martes, 31 de diciembre de 2013

ASALTO A LA GOLETA JUANA EN LA COSTA







Eduardo Pedro García Rodríguez

1819.
Y con motivo de haber tratado de nuestros bárbaros vecinos los berberiscos, relataré la aventura acaecida con ellos el año 1819; para las oportunas precauciones en aquellos puntos más poblados. La goleta «Juana» propia del Cap", de Puerto del Arrecife Dn. Antonio (ile/.. Bermúdez, hacía su pesquería fondeada en aquellas aguas del A (rica. Y como sea uso de enviar las lanchas a pescar por diversas 1,1 las distantes de la nave principal, los tripúlanos de una de ellas tu­vieron la imprudencia de bajar a tierra a reposar, o tomar agua fres­ca: Cuando repentinamente se vieron asaltados de moros armados, que los cautivaron y se apoderaron de la lancha. Embarcáronse en esta los enemigos remando hasta la goleta, de la cual se posesionaron v de dos o tres hombres que había en ella. Vuelta la otra lancha de pesear, observó que estaba su barco lleno de moros, y sin atinar como pudo ser, viró de bordo alejándose aunque sin víveres, con la esperanza de hallar otro buque isleño. Así fue, y regresaron a Lanzarote llenos de sentimiento, el cual se comunicó a las familias y cono­cidos de los cautivados que derramaron muchas lágrimas.

Inmediatamente Mariano de Brito, hijo mayor del Salvador San­tiago arriba nombrado en su bergantín, «S. Antonio», se equipó de algunos pedreros y fusiles, e hizo vela a intentar traer la goleta, y al­gunos de los cristianos que pudiese. Pero llegado al África tuvo el dolor de ver que la nave que buscaba, los moros que no son marine­ros la habían encallado y desmantalado para aprovecharse de su he­rraje y madera. Fondeó Brito no obstante, por si algún cautivo logra­ba escaparse a nado recogerlo. Era la noche oscura aunque serena, y a la media, gritó Domingo Bolaña, que hacía guardia a proa: Moros! moros!... Oyóse un fusilazo el acabar el grito, y cayó muerto el pobre marinero vigilante. Saltaron de la cámara y rancho los demás cristia­nos, echando mano cada cual al arma que pudo, y lucharon con al­gunos moros que ya habían subido al bergantín, a los cuales quitaron algunas armas repeliendo su asalto con denuedo. También están per­suadidos que alguno de los faluchos o lancha que trajeron hubo de irse a pique, por el mucho material que le arrojaron dentro.

Viendo Brito la inutilidad del viaje regresó a Lanzarote. Y cuan­do creyó que le agradecerían su buena intención; el gobierno no le quiso admitir, porque había tenido roce con los moros; e intentaron forzarle a ir a Puerto Mahón. Mas como no estaba el barco en dispo­sición ni con víveres para tan largo viaje, falto de piloto que le cos­taría un dineral, se negó a partir, y le conminaron cuarentenas con que casi arruinaron a este buen hombre.

Por más que digan, mucho deben valer los espíritus españoles, cuando a pesar de tantas experiencias funestas se atreven a intentar algo bueno. No hay mayor maldición para ellos que las que les pro­vienen de las instituciones que llaman de Gobierno!

Los cautivos de la goleta «Juana» fueron regresando después por vía de Mogador redimidos por los P. P. de la Redención, lo mis­mo que algunos otros procedentes de una lancha de la goleta «Antoñita» propia también del citado Bermúdez, desgraciada con posterio­ridad a la primera, a causa de otro descuido. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:147-148)



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