jueves, 30 de enero de 2014

CAPÍTULO XLV-IV




UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1841-1850

CAPÍTULO XLV-IV



Eduardo Pedro García Rodríguez

1843 febrero 3.
José de Santa Apolonia González Méndez
 “El que llegaría a ser considerado como el pintor más representativo y destacado de Canarias en el siglo XIX nació en Santa Cruz de La Palma el 3 de febrero del año 1843. Fue hijo de María Méndez Espinosa y del artesano Santiago González. Su padre era un ebanista muy conocido en la ciudad por su seriedad y por su habilidad en el oficio. Con su modesta y numerosa familia vivía en la Calle de la Virgen de La Luz (hoy con el número 14), en el histórico Barrio de San Telmo. Manuel José de Santa Apolonia González Méndez tuvo nueve hermanos: Bernabé, Juan, Fulgencia, Santiago, José, Isidro, Sofía y Vicente.
Siendo aún pequeño, estudia en la Escuela Lancasteriana y en la Escuela de Dibujo fundada en 1840 por Blas de Ossabarry. Su padre muere cuando Manuel tiene trece años y tiene que ayudar a su madre y a sus hermanos en diversos trabajos, como carpintero, encuadernador... Aunque su salud era débil desde que se le diagnosticara una bronquitis crónica, su capacidad para aprender no conocía límites. Ortega Abraham escribió que, en su ciudad natal “brilló con luz propia en los ambientes literarios y fue reconocido pronto y bien por todos sus coetáneos”.
En su juventud también cultivó otras manifestaciones artísticas, como la música y la escultura. Gracias a su buen oído y buena voz pudo lograr plaza en el prestigioso y selecto coro de la Parroquia del Salvador. El incansable artista liberal se esforzó y consiguió hacer todos y cada uno de los encargos que se le iban acumulando. Así, realizó para los dramaturgos locales una serie de escenografías que alcanzaron buena crítica, o numerosos retratos de amigos y familiares que perpetuarían rostros y momentos. Sin embargo, se comenzaba a sentir algo agobiado porque La Palma no colmaba todas sus expectativas. Para alimentar su infinita ambición y ansia de conocimiento, necesitaba salir a conocer el mundo que existía fuera de su amada Isla. Por este motivo, no quiso desperdiciar la oportunidad de ir a visitar a su hermano Juan que ya residía en La Orotava.
 En Tenerife conocería a varios músicos, políticos e intelectuales. Una de las grandes amistades conseguidas en aquella etapa fue la del pintor Felipe Machado. Méndez estudia en La Laguna durante el curso 1859-1860 y se inscribe en el coro de la Catedral. Son frecuentes sus viajes a La Palma, sobre todo para encontrarse con su familia y amigos y a descansar de su enfermedad crónica mientras se distraía pintando retratos familiares y leyendo.
Si bien comenzó su trayectoria artística en La Palma, su formación verdadera la realizaría en la Academia Provincial de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife en el año 1868. En la capital provincial, como ocurriese en su tierra natal, pronto fue reconocido como un artista especial y logró gran prestigio. Se matriculó en todas las disciplinas que se impartían en dicha academia: dibujo lineal, figura, adorno, aritmética y geometría básica para “dibujantes, aplicación a las artes, fabricación, modelado y vaciado”. Fue un alumno aventajado y sus maestros alababan su buen quehacer. Después del año 1869, con la libertad de enseñanza, la institución de Bellas Artes comienza su declive debido al escaso patrocinio municipal. Esta circunstancia, unida a otras, hizo que el polifacético palmero se decidiera por lanzarse a la aventura de Europa.
Con 27 años y ya en Madrid, se relaciona con políticos liberales, artistas consumados, maestros, ingenieros, críticos... Se deleitaba en Museo del Prado, que visitó por primera vez en 1870. En todos los museos que visitaba se preocupaba del tratamiento de la luz y aprendía observando con detalle las obras de los grandes maestros. Los amplios salones llenos de tesoros pictóricos eran recorridos una y otra vez por Méndez y su gran amigo Maffiotte.
 Sentía gran tristeza porque en España no había conseguido la oportunidad que ansiaba. Por ello había viajado a Francia, país que “le da de comer, techo, escuela, trabajo y fama”. Sus comienzos en París habían sido muy difíciles. Antes de que llegase el momento de consagración como artista, para subsistir tuvo incluso que pintar abanicos, tarjetas postales, álbumes, bocetos... Esculpió figuras en mármol y madera, aderezó muebles, etcétera. La guerra de Prusia con Francia hizo que la situación económica se volviese desesperada. Pasó verdaderas calamidades y sintió hambre e inseguridad.
Asistió a la Escuela de Artes Decorativas, donde fue galardonado por una de sus obras en el año 1872. Se trataba de un bajorrelieve “con figuras de guerreros y odaliscas orientales”. Tres años más tarde, sus primeros y alabados cuadros serían expuestos en la capital francesa, coincidiendo con la Exposición Universal. Gracias a su primer maestro Amado Millet conoció el arte parisino y lo relacionó con sus valiosos contactos.
