viernes, 9 de enero de 2015

EL MENCEYATO DE TEGUESTE


APUNTES PARA SU HISTORIA

CAPITULO V



Eduardo Pedro García Rodríguez

La explotación de la tierra en Valle de Guerra
Las tierras del Menceyato de Tegueste, así como en sus Achimenceyatos  especialmente el del actual Valle de Guerra fueron destinadas preferentemente al cultivo de cereales, viñedos árboles frutales y hortalizas tal como quedó recogido en la datas de repartimiento, no permitiéndose el cultivo de la caña de azúcar, posiblemente por la carencia de grandes corrientes de agua. También tuvo especial incidencia, la cría de ganados.
A principios del siglo XVI, una ves que los invasores dan por sometida la isla comienza a implantarse en la colonia el naciente capitalismo europeo, siendo que para la época las clases sociales que preponderaban eran los señores feudales, los pisatarios y los esclavos tanto guanches como los moriscos traídos del continente.
Los colonos implantaron el modelo económico, político, social y  religioso de la metrópoli. Políticamente en esta época el gobierno estaba representado en la figura del  Monarca y el Papa. En cuanto a lo religioso todo giraba en torno a un Dios monoteísta, el cual colocaban como centro del universo.
Desde el punto de vista cultural en la época no hubo adelanto científico significativo pues los alquimistas eran castigados a través de la inquisición, por eso se califica como la época obscurantista, pues la investigación científica se realizaba de manera clandestina, a espaldas del Estado y del Clero.
Desde los inicios de la colonización La economía de Valle de Guerra ha estado y está fundamentada principalmente en la agricultura, en principio existía una agricultura pobre, de subsistencia, desarrollada en las zonas de medianías y cumbres principalmente, configurando un paisaje característico de huertas de secano que subían por las laderas hasta cotas bastante elevadas.
En esta época se extiende el cultivo de la papa, un tubérculo muy habitual en la dieta canaria y que fue traído desde Perú en el siglo XVI. En los tiempos difíciles para la población de pocos recursos, la papa salvó de la hambruna a muchos isleños.
En los siglos XVI y XVII el vino se consideraba un elemento indispensable en la alimentación. Para los españoles y portugueses que llegaban a la colonia el vino era imprescindible, de modo que lo llevaban en sus expediciones, a pesar del riesgo de que un viaje largo y unas condiciones adversas estropearan el preciado contenido de los centenares de barricas que tapizaban las bodegas de las naves. Era, por tanto, una necesidad vital traer el cultivo de la vid a las nuevas tierras colonizadas, asegurando así una provisión de vino para sus usos sociales y, más importante, religiosos. No era extraño ver desembarcar frailes acompañados de sarmientos que, al llegar a su destino, plantaban en las huertas de los conventos que fundaban y desde los cuales imponían religión y costumbres. La vid vinífera, cuyo fruto era indispensable en la consagración, halló en Tenerife un territorio nuevo, de enorme riqueza climática en el que ya vivía una especie de Viti Vinifera en los Menceyato de Tegueste  e  Icod en estado silvestre.

