lunes, 30 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-XIX



UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1800-1900

CAPÍTULO XLI-XIX



Eduardo Pedro García Rodríguez

1816 Enero 12.
Cierto es que las Cortes españolas habían decretado la habilitación de los puertos las islas menores e incluso el de Tamaránt con relación a las colonia de América, pero con la onerosa condición de que el retorno se hiciera forzosamente en la rada de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife.) En un informe que autorizaba el intendente Paadín, encontramos los párrafos siguientes que arrojaban mucha luz sobre este asunto: "Así pues -dice el citado funcionario español -, combinando el buen desempeño del servicio con la economía del erario y la utilidad franca y segura de las islas, sin dejar de atender a las rentas ordinarias, propongo que la habilitación de esta provincia debe coartarse a los puertos siguientes: este puerto de Añazu (Santa Cruz,) el de Tamaránt (Canaria) y Benahuare (La Palma? para las exportaciones a América, y para las introducciones sólo el de Añazu (Santa Cruz). Para el comercio con el extranjero quedan habilitadas las islas de Chinech (Tenerife,) Tamaránt (Canaria) y Benahuare (La Palma) en lo tocante solamente a la introducción, y para la exportación sea para lo que todas las siete lo estén".

Mientras se hallaban aún pendientes estas cuestiones, concluía la guerra de la metrópoli con Francia y entraba el rey Fernando en España, aboliendo con un decreto el régimen constitucional y todas las resoluciones de las Cortes españolas. Los absolutistas, de los cuales había muchos en la colonia especialmente entre la oligarquía y el clero católico, manifestaron su alegría con ruidosos actos de adhesión al trono de la metrópoli, persiguiendo a los liberales con sus delaciones y atropellos.

Soverón volvió a entregar el mando en la parte política a La Buría y se retiró a España, procurando que su nombre fuese olvidado en medio de la reacción que comenzaba.

Disolvióse la diputación en la colonia, cesaron los ayuntamientos de nueva creación, entrando a ejercer los cargos concejiles los que los desempeñaban en 1808, y la Audiencia recobró sus antiguas atribuciones. El general La Buría, protegido por la camarilla del rey, conservó su puesto de virrey en la colonia  y aquellos mismos labios que habían llamado a la Constitución de española de grandioso y liberal sistema, la apostrofaba después, llamándola con insolencia sistema de infausta recordación. Este era La Buria.

1816 Marzo 19. Por su actuación en la Batalla de la Isla de Margarita le fue concedida por el Gobierno Español al Coronel Gorrín (vecino de Tamaimo, en Taxo, Actual Santiago del Teide ) la Banda de Honor, consistente en una faja con los colores de pabellón español, que le fue impuesta por el Capitán General de La Provincia de Venezuela don Salvador Morso.

1816. Julio 20. Nos consta, en primer lugar, la actividad corsaria llevada a cabo por un barco argentino y la contraofensiva del Capitán General en el verano de 1816. El 20 de julio, el capitán de puerto de Santa Cruz de Tenerife daba parte al Comandante General, Pedro Rodríguez de La Buría, del avistamiento, con las primeras luces del alba, de una goleta y dos bergan­tines a una distancia de entre siete y ocho millas al Este de la Plaza; y que, "cruzando dos botes con frecuencia de ella a uno de los bergantines, apa­rentaban ser estas gestiones algún saqueo".

A las dos de la tarde, se vio como era capturado un barco del tráfico interior de las Islas, el "San Juan", que transportaba ganado desde el puerto de Gáldar a Tenerife. Su patrón declaró, una vez llegado a tierra, que la goleta era de corsarios procedentes del Río de la Plata, quienes el día 17 habían abordado, en las cercanías del Salvaje, al bergantín "Rosario", que había salido de Garachico con carga de maderas para Lanzarote, y que, el día 19, habían apresado igualmente, en las inmediaciones de la Punta de Anaga, al bergantín español "Juliana" que, poco antes, había zarpado de Santa Cruz de Tenerife con rumbo a Mogador.

Los capitanes de ambos bergantines, que atracaron poco después en Santa Cruz de Tenerife en sendas lanchas con sus respectivas tripulaciones, describieron a su vez su particular aventura.

Marcos Cabrera, patrón del "Rosario", relató como hallándose a es­casa distancia del Salvaje, se encontró bajo el tiro de la goleta, en cuyo peñol tremolaba una bandera angloamericana. Tras un disparo intimidatorio. su bergantín fue hecho prisionero en nombre del Gobierno de las Provincias Unidas de Buenos Aires, y, en ese instante, la goleta insurgente cambió su enseña por "otra bandera con dos listas azules que dijeron era la que usaban los buques de aquel gobierno". Al rato, Cabrera y sus hom­bres fueron trasladados a bordo de la goleta insurgente, donde el patrón isleño comprobó que la tripulación corsaria estaba integrada por marinos de diversas naciones, como españoles, angloamericanos, portugueses y criollos de Buenos Aires, y pudo observar, además, diferentes detalles sobre armamento y características del barco. Cabrera supo también que sus captores habían salido del Río de la Plata el día 1° de abril, y que, según le dijo su capitán, el raguseo Miguel Ferreres, "su buque era el 56 de los corsarios que se habían armado contra los españoles de Europa", y que llevaba por nombre "La Independencia", (a) "La Invencible".

