sábado, 29 de noviembre de 2014

¿QUIENES SOMOS LOS MAZIGIOS CANARIOS?




Capitulo X



Eduardo Pedro García Rodríguez


EL  MATRIMONIO EN LA SOCIEDAD GUANCHE  ANTES Y DESPUES DE LA CONQUISTA

Las noticias que hasta nosotros han llegado sobre el desarrollo de la vida familiar en la sociedad guanche, son escasas y dispersas, como en casi todo a lo que la vida diaria del pueblo imazighen canario se refiere, pues los cronistas de la invasión y  conquista  dominados por el ego europeísmo y el ego cristianismo que les embargaban, siempre trataron con desprecio las culturas de los pueblos sometidos, empleando los métodos más despiadados para erradicar cualquier práctica tanto espiritual como material que no fuesen las emanadas del catolicismo fanático que practicaban.
Sí bien la arqueología ha ayudado en las últimas décadas a aclarar muchos aspectos de la cultura de nuestros antepasados en lo material, lamentablemente, no ha podido hacer lo mismo en los aspectos espirituales o sociales debido a la propia naturaleza del tema. Por lo expuesto, hemos tenido que sondear en la Tamusni (historia de trasmisión oral) para recopilar algunos aspectos de la vida cotidiana de los primitivos canarios, especialmente los referentes a la institución familiar, debido a la brutal represión a que fue – y de alguna manera continuamos siendo – sometido el pueblo guanche por parte de los poderes eclesiástico y secular, por lo que éstas se vieron relegadas a zona alejadas de la influencia de los conquistadores, pero incluso en estas zonas con el transcurso del tiempo fueron replegándose ante el imparable empuje de la colonización.  Como ejemplo de lo expuesto, vemos que culturas bastante más avanzada en lo material que la guanche como fue la Inca. Maya o Azteca, estando en pleno apogeo en el momento de la llegada de los españoles, éstos, llevaron a cabo tal labor de destrucción física y espiritual de los conquistados, que hoy en día, la mayoría de sus descendientes no sólo desconocen la historia de sus ancestros, sino que han sido relegados a tal estado de brutalidad que, difícilmente, podemos creer que estos pueblos fueron capaces de crear las extraordinarias culturas cuyas ruinas son admiración del mundo. Por ello, no es de extrañar que cualquier turista o estudioso inglés, norteamericano o francés, tenga más conocimientos sobre el origen y cultura de estos pueblos  que sus embrutecidos descendientes.

En cuanto a la pervivencia actual de determinadas costumbres guanches, son contrastables con las versiones que nos han legado algunos cronistas. En el tema del matrimonio entre los primitivos canarios, debemos guiarnos por la versión de algunos autores que nos dejaron ciertas referencias expuesta casi siempre desde una óptica cristiana. Así frai Alonso de Espinosa, que escribió su obra unos ochenta años después de la conquista de Tenerife, nos dice lo siguiente sobre el matrimonio guanche: <<Su modo de contraer matrimonio era: En agradando al varón alguna mujer, fuese doncella, viuda o repudiada de otro, pediala a sus padres si los tenía y, si ellos consentían, sin otra ceremonia ni concierto quedaban casados con el consentimiento de ambos. Y tenían las mujeres que querían y podían sustentar. Y como el casamiento era fácil de contraer, fácilmente se dirimía: porque en disgustando el marido de la mujer o al contrario, la enviaba a su casa, y ella podía casarse con otro sin incurrir en pena, y él con otra, las veces que se le antojaba: y los hijos de aquel matrimonio dirimido, o divorcio, eran tenidos por no legítimos, y así llamaban al tal hijo Achicuca y a la hija Cucaha.