La existencia de la viti vinifera en la isla Chinech (Tenerife) se remonta a la época precolonial está documentada arqueológicamente según recoge la Doctora Mari C. del Arco Aguilar, en una excavaciones llevadas a cabo en unas cuevas de habitat guanche en Icod  de los Vinos, Cueva de don Gaspar,  y en otras de igual uso en el Menceyato de Tegueste, la Cueva de los Cabezazos.
En este aspecto, es sumamente interesante un trabajo de la profesora y arqueóloga María del Carmen del Arco Aguilar y su equipo relativo al hábitat guanche en el Menceyato de Icod de los Vinos en Tenerife. De dicho trabajo reproducimos algunos párrafos que consideramos de interés para el tema en cuestión, al tiempo que queda desmontada una de las tantas falacias históricas como es la de que las higueras en Canarias fueron introducidas por lo mallorquines: “Además, nuestros estudios paleocarpológicos han venido a señalarnos que en Don Gaspar se cultiva Vitis vinifera desde comienzos de la Era. Esta es una aportación fundamental, pues se trata de un cultivo para el que toda la historiografía señala su introducción tras la invasión y conquista.
Aunque los restos identificados son es­casos, no se trata de un hallazgo aislado pues determinamos varias unidades en distintos niveles pertenecientes todos ellos a la secuencia de ocupación guanche. Indudablemente desde nuestra perspectiva estamos ante el mismo planteamiento que el expresado más arriba sobre el stock fundacional, el tipo de simientes y productos agrícolas con los que se planifica la colonización de la isla, y éste es un cultivo plenamente introducido en el Occidente Mediterráneo y N de África para las fechas del primer milenio a.C. que barajamos.”
En ese mismo sentido no debemos olvidar que otro de los cultivos, en el campo de la arboricultura, siempre relegado a su introducción postconquista o en manos de los navegantes mediterráneos del S. XIII-XIV (mallorquines) fue la higuera y que en la Cueva de Las Palomas los estudios antracológicos han permi­tido identificar carbón de Ficus carica desde el S. III a. C, hallazgo del que hoy podemos presentar su confirmación por similares determinaciones en la Cueva de Los Cabezazos (Tegueste).
Nosotros hemos dicho siempre: lógico, es otro de los cultivos mediterráneos bien implantados. Por lo tanto, debe estar en el paquete fundacional y, en ese sentido, nuestra hipótesis es que, con probabilidad, el espectro de cultivos se ampliará. Así, en el campo de la arboricultura, no nos resultaría nada extraño la determinación del olivo, el granado o de la palmera dactilífera.” (María del C. del Arco et al. 2000:193-4).
Teniendo en cuenta que los menceyato de Tacoronte y Tegueste son limítrofes, es muy probable que en Tacoronte por esas mismas fechas también se cultivase la viña. El vino era vital  a los frailes  para desarrollar con pleno potencial su papel en la nueva sociedad colonial.
Ciertamente, los frailes comprobaron pronto que con la buena calidad del suelo y el excelente clima de esta región las viñas prosperaban de forma más que satisfactoria.

Animados por sus éxitos, los frailes experimentaron con la cepa silvestre tinerfeña y consiguieron crear vides híbridas que producían buen vino.
El vino del Menceyato de Tegueste, adquirió gran fama en los mercados europeos y americanos, creando un auge económico hasta el siglo XVIII, cuando una nueva crisis, redujo la importancia de la viña a cifras testimoniales y provocó importantes dificultades económicas a la isla.
Los cereales estaban presentes en el trigo, la cebada y en menor medida el centeno, también ocupaba un espacio importante el cultivo de las habas de las cuales había una variedad autóctona, posteriormente se introdujo el cultivo del millo.

La medianería

José Manuel Rodríguez Acevedo en un documentado estudio expone: “La interpretación dominante en la actual historiografía canaria sobre la transición del feudalismo al capitalismo enfatiza la trascendencia de un proceso de proletarización campesina que experimenta una considerable aceleración desde mediados del siglo XIX, dando lugar a la generalización de relaciones de producción capitalistas en la agricultura insular. La definitiva transformación capitalista del campo canario se produciría, así, a partir de este momento, con la conversión de los antiguos campesinos en un auténtico proletariado agrario, al tiempo que, paralelamente, la antigua terratenencia feudal se convertía en una auténtica burguesía agraria. De este modo, la contradicción principal en el ámbito rural habría pasado de oponer terratenientes a campesinos a oponer burguesía a proletariado agrario.

La Medianería, cuyo origen e implantación se explica en épocas en que la vida era aquí poco menos que patriarcal, consiste en un contrato verbal sin más garantía que la buena fé, y por el cual el propietario entrega al colono, para su explotación, tierras, ganados, algún capital y el 50 por ciento de las utilidades, a cambio del trabajo manual y algunos elementos como la mitad de las semillas y abonos aportados por este último”.