Sebastián Badaró, capitán del "Juliana", señaló por su lado que fue hecho prisionero a unas cuatro millas al Sur de la Punta de Anaga, aunque había tratado de huir porque entendió que "acaso sería la goleta que se decía cruzaba por estas Islas y apresó al bergantín 'Carmen' sobre la de Lanzarote", pero la mar en calma no le permitió ganar puerto. Además, coincidió con Cabrera en que la goleta insurgente y los dos bergantines en manos corsarias seguían con rumbo al Oeste para remontar el Norte de Tenerife, "con el fin de apoderarse de alguno de los buques menores que se ocupan en la conducción de vinos, de cuyo artículo estaban muy faltos".

El Capitán General informó con detalle a Madrid de cuanto había sucedido y, paralelamente, el día 26, realizó gestiones ante el Real Consu­lado, para que de sus fondos se libraran las cantidades necesarias, junto a otras aportaciones de comerciantes, de cara a armar un barco capaz de apresar o ahuyentar a los insurgentes, "mayormente cuando se esperan por instantes varios buques de La Habana con intereses del Rey, y de particu­lares".

El Real Consulado alabó la idea del Comandante General, pero tras­pasó el problema a los alcaldes de Santa Cruz de Tenerife y del Puerto de la Cruz, que debían obtener fondos de los comerciantes de sus respectivos distritos; y, pese a las disposiciones que impedían "expender ni aventurar parte alguna" de sus caudales sin autorización regia, prometió tratar el asunto en una próxima sesión.

El alcalde de la Villa santacrucera, empero, no encontró el apoyo adecuado para la empresa, y otro tanto debió sucederle al del Puerto de la Cruz; por ello, La Buría ordenó al primero que convocara una nueva junta y que le remitiera listas de los concurrentes y de los ausentes "para dar cuenta a S.M.", sobre todo porque el capitán del "Arriero", bergantín surto en el puerto e idóneo para los fines propuestos, se disponía a partir "si no ve apariencias en el comercio de esta Isla a adoptar sus proposiciones".

Mientras tanto, el Real Consulado acordó mantenerse a la expecta­tiva, esto es, "que con vista de los esfuerzos que haga el Comercio para la seguridad de los buques que se esperan, se reunirá nuevamente la Junta a fin de resolver acerca de la cantidad con que (según sus fondos y facultades) pueda acudir a un objeto de tanta importancia", y así se lo comunicó al Capitán General.

Por fin, el 2 de agosto, volvieron a reunirse los comerciantes santa-cruceros y acordaron suscribirse con trescientos veinte y siete pesos fuertes, para hacer frente a los gastos en víveres de la tripulación del "Arriero", según la proposición realizada por su capitán Agustín Echevarría.

El barco, efectivamente, se hizo a la mar al siguiente día, pertrechado y armado y con una tripulación de ciento dos hombres, entre la propia del bergantín y la oficialidad, marinería y milicia que se le unió en el puerto tinerfeño. Hasta el día 8 recorrieron las aguas del crucero insular, bordean­do las costas de Tenerife, La Palma y Gran Canaria, sin que sus pesquisas dieran resultados positivos. El Capitán General, no obstante, alabó la generosidad, franqueza y desinterés de Echevarría, y de paso censuró la actitud del Real Consulado y del comercio insular.

Mas, parece que, en algunas ocasiones, el comportamiento de auto­ridades y público no fue tan hostil hacia los corsarios insurgentes. En abril de 1819, el Ayuntamiento de Icod acordó establecer un cordón sanitario en el límite con Garachico, porque sus vecinos habían dejado desembarcar seis u ocho pasajeros de una corbeta insurgente sin tomar las obligatorias medidas de salud pública. Según acta del 17 de abril, los munícipes de Icod se quejaban de "la impunidad con que se introdujeron, el agasajo con que fueron recibidos, el refresco que se les franqueó y la falsa urbanidad con que fueron acompañados y conducidos como en triunfo por las calles, casas y templos del dicho lugar", máxime teniendo en cuenta que se trataba de una "tripulación compuesta de gente inmoral y enemiga de los vasallos fieles de S.M.".

El acoso de los buques corsarios, sin embargo, se dejó sentir nueva­mente antes de que terminara el indicado año de 1819. El Cabildo de La Palma, pese a las presiones de la Intendencia de Reales Rentas de Tenerife, accedió a admitir el retorno de tres bergantines llegados de América, por el peligro real de que cayeran en manos insurgentes. Como diría el teniente coronel don Mariano Norma:
"No puede dudarse que la permanencia de la corbeta, goleta y ber­gantín por más de quince días sobre esta Isla, es un crucero de Insurgentes por lo que la plaza, por disposición del Sr. Gobernador, ha redoblado su celo con retenes de Infantería y Artillería extraordinarios y rondas".
Ahora bien, uno de los textos que mejor refleja el impacto del corso insurgente en Canarias es, probablemente, un parte del Capitán General Juan Ordovás del 30 de noviembre de 1821.

