domingo, 20 de noviembre de 2011

Aspectos etnográficos del lenguaje silbado de las Islas Canarias.





José Carlos Ortega Albelo


Revisando fuentes antiguas, crónicas de viajes y otros trabajos sobre los antiguos canarios, encontramos valiosos testimonios de cómo fue frecuente el uso del lenguaje silbado en Canarias desde tiempos muy remotos.
 Como un eco, cortando la negritud de la noche, ondulando montañas, llegaba, apagado y lejano, el sonido de un silbo. El tono de atención y el nombre del demandado. Los oídos de la isla estaban atentos a traducir el mensaje. Con una visión pesimista, se tenía la certeza de que un silbo en la noche era el presagio de una enfermedad, una llamada angustiosa para un galeno. Y el más cercano al pueblo tenía la obligación de repetir el mensaje hasta que llegaba al interesado.
 Con estas palabras describía la trascendencia que tenía el lenguaje silbado en la isla de la Gomera el silbador Virgilio Brito, en un pequeño artículo suyo publicado en el programa de las Fiestas de El Cedro en agosto de 1978. Y no era para menos. Esta práctica tuvo un peso especial en nuestras Islas antes de que la mejora de las comunicaciones, la llegada de nuevas tecnologías, la terciarización de la economía y el abandono sistemático de las tareas agrícolas y ganaderas, hicieran que perdiera la imporancia de antaño. Sin embargo, durante nuestra historia distintos autores recogieron la funcionalidad que proporcionaba este lenguaje en la vida de sus habitantes, registrando auténticas estampas etnográficas del pueblo canario.
Testimonios antiguos de la utilidad del silbo canario
Revisando fuentes antiguas, crónicas de viajes y otros trabajos sobre los antiguos canarios, encontramos valiosos testimonios de cómo fue frecuente el uso del lenguaje silbado en Canarias desde tiempos muy remotos.
 Así, el catedrático de arqueología de la Universidad de La Laguna Antonio Tejera Gaspar, en su trabajo El lenguaje silbado de los gomeros, hace referencia a la utilización frecuente del silbo en la isla de Tenerife antes de ser conquistada. Concretamente, nos cita la obra de Abreu Galindo, quien afirma que con ahumadas se entendían, y con silbos que daban de lo más alto; y el que los oía silbaba al otro, y así de mano en mano en breve tiempo se convocaban y juntaban todos.
 También, para la isla de Gran Canaria, recoge un testimonio publicado en las Décadas de Alonso de Palencia, cronista de los Reyes Católicos, el cual dice que los canarios acudieron desde diversos lugares, cuando desde las atalayas en rocas inaccesibles, los viejos les indicaron con un silbido, que utilizan como las señales de un cuerno o de una trompeta, que ya podían y debían atacar al enemigo.
 Por su parte, el insigne doctor chasnero Juan Bethencourt Alfonso, en el tomo I de la Historia del Pueblo Guanche (1931), abordará la cuestión del silbo canario, expresamente sobre las noticias que sobre el silbo articulado hemos recogido en algunas islas y su actual existencia en La Gomera y Tenerife.
 Sobre la isla de Tenerife nos comenta lo siguiente: Los guanches poseían la facultad de trasmitir sus pensamientos a distancia articulando los silbidos, constituyendo un verdadero lenguaje de expresión. Tal era así que por medio del silbo articulado se hacen preguntas, envían recados y sostienen conversaciones más o menos largas según el hábito y habilidad de los interlocutores. En menos de una hora pueden circular las noticias por la isla; siendo tradicional en Tenerife que los alzados, que tantos años después de la conquista se mantuvieron en armas contra la soberanía de España, se valían de dicho lenguaje para concertar correrías y eludir las persecuciones.
 Ya para el siglo XIX tenemos la crónica Las Islas Canarias. Cuadernos de viaje (1872) de Karl von Fritsch, quien tras su visita a la isla de La Gomera, realizada en noviembre de 1862, nos proporciona este interesante texto: Más tarde, en el camino entre Alajeró y Santiago, tuve la oportunidad de conocer una forma singular de entenderse a gran distancia, un lenguaje convencional que los gomeros utilizan cuando los interlocutores están alejados: la comunicación por silbos. Los pastores gomeros han sabido imprimir al silbo emitido con ayuda de los dedos tantas modulaciones, que son capaces de llamarse unos a otros, habiendo profundos barrancos de por medio, y de expresar preguntas y respuestas diversas. En este sentido, personas dignas de crédito me han contado que, empleando este medio, han encargado leche a pastores que apacentaban sus rebaños lejos de allí.
 Un comandante del ejécito español, a quien tal cosa le parecía increíble, hizo colocar a dos gomeros a considerable distancia uno del otro, mandando preguntar por silbos si José conocía al inglés N. de La Orotava. Le tradujeron la siguiente respuesta: «Ni lo he visto ni lo conozco». Entonces el oficial se acercó al preguntado, mandándole repetir verbalmente la pregunta y la respuesta.
 Se dice que este medio de comunicación típico de La Gomera, que, por supuesto, sólo comprenden los iniciados, ha reportado, algunas veces, ventajas a los españoles en tiempos de guerra. Anteriormente, los isleños silbaban salmos de alegría en la iglesia durante la celebración de la Navidad; pero, habiéndose derivado abusos de ello, en el año del Señor de 1862 el sacerdote prohibió dichos silbos so pena de graves castigos. Sin embargo, no se abría hecho cumplir tal prohibición, si los próceres de la villa de San Sebastián no se hubieran repartido por la iglesia y cerrado las puertas en la Misa del Gallo. Sin embargo, antes y después silbaron en las calles más alto si cabe.
 Para finalizar, sobre la isla de El Hierro tenemos que hacer referencia a René Verneau (1880), el cual nos dice que en el pueblo de El Pinar quedaron sorprendidos de oír por todas partes los silbidos y sonidos de una trompa. Era la señal de llamada.

