domingo, 21 de julio de 2013

AGUACADA-IV





TOMADO DEL LIBRO: EL MENCEYATO DE TEGUESTE: APUNTES PARA SU HISTORIA


Eduardo Pedro García Rodríguez


Capitulo VIII

ACHIMENCEYATO DE AGUAHUCO: CASTELLANIZADO COMO  PUNTA DEL HIDALGO POBRE

El heredamiento de La Punta del Hidalgo
El Heredamiento de la Punta del Hidalgo tuvo por base el reparto hecho por el primer Adelantado de Canarias Alonso Fernández de Lugo, en 1504, al portugués Diego Sardinha, y por otro de 1512 a favor de Francisco Ximénez, Diego Riquel y Antón de Vallejo, por lo que les fueron dadas las aguas del barranco de Tedixe y las tierras que con ellas pudieran regar, bajo condición de hacer las obras necesarias para el buen aprovechamiento de las primeras y hacer un ingenio azucarero, base como sabemos, de la riqueza colonial entonces de las islas.
El Heredamiento comprendía las tierras siguientes: La Laja, por debajo de la ermita; el valle de Acuijar, La Porcuna, Valle Seco, Valle de Arodoque, Valle del Auchón, Valle de Benjía, Risco de Aramuiga, Valle de Chinamada, el barranco de Acuija a Chinamada, La Fajana, junto a los Dos Hermanos, y el Tanquillo, arriba de la ermita; Roque Agudo, Paso del Fraile, Cumbre de Juan Perdomo, Paso Roquete, Roque del Carnero, Lomo de Juan García, tierras de Tane, la cumbrecilla de las Escaleras, hacia abajo a dar al Bailadero; Roque de Tonejía y Tacorontillo, Mesa de Tesegre y Lajinas, que bajan al barranco de Taborno.
 Hay luego un largo periodo, casi de un siglo, en el que no conocemos por que manos pasase el Heredamiento, hasta llegar a los comienzos del siglo XVII, en que pertenecía a un riojano establecido en Tenerife, Mateo Díaz Maroto, comerciante rico, que logró ocupar importantes cargos en la Isla; pero al ser condenado un mercader inglés por contrabando, del que había salido fiador Díaz Maroto e hipotecado el Heredamiento fue este sacado a subasta por la Justicia y adjudicado a Jacinto Amado. No obstante, uno u otro debieron pagar la pena impuesta y los gastos, y el Heredamiento lo volvemos a encontrar en manos de los descendientes de Maroto, hasta que pasó, a fines del mismo siglo, al presbítero y abogado Juan Onofre de Castro, en cuya familia continuó hasta que en 1756 lo adquirió por compra Amaro González de Mesa (Amaro Pargo). Personajes de los que nos ocuparemos más ampliamente más adelante.
 El Heredamiento comprendía en 1701, fecha de la que hay inventario y avalúo, un total de 1608 fanegadas de tierra, más la ermita de San Mateo, vivienda, lagares, bodegas, dornajos y demás dependencias, todo lo cual se valoró en 170.000 reales de plata, sin incluirse las aguas, que estaban en litigio, porque el Cabildo y los vecinos sostenían que eran públicas, ya que el Adelantado así se las había concedido el 29 de diciembre de 1506.
La tradición ha señalado siempre a la Punta del Hidalgo como lugar desde el que se hacía contrabando en la Isla, y la realidad es que sus condiciones lo hacía el más adecuado para ello. Así ha conservado viva la figura de un famoso capitán de mar, don Amaro Rodríguez Felipe, conocido como Amaro Pargo, apellido de una de sus abuelas, y se han contado sus hazañas en el mar, pero confundiéndolo y aplicándole hechos y circunstancias de otros, al menos de Mateo Díaz Maroto, y así cuando hablan de “Amaro Pargo” y de “Mateo Amaroto” han pensado que es una misma y sola persona, cuando claramente se colige que tras de Mateo Amaroto hemos de hallar la figura de Mateo Díaz Maroto, y lo curioso es que también la leyenda hace a don Amaro Rodríguez Felipe dueño del Heredamiento de la Punta del Hidalgo, cuando en realidad es que según algún autor no tuvo un palmo de tierra en la misma, como se comprueba por el “libro de la Hacienda del Capitán don Amaro Rodríguez Phelipe”, que se conserva  en la Casa de Ossuna, y si su sobrino don Amaro González de Mesa lo adquirió, fue precisamente nueve años después de la muerte de su tío, ocurrida en 1747. (Leopoldo de la Rosa Olivera, 1966).[1]
Mateo Díaz Maroto
Un curioso Intento de señorío en La Laguna: la “villa de Acujar” (Punta del Hidalgo
“Un episodio significativo de esta etapa, y que pensamos inédito. es la fracasada tentativa de crear un señorío en la zona de Punta del Hidalgo con ocasión de la petición del donativo de 1632, que alcanza a las islas en 1634. Según otros grandes propietarios pretenden hábitos de Santiago, o su propio yerno aspira a los oficios de contador y de fiscal de la isla, el maestre de campo Mateo Díaz Maroto apunta más alto. No se trata tanto de la importancia cuantitativa en personas y ri­queza del señorío, sino en la cualitativa como señor de vasallos. Pen­semos que hasta entonces no había ningún seglar en las islas de rea­lengo que gozase de dominio jurisdiccional privativo.
Como otras familias prominentes, Mateo Díaz Maroto y su esposa doña Violante Fernández de Ocampo hablan diseñado el futuro de su descendencia: su hijo, del mismo nombre, enlaza con doña Inés de Hemerando y Cabrera; su hija doña Juana, con el capitán d. Francisco Ruiz Varrio uno de los más destacados cazadores de cargos de la época; a su hija doña Isabel la casarán con el licenciado. D. Tomás Van­doval y Aguiar, mientras otras tres hijas, como ya hemos visto, entran en el monasterio de Santa Catalina, formalizando ese mismo año 1634 las escrituras dotales