El origen del citado informe estaba en las acometidas de un bergantín insurgente que había apresado tres buques del tráfico interior al Norte de Gran Canaria, con los que había fondeado en la rada de Arguineguín, para proveerse de agua y víveres con objeto de "regresar al parecer a la Isla de la Margarita, de donde eran procedentes'. Al poco tiempo, además, se había presentado otro barco, perteneciente a la "llamada República de Colombia" que, pese a su escasa dotación artillera, "nos ha constituido en un riguroso bloqueo, impidiendo la entrada y salida de todo buque español, reconociendo y apresando a unos, e incendiando a otros sin perdonar a los barcos costeros".

Esta situación, añadía el Comandante General, se veía agravada por la sequía, la escasez de productos agrarios, la consiguiente subida del precio de los artículos de primera necesidad y, en definitiva, por el temor a em­barcar los vinos, único renglón que proporcionaba algunas ventajas comer­ciales. Pero, sobre todo, porque:
"Las remesas de efectos y dinero que los naturales de estas Islas, establecidos en nuestras Américas hacían anualmente para el socorro de sus familiares, vari desapareciendo, y habiendo sido hasta la presente la parte más principal de la riqueza de esta Provincia, es consiguiente que marcha a su mayor decadencia".
En síntesis, falta de numerario e impago de las contribuciones que repercutía, asimismo, en la endeble organización de la defensa insular. Por ello, era preciso que el Gobierno destinase a Canarias un buque de guerra, para evitar males mayores.

Madrid contestó, el 27 de abril de 1822, que se había trasladado el asunto al Secretario de Marina, y que el Rey esperaba que en Canarias se contribuyera por todos los medios a frenar los daños de los buques insur-gentes

Sin embargo, poco hicieron unos y otros porque, aún en 1828, hizo su aguada en La Gomera un corsario insurgente, tal vez más pirata que corsario, "fingiéndose Norte Americano" (Manuel de Paz-Sanchez, 1994)

1817.
Y con motivo de haber tratado de hallazgos en el mar, daremos aquí también lugar a éste. Cierta tarde del año 1817, habiendo subi­do Dn. Leandro Camacho a la azotea de Dn. Lorenzo Cabrera, divisó un grande bulto oscuro que caminaba lentamente de E. a O. a favor de la corriente, mucho más a fuera del castillo de S. Gabriel. Cuanto más miraba con el anteojo más le parecía un barco volcado. Vino a la playa tomó una lancha y fue a asegurar su presa. Pero vuelto a las nueve de la noche supimos, era una grande ballena muerta y rodeada de tiburones cebándose en ella. Sin embargo, se la echó un lazo y re­molcó hasta vararla de barras adentro en el islote del Quebrado, para poder despedazarla y hacer aceite. Los pejes malos desde que la vieron en poca agua se huyeron. Estaba aún casi entera y la medimos de largo 27 varas de Lanzarote, que como es mayor que la castellana resulta esta mayor diferencia. (J. Álvarez Rixo, 1982:155).


1816 Octubre 16. En Chinech (Tenerife) tiene lugar la fundación de "la logia escocesa de San Juan" conocida por Los Comendadores del Teide, bajo el patrocinio del conde de San Lorenzo, según referencias de la época. Sobre este taller se conservan algunos escasos documentos, entre ellos el más importante es el cuadro lógico del 20 de mayo de 1817, que nos permite dilucidar la importancia de sus miembros: Diego de Tolosa, Pablo Franchi Alfaro, Antonio Álvarez Rafael Guezala, Vicente Ortiz, José Guezala, Juan de Megliorini, Manuel Álvarez, Nicolás Massieu, José Sansón, Matías del Castillo, Antonio Primo de Rivera, Gilberto Stuart Bruce, José Crosa y Domingo Madán.
Se trata de hombres vinculados a la milicia, al comercio y a la actividad política local en la isla de Chinet (Tenerife).
1816 Noviembre 4.
El Tribunal de la Audiencia aprueba un dictamen que considera necesario la división del
archipiélago canario en dos diócesis. La aprobación definitiva se llevó a cabo en 1819.

