martes, 31 de diciembre de 2013

LA CORBETA UNION DEL SUR SACA DEL PUERTO DE TEDOTE A UN BARCO ESPAÑOL.





Eduardo Pedro García Rodríguez
1819. Marzo 30. La corbeta "Unión del Sur", registrada en numerosas ocasiones como "Unión", fue construida en Baltimore (Maryland, Estados Unidos), uno de los enclaves fundamentales, si no el más importante, del corso argentino en el Atlántico Norte (como base de aprovisionamiento y de armamento de buques), armada por Juan Pedro Aguirre y puesta inicialmente bajo el mando de Clemente Cathele o Calhell. Después de arribar a Buenos Aires, en junio de 1817, se hizo cargo de su mando Juan Browm, con quien operó por Canarias. Contaba con una tripulación de ochenta y un hombres y doce cañones de a 18.
Una de sus singladuras por aguas de nuestro Archipiélago llevó al mencionado buque a la bahía de Las Palmas, donde, el 30 de marzo de 1819, apresó y sacó del puerto al místico español, proveniente de Cádiz, "Nuestra Señora de los Dolores" del capitán José Ortiz. El 3 de abril, el corregidor y subdelegado de reales rentas, el inefable Salvador de Terradas, se dirigió al gobernador de las armas, Simón de Ascanio, en los siguientes términos:

"A V.S. consta se halla quasi a la vista la Corbeta de Guerra Insurgente la Unión, que sacó de este Puerto la noche del treinta de Marzo último, el Místico Español su Capitán Don José Ortiz, y que últimamente ha apresado varios Bergantines de esta Isla que dio libertad quedándose con las lanchas.

Hoy se ha cundido la voz de que daría libertad a dicho Místico luego que realizase sus intenciones, según han dicho algunos individuos de los Buques apresados; y como en este caso no debemos despreciar la más ligera noticia sea, o no, verdadera para asegurar la tranquilidad de los habitantes de esta Isla, y con más motivo teniendo como tengo presente la orden de diez y ocho de Febrero de mil ochocientos diez y ocho comunicada al Tribunal Superior de esta Real Audiencia por el Excmo. Sr. Comandante General de esta Pro­vincia; en su consecuencia me ha parecido prudente molestar la atención de V.S. manifestándole existen en la Real Tesorería cerca de dos millones de reales, que su guardia es muy reducida, y que sería conducente precavernos de un daño con la fuerza. Bajo la custodia de V.S. está la defensa de esta Isla, y en mí auxiliarle en cuanto necesite del paisanaje; este está pronto a su disposición, y yo mismo, a todo lo que sea en obsequio de ella y del Soberano; teniendo como tengo dadas todas cuantas providencias están al alcance de mi facultad, reducido a entregar una corta porción de chuzos que existen en este Ilustrísimo Ayuntamiento, para que sirvan en caso de inva­sión, y del mismo modo espero de la atención de V.S. se sirva acusarme el recibo de este oficio".

Ascanio contestó, sin dilación, el día 5. Manifestó que ya había tomado  precauciones ante cualquier "temeraria sorpresa", pero que necesi­taba refuerzos, en concreto un retén nocturno para la tropa de guarnición de 50 hombres, y 45 artilleros más para la Batería de la Línea. El costo de cada una de estas plazas ascendía a dos reales de vellón diarios, pero que  habiendo acudido en casos semejantes al administrador de reales rentas, éste le había indicado que no tenía órdenes para ello. No obstante, si Terradas, como subdelegado, podía allanar el problema quedaría la defen­sa en mejor estado. Además, respecto al paisanaje indicó que su opinión, "en tales circunstancias, es que se aliste por Barrios, Manzanas o Calles, que a cada una de aquellas porciones en que juzgue V.S. deberle dividir se le nombre un cabo, o jefe, y que en cada noche desde la de este día esté pronto un número como de ciento o doscientos hombres armados con los chuzos..., y con las demás armas que puede facilitar el Ilustrísimo Ayun­tamiento, que a la menor señal de alarma acuda al cuartel del Regimiento de mi accidental mando, sito en la Calle de la Carnicería e incorporarse a la primera Compañía que dormirá allí, y maniobrar bajo las órdenes del oficial que yo señale para mandar aquella, y a quien comunicaré mis ins­trucciones" .

La respuesta de Terradas no se hizo esperar. Indicó que había elevado un escrito al Comisionado regio (Intendente), que el paisanaje estaría preparado "en caso de alarma por cualquier invasión de los insurgentes", pero que "habiendo tropa en la Isla, clamarían por esta fatiga diaria", y se ofreció para, en caso de apuro, costear con sus propios intereses los gastos de los retenes, "en obsequio del Rey y de la Isla".


