lunes, 27 de octubre de 2014

RECONSTITUCIÓN DEL MENCEYATO DE ADEJE




Eduardo Pedro García Rodríguez*

Año 1502: La situación bélica continúa siendo inestable en la isla de Tenerife, última del Archipiélago en ser conquistada. Si bien los españoles dan por sometida a la isla desde 1496, la realidad es que una parte importante de la población guanche continúa sosteniendo una guerra de guerrillas contra el invasor, atacando los asentamientos europeos, asaltando los hatos de ganados, recuperando así parte de lo que habían sido despojados por los conquistadores. Éstos no podían organizar campañas militares contra los denominados alzados por carecer de efectivos suficientes, ya que las tropas mercenarias tuvieron que ser licenciadas ante la imposibilidad de Alonso Fernández de Lugo y sus financiadores de la conquista para continuar sosteniendo la nómina del ejército de mercenarios. Los pocos soldados que decidieron quedarse en la tierra como colonos, más las tropas de indígenas auxiliares de las otras islas, eran insuficientes para mantener la seguridad de los recién implantados poblados europeos. Además, Lugo, en su insaciable sed de rapiña, estaba inmerso en la preparación de una armada para la captura de esclavos y saqueo de las costas del continente, en la que obligaba a participar a un buen numero de conquistadores y guanches de paces, actitud tiránica habitual en el conquistador que motivó el que varios de los invasores y algunos guanches de paces elevaran sus quejas ante el trono de España.
A pesar de las inhumanas acciones represivas llevadas a cabo por los invasores, la resistencia opuesta por un importante núcleo del pueblo guanche iba en aumento, haciendo temer a los conquistadores la inminente expulsión de éstos. Una de las medidas tomadas para tratar de sofocar la resistencia consistió en crear, bajo coacciones y amenazas, cuadrillas de guancheros formadas por guanches adictos o sujetos a los españoles, que eran además perfectos conocedores de los escarpados parajes de las sierras donde se refugiaban los alzados, y donde los invasores no se atrevían a penetrar. Así, entre otros acuerdos que había venido tomando el Cabildo referente a la represión de los guanches resistentes, el 19 de enero de 1500 dispone: « que visto el mucho daño en la isla hacen los esclavos que cualquier esclavo que se huyere de hoy en adelante, que muera por ello, y si fuere muger que le den cien azotes y le echen de la tierra. »
Los innumerables atropellos a que continuamente eran sometidos los infelices guanches, por Lugo y su panda de desalmados, tuvieron eco en la corte, por ello el Consejo de Castilla trata de poner freno en lo posible a los desmanes del Adelantado, quien en su afán de rapiña ni siquiera respetó las condiciones pactadas con los bandos de paces. El 29 de marzo de 1498, el Consejo remite orden al Obispo de Canaria y al gobernador de la isla de Gran Canaria, López Sánchez de Valenzuela, para que informe sobre la demanda presentada por el procurador Rodrigo de Bentazos, en nombre de los bandos de Adeje, Abona, y Güimar, en las que acusaban a Alonso de Lugo, gobernador de Tenerife, de haber vendido a gran número de canarios de éstos bandos, a pesar de las paces que asentaron con Pedro de Vera, de su condición de cristianos y de la ayuda que le prestaron en la conquista de Tenerife. Con la misma fecha se remite orden a dicho gobernador de Gran Canaria para que tenga en secuestro a los guanches de los bandos de Adeje, Abona y Güimar, que están en poder de Alonso de Lugo, hasta que los reyes decidan sobre ellos. A pesar de la diligencia de Rodrigo de Bentazos, Lugo ya había vendido 700 almas de las 1.000 que había apresado de los bandos de paces quedando bajo la responsabilidad de Valenzuela 300 desgraciados sometidos a esclavitud por el conquistador y sus secuaces.
Paralelamente a las gestiones de Valenzuela, el Consejo ordena al licenciado Maluenda, juez de término de Sevilla, "para que informe sobre los canarios de los bandos de Adeje, Abona y Güimar, precisando si realmente son cristianos, donde y por quien fueron bautizados si eran de paces y si guardaron estas, y se unieron a Alonso de Lugo, cuando éste fuera a la conquista de la isla de Tenerife, obedeciendo las órdenes del conquistador y auxiliándole con mantenimientos."