1817. El empleo de las Milicias Canarias como fuerza represiva y no defensiva resultó un completo fracaso en manos de los colonizadores porque los milicianos se negaban a actuar contra sus propios hermanos o vecinos. Así, cuando el 8 de enero de 1719 don Fernando del Castillo, coronel del Regimiento de Telde y suegro de don Francisco Amoreto, intenta reprimir a los vecinos de Agüimes que se habían quedado de retén en la ciudad de Winiwuada (Las Palmas) reclamando las insignias (banderas y tambor) y armamento de su Compañía de Milicias, los del Regimiento se niegan a ello -alegando que-al tiempo que se unían a los que reclamaban las insignias. En Tejeda y Artenara no se pudo detener a las principales instigadoras de los alzamientos ocurridos en 1817 y 1819 porque la tropa de auxilio estaba compuesta por los maridos de parte de las mujeres sublevadas. Iguales situaciones se dieron en Lanzarote en 1720 o en Tenerife (La Orotava) en 1718 donde el clérigo criollo don José Viera y Clavijo previno al comandante general que «no se fiase de los regimientos que tenía puestos en armas (los de Güímar y Los Realejos) porque no tendría de ellos un hombre a sus órdenes...».
1817.  Valsequillo, Tamarant (G. Canaria). Conflictos derivados de la usurpación
de las aguas de la Vega Mayor de Telde.

1817.
Establece su residencia en el Puerto de Arrecife (Lanzarote) M.r Juan Hast, in­glés de mucha instrucción, editor que había sido de un periódico en Londres, quien contrajo o ya padecía de escrófula en Tenerife, vino a Lanzarote a la fama de que aquí se curaba este mal con el nombre de lamparones. Es así, pero sin que sepamos la causa, este extranjero no consiguió su mejoría, falleció, y no habiendo cementerio protestante, para no escandalizar a los del país se le sepultó en el arenal del islote del castillo. Hacemos honrosa mención de este sujeto porque él nos honró con su pluma escribiendo algunos opúsculos sobre varias ma­terias que observaba y sabía en estas islas, los cuales se imprimieron en Londres y leyó el que escribe. (J. Álvarez Rixo, 1982:120)

1817.
En su viaje para España, arribó al Puerto del Arre­cife (Lanzarote) el electo obispo de Astorga Dn. Santiago Bencomo, deán que ha­bía sido de la catedral de Canarias. Durante su permanencia en Lan­zarote se relacionó con el Vble. cura Acosta, le apreció y persuadió a que se fuese con su Ilma. a Astorga. Así lo hizo el cura; aunque sin re­nunciar su curato hasta ver si aquel clima frío le adaptaba para colo­carse.

 Pero habiendo muerto su amigo y protector en aquel país, el señor Acosta regresó a su parroquia del Arrecife con gusto de sus feligreses, y satisfacción propia de haber visto algo del mundo. (J. Álvarez Rixo, 1982: 64-65)

1817. Fallece el criollo capitán de milicias, Manuel V. Alonso del Castillo esposo de Rita Antonia Oramas Bautista. Participó en la defensa de Añazu en Chinet (Santa Cruz de Tenerife) ante el ataque de Nelson. Mostró gran preocupación por la instrucción de sus convecinos, por lo que dejó parte de sus bienes para sufragar una escuela para la juventud ramblera. Fue gran benefactor de la iglesia de la secta católica en San Juan de la Rambla, en la que edificó la capilla de la Concepción y la sacristía aneja; también donó su vivienda para que sirviera de casa parroquial.

1817.
Ligeras noticias para que el Sr. Dn. José Agustín Alvarez con­cluya su Biografía del V. Dn. Franco. Acosta Espinosa.
Presentado el Sr. Dn. canónigo Bencomo, deán de la Catedral de Canaria en 1817 para el Obispado de Astorga, salió de Canarias con destino a Cádiz: un recio temporal, sucedió a poco de su salida le destrozó algunos palos del buque y le hizo arribar a Lanzarote para reponer estos estragos. Allí trató al V. párroco, e instruido de su buena conducta y demás bellas circunstancias que adornaban a Dn. Franco. Acosta Espinosa, le suplicó encarecidam16. le acompañase en su viaje a Madrid, porque no llevaba consigo persona de su confian­za, e iba enfermo. Dicho párroco resistió a esta solicitud, manifestan­do al Sr. Bencomo era el fundador de aquella parroquia, en la que había invertido cuanto había ganado; que no aspiraba a ningún as­censo, y asi le dispensase no admitirle sus proposiciones: rogóle nue­vamente el Sr. Bencomo, y le acompañó, para, cuyo embarque le ob­sequiaron con víveres al párroco sus feligreses. Llegaron al fin a Ma­drid para besar la R1 mano y consagrarse: el Sr. Bencomo fue a asistir al convento de P. P. Jerónimos y el V. Párroco tuvo que valerse de fr. José de la Presilla, agente de Negocios, para que le proporcionase habitación. Visitárnosle los canarios que a la sazón nos hallábamos en Madrid (a), y compadecidos, con suerte... se le franqueó algunos dineros para que regresase a Cádiz, como lo hizo. Llegó a su deseada casa y parroquia con entusiasmo de sus agradecidos feligreses. El Sr. Bencomo murió en Madrid sin llegarse a consagrar en 1818.
(a)    Dn. José Feo, Dn. Carm1. Salazar, D". Ignacio de Llarena, Dn. Domingo Perdomo, y Dn. Ant°. P. P. (José A. Álvarez Rixo, 1982: 232).