Efectivamente, la medianería fue la principal forma –junto a la enfiteusis– mediante la cual los grandes propietarios criollos tinerfeños explotaban sus tierras en la época feudal, durante los siglos XVI-XVIII, cuando la vida era aquí poco menos que patriarcal. Se trataba de una evolución de la clásica renta en especie o renta en producto, que, a su vez, no era más que una evolución histórica –aún precapitalista– de las rentas en trabajo, de la antigua prestación personal a través de la cual los señores feudales se apropiaban del trabajo sobrante de los campesinos. Durante los siglos XIX y XX esta forma precapitalista de obtención de la renta de la tierra continuaría existiendo, sin demasiadas modificaciones, en muchas fincas de la isla, tanto en las áreas de medianías como en la franja costera. La  naturaleza feudal de este tipo de relación de producción no había cambiado esencialmente. Prueba de ello son las significativas connotaciones semiserviles que acompañaban a una forma de explotación de la tierra que, para ciertos autores contemporáneos, no pasaba de ser una óptima estrategia capitalista de los grandes propietarios. Para que estos autores pudieran presentar esta visión “dulcificada” de la aparcería ha sido necesario, entre otras cosas, analizar los siglos XIX y XX aislados respecto de la etapa precedente. Si, por el contrario, los ponemos en relación con los siglos anteriores observamos, sin ningún género de dudas, que la vieja medianería del XVI-XVIII es la misma vieja medianería que pervivía aún en los siglos XIX y XX; la vieja aparcería del Antiguo Régimen era la misma vieja aparcería de la Edad Contemporánea.

La puesta en práctica de la Reforma Agraria Liberal, con todas las importantes repercusiones que había tenido en cuanto al sistema de propiedad, no había supuesto una radical transformación de las viejas relaciones de producción agrarias. Los campesinos pobres de, por ejemplo, Adeje o Vilaflor, estaban sujetos, en el siglo XVIII, a la opresión feudal que ejercían los terratenientes de las familias Ponte (Señores de Adeje) o Chirino (Marqueses de la Fuente de Las Palmas). La forma en la que estos señores feudales extraían el plusproducto generado por sus campesinos era la enfiteusis y la medianería.

Para los campesinos de Adeje y Vilaflor la Reforma Agraria liberal fue –recordando a Costa– lo mismo que la Emancipación para los de Quito: «último día del despotismo, y primer día de... lo mismo». Tanto en los siglos XVI-XVIII como en los siglos XIX y XX, las tierras de los terratenientes no se cultivaban con los aperos del terrateniente ni por medio de obreros asalariados, sino con los aperos del campesino esclavizado por el terrateniente más próximo. Y para el campesino pobre de la Isla esta esclavitud es impuesta, porque el terrateniente se apoderó de las mejores tierras y lo ubicó en los «arenales», arrinconándolo en una mísera parcela. Los terratenientes se apoderaron de tanta tierra que a los campesinos no les quedó lugar, no digamos ya para cultivarla como hacienda, sino ni siquiera un sitio «donde soltar las gallinas». El acompañante inevitable de la medianería –igual en el XVIII que en el XX– sería el atraso y embrutecimiento del agricultor.” (José Manuel Rodríguez Acevedo)
Contrato tipo a medianeros
Hacienda de Juan primo de la Guerra en Valle de Guerra
Condiciones bajo las cuales entran a hacer la viña los nuevos me­dianeros:

     1. Será de su cargo el velar y guardar la hacienda que le señalare, así la viña como las tierras de sembrar, los árboles y el monte, tener limpias las abiertas, listos los tomaderos y mantener las paredes que están en ser y será responsable a cualquier daño o atraso que le sobrevenga a la hacien­da por su descuido.

2. Serán de cuenta del medianero los costos de todos los cultivos y fábricas anuales, percibiendo por ello la mitad de los frutos de la tierra que hiciere.

3. El amo dispondrá de la mitad de los frutos que le corresponden al tiempo y del modo que le acomode, separando las uvas según tuviere a bien o haciéndola vendimiar cuando le parezca; entendiéndose por frutos todos los aprovechamientos y producciones útiles de la hacienda, como la hoja del millo, paja y demás.

