domingo, 11 de octubre de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-LXVII






La primera 'bajada' del milenio
Ten con ten

Elfidio Alonso

Se celebró en la Isla herreña lo que conocemos con el nombre de Bajada, desde hace más de dos siglos (1741-200I). La fiesta más original y perdurable de todas las que conforman el amplio y variado repertorio canario. "La fiesta del máximo esfuerzo", como certeramente la definió una antropóloga norteamericana, tras vivir intensamente las últimas ediciones. Ni que decir tiene que la vimos, nuevamente, en la Cruz de los Reyes, y le ofrecimos una buena quesadilla de las que hacen las hijas de mi amigo Adrián.


Naturalmente que se baja. De ahí el nombre. Pero también se sube por empinadas cuestas, sobre todo en el primer tramo que va desde La Dehesa hasta la Cruz de los Reyes, lugar donde se descansa y se reponen fuerzas. Donde aquellas personas separadas por viejos pleitos y rencillas tienen la obligación de hacer las paces. Donde también es de rigor compartir las viandas sobre los amplios paños extendidos sobre el jable, para hacer ley el conocido retruécano: "Todo el mundo lleva / aunque poco coma. / Todo el mundo come / aunque nada lleve".

Como se sabe, la primera Bajada se celebró en 1741, como consecuencia de una terrible sequía que sufrió la Isla. Nos ha contado don Leopoldo Morales, hijo predilecto de El Hierro, que en ese año decidieron sacar en procesión a la Virgen de los Reyes, desde su cueva del Caracol hasta Valverde. Según testimonios escritos, fue al pasar por la montaña de Ajare cuando comenzó a llover. En este paraje aún es posible contemplar el fenómeno de la condensación sobre las frondosas copas del til, única explicación científica que ofrecieron los ilustrados del XVIII sobre el tan debatido fenómeno milagroso del Garoé o árbol santo.

A partir del citado año, las autoridades de la Isla acordaron perpetuar la celebración cada cuatrienio, trasladando a la Víraen desde su santuario hasta Valverde. donde sería
honrada con un solemne novenario. La orden fue dictada el 26 de Enero de 1741. Desde entonces, la fiesta ha contado con un ritual inalterable, discurriendo la comitiva procesional por los mismos caminos de antaño, con un acompañamiento musical de flauta, chácaras y tambor que no admite competencia ni elementos extraños. Aquí conviene recordar lo que dijo en cierta ocasión Eugenio D'Ors:

"Lo que no es tradición, es plagio". No fue Eliot, querido Justo Jorge.

El "máximo esfuerzo" no sólo se da entre los que salen de madrugada desde La Dehesa y llegan a Valverde con la noche, sino especialmente hay que aplicarlo a los centenares de bailarínes que se turnan durante el recorrido, al ritmo que marcan los grandes tambores en los distintos toques del llamado Baile de la Virgen: Santo Domingo, La Juyona, Redondo, Tajaraste o Contradanza, entre otros. Bailarines que han necesitado largos períodos de entrenamiento para lograr resistir esas incesantes idas y venidas, que duplican y hasta triplican los trayectos normales que hacen los fieles que acompañan a la Virgen.

Ya hemos dicho en otro lugar que el traje que llevan los bailarínes de la Virgen no es exclusivo de la Isla, como se desprende de la descripción que nos hace Juan Primo de la Guerra, en relación con los que interpretan el Baile de las cintas, en Tenerife (zona de Valle de Guerra y Tegueste): "Llevaban algunos de los que bailaban trajes blancos y unas capas cortas de seda encarnada, guarnecidas de oro, que les hacían favor. El gorro, adornado con prendas y flores, lo mismo que el delantal, aún lo llevan chicos y grandes en las danzas del Sur de Tenerife, como las de Güímar e Igueste".

Por lo que respecta a la Península, también nos hemos ocupado de las analogías que existen entre el traje de los bailarines hiérrenos y el que visten los danzantes de Valverde de los Arroyos, pueblo de Guadalajara. Unos y otros, "con sus llamativos gorros, sus delantales, sus capas, con las manos arriba para hacer sonar las castañuelas, bailando en hileras al son del tambor y la flauta". Esta tradición folclórica de Valverde de los Arroyos se remonta al siglo XV.

(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)

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