ICHASAGUA
EL ÚLTIMO MENCEY DE CANARIAS
Chaurero n Eguerew
En el devenir del tiempo transcurren hechos y
acontecimientos importantes en todos los aspectos, tanto de guerras como
culturales o sociales etc., que forman parte de la Historia de una nación.
Cada uno de estos sucesos tiene protagonistas que se han destacado por su
actuación y aporte en las diversas áreas, y han logrado jugar un papel
fundamental en el devenir de un país. La vida y obra de importantes personajes
históricos de Canarias, que por su desempeño y acciones, lograron ocupar
un lugar importante dentro de la
Historia nacional, son ignorados, silenciados,
ninguneados o tegirversados por el sistema educativo imperante en esta colonia.
La Nación
Canaria es quizás la más pródiga del
continente africano en proporcionar a la humanidad individuos sobresalientes
que han destacado en todos los campos de la actividad humana, desde los tiempos
precoloniales hasta los actuales en que aún continuamos bajo el yugo español. Estos
personajes matrios sistemáticamente han sido ocultados o ignorados por el
sistema cultural colonial y cuando esto no les ha sido posible,
simplemente los han absorbidos y los han “españolizado”, pues es bien sabido
que a ningún pueblo sometido se le debe permitir el poder ensalzar a sus héroes
y mártires, pues aumentaría la autoestima del pueblo y sus señas de identidad,
poniendo en peligro al sistema opresor y expoliador colonial.
Por el contrario, los estamentos coloniales exaltan
hasta la saciedad determinados personajes reales o de ficción con los cuales
pretender inculcarnos los valores asumidos como representativos de la cultura
invasora, aunque muchos de esos personajes hayan sido reos de horrendos
crímenes de lesa humanidad. Así tenemos que nefastos seres como el
castellano Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”, vulgar mercenario
salteador de caminos y asolador de ciudades -mezcla de fantasía popular y
realidad-, para convertirse en arquetipo de virtudes caballerescas. O los
manidos Reyes Católicos, los cuales, guiados de una infinita ambición, fueron
responsables directos del exterminio de millones de seres humanos y de cientos
de florecientes culturas, o un tal Francisco Franco Bahamonde, muy católico él,
bajo cuyas directrices el caciquismo local y un buen número del clero católico
desencadenaron una de las mayores persecuciones y masacres de los tiempos
modernos contra el pueblo canario, y cuyos herederos ideológicos continúan
mangoneado a su antojo y de manera impune esta colonia. Estos y otros
personajes similares nos son presentados por el colonialismo como arquetipos
del espíritu nacionalcatolicoimperial español. Pero lo más grave de esta
situación es que muchos canarios, engañados por los “piquitos de oro” voceros
dependientes, tanto en lo cultural como en lo político, hemos asumido como
propias esta prédica de nuestros verdugos haciendo causa común con ellos contra
nuestros hermanos y, claro, así nos va.
Los tabernáculos que han hecho los pueblos como el
canario para venerar a los espíritus de los ancestros, o a quienes los guiaron
en situaciones difíciles, no son un capricho. Sus proezas son tan grandes que,
así como causaron la admiración de sus épocas, son capaces de hacernos mejores
y hasta parecidos a ellos. Casi parecidos, desde luego, pero jamás iguales. Así
tenemos como espejos donde mirarnos a nuestros héroes nacionales precoloniales,
Bentejuí; Doramas; Atanausú; Guadarfía; Benchomo; Chimenchia-Tinguaro; Bentor o
Ichasagua. De este ultimo Mencey electo del Menceyato de Adeje, nos vamos a
ocupar en este modesto trabajo.
Debilitados los Tabores guanches, más que por el
esfuerzo de las batallas, por la epidemia conocida como “Modorra” -epidemia que
curiosamente sólo afectó a los bandos de guerra quedando libre de ella los
bandos de paces-, y que, a decir de algunos autores, fue provocada por el
envenenamiento de las fuentes de agua, táctica que ya habían empleado con éxito
los mercenarios castellanos en la guerra de Granada, siendo el antecedente de
las actuales guerras químicas.
