Eduardo Pedro García Rodríguez*
Canarias es producto del
choque violento de dos culturas; es decir, la colonia Canaria nace a
partir de la invasión española. Antes de eso lo que existía era el
pueblo Mazigio, la sociedad guanche, que fue una suerte de culminación
de la civilización generada a lo largo de siglos, por los primeros
pobladores de nuestro territorio. Estrictamente hablando, Canarias ya es
un producto del cruce de varias etnias aunque perdura mayoritariamente
la Guanche-Mazigia (entendida en sentido étnico), ubicado totalmente en
la etapa colonial de nuestra historia que se extiende hasta el presente,
en que sufrimos la dominación colonial del capital imperialista.
Pero esto, que eufemísticamente se ha venido a llamar
"encuentro de dos culturas", no fue sino una contradicción muy violenta
que abrió un abismo de diferencias sociales, culturales, raciales,
ideológicas y políticas, que hasta hoy no se subsanan. De nada ha
servido la supuesta autonomía para superar este abismo; por el
contrario, la miserable actuación de las clases explotadoras durante
todo el período transcurrido, ha profundizado la brecha. Nuestra
raquítica burguesía, que hasta hoy no puede constituirse en clase
dirigente, no logró cumplir una tarea que dio autoridad a las burguesías
de otros países: plasmar un Estado nacional y la nación Canaria, claro
está. Ante la incapacidad histórica de la burguesía, esta tarea debe
pasar a manos de los trabajadores de los profesionales libres, de los
pequeños y medianos empresarios, es decir, a manos del pueblo que, al
fin y al cabo, es la base de toda nación.
Para que exista la Nación Canaria, es menester un
territorio, una fluida trama económica que le de base y la articule
internamente, una personalidad cultural definida y una tradición
histórica. Como puede verse, sólo algunos de estos aspectos existen
actualmente, pero ni la base económica articulada, ni el definido perfil
cultural, existen. Este es el problema por resolver y viene desde la
conquista, del mismo modo que desde la invasión española data la
dominación colonial del Archipiélago.
Canarias existe como nación sólo en la medida que
todo el conjunto de personas que vivimos en este espacio territorial,
hemos pasado el mismo conjunto de experiencias históricas durante
siglos. O sea, los que vivimos aquí, los gomeros, palmero, herreños,
conejeros, majoreros, canarios, tinerfeños, hemos sido no sólo testigos
sino partícipes de un proceso histórico común; consecuentemente, somos
parte de una experiencia histórica de carácter nacional, que es algo de
lo que nosotros no podemos prescindir. Eso está total y absolutamente
presente en nuestra existencia. Entonces, somos nación. Esto es
definitivamente claro, pero como país somos fluctuantes en función de
los intereses del capital imperialista.
La cultura Canaria, lo mismo que para los demás
pueblos del mundo, significa una población en relación con condiciones
materiales dadas, en donde la relación hombre-medio determina una manera
específica de ser. Es lo que los antropólogos llaman cultura.
En 1402, cuando llegaron los normandos y españoles,
aquí estábamos en la primera sociedad de clases, mientras que en Europa
ya se estaba avanzando del feudalismo al capitalismo.
Los estudios realizados muestran que aquí se dio un
desarrollo singular, ya que la nueva sociedad impuesta tuvo que
enfrentar condiciones materiales diferentes. Fue necesario resolver la
creación de un conjunto de instrumentos de producción altamente
especializados para la producción azucarera, los que no eran necesarios
en Europa, para poder, a partir de estos instrumentos de producción
especializados, someter el medio a las necesidades capitalistas.
Esta es una diferencia con España o con otros países,
en donde la reproducción de la sociedad humana, que es una de las
primeras tareas que cubre la sociedad, podía realizarse a través de la
explotación de los medios materiales de existencia enteramente formados;
de agricultura adaptada a las condiciones del medio, sin grandes
especializaciones, sin la necesidad de crear instrumentos muy complejos.