Ascanio, ni corto ni perezoso, le tomó por la palabra y le contestó que, "atendiendo a la generosa oferta con que concluye de que en un caso apurado serán satisfechos por V.S. los cuarenta y cinco artilleros que guarnezcan por las noches las Baterías de la Línea, añadiré que en mi concepto estamos y estaremos en ese caso apurado siempre que los Insurgentes permanezcan a la vista de las vigías".

Terradas respondió, solícito, que "deseando yo por mi parte evitar todo insulto, para que las Reales Armas, por falta de pago, no sufran el más ligero desprecio, desde luego estoy pronto a satisfacer de mis propios intereses hasta concluir con la última alhaja de mi casa" 8S. Sin embargo, no tuvo que cubrir, en solitario, el costo del retén, porque José de Quin­tana y Llarena se ofreció, y le fue aceptado, a acompañarle en los pagos durante dos días.

No obstante, el corregidor Terradas tuvo que hacer frente a otro donativo personal por mor de las circunstancias y como presidente de la Junta 'de Sanidad, pues decidió socorrer al capitán del bergantín "La Vicenta", de la matrícula de Bilbao, José Antonio de ligarte, quien, con seis miembros de su tripulación, pasaba la cuarentena en Gran Canaria tras haber sido apresados y "completamente robados", el día 3, por "una de las corbetas de guerra insurgente que bloquean a estas Islas". El donativo ascendió a 300 reales de vellón, "para que sirva de socorro a esta pobre tripulación digna de toda gracia, por tener el honor de haber sido tan leales que han preferido su ruina a tomar partido con los enemigos del Trono".

Por fin, a fines de mes, se recibió el oficio de Sierra Pambley, quien aprobaba las gestiones de su subordinado, le felicitaba por su celo y le autorizaba a cubrir los gastos habidos con motivo de la amenaza corsaria con cargo al departamento. Terradas, sin embargo, no quiso aceptar. Con­sideró sus gastos como un donativo a la Corona y ponderó sus deseos de contribuir, como buen vasallo, a evitar "vejámenes al distinguido nombre de la Nación". El Ayuntamiento, sin embargo, envió el testimonio al Consejo de Castilla, cuyo fiscal informó que "el Consejo, siendo servido, les manifieste quedar satisfecho de su leal conducta, excitándole a conti­nuar sus servicios en beneficio del Rey y del Estado". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1816. Julio 20. De los corsarios argentinos considerado pionero en las incursio­nes marítimas por Canarias y Azores fue el capitán Miguel Fcrreres, origi­nario de Ragusa, comandante de la goleta “Independiente”, que ya había servido en la campaña de Montevideo, en la cual capitaneaba el "Itatí"-. Este corsario, como otros de sus compañeros, frecuentó la ruta de Canarias para —entre otros objetivos- bloquear la línea de la Compañía de Filipinas y apoderarse de sus codiciados buques. En julio de 1816, dice Bealer, llegaban a Londres quejas y lamentos de las islas Canarias: "Barcos inde­pendientes rodean nuestras costas. Los corsarios de Sud América mero­deaban en las proximidades de las Canarias y habían "arruinado completamente allí el comercio español".

Miguel Ferreres protagonizó, en efecto, diversas acciones en las pro­ximidades de Canarias durante este período. El 20 de julio de 1816, el capitán de puerto de Santa Cruz de Tenerife comunicó al Comandante General que, desde el amanecer había aparecido, a unas siete u ocho millas al Este de la Plaza, una “goleta con dos bergantines por sus aguas y que cruzando dos botes con frecuencia de ella a uno de los bergantines, aparentaban ser estas gestiones algún saqueo. A las dos de la tarde, habiendo recalado uno de los barcos menores del tráfico de esta Isla a la de Canaria le dio caza y lo hizo atracar a su costado, y a poco rato lo largó, y dirigién­dose el referido barco a esta Rada, salí a su encuentro y puesto al habla me informó su Patrón ser el nombrado San Juan que venía del Puerto de Gáldar de Canaria con carga de 33 animales vacunos, 100 carneros y varias aves; que la dicha goleta era una de los corsarios que habían salido del Río de la Plata; que hacía cuatro días había apresado sobre el Salvaje al bergantín nombrado Rosario, uno de los del tráfico interior de esta Provincia, que salió del Puerto de Garachico en esta Isla cargado de maderas, y se dirigía a la de Lanzarote y que en la noche anterior apresó igualmente, en las inmediaciones de la Punta de Anaga, al bergantín español nombrado Ju­liana, su capitán don Sebastián Badaró que salió de esta Plaza para Mo-gador la misma noche; que durante el tiempo que permaneció atracado a la goleta observó que su artillería eran cuatro obuses dos por banda y un cañón como del calibre de a 12 al medio giratorio, que su tripulación se componía como de 50 individuos de todas Naciones, que según supo, el capitán era raguseo, casado en Buenos Aires, y el segundo, gallego; que de su barco le quitaron 69 carneros, tres animales vacunos, cuantas aves. huevos y manteca encontraron, los barriles de la aguada y la lancha".

