Eduardo Pedro García Rodríguez
Durante los siglos XVIII y
XIX el clero de la iglesia católica
impuesta en Canarias desató una brutal campaña de destrucción de los panteones
donde reposaban los cuerpos mirlados de nuestros ancestros, desde los pulpitos
de los templos los curas, incitaban a un
pueblo ya profundamente embrutecido por la acción catequista y “civilizadora”
de la iglesia católica a la profanación y destrucción de todos los
enterramientos de nuestros antepasados que encontraran, con un total desprecio
hacia los más profundos sentimientos de una gran parte de la sociedad guanche,
la cual por otra parte, vivía sometida no sólo a los dictados políticos y
religiosos de los invasores espanoles, sino que además gravitaba sobre sus vidas
la tenebrosa y amplia sombra de la “santa” inquisición española en Canarias.
Según el clero católico las
momias que contenían las cuevas sepulcrales eran obra del demonio-otra “santa”
invención del catolicismo-. Así, cientos de cuerpos mirlados de nuestros
antepasados fueron salvajemente destrozados a palos, arrojados por acantilados, utilizados como
fuente de calcio para las cabras y como abono para los sembrados.
Esto fue así durante más de un
siglo, hasta que ciertos investigadores europeos no espanoles comenzaron a
visitar nuestras islas con interés científico, en su deseo de hacerse con
algunos cuerpos momificados de nuestros ancestros, comenzaron a ofrecer
compensaciones económicas por la obtención de los mismos, entrando así nuestros
difuntos en el mercado y en el juego de la oferta y la demanda, con lo que nos
encontramos que los guanches no sólo hemos sido objeto de mercado en vida
cuando fuimos apresados y vendidos como esclavos en los mercados espanoles,
sino que continuamos siendo objeto de ese inhumano comercio después de muertos.
Por otra parte, a finales del
siglo XIX la panacea de todos los males en la farmacopea de la civilizada
Europa estaba constituida por polvo de momia, con lo cual otros cientos de
cadáveres de nuestros antepasados fueron triturados y convertidos en polvo para
atender la demanda de los buques que recalaban en las islas e incluso para su
exportación a Europa y a las otras colonias espanolas en América.
Por esa época, tanto las
autoridades coloniales espanolas como los criollos “cultos” el mejor presente
que acostumbraban ofrecer a los jefes de
las expediciones guerreras o científicas que recalaban en los puertos insulares
era precisamente las momias de quienes un día habían sido dueños de esta tierra.
Son innumerables las
profanaciones y expolios del panteón guanche llevada a cabo tanto por los
invasores espanoles como por otros europeos, estos últimos en la mayoría de los
casos en nombre de la ciencia, de lo que existe abundantes referencias en la
bibliografía colonial canaria, si bien debemos reconocer que fueron franceses e
ingleses quienes se ocuparon de nuestra Historia y cultura ancestral y a los
que debemos el rescate de importantes aspectos de nuestro acervo cultura
pre-colonial, no podemos dejar de reconocer que el precio pagado por el mismo
ha sido desmesurado, no siendo el menor, el que muchos de los sagrados cuerpos
difuntos de nuestros antepasados estén siendo exhibidos como objetos de
curiosidad en diversos museos del mundo y en algunos locales.
Cabe preguntarse si los colonos
españoles admitirían de buen grado que los huesos de los Reyes católicos, del
Cid Campeador-caso de tenerlos- o de todos los Trastamara, los Austria o los Borbones etc., fueran
expuestos como objetos a la curiosidad publica.
Pedimos a los políticos canarios especialmente a aquellos que aún les
quede un poco de sentimientos de canariedad, que impulsen la construcción de un
gran panteón nacional canario, donde los restos mortales de nuestros antepasados
que aún existen hoy dispersos por diferentes partes del planeta, puedan ser
reunidos para que descansen en paz y les sea restituida la dignidad que como
grandes seres humanos que fueron merecen, y que puedan descasar en la tierra
que les fue arrebatada, no dudando que ello también ayudará a dignificar la
memoria de los usurpadores.
En cuanto al argumento científico
sostenido para justificar la irreverencia de la exposición publica de nuestros
difuntos ancestrales, en la actualidad, es posible crear réplicas de las momias
que en nada se diferencian de las originales, con las cuales se pueden
sustituir las actuales exhibidas en los museos para que sirvan como ejemplos didácticos
y como medio de trasmisión de este importante aspecto de nuestra milenaria
cultura.
Para concluir, nos permitimos
reproducir un pasaje de un viajero francés que estuvo durante unos días en
Tenerife a partir del 2 de noviembre de 1880, el dibujante y naturalista
francés Jacob Gerard Milbert integrante de una expedición científica al mando
del capitán Nicolás Baudin.
“Interesado por llevar a mi patria una momia guanche, me proporcionaron una que me
proponía dejar en depósito en
Ile-de-France. Era de una mujer joven. Aunque un poco alterados, los rasgos todavía
eran regulares. Las manos estaban
bien conservadas, pequeñas, bien hechas; le faltaban cuatro uñas, dos en la mano
derecha y otras dos en la izquierda; en los
pies, sólo faltaba una en el derecho; los cabellos y las pestañas estaban admirablemente conservados.
Contento con esta posesión, no pensé en la dificultad de conservar semejante objeto en una larga travesía. Al principio,
coloqué la momia en mi camarote, en una de las repisas situadas por
encima de mi cama, pero el calor y la humedad del navío la ablandaron, descomponiendo la preparación, y
engendraron allí tal cantidad de
insectos que resolví lanzarla al mar.” (pags. 59-60).
Mayo de 2012.
Fuente consultada:
Jacob Gerard Milbert
Viaje pintoresco a la Isla de Tenerife
ISBN: 84-96505-58-8
Ediciones Idea. 2005.
Santa Cruz de Tenerife-Las Palmas de Gran Canaria.
Nota: Siguiendo la corriente al uso y como rebeldía lingüística
he sustituido la “ñ” por la “n”.
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