martes, 24 de enero de 2012

CONVERSACION ENTRE INGLESES…

Año1848.

[…] A causa de su salud, los médicos aconsejaron a Mr. S. que fuera a Madeira; allí obtuvo cierta mejoría, pero después de algún tiempo vino a Tenerife, donde más tarde se encontró lo suficientemente bien como para pensar en visitar Inglaterra. Así lo hizo y al mismo tiempo se casó con una excelente e inteligente señora, regresando de nuevo al Puerto. A pesar del hermoso paisaje que lo rodeaba y de tener un cielo siempre luminoso sobre su cabeza, naturalmente "a un distinguido hombre de Cambridge" nada le podía parecer mayor destierro que esta isla. Sin embargo, había vivido durante muchos años aquí, tantos como para ver crecer a sus dos hijos alejados de la dirección de su familia. Y por este motivo, su señora parecía ansiosa por hacer de estos disturbios un motivo para romper el encanto que los había hecho desterrados durante tanto tiempo. Sin embargo, según pude juzgar, estos jóvenes parecían especialmente adelantados. Con respecto a uno de sus conocimientos, yo puedo hablar con seguridad: eran músicos admirables; y mientras estaba sentado escuchando con el mayor placer una actuación familiar, sólo sentía pesar de que esta casa, que tenía algo de romántico a su alrededor, fuera a ser abandonada muy pronto, probablemente por una humeante calle de Londres y por las flemáticas sociedades de nuestra abarrotada isla.

"¿No cree que cuando esté en Inglaterra, si estos disturbios políticos lo asustan, usted lamentará a menudo haber abandonado esta quinta, su jardín incomparable, este sol y la tranquilidad de La Paz?"

"Nosotros pensamos con frecuencia en ello, pero aunque en el Puerto hay parte de la buena sociedad española, como la familia del Marqués del Sauzal, esto no compensa la sociedad inglesa, tal y como uno ha estado acostumbrado; además, existe una necesidad evidente de estar seguros en Inglaterra antes de que se vuelva imposible ir".

"Yo no creo la mitad de esa historia acerca del asesinato de Luís Felipe y, si es cierta, no puede haber un lugar más seguro en el mundo que el Valle de La Orotava; si el mundo está llegando a su fin, es sólo la parte europea de él; estoy segu¬ro que ésta es la parte más inocente y primitiva; el verdadero lugar de todos para formar, uno puede imaginar, en estos días de republicanismo una república modelo".

"No tan primitivo, sospecho, como para que usted logre convencernos. En primer lugar, la religión está en un estado muy deplorable y degradado y yo supongo que usted no afirmará que esto pertenece a un primitivo estado de cosas. En esta isla había cerca de cuarenta iglesias, entre treinta y cuarenta monasterios y conventos, y ciento treinta ermitas; yo no digo que sea algo malo que se haya suprimido la mayoría; en cada cueva guanche tiene que haber vivido un soñador, pero ahora la reacción ha seguido terriblemente otro camino".

"Supongo, en cuanto a esto, que Tenerife y toda España parecen un país olvidado. Creo que la iglesia de España está en un estado de transición y que ella renacerá de sus propias cenizas para volverse realmente más útil que antes".

En alguna forma como ésta, el grupo conversaba en La Paz sobre el absorvente tema del momento.

Orgullo e indolencia son las características de los españoles y este es el motivo por el que España está completamente incapacitada para ser una república. Si uno puede especular, las Islas Canarias formarían una pequeña y bonita república, ya que las siete islas son aproximadamente del tamaño de siete condados ingleses. Sus ventajas locales son verdaderamente muy grandes: la gente es viva y optimista y no desprovista de un espíritu emprendedor y afición por la literatura. No es que alguien que respeta la antigua gloria de España, o que desea que una zona tan importante de Europa como es la Península conserve parte de su legítima influencia entre otras naciones, quiera que le roben sus pocas posesiones coloniales, ya que el cercenar colonias es una de las indicaciones de un imperio que declina. Sin embargo, Don Martínez pensaba de forma distinta. Antes que nada lamentaba que ellos fuesen una provincia de España y no una colonia, ya que si lo fueran, probablemente hubiese sido un asunto más fácil seguir el ejemplo de la América Española y así poder sacudirse el yugo de la madre patria, de la que ellos afirmaban que sólo los empobrecía.

Hay que admitir que los canarios tienen cierta razón para no sentirse muy satisfechos.

Una continua corriente de empleados iba y venía de la Península. Se puede suponer que estos hombres tenían esta consigna: "No sé cavar, pedir me da vergüenza, ya soy un empleado; por lo tanto, puedo dejarme sobornar y hacerme rico a costa del país".

Estos "empleados" vienen de la madre patria y son, natu¬ralmente, grandes hombres en la provincia. Nunca vi el traje andaluz en estas islas, excepto en de uno de estos caballeros.

Disfrutábamos mucho en La Paz y el distinguido propietario de ella, Mr. S., nos acompañó en dos o tres excursiones agradables que hicimos. Nos enseñó algunas cuevas guanches, que verdaderamente sólo eran apropiadas para el rey de las aves y no para servir como palacios de seres humanos, aunque muchas de ellas se dice que fueron -sin duda, elegidas por su inaccesibilidad-. Asimismo, acompañamos a Mr. S. a La Rambla, una hermosa villa o quinta situada al sur del pueblo donde Alonso de Lugo consiguió su victoria final. En el Realejo Bajo hay un convento en ruinas de un tamaño prodigioso.

La carrera de Mr. S. parecía de ficción. Como el poeta, bien podía decir:

"Yo fui un ciervo herido que abandonó el rebaño".

Era laureado en matemáticas por Cambridge y había sido compañero de algunos de los que desde entonces se han distinguido en el mundo como jueces, obispos o filósofos; sin duda, si ellos lo recordaran, hace mucho que lo contarían entre los muertos, pero durante todo ese tiempo había sido, más o menos, un estudiante y un devoto de las artes y en cuanto a conocimientos estaba en lo más alto de todos ellos.” (Rev. Thomas de Bary, en: José A. Delgado Luís, 1992:41 y ss.)


Fuente:
Rev. Thomas de Bary
Notas de una residencia en Las Islas Canarias, ilustrativas del estado de la región en ese país.
Introducción de Manuel Hernández González. Traducción: José A. Delgado Luís.
Edición: J.A.D.L. La Orotava-Tenerife, 1992. ISBN: 84-87171-04-4

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