Estando, como digo, los ejércitos invasores y
guanches acampados en el Valle de Taoro en el lugar de Tigaiga, actualmente
conocido como Los Realejo, y sin ánimos de enfrentarse los castellanos por el
temor que les inspiraban los guanches y estos por estar enfermos la mayoría de
la dicha modorra, el 25 de julio de 1496 ambos bandos deciden formalizar un
Tratado de paz, Tratado que no fue asumido por un grupo de notables guanches
secundados por un importante número de katuten de los menceyatos de Taoro, Icod,
Tegueste y Tacoronte, los cuales increparon agriamente tratando de traidores a
los menceyes y notables firmantes de aquel ignominioso pacto que, por otra
parte, los españoles jamás respetaron. El último Mencey de Taoro, Bentor,
conociendo la perfidia de los invasores, gentes sin palabra ni honor, prefirió
el suicidio ritual antes que entregar la matria a los invasores.
Los Tabores resistente se replegaron a las sierras y
montes donde la orografía del terreno no hacía fácil la persecución de
los castellanos ni aún con el apoyo de los isleños de los bandos de paces,
estos defensores a ultranza de la matria fueron calificados por los invasores
como alzados, así durante años mantuvieron una guerra de guerrillas que tenían
en permanente inquietud e inseguridad a los colonos que no podían dar por
totalmente sometida a la isla, los cuales en diversas ocasiones temieron ser
expulsados, aspecto este que dejaron recogido en las actas del Cabildo
colonial.
Así las cosas, en el año 1502 los alzados deciden reconstruir el Menceyato de
Adeje, Menceyato que en época precolonial, bajo la añepa de Betzenuriga, había
ostentado el gobierno universal de la isla. Así, reunido el Gran Tagoror
Nacional, proclaman Mencey de la isla al noble y valiente adejero Ichazagua, quien,
siendo conocedor de las tácticas militares de los invasores, los hostigaba
continuamente, atacando los asentamientos europeos, asaltando los hatos de
ganados, recuperando así parte de lo que habían sido despojados por los
conquistadores. Éstos no podían organizar campañas militares contra los
denominados alzados por carecer de efectivos suficientes, ya que las tropas
mercenarias tuvieron que ser licenciadas ante la imposibilidad de Alonso
Fernández de Lugo y sus financiadores de la invasión y conquista para continuar
sosteniendo la nómina del ejército de mercenarios. Los pocos soldados que
decidieron quedarse en la tierra como colonos, más las tropas de indígenas
auxiliares de las otras islas, eran insuficientes para mantener la seguridad de
los recién implantados poblados europeos.
Además, Lugo, en su insaciable sed de rapiña, estaba inmerso en la dirección de
una armada para la captura de esclavos y saqueo de las costas del continente.
La proclamación del Mencey Ichasagua, conmovió los inseguros cimientos de la
recién implantada sociedad colonial europea. Comprendiendo los invasores todo
el alcance político que tenía un hecho de esta naturaleza, en un país que no
estaba totalmente pacificado, ordenan la invasión del menceyato de Adeje, por
dos puntos distintos. Un grupo de tropas españolas apoyadas por guerreros
isleños, especialmente canarii y guanches de paces, superando las cumbres
desembocaba por Chasna. Este ejército iba comandado por Guillén Castellano,
lanzaroteño, Jerónimo Valdés, Sancho de Vargas, Andrés Suárez Gallinato y
Francisco Espinosa. Simultáneamente, desembarcaba por la playa de Los
Cristianos el mercenario flamenco mal llamado borgoñón, Jorge Grimón, al frente
de 50 espingarderos y ballesteros, portando además socorros alimenticios para
las tropas que habían penetrado por las cumbres.
Según la tamusni estas fuerzas se pusieron en
contacto y recorrieron el territorio sin poder librar una verdadera batalla, ya
que el Mencey Ichasagua, conociendo las tácticas de combate de los españoles,
ordenó a sus Tabores que se desplegaran por todas partes; pero en cuanto el
ejército invasor se fraccionaba en columnas los alzados se concentraban y
arremetían contra ellos, trabando encarnizados combates, de los cuales salieron
siempre victoriosos los guanches, gracias a la nueva estrategia empleada por
Ichasagua y porque ya eran muchos los katuten que tenían armas europeas,
arrebatadas a las tropas españolas durante los encuentros mantenidos con éstas
y especialmente en la gran batalla de Acentejo. Estas escaramuzas se
mantuvieron varios meses sin resultados positivos para los invasores. Las
pérdidas y el desgaste que estaba sufriendo el ejército español por los nuevos
métodos de guerrilla empleados por Ichasagua, obligaron a los invasores a cambiar
de táctica, empleando las argucias políticas y el engaño que tan buenos
resultados le habían dado en campañas anteriores. Así decidieron replegar las
fuerzas dejando a algunos isleños comprometidos con su causa, los cuales
tenían por misión sembrar la discordia entre los Tabores de los alzados.