En 1817 se intentó propiciar en estas Islas un movimiento independentista, paralelo al de América, llevado a cabo por Agustín Peraza Bétencourt desde Santo Tomás (antillas menores). El gobernador militar de esta colonia Canarias manifestaba lo siguiente:


El infame Agustín Peraza Béthencourt autor del expresado escrito, es natural de la Ysla de Fuerteventura: de genio díscolo; de costumbres corrompidas, de condición perversa, y muy dispuesto para todo lo malo: Su depravada conducta obligó a mi antecesor el Duque del Parque a corregirlo de un modo áspero, y a esto atribuyola causa por que en su papel habla tanto y tan mal del expresado Duque durante el tiempo de sumando en esta Provincia. Últimamente ha sido sumariado y sentenciado por mi a servir en uno de los regimientos de la Península, donde lo hice conducir y de resultas de esta justa determinación ataca al Auditor de Guerra, suponiéndolo interesado”.

1817. Se "alteró la tran­quilidad de Puerto Cabras (Fuerteventura) por la presencia de un buque americano insurgente. Se reunieron los vecinos y acordaron dar parte a los lugares inmediatos. Acu­dieron los alcaldes de Casillas del Ángel y Tetir y, auxiliados por el sargento Beniardino Alfaro, opusieron enérgica resistencia contestando con descar­gas de fusilería a las de artillería del corsario. Los niños, las mujeres y los ancianos, unos se guarecieron en la costa inmediata, otros se refugiaron en el Barranco del Pilón. Los hombres útiles recibieron la orden de defensa".

El capitán del bergantín "Vencedor" -así se llamaba el buque- al llegar  la visita de la sanidad a bordo, "se apoderó de todos los individuos, a excepción de dos que hizo regresar a tierra con órdenes de llevar 10 carneros y 20 sacos de papas, apercibiéndoles que, de no efectuarlo, arra­sarían la población. Al siguiente día muy temprano, viendo la petición desatendida, se acercó el buque y disparó 40 descargas de bala y metralla, que ocasionaron daños en algunas casas. El vecindario permaneció a la defensiva y los del bergantín, cansados y no atreviéndose a saltar, se hicie­ron a la vela, se apoderaron de dos lanchones que estaban fondeados en la bahía, los amarraron por la popa, y poniendo en cada uno un barril de alquitrán, les prendieron fuego. A los de la sanidad los desembarcaron en Puerto Lajas".

Al año siguiente la situación siguió igual. Se temía un desembarco de envergadura y buena prueba de ello son los partes de los gobernadores militares de distintos enclaves tinerfeños, sobre avistamientos y preparati­vos para la defensa.

Nicolás Hernández, responsable militar de Tacoronte, aseguraba que "en caso de cometer algún desembarco los Insurgentes por estas playas, lo verificarán por la Caleta de San Juan en Tejina, por ser la playa más a propósito para ello, y por la que ha desembarcado ya de noche alguna gente, y efectos que han conducido a Santa Cruz dichos Insurgentes, por lo que convenía reforzar aquella Cala".

Mas,  pese a estas circunstancias, algunos soldados tenían el suficiente humor para propalar, entre la población, especies falsas sobre supuestos desembarcos. Y, en fin. las medidas de precaución no eran todo lo efi­caces que el caso requería, pues don Miguel Cabrera, vecino de Lanzarote, había desembarcado "con toda amplitud" en El Sauzal, sin que él y sus catorce acompañantes fueran molestados por autoridad alguna y, como venía a decir el propio protagonista, "pudo haber sido una lancha de ene­migos que atracaran aquella costa a tomar aguada u otra inteligencia, y se hubieran paseado en aquel pueblo como les hubiera dado la gana sin haber quien se lo hubiera impedido''.

El Regimiento Provincial de Milicias de La Laguna rendía, poco después, un informe sobre sus preparativos "para atender a la pronta defensa de la Isla en caso que los enemigos del Rey quieran hacer algún desembarco en ella". Las cuatro compañías del Regimiento contaban con las siguientes fuerzas:

Compañías               Residencia                  Oficiales     Suboficiales y tropa
•t a
2a 3a
Ciudad de La Laguna Valle Guerra, Tegueste, Tejina-Punta Hidalgo Tacoronte
3 3
2
103 120
103
4a
Carboneras, Chinamada.
2
55

Ratán y Taganana


A finales de 1818, sin embargo, la presión exterior pareció remitir. Así se deduce de un documento que justificaba la necesidad de mantener
los recursos del cuartel lagunero:

