domingo, 18 de octubre de 2015

EFEMERIDES CANARIAS




 EFEMERIDES CANARIAS

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1571-1580

CAPITULO X-VIII



Eduardo Pedro García Rodríguez


1571 Julio.
La escuadrilla inglesa de Bartolomeu Bayón se fue acercando a la isla de, Gran Canaria en los momentos en que ésta era gobernada, con carácter de interinidad, por el doctor Ángel Lercaro, teniente que había sido del último gobernador letrado de la isla, don Pedro Rodríguez de Herrera, y sucesor de éste en el mando interino de la misma durante el intervalo que finalizó al arribo del capitán Juan Alonso de Benavides.

Sin embargo, Bartolomeu Bayón, temeroso de que los canarios estuviesen avisados de sus andanzas y propósitos, no se atrevió a fondear con sus navíos en el Puerto de la Luz, sino que se limitó tan sólo a aproximar a la costa el pataje para que, dando la vuelta a las Isletas, depositase en tierra, en el lugar más secreto y abandonado, al portugués Alonso Nunes. De esta manera, el emisario del Bayón pudo ganar en breves horas la ciudad de Las Palmas, donde empezó a publicar que los navíos que se divisaban en el horizonte eran ingleses, que venían cargados de ropas y tejidos y que arribaban con ánimo pacífico de comerciar, siempre que se les diese "salvoconducto" y garantía de ser bien tratados y acogidos.

Al difundirse  estas noticias por Las Palmas fueron inmediatamente conocidas por el teniente de gobernador Lercaro, quien hallándose en la fortaleza del Puerto de la Luz algo enfermo hizo comparecer en su presencia al intruso Alonso Nunes sin pérdida de momento. Este declaró en la fortaleza que el capitán de la escuadra se llamaba Antonio Martines (temeroso de revelar el verdadero nombre de su jefe) y que sólo aspiraba a comerciar lícitamente siempre que le diese "seguro" como garantía de su libertad. El doctor Lercaro, que al oír estas razones y demandas tuvo motivos sobrados para sospechar de los propósitos del corsario, se lo negó en rotundo, resolviendo que, mientras otra cosa decidiese, Alonso Nunes quedase detenido y vigilado en la propia fortaleza, pues si su jefe quería lícitamente comerciar, había de someterse a las prácticas y costumbres en el tráfico con los navíos extranjeros, situándose debajo y al alcance de los cañones de las Isletas.

Era precioso, no obstante, evitar toda provocación al amigo sospechoso de enemigo, y para cumplir esta misión se ofrecieron voluntarios el alguacil Luís Gómez Aguililla, el escribano Luís Felipe y el andaluz Rodrigo Vargas, quienes partieron en un esquife llevando como intérprete al inglés William Hall, recién liberado de las cárceles del Santo Oficio. Los tres llevaban por comisión exponer a Martines la conveniencia de fondear en el interior de la bahía, pues en otro caso sería imposible todo tráfico y relación. Bartolomeu Bayón recibió a los emisarios españoles cordialmente, festejando a sus huéspedes con abundante vino, mientras sus pilotos recibían órdenes de alzar velas para costear hacia el sur. Bayón, que por todos estos detalles demostraba conocer muy bien la isla, dio órdenes de echar anclas en el puerto de Melenara, vecino a Telde, donde sus vecinos lo recibieron alborozados, al señuelo de los buenos negocios que se prometían.

El corsario, que seguía ocultando su personalidad bajo el nombre de Antonio Martines, dió como motivo y justificación de su conducta ante los rehenes canarios, las circunstancias marítimas desfavorables con que ha bía tropezado que le impidieron ganar sin contratiempo el Puerto de las Isletas.

Los emisarios fueron inmediatamente puestos en libertad por Bayón, quienes difundieron en Las Palmas diferentes pormenores sobre el pirata, tales como que "Antonio Martinez era capitan dellos y que era un hombre muy principal de Portugal y gran mercader que había tenido tracto en Inglaterra e yva a Guinea, y que en ello no tenían que ver ingleses luteranos y que los que iban con el eran todos cristianos y traian en sus navios imagenes de santos y muchos dellos sus rosarios...". Todavía añadieron más: "Que traían mercaderias y estaban artillados para defenderse de cosarios ynfieles y que querian contratar con la tierra ".