El crítico Juan Maffiote había dicho que, “en cuanto a su escultura, las mejores disposiciones de Méndez son sin duda para este arte y lo prueba el que gracias a su consejo, aparecerá en uno de los mejores monumentos del mundo, una composición escultural distinta de la que había concebido el artista encargado de ejecutarla, e indiscutiblemente más bella y apropiada”. Se refería a la gigantesca estatua de Vereingtowix, realizada por Amado Millet, el mencionado maestro de Méndez, en el año 1865.
Tras su paso por esa prestigiosa entidad, continuó en la Escuela de Bellas Artes, donde el maestro Juan León Jérôme (aparece escrito también Gérome) le ayudaría a perfeccionar la técnica pictórica. Este prestigioso artista, muerto en 1904, lo había puesto en contacto con el gran maestro Delaroche y lo había convencido para que se inscribiera en la Academia. Poco a poco su economía va mejorando y, gracias a los encargos, puede montar un amplio estudio. Con sus ahorros logra volver a Canarias en 1874. En su tierra estudia los paisajes y hace esbozos de los diversos tipos y personajes, como el pobre pescador de Güimar, conocido como Juan Chichí. En La Palma acude a fiestas y saraos. Quiere recuperar el tiempo perdido fuera del terruño amado. De esta etapa es el magnífico cuadro La Romería de Santa Lucía, “su cuadro más representativo del costumbrismo canario”. En la actualidad está colgado en el salón noble de las Casas Consistoriales de Santa Cruz de La Palma.
De regreso a Francia, fue premiado en la Exposiciones Universal de París de 1875 (así como también en las de 1889 y 1900). Entre finales de 1875 y principios del año siguiente, recorre España desde Madrid a Andalucía, pasando por Toledo. En la Península toma nota en sus omnipresentes cuadernos acerca de todo lo que ve y le gusta, como rasgos de personas, su anatomía, detalles de arquitectura, paisajes, etcétera.
Vuelve a Francia y en 1878 logra ser admitido como expositor en el célebre Salón de París. Su prestigio va en aumento. Su obra titulada Pescador de Güimar -cuyo modelo era Juan Chichí- fue incluida pese a su condición de extranjero en el catálogo del Salón de Pintores Franceses. “Éste fue el espaldarazo definitivo. La crítica se vuelca en elogios y el palmero siente que ha sonado su hora”. En 1880, el mismo salón es un expositor de gala para su retrato de Juan Real. El año siguiente, tras su regreso de Canarias, expone en la misma sala otra de sus obras, Retrato de Señorita. El crítico más exigente de la época, Charles Dignet, elogia al palmero: “este retrato encantador me ha chocado por la tonalidad general y armónica. Las carnes son transparentes y su color es verdadero...”
 Tras una larga estancia en la Península de unos cinco años (entre 1883 y 1888), regresa a París. Durante su visita española se nutre de muchos modelos de tipos humanos y arquitectónicos. Se cree que el desencanto que sufrió por no ver galardonado su trabajo en su propio país, fue lo que motivó su retorno a Francia. Sus biógrafos lo recuerdan como una persona obstinada y de duro carácter. Su incapacidad de “mendigar la presencia en las exposiciones y su exclusión injusta de los catálogos le afirma en la decisión de no presentarse jamás a un certamen”.
Hubo muchos rumores en torno a los amoríos del maestro con algunas doncellas y modelos. Se habló de Charlotte Gérome, hija de su maestro; o con una misteriosa muchacha francesa con la que se había carteado. ¿Tal vez se tratara de la misma persona? Se dice que ésta pudiera ser aquella viuda que, tras la Primera Guerra Mundial, visitó Tenerife tratando de encontrar inútilmente la tumba de González Méndez, su verdadero amor prohibido.
Sus constantes y cortos viajes entre Francia y España fueron motivados, en gran medida, por la búsqueda de mejor clima debido a la precariedad de su salud. Era persistente su idea de asentarse en Tenerife donde quería instalar casa y estudio. Sin embargo, no quería desechar su taller parisino. Su economía no era boyante y no podía afrontar con éxito tal aventura. Sí continuó visitando Madrid y Barcelona, donde se relacionó con numerosos artistas, sobre todo pintores españoles, algunos de los cuales ya conocían la obra del maestro palmero en París. Méndez trabaja como agente de ventas en manufacturas isleñas, con productos como mantillas, bordados, calados, estambre y algodón. Una época en la que intimaría con su amigo, el orotavense Felipe Machado. En Güimar logra un merecido descanso donde su hermano Santiago era el administrador del notable patrimonio familiar de su esposa.
 Uno de sus cuadros más destacados fue El Consejo del Viejo Profesor (1882), un óleo sobre lienzo (66 x 50,8 cm) vendido en subasta en la casa Sotheby’s de Nueva York el 25 de abril de 2006. Esta magnífica obra fue incluida en el Album de chefs d’oeuvres de l’école moderne, selecta publicación especializada en obras maestras de la escuela moderna donde sólo aparecían las más prestigiosas piezas de arte avaladas por la crítica. Otras obras premiadas fueron: Un Vieux Charron (en la Exposición de 1889); Enrique III (en la de 1900), y Un Duel soux Louis XIII. Lo cierto es que, tanto en París como en Santa Cruz de Tenerife, ciudades donde transcurrió su vida profesional, expuso sus delicadas obras con gran éxito de crítica y público.