“Estampas” etnográficas del siglo XX y XXI
Retomando el artículo del silvador gomero Virgilio Brito, nos encontramos con valiosa información desde el punto de vista etnográfico, mucho más actual, explicándonos la importancia que tenía en los años 70 el lenguaje silbado en su isla y la diferencia entre el silbo de día y el realizado por la noche: En muy pocas ocasiones el mensaje no era nada trascendental. Un simple aviso para salir al día siguiente a determinado paraje o determinado negocio. Eran los menos. El silbo en las noches gomeras era como una señal agorera de enfermedad, calamidad o muerte. El día era otra cosa. El día era laboriosidad y el silbo avisaba el agua, las faenas agrícolas, la muerte del cochino, etc.
 Del mismo modo, se lamenta del continuo retroceso que comenzaba a tener esta práctica en La Gomera: Hoy el silbo es un tema de museo. Se silba pero menos; otros medios lo han desplazado. El silbo ha pasado a ser una pieza del folklore. Estudios, leyendas, cábalas sobre su origen. Pero un no rotundo a su verdadera naturaleza.
 Este diagnóstico fue compartido en el artículo de Diana Clyton Soar, para la revista Eseken (2000), la cual citando el libro «The Canary Islands» de Henry Myhill, publicado en 1968, dice que en aquellos tiempos el silbo se oía cada vez menos en la capital de la isla, pero este señor afirma haber oído un mensaje silbado, en una ocasión, por los altavoces de la Santa María de las Nieves (uno de los correíllos que unía San Sebastián y Santa Cruz de Tenerife anterior a la construcción del puerto de los Cristianos).
 Corneluis Kriel el encargado de las plantaciones Olsen en Playa de Santiago contó a Myhill que el silbo era muy útil en la finca: por ejemplo, para localizar al capataz, o enviar órdenes para abrir un canal de riego y cerrar otro. Pero, otra vez más, eran los gomeros los que sabían sacar el máximo provecho del silbo: el encargado se quejaba que era imposible para él hacer una visita sorpresa a una plantación lejana y coger a los trabajadores desprevenidos.
 En Valle Gran Rey un maestro le contó la siguiente historia: una noche los vecinos de La Calera estaban preocupados. Se veían luces en una zona muy escarpada de la montaña, ellos temían que unos forasteros no podían encontrar el camino y que estaban en peligro de caerse por el precipicio, en cualquier otro sitio tendrían que haber enviado un equipo de rescate a investigar, aquí bastaba unos cuantos silbidos para averiguar que eran campesinos buscando un baifo.
 En la obra del etnomusicólogo y silbador güimarero David Díaz Reyes El lenguaje silbado en la isla de El Hierro podemos encontrar innumerables reseñas etnográficas, recogidas en las entrevistas que realizó a veinticinco informantes herreños para elaboración de su trabajo. Entre ellas, podemos destacar, a modo de muestra, algunas de ellas.
 En la realizada a Amadeo Quintero Padrón, silbador de El Mocanal, comenta que su madre, doña Elvira Padrón Hernández, le comentaba que cuando ella era pequeña, su padre Ignacio Padrón (…) silbaba mensajes como «tráiganme papas, o tráiganme gofio». Prosigue diciendo que el silbo se usaba como saludo, para traer cosas, o llevarlas, y así.

