martes, 19 de junio de 2012

ICHASAGUA EL ÚLTIMO MENCEY DE CANARIAS


ICHASAGUA
EL ÚLTIMO MENCEY DE CANARIAS
 
Chaurero n Eguerew
 



En el devenir del tiempo transcurren hechos y acontecimientos importantes en todos los aspectos, tanto de guerras  como culturales o sociales etc., que forman parte de la Historia de una nación. Cada uno de estos sucesos tiene protagonistas que se han destacado por su actuación y aporte en las diversas áreas, y han logrado jugar un papel fundamental en el devenir de un país. La vida y obra de importantes personajes históricos de Canarias, que por  su desempeño y acciones, lograron ocupar un lugar importante dentro de la Historia nacional, son  ignorados, silenciados, ninguneados o tegirversados por el sistema educativo imperante en esta colonia.
La Nación Canaria es quizás la más pródiga del continente africano en proporcionar a la humanidad individuos sobresalientes que han destacado en todos los campos de la actividad humana, desde los tiempos precoloniales hasta los actuales en que aún continuamos bajo el yugo español. Estos personajes matrios sistemáticamente han sido ocultados o ignorados por el sistema cultural  colonial y cuando esto no les ha sido posible, simplemente los han absorbidos y los han “españolizado”, pues es bien sabido que a ningún pueblo sometido se le debe permitir el poder ensalzar a sus héroes y mártires, pues aumentaría la autoestima del pueblo y sus señas de identidad, poniendo en peligro al sistema opresor y expoliador colonial.
Por el contrario, los estamentos coloniales exaltan hasta la saciedad determinados personajes reales o de ficción con los cuales pretender inculcarnos los valores asumidos como representativos de la cultura invasora, aunque muchos de esos personajes hayan sido reos de horrendos crímenes de lesa humanidad. Así tenemos que nefastos seres como el castellano Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”, vulgar mercenario salteador de caminos y asolador de ciudades -mezcla de fantasía popular y realidad-, para convertirse en arquetipo de virtudes caballerescas. O los manidos Reyes Católicos, los cuales, guiados de una infinita ambición, fueron responsables directos del exterminio de millones de seres humanos y de cientos de florecientes culturas, o un tal Francisco Franco Bahamonde, muy católico él, bajo cuyas directrices el caciquismo local y un buen número del clero católico desencadenaron una de las mayores persecuciones y masacres de los tiempos modernos contra el pueblo canario, y cuyos herederos ideológicos continúan mangoneado a su antojo y de manera impune esta colonia. Estos y otros personajes similares nos son presentados por el colonialismo como arquetipos del espíritu nacionalcatolicoimperial español. Pero lo más grave de esta situación es que muchos canarios, engañados por los “piquitos de oro” voceros dependientes, tanto en lo cultural como en lo político, hemos asumido como propias esta prédica de nuestros verdugos haciendo causa común con ellos contra nuestros hermanos y, claro, así nos va.
Los tabernáculos que han hecho los pueblos como el canario para venerar a los espíritus de los ancestros, o a quienes los guiaron en situaciones difíciles, no son un capricho. Sus proezas son tan grandes que, así como causaron la admiración de sus épocas, son capaces de hacernos mejores y hasta parecidos a ellos. Casi parecidos, desde luego, pero jamás iguales. Así tenemos como espejos donde mirarnos a nuestros héroes nacionales precoloniales, Bentejuí; Doramas; Atanausú; Guadarfía; Benchomo; Chimenchia-Tinguaro; Bentor o Ichasagua. De este ultimo Mencey electo del Menceyato de Adeje, nos vamos a ocupar en este modesto trabajo.
Debilitados los Tabores guanches, más que por el esfuerzo de las batallas, por la epidemia conocida como “Modorra” -epidemia que curiosamente sólo afectó a los bandos de guerra quedando libre de ella los bandos de paces-, y que, a decir de algunos autores, fue provocada por el envenenamiento de las fuentes de agua, táctica que ya habían empleado con éxito los mercenarios castellanos en la guerra de Granada, siendo el antecedente de las actuales guerras químicas.
Estando, como digo, los ejércitos invasores y guanches acampados en el Valle de Taoro en el lugar de Tigaiga, actualmente conocido como Los Realejo, y sin ánimos de enfrentarse los castellanos por el temor que les inspiraban los guanches y estos por estar enfermos la mayoría de la dicha modorra, el 25 de julio de 1496 ambos bandos deciden formalizar un Tratado de paz, Tratado que no fue asumido por un grupo de notables guanches secundados por un importante número de katuten de los menceyatos de Taoro, Icod, Tegueste y Tacoronte, los cuales increparon agriamente tratando de traidores a los menceyes y notables firmantes de aquel ignominioso pacto que, por otra parte, los españoles jamás respetaron. El último Mencey de Taoro, Bentor, conociendo la perfidia de los invasores, gentes sin palabra ni honor, prefirió el suicidio ritual antes que entregar la matria a los invasores.