4. El medianero se obliga a llevar la mitad de dichos frutos (a excep­ción del mosto) a cualquier parte de la isla en que se hallase el amo, co­rriendo asimismo por su cuenta la venta de la fruta a que le mandare dar este destino, trayéndole de ello razón puntual, acabada que sea la venta.

5. Los medianeros, sus mozos y las bestias que tuvieren, estarán sin ex­cusa a la disposición del amo a la hora en que a éste se le ofrezca, pagán­dole su trabajo cuando éste no sea en la conducción de los frutos, según queda dicho, o en los beneficios que se ofreciere hacerles.

6. Será del cargo del medianero el cuidado y beneficio del mosto hasta que salga de la bodega, entendiéndose en esto la trasiega del vino, quema de las madres y lavado de pipas, a excepción de la composición de éstas y de los lagares que son por cuenta del amo.

7. Corresponde a la determinación del amo lo que se haya de plantar o sembrar en las tierras, por lo que el medianero le dará parte cuando llegue a la sazón de hacer la sementera.

8. El amo separará, siempre que le acomode, la tierra que le parezca para sembrarla por su cuenta.
9. Siempre que el amo ponga la semilla así de trigo y millo como de papas y demás por no tenerla el medianero, la sacará al tiempo de la co­secha con la mitad del producto, separándose primero el diezmo de todo lo que produjere la tierra, entendiendo que cuando el medianero ponga la semilla, él la habrá de sacar en los mismos términos.

10. En el plantío de parras el medianero pagará los peones que se man­tengan con una fanega del trigo que dé para este fin el amo, trayéndole de ello cuenta puntual.

11. En la hacienda no se herrarán animales, sino de medias con el amo, y éste pondrá todos los años los que le parezcan a dicho partido, con el medianero.

Siempre que por faltar a algunas de las condiciones referidas o por otra causa determinase el amo despedir al medianero, éste habrá de salir de la hacienda sin detención alguna, satisfecho que sea de los costos que tuviera empleados para la cosecha próxima.

La Cochinilla:El impuesto de sangre

El comercio con las otras colonias españolas en América durante los siglos XVII y XVIII estaba condicionado por numerosas restricciones por parte de la metrópoli que se implantaban a las mercancías. La más llamativa era el impuesto de sangre, establecido en 1678 y que consistía en limitar la licencia para comerciar con América con la salida obligatoria de determinado número de familias canarias, –se exigían 5 familias por cada 100 Tm embarcadas-. De hecho Uruguay fue fundado por un contingente de estas familias. También descendientes de aquellas familias de emigración forzada son gran parte de la población que vive hoy en Louissiana o Texas.
A partir del siglo xviii comienza a descender la exportación de vinos debido a diferentes causas.
Con el desrumbe del mercado británico para los vinos canarios y las cortapisas puestas por la metrópoli para el comercio con las colonias que les restaba en América, las islas, Tenerife y el antiguo menceyato de Tegueste volvieron a revivir una época de miseria y hambrunas, lo que indujo a las autoridades coloniales a tratar de paliar la situación buscado cultivos de exportación alternativos.
Durante algunas décadas del siglo XIX, el cultivo dominante pasó a ser la cochinilla, un parásito de las tuneras o nopales que se usaba como tinte textil y que entró en apuros a finales de ese mismo siglo, debido a la invención de las anilinas, un tinte sintético.
“En Valle de Guerra como en el resto de la isla de Tenerife la cochinilla fue el cultivo de recambio en la etapa 1860-1878. Llegó a alcanzar el 90 por ciento de las exportaciones, transformando sustancialmente la economía.
Los isleños eran extremadamente resistentes a la innovación agraria. Un visitante británico Charles Piazzi Smyth, en 1856,  manifestó que los pequeños agricultores destruyeron las primeras plantaciones por la noche y tacharon a su introductor de loco porque era una innovación no tolerada en una tierra que se resistía a romper con 300 años de historia del cultivo de la viña.

Pero el hundimiento del sector vitivinícola había originado que “apareciera el hambre cara a cara entre los isleños” y el gobierno apoyó decididamente la iniciativa de la cría de la cochinilla. Según Piazzi Smyth, para evitar un disturbio agrario algunos cactus con cochinilla se preservaron en partes aisladas de la isla.

