El éxito del
gofio
Victoria Dorta
S. *
¡Mi niña!, entre tu hija, tu marido y tú me van a
dejar sin gofio, le dije el otro día a mi vecina -en su idioma, claro- cuando
me la encontré en el supermercado haciendo la compra y me comentó que ya se le había
acabado "la harina milagrosa", que es como ella llama al gofio. Por
algo será, ¿verdad?
Todo ocurrió hace unos meses, cuando ofrecí a mi
vecina una taza de leche con gofio a la hora del desayuno -más canario
imposible-; desde entonces, ella y él se han hecho inseparables. Yo me alegro,
pues también es una manera original de dar a conocer nuestras costumbres
canarias. Lo del flechazo culinario ocurrió por casualidad; posiblemente ya
habrán leído sobre ello en mi artículo titulado "La tele, el gofio y mi
vecina"[1], publicado en el periódico de EL DÍA, el pasado mes
de mayo. Esta historia de amor con sabor y olor a trigo-millo, de suave tonos
tostados y de sabores isleños que dejan huella, hará que muchos de ustedes se
sientan identificados; sobre todo, los que como yo, son amantes del gofio.
¿Sabes que el gofio de tu tierra está causando furor
en mi casa?, me dijo mi vecina con aire optimista. Modestia aparte -le
contesté-, no me sorprende en absoluto, pues en todos estos años he recomendado
el gofio a bastante gente en Bélgica y hasta ahora todos han sido comentarios
positivos. Quizás sea debido a que primero les explico un poco por encima la
historia de nuestro sabroso producto: que era la base de la alimentación de los
guanches, que es rico en vitaminas, minerales, fibras y proteínas; que no
contiene colorantes ni conservantes, etc. En fin, no sería mala idea
promocionarlo entre los turistas que llegan a nuestras islas; poniendo cuidado,
eso sí, en no dárselo en polvo para que no se nos ahoguen, digo.
Durante la conversación y como la que no quiere la
cosa, intenté explicarle a mi vecina -con diplomacia, faltaría más-, que el
gofio restante en mi poder lo tenía como oro en paño y que de compartirlo ni
hablar, pues el escaldón del próximo fin de semana en
casa de una servidora, estaba ya programado y no podía echarme atrás. En
realidad, ahora sólo me queda medio kilo del nutritivo alimento. De los tres
paquetes con gofio que traje de Tenerife a finales de agosto, uno se lo regalé
a mi vecina; el resto se va integrando poco a poco en el paisaje de mi cocina,
ya saben: en la taza de leche con gofio de turno, en los potajes y postres,
etc. Como ustedes comprenderán, me encanta que el gofio siga siendo todo un
éxito en el país canario y por supuesto, me enorgullece cuando triunfa más allá
de nuestras fronteras.
Con el paso del tiempo, el gofio ha ido escalando
puestos y hoy ocupa un lugar privilegiado entre nuestros alimentos típicos más
queridos. Antiguamente, era considerado como el pan de los pobres; esto
originó, entre otras cosas, que fuera rechazado por muchas de las familias
pudientes. Hoy en día, el gofio ocupa un lugar entrañable en cualquiera de los
hogares canarios.
La tradición y la cultura son indispensables cuando se
quiere mantener unido a un pueblo. Creo que todos los canarios debemos valorar
y dar más vida a nuestras señas de identidad: gastronomía, folclore, artesanía,
deportes autóctonos y todo lo que tenga que ver con nuestras raíces e historia.
Gofio canario del alma, qué viejo son tus caminos, /
huella has dejado en las tierras, que el canario ha recorrido.
* DESDE BÉLGICA
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