notoria presencia de empre­sas de tal isla en sus secciones de publicidad.
A los pocos meses, «La Voz de Junonia», alegando pretender elu­dir obstáculos y presiones, abrió una suscripción pública para agen­ciarse su propia imprenta. Tras una fase inicial esperanzadora, y a pesar de la movilización de sus redactores por los pueblos de la isla colombina, las cifras quedaron estancadas por debajo de las tres mil pesetas, lo que les hizo abandonar el proyecto. Luego, las denuncias de autoridades como el ingeniero-jefe de montes de la provincia por sus campañas, otras enemistades que se ganó en la clase política y las disensiones internas, visibles en la deserción de algunos redactores y en la pérdida de algunos anuncios, introdujeron a la publicación en una fase crítica. El editorial que conmemoró su primer aniversario, no pudo menos que reconocer el arduo camino recorrido hasta entonces: «... Existen rencores hacia nosotros hasta en nuestros mismos compa­ñeros de estudio y amistad...»; al tiempo que su director en un artículo anejo añadía: «...Hemos llegados cansados, pero no vencidos...»

Días más tarde, el director de la publicación, José Bethencourt, y el redactor Antonio Barroso, acogían a una «... nutrida representación juvenil del terruño que en dos automóviles subió desde Santa Cruz a esta ciudad...» para, en común acuerdo, convertir al periódico en un órgano apolitizado de la «juventud libre de La Gomera». Los concu­rrentes fueron Esteban Mora, Juan Espinosa, Jaime Casanova, Olivier Méndez, Victoriano Darías, Humberto Darías, Eugenio García, A. Carrillo, Imeldo García, A. Fernández, Domingo Casanova, Manuel Dorta, Domingo Montesinos y Manuel Mora. El acuerdo preveía la creación de un reglamento interno para dar vida a comités de jóvenes por pueblos y, como colofón, a un organismo central que asumiría las funciones de consejo de redacción del periódico. La utópica resolu­ción se tradujo a los pocos días en la injerencia de «La Voz de Junonia» en las inminentes elecciones a Cortes, cuando arremetió con in­sistencia contra la candidatura de Benito Pérez Armas, al que llamaba «... cacique que pretende sumirnos en el fango y tenernos atados como esclavos...»

A continuación, la publicación entró en una etapa mucho más contradictoria, cambiando de director y sobreviviendo en su tramo final con ayudas recabadas entre los gomeros emigrados en Cuba. Finalmente, cesó el 12 de mayo de 1924, cuando había publicado un total de 105 números.” (La Laguna 500 años de historia. Tomo III. María F. Núñez Muñoz, 1998: 312 y ss.)

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