jueves, 19 de julio de 2012

Capitulo XIII


Capitulo XIII


Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
Sir Francis Bacon (1561-1626).
 ELLA NO ES EL. III

“Todos los pueblos construyen su identidad a través de la memoria. Las formas históricas del pasado atraviesan el tiempo y perduran no sólo en los objetos y en las fechas, también se instalan en las ideas y en los actos. Pero crecen o callan según las cambiantes necesidades e intereses de los nuevos protagonistas, porque son las contradicciones sociales de cada época las que determinan los usos de la historia.
…Ese trayecto se parece bastante al que ha padecido el insulismo mago, adoptado en español como sinónimo de “campesino” y, menos piadosamente, de “bruto”. Pero la torsión semántica se dilata si observamos su origen.
La etimología primaria del término remite a la idea de “iluminar, encender (se), alumbrar o prender (fuego, luz)”, circunstancia que desencadena la “aparición” de todo aquello que, de otro modo, se mantendría oculto. Por eso, en algunas hablas insulares es posible encontrar referencias al “Sol”, caso de mag, magegh, maggWt o magg Wid, cuya morfología expresa su participación en este concepto.” (Ignacio Reyes García, 2001).


Penetración católica en Chinech (Tenerife).

Antecedentes

Generalmente las conquistas de unos pueblos por otros suelen ir precedidas de  penetraciones religiosas que actúan como puntas de lanza. En el caso de Canarias, la punta de lanza estuvo en manos del catolicismo, esta confesión religiosa puso sus miras en el archipiélago desde tiempos remotos. La santa sede erigida en árbitro de los pueblos y secundada por las turbas fanáticas cristianas europeas, decide esclavizar y expoliar las Islas Canarias. Para ello comenzó regalando el país con la misma facilidad con que se concedía una indulgencia, así el Papa Clemente VI concede la invasión y conquista del archipiélago a Luís de la Cerda con el titulo de “Príncipe de la Fortuna” y a cambio de un tributo anual de 400 ducados de oro. A partir de ese momento, comenzaron los males de este pueblo los cuales preveo que van a continuar durante largo tiempo. (Gauayre Adarguma)

El instaurador del “Reino de la Fortuna” Clemente VI, erigió en las islas del Atlántico en diócesis misional por medio de la bula Coelestis rex regum (1351). Preocupándose por su auge  los pontífices Inocencio VI, y Urbano V. La diócesis se erigió en Telde Gran Canaria, perviviendo por espacio de medio siglo, Se conocen hasta cuatro Obispos, Bernardo, 1351, Bartolomé, 1361, Tarín, 1369 y Jaime Olzina, 1392.

A partir de  1404, Benedixto XIII, por la bula Apostolatus officium, elevó las operaciones militares de conquista al rango de cruzada, pero esto no evitó que  las islas continuasen siendo asaltadas por los depredadores esclavistas.

La diócesis del Rubicón se estableció en 1404, el primer convento minorista en 1414.

La mayor parte de los maxos y bimbaches estaban supuestamente cristianizados hacía 1423 (en Lanzarote, fuerteventura y el Hierro) sometidos a la jurisdicción del provincial de Castilla, quien debía confirmar a los vicarios después de ser electos misioneros, El Pontífice Benedicto XIII da testimonio de ello por medio de la bula Illius celestis agricole, 20 de noviembre de 1424.