Al día siguiente, el capitán de puerto santacrucero volvió a informar, con nuevos detalles, a su superior. Después de las once de la noche del día anterior, habían fondeado dos lanchas en el Puerto llevando a bordo las tripulaciones de los dos bergantines apresados por la goleta corsaria. En la del bergantín "Rosario" venía su patrón. Marcos Cabrera, y doce marineros más. Cabrera relató que, al amanecer del día 17, hallándose de seis a siete millas al Sur del Salvaje, se encontró bajo el alcance del cañón de una "goleta de gavia y juanete a proa, y en el mayor escandalosa, en cuyo peñol tremolaba una bandera angloamericana". El corsario le disparó un caño­nazo con bala y, puesto a la voz, le "mandó poner a la capa y echando una canoa armada, llegada a su costado le mandó arriar la bandera nacional que había largado y le dijo era prisionero del Gobierno de las Provincias Unidas de Buenos Aires, a cuyo tiempo, arriando la goleta la bandera que se ha dicho, enarboló en el peñol de la cangreja de la mayor, otra bandera con dos listas azules, que dijeron era la que usaban los buques de aquel Gobierno". Seguidamente se apoderaron del bergantín y "marinaron" con diez individuos, mientras los prisioneros fueron pasados a la goleta enemiga.

Durante su viaje a bordo del barco enemigo, observó que su "tripu­lación se componía de diferentes naciones, así españoles como angloame­ricanos, romanos, ragusos, genoveses, portugueses y criollos de Buenos Aires", entre otros datos. A la artillería había que añadir que la tripulación del buque estaba bien armada con armas blancas y de chispa, y que el barco tenía "su fondo forrado de cobre, su costado negro con siete portas, una lista blanca muy estrecha y sin palo de atajamar". Además, según le dijo su Capitán, "había salido del Río de la Plata el 5 de abril, y que su buque era el 56 de los corsarios que se habían armado contra los Españoles de Europa, que en las aguas del cabo de San Vicente al de Santa María había hecho dos presas, habiéndose retirado de aquel crucero por haberle dado caza un Bergantín de guerra a quien tuvo por inglés".

Cabrera relató también que, el día 19 por la noche, estando a poca distancia de Santa Cruz de Tenerife, habían tratado de apoderarse de una de las embarcaciones —en concreto una polacra—, que estaba fondeada en la rada, pero desistieron por la "mucha calma" y la cercanía a la batería de la Plaza; que, por último, les habían puesto en libertad en la lancha, sólo con lo puesto, a excepción del lanzaroteño José Manuel Delgado, "uno de sus tripularios", quien, "según vio y entendió, se quedó en la Goleta por haber tomado plaza en ella", y que "el capitán le dio un papel de condena, el que presenta y se remite a V.E., por el que se ve se llama la Goleta la Independencia (a) La Invencible de las Provincias Unidas del Río de la Plata".
En el expediente figura, efectivamente, el siguiente recibo firmado y rubricado por Miguel Ferreres:
"Yo abajo firmado Comandante de la Goleta llamada Independencia alias la Invencible de las Provincias Unidas del Río de la Plata:
Declaro haber apresado al Bergantín el Rosario en las aguas de las Islas Salvajes, y para que conste en cualquier parte que se presente y le sirva por su resguardo, dado en a bordo de la dicha Goleta en frente de Santa Cruz de Tenerife, el día 20 de Julio de 1820.= Miguel Ferreres".

En la otra lancha se presentó don Sebastián Badaró, junto con los once tripulantes de su bergantín "Juliana", que en la noche anterior había salido para Mogador cargado de mercancías. Describió que, estando a cuatro millas al Sur de la Punta de Anaga, descubrió a la goleta y al bergantín apresado y trató de huir -porque podía ser la goleta que cruzaba por estas Islas y "apresó al bergantín Carmen sobre la de Lanzarote"-, pero la mar en calma le impidió ganar tierra.

Ambos capitanes coincidieron, finalmente, en afirmar que la goleta y los dos bergantines seguían con rumbo al Oeste, para remontar por el Norte de Tenerife "con el fin de apoderarse de alguno de los buques me­nores que se ocupan en la conducción de vinos, de cuyo artículo estaban muy faltos".