Por el contrario, la explotación intensiva requerían
la creación de instrumentos muy complejos; porque difícil es también la
orografía. Lo que ocurre es que en Europa esas condiciones difíciles de
la orografía se pueden resolver con mínimas transformaciones del medio;
en cambio, aquí, era absolutamente indispensable, vamos a decir
artificial, elevar el medio, para poder lograr los niveles de asistencia
básicos. Esto permitió que el desarrollo de las fuerzas productivas,
desde muy pronto, adquiriera un grado muy complejo; era necesaria una
población esclava para dominar estas condiciones. Al mismo tiempo, estas
condiciones requerían instrumentos de producción muy complejos y esta
relación, entre medios e instrumentos sofisticados, hicieron que las
fuerzas productivas aquí se desarrollaran de manera diferente y mucho
más compleja; lograron un mayor desarrollo que en otras partes.
Es decir, nuestra historia específica no tiene las
mismas condiciones y características que las que tuvo Europa, o las tuvo
China. Como modo de producción en su conjunto sí, pero como formas
específicas de desarrollo histórico, no. Dentro de estas condiciones,
nosotros estábamos en un nivel de desarrollo clasista inicial pero muy
avanzado, a tal punto, que cuando llegaron los españoles se estaba dando
un proceso de descomposición, de disolución de la formación clasista
inicial y en el paso hacia una formación de tipo, llamémosle, feudal, en
donde los medios de producción, fundamentalmente la tierra, comenzaban a
ser propiedad privada; en donde la tierra se convertía en el medio de
producción fundamental y en donde la fuerza de trabajo comenzaba a dejar
de ser el factor determinante del proceso productivo.
Una de las falacias sostenidas por el colonialismo es
aquello de que porque no teníamos instrumentos de hierro éramos
inferiores; que porque teníamos instrumentos de madera piedra o hueso,
éramos inferiores y que ellos tenían instrumentos de hierro y que por
eso tenían un nivel cultural superior.
Esto es falso, total y absolutamente falso. A
nosotros el hierro no nos ha servido absolutamente de otra cosa más que
de deterioro de nuestras condiciones materiales de existencia. Si
nosotros, por exigencias de nuestro propio desarrollo, de nuestro medio
ambiente, hubiéramos elaborado eso, sería totalmente válido, porque el
hierro le sirve al agricultor para romper tierras muy duras, sirve para
cortar árboles de bosques muy fríos; nosotros no teníamos necesidad de
eso. Desde luego que el hierro nos sirve, pero nosotros estábamos
desarrollando toda una cultura propia sin necesidad del hierro, por una
simplísima razón: las condiciones materiales nuestras eran diferentes a
las del viejo mundo europeo.
Nuestra edad de los metales, que en el caso de Europa
representó el período de paso a la ciudad, de paso a la civilización,
etc., nosotros la hicimos con otro tipo de instrumentos que ellos no
tuvieron. Con gentes que calendarizaron al milímetro los procesos de
producción. Con gentes que lograron desarrollar técnicas complejísimas
de manejo de los pastos el agua y de la tierra.
Con gentes que lograron desarrollar técnicas del
manejo de la tierra, de transformación de la tierra, cosa que para los
europeos es un descubrimiento del medioevo y de períodos posteriores. Su
paso a la civilización se dio gracias al hierro porque las condiciones
específicas lo exigían. Nuestro paso a la civilización es gracias al
manejo del agua, por ejemplo. Son condiciones distintas de desarrollo.
Nuestras formaciones sociales, nuestros modos de producción, obedecen a
leyes generales; a las mismas leyes, pero, en lo particular, nuestras
diferencias son cualitativamente diferentes.
Ninguno de los pueblos nuestros estuvo en la
prehistoria cuando llegaron los europeos. En el caso nuestro la
situación es muy singular, es algo importante de entender. Cuando
llegaron aquí los europeos, todas las Islas habían logrado niveles
altísimos de sometimiento del medio a las necesidades humanas; es decir,
habían logrado que las fuerzas productivas alcancen un nivel de
desarrollo superior al de la subsistencia y en condiciones en las cuales
estaba en avance, en ascenso, hacia modos de producción similares a los
que se daban en otras partes del mundo. Ello hizo posible que los
guanches mantuviesen contactos comerciales desde las Islas aún no
invadidas con los europeos, al margen de los actos de piratería y saqueo
a que éstos estaban habituados.
El hecho de que en las Islas, por ejemplo, no se
hubiesen logrado desarrollar civilizaciones como la China o cualquier
otra civilización similar: la India, la Maya o la Andina, no significa
que los guanches hayan estado en el período neolítico europeo;
(afirmación ésta arteramente sostenida por los colonizadores) nosotros
estábamos como hemos dicho en un periodo pre-clasista, pero ese período
pre-clasista no ha podido ser superado en pleno desarrollo capitalista.
