Capitulo XIII
Quien no quiere pensar
es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un
cobarde.
Sir Francis Bacon (1561-1626).
“Todos
los pueblos construyen su identidad a través de la memoria. Las formas
históricas del pasado atraviesan el tiempo y perduran no sólo en los objetos y
en las fechas, también se instalan en las ideas y en los actos. Pero crecen o
callan según las cambiantes necesidades e intereses de los nuevos
protagonistas, porque son las contradicciones sociales de cada época las que
determinan los usos de la historia.
…Ese
trayecto se parece bastante al que ha padecido el insulismo mago, adoptado en español como
sinónimo de “campesino” y, menos piadosamente, de “bruto”. Pero la torsión semántica
se dilata si observamos su origen.
La
etimología primaria del término remite a la idea de “iluminar, encender (se), alumbrar o prender (fuego, luz)”,
circunstancia que desencadena la “aparición” de todo aquello que, de otro modo,
se mantendría oculto. Por eso, en algunas hablas insulares es posible encontrar
referencias al “Sol”, caso de mag,
magegh, maggWt o magg Wid, cuya morfología expresa su
participación en este concepto.” (Ignacio Reyes García, 2001).
Penetración católica en Chinech (Tenerife).
Antecedentes
Generalmente las conquistas de unos pueblos por
otros suelen ir precedidas de
penetraciones religiosas que actúan como puntas de lanza. En el caso de
Canarias, la punta de lanza estuvo en manos del catolicismo, esta confesión
religiosa puso sus miras en el archipiélago desde tiempos remotos. La santa
sede erigida en árbitro de los pueblos y secundada por las turbas fanáticas
cristianas europeas, decide esclavizar y expoliar las Islas Canarias. Para ello
comenzó regalando el país con la misma facilidad con que se concedía una
indulgencia, así el Papa Clemente VI concede la invasión y conquista del
archipiélago a Luís de la Cerda
con el titulo de “Príncipe de la
Fortuna ” y a cambio de un tributo anual de 400 ducados de
oro. A partir de ese momento, comenzaron los males de este pueblo los cuales
preveo que van a continuar durante largo tiempo. (Gauayre Adarguma)
El instaurador del “Reino de la Fortuna ” Clemente VI,
erigió en las islas del Atlántico en diócesis misional por medio de la bula Coelestis
rex regum (1351). Preocupándose por su auge
los pontífices Inocencio VI, y Urbano V. La diócesis se erigió en Telde
Gran Canaria, perviviendo por espacio de medio siglo, Se conocen hasta cuatro
Obispos, Bernardo, 1351, Bartolomé, 1361, Tarín, 1369 y Jaime
Olzina, 1392.
A partir de
1404, Benedixto XIII, por la bula Apostolatus officium, elevó las
operaciones militares de conquista al rango de cruzada, pero esto no evitó
que las islas continuasen siendo
asaltadas por los depredadores esclavistas.
La diócesis del Rubicón se estableció en 1404, el
primer convento minorista en 1414.
La mayor parte de los maxos y bimbaches estaban
supuestamente cristianizados hacía 1423 (en Lanzarote, fuerteventura y el
Hierro) sometidos a la jurisdicción del provincial de Castilla, quien debía
confirmar a los vicarios después de ser electos misioneros, El Pontífice
Benedicto XIII da testimonio de ello por medio de la bula Illius celestis
agricole, 20 de noviembre de 1424.
El más grave obstáculo con que tropezaba la catequización
era la pervivencia de la esclavitud del infiel, defendida por un grupo compacto
de doctrinarios (Egidio Romano y Enrique de Sousa a la cabeza) y combatida por
una minoría de penetrantes teólogos (Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de
Ancona). La curia pontificia va a adoptar en 1434 una postura intermedia
que, para el momento, supone un decidido progreso. (Rumeu de Armas)
Chinech
Según el
Dr. Antonio Rumeu de Armas: En cuanto al núcleo misional de Tenerife, radicado
en el sur de la isla, más concretamente en Candelaria (Menceyato de Gúímar)
contó desde un principio con poderosos valedores que contribuyeron a dar al
mismo inusitado auge.