En el uso de la generación, no tenían respeto más que a madre y hermana porque las demás, tías primas y sobrinas, cuñadas, todos las llevaban por un rasero, sin diferencia alguna: pero aunque eran dados a este vicio, abominaban en extremo el pecado nefando>>.
De lo expuesto por el fraile, queda ampliamente demostrado que la sociedad guanche estaba en cuanto a las libertades morales y sociales a años luz de la hipócrita y deshumanizada moral católica de aquellos tiempos y naturalmente de  éstos. Veamos algunos aspectos de lo expuesto por Espinosa: <<...sin otra ceremonia ni concierto quedaban casados,>> entendemos que al celebrarse éstos matrimonios sin la parafernalia y rituales propios de los cristianos, el fraile despacha el tema de manera peyorativa, como si de la unión de cabras sueltas en los pastos se tratase, sin preocuparse en indagar el ceremonial guanche en torno a los matrimonios, si lo sabía se abstuvo de reseñarlo quizás por temor al “Santo Oficio”, pues si bien en lo que  de las costumbres del pueblo guanche nos dejo escrito fue bastante parco, fue suficiente para que la inquisición lo sumariase.
Las culturas africanas han sido siempre muy rígidas en cuanto a la pureza de los linajes, por ello, y en casos excepcionales, cuando un rey no encontraba mujer de su mismo estatus o de probada nobleza, le era permitido casarse con alguna de sus hermanas para no manchar su linaje. En el caso de la isla de Tenerife podemos ver que las dinastías  reinantes estaban estrechamente ligadas entre sí mediante los enlaces matrimoniales entre las diferentes tribus o bandos. Esta práctica era seguida por las dinastías persas o egipcias, creadoras de las culturas más avanzadas del mundo antiguo. Por otra parte, la cultura europea de la época no era ajena a este tipo de enlace entre parientes consanguíneos, aunque por motivos muy diferentes, tanto en las familias reales europeas como en la nobleza, se toleraba unas veces con la dispensa del Papa o con la de los obispos dependiendo del estatus social de los contrayentes, el matrimonio entre primos hermanos, tíos y sobrinas etc. Generalmente este tipo de uniones llevaba a efecto motivados por cuestiones de concentración del poder económico o político en cuanto a las casas reales, en la nobleza y alta burguesía estaban motivados por la concentración del poder económico y también político, los cuales recurrían a las alianzas familiares como medio de perpetuarse en el dominio sobre los medios de producción.
A pesar del pasaje donde Espinosa nos expone que: en la generación sólo tenían respeto a madre y hermanas...” nos esta describiendo una sociedad tolerante con un alto sentido moral y que practicaba una sexualidad responsable y liberada de los falsos tabúes que imperaban en la doble moral practicada por los cristianos.
Indudablemente, la sociedad guanche estaba muy avanzada en comparación con la europea de su tiempo, lo que naturalmente no podía ser bien visto por la intolerante y prepotente moral católica. Los represores europeos, tardaron más de cuatro siglos en exigir similares libertades sexuales, y  de las cuales hoy se sienten tan ufanos. Lo dicho no quiere decir que en la sociedad guanche se practicara el libertinaje, el mismo fraile nos dice que abominaban del pecado nefando aspecto que está recogido en otras fuentes, que nos dicen que uno de los delitos más graves castigados incluso con la lapidación o el emparedamiento era la infidelidad por parte de la mujer. Por otra parte, el respeto y