El más grave obstáculo con que tropezaba la catequización era la pervivencia de la esclavitud del infiel, defendida por un grupo compacto de doctrinarios (Egidio Romano y Enrique de Sousa a la cabeza) y combatida por una minoría de penetrantes teólogos (Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de Ancona). La curia pontificia va a adoptar en 1434 una postura intermedia que, para el momento, supone un decidido progreso.  (Rumeu de Armas) 

Chinech

Según el Dr. Antonio Rumeu de Armas: En cuanto al núcleo misional de Tenerife, radicado en el sur de la isla, más concretamente en Candelaria (Menceyato de Gúímar) contó desde un principio con poderosos valedores que contribuyeron a dar al mismo inusitado auge.
El ministro general de la orden franciscana fray  Jaime de Zarzuela (elegido el 20 de mayo de 1458) acogió bajo su tutela el eremitario de Tenerife, sometiéndolo a directa jurisdicción. El principal actor de esta misión fue fray alfonso de Bolaños,  quién había conseguido catequizar buen número de guanches. Sabemos por expresa declaración pontificia que el núcleo tinerfeño lo componían tres misioneros, y hasta es dable identificar a otro de ellos, fray Masedo. Acaso fuese el tercero fray Diego de Balmanua. De los tres hay constancia de que vivieron entre los guanches y que predicaban en la lengua de éstos. (Bula decet apostolicam sedem (1462). Bullarium, tomo II, núm. 978, página 512).

El segundo promotor del eremitario-casa de contratcion de Tenerife fue el obispo de Rubicón Diego López de Illesca, a quien de sobra conocemos. Éste patrocinio se extendió a fray  Alfonso de Bolaños, como cabeza visible del núcleo tinerfeño. Dicho prelado se erigió en defensor del misionero contra las tropelías del vicario de Canarias fray Rodrigo de Utrera, acudiendo con sus quejas, en 1461, ante la propia corte pontificia. Conocemos estos incidentes por la bula Decet apostolican sedem, 1462, del Papa Pío II.

 ...Para que los recursos económicos no faltasen, Pío II, por la bula Pastor bunus (7 de octube de 1462) concedió una amplia indulgencia en beneficio de los cooperadores en las obras “misionales...” y fulmina de nuevo con la excomunión contra los piratas que salteasen y vendiesen a los naturales si no les restituían inmediatamente la libertad.

 ...Una bula posterior del Papa Paulo II, la Docet romanorum pontifecen (1465), nos informa de manera indirecta que por esta data fray Alfonso de Bolaños ejercía autoridad como vicario sobre Guinea, las islas del mar Océano y algunas de las Canarias.

 ...En 1465 Diego García de Herrera, “señor” de las islas Canarias, se quejase del comportamiento de Bolaños en carta que dirigió al Papa Paulo II,...que según Herrera, fray Alonso de Bolaños abusaba de sus privilegios, proponiendo sustituirle a fray Diego de Balmanua, misionero que conocía la lengua de los isleños...

A esta etapa tan intensa de la acción misional aluden con reiteración los testigos de la famosa Información de Cabitos (1477). El propio “señor” de las Canarias Digo García de Herrera confiesa, por la pluma de su procurador, lo que sigue: “el obispo de las dichas islas ha estado en las dichas islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado azas veces frayles e tienen su iglesia e hay en ella asaz gente bautizada”.

Es posible que la iglesia a que hace referencia Diego García de Herrera fuese la cueva de Achbibinico o de San Blas, que después fue la primera parroquia con que contó el valle de Güímar. En varios documentos del protocolo del escribano Sancho de Urtarte, se hace mención expresa de la parroquia de San Blas.

En el testamento otorgado por Luís Alonso, natural (guanche) de Tenerife, dispone una manda “a la cofradía del Stmo. Sacramento de la iglesia parroquial de San Blas, en el pueblo de Candelaria, media dobla para aumento de la cera,”. Además dispone que, “por el vicario, frailes, y convento de Ntra. Sra. de Candelaria, que sobre la tumba de su padre Pedro Alonso y la suya, se le diga una misa cantada  de cuerpo presente y otra misa rezada de réquiem, ofrendado de una fanega de trigo, un carnero y un cántaro de vino”. Sábado 18 de julio de 1579. Fol. 1.126 vº.    

 ...Al igual que Pío II, Sixto IV se apresuró a expedir la bula Pastoris aeterni, 29 de junio de 1472, fiel trasunto de las inquietudes misionales.