Las dificultades por las que estaba pasando la agricultura a principios del siglo XIX se remontarían con la introducción de un nuevo producto de exportación: la cochinilla. El desarrollo de ese nuevo mercado “hizo a Canarias tan próspera que todas las otras actividades comerciales fueron o descuidadas o abandonadas”.

Mayores proporciones alcanzarían su expansión con el establecimiento del régimen portuario de las franquicias en 1852. De esta manera, la tunera o penca dejaría de ser una fuente de suministros de frutos de alimentación de las clases pobres para convertirse
en la cuna del insecto que más “riqueza” creó en tan poco tiempo.

En Canarias las tuneras (la Opuntia ficus-indica y la Opuntia tormentosa) abundaban de manera salvaje -sin necesidad de riego y en un suelo pobre- en los litorales y las costas hasta una altura de 700 metros.

Los frutos de la primera eran comestibles, los llamados higos de pico, tunos o chumbos. Ambas plantas eran aptas para la cría de la cochinilla.

Ante las nuevas perspectivas económicas que se divisaban con la posible explotación industrial de tales plantas, La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife gestiona la introducción de la cochinilla para ayudar a paliar la grave crisis que se estaba viviendo en las islas.

La introducción de la cochinilla en las islas se realizó en 1820 desde México vía Cádiz, donde habían llegado ocho nopales, o higueras tunas (Coccus cacti, cactus opuntii, etc.) con dirección a su Sociedad Económica de Amigos del País.11 Los más destacados introductores de la misma en la isla de Tenerife fueron el canónigo José Quintero Estévez, Juan Megliorini y Santiago de la Cruz.

Un cura en La Laguna (el canónigo José Quintero Estévez) fue el único que preservó y reprodujo el insecto, y consecuentemente cedió las plantas al jardín de Megliorini en Santa Cruz (Tenerife). De este jardín, un oficial militar, Santiago de la Cruz, transfirió la planta al Sur de Tenerife, y también a la isla de Fuerteventura del grupo de la Canaria.

A pesar de la crítica situación en que se encontraba el aparato productivo, en un principio Santiago de la Cruz, en su intento de propagar la cochinilla, encontró gran oposición entre los cosecheros isleños a su implantación y reproducción. En efecto, la mayor parte de los agricultores se opusieron al experimento y fueron muy incrédulos a que aquello fuera un éxito.

A partir de la década siguiente, la demanda de sus tintes fue tan sorprendente y la aclimatación del cactus para la producción del insecto permitía obtener tan buena rentabilidad después del primer año de la inversión, que progresivamente fueron sustituyéndose los viñedos por plantaciones de cactus, de tal manera que en el año 1846, un movimiento general, como si fuera un golpe eléctrico, ha puesto en acción a todos los propietarios y labradores, que hasta ahora habían permanecido como pacíficos espectadores, que ya no queda rincón alguno en las islas en donde no se ensaye el cultivo de la grana, escribiría Manuel Ossuna Saviñón en su ensayo “Anotaciones sobre el cultivo del nopal y cría de la cochinilla en las Canarias”, publicado en 1846.

De esa manera el prejuicio se superó y se encontró que el cactus de la cochinilla (nopalea coccinelliera; localmente, tunera) crece libremente en las islas; también que la baratura y abundancia de la mano de obra, así como las condiciones climáticas permitían que su producción fuese más abundantemente y de mejor calidad que en cualquier otro sitio.

No fue hasta 1845 cuando tomó rango de producto importante de exportación, es decir, cuando fue totalmente asumida como posible fuente de riqueza por los propietarios agrícolas. La consecuencia inmediata de esta fiebre inversionista fue el abandono de todas las ocupaciones ordinarias de la agricultura. Las tierras que anteriormente estaban incultas fueron a partir de entonces sorribadas y plantadas de tuneras y se procedió a la ocupación de nuevos espacios, para lo cual toda una serie de trabajos previos fueron necesarios para la explotación de los nopales.