El Comandante General informó cumplidamente a Madrid del suceso. y, acto seguido, solicitó de las municipalidades de Santa Cruz de Tenerife y del Puerto de la Cruz, a través del Real Consulado, que le facilitaran fondos para armar en corso un "precioso bergantín" que se hallaba fondeado en la rada, el "Arriero", sobre todo porque se esperaba la llegada de buques de La Habana "con intereses del Rey y de particulares". El Consulado alabó la idea, pero puso reticencias para contribuir con sus propios fondos, por estar muy merma­dos y por las disposiciones legales al respecto, como apuntamos más arriba.

La Buría, entonces, adoptó una táctica más severa. Escribió al alcalde real de la Villa y le ordenó que, en vista del poco éxito de sus gestiones, volviera a reunir a los comerciantes de la plaza y le "remitiera la lista de los que hubieren concurrido, y la de los que hubieren faltado, para dar cuenta a S.M.". A su vez, el Real Consulado, reunido el 1° de agosto, acordó que "con vista de los esfuerzos que haga el comercio para la seguridad de los buques que se esperan, se reunirá nuevamente la Junta a fin de resolver acerca de la cantidad con que (según sus fondos y facultades), pueda acudir a un objeto de tanta importancia".

También los comerciantes de la Villa santacrucera mostraron mejo­res deseos de contribuir. El capitán Echeverría había calculado los gastos de la operación en unos quinientos pesos, pero se consiguieron trescientos veinte y siete, por lo que, para cubrir el déficit, los propios comerciantes insistieron en la participación del Real Consulado en el asunto.

El bergantín "Arriero", de 180 toneladas y forrado en cobre, pudo hacerse, por fin, a la mar el día 3 a las ocho y media de la mañana. Su tripulación ascendía a ciento dos hombres, cuarenta pertenecientes a la dotación del buque, veintiocho voluntarios, diecinueve de la partida de Ultramar y trece de las Milicias provinciales, bajo el mando de Echeverría y del subteniente de la partida de Ultramar Ignacio Figueredo. El arma­mento estaba constituido por seis piezas de a 6 y dos de a 12, doscientos fusiles, cien sables, veinte pistolas y veinticuatro puñales, "con todas sus municiones y utensilios correspondientes".

Hasta el día 8, el buque recorrió las aguas del crucero insular sin que sus pesquisas dieran resultado alguno. Realizó algunas recaladas y dio protección a algunos barcos, pero no alcanzó a ver la vela del insurgente que, pocos días antes, había atemorizado a los navegantes isleños.

La Buría, sin embargo, cuando informó a la Corte, alabó repetida­mente la magnanimidad y el patriotismo del capitán Echeverría y, de paso, criticó la apatía del comercio y del Real Consulado. La empresa, según él, estaba plenamente justificada, pues pretendía "librar a este comercio y vecindario de la ruina que les amenazaba si eran apresadas varias expedi­ciones interesadísimas que se esperan tanto de nuestras Américas como de Francia, y entre ellas una fragata que conducía una gran porción de tabacos para el Rey..." . Quizá el "Arriero", aunque no protagonizó ninguna aventura digna de ser contada por Stevenson, sí contribuyó a mantener por unos días la seguridad que tanto requerían las aguas del crucero de las Islas Canarias.

Una seguridad que echaría en falta, entre otros, el comerciante inglés establecido en Gran Canaria, George Houghton, quien declaraba ante el cónsul inglés en Canarias, el 25 de junio de 1816, como unos días antes, viajando a bordo del barco español "Nuestra Señora del Carmen" del capitán Miguel Sánchez y a unas veinte millas de Lanzarote, había sido "saqueado de dinero y otras propiedades". El barco asaltante ostentaba una bandera "con dos bandas azules y una blanca en el centro", sus tripu­lantes hicieron fuego de fusilería, llamaron al abordaje y declararon a sus víctimas "prisioneros de Buenos Aires". Rápidamente procedieron a sa­quear la carga, registraron todas las cajas y baúles de los pasajeros en busca de dinero y desposeyeron al inglés de la cantidad de "3.600 dólares [pesos] fuertes de plata y cerca de 150 barras de viejas láminas" del mismo metal.

Ante las protestas de Houghton, que expresó su voluntad de reclamar al Gobierno británico, parece que, incluso, llegó a estar en peligro su propia vida. Tanto el barco asaltante como la mayoría de su tripulación eran norteamericanos y, a preguntas del deponente, "confesaron ellos mismos ser piratas" y que, al parecer, actuaban bajo pabellón no autorizado. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994).


1 comentario:

  1. La fotografía que ilustra el artículo no corresponde a una corbeta.
    Es una "Goleta de 4 mástiles con cubertada de madera" probablemente norteamericana

    Leer más: http://www.navegar-es-preciso.com/news/la-goleta-aurica-de-4-mastiles-lucinda-sutton/

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