El pontífice minorista se declara entusiasta y ardoroso campeón de la conversión de los indígenas guanches y africanos, depositando toda su confianza en fray Alfonso de Bolaños para el desempeño de tan importante misión. Con este objeto erigía la nunciatura de Guinea, designando nuncio y comisario a fray Alfonso de Bolaños. Quedaban bajo su inmediata dependencia espiritual la isla de Tenerife, los territorios de África y Guinea y las islas del mar Océano.

Sixto IV, haciendo caso omiso  de la soberanía portuguesa y de la jurisdicción espiritual de otorgada a la orden de cristo por su predecesor Calixto III, (dicho pontífice había concedido jurisdicción espiritual sobre el continente africano a dicha Orden por la bula Inter Caetera, de 13 de mayo de 1456.)

Diosas negras suplantadas por Vírgenes negras
Las Vírgenes Negras podrían tener como prototipo iconológico a la Gran Diosa Isis, y en Egipto precisamente la espina de la palmera era el emblema de Neith, la Diosa Madre anterior a Isis que adoró Salomón en la forma de Astarté, la Isis fenicia, como afirma el Libro de Los Reyes. Y Salomón es el autor del esotérico Cantar de los Cantares, en la que la Reina de Saba como Sulamita (tan alquimista ella) dice: “Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable… No reparéis en que soy morena, porque me ha robado el sol mi color”, texto recurrente para explicar el cromatismo de las Vírgenes Negras y que estaba, por ejemplo, escrito en la cúpula de la iglesia de la también morena Virgen de los Milagros, en Agreda. (Ángel Almazán de Gracia: 39-40)
La primera de estas divinidades, sin duda, fue la Madre Tierra. La tierra englobaba el universo humano; en ella se sucedían los fenómenos naturales en los que el hombre basaba sus creencias. Las tormentas, los terremotos, los vientos, las mareas... todo se debía a la Tierra, semilla de la existencia. Y el hombre adoró a la Gran Diosa en puntos donde podía comunicarse con ella, creando auténticos lugares sagrados en focos activos de energías telúricas, localizados a lo largo y ancho del globo.

En Efeso donde se inició como queda dicho el proceso de divinización de María madre de Jesús  la Diosa Artemisa se adoraba también en su aspecto como Diosa negra, la Diosa Artemis protectora de los partos y que se convirtiera, por asimilación, también en diosa tutelar de las crías de todos los animales mamíferos y, muy especialmente, de los niños de pecho.

El cristianismo primitivo estaba ampliamente influenciado por el judaismo, por tanto no construían ni adoraban imagines, por el contrario denunciaban esas practicas de otras religiones especialmente de las romanas y griegas donde desarrollaban su proselitismo los seguidores de Pablo de Tarso, esto fue así durante mas de tres siglos. Una vez conseguida el reconocimiento o tolerancia del cristianismo por parte del imperio romano a partir del  primer Concilio de  Nicea, comenzó una campaña iconoclasta destruyendo salvajemente estatuas y templos de otras religiones,  sin que consiguieran erradicar del todo  la adoración a la divinidades ancestrales lo que indujo al clero católico a cambiar de estrategia  asumiendo la veneración de dichas imágenes catolizandolas, medida  tomada en el segundo Concilio de Nicea (año 787). Este Concilio fue convocado por el Papa Adriano I, afrontó la doctrina de los iconoclastas y definió la legitimidad del culto a las imágenes sagradas.

De hecho entre los cristianos de los primeros siglos, de fuerte filiación patriarcal judía, el culto a la Virgen fue prácticamente inexistente. Sólo cuando el cristianismo optó por una “paganización” como única alternativa para conseguir prosélitos entre los “gentiles” europeos el culto a las vírgenes empezó a tomar realmente auge. Esto se debió sencillamente a que la Iglesia al no poder extirpar de raíz el culto popular europeo a las diosas locales de la tierra y la vegetación no le quedó más remedio que asimilarlas de mala gana a su propio repertorio religioso.