Ya en Tenerife, obtuvo el codiciado diploma de honor de la Real Sociedad Económica en 1893. En el salón de la actual sede del Parlamento de Canarias se puede admirar dos grandes óleos del maestro. También es autor de la bella decoración de la cubierta del salón noble de las casas consistoriales. En 1902 recibió el encargo de la decoración del Palacio de Justicia y la realización de La Verdad Venciendo al Error. Al año siguiente, su admirada obra estuvo presente en la Exposición Económica de Tenerife y en Las Palmas. En 1906 entrega González Méndez los lienzos para el Palacio de la Diputación Provincial. Ese mismo año, tuvo el encargo de la decoración de los arcos triunfales que se levantarían en Tenerife en honor del rey Alfonso XIII.
Otra prueba del prestigio conseguido por el artista palmero fue el hecho de que su retrato, biografía y obra fuesen incluidos en la revista gala La Revue du Bien dans la Vie et dans l’Art (la Revista del Bien en la Vida y en el Arte). Los hermanos Romilly habían incluido en aquella edición un juicio crítico del ya famoso maestro pintor. Estos dos literatos franceses, Paul y George Romilly, escribieron: “El proverbio de que nadie es profeta en su tierra no tiene valor en España. Las Islas Canarias se enorgullecen hoy de tres de sus hijos igualmente y diversamente célebres: un político, León y Castillo; un novelista, Pérez Galdós, y un gran pintor, González Méndez”. Como “modesto intérprete, aunque inspirado compositor”, un minuet y una Marche Antique fueron unas piezas muy celebradas, incluso por el crítico Miguel Maffiotte La Roche.
 Tras sus estancias en Santa Cruz de La Palma y Güimar, regresa a París en 1888 donde expone en el Salón de los Pintores Franceses. Su obra Un Vieux Charron Breton fue muy valorada por el público y por la crítica. Otra obra, Exvoto Bretagne, obtiene la mención de honor en 1889. De Torres Edwards (1889-1943) reputado pintor y erudito local, había mencionado en una magistral conferencia a los pintores canarios que -según su parecer- eran los mejores de todos los tiempos: Alonso Vázquez, Cristóbal Hernández de Quintana, Juan de Miranda, Luis de la Cruz, Nicolás Alfaro, Valentín Sanz y a Manuel González Méndez. De este último dijo que “...supera a todos los anteriores y anuncia con su obra la floración de los actuales pintores canarios.”
Le llueven las distinciones y los premios. En la Corte Española, la Reina Regente lo distingue como Caballero de la Orden de Isabel la Católica el 20 de mayo de 1889. En 1893 recibió el Diploma de honor en la Exposición de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Fue una gran muestra en la que se dieron cita grandes maestros del arte y de la ciencia. Méndez se encontraba entre lo “más granado de la pintura isleña”. En junio de 1896 Méndez también triunfaría en la exposición antológica que tuvo lugar en la exclusiva galería parisina de Georges Petit. Allí presenta ciento cuarenta obras, entre dibujos a lápiz, pasteles, óleos, tinta china..., “lo mejor de su etapa bretona, los retratos más personales, algunos bodegones, floreros y paisajes, tomados en sus viajes a Canarias. Difícilmente muestra alguna en ese tiempo contó con tanto refrendo crítico”. La prensa especializada y los más feroces críticos alaban la especial obra del gran maestro. No tardaría en conseguir la cotizada Legión de Honor en 1898 y la Medalla de Bronce en la Exposición Universal de París del año 1900. Desde entonces ya empezó a ser conocido como uno de los mejores pintores de la época.
En Canarias, obtiene plaza en la Escuela Municipal de Bellas Artes tinerfeña. Toma parte en tertulias especializadas donde cuenta sus aventuras y desventuras en el mundo del Arte; anécdotas y su experiencia en París y en la Península; habla de un idioma nuevo: el esperanto; explica sus admiradas técnicas, etcétera.
 En Santa Cruz de Tenerife recibirá “el más importante encargo de su vida”: el pedido de realizar una gran pintura para el recién construido Palacio de Justicia. En marzo del año 1902 se acepta unánimemente su proyecto pictórico titulado La Verdad Venciendo al Error, que había presentado el artista en un boceto. Regresa a París para trabajar la tela en su taller. Vuelve con el lienzo en otoño tras un viaje por Italia. Ortega Abraham nos recuerda que el “seis de noviembre de 1902, apenas habían pasado ocho meses, la Verdad Venciendo al Error enriquece la bandeja central del salón de sesiones. Cobró doce mil pesetas por el encargo. El ocho por ciento exacto del total del edificio, que llegó a las ciento cincuenta mil pesetas...”. Se trata de una alegoría sobre las ciencias, las virtudes teologales, el comercio, la industria, etcétera, de la que el consagrado artista palmero se sintió muy satisfecho. Méndez también diseñó los acabados de carpintería.