''Desde 1° de abril de este año se halla ocupada su sala de Armas con un pequeño tren de Artillería con sus correspondientes municiones, lo que está a mi cargo por disposición del Excmo. Sor. Comandante General, el que con lo  enazada que estuvo esta Isla en aquella época de la venida o desembarco que proyectaban hacer los Insurgentes por las costas, -e mandó subir el expresado tren para precaver la invasión y ser el paraje más- proporcionado para atender a todos puntos...” (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1817 Enero 12. Abre sus puertas como institución académica  la Universidad española Literaria de San Fernando en Eguerew. Pero pronto, el edificio resultó ser insuficiente para el progresivo aumento de alumnos, por lo que en diciembre de 1821 comienza el traslado parcial de la Universidad al Convento de San Agustín, conviviendo en él los estudiantes con la comunidad religiosa, hasta que finalmente, en 1837, la totalidad del Convento es destina a la actividad universitaria, tras la ley desamortizadora de Mendizábal, que supuso la exclaustración forzosa de los religiosos de la Orden.
De este modo, la Casa Colegio de los Jesuitas se destinó a albergar la sala sectorial, el salón de claustros y actos públicos, la biblioteca, así como los estudios de Latinidad y la escuela de primeras letras dependiente del Ayuntamiento de Eguerew (La Laguna). La Sociedad Patriótica y la Real Sociedad Económica de Amigos del País también disponían de una sala de reuniones en este edificio. Pero las múltiples deficiencias que sufre la Universidad, sobre todo debidas a la carencia de medios y profesorado estable, conducen a que se vuelvan a suceder órdenes de reapertura y clausura.
1817. Febrero 7. Carta del Comandante Antonio Páez, en Isla Margarita, al ca­nario Agustín Peraza Betancourt en Santo Tomás, 7 de febrero de 1817.
Cuartel General de la Margarita. Febrero 7 de 1817, y 7° de nuestra gloriosa insurrección.
Viva la Independencia
Desde el Campamento de Araure en que tuve noticia de Vm., según la descripción que de su carácter me hizo su paisano; las opresiones que del Gobierno Gótico ha sufrido e, igualmente, el descarreo que le ha sido preciso emprender. El Oficial apuntado manifestó lo adherido que es Vm. a nuestra causa, por lo que inferimos animan a Vm. los mismos sentimien­tos que animan a cuantos proceden de su mismo suelo; y así me tomé la satisfacción [de] invitarle a seguir las banderas de la Patria, que a más de la gloria que le cabe a sus generosos defensores, y el asilo de estos misera­bles; donde tiene su imperio la hospitalidad. Como Vm. no me acusó recibo de aquella, persuadido padecería extravío, o dudado Vm. sobre lo que le parecería intempestivo, repito esta, para decirle [que], si gusta venirse en esta flechera que regresa a esta Isla puede; pues el Comandante de ella va encargado de su persona. En aquella dije a Vm., a nombre del Excmo. Capitán General y Jefe Supremo de la República, sería Vm. colocado en la Caballería de Subteniente, y de Teniente en la Infantería dirigiéndose a esta Isla, donde se pasaba al Gobernador de Hampatán, la correspondiente orden para su asignación que como tan indispensable debería abonarse desde el momento de su embarque.

Don Pedro, su confidente, dice cual es su determinación por ahora; le indicara la conducta a seguir, en lo sucesivo, "en iguales casos con los Jefes de jurisdicciones extrañas"
.
En Supremo Consejo de Castilla falló a favor de las autoridades civiles, y, con fecha 22 de febrero de 1820, ordenó al Comandante General que "si en los sucesivo se remitiesen papeles sediciosos a los Jefes militares deben estos ponerse de acuerdo con esa Real Audiencia y autoridades civiles, a fin de conservar la tranquilidad pública e impedir la propagación de ideas perniciosas".
Si examinamos no sólo estos sucesos sino, también, el impacto del corso insurgente en Canarias, en su conjunto, resulta llamativo ese conglo­merado de actitudes contradictorias, la apatía de los comerciantes, la apa­rente simpatía de numerosos isleños por los insurgentes, la propia actitud de los corsarios en algunos casos, las sospechas hacia determinadas auto­ridades que, en definitiva, tenían encomendada la propia seguridad de las islas Canarias, entre otros factores.
Los canarios, casi desde los tiempos de la Conquista, estaban acos­tumbrados a las correrías y al pillaje de toda clase de piratas y corsarios 1(", mas las circunstancias históricas e internacionales eran diferentes. Ahora no se trataba de predadores protestantes o musulmanes, sino de pueblos con los que las propias Islas poseían una vinculación ancestral y profunda. Sin duda,... fueron años de gran incertidumbre y, al cabo, tanto la falta de una determi­nada conciencia política regional, cuanto, el complejo equilibrio de intereses internacionales, impidió que esta remota provincia de España, más parecida en muchas cosas -en palabras de José Murphy- a una provincia americana que a una europea; se desgajara, como sus hennanas de América, del árbol troncal de la madre patria.