Es comúnmente asumido que la adoración a la Diosas negras comenzó en Europa en la edad media, y que su culto fue promovido  los templarios y por los monjes benedictinos, pues, según parece, fueron los primeros en sustituir el culto a Isis o Cibeles por un culto católico.

Efectivamente, en cada lugar donde hubo un santuario a la Madre Tierra, se instaló una Virgen Negra. Los autores de esta substitución fueron miembros de órdenes esotéricas, integrados a importantes órdenes religiosas como la de San Antón, San Benito y como se ha dicho por el Temple.

Encontramos así, bajo diversas formas, una Gran Madre o Diosa Tierra, cuyos más antiguos antecedentes como queda dicho son las “Venus paleolíticas” de la prehistoria.

Estas diosas (Isis, Astarté, Cibeles o Artemisa,), fueron representadas generalmente de color negro porque eran el símbolo de la Tierra primigenia que, una vez fecundada por el Sol, se convertía en fuente de toda vida, pero también porque muchas de esas imágenes substituían, en el lugar de culto a una Piedra Negra de origen meteorítico, que había sido venerada en esos santuarios desde tiempo inmemorial.

Tanta llegó a ser la fama que tenía el poder divino de tales rocas meteóricas que los romanos las requisaron en los países conquistados para venerarlas todas juntas en un templo dedicado a la Magna Mater (la Gran Madre) que construyeron en el Palatino de Roma. Allí lograron reunir la piedra Kybele de Frigia, la Lapis Lineus de Anatolia y El Gebel de Siria entre otras, y a ellas acudía el pueblo en general para solicitar favores, especialmente relacionados con la fecundidad en el plano físico, tanto como con la fertilidad intelectual y espiritual.

Digamos de pasada que la “Piedra negra” de la Kaaba también tiene este sentido, y lo mismo la Piedra negra de Éfeso como imagen anicónica de la Gran Madre. Así el negro simboliza la Sabiduría celestial, y por eso la  Diosa negra es en cierto modo la manifestación de lo no-manifestado.

Durante la Edad Media, los santuarios construidos para albergar imágenes de la Virgen negra fueron los más venerados de Europa. Reyes, santos, peregrinos en general, se encaminaron a rendirles culto a Montserrat, Mont St. Michel, Rocamadour, Chartres o Guadalupe, entre otros. Muchos de esos lugares fueron tiempo atrás templos dedicados a la Diosa madre, culto recogido por infinidad de culturas, pasando a María no pocas de sus atribuciones y facultades. Criptas y altares cristianos se alzaron donde antes se rendía culto a Isis, Cibeles, Démeter o Minerva, Tanit, deidades vinculadas a árboles, rocas o pozos y objeto de devoción milenaria. En ocasiones, como sucedió en Guadalupe, un toro indicó misteriosamente el lugar en el que yacía la imagen, la vinculación del toro con la efigie oscura define de forma nítida la imagen de la Madre precristiana absorbida por el cristianismo en un proceso de sincretismo religioso en el que se funden las tradiciones paganas con el culto cristiano a María.
En este aspecto no deja de ser singular la “piadosa” leyenda con que el catolicismo ha venido tratando de justificar la adoración a la Virgen negra de la Almudena en Madrid (España): “Cuenta la tradición que en el año 38 vino a España el apóstol Santiago a predicar el cristianismo, y al pasar por Madrid -por aquel entonces una muy humilde aldea- dejó aquí a su discípulo San Calócero o Calógero, y con él una imagen de la Virgen que había sido tallada, en vida de Nuestra Señora, por San Nicodemus y pintada por el evangelista San Lucas. Esta imagen, traída de Jerusalén según la leyenda, es la que posteriormente se denominará Nuestra Señora de la Almudena, y, al decir los cronistas más aventurados, su culto se practicó ya desde el siglo I de la era cristiana.”