Su paso por Las Palmas en 1902 le deja un contrato para la realización de unas pinturas del salón noble del Gabinete Literario y expone allí con un gran éxito de público. Después viaja a Tenerife y de allí -en marzo de 1903- a Madrid donde visita a su amigo Benito Pérez Galdós, a su querido Museo del Prado, etcétera. Ya en París, termina la obra Portrait de madame para su exposición en el Salón de Pintores Franceses. Sus viajes entre Canarias y Francia se suceden a lo largo de los cuatro años que van entre 1904 y 1906. Méndez trabaja en los lienzos enormes del Palacio Provincial. Trabaja con gran acierto en el Gabinete Literario de Las Palmas hasta 1908. Consigue plaza de profesor de vaciado y modelado en la Escuela Municipal de Artes y Oficios. Borges Salas, uno de sus alumnos, decía que “Don Manuel tenía un bigote muy espeso, algo ceñudo el semblante…”. Padrón Acosta añadía: “… parece mentira, pienso yo, que un pintor tan eximio de la figura humana, tuviera una cabeza tan antiartística. Pero así era Manuel González Méndez: cabeza cuadrada, bigotes de carabinero, ojos de susto, rostro sin luz amable…. pero ¡qué maravillas salían del pincel de este hombre casi incivil!”
Gracias a los ingresos obtenidos por algunas ventas y por sus trabajos, pudo hacer realidad su sueño: construir una casa-estudio en el Paseo de los Coches de Santa Cruz de Tenerife, en la que lograría conseguir un “ambiente, entre señorial y bohemio”, como dijera el periodista Leoncio Rodríguez. En su luminoso taller, nuestro polifacético artista custodiaba sus mejores cuadros –que jamás quiso vender-, sus gubias y sus pinceles, sus paletas y sus esculturas, sus libros y bajorrelieves, sus recuerdos... Regresa a Madrid y a Barcelona. Viaja a Génova, Roma y París. No cesa de tomar anotaciones, referencias, bocetos, trazas, ideas...
 El frío reinante en el fin del otoño hace menguar su ya delicada salud. Tiene añoranza del clima de sus amadas Islas a las que jamás volvería a ver. Algo recuperado, decide volver a España en su último y terrible viaje. De Marsella a Barcelona llegaría con casi un día de retraso debido a que se durmió en primer tren y no hizo el cambio de máquina, con lo que despertó justo “a tiempo para que no fuera a parar muy lejos”. De Narbona tuvo que coger el llamado “tren de las gallinas” debido a lo despacio e incómodo que era. Escribiría dos días antes de su muerte: “Me acordaré todo lo que me quede de vida de tan horrible viaje. Olvidaba decir que yo venía medio acatarrado y al día siguiente no podía materialmente moverme, con fiebre bastante alta y dolores tremendos de huesos, guardando cama hasta medio día”. Ya en Barcelona, su estado se agrava y no podrá ya levantarse de la cama. Solo, pobre y enfermo, el más grande de los plásticos canarios del siglo XIX moría en una humilde pensión de la ciudad catalana. Era el 9 de septiembre del año 1909 y tenía 66 años. Ortega Abraham escribió que “en la soledad de las últimas horas, nadie salvó su cuerpo de la fosa de beneficencia ni su memoria del olvido
En los últimos tiempos ha habido algún que otro recuerdo al maestro por parte de algunas instituciones. Por ejemplo, en 1970, la Agrupación de Acuarelistas Canarios organizó una exposición en el Círculo de Bellas Artes en su honor. En el mismo año, dentro del variado programa de la Bajada de la Virgen de Las Nieves, el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma incluyó una muestra colectiva en la que la obra de Méndez fue unánimemente elogiada. Otra exposición antológica del maestro tuvo lugar en 1979 organizado por la misma entidad capitalina. En 1984 el propio Ayuntamiento, en reconocimiento a su magistral trayectoria artística, perpetuó su memoria poniéndole su nombre a una de sus calles. También la Caja General de Ahorros de la provincia tinerfeña inauguró una exposición antológica de Arte y Cultura de La Laguna en el que hubo muchos elogios sobre el ilustre pintor y su obra.
Ahora, en el año 2009, se cumple el centenario de la muerte de “uno de los pintores canarios más destacados de todos los tiempos, el principal representante del costumbrismo canario y máximo exponente de la pintura del siglo XIX en el Archipiélago”. El pasado 26 de Noviembre se procedió al descubrimiento de una placa en la casa natal de Manuel González Méndez. Para ese mismo día, en el Palacio Salazar se programó una conferencia a cargo de Ana María Quesada Acosta, Doctora y Profesora Titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna. El título elegido era: Manuel González Méndez y su Tiempo. Al día siguiente, tiene lugar la magnífica y esperada exposición antológica del pintor en el Museo Insular. Esta muestra estará abierta hasta el día 10 de enero de 2010. Un justo homenaje a un gran artista polifacético: pintor de género, grabador, dorador, naturalista, dibujante, impresionista, retratista, escultor... En definitiva, un gran maestro.” (José Guillermo Rodríguez Escudero)
1843 Octubre 10.
La Comandancia de Ingenieros de Canarias emite un informe sobre el estado del fuerte de San Miguel, situado en la desembocadura del barranco de Tahodio en Santa Cruz de Tenerife.