Los Tabores resistente se replegaron a las sierras y montes  donde la orografía del terreno no hacía fácil la persecución de los castellanos ni aún con el apoyo de los isleños de los bandos de paces, estos defensores a ultranza de la matria fueron calificados por los invasores como alzados, así durante años mantuvieron una guerra de guerrillas que tenían en permanente inquietud e inseguridad a los colonos que no podían dar por totalmente sometida a la isla, los cuales en diversas ocasiones temieron ser expulsados, aspecto este que dejaron recogido en las actas del Cabildo colonial.
      Así las cosas, en el año 1502 los alzados deciden reconstruir el Menceyato de Adeje, Menceyato que en época precolonial, bajo la añepa de Betzenuriga, había ostentado el gobierno universal de la isla. Así, reunido el Gran Tagoror Nacional, proclaman Mencey de la isla al noble y valiente adejero Ichazagua, quien, siendo conocedor de las tácticas militares de los invasores, los hostigaba continuamente, atacando los asentamientos europeos, asaltando los hatos de ganados, recuperando así parte de lo que habían sido despojados por los conquistadores. Éstos no podían organizar campañas militares contra los denominados alzados por carecer de efectivos suficientes, ya que las tropas mercenarias tuvieron que ser licenciadas ante la imposibilidad de Alonso Fernández de Lugo y sus financiadores de la invasión y conquista para continuar sosteniendo la nómina del ejército de mercenarios. Los pocos soldados que decidieron quedarse en la tierra como colonos, más las tropas de indígenas auxiliares de las otras islas, eran insuficientes para mantener la seguridad de los recién implantados poblados europeos.
      Además, Lugo, en su insaciable sed de rapiña, estaba inmerso en la dirección de una armada para la captura de esclavos y saqueo de las costas del continente.
      La proclamación del Mencey Ichasagua, conmovió los inseguros cimientos de la recién implantada sociedad colonial europea. Comprendiendo los invasores todo el alcance político que tenía un hecho de esta naturaleza, en un país que no estaba totalmente pacificado, ordenan la invasión del menceyato de Adeje, por dos puntos distintos. Un grupo de tropas españolas apoyadas por guerreros isleños, especialmente canarii y guanches de paces, superando las cumbres desembocaba por Chasna. Este ejército iba comandado por Guillén Castellano, lanzaroteño, Jerónimo Valdés, Sancho de Vargas, Andrés Suárez Gallinato y Francisco Espinosa. Simultáneamente, desembarcaba por la playa de Los Cristianos el mercenario flamenco mal llamado borgoñón, Jorge Grimón, al frente de 50 espingarderos y ballesteros, portando además socorros alimenticios para las tropas que habían penetrado por las cumbres.
Según la tamusni estas fuerzas se pusieron en contacto y recorrieron el territorio sin poder librar una verdadera batalla, ya que el Mencey Ichasagua, conociendo las tácticas de combate de los españoles, ordenó a sus Tabores que se desplegaran por todas partes; pero en cuanto el ejército invasor se fraccionaba en columnas los alzados se concentraban y arremetían contra ellos, trabando encarnizados combates, de los cuales salieron siempre victoriosos los guanches, gracias a la nueva estrategia empleada por Ichasagua y porque ya eran muchos los katuten que tenían armas europeas, arrebatadas a las tropas españolas durante los encuentros mantenidos con éstas y especialmente en la gran batalla de Acentejo. Estas escaramuzas se mantuvieron varios meses sin resultados positivos para los invasores. Las pérdidas y el desgaste que estaba sufriendo el ejército español por los nuevos métodos de guerrilla empleados por Ichasagua, obligaron a los invasores a cambiar de táctica, empleando las argucias políticas y el engaño que tan buenos resultados le habían dado en campañas anteriores. Así decidieron replegar las fuerzas dejando a algunos isleños comprometidos con su causa, los cuales  tenían por misión sembrar la discordia entre los Tabores de los alzados.
El 25 de noviembre de 1502, el Cabildo colonial se reúne en el incipiente templo católico de La Concepción en Eguerew, y trata, entre otras cuestiones, de la formación de una cuadrilla de guancheros para parlamentar con a los alzados ofreciéndoles las sibilinas condiciones pactadas en Los Realejos, la embajada estaría dirigida por los Tacoronte.
Por esas fechas estaba preso en la cárcel de la villa don Diego de Adeje, (Pelinor) el cual estaba encarcelado por orden del Alonso de Lugo, posiblemente por negarse a acompañarle a las razzias en el continente, y acusado por este de acoger y ayudar a los alzados. Los Tacoronte, aprovecharon la oportunidad para conseguir diplomáticamente la libertad del ex Mencey, el cual posteriormente tuvo una participación decisiva en la digresión de los alzados en el reino de Adeje. Veamos como se discurrió dicha sesión del Cabildo colonial, la cual transcribimos íntegramente para una mejor compresión del lector:
 