Conviene, además, insertar este asunto en el contexto general de enajenaciones lugareñas promovidas por Felipe IV, quien se sirve de este fácil procedimiento como parte de una política que apuradamente pretendía multiplicar la maltrecha hacienda española. Las diferentes acciones emprendidas por nuestro aspirante a señor siguen los pasos habituales en este tipo de operaciones, como la redacción de un primer informe con el número de pobladores y características generales del territorio pretendido, seguido luego de otro con una medición precisa del término, censo de vecinos, etc. Hemos de tener en cuenta que, entre otras razones, era esto importante para fijar el valor de la mer­ced, pues solía cotizarse el vecino a 15.000-16.000 mrs., y la legua cuadrada a 5.600-6.400 ducs.
Así las cosas, cuando en septiembre de 1634 se presente en La Laguna el inquisidor Valero, comisionado regio para solicitar el dona­tivo en las islas, no se tomó mucho tiempo Maroto para proponer su oferta, pues presenta un completo memorial con las características del territorio, número de vecinos, etc. además de concretar la cantidad que estaba presto a desembolsar y las condiciones de pago el 28 de diciembre de ese año. Hay que pensar que debieron transcurrir al menos varias semanas de conversaciones y tanteos entre el apoderado real y Maroto, en cuanto una cuestión de naturaleza tan delicada como la enajenación jurisdiccional de parte de la isla debió ser objeto de más de un encuentro y tanteo, pues aunque es justo reconocer que no se trataba de un área particularmente poblada, rica o estratégica. sí se hallaba relativamente cercana al núcleo capitalino y dentro de su ám­bito de influencia.
Parece que la petición formal de la merced por escrito tuvo lugar el 3 de julio de 1635, y la demarcación objeto de apetencia señorial se ubicaba en el nordeste de la isla, en el área de la Punta del Hidalgo, en Acuyar Según la descripción y valoración que manifiesta el pro­pio interesado del estado de sus posesiones, se tratada de una cierta cantidad de tierras de pan sembrar, viñas y aguas, pero escasamente pobladas (unos 9 vecinos). Este es un punto en el que insiste mucho. pues un crecido número de vasallos podía elevar la valoración por parte de la Corte e incluso desaconsejar la operación si se preveía al­guna reacción hostil por parte de los poderosos de la isla. Por idéntica razón se resalta la aspereza y casi nulo interés económico de la mayo­ría de la zona, que se presenta exageradamente como todos barrancos y riscas muy Iebantada; donde no a abido ni ay beçinos, sin que en todo ello se interpolase hacienda ajena. De los vecinos se dice que eran pobres y menesterosos. Y como dato probatorio se asevera que entre todos no superaban las 10 fas. de pan llevar y algunos pedacitos de viña. de poco fruto, y unificado en un cuerpo. Exceptuando esto. según Maroto, lo demás que comprendían los linderos era propiedad suya. en su mayor parte riscos sin tierra. inútiles. si no era para criar ganado cabrío. Como muestra de la fragosidad y lejanía se indicaba
que no existía servicio ni camino más que hasta La casa de Maroto. pues allí finalizaba por la escabrosidad de los riscos. Desde el punto de vista eclesiástico, apenas contaba el paraje con una ermita dedicada a S. Mateo que el maestre de campo había fabricado por su devoción. donde le decían misas a su costa cuando allí asistía y era anejo a la parroquia y lugar de Tejina. donde tenían los vecinos su cura que les administraba sacramentos
En lo que se refiere a la calidad y amplitud de las atribuciones solicitadas, y en principio aceptadas por Valero. Maroto afino mucho y no se recató en sus demandas. Pretendía comprar la jurisdicción de la vecindad, terrazgo y vasallaje, con mero y mixto imperio perpetua­mente por juro de heredad, sin que el corregidor, teniente u otra justi­cia ordinaria se pudiesen entrometer en ninguna causa civil ni criminales decir: jurisdicción civil y criminal, alta y baja, mero y mixto imperio señorío y vasallaje, pues ello tocaría a Maroto y de sus autos y sentencias se apelaría ante la Real Audiencia de Canarias. Por lo demás, la compra debía acompañarse de las preeminencias y exencio­nes con que SM. había vendido las demás jurisdicciones.
Tras recibir el memorial, Valero consultó a d. Luís Henríquez visitador de la R. Audiencia, a quien envió un tanto del mismo. Henríquez se limitó a exigir la cuantía del ofrecimiento. que Maroto se había cuidado en no señalar, pero ahora se vio obligado a precisar el precio (40.000 rs.) y la modalidad de pago. Además, aprovecha la ocasión para añadir otras peticiones que acompañaran a la futura mer­ced como la facultad de poder vincular el señorío e intitulado la Villa de Acuyar, con las mismas exenciones, libertades, fueros y derechos que las demás villas de Castilla, de modo que él y sucesores se nom­brarían señores de la villa de Acuyar también solicitaba poder nombrar alcaldes ordinarios gobernador que conociera de todos los casos y causas. y dem6 ministros necesarios.
