miércoles, 22 de enero de 2014

IGNACIO PEREZ GALDÓS






1835 Julio 5. El que sería teniente general de los ejércitos de la metrópoli don Ignacio Pérez Galdós nació en Las Guiniwuada n Tamaránt (Palmas de Gran Canaria) el cinco de julio de 1835. Era el octavo de diez hermanos, de los que el menor sería el ilustre escritor don Benito. Su padre, don Sebastián Pérez Macias, descendiente de una familia de labradores acomodados de Valsequillo, Tamaránt (Gran Canaria), había formado parte, como Subteniente, del batallón de voluntarios conocido como La Granadera Canaria, que participó en la Guerra de la Independencia. A su regreso perteneció a las Milicias Canarias alcanzando el empleo de capitán con grado de teniente coronel y ocupando en 1842 y 1843 la comandancia del castillo de San Francisco o del Rey.

A los diecinueve años, Ignacio fue nombrado Subteniente del Batallón “Provincial” de Las Palmas, nº 4 de las Milicias Canarias, quedando en situación de provincia. Decidido a seguir la carrera militar, en septiembre de 1958 ingresó en la Escuela de Estado Mayor y, finalizados los estudios, ascendió a teniente de dicho Cuerpo en 1862. Tras realizar las prácticas reglamentarias, fue destinado a la Capitanía General de Canarias, donde solicitó y obtuvo el pase al Ejército de Cuba.

Como consecuencia, en 1864 obtiene una rápida serie de ascensos: 20 de enero capitán de E. M. en Ultramar, 15 de julio capitán de E. M. de la escala general por antigüedad y el 10 de agosto comandante de E. M. en Ultramar destinado a la sección del Cuerpo en la Isla de Cuba.

Al extenderse a Las Villas la insurrección iniciada por Carlos Mª Céspedes en Demajagua, el comandante Pérez Galdós fue enviado a esta jurisdicción, compartiendo, como era habitual, el servicio propio de su Cuerpo con la intervención directa en las operaciones militares, conduciendo convoyes, dirigiendo columnas o mandando interinamente unidades, tanto en Las Villas como en la zona del Cauto o en torno a Bayamo. Tomó parte en combates como los de Humilladero, La Curia y Bueyecito y en los ataques a los campamentos atrincherados de Cauto, Las Brigadas y las Coloradas, quemándolos después de dispersar al enemigo. El decreto de gracia general de 1 de junio de 1869 le concedió el grado de teniente coronel de Caballería y en recompensa por su actuación los días 12 al 16 de abril entre los ríos Buey Jicotea y Cauto el grado de coronel de Ejército.

Al empezar el año 1870 fue trasladado a Santiago de Cuba, donde mandó unidades, como el Batallón de Cazadores de Reus, o columnas, como la formada por dos compañías de este batallón, medio batallón del Regimiento de Infantería de León y una pieza de artillería, con la que participó en la acción de Brunís en la que resultó herido.

En marzo de 1871 es recompensado con el empleo de teniente coronel de Ejército, por su actuación al frente de la columna de voluntarios catalanes y poco después recibe las encomiendas de Isabel la Católica y de Carlos III. Cumplido el tiempo máximo de permanencia en las Antillas, regresa a la Metrópoli el 5 de julio de 1875.

Destinado a la Capitanía General de Navarra, participó con la guarnición de Pamplona en la lucha contra los carlistas, destacando su actuación en las operaciones de cooperación al ataque de Montejurra, por las que se le premiaría con otra cruz del Mérito Militar. El 18 de mayo de 1876 asciende a teniente coronel de E. M. y es destinado a la Sección de dicho Cuerpo en las Islas Canarias. En mayo de 1877 vuelve voluntario a Cuba siendo ascendido a Coronel de E. M. en Ultramar y designado jefe de la 1ª media brigada de la 2ª división de la Comandancia de Holguín y Las Tunas.

La insurrección cubana, agotada por sus divisiones internas y las presiones políticas y militares de Martínez Campos, estaba en franco retroceso. El Pacto del Zanjón, 10 de febrero de 1878, puso fin a la lucha en Las Villas y Camaguey, pero fue rechazado por Antonio Maceo que acordó con Vicente García, a quien reconoció como general en jefe, proseguir la campaña en Oriente, Las Tunas y Holguín. Galdós participó en encuentros como el Savial y la Dichosa y fue promovido a brigadier. El 9 mayo, Antonio Maceo abandonaba Cuba y Vicente García, cuya situación era insostenible, convino con los españoles marchar al extranjero, acompañado de más de cien hombres, y deponer las armas, incluyendo en sus fuerzas las del brigadier Belisario Grave de Peralta que quedó encargado de efectuar la capitulación. Ésta tuvo lugar el 6 de junio, las fuerzas cubanas de Las Tunas, 1 brigadier, 12 jefes, 31 oficiales, 73 sargentos y 350 individuos de tropa y 218 hombres más, incluyendo el batallón de Holguín, se presentaron en el campamento de Rompe a las fuerzas españolas mandadas por el brigadier Ignacio Pérez Galdós a quien le cupo la honra de poner fin a la contienda cubana.