El primitivo situado en la desembocadura del barranco de Tahodio a orillas del mar, construido en 1656 sobre otro fortín, era una Torre circular de mampostería con escasa elevación, con su plaza de Armas almena da donde se emplazaron 4 piezas de Artillería
de bronce y 6 de hierro; en su interior tenía un pequeño repuesto.

Ordenada por el Comandante General la reforma de las baterías de San Miguel, Candelaria y San Pedro, la de San Miguel se llevó a cabo con arreglo al proyecto firmado por el Ingeniero D. Juan Lartigué de Condé el 31 de Diciembre de 1790 con el voBo de D. Luis Marqueli, era de planta irregular con una espaciosa Plaza de Armas calculada para 6 cañones y un mortero. A la espalda se proyectaban diversas dependencias tales como Cuerpo de Guardia, Almacenes de pertrechos y de pólvoras, cocina, etc., y el acceso al fuerte se hacía por medio de una rampa cortada por un puente levadizo; se iniciaron las obras en 1791 y quedaron terminadas el lo de Enero de 1793.
Se hallaba a unos 200 mts del de Paso-Alto y como todas las demás defensas, intervino activamente con motivo del ataque de Nelson. Una gran avenida del barranco de Tahodio, acaecida por el aluvión de 1826, lo destrozó en parte arruinando el baluarte de Norte; en 1852 se había propuesto por inútil y se hallaba muy descuidado; en 1860 se reconstruyó con casamatas.

Se hallaba inscrita en el Registro el 29 de Septiembre de 1900 al folio 215 del tomo 840, libro 101 del Ayuntamiento, finca n° 6622, inscripción la, con una extensión de 3.280 mts. cuadrados, lindando al N. con terrenos de obras Públicas; al S. y E. con la
playa y al O. con el barranco de Tahodio.

Era el solar de forma irregular, existiendo en parte del mismo el citado fuerte. Por R.O. de 2 de Enero de 1924 (D.O. n° 3) se declaró inadecuado para las necesidades del Ejército disponiéndose su venta, que quedó sin efecto por R.O. de 27 de Noviembre de 1924 ordenándose su entrega al Ministerio de Fomento, que se efectuó el 17 de Noviembre de 1927, y posteriormente fue demolido para la construcción del Real Club Náutico de Tenerife.