Valero, como celoso servidor regio, y tal como actuó en otras solicitudes de gracias y privilegios, instó al interesado a que incremen­tase su contribución, pero Maroto insistió en que le era imposible. El inquisidor dejaba correr el tiempo como forma de presión. ante la de­sesperación del aspirante a señor, que repetidas veces requirió a Valero para que efectuase el remate o le diese por desistido. Al fin y com­probando que no surtía efecto su ardid y debía encaminarse a la Corte, en agosto de 1635 proveyó auto para que Maroto escriturase en favor del monarca.
Entusiasmado con su triunfo y saboreando prematuramente la gloria señorial, el maestre de campo quiso redondear su heredamiento adquiriendo propiedades colindantes. A finales de dicho mes de agosto invierte 4.061 rs. en la compra a un labrador de unas suertes de tie­rra situadas al oeste de sus posesiones mirando al mar.
Una vez obtenida luz verde en las islas. las miras de Maroto se centran en la Corte. donde pretende acelerar la concesión del señorío y conseguir licencia para instituir mayorazgo en un hijo. Con ese desig­nio nombra apoderado en Madrid a mediados de septiembre para gestionar ambos asuntos.
Ignoramos por que fracasó el señorío. No parece que fuera por la oposición municipal. Llama la atención precisamente este aparente de­sinterés municipal ante este intento, pues así como en otras ocasiones similares las enajenaciones constituyeron tema de arduo debate y re­chazo general en el Cabildo, en este caso es un asunto ignorado en las actas capitulares y en el resto de la documentación de esa institución. Es muy difícil, aunque no imposible, que la materia fuera llevada en un principio con tanto sigilo que apenas hubiera unas pocas personas de confianza al tanto de la cuestión, pero cuesta trabajo creer que. al menos cuajado el acuerdo inicial entre las partes y formalizada la obli­gación ante escribano, el asunto no trascendiera.
Por lo demás, algunos detalles contribuyen a arrojar alguna luz sobre el desenlace de la solicitud. Al menos a finales de 1637 sabemos que habla fallecido Maroto, ocupándose de los asuntos económicos su yerno, el licdo.  Tomás Vandebal de Aguiar, juez de registros de Gran Canaria, quien arrienda tierras en Chinamada y El Dragonal
Según se deduce de documentación posterior, la operación señorial se frustró por motivos económicos de Maroto, quien junto con otras importantes personas participó en la que resultó ser una muy de­safortunada fianza, que trastocó todos sus planes. El problema radicó en que la autoridad entabló proceso contra el mercader Jaques Belduque, ordenando la confiscación de sus bienes por considerarlos de con­trabando. Tales mercancías las habla adquirido el cap. Esteban de Her­rena, a quien fió Maroto. En virtud de real cédula, el capitán general impulsó la cobranza ejecutiva de las partidas, entre otras de una de 2.218.179 mm. castellanos, procedidos del remate de las dichas mer­caderías con sus intereses, más lo que corriesen hasta el día de la co­branza de los capitanes. Esteban de Llarena Calderón, como principal, y de Mateo Díaz Maroto como fiador, y de los capitanes. Pedro Fernandez. de Ocampo. Alonso de Llerena Carrasco y Francisco Martín de Llerena. Ya para entonces había fallecido el maestre de campo. que no alcanza a ver el despedazamiento de su sueño ‘y el remate de su hacienda. que para hacer frente al pago del dinero exigido por el general es subasta­da Y pasa a ser propiedad del lagunero Jacinto Amado a comienzos de 1640.” (J.M. Rodríguez Yanes, 1997)
Amaro Pargo
“Amaro Rodríguez Felipe, más popularmente conocido como el corsario Amaro Pargo, nació el 3 de mayo de 1678 en La Laguna y fue bautizado, por el padre Manuel Hurtado Mendoza, en la iglesia de Los Remedios, siendo su padrino, Amaro López.
Se mantuvo soltero hasta el día de su muerte, el 4 de octubre de 1747, a la edad de 69 años. No tuvo descendencia según se constata en su testamento, aunque Antonio Rumeu de Armas da a conocer que, fruto del amor con la cubana Josefa María del Valdespino y Vitrián tuvo un hijo, Manuel de la Trinidad Amaro, quien, según dispuso el vicario de la Diócesis de La Habana, Pedro de Ponte y Carrasco en auto del 6 de marzo de 1743, fue declarado hijo natural de Amaro Pargo. Añade Rumeu de Armas que el corsario le enviaba dinero, pero que se olvidó del joven cuando pidió a su madre que lo enviara a La Laguna, petición que no fue aceptada. En su testamento, el corsario no lo tuvo en cuenta, lo que motivó que en 1760 se presentara en La Laguna, reclamando el quinto de la herencia paterna, a lo que se opusieron los herederos.
El corsario Amaro Pargo tuvo siete hermanos, de los cuales tres fueron monjas de clausura del convento lagunero de Santa Catalina. Muy pronto dejó a sus padres, Juan Rodríguez Felipe y Beatriz Tejera Machado, y dio rienda suelta a sus afanes de aventura.
En alta mar obtuvo grandes fortunas que ocultó en Punta del Hidalgo. Lo que está demostrado es que su gran riqueza la obtuvo del comercio con Europa y América, exportando -entre otros productos- vino de malvasía de sus cosechas de Geneto, Tegueste, y Valle Colino, y el aguardiente que obtenía de sus destilerías con calderas que tuvo en sus casas de la calle de El Agua y de La Miravala, de los localidades de La Laguna y El Socorro (Tegueste), respectivamente.” (Domingo Barbuzano)
Este notable personaje que pretendió ser Señor de Punta del Hidalgo.

