sábado, 1 de noviembre de 2014

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERIODO COLONIAL 1411-1420


CAPITULO I

 


Eduardo Pedro García Rodríguez

1414. El Papa de la secta católica Benedicto XIII, en Zaragoza (?),  no se sabe a ciencia cierta porqué motivos (aunque posiblemente por su participación en la esclavización de los naturales) retira al pirata Juan de Bethencourt las indulgencias y privilegios que le había concedido para la invasión y conquista de las Islas Canarias; y suspende al obispo Fray Alonso de Sanlúcar de Barrameda de sus funciones episcopales.

1414. La secta católica de los franciscanos fundan su primer convento en Canarias en
Rubicón, Titoreygatra (Lanzarote) e inician la evangelización en Titoreygatra (Lanzarote) y  Erbania (Fuerteventura), ya sometidas por los piratas normandos-castellanos.

1415.
Existe diversa documentación notarial que indica que en 1415 vivía cautiva una mujer llamada Antonia, de Nación de Canaria. Esta mujer canaria estuvo sirviendo muchos años al matrimonio compuesto por don Francisco Masqueró y doña Bárbara, y en el testamento que el citado otorgó dispuso como determinada voluntad que al fallecer Antonia fuese libre y ahorrada.

1416. Fray Pedro de Pernia y Fray Juan de Baeza, de la secta de los franciscanos evangelizadores en Canarias, se encuentran el 25 de marzo en Peñíscola para pedir al Papa Benedicto XIII autorización para fundar convento en la isla de Erbania (Fuerteventura) y otras gracias. Quizá también para interesarse por el obispo.

1416. El Papa Benedicto XIII, por la bula Pía fídelíum, de Peñíscola, a 1 de abril de 1416, autoriza a  colonos de la secta de los franciscanos para fundar un convento en Erbania (Fuerteventura) y les concede otras indulgencias.

1416. El Papa Benedicto XIII, por la bula Síncerae devotíonís, del 18 de mayo de 1416, vuelve a dar licencia a Fray Alfonso de Sanlúcar de Barrameda, de la secta franciscana (O.F.M.), obispo de Rubicón, para ejercer las funciones episcopales y para volver a su antigua diócesis con religiosos ejemplares.

1417. Fray Alfonso de Sanlúcar de Barrameda, de la secta católica de los franciscanos (O.F.M.), impuesto como obispo de Rubicón, es trasladado por el Papa Benedicto XIII, por la bula Romani pontificis, de Peñíscola, a 2 de abril de 1417, a la sede Lirbariense
(de Lyrba).

1417. Fray Mendo de Viedma, O.F.M., es nombrado por el Papa Benedicto XIII, en Peñíscola, a 2 de abril de 1417, como colono obispo de  Rubicón.

1417. Fray Mendo de Viedma, O.F.M., obispo de Rubicón, se enfrenta a Maciot, sobrino y lugarteniente del «rey de Canarias» el pirata Juan de Bethencourt, porque esclaviza a indígenas ya cristianizados y los vende en Sevilla; y, mediante un hermano suyo (del obispo), lo denuncia a la reina regente de Castilla doña Catalina de Lancáster y le comunica la conveniencia de que se le eche de las Islas Canarias, pues no le quieren por señor (Hist., I, 19; BAE, XCV, 76a-b). Comienza así los enfrentamientos entre colonos eclesiásticos y seglares por el predominio de los diezmos y supuestas jurisdicciones sobre los isleños. (Las Casas)

1418. Pedro Barba de Campos es enviado por la reina regente de Castilla con tres navíos a las islas para tomarlas y con poder de la reina regente, trata con Maciot que éste le venda las islas, el cual se las vende con poder de su tío el pirata Juan de Bethencourt (Ibid., p. 76b); menos Titoreygatra (Lanzarote).

1418. Enrique de Guzmán, conde de Niebla, vasallo de Castilla, en noviembre de 1418 (después de la muerte de la reina regente), adquiere supuestos derechos sobre las islas (Ibid.); menos Titoreygatra (Lanzarote).

1419 Noviembre.? “Al terminar Juan de Letancur sin oposición la empresa de La Gomera, en el mismo año de 1419 (1),  a treinta de noviembre se embarcó para El Hierro, con su misma gente, y navíos. Y habiendo sido vistos por los herreños, creyeron que aquel era el Dios profetizado por su Joner por las velas blancas que veían. Por lo cual corrieron todos a la costa, haciendo allí, en la playa, saltos y bailes, y cantando la feliz llegada del nuevo Dios a quien esperaban. Refieren algunos escritores que, como los navíos se balanceaban en sus amarras, estos bárbaros creían que también bailaba su Dios.