Por julio de 1498, se desplaza a Tenerife el gobernador de Gran Canaria, López Sánchez de Valenzuela, con comisión de secuestrar (poner bajo amparo) a todos los guanches indebidamente esclavizados –según la terminología de la época– siendo recibido por el teniente Trujillo ya que, -casualmente-, Lugo se había trasladado a La Gomera, pregonándose por toda la isla la cédula real de que era portador y sacando de las casas de los aprehensores a los esclavizados. Esta actuación del Gobernador alarmó a los secuaces de Alonso de Lugo, quienes protestaron la justa medida aduciendo además que con la puesta en libertad de los esclavos, la isla habría de ser conquistada de nuevo, tratando de ocultar con este planteamiento el verdadero motivo que impulsaba a los mercenarios a privar de libertad a los guanches, que no era otro que el desmedido afán de enriquecerse comerciando con seres humanos.
Ante esta actuación de López Sánchez de Valenzuela, siguiendo órdenes del Consejo de Castilla, el esclavista Alonso Fernández de Lugo se vuelve más cauto en sus razzias sobre los naturales, tal como expone en una carta dirigida al Cabildo el 29 de Julio de 1498, y que sirvió de base para una nueva ordenanza persecutoria contra los guanches, «De acá fueron ciertos esclavos. Estos y los que se apregonaren serán de quien los tomase; y llamad todos los vecinos y facer vuestras cuadrillas de todos los ombres sueltos, y fáganse cinco o seys que bayan a buscar todos. Y yo los do byen tomados, salvo los de Adexe y Abona y Anaga y Guymar; que todos se dé por cada uno mill maravedís. Y esto tomad por máxima y por byen, para que por esto haced vuestros pregones; y por ésta lo prometo y asy lo prometer, y con toda diligencia. Que mucho vos ama = Alonso de Lugo.
Una de las cuadrillas de guancheros, cuya formación fue forzada por la genocida y ninfómana Beatriz de Bobadilla, (por esas fechas ya casada con Alonso Fernández de Lugo, no cabe duda que eran tal para cual) y por el teniente de gobernador Jerónimo Valdés, fue la constituida por varios guanches de la familia real de Tacoronte, menceyato que habiendo sido de los bandos de guerra, en estas fechas colaboraban con los conquistadores, posiblemente debido a algún pacto secreto llevado a cabo antes de la batalla de La Jardina, (Aguere) como veremos más adelante.
El 25 de noviembre de 1502, el Cabildo se reúne en la incipiente iglesia de La Concepción, y trata, entre otras cuestiones, de la formación de la cuadrilla de guancheros formada por los Tacorontes.
Por esas fechas estaba preso en la cárcel de la villa don Diego de Adeje, posiblemente hermano del mencey, quien estaba recluido por sospechas de acoger y ayudar a los alzados. Los Tacoronte, aprovecharon la oportunidad para conseguir diplomáticamente la libertad del infante, el cual posteriormente tuvo una participación decisiva en la digresión de los alzados en el reino de Adeje, vemos como se discurrió la mencionada sesión, «E luego pareçió ende presente Simón e Fernando Tacoronte e Gaspar e Francisco de Tacoronte, guanches, e por lengua de Guillén.
E hizieron un requerimiento al dicho señor alcalde mayor Pero Mexías que estava presente, que por cuanto el señor Gobernador Alonso de Lugo e por la señora Bovadilla e regidores les ha sydo mandado que tomen los guanches alçados ladrones, que ellos están presto de lo hazer e cumplir e trabajar en ello con todo su poder, con tal que les sean dado los mantenimientos y espensas necesarias y las otras cosas; e que por cuanto al presente el señor alcalde tiene preso a un guanche que se dize don Pedro de Adexe, el cual sabe la tierra del reyno de Adexe do andan los alçados, que por tanto se lo mandase dar e que ellos se obligavan e obligaron con sus personas e bienes muebles e raíces para se lo dar cada que se lo pediese e demandare, so pena sus personas a merced del rey e los bienes perdidos.»