En vista de estos informes favorables, el teniente de gobernador Lercaro mostróse inclinado a autorizar la contratación, cosa a la que hubo de moverle, de un lado, que los vecinos de Telde, desentendiéndose de su autoridad, la habían ya empezado sin contemplaciones, y de otro, conocer que el Santo Oficio en la visita al navío girada por el prior y secretario Juan de Vega, el oficial Pedro Hernández y el alguacil Alonso de Aguilar no había opuesto ningún reparo a que se verificase. De esta manera, la "Justicia y Regimiento" autorizaron con su licencia la contratación, pregonándose en Las Palmas y en Telde el permiso, sin otra limitación que la acostumbrada de que el tráfico se hiciese tan sólo a base "de los frutos de la tierra".

A partir de este momento el comercio aumentó en intensidad, vendiendo al corsario "comida, azúcar y vino", mientras Bayón abastecía al los isleños de tejidos, en particular cariseas. Además, túvose noticia en Las Palmas de que Bartolomeu Bayón conducía en sus navíos, para vender, porción de "violones" y otros instrumentos musicales, lo que provocó una visita particular que le hicieron el doctor Pinto, el regidor Miguel de Múxica, el escribano y regidor Francisco Méndez, el clérigo Luís Vivas y el mercader fiamenco Cornelio de Manach, quienes se "solazaron y holgaron" escuchando diversas canciones mientras el corsario los sentaba a su mesa.

Mientras tanto, los días transcurrían y Bayón no daba señales de considerar ultimadas las transacciones. Sus capitanes y soldados descendían también a tierra para desquitarse de la vida del mar, siendo uno de los que más popularidad alcanzó el llamado Juan Bretón, a cuya persona aluden con frecuencia los testigos de la estancia del cosario.

Bajo el signo pacífico del dios Mercurio, hasta los inquisidores olvidaban por instantes las posibles diferencias de religión, ya que uno de los más asiduos visitantes de Bayón no fué otro que el prior Juan de Vega, secretario del Santo Oficio, muy interesado por aquellos días en colocar al pirata una gruesa partida de azúcar. Su interés le llevó a extremar tanto la amabilidad con el lusitano, que más de una vez se le vio abandonar los navíos a altas horas de la madrugada.

Sin embargo, quien se mostró más activo en comerciar con Bayón fue un tal Juan López Carballo, mercader acaso portugués o por lo menos de origen lusitano, que en más de una ocasión sé hizo acompañar a las naves por el escribano Francisco Méndez para que formulase los asientos de diversas escrituras sobre la venta "de ciertos vinos y agucares". Estas visitas de Méndez eran aprovechadas por el doctor Pinto, Miguel de Múxica, Cornelio de Manach, Pedro de Escobar, el alcalde de Telde y un vecino de la misma vil1a por nombre Juan de Cabrera Muñoz para trabar relaciones con el corsario, cada vez más asiduas y constantes, participando en sus comilonas y francachelas.

Otro de los que visitó a Rayón en su buque fué su compatriota "el de la Caña", apodo con que era conocido un modesto comerciante portugués, a quien entregó el pirata porción de tejidos variados, en particular coriseas, para que, de contrabando, los introdujese y vendiese en Las Palmas. La maniobra fue denunciada a tiempo al juez de Registros Juan de Nava, y éste, al enterarse de "que era ropa de ingleses y contrabando, decretó el .embargo total de la mercancía y el arresto del portugués como responsable directo del fraude. Ello coincidió con la actitud cada ves más hostil de las autoridades de la capital, de lo que dedujo Bartolomeu Bayón que había que extremar el cuidado, pues no dudaba que a la primera ocasión favorable Lercaro o Nava tratarían de prenderle.

Entonces el corsario pensó que el mejor medio para asegurarse una retirada honrosa y tranquila, libertando a Monso Nunes y rescatando sus mercancías embargadas, era hacerse por la fuerza, ya costa de sus íntimos amigos y asiduos contertulios, con un importante número de rehenes que le garantizasen contra todo riesgo pasado o futuro.

El plan fué preparado con toda su vieja experiencia de "bellaco". Apostó para ello en una casa de las cercanía de Melenara a 25 marineros armados, y una mañana que departía con el grupo de sus amigos hizo creer a Francisco Méndez, a Miguel de Múxica ya Cornelio de Manach que era necesario le acompañasen a un lugar más reservado "en cierta parte del puerto, porque temía que el juez de Registros le quería prender y le tenia prso un hombre". En breves segundos los canarios cayeron en la trampa y quedaron sorprendidos y desarmados sin poder hacer resistencia ante la superioridad numérica de los ingleses, quienes después de maniatarlos 1os trasladaron al pataje, en calidad de prisioneros.