El ministro general de la orden franciscana
fray Jaime de Zarzuela (elegido el 20 de
mayo de 1458) acogió bajo su tutela el eremitario de Tenerife, sometiéndolo
a directa jurisdicción. El principal actor de esta misión fue fray alfonso de
Bolaños, quién había conseguido
catequizar buen número de guanches. Sabemos por expresa declaración pontificia
que el núcleo tinerfeño lo componían tres misioneros, y hasta es dable
identificar a otro de ellos, fray Masedo. Acaso fuese el tercero fray Diego de
Balmanua. De los tres hay constancia de que vivieron entre los guanches y que
predicaban en la lengua de éstos. (Bula decet apostolicam sedem (1462).
Bullarium, tomo II, núm. 978, página 512).
El segundo promotor del eremitario-casa de
contratcion de Tenerife fue el obispo de Rubicón Diego López de Illesca, a
quien de sobra conocemos. Éste patrocinio se extendió a fray Alfonso de Bolaños, como cabeza visible del
núcleo tinerfeño. Dicho prelado se erigió en defensor del misionero contra las
tropelías del vicario de Canarias fray Rodrigo de Utrera, acudiendo con sus
quejas, en 1461, ante la propia corte pontificia. Conocemos estos
incidentes por la bula Decet apostolican sedem, 1462, del Papa
Pío II.
...Para que
los recursos económicos no faltasen, Pío II, por la bula Pastor bunus (7
de octube de 1462) concedió una amplia indulgencia en beneficio de los
cooperadores en las obras “misionales...” y fulmina de nuevo con la excomunión
contra los piratas que salteasen y vendiesen a los naturales si no les
restituían inmediatamente la libertad.
...Una bula
posterior del Papa Paulo II, la Docet
romanorum pontifecen (1465), nos informa de manera indirecta que por
esta data fray Alfonso de Bolaños ejercía autoridad como vicario sobre Guinea,
las islas del mar Océano y algunas de las Canarias.
...En 1465
Diego García de Herrera, “señor” de las islas Canarias, se quejase del comportamiento
de Bolaños en carta que dirigió al Papa Paulo II,...que según Herrera, fray
Alonso de Bolaños abusaba de sus privilegios, proponiendo sustituirle a fray
Diego de Balmanua, misionero que conocía la lengua de los isleños...
A esta etapa tan intensa de la acción misional
aluden con reiteración los testigos de la famosa Información de Cabitos (1477).
El propio “señor” de las Canarias Digo García de Herrera confiesa, por la pluma
de su procurador, lo que sigue: “el obispo de las dichas islas ha estado en las
dichas islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado azas
veces frayles e tienen su iglesia e hay en ella asaz gente bautizada”.
Es posible que la iglesia a que hace referencia
Diego García de Herrera fuese la cueva de Achbibinico o de San Blas, que
después fue la primera parroquia con que contó el valle de Güímar. En varios
documentos del protocolo del escribano Sancho de Urtarte, se hace mención
expresa de la parroquia de San Blas.
En el testamento otorgado por Luís Alonso, natural
(guanche) de Tenerife, dispone una manda “a la cofradía del Stmo. Sacramento
de la iglesia parroquial de San Blas, en el pueblo de Candelaria, media dobla
para aumento de la cera,”. Además dispone que, “por el vicario, frailes,
y convento de Ntra. Sra. de Candelaria, que sobre la tumba de su padre Pedro
Alonso y la suya, se le diga una misa cantada
de cuerpo presente y otra misa rezada de réquiem, ofrendado de una
fanega de trigo, un carnero y un cántaro de vino”. Sábado 18 de julio
de 1579. Fol. 1.126 vº.
...Al igual
que Pío II, Sixto IV se apresuró a expedir la bula Pastoris aeterni, 29
de junio de 1472, fiel trasunto de las inquietudes misionales.