Asimismo, Juan García Padrón, silbador y pastor de Guarazoca, afirmaba que le silbaban a los animales, pero también a las personas, se ponían a chacoliar (...) [*Chacoliar es una voz herreña que hace referencia a una conversación en la que se hablan cosas sin mucha importancia]. Nos decíamos «vamos», «ven aquí»...
 Por su parte, Antonio Gutiérrez Padilla, natural de Valverde aunque residente en El Mocanal, durante la realización del trabajo, nos comentó que el único teléfono que había en el pueblo estaba en su casa. Así, cuando llamaba alguien, Antonio salía a la calle y silbaba por la persona requerida. También recuerda cómo un doctor, conocido por José Fernández el médico, y que procedía de El Pinar, le silbaba desde la carretera para que abriera el bar: “Me silbaba «¡Antonio, levántate a echarnos una copa!».
 También Fernando Padrón Casañas Sando, silbador de Betenama, al preguntarle qué es lo más antiguo que recuerda de comunicación por silbo contestó que Tío Pancho del de los machos (natural de Hoyo del Barrio) silbaba más de tres kilómetros para que pusieran las papas al fuego, que traía pescado de la costa. Y de oír a mi padre hablar de silbadores en El Pinar. También expresa que con mi hermano me entendía todo, se entienden más si son de la familia, Pero a los que no eran, costaba, pero se entendía también.
 Y para finalizar, en la entrevista realizada por el autor a Victoriano Fidel Padrón González, silbador de Frontera, comenta que nos llamábamos con el silbo, como a dos kilómetros o más. Mi padre me llamaba a mí desde pequeño con el silbo por mi nombre, y nos decía ven pa'rriba o vamos. Continúa diciendo: de madrugada acostumbrábamos de ir pa'l mar, a coger cangrejo, y nos silbábamos.
 A modo de conclusión, David Díaz afirma que muchos herreños, todos nacidos antes de 1950, aprendieron el lenguaje silbado, y lo hicieron desde pequeños. Era necesario, pues facilitaba las labores del campo, tanto en el pastoreo como en la agricultura. También valía para la transmisión de cualquier otro tipo de mensaje, por lo que gozó de gran consideración.
Esquivando a la Guardia Civil
Tal y como ilustra la popular obra cinematográfica de los Hermanos Ríos Guarapo (1989), en nuestra historia moderna fue frecuente echar mano del silbo para evitar problemas con las fuerzas del orden público, en especial con la Guardia Civil. Ésto queda refrendado en algunos informaciones expresadas por personas tanto de la isla de La Gomera, como de El Hierro.
 En el artículo de Diana Clyton Soar, nos cuenta que citando a Fernando Sanz en su Historia Popular de La Gomera publicada en 1998: «Era de tanta utilidad el silbo en los tiempos de escasez que cuando ibas al monte y escapabas de los guardas y lograbas hacer una hornilla, para obtener el carbón vegetal… cuando ellos veían el humo, iban hasta allí, pero como ya les habían avisado con el silbo, allí estaba la hornilla ardiendo pero allí no había nadie y como ellos, se tenían que ir y los estaban acechando para en cuanto se fueran continuar en el trabajo. Si están juntando leña igualmente y si juntando ramas para los animales o cualquier cosa que estaba prohibida, y de cualquier peligro, el silbo era la telegrafía sin hilos.» Esta práctica estaba muy extendida, Sanz vivía en Jerduñe, pero un vecino de Meriga me ha contado la misma historia de los carboneros y la Guardia Civil.
 Para el caso de El Hierro, podemos verlo reflejado en la ya citada obra El lenguaje silbado en la isla de El Hierro en dos de las entrevistas realizadas, en concreto, a los vecinos de El Mocanal Amadeo Quintero Padrón y José Carballo Armas. El primero, recuerda alguna vez que se silbaron para avisarse de que venía la Guardia Civil cuando hacían el margareo o malgareo, que estaba prohibido. [*El malgareo es un ruidoso ritual de burla usado como crítica social típico de El Hierro]. El segundo nos cuenta que cuando malgariaban, y los del pueblo o la Guardia Civil iban a perseguirlos, los que hacían el malgareo se silbaban unos a otros para decirse dónde estaban, o por dónde iba la Guardia Civil.
Silbos de larga distancia
Tanto en La Gomera como en El Hierro, obtenemos numerosos testimonios de que dos personas, por medio del silbo, eran capaces de comunicarse a alrededor de tres kilómetros de distancia.
 Virgilio Brito nos afirma para La Gomera que hay silbadores que en condiciones meteorológicas favorables lograron alcanzar los tres kilómetros perfectamente audibles para el mensaje, por lo que tres silbadores, adecuadamente situados, comunicaban la isla casi en su totalidad.
 Por su parte, David Díaz recoge para El Hierro comunicaciones silbadas a similares distancias en sus entrevistas, tales como Los Lomos-El Mocanal, Guarazoca-Erese, Ajares-Tesine, La Peña-Las Puntas o El Mocanal-Tancajote.
 El citado autor concluye que la distancia máxima que puede alcanzar un silbo que pueda ser comprendido es de unos tres kilómetros, aunque algunos informantes aseguran haberla superado. Para esto es necesario un silencio (…) y unas circunstancias climatológicas y orográficas apropiadas. Hemos comprobado que en circunstancias de silencio, viento a favor o en zonas barrancosas, es posible superar ligeramente los citados tres kilómetros.
El silbo canario, hoy día
A pesar de los malos augurios de Virgilio Brito expresados en su artículo a finales de los 70 (hoy el silbo languidece. No hay incentivos para su conservación. No hay escuela de silbo. No hay preocupación por su pervivencia) y el posterior retroceso que tuvo en las dos décadas posteriores, en la actualidad cuenta con bastante mejor salud.
 Hoy en día existen muchos cursos de lenguaje silbado. Tras la iniciativa de los maestros silbadores Isidro Ortiz Mendoza -de Chipude- y Lino Rodríguez -de Agulo-, se comenzó desde hace años en las escuelas públicas su enseñanza a niños como actividad extraescolar. En la actualidad, se encuentra totalmente integrado en la enseñanza de la red de escuelas públicas para niños y en la escuela de adultos de La Villa de San Sebastián, y prueba de ello son las numerosas demostraciones que se realizan por la isla, en otros puntos del Archipiélago e incluso fuera de Canarias.

