Eduardo Pedro García Rodríguez
Son diversos los tipos de enterramientos usados por el
pueblo guanche para preservar los cuerpos de los difuntos, en Gran Canaria y
otras islas a parte de las cuevas naturales o artificiales también se empleaban
los túmulos, en Tenerife son escasos los enterramientos en túmulos que están
documentado, pero dejemos que sea el autor que mejor a estudiado aspecto de las
creencias del pueblo guanche, el Doctor don Juan Bethencourt Alfonso quien nos
guíe en esta cuestión. “ Como los guanches carecían de instrumentos metálicos y
las cavernas naturales que les servían de panteones son de basalto u otra roca
dura, convertían sus sentimientos de piedad en acomodar con mano solícita a los
saxos lo más decorosamente que podían, procurando desvanecer los
relieves y baches del pavimento con pisos de barro gredoso o solándolos con
lajas; sobre el que los colocaban sin orientación determinada una veces de píe,
por lo general tendidos, ya aisladamente o bien en números de 3,4,5, o más,
coincidiendo en ocasiones las cabezas y otras los pies de unos con las con las
cabezas de otros; particularidad pronunciada en los mausoleos de la nobleza que
en los de los siervos.
Nos inclinamos a que estos rimeros estaban constituidos
por individuos de una misma familia máxime al considerar las formaban con
frecuencia personas de ambos sexos; y hasta creemos que las señales que ponían
a los saxos, de que hablan los autores pero que no hemos visto, pudieran
ser como un equivalente a los epitafios de nuestros actuales sepulcros
familiares. Y esta interpretación es tanto más racional cuanto hemos encontrado
cavernas funerarias con dichos cuerpos sobre puestos, sin embargo de haber
capacidad sobrada para yacer por separado.
La colocación de los cadáveres en los panteones de la
nobleza afectaba los siguientes modos:
1º.) Los reyes y próceres en sarcófagos, ya de tea del
pino como el de la cueva del Picacho de que hemos hablado o de otra madera
incorruptible, como uno de cedro encontrado en Petapodón, de Güímar, de una
sola pieza y sin tapa como me aseguraron. Contenía una momia de adulto y las de
dos niños.
2º.) Sobre chaxaxo pero provistos de cuatro patas
como de medio metro de altas, como uno descubierto en el barranco de Amara, en
Arona, que contenía los restos de tres cadáveres sobrepuestos. Esta especie de chajasco
son los conocidos por los autores con los nombres de andamios o catrecillos.
3º.) Tendidos sencillamente encima de una tabla de sabina,
por ejemplo, como la que descubrimos en la cueva de La Gambuesa en
Igueste de Candelaria. La tabla era más larga que el difunto.
4º.) Amontonados en una como tarima, como en la cueva del
<<Roque de la Hoya
de Ucanca>>, formada por dos palos de tres varas de largo, uno de sabina
y el otro de pino, dispuestos paralelamente a una vara de distancia,
apoyados por uno de sus extremos en las grietas naturales de las paredes y
descansando por el otro en dos pequeños majanos de piedra, sobre los que
improvisaron un piso con seis lajones de piedra tosca. Ofrecía los
restos de 8 cadáveres coincidiendo las cabezas. Pero en las cuevas del risco de
Polegre y del Rincón en el barranco de Tamadaya, en Arico, en ambas los
largueros de sabina tenían encima otros atravesados de la misma madera.
5º.) Sobre poyos de piedra hechos con bastante esmero,
arrimados a las paredes de las cavernas, como de 2 metros de largo y ½ de
alto y de 0,60
centímetros a 1 metro de
anchos, ofreciendo el aspecto de pecebreras, con los
bordes libres sobresaliendo como una tercia del fondo embaldosado con lajas. En
estos poyos apilaban las momias, siempre boca arriba. De esta variedad
recordamos la cueva de Juan Luis en la Ladera de Gúímar; 3 en el barranco de Amara en
Arona y la <<Cueva de la
Ventana>> Las Cañadas, como a unos tres kilómetros del
Llano de Maja.
6º.) De píe arrimadas a las paredes como refieren los
historiadores, o acurrucadas en un rincón como la momia de un niño de 12 años
en una cueva en Bilma, cumbre del Valle Santiago, o bien en pilas, como en la
cueva de la Gotera
en Candelaria.
Respecto de las necrópolis de los siervos utilizaban el
suelo de las grutas tal cual los ofrece la naturaleza, aunque algunos los
tenían embaldosados con lajas, como una cueva del Risco Bermejo en Chiñama y
otra en barranco de Gorda, ambas en Granadilla, así como en la de Posadas en el
barranco de la Orchilla
de San Miguel y de la Marrera
en Güímar, y en ocasiones, pocas, les ponían piso de barro gredoso amasado,
como en la del Bucio ya citada. Concretábanse a colocar los cadáveres sobre el
pavimento, a veces sobreponiéndolos como dijimos, pero otras sobre una alfombra
o lecho de plantas, ya de yerba de risco como en dos cuevas del barranco
de Tajao en Arico, bien de escobones y granadillo como en la
cueva de la Reina
en Arafo, ora de ramas de leñablanca cual las cuevas d Binchergue en
Adeje y también de Ajafo en los salones de Guasa, en Arona. Ignoramos si
esto fue costumbre general y que hayan desaparecido los restos vegetales por la
acción destructora del tiempo y por la humedad y desprendimientos de los techos
de las cavernas.
Y terminamos este particular con una observación.
Descontados los rosarios de uso común,
¿porqué se encuentran en los mausoleos de los siervos anzuelos, tabonas,
punzones de hueso, muelas de molino, agujas, fragmentos de cerámica, etc., y
con nada de esto se tropieza en los panteones de la nobleza? ¿Pondrían los
saxos de las clases de los achicaxnas y achicaxnáis los instrumentos de sus
respectivos oficios, para que siguieran ejerciéndolos en el otro mundo a favor
de sus señores?
De ordinario tapaban la puerta de las necrópolis con una
pared doble de piedra seca muy bien hecha y a veces con una doble o triple
pared; otras con grandes lajones de piedra viva empinados cuando son de boca
estrecha, y algunas, muy pocas, con pared de piedra y barro como en la cueva de
Bilma del Valle Santiago.” (Juan
Bethencourt Alfonso, II: 301-2)
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