En 1788 estaba artillado con 5 cañones de a 16 y su guarnición la componía 1 sargento, 1 cabo y 5 hombres que en época de guerra se aumentaba al oficial, 1 sargento, 2 cabos y 50 hombres.

En un informe de la Comandancia de Ingenieros de 10 de Octubre de 1843 se describía esta obra de la siguiente forma: «Reducto de San Miguel.- Situado á 280 varas del Castillo de Paso-Alto, á la izquierda de la desembocadura del barranco de Tahodio.

Estaba unido al Castillo por un parapeto en línea recta sobre la altura natural del terreno que es playa llana, pero en I826 una avenida del barranco arruinó por su izquierda la mitad de su batería (que es circular y capaz de 3 cañones), su repuesto ó almacén y parte del parapeto que lo unía al Castillo.- Lo reducido de esta obra, al no tener cabida para alojar su guarnición y su inmediación al Castillo de Paso-Alto, lo hacen innecesario y por esta razón es sin duda que se ha pensado en su no reedificación, antes bien, parece conveniente acabar de demolerle para que no impida los fuegos de las baterías colaterales, pues como se abanza al mar más que éstas, es un espaldón contrario á la defensa».

La rampa de entrada tiene 6 mts de largo por 2. de ancho, y en ella se halla el puente levadizo de 3,50 mts. de luz que da acceso al vestíbulo a cuya derecha está el cuarto del plantón y a la izquierda el almacén. Continúa un patio interior para comunicación con las tres casamatas; al lado del almacén existe una rampa para subir a la batería alta donde hay tres cañoneras con parapeto de dos mts de alto. En su extremo izquierdo existe un algibe; por otra rampa de subida a la izquierda se pasa a la batería alta también y a un almacén de pólvora. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1843 Octubre 10.
La Comandancia de Ingenieros emite informe en torno a la batería enterrada de Santa Teresa, situada en el barranco de Tahodio, frente al Barrio de La Alegría, Santa Cruz de Tenerife.

Fue proyectada por el Ingeniero D. Fausto Cavallero, y estaba emplazada en la margen derecha del barranco de Tahodio, a espaldas de la línea en una pequeña meseta; era de forma circular y aunque su explanada tenía el inconveniente de tener la pendiente., en sentido contrario, como tenía espacio para el mayor retroceso de las piezas, servía contra desembarcos en la playa que cubría entre los barrancos de Tahodio y Almeyda. Carecía de Cuerpo de Guardia y Repuesto, pero en 1850 se había convenido con el comerciante D. Francisco Ventoso, dueño del terreno que la rodeaba, que, en caso necesario, la casa-habitación de la finca podría emplearse en estos menesteres.

En un informe de la Comandancia de Ingenieros del 10 de Octubre de 1843, decíase con relación a éste, que «...estaba situada á unas 134 varas y á espaldas de la línea en la margen derecha del barranco de Tahodio, dominando el parapeto de la línea dha para
cubrir y poder batir las embarcaciones que puedan intentar un desembarco en la playa entre los barrancos de Almeyda y Tahodio.

Como está enterrada, no presenta objeto alguno á los fuegos del mar, y ella puede por cuatro de sus cinco embrasuras con esplanadas de sillería (aunque con el declivio invertido}, servir últimamente contra un desembarco por esta parte. No tiene repuesto ni
Cuerpo de Guardia, pero puede usarse para esos destinos la Casa de Ventoso que está á [en blanco] piés de la rampa de entrada á la Batería. Sus cañoneras, espacio entre ellas, así como su emplazamiento necesitan reparaciones de alguna consideración. Su figura es circular de 1.8 varas de diámetro».

En 1788 estaba artillada con 5 cañones de a 12. y la guarnecían 1 sargento, 1 cabo y 5 soldados, previsto para caso de guerra aumentar esta guarnición hasta 1 Oficial, 1 Sargento, 2 cabos y 35 soldados.

Fue ejecutada por cuenta de los arbitrios de fortificación y la entrada se hacía por una rampa de 11 varas de largo por 4 de ancho, tenía 6 cañoneras. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1843 Octubre 10.
Informaba la Comandancia de Ingenieros en relación al Castillo de San Cristóbal en la plaza de Santa Cruz, lo siguiente. «...situado a unas 285 varas de la batería de Santa Rosa, y á la derecha de las tres puertas de comunicación al muelle donde está establecido el Cuerpo de Guardia del Principal de la Plaza. Fue construido en I576; consiste en un pequeño rectángulo abaluartado de 64 varas de lado exterior los dos mayores y 6I varas los otros dos. En la cortina y dos baluarters del frente de mar se pueden servir 7 piezas, y en el flanco derecho del baluarte derecho del frente a la población se pueden servir otras dos piezas con el mismo objeto, por ser este frente más elevado que el del mar.