Poco después regreso a Canarias, quedando en situación de cuartel en Las Palmas. En 1879 se presentó candidato a diputado en Cortes por la jurisdicción Sur de Gran Canaria, derrotado por Pedro Bravo no volvió a participar activamente en política. Nombrado Gobernador militar de Santander, permaneció allí dos años pero asuntos familiares reclamaban su presencia en Canarias. Muerto su hermano Domingo, la administración del patrimonio de los Pérez Galdós atravesaba malos momentos y la quiebra del marqués de Villanueva del Prado hacía imprescindible liquidar la elevada deuda que éste tenía con ellos y había garantizado con su hacienda de La Aldea de San Nicolás. El pleito se presentaba largo y difícil, de hecho iniciado en 1881 no tendría su fin hasta 1892, estaba claro que a los Pérez Galdós les era necesaria la presencia de alguien que impusiera orden y salvase lo posible. D. Ignacio cesó, a petición propia, como gobernador militar de Santander y quedó en situación de cuartel en Las Palmas.

La muerte del gobernador militar de Gran Canaria hizo posible que el brigadier Pérez Galdós fuese destinado a su tierra natal. El puesto, no muy brillante desde el punto de vista castrense, le permitía disfrutar de su familia, atender a sus negocios y asistir al desarrollo económico y urbano de su ciudad natal, que en lo militar trajo su primera y deseada unidad del Ejército activo, el Batallón de Cazadores Gran Canaria número 2 y la construcción del Palacio Militar.

En mayo de 1891 don Ignacio fue ascendido a general de división y destinado a Santa Cruz de Tenerife, como segundo cabo de la Capitanía general de Canarias y gobernador militar de la plaza. Allí supo captarse el respeto de los tinerfeños, como se pondría de manifiesto con ocasión de los graves incidentes ocurridos durante la Semana Santa de 1893. La alianza de los “leonistas” grancanarios con grupos de La Palma, Gomera y El Hierro, tradicionalmente dominadas por Tenerife, se impuso a las facciones tinerfeñas en las elecciones a diputados en Cortes. Pocos días después se publicó la reforma de la división territorial militar, el Archipiélago pasaba a ser una Comandancia militar, formada por dos gobiernos militares con cabeceras en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) y Guiniwuada (Las Palmas), plazas en las que el comandante general podía residir “indistintamente”. La reforma parecía hecha para los intereses del general Pérez Galdós. El Viernes Santo se celebraron las elecciones senatoriales y los “leonistas” parecían tener asegurada su supremacía. Irritados grupos de tinerfeños atacaron a los electores partidarios de León y Castillo que tuvieron que salir de la ciudad, entre insultos y piedras, protegidos por fuerzas militares. Algunos de los perseguidos se refugiaron en el domicilio del gobernador militar pero no se levantó una voz contra el general, que en una época de rivalidades interinsulares había mantenido el más exquisito equilibrio oficial y llevado su acendrado grancanarismo en la intimidad.

Al ascender a teniente general, 28 de septiembre e 1898, rehusó la oferta ministerial de hacerse cargo de la Capitanía general de Aragón y permaneció en Guiniwuada (Las Palmas), en situación de cuartel, hasta abril de 1900 que fue nombrado capitán general de las Islas Canarias. El año 1901 trajo algunos desasosiegos políticos al Archipiélago, especialmente el asesinato del joven Marrero por el segundo teniente de Infantería Cabrerizo, en Guiniwuada (Las Palmas). El sepelio, al que asistió el general Pérez Galdós, fue un exponente de la repulsa popular. Poco después nuestro general sería designado presidente de la 1ª sección de la Junta Consultiva de Guerra, forma encubierta de retirarle el Gobierno su confianza. La noticia fue acogida con consternación por todos los sectores de la sociedad canaria. En Las Efemérides de 13 de enero de 1902 podemos leer “Todas las corporaciones y sociedades de la Provincia han telegrafiado a S. M. la Reina, el Presidente del consejo de Ministros y Ministro de la Guerra solicitando quede sin efecto el traslado del Capitán General”.

Pérez Galdós presentó inmediatamente la dimisión del nuevo cargo y volvió a quedar de cuartel en Guiniwuada (Las Palmas).

Un año después es designado, de nuevo, capitán general de Canarias, cargo en el que continuaba cuando falleció en Guiniwuada (Las Palmas) el 29 de noviembre de 1905.

Su sepelio fue una multitudinaria manifestación del respeto y cariño de sus paisanos. De él diría José Mesa y López: “El general Pérez Galdós, tenía el justo concepto de los deberes que le imponía su alta jerarquía. Conducta privada sin mácula, trato social intachable y energía sin claudicaciones “. (MB)

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