El pontífice minorista se declara entusiasta y
ardoroso campeón de la conversión de los indígenas guanches y africanos,
depositando toda su confianza en fray Alfonso de Bolaños para el desempeño de
tan importante misión. Con este objeto erigía la nunciatura de Guinea,
designando nuncio y comisario a fray Alfonso de Bolaños. Quedaban bajo su inmediata
dependencia espiritual la isla de Tenerife, los territorios de África y Guinea
y las islas del mar Océano.
Sixto IV, haciendo caso omiso de la soberanía portuguesa y de la
jurisdicción espiritual de otorgada a la orden de cristo por su predecesor Calixto
III, (dicho pontífice había concedido jurisdicción espiritual sobre el
continente africano a dicha Orden por la bula Inter Caetera, de 13 de
mayo de 1456.)
Diosas negras
suplantadas por Vírgenes negras
Las Vírgenes Negras podrían tener como
prototipo iconológico a la
Gran Diosa Isis, y en Egipto precisamente la espina de la
palmera era el emblema de Neith, la Diosa Madre anterior a Isis que adoró Salomón en
la forma de Astarté, la Isis
fenicia, como afirma el Libro de Los Reyes. Y Salomón es el autor del
esotérico Cantar de los Cantares, en la que la Reina de Saba como
Sulamita (tan alquimista ella) dice: “Morena soy, oh hijas de
Jerusalén, pero codiciable… No reparéis en que soy morena, porque me ha robado
el sol mi color”, texto recurrente para explicar el cromatismo de las
Vírgenes Negras y que estaba, por ejemplo, escrito en la cúpula de la iglesia
de la también morena Virgen de los Milagros, en Agreda. (Ángel Almazán de Gracia: 39-40)
La primera de estas divinidades,
sin duda, fue la Madre
Tierra. La tierra englobaba el universo humano; en ella se
sucedían los fenómenos naturales en los que el hombre basaba sus creencias. Las
tormentas, los terremotos, los vientos, las mareas... todo se debía a la Tierra , semilla de la
existencia. Y el hombre adoró a la Gran Diosa en puntos donde podía comunicarse con
ella, creando auténticos lugares sagrados en focos activos de energías
telúricas, localizados a lo largo y ancho del globo.
En Efeso
donde se inició como queda dicho el proceso de divinización de María madre de
Jesús la Diosa Artemisa se adoraba
también en su aspecto como Diosa negra, la Diosa Artemis protectora
de los partos y que se convirtiera, por asimilación, también en diosa tutelar
de las crías de todos los animales mamíferos y, muy especialmente, de los niños
de pecho.
El cristianismo primitivo estaba
ampliamente influenciado por el judaismo, por tanto no construían ni adoraban
imagines, por el contrario denunciaban esas practicas de otras religiones
especialmente de las romanas y griegas donde desarrollaban su proselitismo los
seguidores de Pablo de Tarso, esto fue así durante mas de tres siglos. Una vez
conseguida el reconocimiento o tolerancia del cristianismo por parte del
imperio romano a partir del primer
Concilio de Nicea, comenzó una campaña
iconoclasta destruyendo salvajemente estatuas y templos de otras
religiones, sin que consiguieran
erradicar del todo la adoración a la
divinidades ancestrales lo que indujo al clero católico a cambiar de
estrategia asumiendo la veneración de dichas
imágenes catolizandolas, medida tomada
en el segundo Concilio de Nicea (año 787). Este Concilio
fue convocado por el Papa Adriano I, afrontó la doctrina de los iconoclastas y
definió la legitimidad del culto a las imágenes sagradas.
De hecho entre los cristianos de
los primeros siglos, de fuerte filiación patriarcal judía, el culto a la Virgen fue prácticamente
inexistente. Sólo cuando el cristianismo optó por una “paganización” como única
alternativa para conseguir prosélitos entre los “gentiles” europeos el culto a
las vírgenes empezó a tomar realmente auge. Esto se debió sencillamente a que la Iglesia al no poder
extirpar de raíz el culto popular europeo a las diosas locales de la tierra y
la vegetación no le quedó más remedio que asimilarlas de mala gana a su propio
repertorio religioso.