Empezaron a desembarcar los cristianos, y fueron recibidos con grandísima fiesta y alegría. A todos les parecían que eran Dioses, y no hombres mortales como ellos; y con
esta ilusión empezaron los bárbaros que estaban más cercanos al mar, a entrar en las barcas, queriendo ir a los navíos. Viendo esto los cristianos, dejaron que se llenasen las barcas y los botes con ellos; y tantos embarcaron, hasta que los navíos fueron cargados.

A todos los llevaron a Lanzarote y después de allí los enviaron a vender, en diferentes partes

Al año siguiente volvió Letancur a esta isla,  con gentes y navíos pensando que otra vez obtendría igual número de esclavos, con el engaño pasado. Fueron tan bien recibidos como la primera vez, y otra vez se embarcaron, de prisa los herreños, hombres, mujeres ancianos   y niños, por él deseo que tenían de ver sus familiares y al nuevo Dios. Pero los soldados cristianos  impedían que se embarcaran los ancianos el cual fue causa que ellos empezaran a sospechar del engaño. Par esta razón, pensándolo así uno de aquello ancianos  ordenó A su hija que se retirase de allí, porque a él no le parecía que los forasteros fuesen todos buenas  gente.

Pero un soldado cogió por la mano a la joven porque era hermosa  y, como quería embarcarla por fuerza, el   anciano padre le rompió la cabeza con un palo, Y, viendo el viejo la sangre, empezó a gritar a todos los suyos, que 1os soldados eran hombres como ellos, y sus enemigos. A su voz, todos los isleños que allí se hallaban se retiraron un poco para reunirse; y, hecho esto, empezaron fuertemente a tirar piedras contra los cristianos, ya darles palos. Estos, como quiera que antes de la pelea habían ya embarcado en sus navíos un buen número de isleños, también se retiraron, y dieron vela para volver a Lanzarote.

Letancurt consideró que algunos de aquellos isleños bautizados podrían persuadir a los demás que quedaban, en la isla, que se hiciesen cristianos. Así, puso de nuevo en orden navíos y gente, con algunos de ellos, y todos, con la pequeña armada, fueron llevados últimamente a las cosas de esta isla, por un capitán Lázaro vizcaíno. Éste, sin encontrar ninguna resistencia, tomó posesión de la isla, por los buenos oficios que le hicieron los isleños herreños que había llevado consigo. Pero después, a éste, con el descuido, estando enviciado por el veneno de Cupido, le parecieron las mujeres hermosas y simples y empezó con desenfrenado deseo a forzar a aquéllas que más le gustaban. Ello
fue causa de que los isleños se rebelasen otra vez y se pusiesen en defensa. El dicho capitán Lázaro prendió a algunos hombres de los principales y los mandó a ahorcar. Con este temor se rindieron todos y le dieron la obediencia y se hicieron cristianos.”
(Torriani;218-20) (1) Esta fecha no consta en ninguna otra fuente conocida. Además, es cierto que no puede ser verdadera, pues en 1419 Béthencourt no podía embarcar para El Hierro, tanto porque estaba en Normandía como por haber cedido ya el señorío de sus islas al conde de Niebla.

1419. Juan Leverrier, presbítero (capellán que fue del pirata Juan de Bethencourt) es nombrado por el Papa Martín V, en Roma, el 27 de enero de 1.419, administrador apostólico del obispado de Rubicón, sin reconocer como obispo a Fray Mendo de Vied ma, de la secta católica de los franciscanos (O.F.M), el cual reconocía todavía como Papa a Benedicto XIII (antipapa) .

1420. Maciot de Bethencourt pasa a vivir en la isla portuguesa de Madeira, descubierta el año anterior, donde se enriquece (Hist., I, 17; BAE, XCV, 66b).

1420. El rey Juan II de Castilla, por Real Provisión, de Avila, a 29 de agosto de 1420, da en fuero real a Alfonso de Casaus (o de las Casas) las islas de Tamarant (Gran Canaria), (Tenerife), Gomera y Benahuare (La Palma) para que las invada y conquiste «a Dios y al rey»; “donación” que es confirmada por el jefe de los católicos el Papa Martín V por bula del 2 de mayo de 1421.

1420. Alfonso de Casaus (o de las Casas) muere el 16 de noviembre de 1420 y reparte el feudo real de las Islas Canarias que le fue otorgado entre sus hijos: da Tamarant (Gran Canaria) y Gomera a Guillén  de las Casas, Chinet (Tenerife) y Benahuare (La Palma) a Pedro de las Casas.

