miércoles, 13 de mayo de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-XXIX



LEYENDAS GUANCHES

La fuente de La Guancha

Con su tamarco de pieles por los viejos trillos baja la moza más sugestiva de la rústica comarca.

Un gánigo a la cabeza, y en el pecho vivas llamas del amor que transfigura, con sus heridas el alma.

Piensa en los rubios sigoñes que enaltecieron su raza, defendiendo con orgullo la libertad de Nivaria. Un aire tierno recorre cumbres de coronas blancas, y en el perfil del Oriente se desnuda la mañana.

Ásperos gritos de alerta cunden por las lomas pardas.

Las aves, entre los bosques, acaso de miedo callan acariciando a sus hijos con el temblor de sus alas.

La moza es bella como una virgen de los cuentos de hadas.

En sus pupilas hay nimbos de candor, júbilo y gracia.

Va a la fuente, precavida, cuando el ciclo azul del alba, con celajes de oro y múrice, a los pastores encanta.
¿Quien descubre los secretos de la mujer cuando ama?

Recoge el precioso líquido, con íntima desconfianza, y a recorrer el sendero, nuevamente, se prepara temerosa de que intenten, por la fuerza, esclavizarla los astutos extranjeros que han invadido su patria.

Están las isleñas, cúspides ceñidas de sombra larga, y cruzan ríos de sombra por las ariscas Cañadas.

El Capitán don Gonzalo de Alcaraz, que se consagra con empeño a la conquista de la tierra inexplorada, en el borde de la fuente, con sus soldados descansa.
Cuando ve la gentil moza, prende en sus ojeras pálidas con emoción infinita el fulgor de una mirada.

Intenta, con mil promesas, entre sus brazos, besarla, y ella, con audaz impulso, se desliza entre las zarzas, y, desde el límite opuesto, grita en la indígena fabla: Quien burla las guanches leyes siendo, como son, sagradas, más que la vida, merece morir por no respetarlas. -Un capitán -le responde-que, al verte, el mundo trocara de sus glorias por tus besos que son cual filtros de gracia.

Mitiga mi sed de amores dándome a beber del agua que en tu gánigo conservas. No me niegues la esperanza de unir mi suerte a la tuya con ilusión y confianza. -Siga, viajero, su rumbo. ¿Quien, si con fervor, exalta la tierra de sus amores, así puede mancillarla? -El capitán, orgulloso, contesta con ira: ¡basta!

Habrás de darme el cariño que me niegan tus palabras. ¿Que corazón no se rinde ante el filo de una espada? -Para lograr vuestro intento tendréis que usar otras armas, porque retumba en mi espíritu la vibración de dos alas...

Nunca haréis conmigo todo lo que con otras infantas, cuando el caracol de guerra por los valles resonaba para unir a los sigoñes contra las naves corsarias que, en las isleñas bahías, hundieron sus hoscas anclas. ...Y huyó la guancha gentil por la vega solitaria

Inútilmente la busca el capitán, ¿Cómo hallarla, si antes prefirió la muerte en una fuga cercana, que, en extrajeras coyundas vivir, siendo libre, esclava?

Cuando las aves sonríen bajo el dosel de las ramas, y en los iris de sus plumas pone el sol orlas de plata, que disipan infortunios y hacen la vida más santa, de aquella infeliz mujer se oyen las voces honradas, como un himno de ternuras en las riberas del agua.
Félix Duarte.

Revista Akli, mayo de 1993.
(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)


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