deseche Vm. esos vanos temores [...] que pronto entraremos en la Capital de Venezuela. Los preparativos que Vm. observa se dirigen al desembarco en Ma[ique]tía, e [iremos] a la Guayra, véngase Vm; pues sus [dispojsi-ciones y espíritu Republicano lo hacen digno de las consideraciones de la Patria, y concurren los servicios que hizo su tío a la misma, que le recom­pensó con la graduación de Teniente Coronel con que murió gloriosamente en la batalla de Choroní.
B.L. M. a Vm. SSS Antonio Páez. Comandante.
Carta de Agustín Peraza Betancourt a Páez. Santo Tomás, 1817.
S.T. [...] de [...] de 1817. Sr. Comandante Don Antonio Páez.
Copia 1: Con bastante dolor mío recibo la apreciable de V. fecha de [...], por la que V. se sirve participarme la infausta noticia del fallecimiento de mi tío, que en la batalla de Choroní fue inmolado en defensa de esa causa de Independencia. Sin embargo, me es satisfactorio el que ya que abrazó la causa del País que le sustentó por tantos años, e igualmente a innumerables Paisanos nuestros, diese las pruebas de fiel, constante y nada ingrato al Gobierno Republicano que en recompensa le condecoró; y en fin del resto de su familia hará las justas consideraciones a que no son desa­tendibles.

Aunque no había contestado a la anterior que V. se dignó dirigirme por conducto del Oficial Paisano, ha sido por razones meramente políticas; y que me hallaba en territorio donde domina aún un despótico Español; que piensa arbitrar coartar las opiniones; y por consiguiente (como todos los de esta clase) usurpar a Dios los atributos privativos, sondear los cora­zones; omito más explicarme; mas no me calificarán ingrato.

Las ofertas con que, a nombre del ler. Jefe, V. me honra sin yo merecerlo, por ahora me es forzoso desestimarlas, por hallarme bastante delicado; y aunque me hallo más restablecido pienso dirigirme a La Ha­bana, cuando un asunto urgente me obliga a emprender este viaje; estoy a la verdad en indigencia; esto es: lejos de la abundancia, pero no de lo necesario para mi individuo.

Me acuerdo que en la anterior de Araure me dice que, según informe genuino, formaría un buen militar, y que el espíritu Republicano de que estoy poseído, es un presagio seguro de... Yo debo manifestar a Vm. que no es mi espíritu, y disposiciones, tan sólo sí que como todo Canario sigue el entusiasmo Nacional de que todos están poseídos, a Vms. les parecerá Republicano, a la verdad que las dos voces tienen el mismo significado; pero yo en medio de la densa niebla, de mi poca explicación quiero decir: no sufren opresiones, pensiones etc. etc.. que los Americanos han sufrido, y una gran parte aún sufre; porque aquellos a fuerza de sus brazos han sacudido el yugo; para siempre han prestado obediencia al Soberano, que no es culpante de los abusos de sus Magistrados; los que in totum no se verán reformados Ínterin cada Provincia no se gobierne por Patricios: "en esta parte tienen Vms. razón", y por esto sería pronto a derramar mi sangre, para que mi País estuviera insurreccionado, para conseguir esta pretensión justa.

Es cuanto puedo contestar a la favorecida de Vm., e igualmente encarezco signifique mis expresivas gracias a S.E. Dios guarde a V. ms. asi. como desea el Q B L M= Agustín Peraza Betancourt. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1817. Abril 8. Tal como señala Bealer, algunos corsarios sudamericanos no  se confor­maron sólo con devastar el comercio español, sino que para "favorecer la causa de los patriotas de América sembraron la semilla de la rebelión en los dominios reales de las Canarias". En tal sentido, este autor reproduce un despacho del 8 de abril de 1817, procedente de Santa Cruz de Tenerife y publicado en LeMoniteur Universal de París, que matizaba "la extensión de las operaciones de los corsarios y los esfuerzos que hacían para fomentar la rebelión". El documento, ciertamente, merece ser reproducido:

"El comercio de nuestra plaza y de las Canarias ha sufrido grandes  pérdidas debido a las numerosas capturas de barcos españoles que han tenido lugar. Los corsarios independientes se vuelven cada día más audaces. Parece que han tenido éxito en establecer comunicaciones con la costa y por lo tanto toda medida que el gobierno toma para proteger la propiedad y asegurar la fidelidad de los marinos es infructuosa; barcos pequeños son capturados todos los días por navíos armados y bien tripulados. El país está inundado de proclamas que incitan a los habitantes a rebelarse contra la madre patria y colocarse bajo un protectorado (un gouvernement protec-teur). Pero todas las amenazas no pudieron sembrar la inquietud ni alterar la confianza en las autoridades legítimas. El gobernador general no descui­daba nada para conservar la autoridad de su soberano, es un servidor bueno y leal". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1817. Marzo 4. Agustín Peraza Betancourt, natural de Fuerteventura, era "de genio díscolo; de costumbres corrompidas, de condición perversa, y muy dispuesto para todo lo malo. Su depravada conducta obligó a mi anterior el Duque del Parque a corregirlo de un modo áspero", según el Capitán General La Buría. Con posterioridad fue sumariado y condenado a servir en un regi­miento de la Península; de donde pasó a América.

El 4 de marzo de 1817, Peraza Betancourt escribió una carta desde Santo Tomás, en las Pequeñas Antillas, al Cabildo tinerfeño, junto con otras misivas, y pidió al Muy Ilustre Ayuntamiento de La Laguna que diera a la estampa y divulgara entre la población una proclama intitulada: "Amados Compatriotas".