Creo que todos hemos recitado en alguna ocasión “La Canción del pirata”, del insigne poeta romántico y republicano español don José de Espronceda. La obra de este autor en su conjunto forma un canto a la libertad, condensado quizás, en éstas estrofas correspondientes a su “Canción del pirata”:...”¿Qué es mi barco mi tesoro, /Que es mi Dios la libertad, /Mi ley la fuerza y el viento, /Mi única patria la mar...”

Durante los siglos XVI, XVII y XVIII el contacto de los piratas con el mundo de las finanzas fueron muy estrechos; formándose sociedades para financiar expediciones de saqueo. Por otra parte, la manera de actuar de los piratas se fue modificando conforme avanzaban los adelantos técnicos, las obsoletas técnicas del abordaje se fueron desechando al armarse los buques con cañones, culebrinas, falconetes etc.; el negocio de la piratería requirió de mayores inversiones, creándose todo un entramado económico en torno a  los propietarios y capitanes de los barcos, estableciéndose estrechas ligazones entre los comerciantes de Ámsterdam, Londres o Sevilla, y  con banqueros italianos o con los mercaderes de Liverpool, e incluso con la Hansa (liga de comerciantes y banqueros europeos, fundada en 1158 y que perduró  con bastante altibajos, hasta 1938.) Los nuevos tiempos requerían una organización más compleja, para que los barcos mercantes fueran transformados para el ejercicio de la piratería. El estamento político no era ajeno al tema, participando en ocasiones directamente en los suculentos negocios que esta actividad proporcionaba y en otras tolerando, o encubriendo las actividades de los piratas amparándolos bajo la patente de corso, simplemente por hostigar al enemigo si se estaba en guerra. No es de extrañar pues, que algunos Gobernadores, Capitanes Generales,  altos funcionarios e incluso miembros de la jerarquía eclesiástica, estuviesen involucrados en las actividades piráticas.