Por su parte, en Tenerife desde hace algunos años, se enseña a niños en el Colegio de La Matanza, de la mano del profesor y músico Rogelio Botanz. Asimismo, desde 2009 existe un grupo para enseñanza de adultos en La Cuesta, desde 2010 en Güímar, y desde el presente año en Tejina y La Laguna, todos ellos coordinados por el profesor David Díaz Reyes.
 Aún así, todavía no está todo hecho, ni mucho menos. El objetivo a cumplir debe ser la implantación a largo plazo de grupos de enseñanza en todas las Islas, para de este modo conservar y difundir por todo el Archipiélago este impresionante legado cultural, símbolo de nuestras costumbres, tradiciones, e identidad, que nos definen como pueblo.
(Tomado de Revista Biemesabe: Publicado en el número 392, 18 de Noviembre de 2011)
Bibliografía
- Antonio Tejera Gaspar. El lenguaje silbado de los gomeros. Archivo pdf disponible en www.silbocanario.com.
- David Díaz Reyes [2008]. El lenguaje silbado de la isla de El Hierro. Cabildo Insular de El Hierro.
- Diana Clayton Soar [2000]. “Las ventajas del Silbo Gomero”. Revista Eseken. La Gomera.
- Grupo de facebook Isla de La Gomera [2011]. “Virgilio Brito y el Silbo Gomero”. Extraído de programa de fiestas de El Cedro [1978]. La Gomera.
- Juan Bethencourt Alfonso [1912]. Historia del Pueblo Guanche. Tomo I. Edición anotada por Manuel A. Fariña González. Francisco Lemus Editor. La Laguna [1991].
- Karl von Fritsch. Las Islas Canarias. Cuadros de Viaje [1872].
 José Carlos Ortega Albelo es silbador y colaborador de la web www.silbocanario.com.

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