Es comúnmente asumido que la
adoración a la Diosas
negras comenzó en Europa en la edad media, y que su culto fue promovido los templarios y por los monjes benedictinos,
pues, según parece, fueron los primeros en sustituir el culto a Isis o Cibeles
por un culto católico.
Efectivamente, en cada lugar
donde hubo un santuario a la
Madre Tierra , se instaló una Virgen Negra. Los autores de
esta substitución fueron miembros de órdenes esotéricas, integrados a importantes
órdenes religiosas como la de San Antón, San Benito y como se ha dicho por el
Temple.
Encontramos así, bajo diversas formas, una Gran Madre o Diosa Tierra, cuyos más antiguos antecedentes como queda dicho son las “Venus paleolíticas” de la prehistoria.
Estas diosas (Isis, Astarté,
Cibeles o Artemisa,), fueron representadas generalmente de color negro porque
eran el símbolo de la Tierra
primigenia que, una vez fecundada por el Sol, se convertía en fuente de toda
vida, pero también porque muchas de esas imágenes substituían, en el lugar de
culto a una Piedra Negra de origen meteorítico, que había sido venerada en esos
santuarios desde tiempo inmemorial.
Tanta llegó a ser la fama que
tenía el poder divino de tales rocas meteóricas que los romanos las requisaron
en los países conquistados para venerarlas todas juntas en un templo dedicado a
la Magna Mater
(la Gran Madre )
que construyeron en el Palatino de Roma. Allí lograron reunir la piedra Kybele
de Frigia, la Lapis
Lineus de Anatolia y El Gebel de Siria entre otras, y a ellas
acudía el pueblo en general para solicitar favores, especialmente relacionados
con la fecundidad en el plano físico, tanto como con la fertilidad intelectual
y espiritual.
Digamos de pasada que la “Piedra negra” de la Kaaba también tiene
este sentido, y lo mismo la
Piedra negra de Éfeso como imagen anicónica de la Gran Madre. Así el
negro simboliza la Sabiduría
celestial, y por eso la Diosa negra es en cierto
modo la manifestación de lo no-manifestado.
Durante la Edad Media , los santuarios construidos para
albergar imágenes de la Virgen
negra fueron los más venerados de Europa. Reyes, santos, peregrinos en general,
se encaminaron a rendirles culto a Montserrat, Mont St. Michel, Rocamadour,
Chartres o Guadalupe, entre otros. Muchos de esos lugares fueron tiempo atrás
templos dedicados a la Diosa
madre, culto recogido por infinidad de culturas, pasando a María no pocas de
sus atribuciones y facultades. Criptas y altares cristianos se alzaron donde
antes se rendía culto a Isis, Cibeles, Démeter o Minerva, Tanit, deidades
vinculadas a árboles, rocas o pozos y objeto de devoción milenaria. En
ocasiones, como sucedió en Guadalupe, un toro indicó misteriosamente el lugar
en el que yacía la imagen, la vinculación del toro con la efigie oscura define
de forma nítida la imagen de la
Madre precristiana absorbida por el cristianismo en un
proceso de sincretismo religioso en el que se funden las tradiciones paganas
con el culto cristiano a María.
En este aspecto no deja de ser singular la “piadosa”
leyenda con que el catolicismo ha venido tratando de justificar la adoración a la Virgen negra de la Almudena en Madrid
(España): “Cuenta la tradición que en el año 38 vino a España el apóstol
Santiago a predicar el cristianismo, y al pasar por Madrid -por aquel entonces
una muy humilde aldea- dejó aquí a su discípulo San Calócero o Calógero, y con
él una imagen de la Virgen
que había sido tallada, en vida de Nuestra Señora, por San Nicodemus y pintada
por el evangelista San Lucas. Esta imagen, traída de Jerusalén según la
leyenda, es la que posteriormente se denominará Nuestra Señora de la Almudena , y, al decir los
cronistas más aventurados, su culto se practicó ya desde el siglo I de la era
cristiana.”