Estos fuegos baten el muelle y se cruzan convenientemente con los de los llamados Castillo de S. Pedro á su izquierda y S. Juan y batería de la línea a su derecha.- Su posición en el centro de la línea y de la población, y siendo todo su frente al principal fondeadero, es muy importante, pero son pocos sus fuegos y capacidad con respecto a la defensa exterior é interior que debería cubrir.- Sin duda por esta razón es que construyeron en el corto espacio que haya su izquierda entre el muelle, la batería llamada de Sto Domingo, que le sirve de flanco bajo y es capaz de tres piezas; pero está aun su emplazamiento terrizo y no permite servirse artillería por las tres embrasuras que tiene su parapeto, no pudiéndose usar sino por Infantería en la banqueta que tiene en sus merlones.- Sus fuegos son ventajosos en defensa del muelle playa a su izquierda, fondeadero a su frente y se cruzan con los de s. Pedro.- El frente de tierra es más elevado y cubre de los fuegos de las casas de la población las baterías del frente de mar, y bajo su emplazamiento ú esplanada están los pabellones de su Comandante, Cuerpo de Guardia, Almacenes y Provisiones, pero habiéndose permitido construir en su inmediación y sin mas distancia que el ancho regular de la calle, casas de dos y tres cuerpos y de bastante solidez, desde las que se pueden fusilar a cuantos intenten subir á servir la artillería de este fuerte, y el estar su esplanada, la mayor parte sostenida por las maderas que forman la techumbre de las habitaciones y oficinas de la guarnición, hacen inseguro el fuego de la artillería sobre dicha esplanada.- Con el objeto de aumentar su espacio y cubrir su entrada, se construyeron un tambor de un ángulo á otro de los flanqueados del frente a la población, el que el año antepasado se ha regularizado y mejorado, así como todo el Castillo, segun se vé en la Memoria que formó esta Comandancia y pasó a la Direccion General del Cuerpo el 1 de Enero de I84I; en la que se dice el estado en que quedó este Castillo, concluidas las reparaciones que necesitaba, y aumentos que se consideraron convenientes para mejorarle en lo posible, por ser la fortificación de más consideración de toda la línea, a pesar de ser tan reducida y con tantos defectos como se dejan conocer, a primera vista».

Parece que este Castillo tenía la misión de servir de ciudadela para resistir a un enemigo que hubiese desembarcado hacia los extremos de la línea penetrando hasta el centro del lugar.

Al llegar a la isla los Comandantes Generales, eran recibidos por una Diputación de dos Regidores que nombraba el Cabildo, y lo alojaban en la Sala grande de este Castillo por espacio de tres días, sufragándose todos los gastos que ello ocasionaba, que eran crecidos, de los fondos del común, gastos que redujo el visitador D. Tomás Pinto Miguel a 1.500 rs de las islas. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1843 Octubre 10.
En un informe de la Comandancia de Ingenieros se decía en relación al polvorín o Casa de la Pólvora localizada en el Barrio de Regla en Santa Cruz de Tenerife, que era capaz de 3.000 quintales, «...y se conserva en él la pólbora perfectamente sin humedad no obstante su proximidad al mar; tiene pararrayos y este y el almacén, están en buen estado.- Para cubrirlo de los fuegos del mar se construyeron en dos de sus lados un grueso y elevado espaldón de tierra sostenido por dos gruesos muros que le sirven de cerca, siendo lo restante de esta un simple muro de piedra y barro y de poca altura; y como el lado menor en que está la puerta y parte del s. estaban amenazando ruina, se levantó el año pasado desde cimientos toda la pared ruinosa y lo restante del lado mayor necesita igual reparación, levantándolo hasta la altura de lo nuevamente hecho. El terraplén del espaldón había tenido el asiento natural de las tierras y las aguas filtrándose por los muros habían desprendido su encalado exterior por cuya razón se rellenó de tierras y después de bien apisonadas, se empedró dandole bastante declive para que las lluvias derramen por los imbornales á la parte exterior y se encalaron y en casaron los muros en la parte que mas lo necesitaban.- El espacio entre la cerca y el almacén no estaba dispuesto para que pudiesen salir las aguas, y se regularizó el terreno con piedra á propósito para este sitio todo el camino que han de llevar las aguas hasta su salida por el invornal...».