A esta protocolaria solicitud, el alcalde mostró su conformidad a la petición de los Tacoronte, pues ya tenía preparada la estrategia para tratar de minar la unidad de los alzados, valiéndose del ascendiente que tanto don Diego de Adeje como los Tacoronte tenían sobre algunos de los alzados, por ello se mostró conciliador: «E luego el señor alcalde dixo que lo requerido por los dichos guanches le parece bien, pues que le dan fiador de la faz que les da el dicho guanche; que pedía a los señores regidores le digan su parecer:» «E luego todos los dichos regidores dixeron e parecer es que al dicho guanche que asy está preso se lo de el dicho alcalde a los dicho guanches para sacar los dichos alçados, pues que es servycio de Dios e bien e pro de la isla; con tanto quel dicho alcalde reciba fiança bastante de la haz del dicho guanche.». El arbitrario encarcelamiento de don Diego de Adeje, queda expuesto por el propio alcalde al exponer a los regidores el fundamento de su decisión: «E luego el dicho alcalde respondió al voto e parecer de los dichos regidores, en que dixo que en presencia de todos, que la señora Bovadilla le encomendó la vara de justicia, con acuerdo de todos ellos, para que él feziese justicia a servicio//de Dios e de sus altezas, y que el dicho guanche él le tenía preso por ciertas querellas que del dieron, de las cuales el dicho alcalde ha quesydo saber la verdad y no ha hallado por do pueda proceder contra él por ningún rigor de justicia, e que el dicho guanche está preso y que él no lo ha soltado fasta más yformar, y que pues al parecer de tos los señores regidores e suyo es que el dicho guanche puede aprovechar para ayudar a tomar los alçados que andan robando la tierra e vecinos della, e que le plaze dar en fiado a todos los cuatro guanches que hezieron la dicha obligación, para que cada e cuando se lo pediere el alcalde u otro juez lo pornán en la cárcel segund que se obligaron
Es evidente que la fracción del pueblo guanche que ofrecía tenaz resistencia al invasor iba ganando en número y en organización, pues se incrementaban con muchos guanches de los bandos de paces que habían experimentado la "paz" de los invasores y un considerable número de gomeros, conformes éstos comprobaban en propia carne los verdaderos designios que le tenían reservado los conquistadores. Así, los alzados de los distintos menceyatos en julio o agosto de 1502, deciden reconstruir el Menceyato de Adeje, donde había residido el trono universal de la isla, proclamando mencey al noble adejero Ichasagua, uno de los nobles que no se acogieron al tratado de los Realejos. Era Ichasagua guerrero enérgico y de poderosas fuerzas, de pocas palabras y hombre de acción. Fue vencedor en varias ediciones de los juegos Beñesmeres, siendo hombre valeroso y de gran sagacidad y serenidad. Estableció su corte en la fortaleza de Ahiyo, entre Adeje y Arona, señalándose por la tamusni, en la falda sur de la montaña de Hengua la cueva Menceya como parte integrante del auchón real.
La proclamación del Mencey Ichasagua, conmovió los inseguros cimientos de la recién implantada sociedad europea. Comprendiendo Lugo todo el alcance político que tenía un hecho de esta naturaleza, en un país que no estaba totalmente pacificado, ordena la invasión del territorio de los alzados, aprovechando para esta operación las fuerzas que estaba preparando para sus correrías y saqueo del continente. Decreta la prisión del príncipe Izora, hermano de don Diego de Adeje, Pelinor. (El cual fue rescatado por los Tacoronte como hemos apuntado más arriba) Y la invasión del menceyato de Adeje, por dos puntos distintos. Un grupo de tropas españolas apoyadas por guerreros isleños especialmente canarios y guanches de paces, superando las cumbres desembocaba por Chasna. Este ejército iba comandado por Guillén Castellano, lanzaroteño, Jerónimo Valdés, Sancho de Vargas, Andrés Suárez Gallinato y Francisco Espinosa. Simultáneamente, desembarcaba por la playa de Los Cristianos el mercenario flamenco mal llamado borgoñón, Jorge Grimón, al frente de 50 espingarderos y ballesteros, portando además socorros alimenticios para las tropas que habían penetrado por las cumbres.