Leyendas como esta carentes de todo fundamento histórico
con el transcurso del tiempo son asumidas por los devotos creyentes como dogmas
de fe, sin que el clero católico haga nada por disipar estos errores, todo lo
contrario, los estimula y propaga.
Durante muchos años ha sostenido la Iglesia católica ante las
preguntas de sus feligreses, aseguraba que el color negro de las estatuas se
debía al humo desprendido de los cirios que, de tan cerca que los habían
colocado de la imagen, ésta se había ennegrecido. Sería una explicación muy
válida si no fuese que existen cientos de imágenes con idénticas
características, extendidas a lo largo y ancho de Europa, ya que 500 son
demasiadas tallas para sufrir idéntico deterioro. Como hemos dicho antes, que
no creemos en la casualidad sino en la causalidad, 500 casualidades son
demasiadas para ser casuales y no causales. Muchas, aún conservan parte de la
policromía que tuvieron de origen y ésta no se ha visto afectada más que por el
lógico paso del tiempo y algún que otro acto vandálico. En Canarias en las
últimas décadas el clero católico ha emprendido una campaña de “cambio de Lux” aclarando el tono
de la tez y manos de las imágenes de
aprovechando las restauraciones y alegando precisamente que el negro de las
imágenes marianas y la de algún Cristo es debido al humo de los cirios,
posiblemente han tenido en cuenta que la mayoría de los templos católicos se
iluminan con luz eléctrica desde hace más de un siglo, e incluso hoy en día en
algunos templos la ofrendas de luminarias se hacen mediante un sistema
automático en el cual introduciendo unas monedas se encienden las lámparas
durante más o menos tiempo según el numero de monedas introducidas.
“La mayoría de las vírgenes negras muestran unos rasgos
morfológicos comunes: semblante hierático, rasgos orientalizantes aunque nunca
negroides, mirada esotérica que cautiva a quien la contempla y actitud pasiva
ante el espectador. Su disposición suele variar en función de su época de
ejecución; así, las románicas se hallan sedentes, y la mayoría de las góticas
de pie, sin que en ellas se refleje el naturalismo propio de otras efigies
coetáneas de María.
Varias se hallan labradas en madera o piedra negra,
mientras que otras han sido pintadas de negro (en algunos casos, ello no se
hacía con el Niño al considerarse un color impropio para representar al Hijo de
Dios), incluso las hay que en su origen lucían pintura negra que luego fue
eliminada para convertirlas en vírgenes blancas. (Jacques Huynen, 1977).
El catolicismo atribuye legendariamente a San Lucas la
inmensa mayoría de las vírgenes negras, con lo que dirige nuestras miradas
hacia Asia Menor, sin embargo este hecho sin duda tiene una interpretación
simbólica. También Oriente aparece en las menciones de que fueron los cruzados
los que las introdujeron en sus países de origen a su regreso.
Históricamente podemos situar su apogeo entre los siglos XI
y XII, raramente se las puede enclavar en el XIII. Artísticamente pertenecen al
románico. Las talladas durante el gótico posiblemente hagan referencia y sean
nuevas representaciones de imágenes anteriores; así como las imágenes cuya
leyenda apunta a épocas previas a estos siglos puede que evoquen tallas a su
vez cristianizadas, cuando no la misma imagen, de cultos paganos más antiguos,
a este estilo corresponden las imágenes de Diosas negras adoradas en el
archipiélago. Porque, aunque las vírgenes negras a menudo fueron encontradas
por vaqueros o por pastores, lo cierto es que el centro de pleitesía
corresponde al enclave donde antaño se veneraba a una deidad pagana de
antiquísima tradición y objeto de peregrinación secular. Vinculadas a un
entorno de cuevas, montañas, árboles, pozos y cursos de agua y, en el caso de
Francia donde se ha comprobado este hecho, a dólmenes y otros monumentos
megalíticos, se integran con la
Naturaleza y parecen reinar dentro de ella.