“En este dicho día, en la yglesia de la Concebcisyón de la villa de San Cris tóval, entraron en Cabildo los onrados señores Pero Mexía, alcalde mayor de la ysla, y los regidores Fernando de Trosyllo e Cristóval d'Espyno e Gerónimo de Valdés e Mateo Vyña e Guillen Castellano e el jurado Francisco de Albornoz, e fezieron e ordenaron lo syguiente:
          Habla sobre los guanches.
E luego platicaron en Cabildo sobre poner remedio cómo se tomasen los alçados guanches que andaban robando la ysla.
          Requerimiento  de guanches.
E luego paresció ende presente Ximón e Fernando Tacoronte e Gaspar e Francisco de Tacoronte, guanches, por lengua de Guillen.
   
E hezieron un requerimiento al dicho señor alcalde mayor Pero Mexía que estava presente, que por quanto el señor Governador Alonso de Lugo e por la señora Bovadilla e regidores les ha sydo mandado que tomen los guanches alçados ladrones, que ellos están prestos de lo hazer e cunplir e trabajar en ello con todo su poder, con tal que les sean dados los mantenimientos y espensas nescesarias y las otras cosas; e que por quanto al presente el señor alcalde tyene preso a un guanche que se dize don Pedro (por don Diego) de Adexe, el qual sabe la tierra del reyno de Adexe do andan los alçados, que por tanto se lo mandase dar e que ellos se obligavan e obligaron con sus personas e bienes muebles e rayzes para se lo dar cada que se lo pediese e demandare, so pena sus personas a merced del rey e los bienes perdidos.
Respuesta del alcalde.
E luego el dicho señor alcalde dixo que lo requerido por los dichos guan­ches le paresce bien, pues que le dan fiador de la faz que les da el dicho guanche; que pedía a los señores regidores le digan su parescer.
Parescer de los regidores.
E luego todos los dichos regidores dixeron que su voto e parescer es que al dicho guanche que asy está preso se lo de el dicho alcalde a los dichos guanches para sacar los dichos alçados, pues que es servycio de Dios e bien e pro de la ysla; con tanto quel dicho alcalde resciba fiança bastante de la haz del dicho guanche.
Respuesta del alcalde.
E luego el dicho alcalde respondió al voto e parescer de los dichos regidores, en que dixo que en presencia de todos, que la señora Bovadilla le en­comendó la vara de justicia, con acuerdo de todos ellos, para que él feziese justicia a servicio  de Dios e de sus Altezas, y que el dicho guanche él le tenía preso por ciertas querellas que del dieron, de las quales el dicho alcalde ha quesydo saber la verdad y no ha hallado por do pueda proceder contra él por ningund rigor de justicia, e que el dicho guanche está preso y que él no lo ha soltado fasta más se ynformar, y que pues al parescer de tos los se­ñores regidores e suyo es que el dicho guanche puede aprovechar para ayudar a tomar los alçados que andan robando la tierra e vecinos della, e que le plaze dar en fiado a todos los quatro guanches que hezieron la dicha obligación, para que cada e quando se lo pediere el alcalde o otro juez lo pornán en la cárcel segund que se obligaron.”
A partir de este acuerdo entran en esena la cuadrilla de guancheros formada en La Laguna por don Pedro de Tacoronte, sus hermanos y parientes y el príncipe Izora, éstos mantienen contactos secretos con determinados Sigoñes de los tabores de Ichasagua, transmitiendo una serie de promesas de parte de los conquistadores, las cuales, por otra parte y como era habitual en ellos, jamás cumplirían. Por fin, don Pedro de Tacoronte en compañía de otros notables consigue reunir en Tagoror a algunos de los sigoñes alzados en un lugar de Abona que posteriormente se conocería como Los Parlamentos.