La primera mención de una remesa exportada de Canarias data del año 1832 y no sobrepasa los 120 quintales; en 1844, asciende a 900. La cifra se cuadruplica seis años después siendo el total de los quintales exportados a Londres, 4.000.

A partir de 1860 la  producción canaria se acelera, pasando de 8. 000 quintales, a  principios de esa década, a más de 16. 000 hacia 1865 y rematar el “boom” productivo en 1870, con la cifra-punta de 60. 000 quintales; correspondiendo la mitad del total exportado a Gran Canaria y el  resto la otra mitad  a las demás islas.” (Nicolás González Lemus)
El negocio de la grana estaba vinculado a la consignación de buques y al carboneo, pues los barcos británicos que hacían escala en Santa Cruz, en su viaje de vuelta aprovechaban su estadía para cargarla. Los mejores años de producción fueron desde 1845 a 1866, pues solo en este último, se exportaron al mercado británico más de tres millones de libras. Los fletes de retorno a Europa constituyeron el elemento clave para entender el comercio de la cochinilla en este siglo. La política librecambista inglesa, propiciada a partir de 1846, liberó las exportaciones canarias de cargas y gravámenes arancelarios, así como el alentador efecto de las franquicias insulares, a partir de 1852, favorecieron la importación de abonos y un gran impulso productivo y comercial. Cuando en la Exposición Internacional de Londres (1862) se presentaron los avances de la Química en relación a los colorantes artificiales obtenidos a partir de la hulla (Magenta y Solferino) se aceleró el proceso de crisis en la exportación de la grana. (José Manuel Ledesma).
La agricultura en el valle en los siglos xix y xx

En el siglo xx se introducen en el valle los cultivos de platanera, flores y plantas ornamentales, papas y viñas, así como tomates y pepinos cultivados en invernaderos, mayormente, e incluso se hizo una prueba de cultivo del algodón y tabaco.
En estos productos estuvo basada en la agricultura en el valle hasta el último tercio del siglo XX, lo que marcó el paisaje costero, donde se daban las condiciones topográficas favorables para el desarrollo de una agricultura comercial pensada para la exportación de los productos. Esta era una agricultura con alta capitalización y basada en el regadío, que preparaba los terrenos mediante su roturación, rellenado con tierras importadas de otros lugares de la isla, construía muros y paredes de elevado coste y desarrollaba las infraestructuras necesarias como canales, estanques, redes de riego o caminos.
Esta diferencia entre las costas (agricultura de exportación) y las medianías (policultivo de autoconsumo) se mantiene hasta hoy, siendo complementarias, ya que la de exportación produce rendimientos altos para sus propietarios y la agricultura de subsistencia garantiza los alimentos para la isla. En el caso de esa última, ya no ocupa las extensiones de épocas anteriores ni mantiene la gran diversidad de cultivos que demandaba un mercado desabastecido.
El tipo de cultivos que se ha mantenido: plátano, viña, tomate, papa, para exportar y cereales, frutales, papas, hortalizas, para autoconsumo. El desplazamiento de mano de obra hacia el sector terciario ha generado nuevas formas de explotación: a tiempo parcial en la agricultura de medianías por personas que tienen un empleo en otro sector o están jubiladas, y las nuevas cooperativas agrarias, y existe un nuevo auge del vino, con caldos de calidad, prestigio social y renombre culinario.
En los últimos años, el cultivo del aguacate en Canarias ha visto aumentada la superficie destinada al mismo, pues es este un cultivo, al que muchos consideran sustitutivo al plátano, mientras que para otros es un cultivo complementario al mismo.
Pese a que el aguacate es un cultivo en auge en Canarias, la superficie destinada al cultivo ecológico es muy pequeña. Este aumento de superficie, implicara en un futuro reciente un aumento de producción al cual se le debe buscar salida, y una de ellas es mediante un producto diferenciado, el cual mantenga todas sus propiedades, garantice la seguridad alimentaria al consumidor y que además respete el medio ambiente y paisaje, ya que son recursos de incalculable valor para este valle.


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