Desde aquel momentos las relaciones pacíficas se tornaron en hostiles, rompiéndose toda comunicación con tierra y esperando tranquilo Rayón que las autoridades isleñas iniciasen las negociaciones de rescate.

Sin embargo, horas después de cometida la fechoría hacía su entrada en el Puerto de la Luz, alrededor del día 19 de julio del 1571, la flota de Indias, al mando como capitán general  Cristóbal de Eraso, y en la que viajaba el nuevo gobernador de Gran Canaria, capitán Juan Alonso de Benavides, y ello fué causa de que Bartolomeu Rayón se sintiese en difícil situación en el puerto de Melonara y que sus subordinados discutiesen acaloradamente sobre la conveniencia de zarpar sin demora para ponerse a resguardo de todo peligro. No obstante, Rayón se limitó de momento a situar en avanzada varias pinazas con centinelas a bordo para avizorar cualquier movimiento del enemigo y estar a resguardo de toda sorpresa.

Así permaneció varios días hasta que cansado de aguardar y cobrando miedo por momentos decidió abandonar la isla para proseguir su itinerario previsto hacia Guinea.

Entonces fué cuando Francisco Méndez, en nombre de sus compañeros cautivos, suplicó y demandó del pirata conmiseración para ellos, ofreciendo trasladarse a Las Palmas para tratar con las autoridades de su propio rescate y del de sus convecinos Mú-
xica y Manach. Los capitanes ingleses, que veían crecer día a día el peligro, se opusieron en rotundo a toda gestión; mas Rayón terminó por imponer su autoridad mostrándoles las cartas patentes de la reina de Inglaterra nombrándole capitán general de la flotilla, y autorizó la partida del regidor Méndez.

Una vez en la capital de la isla convino las circunstancias de rescate, sobre la base de liberar los portugueses detenidos, Monso Nunes y "el de la Caña", y devolver todas las mercancías embargadas, saliendo garantes con sus peculios Méndez y sus compañeros de las resultas del proceso incoado por el juez de Indias licenciado Nava. De esta manera pudo verificarse en Melenara el canje de prisioneros, recuperando Múxica y Manach la libertad, mientras Alonso Nunes pasaba de nuevo a los navíos.

Todavía permaneció algunas jornadas en Melenara el corsario Bayón para dar remate a diversos negocios que habían quedado pendientes. El secretario de la Inquisición Juan de Vega volvió a los navíos para ultimar cuentas atrasadas, y por su parte el mercader López Carballo se asoció y convino en secreto con el pirata para entrevistarse con él más adelante en las islas de Cabo Verde, con objeto de adquirir parte de su mexcancía humana y trasladarse seguidamente a las Antillas a negociar en el tráfico clandestino de esclavos africano.

No es posible precisar en absoluto el tiempo de permanencia de Bartholomeu Bayón en la isla de Gran Canaria. Algunos testigos de su estancia aseguran que ésta duró mes y medio, de donde cabe presumir que los ingleses estuvieron en Melenara todo el mes de julio y parte de agosto del año 1571.

Desde este momento, o sea el de la partida de Bayón hacia Guinea, la copiosa información se interrumpe y apenas si conocemos algunos pormenores de sus aventuras en Africa. En Guinea pasó Bayón el invierno de 1571-72 dedicado a la captura de esclavos y en lucha constante con los navíos guardacostas lusitanos, siempre atentos a velar por la integridad del monopolio esclavista. Sabemos por propia declaración de las autoridades portuguesas que en "las partes e rios de Guinea... robo e prendio y hirio muchos hombres [y] quemo y escalo muchos navios con mucho escandalo y ozadia".

Por análoga fuente sabemos también que hallándose en el río de Megarabomba (125) ayudando a uno de los reyes indígenas en guerra civil con otro, aliado, de Portugal, tuvo la desgracia de ser hecho prisionero, con lo que acabó de decidir su suerte para siempre.

El rey vencedor entregó el cautivo aun "tangumango" lusitano apellidado García Alvares, vecino de Cabo Verde, y éste se dispuso a hacer su triunfal entrada en Santiago, capital del archipiélago, cuando la villa vivía atemorizada esperando por momentos la presencia en sus aguas del temido corsario, traidor a su patria y a su rey.