El documento, aunque con un estilo tosco y confuso, constituye, sin embargo, una auténtica diatriba contra el Duque del Parque, Vicente Ca­ñas Porto Carrero; contra Fernando de la Vega, Marqués de Casa-Cagigal y, en definitiva, contra los despóticos funcionarios peninsulares, al tiempo que se deshace en alabanzas hacia la institución municipal lagunera, a la que considera genuina representante de los intereses populares y salvadora de Canarias en estos años críticos.

En el texto se reflejaba, asimismo, la dialéctica bolivariana definida en el Decreto a Muerte de Trujillo: "Españoles e isleños...", tal como ex­presan los siguientes párrafos:
"Debéis sacrificar vuestra sangre, que siempre es preciosa, y aceptable la victima cuando es inmolada en el Altar de la Patria: Despertad del letargo en que yacéis, e imitad al fuego adormecido entre las frías cenizas que al menor ímpetu del aire prende en los combustibles que le rodean; las América Septentrional y Meridional os contemplan: Venezuela, a causa del terremoto, pudo ser reconquistada por nuestros Paisanos; fueron, para conseguirlo, sacrificados 9.000 o más al mando de su Caudillo don Domingo Monteverde, quien después de defender la causa de España y recibidas dos heridas, se le premió con un arresto, y consumada su remuneración ir a España bajo Partida de Registro. Los Isleños dieron la entrada el año de 12 a los Espa­ñoles, que debían respetar al resto de sus familias; no compatriotas: son perseguidas, atribuyéndose a sí mismos las glorias: sus viudas e hijas viola­das; sus intereses usurpados; el saqueo y el ultraje".

Y, más adelante, como luego se verá por extenso, hacía un llama­miento a la unidad de todas las Islas frente a la tiranía.
"Pensad que sois una misma familia: si esa Provincia la componen 567 Poblaciones, porción que excede a la de que se componen muchas de la de América, especialmente la de Venezuela que se señaló como la primera que levantando el Pendón de su Independencia resonó su voz, en los más remotos Países del Globo, así como el mortero al tiempo de la explosión anuncia su sonoro estrépito a la bóveda Celeste. Si reina entre vosotros esa discordia, que devora los Pueblos, y separa las familias, imitad a los habi­tantes de las 17 Provincias de los Estados bajos del Norte: no conocen más, ni se glorían de otro epíteto que este: 'Uno e indivisible'. 'La Unión hace la fuerza'. La fuerza física no puede por sí sola subsistir, sin consolidarse con la moral: Cesen esa rivalidad con que os miráis los habitantes de Canaria con los de las demás; pues bien sabéis que es la fuente inagotable de la disención. Vuestro honor, vuestras conciencias, y vuestros intereses están sellados bajo estos sólidos principios: la Anarquía es tan perjudicial, que llega a ser más gravosa que la dominación del mayor de los tiranos, y esta suele ser introducida por una mano extraña, para el logro de sus proyectos: hace derramar la sangre inspirando la desconfianza del Gobierno que obtie­nen los del País, cuando ellos son los susceptibles de este recelo".
El Ayuntamiento de La Laguna y, también, el de Las Palmas de Gran Canaria, que había recibido un oficio del Capitán General para saber si tenía alguna noticia del asunto, hicieron votos de fidelidad al monarca y a España, denigraron la actitud del agitador ultramarino y expresaron su malestar, como luego veremos.

La Corporación de Las Palmas, en sesión del 15 de julio de 1817, declaró que desconocía la existencia del libelo, y se consideró agraviada y ofendida por la mera duda sobre su inquebrantable adhesión y lealtad a la Corona, pues, según manifestó, en "la Gran Canaria no hay más espíritu que el de la sumisión a S.M., y de cuya honorífica idea es muy difícil separar a sus leales habitantes, y que no podría conseguir un miserable papel anónimo".

Pedro Rodríguez de La Buría, finalmente, se mostró convencido de que la proclama no tendría los efectos deseados por su autor, porque los canarios eran obedientes a las autoridades y pacíficos, y  "si algunas ideas de las que en otro tiempo llamaron liberales se admitieron en el ánimo de varios sujetos en la pasada época del desorden y de la anarquía, si no las he destruido completamente, al menos las tengo sofocadas en fuerza de mis persuasiones e incesante vigilancia".

El Capitán General anunció también, sin embargo, que no remitía el original de la proclama a la Corte por estar a la vista tres corsarios insur­gentes, "a fin de evitar caiga en sus manos", y, además, aprovechó la ocasión para pedir refuerzos frente a estos enemigos, pues para la "defensa de esta Plaza sólo tengo 460 hombres milicianos mal disciplinados, mal pagados, mal vestidos, y que de cuatro en cuatro meses dejan el arado para tomar el fusil. Po rconsiguiente no me considero libre de un golpe de mano, ya sea en esta Isla, ya en cualquiera de las otras". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)








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