Leyendas como esta carentes de todo fundamento histórico con el transcurso del tiempo son asumidas por los devotos creyentes como dogmas de fe, sin que el clero católico haga nada por disipar estos errores, todo lo contrario, los estimula y propaga.

Durante muchos años ha sostenido la Iglesia católica ante las preguntas de sus feligreses, aseguraba que el color negro de las estatuas se debía al humo desprendido de los cirios que, de tan cerca que los habían colocado de la imagen, ésta se había ennegrecido. Sería una explicación muy válida si no fuese que existen cientos de imágenes con idénticas características, extendidas a lo largo y ancho de Europa, ya que 500 son demasiadas tallas para sufrir idéntico deterioro. Como hemos dicho antes, que no creemos en la casualidad sino en la causalidad, 500 casualidades son demasiadas para ser casuales y no causales. Muchas, aún conservan parte de la policromía que tuvieron de origen y ésta no se ha visto afectada más que por el lógico paso del tiempo y algún que otro acto vandálico. En Canarias en las últimas décadas el clero católico ha emprendido una  campaña de “cambio de Lux” aclarando el tono de la tez y manos de las imágenes  de aprovechando las restauraciones y alegando precisamente que el negro de las imágenes marianas y la de algún Cristo es debido al humo de los cirios, posiblemente han tenido en cuenta que la mayoría de los templos católicos se iluminan con luz eléctrica desde hace más de un siglo, e incluso hoy en día en algunos templos la ofrendas de luminarias se hacen mediante un sistema automático en el cual introduciendo unas monedas se encienden las lámparas durante más o menos tiempo según el numero de monedas introducidas.
“La mayoría de las vírgenes negras muestran unos rasgos morfológicos comunes: semblante hierático, rasgos orientalizantes aunque nunca negroides, mirada esotérica que cautiva a quien la contempla y actitud pasiva ante el espectador. Su disposición suele variar en función de su época de ejecución; así, las románicas se hallan sedentes, y la mayoría de las góticas de pie, sin que en ellas se refleje el naturalismo propio de otras efigies coetáneas de María.
Varias se hallan labradas en madera o piedra negra, mientras que otras han sido pintadas de negro (en algunos casos, ello no se hacía con el Niño al considerarse un color impropio para representar al Hijo de Dios), incluso las hay que en su origen lucían pintura negra que luego fue eliminada para convertirlas en vírgenes blancas. (Jacques Huynen, 1977).

El catolicismo atribuye legendariamente a San Lucas la inmensa mayoría de las vírgenes negras, con lo que dirige nuestras miradas hacia Asia Menor, sin embargo este hecho sin duda tiene una interpretación simbólica. También Oriente aparece en las menciones de que fueron los cruzados los que las introdujeron en sus países de origen a su regreso.

Históricamente podemos situar su apogeo entre los siglos XI y XII, raramente se las puede enclavar en el XIII. Artísticamente pertenecen al románico. Las talladas durante el gótico posiblemente hagan referencia y sean nuevas representaciones de imágenes anteriores; así como las imágenes cuya leyenda apunta a épocas previas a estos siglos puede que evoquen tallas a su vez cristianizadas, cuando no la misma imagen, de cultos paganos más antiguos, a este estilo corresponden las imágenes de Diosas negras adoradas en el archipiélago. Porque, aunque las vírgenes negras a menudo fueron encontradas por vaqueros o por pastores, lo cierto es que el centro de pleitesía corresponde al enclave donde antaño se veneraba a una deidad pagana de antiquísima tradición y objeto de peregrinación secular. Vinculadas a un entorno de cuevas, montañas, árboles, pozos y cursos de agua y, en el caso de Francia donde se ha comprobado este hecho, a dólmenes y otros monumentos megalíticos, se integran con la Naturaleza y parecen reinar dentro de ella.