Llevaban los comisionados instrucciones de los invasores para negociar la paz bajo las mismas condiciones del tratado de Los Realejos, con olvido de todo lo pasado; proposiciones que acabaron por aceptar algunos de los alzados, siempre que el Mencey Ichasagua entrara en el concierto.
Aceptado el principio de acuerdo, la asamblea se dirigió hacía el píe del actual pueblo de Arona, al lugar denominado El Llano del Rey, el cual hasta fines del siglo XVIII en los documentos oficiales se cita como El Llano del Rey Ichasagua. Cuando llegó la comitiva a presencia del Mencey encontraron a éste en píe rodeado de algunos de sus consejeros, mirando al numeroso grupo que se le aproximaba, al frente del cual venía el infante Izora, cuando éste llegó a su presencia y después de dirigirle un saludo le dio a conocer su misión y las proposiciones de paz. El Mencey Ichasagua, sin corresponder al saludo de Izora, sin pronunciar una sola palabra, recorrió con la mirada los rostros de todos los circunstantes como tratando de adivinarles el pensamiento, tiró de pronto de un puñal que llevaba al cinto y se lo hundió en el pecho. Así, cumpliendo con la tradición de sus ancestros, mediante el suicidio ritual murió el penúltimo Mencey Guanche, sin siquiera molestarse en dar repuesta a las propuestas que los verdugos de la matria le trasmitía a través de unos renegados.
Tras el fallecimiento del Mencey Ichasagua, algunos de los conjurados aceptaron las paces propuesta por los conquistadores y consiguieron arrastrar consigo a muchos de los alzados. La historia es testigo del poco honor que los españoles hicieron a lo pactado, como es habitual en ellos. Otros, los más indómitos, se dispersaron por las cumbres y montes manteniendo viva la lucha contra el invasor. Con el transcurso del tiempo, unos se fueron integrando en la nueva sociedad, otros, continuaron su lucha y su vida en las zonas más inaccesibles de nuestra geografía, y si bien con el tiempo las acciones de guerra se fueron aminorando, no es menos cierto que estos alzados jamás se rindieron al invasor, por tanto, podemos afirmar que aún continuamos en guerra con la potencia invasora, en una especie de tregua indefinida no declarada.
El colonialismo es taimado, astuto y previsor, por ello sus planes de dominio están concebidos a medio y largo plazo creando mecanismos sociales capaces de idiotizar a los individuos y a los pueblos. El sistema mantiene algún recuerdo de los menceyes que consideran vencidos o sometidos, por ejemplo: en la Plaza de la Villa de Candelaria las estatuas erigidas representan a los nueve menceyes que según las crónicas de los invasores supuestamente firmaron el pacto de Los Realejos (exceptuando a Benchomo) pero han ignorado o ninguneado deliberadamente a aquellos héroes que no se sometieron como  Chimenchia-Tinguaro; Bentor; Sebenzui y el gran Ichazagua.
Agosto de 2009.
Imagen tomada de: gianna_inca.blogspot.com
Bibliografía consultada:
Elías Serra Rafols
Acuerdo del Cabildo de Tenerife
Vol. I,  14397-1507. (Segunda edición)
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Instituto de Estudios Canarios
ISBN. 84-88919-08-5
La Laguna-Tenerife 1949. (Segunda edición, 1996)
Eduardo Pedro García Rodríguez
Reconstitución del Menceyato de Adeje
Historia del Pueblo Guanche
Juan Bethencourt Alfonso
Edición y anotaciones de: Manuel A. Fariña González
Tomo III. 
Francisco Lemus, Editor. La Laguna-Tenerife, 1997.
 
Nelson Díaz Frías
La Historia de Vilaflor de Chasna
ISBN 84-7926-408-X
Santa Cruz de Tenerife 2002.

 

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