Según la tamusni estas fuerzas se pusieron en contacto y recorrieron el territorio sin poder librar una verdadera batalla, ya que Ichasagua, conociendo las tácticas de combate de los españoles, ordenó a sus tabores que se desplegaran por todas partes; pero en cuanto el ejército invasor se fraccionaba en columnas los alzados se concentraban y arremetían contra los invasores, trabando encarnizados combates, de los cuales salieron siempre victoriosos los guanches gracias a la nueva estrategia empleada por Ichasagua y porque ya eran muchos los guanches que tenían armas europeas, arrebatadas a las tropas españolas durante los encuentros mantenidos con éstas y especialmente en la gran batalla de Acentejo. Estas escaramuzas se mantuvieron varios meses sin resultados positivos para los invasores. Las pérdidas y el desgaste que estaba sufriendo el ejército español por los nuevos métodos de guerrilla empleados por Ichasagua, obligaron al adelantado a cambiar de táctica, empleando las argucias políticas y de engaño que tan buenos resultados le habían dado en campañas anteriores. Así decidió replegar las fuerzas dejando a algunos guanches comprometidos con su causa, los cuales tenían por misión sembrar la discordia entre los Tabores de los alzados.
Retomemos la cuadrilla de guancheros formada en La Laguna por don Pedro de Tacoronte, sus parientes y el príncipe Izora, éstos mantienen contactos secretos con determinados Sigoñes de los tabores de Ichasagua, transmitiendo una serie de promesas de parte de los conquistadores, las cuales, por otra parte y como era habitual en ellos, jamás cumplirían. Por fin, don Pedro de Tacoronte en compañía de otros notables consigue reunir en Tagoror a algunos de los sigoñes alzados en un lugar a Abona que posteriormente se conocería como Los Parlamentos, del Valle de San Lorenzo.
Llevaban los comisionados poderes del adelantado para negociar la paz bajo las mismas condiciones del tratado de Los Realejos, con olvido de todo lo pasado; proposiciones que acabaron por aceptar los principales alzados, siempre que el Mencey Ichasagua entrara en el concierto.
Aceptado el principio de acuerdo, la asamblea se dirigió hacía el píe del actual pueblo de Arona, al lugar denominado El Llano del Rey, el cual hasta fines del siglo XVIII en los documentos oficiales se cita como El Llano del Rey Ichasagua. Cuando llegó la comitiva a presencia del Mencey encontraron a éste en píe rodeado de algunos de sus consejeros, mirando al numeroso grupo que se le aproximaba, al frente del cual venía el infante Izora, cuando éste llegó a su presencia y después de dirigirle un saludo le dio a conocer su misión y las proposiciones de paz. El Mencey Ichasagua, sin corresponder al saludo de Izora, sin pronunciar una sola palabra, recorrió con la mirada los rostros de todos los circunstantes como tratando de adivinarles el pensamiento, tiró de pronto de un puñal que llevaba al cinto y se lo hundió en el pecho. Así, cumpliendo con la tradición de sus ancestros, mediante el suicidio ritual murió el penúltimo Mencey Guanche, sin siquiera molestarse en dar repuesta a las propuestas que el verdugo Alonso Fernández de Lugo le trasmitía a través de unos renegados.
Tras el fallecimiento del Mencey Ichasagua, algunos de los conjurados aceptaron las paces propuesta por los conquistadores y consiguieron arrastrar consigo a muchos de los alzados. La historia es testigo del poco honor que los españoles hicieron a lo pactado, como es habitual en ellos. Otros, los más indómitos, se dispersaron por las cumbres y montes manteniendo viva la lucha contra el invasor. Con el transcurso del tiempo, unos se fueron integrando en la nueva sociedad, otros, continuaron su lucha y su vida en las zonas más inaccesibles de nuestra geografía, y si bien con el tiempo las acciones de guerra se fueron aminorando, no es menos cierto que estos alzados jamás se rindieron al invasor, por tanto, podemos afirmar que aún continuamos en guerra con la potencia invasora, en una especie de tregua indefinida no declarada.
La conflictividad social en las islas Canarias, ha sido una constante durante más de cinco siglos de opresión de un sector minoritario y pudiente de la población sobre el resto de la misma. El sector más desprotegido se vio siempre sometido, primero con la esclavitud, después por una situación de vasallaje y, posteriormente, obligados a sobrevivir bajo las férreas estructuras Caciquiles, las cuales no escatimaban -ni escatiman- medios para dominar todas las etapas productivas del país sometido, sumiendo al pueblo en el más abyecto estado de miseria y embrutecimiento, hasta bien entrado los años sesenta del pasado siglo XX.
*Miembro de la Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo




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