Incluso, lo único que ha logrado el capitalismo colonial con ese
desarrollo, que ya el pueblo canario había logrado sobre la base de su
propia experiencia, es deteriorarlos más y convertirlos en la cola de un
proceso que no tiene nada que ver con los canarios. Los canarios
estábamos mucho más avanzados que los colonialistas en el
aprovechamiento de nuestro medio ambiente. Nuestra capacidad de explotar
los bosques, nuestra capacidad de someter las condiciones dificilísimas
del medio ambiente, había logrado un optimo desarrollo. Estábamos en
pleno proceso de desarrollo. Cuando llegó Occidente, el capitalismo
colonial en su conjunto asumió la tarea de absorber todo esto para su
propio desarrollo, y lo único que logró fue bajar a niveles previos a
los que tenía la población guanche y deteriorar totalmente las
posibilidades de un desarrollo adecuado. Eso significa que no estábamos
en la prehistoria, en el sentido europeo. En Europa se asume como tesis
válida que nuestro pueblo estaba en uno de los escalones de la evolución
que ellos tuvieron. No. Nosotros estábamos en uno de los escalones de
la evolución que nosotros tuvimos, que es diferente a la evolución que
ellos tuvieron, y que teníamos cosas paralelas, en términos de
producción, pero con nuestras propias singularidades.
Europa cuando nos invadió en el siglo XV, era un
territorio, especialmente España, que por esas fechas estaban saliendo
del feudalismo, y el feudalismo fue lo que permitió el gran desarrollo
económico europeo a costa del saqueo y exterminio de otros pueblos. No
olvidemos que fueron banqueros y mercaderes judíos, genoveses y
catalanes quienes financiaron la invasión y conquista y saqueo de
nuestra nación.
Ahora bien, para poder explotar con cierta
tranquilidad por parte de los invasores al país dominado, primero debe
cambiar, por todos los medios a su alcance, los fundamentos sociales y
morales que sustenta la población invadida, al fin de que asuma los
presupuestos económicos, morales y religiosos de los invasores. Así los
invasores someten a los invadidos a un proceso de desenraizamiento,
conocido como culturización. Muy similar a los lavados de cerebros que
los ejércitos aplican en el entrenamiento de sus soldados, anulando
drásticamente en éstos, mediante la humillación continuada, la
personalidad de los individuos, incrustando en sus cerebros solamente
parámetros de obediencia ciega, anulándoles cualquier posibilidad de
hacer uso de criterios propios.
En el caso de los pueblos invadidos, está función de
alienación mental de la sociedad sometida está encomendada a la
religión, en nuestro caso a la iglesia católica, quien ha venido
prestando eficazmente su labor hasta nuestros días, en que poco a poco
ha sido sustituida en esta misión alienadora por los denominados medios
sociales de comunicación, dirigidos desde la metrópolis.
En nuestro caso, la iglesia católica actuó
inteligentemente, al encontrarse con unas prácticas morales, religiosas y
espirituales muy superiores a las que portaba el etnocentrismo europeo,
y, al no poder erradicar totalmente del pueblo sometido sus ancestrales
creencias, a pesar de los crueles y sanguinarios métodos empleados por
los conquistadores en sus intentos de erradicación de las prácticas
religiosas de la sociedad guanche, optaron por aceptar y sincretizar la
mayoría de ellas, convirtiendo a la Diosa-Madre en la Virgen María, del
Pino, de Candelaria, de Las Nieves etc., sustituyendo con estas
advocaciones católicas a la Diosa Tanit, Tara, Chaxiraxi, Abora,
Moneiba, Magek, de la Luz, Celeste etc., sustituyendo, así mismo, a los
dioses o espíritus mediadores por santos católicos.
Con esta situación los colonizadores han conseguido
crear en la población canaria un trauma en nuestra identidad, un
complejo de inferioridad que cargamos sobre nuestra espalda; un complejo
de inferioridad y servilismo que pesa sobre nuestra espalda desde 1402.
Incentivada desde el siglo XIX, gran parte de
nuestras culpas contemporáneas son del siglo XIX a esta parte. Hasta
1900 había república de Magos, era una categoría social definida y era
racial, étnica, más que otra cosa. Era una cosa muy definida. Magos y
caciques colonizadores.