la seguridad de la mujer guanche estaba garantizado por unas leyes estrictas, por ejemplo, estaba totalmente prohibido y castigado con la pena de muerte, el dirigir la palabra en descampado a una mujer, incluso en tiempos de guerra tenía la misma pena para quienes osaran hacer daño a las mujeres, ancianos o niños, tanto en el campo de batalla como en poblados. En cuanto a que el matrimonio se dirimía fácilmente, si bien en este aspecto el fraile llevaba razón, es de lamentar el que una vez más no quiera entrar en detalles pues al igual que al contraer matrimonio las parejas católicas, éstas son obligadas convivir juntas durante toda sus vidas. Pues si bien las parejas pueden separarse en determinados casos después de un largo y engorroso proceso, siempre uno de los cónyuges, queda esclavizado por el otro prácticamente de por vida por  imperativos de una  legalidad creada como un último esfuerzo opresor sobre la pareja. En contraposición la sociedad guanche entendía hace más de dos mil años que una pareja que no era bien avenida lo mejor era que quedasen totalmente libres y sin trabas, pero esto no quiere decir que la misma sociedad no tuviera mecanismos tendentes a autorregular la estabilidad de la institución matrimonial, uno de estos mecanismos consistía precisamente en penar vista  al futuro el mayor bien que podían tener la pareja, es decir, los hijos, éstos al ser marcados por la sociedad como bastardos o ilegítimos es decir Achicuca o Cucaha, tenían prácticamente vetado el ascenso social, razón que impedían a los padres el dirimir el matrimonio de manera inconsciente o por causas fútiles como sucede hoy en día en la sociedad europea. La situación de relegados de los hijos ilegítimos en la sociedad  canaria, ha tenido reminiscencias hasta bien entrado el siglo XX, especialmente en las zonas rurales de nuestra patria, ello nos da una idea del gran estigma que la sociedad guanche lanzaba sobre los hijos ilegítimos, lo que unido a las razones anteriormente expuestas, constituía un freno para las separaciones irresponsables o caprichosas.
En la celebración del matrimonio entre los guanches, el acto iba acompañado de ciertos rituales y la rotura también los tenía como veremos más adelante. El dirimir un matrimonio con la facilidad que lo hacía la sociedad guanche, a la retrograda sociedad europea le ha llevado más de cuatro siglos en relación con la primitiva canaria, y aún así este logro no lo ha sido del todo. Por otra parte, la permisividad sexual dentro de ciertos condicionantes ha venido formando parte del trasfondo del entramado social del pueblo canario, a pesar de las férreas medidas promulgadas por el clero y los cuidadores de las “buenas costumbres” de los conquistadores, como ejemplo de la feroz represión que éstos ejercían –y aún ejercen- sobre la cultura dominada creemos oportuno incluir en estas páginas por lo pintoresco uno de los tantos procesos incoados por la <<Santa inquisición>> en Tenerife. Sobre 1587, se procesa a Bastian Rodríguez; guanche, descendiente de gentiles, natural del pueblo de Candelaria, en la isla de Tenerife, de 32 años. Fue preso en las cárceles secretas de la inquisición, porque estando un día con otros, segando un campo de trigo, dijo: que faltar al sexto mandamiento con una comadre, no era pecado. Tubo la suerte de que sus dos acusadores estuvieron discordes en sus declaraciones, y después de muchos meses de prisión, fue absuelto de la instancia. Lo que posiblemente le libró de morir en la hoguera.