El 25 de noviembre de 1502, el Cabildo colonial se
reúne en el incipiente templo católico de La Concepción en Eguerew,
y trata, entre otras cuestiones, de la formación de una cuadrilla de guancheros
para parlamentar con a los alzados ofreciéndoles las sibilinas condiciones
pactadas en Los Realejos, la embajada estaría dirigida por los Tacoronte.
Por esas fechas estaba preso en la cárcel de la villa don Diego de
Adeje, (Pelinor) el cual estaba encarcelado por orden del Alonso de Lugo,
posiblemente por negarse a acompañarle a las razzias en el continente, y
acusado por este de acoger y ayudar a los alzados. Los Tacoronte, aprovecharon
la oportunidad para conseguir diplomáticamente la libertad del ex Mencey, el
cual posteriormente tuvo una participación decisiva en la digresión de los
alzados en el reino de Adeje. Veamos como se discurrió dicha sesión del Cabildo
colonial, la cual transcribimos íntegramente para una mejor compresión del
lector:
“En este dicho día, en la yglesia de la Concebcisyón de la
villa de San Cris tóval, entraron en Cabildo los
onrados señores Pero Mexía, alcalde mayor de la ysla, y los regidores Fernando de Trosyllo e Cristóval d'Espyno
e Gerónimo de Valdés e Mateo Vyña e Guillen
Castellano e el jurado Francisco de Albornoz,
e fezieron e ordenaron lo syguiente:
Habla sobre los guanches.
E luego platicaron en Cabildo sobre poner remedio
cómo se tomasen los alçados guanches
que andaban robando la ysla.
Requerimiento de guanches.
E luego paresció ende presente Ximón e Fernando
Tacoronte e Gaspar e Francisco de
Tacoronte, guanches, por lengua de Guillen.
E hezieron un requerimiento al dicho señor alcalde
mayor Pero Mexía que estava presente, que por quanto el señor Governador
Alonso de Lugo e por la señora
Bovadilla e regidores les ha sydo mandado que tomen los guanches alçados ladrones, que ellos están
prestos de lo hazer e cunplir e trabajar en ello con todo su poder, con tal que les sean dados los
mantenimientos y espensas
nescesarias y las otras cosas; e que por quanto al presente el señor alcalde tyene preso a un guanche que
se dize don Pedro (por don Diego) de Adexe, el qual sabe la tierra del reyno de Adexe do
andan los alçados, que por tanto se lo mandase dar e que ellos se obligavan e obligaron con sus
personas e bienes muebles
e rayzes para se lo dar cada que se lo pediese e demandare, so pena sus
personas a merced del rey e los bienes perdidos.
Respuesta del alcalde.
E luego el dicho señor alcalde dixo que lo requerido
por los dichos guanches le paresce
bien, pues que le dan fiador de la faz que les da el dicho guanche; que pedía a los señores regidores le digan
su parescer.
Parescer de los regidores.
E luego todos los dichos regidores dixeron que su
voto e parescer es que al dicho guanche
que asy está preso se lo de el dicho alcalde a los dichos guanches para sacar los dichos alçados, pues que es
servycio de Dios e bien e pro de la ysla;
con tanto quel dicho alcalde resciba fiança bastante de la haz del dicho guanche.
Respuesta del alcalde.
E luego el dicho alcalde respondió al voto e
parescer de los dichos regidores, en que dixo
que en presencia de todos, que la señora Bovadilla le encomendó la vara de justicia, con acuerdo de todos
ellos, para que él feziese justicia a
servicio de Dios e de sus Altezas, y que el dicho guanche él le tenía preso por ciertas querellas que del dieron, de las
quales el dicho alcalde ha quesydo saber la verdad y no ha hallado por do pueda
proceder contra él por ningund rigor de
justicia, e que el dicho guanche está preso y que él no lo ha soltado fasta más se ynformar, y que pues al
parescer de tos los señores regidores e
suyo es que el dicho guanche puede aprovechar para ayudar a tomar los alçados que andan robando la tierra e
vecinos della, e que le plaze dar en fiado a todos
los quatro guanches que hezieron la dicha obligación, para que cada e quando se
lo pediere el alcalde o otro juez lo pornán en la cárcel segund que se obligaron.”