Y es eso lo que simboliza a fin de cuentas el
icono de la Virgen
Negra. El color oscuro, ya lo hemos dicho, es la imagen de lo
que no se ha manifestado, de lo que permanece oculto, y en este ámbito
corresponde a Prakriti, la
Sustancia universal, con la que se identifica también a María
madre de Jesús y este color negro se aplica también a fortiori al grado
supremo, que es el más oculto. El negro de la materia prima, que es la
indistinción potencial, es el reflejo, en este plano inferior, de la
no-distinción principial de lo Infinito, de la Mahashakti , el Eterno
Femenino divino, el negro de esa «Tiniebla más que luminosa», para
emplear la expresión de Dionisio Areopagita. El icono negro es el icono de la Magna Mater , la Maha-Devi de la India , que en este aspecto
se llama Kali, «La Negra »,
a la que se saluda en estos términos:
Tú eres la imagen de Todo... la madre de
Todo... Antes del comienzo de las cosas, existías en forma de una oscuridad que
está más allá de la palabra y del pensamiento; y por el deseo creador de ese
supremo Brahma, de ti nació el universo entero... Tú eres Kali, la forma
primera de todas las cosas... Recobrando tras la disolución (maha-pralaya) tu
forma tenebrosa y sin forma, sigues siendo la única, la inefable, la inconcebible
(Maha Nirvana tantra).
Y para
concluir esta aportación digamos con Roland Berman: ”Las leyendas hablan
de las Vírgenes Negras como “Vírgenes encontradas” (tronco de un árbol, mata de
espinos, subsuelo...). Estas “Vírgenes encontradas” lo son siempre en un lugar
natural donde están escondidas desde tiempos desconocidos. Podemos ver a través
de las leyendas como ellas no aceptan ser desplazadas, volviendo siempre al
lugar de origen.
Este lugar constituye de alguna manera un centro.
Es este lugar central el que es ese punto tan particular donde deben
tradicionalmente anclarse las cosas, los seres y los acontecimientos. Un lugar
tal no podría ser único. Si, para el pensamiento tradicional, existe un centro
primordial, de este centro emanan centros secundarios que tienen vocación de
permitir una transmisión. Estos centros tradicionales son de orden espiritual
pero se figuran, se anclan, en los lugares materiales. Desde siempre esa fue
una de las funciones reconocidas de la cripta. Es una imagen de la naturaleza y
está enterrada en la tierra madre. Su enterramiento en el seno de la tierra
fecunda hace de ella un lugar privilegiado de renacimiento. En la oscuridad de
la cripta nos situamos en la frontera del mundo de los vivos y del mundo de los
muertos, en la frontera de lo conocido y de lo desconocido. ¿Quién no ha
percibido la atmósfera particular que reina en una cripta, y por poco que se
haya dejado llevar, deteniendo todo pensamiento parásito, quién no ha sentido
la paz que emana de este lugar? ¿Por qué en los monasterios como el de San
Benoît sur Loire, por no citar más que uno, las vísperas y las misas de los
monjes se desarrollan en la cripta? No es necesario considerar esto como una
supervivencia o una transposición de los misterios antiguos, sino como una
necesidad ontológica.” (Roland Berman).
Como queda dicho el culto a la virgen María
comenzó en la iglesia católica ortodoxa oriental después del Concilio de Éfeso
(431 e.a.) que proclamó a María como “Madre de Dios”. Aunque algunos años
antes, el doblemente converso e introductor de la filosofía de Platón en la
iglesia católica Agustín, obispo de Hipona, ya había colocado en su oratorio la
imagen de una virgen negra que según
una tradición, fue inspirada en la “regla” o reglamento de su comunidad de
monjes.
Imágenes: Cap. XIII
Diosa negra Artemis, tomada de Ana María Vázquez Hoys
Representación moderna de Virgen con niño, de etnia
africana, imagen de archivo.
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