Entre los piratas que Canarias dio al mundo – según algunos- para castigo y terror tanto de herejes como de cristianos,  una de las figuras que más a fascinado a las generaciones canarias es sin duda alguna la de Amaro Pargo. Esto es así hasta el punto de que, dos de las muchas casas que poseyó el pirata, una en Punta del Hidalgo, y la otra en el  barrio de Machado en el municipio de Chacaica (El Rosario) , en el transcurso de las seis últimas décadas han sido reducidas a escombros por obra y gracia de los desaprensivos buscadores de tesoros de exaltada imaginación, así como por la poca sensibilidad, y secular abandono que las autoridades responsables han mostrado hacía determinados aspectos de nuestro patrimonio histórico. Con ello hemos  perdido un par de casonas históricas, verdadero tesoro cultural del legado del pirata.

 De la primitiva casona de La Punta del Hidalgo, apenas quedan los vestigios de los cimientos. Otro elemento vinculado a la figura del pirata es la cueva conocida como de “Amaro Pargo” cueva de unos 88 metros de longitud, la cual sufrió un derrumbe provocado con unos cartuchos de dinamita, y que según creencia popular conectaba con la casa de Amaro Pargo, y era utilizada por éste para almacenar mercancías precedentes de las “empresas” que los barcos del pirata realizaban en las travesías americanas.

Quizás el retrato más acertado que poseemos del pirata nos lo proporciona la jovial y siempre joven de espíritu, doña María Rosa Alonso,   en su libro Un rincón tinerfeño, Punta del Hidalgo. En ésta amena e interesante publicación que debieron costarle a la autora algún disgusto proporcionado por los apetentes de apellidos ilustres, según se desprende de una  especie de segunda parte del  mismo, donde a través de los diálogos mantenidos entre el “erudito” don Juan y el curioso pero  tímido don Pedro,  puntualiza con su natural desparpajo y simpatía, algunas notas que enriquecen aún más si cabe la primera parte del mencionado libro.

Amaro Rodríguez Felipe, desde muy joven se destacó por mantener una actitud poco acorde con las exigencias morales de la sociedad de su época, actitud que hoy denominaríamos de rebelde o  inadaptado.

El espíritu indómito del joven Amaro, proporcionó innumerables disgustos a sus progenitores, don Amaro Rodríguez Felipe y doña Beatriz Tejera Machado. La azarosa vida del inquieto Amaro, le llevó a buscar su destino en el mar, sirviendo en las galeras reales según una versión (ignoramos si obligado por su padre o por las circunstancias), o embarcando por propia voluntad como grumete en un barco pirata que estaba anclado en la rada de Santa Cruz, según otra. En ambos casos, las versiones coinciden en que, al verse atacado el navío donde prestaba sus servicios el avispado isleño, éste se permitió dar algunos consejos a su capitán, y que, seguidos por éste, les proporcionó la victoria sobre su presa, reportándoles un cuantioso botín, a partir de este hecho el joven Amaro comenzó a gozar de la estima de su capitán, lo que le permitió ir ascendiendo laboralmente, al tiempo que iba adquiriendo una sólida formación marinera y financiera.