En efecto, por si eran pocos los temores, en la primavera de 1572 fondeó frente a Cabo Verde un navío español, por más señas de un criollo canario, de nombre Santiago propiedad de Gonzalo Sánchez, y que había sido contratado por Juan López Carballo para cargar los esclavos cuya compra había convenido en Melenara con Bayón. La noticia se difundió cual regero de pólvora, y estrechado a preguntas por las autoridades Gonzalo Sánchez no pudo ocultar cuál era el verdadero objeto de su comisión.

Así los cosas, el 2 de mayo de 1572 los vigías de Santiago de Cabo Verde anunciaron divisarse buques piratas en el horizonte, motivo por el cual se dió la voz de alarma y se consideró, sin contradicción, que el corsario lusitano se acercaba a las islas para rematar sus negocios. En el acto, el gobernador Antonio Vello Tinoco dispuso que los navíos surtos en la bahía, unos cinco en total, se preparasen para partir en su captura, e invitados los canarios del Santiago a incorporarse a la escuadrilla aceptaron la oferta, tomando la dirección del navío el maestre Nicolás Peralta.

Más de 250 portugueses se ofrecieron voluntarios a embarcar en la flota, y así, bien aprestada y dispuesta, se hizo a la mar ansiosa de combatir con el traidor corsario.

Durante varios días la escuadra lusitana, o mejor, hispano-lusitana, mandada como capitán mayor por Martím de Cequera, recorrió las distintas islas del archipiélago., temerosos sus capitanes de que el corsario hubiese buscado refugio en alguno de los arrecifes isleños; mas a la postre, descorazonados sus hombres de aquella estéril persecución, retornaron a Santiago de Cabo Verde, con las manos vacías, a montar de nuevo guardia en espera constante del ataque solapado y avieso.

Por fortuna, a los pocos días, se conocieron las noticias de la captura de Rayón en el escenario africano, suceso que fue celebrado con la natural satisfacción por sus compatriotas, libres ya para siempre de sus maquinaciones.

Pocos días más tarde, a fines de junio de 1572, Rayón era encarcelado en Santiago de Cabo Verde, y su proceso, incoado con extraordinaria celeridad, no tardó mucho en fallarse. En él aparece declarando el corsario con pelos y señales todas sus andanzas en la isla de Gran Canaria.

La sentencia contra Bayón ya estaba prejuzgada de antemano como reo indiscutible de crimen de lesa majestad; por eso, no han de sorprendernos los detalles de refinada crueldad con que sus jueces, con arreglo a las costumbres de la época, dieron fin a sus días. Su cuerpo fué arrastrado por las calles y lugares públicos de la ciudad de Santiago "con pregón de sus culpas"; luego, exánime ya, ahorcado con no menor publicidad, y sus miembros descuartizados, y, por último, toda su hacienda confiscada en beneficio de "la corona real del Reino".

El maestre del navío Santiabago, Nicolás Peralta, exigió de las autoridades lusitanas una certificación de su comportamiento para garantía de su persona y de sus actos, que éstas expidieron el 11 de agosto de 1572, y que Peralta entregó un mes más tarde al juez de Indias licenciado Juan de Nava en la ciudad de Las Palmas, saliendo absuelto y muy honrado por su conducta en las islas de Cabo Verde.

Por aquellos mismos meses se sentenciaba en el Juzgado de Indias el proceso contra los fiadores de Bayón y contra la Justicia por haber autorizado la contratación con el pirata, cuyas diligencias se elevaron el 18 de julio de 1572 a consulta del Consejo de Indias, pues en opinión del juez de Registros, licenciado Nava, teniendo que proceder contra el gobernador interino doctor Lercaro "e contra los vezinos desta ysla, que son muchos, es cosa de mucho escandalo y la ysla e vezinos della estan muy trabaxados e de mucha necesidad". Ignoramos la resolución del alto Tribunal. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1571 Julio 20.
R.C. (por traslado) en la cual S.M. dispone que el Ingeniero Militar Agustín Asmodeo, residente en la isla de Canaria, haga viaje á la de Tenerife para reconocer el estado de sus fortificaciones por haber tenido noticias de que el turquillo aprestaba 16 ó 17 navíos en el rio Calé, cuya expedición pudiera dirigirse contra las islas y producir daño en ellas; Cabildo de Tenerife, fol. 38.

R.C. en la cual S.M. hizo la merced á Tenerife de una pieza de artillería, en el Pardo á 25 de Noviembre de 15951 fol. 41.

No hay comentarios:

Publicar un comentario