            Retomando a los historiadores, tenemos que Fr. J. De Abreu Galindo, es más parco aún si cabe que espinosa en lo que se refiere al matrimonio entre los guanches, veamos la sucinta exposición que sobre el tema nos expone éste fraile: <<...Casaban con una sola mujer, sin respetar más de que fuese madre o hermana. Dirimíase el casamiento cuando querían: los hijos de tal mujer eran habidos por no legítimos, ni heredaban. Al hijo llamaban acuchucha, y a la hija aucaza.
Era costumbre que, que si algún hombre se encontraba en el camino o en algún lugar solitario con una mujer no la habría de mirar ni hablar hasta que ella primero le hablase o pidiese algo, y se había de apartar para que pasase; y si le decía alguna palabra deshonesta, tenía grave pena por ello, tanto respeto se tenía>>.
Continúa el fraile su relato hablándonos sobre  los natalicios, tema que al estar estrechamente relacionado con el matrimonio  creemos oportuno transcribir: <<Cuando parían las mujeres, acostumbraban lavar las criaturas desde la cabeza a los pies; y para esto tenía una mujer o más diputadas, que no entendían en otro oficio; y con esta mujer no era lícito tratar deshonestamente, ni se podían casar con ella>>.
Como podemos ver la versión de Abreu Galindo, en su conjunto, no pasa de ser una copia de lo  expuesto por Espinosa. En cuanto al lavatorio de los recién nacidos, nos está hablando de unas mujeres que se dedicaban exclusivamente a esta actividad, éstas mujeres eran las Arima aguadas, especie de sacerdotisas que en el caso del valle de Guimar, tenían su convento o casa comunal en Geste de Candelaria, en el barranco de Chacorche, donde además existía un hospital de los guanches, denominadas así por los conquistadores por similitud con las “monjas” cristianas. La toponimia aun conserva algunos de los lugares de residencia de las Harimaguadas, veamos algunos recogidos por el doctor don Juan Bethencourt Alfonso: <<El conventito>>, hacía la cumbre de Granadilla, entre el <<Salto de Samarines>> y montaña de Juan González, emplazado en un llano donde existían los escombros del edificio que era de piedra seca; <<El convento>>, en la Mancha, entre los valles de Anosma y Ujana, junto a la hermosa cueva de las Arenas, Santa Cruz; <<El convento>> o <<El convento de los guanches>>,  en el antiguo valle de las Damas o de las monjas, en la Portalina, San Juan de la Rambla; y <<El convento>>, en el valle de San Lorenzo en Arona, también llamado <<Las monjas>>. El cronista de la conquista de Gran Canaria, Antonio Cedeño, refiriéndose a las Harimagudas de Tenerife dice:<<Tenían mujeres que habitaban en forma de monasterios en cuevas con gran clausura, con pena de la vida, menos que alguno no quisiese casarse con ella>>. El ritual del lavatorio de los recién nacidos, aparentemente pudiera parecer que tiene alguna connotación con el bautismo cristiano, nada más lejos de la realidad, el hecho del lavatorio está íntimamente ligado al tabú de la sangre, el cual estaba profundamente arraigado en la sociedad imazighen de Canarias, hasta el punto de que el recién nacido no era tocado por ningún hombre o mujer si previamente no era purificado con el lavatorio, como hemos expuesto mas arriba. De la importancia de éste tabú entre los guanches nos puede dar una idea dos aspectos de gran arraigo en la comunidad, el primero, la clase social más despreciada era la de los carniceros, éstos al igual que la de los embalsamadores, formaban una casta de intocables que tenían totalmente prohibido vivir y relacionarse con el resto de la comunidad excepto cuando eran necesarios sus servicios, y cuando precisaban de algunas cosas no podía tocarlas con las manos, por lo cual siempre llevaban una vara y con ella señalaban lo que deseaban, en ambos casos el pueblo cuidaba de las necesidades de estos hombres y mujeres proporcionándoles todo lo necesario para su subsistencia. Como dato curioso podemos añadir que a los prisioneros de guerra, especialmente a los europeos cuando querían someterles al mayor de los castigos, les obligan a ejercer de carniceros, castigo que como es natural a los europeos no les afectaba moralmente en lo más mínimo. Nos cuenta George Glas que, durante sus travesías entre las islas, contrató como marinero a un joven palmero, el resto de los marineros canarios se negaron tajantemente a sentarse en la mesa con el recién contratado porque éste había sido aprendiz de  carnicero. Por otra parte, éste rechazo hacía los matarifes a estado latente en nuestra sociedad hasta nuestros días, aún ignorando el origen de esta aversión, la verdad es que los carniceros siempre han formado una especie de casta aparte dentro de nuestra sociedad hasta bien entrado los años noventa del pasado siglo.