A partir de este acuerdo entran en esena la
cuadrilla de guancheros formada en La
Laguna por don Pedro de Tacoronte, sus hermanos y
parientes y el príncipe Izora, éstos mantienen contactos secretos con
determinados Sigoñes de los tabores de Ichasagua, transmitiendo una serie de
promesas de parte de los conquistadores, las cuales, por otra parte y como era
habitual en ellos, jamás cumplirían. Por fin, don Pedro de Tacoronte en
compañía de otros notables consigue reunir en Tagoror a algunos de los sigoñes
alzados en un lugar de Abona que posteriormente se conocería como Los
Parlamentos.
Llevaban los comisionados instrucciones de los
invasores para negociar la paz bajo las mismas condiciones del tratado de Los
Realejos, con olvido de todo lo pasado; proposiciones que acabaron por aceptar
algunos de los alzados, siempre que el Mencey Ichasagua entrara en el
concierto.
Aceptado el principio de acuerdo, la asamblea se
dirigió hacía el píe del actual pueblo de Arona, al lugar denominado El Llano
del Rey, el cual hasta fines del siglo XVIII en los documentos oficiales se
cita como El Llano del Rey Ichasagua. Cuando llegó la comitiva a presencia del
Mencey encontraron a éste en píe rodeado de algunos de sus consejeros, mirando
al numeroso grupo que se le aproximaba, al frente del cual venía el infante
Izora, cuando éste llegó a su presencia y después de dirigirle un saludo le dio
a conocer su misión y las proposiciones de paz. El Mencey Ichasagua, sin
corresponder al saludo de Izora, sin pronunciar una sola palabra, recorrió con
la mirada los rostros de todos los circunstantes como tratando de adivinarles
el pensamiento, tiró de pronto de un puñal que llevaba al cinto y se lo hundió
en el pecho. Así, cumpliendo con la tradición de sus ancestros, mediante el
suicidio ritual murió el penúltimo Mencey Guanche, sin siquiera molestarse en
dar repuesta a las propuestas que los verdugos de la matria le trasmitía a
través de unos renegados.
Tras el fallecimiento del Mencey Ichasagua, algunos
de los conjurados aceptaron las paces propuesta por los conquistadores y
consiguieron arrastrar consigo a muchos de los alzados. La historia es testigo
del poco honor que los españoles hicieron a lo pactado, como es habitual en
ellos. Otros, los más indómitos, se dispersaron por las cumbres y montes
manteniendo viva la lucha contra el invasor. Con el transcurso del tiempo, unos
se fueron integrando en la nueva sociedad, otros, continuaron su lucha y su
vida en las zonas más inaccesibles de nuestra geografía, y si bien con el
tiempo las acciones de guerra se fueron aminorando, no es menos cierto que
estos alzados jamás se rindieron al invasor, por tanto, podemos afirmar que aún
continuamos en guerra con la potencia invasora, en una especie de tregua
indefinida no declarada.
El colonialismo es taimado, astuto y previsor, por
ello sus planes de dominio están concebidos a medio y largo plazo creando
mecanismos sociales capaces de idiotizar a los individuos y a los pueblos. El
sistema mantiene algún recuerdo de los menceyes que consideran vencidos o
sometidos, por ejemplo: en la
Plaza de la
Villa de Candelaria las estatuas erigidas representan a los
nueve menceyes que según las crónicas de los invasores supuestamente firmaron
el pacto de Los Realejos (exceptuando a Benchomo) pero han ignorado o
ninguneado deliberadamente a aquellos héroes que no se sometieron como
Chimenchia-Tinguaro; Bentor; Sebenzui y el gran Ichazagua.
Agosto de 2009.
Imagen tomada de: gianna_inca.blogspot.com
Bibliografía consultada:
Elías Serra Rafols
Acuerdo del Cabildo de Tenerife
Vol. I, 14397-1507. (Segunda edición)
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Instituto de Estudios Canarios
ISBN. 84-88919-08-5
La
Laguna-Tenerife 1949. (Segunda edición, 1996)
Eduardo Pedro García Rodríguez
Reconstitución del Menceyato de Adeje
Historia del Pueblo Guanche
Juan Bethencourt Alfonso
Edición y anotaciones de:
Manuel A. Fariña González
Tomo III.
Francisco Lemus, Editor. La Laguna-Tenerife,
1997.
Nelson Díaz Frías
La Historia de Vilaflor de
Chasna
ISBN 84-7926-408-X
Santa Cruz de Tenerife 2002.
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