martes, 13 de octubre de 2015

"Quien lucha, puede perder; quien no lucha, ya perdió".






(Anónimo)

Para algunos el juego del palo no es considerado un arte de combate, sino más bien un juego. Pero son los cronistas los que nos describen el arte con la que nuestros antepasados manejaban estos palos para luchar de hecho el mismo Antonio de Viana en “La Conquista de Tenerife” (1604) describe perfectamente el hecho de que los guanches eran muy diestros en el uso y manejo de pimpollos de los árboles, que jugaban ligeros a dos manos...”

 Los golpes dados con ambas puntas del palo van dirigida a los ojos, cuello, hombros, costados, barriga y testículos, aunque podríamos incluir muslos. Con un pimpollo de árbol o vara, no parecen muy peligrosos salvo el primero y el penúltimo, pero si estas varas se cambian por el un banot, el panorama cambia, pues ambas puntas estarían afiladas y o armadas de puntas líticas, óseas o de asta, lo que convertiría los golpes en mortales o al menos en heridas que acarrearían si no la muerte inmediata, si terribles heridas que incapacitarían al enemigo y terminarían por desencadenar el trágico desenlace.

Cuando llegaron los conquistadores a ocupar las Islas Canarias se encontraron con que no fue empresa fácil pues se encontraron con violentos combates por parte de los antiguos pobladores, que se defendieron ante los invasores castellanos con gran fiereza . Una vez fueron sometidos, se les prohibió el uso de estos artilugios rústicos, impidiéndose de inmediato el acceso a las zonas pobladas portando tal instrumento.
A partir de ese momento nuestros ancestros siguieron esta práctica de lucha, pero de forma furtiva, en lugares donde no podían ser controlados por las fuerzas ocupantes y así pasar sus enseñanzas en un secreto, que nunca desapareció y ha llegado hasta nuestros días.

(Maria Gomez Diaz) Octubre de 2015.

Foto; Javier Jiménez.

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