Y es eso lo que simboliza a fin de cuentas el icono de la Virgen Negra. El color oscuro, ya lo hemos dicho, es la imagen de lo que no se ha manifestado, de lo que permanece oculto, y en este ámbito corresponde a Prakriti, la Sustancia universal, con la que se identifica también a María madre de Jesús y este color negro se aplica también a fortiori al grado supremo, que es el más oculto. El negro de la materia prima, que es la indistinción potencial, es el reflejo, en este plano inferior, de la no-distinción principial de lo Infinito, de la Mahashakti, el Eterno Femenino divino, el negro de esa «Tiniebla más que luminosa», para emplear la expresión de Dionisio Areopagita. El icono negro es el icono de la Magna Mater, la Maha-Devi de la India, que en este aspecto se llama Kali, «La Negra», a la que se saluda en estos términos:

Tú eres la imagen de Todo... la madre de Todo... Antes del comienzo de las cosas, existías en forma de una oscuridad que está más allá de la palabra y del pensamiento; y por el deseo creador de ese supremo Brahma, de ti nació el universo entero... Tú eres Kali, la forma primera de todas las cosas... Recobrando tras la disolución (maha-pralaya) tu forma tenebrosa y sin forma, sigues siendo la única, la inefable, la inconcebible (Maha Nirvana tantra).

Y para concluir esta aportación digamos con Roland Berman: ”Las leyendas hablan de las Vírgenes Negras como “Vírgenes encontradas” (tronco de un árbol, mata de espinos, subsuelo...). Estas “Vírgenes encontradas” lo son siempre en un lugar natural donde están escondidas desde tiempos desconocidos. Podemos ver a través de las leyendas como ellas no aceptan ser desplazadas, volviendo siempre al lugar de origen.

Este lugar constituye de alguna manera un centro. Es este lugar central el que es ese punto tan particular donde deben tradicionalmente anclarse las cosas, los seres y los acontecimientos. Un lugar tal no podría ser único. Si, para el pensamiento tradicional, existe un centro primordial, de este centro emanan centros secundarios que tienen vocación de permitir una transmisión. Estos centros tradicionales son de orden espiritual pero se figuran, se anclan, en los lugares materiales. Desde siempre esa fue una de las funciones reconocidas de la cripta. Es una imagen de la naturaleza y está enterrada en la tierra madre. Su enterramiento en el seno de la tierra fecunda hace de ella un lugar privilegiado de renacimiento. En la oscuridad de la cripta nos situamos en la frontera del mundo de los vivos y del mundo de los muertos, en la frontera de lo conocido y de lo desconocido. ¿Quién no ha percibido la atmósfera particular que reina en una cripta, y por poco que se haya dejado llevar, deteniendo todo pensamiento parásito, quién no ha sentido la paz que emana de este lugar? ¿Por qué en los monasterios como el de San Benoît sur Loire, por no citar más que uno, las vísperas y las misas de los monjes se desarrollan en la cripta? No es necesario considerar esto como una supervivencia o una transposición de los misterios antiguos, sino como una necesidad ontológica.” (Roland Berman).

Como queda dicho el culto a la virgen María comenzó en la iglesia católica ortodoxa oriental después del Concilio de Éfeso (431 e.a.) que proclamó a María como “Madre de Dios”.  Aunque algunos años antes, el doblemente converso e introductor de la filosofía de Platón en la iglesia católica Agustín, obispo de Hipona, ya había colocado en su oratorio la imagen de una virgen negra que según una tradición, fue  inspirada en la “regla” o reglamento de su comunidad de monjes.
Imágenes: Cap. XIII

Diosa Madre Chaxiraxi, fotografía tomada de de: Lorenzo Santana Rodríguez
Diosa negra Artemis, tomada de Ana María Vázquez Hoys



Representación moderna de Virgen con niño, de etnia africana, imagen de archivo.








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