En 1850 se hallaba en buen estado necesitando reparación el muro interior del espaldón del lado Norte que tenía muchos desplomes. Fue cedido al Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, junto con el Castillo de San Cristóbal por R.D. de 20 de Septiembre de 1926 (D.O. n° 215). (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1843 Octubre 10.
La Comandancia de Ingenieros emite un forme en torno a la batería de la Candelaria, se decía así: «Batería de la Concepción, á 62 varas del Castillo de San Cristobal construida sobre una restinga paralela á la playa y bañado su muro por las olas en las altas mareas.

Cruza sus fuegos en defensa del fondeadero, con los de los Castillos de S. Pedro y S. Cristobal, y defiende la pequeña caleta que está a su izquierda, por la que antes de estar construido el muelle, desembarcaban y embarcaban los efectos de comercio y pasaban por el rastrillo que hay en el parapeto que une esta bateria con S. Cristobal, á la Aduana, cuyo edificio cierra la mayor parte de la gola de la bateria. Por su derecha, aunque con oblicuidad, defiende la playa frente al barranco de Santos, en concurrencia con las Baterias de la Carniceria, San Telmo y los dos emplazamientos que para una pieza cada uno hay construidos en las orillas del mismo barranco.

Tiene Cuerpo de Guardia, y Repuesto, y Almacenes para los efectos y juegos de armas del servicio de artillería y un hornillo de bala roja inutilizado.- A su frente y derecha podria servir por su situación convenientemente, pero como no tiene sobre la playa mas altura que la necesaria para la construcción de su emplazamiento y esplanada, y sea mas alto el del muelle, impide este la defensa que sin él prestaria contra los buques fondeados ó lanchas de desembarco en la playa a su izquierda.- También si fuese cañoneada por buques, podría recibir daño sus defensores con los escombros ó ruinas del edificio de la Aduana que la cierra por su gola, sin dejar mas espacio que el preciso para su servicio».

Su explanada era de sillería contando con diversos locales que a fines del siglo XIX estaban dedicados a Almacenes de Artillería, existiendo en ella un tinglado de 28,00 m2 y otro de 67,50, tres almacenes de 101,50 m2 en conjunto y un local destinado a Cuerpo
de Guardia de 10,50 m2. Un pequeño cuarto a mediados del siglo XIX se destinaba a fábrica de zulaque  para las obras de fortificación. Tenía 54 varas de largo y 14 de ancho.

Según R.O.C. de 29 de Julio de 1892 (D.O. n° 163) y R.O. de 24 de Mayo de 1893 (D.O. n° 109) se propuso la venta que fue aprobada por R.O. de 27 de Febrero de 1895 (D.O. n° 48) y suspendida por R.O. de 20 de Abril de 1897. Según R.O. de 11 de Junio de 1899 se propuso SU enajenación, así como en virtud dela R.O. de 15 de Enero de 1903 (D.O. n° 11). Por R.O. de 2 de Enero de 1924 (D.O. n° 3) se declaró inadecuada para las necesidades del Ejército disponiéndose su venta y por último por R.D. de 20 de Septiembre de 1926 (D.O. n° 215) se ordenó su entrega al Ayuntamiento de la Capital con las demás propiedades que se han reseñado al estudiar el Castillo Principal.

 En un inventario que existe en el mismo archivo de 188 5, se especifican: la puerta de entrada; Cuerpo de Guardia de 3,50 m2.; un almacén de 3,00 m de largo por 2,50 mts de ancho y 2,60 mts de alto; otro de 5,00 x 3,50 x 2,20; una habitación de 3,50 x 3,50 donde se hallaba una bomba de incendios y otros varios efectos pertenecientes al Real Cuerpo de Ingenieros. Una habitación de 4,50 mts por 3,75 mts da paso aun almacén de 10,00 mts por 3,00 mts; un tendal de 9,00 por 7,50 mts depósito de cureñas y otros efectos; un almacén 7,00 x 6,50 x 3,75 metros para efectos de artillería y encima otro perteneciente a la Aduana; otro local igual también con material de artillería ya la izquierda un pasadizo de 4,50 x 1,00 metros que en un testero tiene el común. Frente a
la batería y en la habitación de bóveda ya descrita en el inventario, hay un hornillo para bala roja.

Tiene una explanada de 310,00 metros cuadrados de losas de piedra viva y 2,20 empedrada con nueve cañoneras, con banqueta, todo de mampostería y en mediano estado de conservación a finales del siglo XIX. (José María Pinto de la Rosa, 1996).

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