Con el transcurso del tiempo, el emprendedor isleño, decidió independizarse y trabajar por su cuenta, para ello se hizo con un buque (quizás el de su antiguo capitán) y dio inicio a sus empresas con tan buen acierto que en pocos años, y gracias al auge comercial que España, Portugal, Inglaterra, Francia y los países bajos mantenía con sus colonias americanas, Amaro pargo, poco a poco, logró hacerse con una considerable flota de navíos, dedicándolos a la recuperación en alta mar de los más diversos géneros tanto de importación como de exportación, incluidos en ellos los esclavos de Guinea, que después eran vendidos en las Antillas a propietarios de ingenios azucareros.

Dueño de una considerable fortuna, agenciada durante su dilatada vida de pirata, decide desarrollar su capacidad de traficante iniciando sus actividades comerciales en tierra, y comienza a comprar importantes propiedades rústicas y urbanas en la isla, dirigiendo sus negocios marítimos desde su cede principal de La Laguna, pero siguiendo el movimiento de las flotas que se dirigían o retornaban de Indias desde su Atalaya de la hacienda Toriño. Necesitando de una base de operaciones situada en un lugar discreto, compra la hacienda de la Punta del Hidalgo, de la cual se erige en señor de “orca y cuchillo”, según afirmaban los pocos súbditos de hecho que no de derecho  que habitaban en el pretendido señorío. En esa época inclusa sufrió un motín protagonizado por un negro gigantesco que pastoreaba sus ganados por la zona de Guacada, éste se negó a pagarle tributo al pirata jurando además, matarle allí donde lo encontrara. Es posible que el pastor fuese bien conocido por don Amaro, (quizás un ex miembro de algunas de sus tripulaciones) pues éste decidió recoger velas y dejarle en paz.

Desde su base puntera, don Amaro organiza la distribución de sus mercancías “importadas”, las que al estar exentas de impuestos y de costos de producción por decisión unilateral del mismo, producían  pingüe beneficios, parte de los cuales don Amaro invertía en obras de caridad, especialmente en iglesias y conventos, comenzando así a asegurarse un saldo favorable para el más allá, al tiempo que se iba ganando el respeto de sus conciudadanos, y muy especialmente la voluntad del clero, que recibía las liquidaciones de las primas del “seguro marítimo”. Este seguro aceptado por corsarios,  piratas e incluso armadores consistía en garantizarse el feliz término de  las empresas emprendidas mediante la protección de determinadas advocaciones y las plegarias de frailes y religiosas, generalmente los piratas y corsarios se dirigían a un santo de su particular devoción y les decía: “esto os daré, asegurador verdadero; guárdame mi navío” así, al término de cada viaje se procedía a la liquidación de la mencionada prima la que generalmente consistía en donaciones de ornamentos de plata para el culto y en crecidas sumas de dinero para misas de ánimas.

Si grande debió ser la fortuna atesorada por el pirata, no menos debía ser las deudas contraídas con el cielo, como consecuencia de los métodos empleados en conseguirla, así, siguiendo las creencias y costumbres de la época, don Amaro se esfuerza en rebajar los números rojos en su cuenta corriente con el más allá y, además de los múltiples donativos realizados a iglesias y conventos, adquiere el patronazgo de la capilla de San Vicente Ferrer, en el convento de Santo Domingo, en cuya iglesia parroquial está ubicada la sepultura familiar y, en cuya lápida figura una calavera con dos tibias cruzadas, también donó la urna del Santo Entierro, según figura escrito en la misma “Esta urna la mandó hazer el capitán don Amaro Rodríguez Felipe por su devoción este año de 1732”. Como es bien sabido también costeo la urna que guarda el cuerpo incorrupto de sor María de Jesús como veremos más adelante. Fue así mismo benefactor de la ermita de San Amaro o del Rosario, aunque a decir verdad, no fue excesivamente generoso con éste modesto templo lugar de descanso de los peregrinos que desde diferentes puntos de la isla se desplazaban a Candelaria, y lugar de descanso también de la imagen en las ocasiones en que ésta era trasladada a la ciudad de La Laguna. 

También fue hermano del Santísimo de los Remedios y de la Virgen del Rosario.

Como la posesión de grandes riquezas lleva implícito la búsqueda del  reconocimiento social, el pirata decide dar lustre a sus apellidos y, así, aprovechando una de las frecuentes crisis económicas en que acostumbraban estar las monarquías españolas, inicia expediente de declaración de hidalguía, la que consigue en 1725, dos años después, obtiene certificación de nobleza y escudo de armas, dados en Madrid, (por supuesto a cambio de un sustancioso donativo para las arcas reales) y crea mayorazgos.