1420. El rey castellano Juan II cede a favor de Alfonso de Las Casas  los supuestos derechos de conquista sobre las islas no dominadas en el Archipiélago Canario, que eran Tamaránt (Gran Canaria), Benahuare (La Palma), Chinet (Tenerife) y Gomera, no es un suceso casual sino que corresponde aun criterio político bien meditado, una vez que se consideró agotada la vía abierta en 1402 por los piratas Juan de Bethencourt y Gadifer de La Salle, e inadecuada la cesión total de la empresa isleña a un gran noble como era el conde de Niebla. La merced hecha por Juan II, respaldada en los tiempos que siguieron por su privado Álvaro de Luna, era una intervención nueva, indirecta pero efectiva, de la monarquía castellana en la rapiña de las islas.

Alfonso de Las Casas había muerto en 1428 y fue su hijo Guillén quien compró los supuestos derechos al conde de Niebla, es decir, el señorío de Titoreygatra (Lanzarote), Erbania (Fuerteventura) y Esero (Hierro).

El costo de la operación fue de 5.000 doblas de oro, algo más de medio millón de maravedíes de aquel tiempo. Si suponemos, como es lo habitual, que se hizo el cálculo capitalizando la renta que se percibía a razón de un 4 por 100, y evaluando los «vecinos» a tanto la unidad en función de su capacidad contributiva, se concluye que la renta señorial en las tres islas no superaba los 12.000 a 15.000 mrs./año, lo que es una suma muy modesta, incluso suponiendo que fuera neta, después de gastos, pero el poder ostentar un señorío por alejado  y pobre que fuese bien valía la inversión. Por otra parte, la posibilidad que ofrecían estas islas como escala para el saqueo y captura de esclavos en las otras aún no invadidas era atrayente como negocio que rentaba pingüe beneficios.

La compra se hizo por Guillén para él y para su pariente, acaso su tío, todo ello con el respaldo político de Álvaro de Luna, porque por entonces Guillén era su vasallo y recibía un «acostamiento» o cantidad anual por ello. Así fue más fácil, seguramente, que el conde de Niebla se aviniera al acuerdo, cuyos resultados no se hicieron esperar en las Islas: Maciot de Bethencourt conservó, desde 1432, la tenencia de titoreygatra (Lanzarote) vitaliciamente, en «foro» de los nuevos señores que, a decir verdad, actuaron generosamente con él. Guillén de Las Casas tomó para sí el señorío del Hierro, Juan el de Fuerteventura, y ambos partieron por mitad los «quintos» de los «rescates», presas y comercio que se hicieran en las islas sin conquistar, que habían sido del señorío de Alfonso de Las Casas.

1420.
Relatos de Francisco Alcaforado sobre la expedición en busca de la mítica isla de San Borondón. de Acompañante de Juan González Zarco, refiere que habiendo llegado la pequeña escuadra a Puerto Santo, les aseguraron los portugueses, establecidos allí desde hacía dos años, como al Sud-Oeste de aquel horizonte se veían ciertas tinieblas impenetrables que se levantaban desde el mar hasta tocar con el cielo, sin notarse en ellas disminución, añadiendo que estas espesas sombras estaban defendidas de un ruido espantoso, cuya causa era oculta, y que no las consideraban sino como un abismo sin fondo o como la misma boca del infierno. Sin embargo, las personas que se imaginaban dotadas de más crítica sostenían que aquella era la célebre isla de Cipango, tan nombrada en los escritos de Marco Polo de Venecia, y que la Providencia se complacía en mantenerla oculta bajo aquel velo misterioso, por haberse retirado a ellas algunos obispos españoles y portugueses con muchos cristianos, a fin de evadirse de la opresión y esclavitud de los moros, así que no se podía lícitamente pretender examinar este alto secreto, supuesto que el cielo aún no había permitido precediesen a su descubrimiento aquellas señales previas que anunciaron aquellos profetas, hablando de este raro milagro. Lejos de intimidar al comandante estos vanos terrores, le determinaron a mirar aquellas sombras como unos indicantes infalibles de la tierra que solicitaba; con todo, quiso esperar hasta la luna nueva y, como no se percibiese todavía alteración en el pretendido fenómeno, empezaron todos los aventureros a penetrarse de un terror pánico tan vivo, que se hubiera malogrado la empresas si el comandante Zarco, firme en su determinación, no hubiese hecho ver que siendo aquélla, a lo que mostraban las apariencias, una isla cubierta de bosque, debía levantarse sobre ella una humedad constante que producía aquella eterna nube, objeto de sus temores y aprehensiones; el suceso confirmó la solidez de este dictamen.





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