                    Las referencias que sobre el matrimonio entre los guanches proporcionadas por el ingeniero cremonés Leonardo Torriani no son muy aclaratorias vemos como despacha el tema: <<Fuera de  la casa no podían hablar con ninguna mujer, bajo pena de la vida. Cuando querían casarse se les concedía la mujer que ellos pedían, pero sin dote; y después cuando el marido quedaba cansado de ella, la podía enviar a casa de su padre y se quedaba con los hijos; éstos, por efecto del divorcio del padre y de la madre, se consideraban bastardos. Dicen que se podían casar con cualquier pariente, excepto con la madre y con las hermanas>>. Silenciando el hecho de que los antiguos mazigio canarios observaban ciertos rituales en la celebración del matrimonio, como por ejemplo que el sacerdote oficiante entregaba a los contrayentes un gánigo pequeño, símbolo de la unión el cual se rompía cuando el matrimonio se deshacía, así mismo, cuando se rompía el vínculo matrimonial la mujer se llevaba los tres tenikes del fogal. (el hogar) Cuando los contrayentes se presentaban ante el oficiante portaban luces en ambas manos y coronas de flores en las sienes.
Los únicos datos no recogido por otros historiadores y mencionados por Torriani, son los referente a que el padre se queda con la patria potestad de los hijos, aunque este hecho, aparentemente no les libraba de la bastardía. En cuanto a la ausencia del sistema dotal tan arraigado entre los conquistadores españoles, no era habitual en la sociedad guanche debido entre otras cuestiones a que el sistema social por el cual se regía ésta era totalmente opuesto al capitalista de los europeos, y además, no existía la venta de la mujer o la compensación económica enmascarada bajo la presentación de la dote. Por otra parte, la dote-al margen de otras consideraciones - era un mecanismo mediante el cual las clases dominantes europeas implantadas en Canarias, salvaguardaban su “honor”-, así lo mismo servía para casar a una hija poco agraciada física o intelectualmente como para librarse de ella, cuando se mostraba en exceso rebelde o simplemente se atrevía a practicar el sexo sin el beneplácito de los sacramentos.
En estos casos, la doble moral cristiana obligaba a recluir a la infractora en algún convento de monjas, las cuales recibían a la novicia con gran alegría siempre que ésta viniese acompañada de una suculenta dote, y la promesa de futuras limosnas y  mandas testamentarias a favor de la comunidad. Así los conventos se convertían para las jóvenes díscolas en cárcel perpetua, y en ocasiones, en clínicas para practicar abortos, en éstos casos, ocurría que después de unos  meses de estancia en el monasterio, la novicia abandonaba el mismo pretextado pérdida de la vocación religiosa. Además del torno para recoger niños expósitos estas venerables instituciones, ofrecían a su feligresía más pudiente retiros espirituales, por lo que era  frecuente que algunas viudas jóvenes, y mujeres casadas  cuyos maridos estaban durante largas temporadas ausentes por ser marinos o estar en servicio de armas u circunstancias similares, se retirasen a los conventos durante largas temporadas para meditar y practicar ejercicios espirituales, en un ambiente recoleto. ¿Tendría algo que ver esta piadosa práctica con los numerosos esqueletos infantiles aparecidos en las huertas de algunos conventos?
En todo caso, en aquellos tiempos no era fácil, seguro ni barato, el viajar a Londres “para realizar compras”, tal como se puede hacer en nuestros días. Son frecuentes los viajes de placer, (o como consecuencia de él) que las jóvenes y damas de la oligarquía actual realizan a Londres, con el incentivo añadido de poder aprender o perfeccionarse en la lengua de “Chaskepeare”.
El tantas veces mencionado historiador tinerfeño, don Juan Betancourt Alfonso, no comparte la acepción de Cucaha como sinónimo de ilegitimo, por ello rebate la afirmación de Espinosa, planteamiento que compartimos plenamente; <<El desconocimiento de las verdaderas instituciones guanches, por la escasa atención que le prestaron los cronistas y por la interpretación de los hechos ajustándolos al criterio europeo como pronto diremos al ocuparnos del vocablo cucaha, es la causa de Alonso de Espinosa, al que los historiadores ha seguido como la sombra al cuerpo, definiera las voces: achicuca, <<el hijo ilegitimado>> por divorcio de los padres;  achimencey, <<el hidalgo>>; Y aguahuco <<el bastardo>>, como también dice Núñez de la Peña,... <<Hasta mediados del siglo pasado (XIX) en los pueblos del sur encerrados en sus antiguas tradiciones, expresaban las ideas detrás del fuego empleando tal cual ves términos guanches; Se oían frases como la siguiente: <<fulano se ha echado su <<cucaha>>, o su <<guáchara>>, para significar que tenía una manceba o querida. Claro es que ya desnaturalizado el concepto social o jurídico guanchinesco, pero no es menos cierto que viviendo dentro del cristianismo no podían aplicar la palabrilla de otro modo. <<...ignorando que entre los guanches no existía el hetairismo. Basta leer las trece líneas que dedica a darnos a conocer el modo de contraer sus matrimonios, que pinta poco  menos que las uniones entre cabras sueltas en una dehesa, para comprender que no estaba enterado de lo que escribía y el porqué de sus frecuentes contradicciones; pues si bajo dicho aspecto en una parte nos presenta a la sociedad guanche en estado casi salvaje, en otra refiere que el hombre que insultara o simplemente dirigiera en despoblado la palabra a una mujer tenía pena capital... repetimos que la cucaha, era el nombre genérico de las esposas de los nobles polígamos, fuera de la primera y principal, siendo sus hijos los achicucas  y aguahucos o aguacucos, tan legítimos como los de la primera esposa aunque sin sus privilegios>>.


No hay comentarios:

Publicar un comentario