Uno de los aspectos mas conocidos en el ámbito popular de la vida de Amaro Pargo, fue su relación con la monja lega del convento de las clarisas María de León Delgado,  Sor María de Jesús, “La sierva de Dios”. La fe popular ha venido creando en el transcurso de los siglos una serie de leyendas en torno a ambos personajes, en muchos casos alentadas y sustentadas por el clero católico. (Eduardo Pedro García Rodríguez)

Su Testamento:
Su fortuna quinientos mil pesos fuertes, cifra fabulosa cuando la isla, bucólica y pastoril aun conservaba su encanto natural y prerromántico. Amaro Pargo hizo su primer testamento en 1734 y el definitivo el 19 de junio de 1746, con un codicio posterior el 1 de octubre de 1747, realizando numerosas disposiciones, cambios y escrituras de fundación. Todo ello anotado en cientos de páginas cosidas en valiosos tomos con tapas de piel. Amaro Pargo puso por condición que todos los que sucedieran en el vínculo y mayorazgo fueran hijos legítimos, nacidos y procreados de un confortable matrimonio o por subsiguiente legitimados, debiendo casarse con personas nobles y de limpia sangre.

El ánimo que le movió a hacer el vínculo y mayorazgo, fue el de conservar la memoria de su linaje y que los sucesores que lo representaran tuvieran caudal para vivir decentemente –“absteniéndose- preciso -de propcederes indecorosos que le desluzcan”.


Ermitas

San Mateo
En la Punta del Hidalgo. En la visita de 1678 dice era patrono de la misma el Sargento Mayor D. Mateo Díaz Maroto. Encontrándose en estado ruinoso, a instancias del Notario D. Miguel Cullen, con sus donativos, los del marqués de la Fuente de las Palmas, de D. Amaro González de Mesa (Amaro Pargo)  y limosnas y trabajo personal de los vecinos fué reedificada, bendiciéndola en 25 de julio de 1885 el Gobernador eclesiástico de este Obispado D. Pascual José Gozar, que dio para su adorno, dice D. José Rodríguez Moure, la mayor parte de las imágenes y enseres. El Iltmo. Sr. Obispo actual de esta diócesis la ha erigido en parroquia, no teniendo aun párroco propio.

La construcción es de regulares dimensiones, de severo aspecto exterior, con espadaña, planta rectangular. El interior de escaso gusto. El techo de madera, pobre. La Imagen de San Mateo, en pintura al óleo, al parecer del XVIII, en roair- recubierto de plata repujada de elegantes líneas barrocas. Cuenta con una iglesia, parroquia de Nuestra Señora de la Consolación que destaca por su color rojo, cuyas piedras fueron extraídas de la cantera de Patricio en Jardina y Bajamar.

San  José
En la Punta del Hidalgo. Se erigió en 1700, hecha en su hacienda del valle de Flandes, por el capitán D. Tomás Pacheco Solís. La bendijo e1 31 de mayo de dicho año el párroco D. Manuel de Coronado. No consta cuando se derruyera.

San Juanito
Las fiestas que se celebran en está localidad, comienzan en junio con el Paseo Romero de San Juan el día 23, que parte desde la parroquia de  la Consolación hasta la ermita costera que está en El Güigo. El 24, se celebra una ceremonia en honor al santo, celebrando su día.
El día de San Juan por la mañana temprano la gente va a vaciar los charcos en la costa para pescar y coger alimento para pasar todo el día en la playa y por supuesto la anoche anterior en la víspera se hace hogueras como en el resto de la isla.
Julio de 2013.


[1] La leyenda y la tradición ha señalado siempre a la Punta del Hidalgo, como lugar desde el que se hacia contrabando, en realidad es que sus condiciones lo hacían mas adecuado, (hoy en día para mí sigue siendo sospechosa, sobre 2009 se encontró en la playa de Troche una caja llena de balas de fusil). El 5 de junio de 2012 desembarcó en la Playa de San Juanito una narco patera la embarcación fue descubierta a primeras horas de la mañana e inmediatamente se dio el aviso a las Fuerzas del Orden que dieron una batida en busca de los posibles narcotraficantes que viajaban a bordo, sin que las pesquisas diesen resultado positivo. En el mes de marzo del mismo año había arribado otra  narcopatera que transportaba más de 1.300 kilos de hachís y tres de sus ocupantes fueron detenidos en las siguientes horas ocultos en unos invernaderos.



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