Estaba clarísimo. Los colonizadores eran de España en
particular y de Europa en general; criollos, los hijos de aquellos que
vivían aquí. En ningún momento tenía el Mago problema en llamarse
canario, para él no era un problema. Y nadie en ese momento tenía ese
problema de identidad. El grave problema de desidentificación nuestro
está asociado al desarrollo del capitalismo en su fase imperialista,
tras la segunda invasión masiva del continente africano por Europa.
En el mundo canario, el problema de identidad
comienza a finales del siglo XIX, con la fase del desarrollo pleno del
imperialismo, y se agrava drásticamente a partir de los años sesenta del
siglo XX, con la llegada de grandes contingentes de españoles, al
amparo del desarrollo del turismo masivo en nuestras islas. Contingentes
que no sólo han aumentado en los últimos tiempos, sino que, además,
tenemos que absorber el excedente de mano de obra de Europa, además de
la población no deseable de aquel continente. El racismo como tal, en su
forma contemporánea, brutal, es un producto del desarrollo capitalista.
O sea, del desarrollo capitalista en su fase colonial-imperialista, que
es la que nosotros tenemos desde el siglo XV, y el problema de la
identidad nacional impuesta es producto de eso.
A nosotros nos hacen avergonzarnos (después de
habernos extirpado nuestra lengua madre) por no hablar castellano con el
acento y dicción de Castilla. Nosotros quisiéramos apellidarnos en
castellano, catalán, vasco, gallego, o portugués, francés, inglés o
alemán; ya nuestros apellidos guanches o canarios en general, nos
resultan insuficientes. Se nos hace pasar por la humillación de que,
para que nuestros profesionales del periodismo puedan tener acceso a
puestos de locutores o presentadores de los medios de comunicación
sociales de España en Canarias, tengan que pasar por unos vergonzantes
cursos de dicción castellana.
Un apellido en inglés o en alemán es para algunos
jilufos un apellido elegante. Para algunos un apellido español es como
si fuese descendiente de conquistadores o colonizadores (en la mayoría
de los casos el sujeto desconoce la causa porque portan esos apellidos
europeos). El portar apellido guanche o canario nos han hecho creer que
es más vergonzoso. Y eso es un problema de identidad que nace con el
desarrollo imperialista del capitalismo colonial, que somete a las
conciencias a una crítica interna sobre sus valores, que no existía
antes. Esto es una de las cosas que nosotros necesitamos que la gente
tenga muy claro, porque nuestra lucha no está solamente en tratar de
recuperar nuestros valores guanches en contra de la supuesta
multiplicidad étnica y cultural cosmopolita. Se trata de recuperar
nuestros valores canarios africanos frente a la alienación que en este
momento supone el peso del desarrollo imperialista sobre nuestros
hombros.
Canarias, como hemos dicho, es un país mestizo. Todos
los países del mundo son mestizos. Lo que ocurre es que aquí escondemos
con el nombre de mestizo una posición tercerista con relación a lo que
representó nuestra historia. Nos cuesta mucho reconocernos indígenas.
Ser guanche en Canarias es un estigma; En consecuencia, la gente
prefiere llamarse descendiente de conquistadores o colonizadores. En
este país, tan "cosmopolita", decirse guanche es no sólo una blasfemia,
es algo más grave que eso. Entonces, mestizo es el tercerismo formidable
porque entonces así uno no se reconoce como guanche, que para algunos
huele mal, ni se tiene que reconocer como europeo, que cae mal.
Entonces, con lo de mestizo, uno resuelve todo. Es la posición tercera,
claro, es la que está al medio: ni con los unos, ni con los otros. Así,
uno se salva de tener que decir que es indígena, en este país, donde una
buena parte de la población sufre del síndrome del colonizador, y la
otra parte el síndrome del colonizado. Y por encima de éstas, están los
criollos explotadores al servicio de los colonizadores capitalistas.
*Secretaría de Documentación y Prensa de A.P.I.F.D.I.C.
Ciudad colonial de Eguerew, mayo de 2004.
Fuentes: http://www.conocimientosweb.net/mestizos/article31.html
¿Quiénes somos los mazigios canarios?
¡¡CANARIAS PARA LOS CANARIOS!!
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