miércoles, 3 de abril de 2013

CAPITULO XXIV



EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI


DECADA 1541-1550


CAPITULO XXIV



Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen

 

1543
El capitán don Juan López de Isasti, que había partido de Cádiz Escoltando la flota de Indias con dos naos y una carabela hasta las Canarias, encontró al1í una nao francesa y tres pataches que habían capturado una carabela cargada de vinos de las islas. López de Isasti los atacó inmediatamente, y logró, primero, rescatar la carabela española; luego, rendir la nao francesa, y, por último, forzar a emprender una desesperada huída a los pataches restantes. Juan López de Isasti regresó con su magnífica presa a Sanlúcar y entregó a las autoridades los 70 prisioneros franceses, que se enviaron a servir a las galeras, como represalia al trato que aquella nación infligía a los cautivos españoles. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1543 Julio 16.
Los criollos canarios de la otra banda del Océano, establecidos en la colonia de Santa Marta (Colombia) por el adelantado don Pedro Fernández de Lugo cuando la invasión y conquista de aquellas lejanas tierras, sufrieron un feroz ataque por parte de los franceses, que saquearon y quemaron la ciudad. El tercer adelantado de Canarias, don Alonso Luís Fernández de Lugo, al tener noticia de aquella desgracia, preparó a sus ex-
pensas una flota de tres bergantines, conduciendo gente, munición y artillería, a más de 3.000 pesos de socorro, flota que zarpó de Santa Cruz de Tenerife y con cuyo auxilio se pudo reedificar la ciudad, evitando que los colonos la desamparasen. Además pidió inmediatamente al Emperador por carta de fecha 18 de diciembre de ese mismo año que se construyese en la misma una fortaleza para protección de sus moradores. (En: A.


1543 Octubre 29. Unos de los más famosos Marinos franceses del siglo XVI, Jean Alfonse de Saintonge ataca Winiwuada n Tamaránt (las Palmas de Gran Canaria).

El gobernador de la metrópoli en Tamaránt (Gran Canaria) Alonso del Corral, llevó a efecto una hazaña digna de no ser olvidada en los anales coloniales canarios. Apareció aquel día en la rada de Las Palmas el célebre corsario francés Juan Afonso que en la noche anterior había tenido el atrevimiento de desembarcar en el puerto de las Isletas, penetrar en el castillo, sorprender la guarnición y apoderarse de tres naves mercantes que en aquellos mares estaban fondeadas. Al saberlo, el gobernador hizo llevar algunas piezas de artillería a la playa y con ellas ahuyentó al pirata y le obligó a retirarse de aquellas aguas.

El primer problema que se plantea al tratar de la personalidad de Jean Alfonse es el de su patria o nacionalidad. Los portugueses, no ya en época reciente, sino en vida de Alfonse, lo consideraban natural de aquel reino, como lo prueba la carta de perdón que le fué ofrecida por el rey don Juan III si reingresaba a su servicio y como lo ratifican dos documentos del Archivo de Simancas; los españoles defienden y abogan por que nació en España, y más concretamente en la villa de Santoña; y, por último, los franceses, con singular tenacidad, han defendido la condición de compatriota de Jean Alfonse, a quien consideran como legítima gloria de Francia, tierra en la que pasó la mayor parte de su vida, entrando al servicio de su marina y de sus reyes y tomando parte en las grandes empresas navales francesas del siglo XVI.

Los que defienden la última opinión están en lo cierto, y el confusionismo ha nacido de las relaciones sostenidas por Jean Alfonse con los lusitanos y de su matrimonio con una portuguesa. Mellin de Saint-Gelais, autor de los Voyages adventureux du capitaine Jean Alfonse (publicados por el librero de Poitiers Jean Marnef en1559) asegura que este ilustre navegante nació en Sainctonge, cerca de la villa de Cognac, lugar identificado hoy día con Saintonge, modesta aldea de la municipalidad de Saint Meme, cantón de Segonzac y departamento de Cognac .En nuestros días, La Ronciere asegura que nació en Sables d'Olonne; pero es más probable la primera aseveración que la segunda.

Su verdadero nombre era el de Jean Fonteneau, conforme revelan los documentos descubiertos por Musset, aunque era vulgarmente conocido por Jean Alfonse, según testifican estas mismas fuentes. La causa del trueque de apellidos no fue otra que su matrimonio con la portuguesa Valentina Alfonso o Afonso, perteneciente, con toda probabilidad, a una familia de afamados navegantes. Este dato, unido, a otros ya consignados, como la carta de perdón que le ofreció el rey Juan III si reingresaba a su servicio, prueban que Jean Fontaneau debió residir en Portugal desde muy joven, ejercitándose en la navegación, realizando importantes viajes a las Indias Orientales (como lo prueba la minuciosa descripción, de visu, de aquellas lejanas comarcas en su famosa Cosmographie) y siendo considerado por los lusitanos como un verdadero naturalizado.

Cuarenta años de su vida los había pasado Jean Alfonse recorriendo los mares del mundo en arriesgadísimas expediciones piráticas. Seguramente más de una vez habría cruzado por las aguas de las Canarias y saqueado y robado en ellas, pues consta que en distintas ocasiones desde el estrecho de Magallanes hasta el grado 42 de latitud norte (Estados unidos) había atravesado las aguas atlánticas, saqueando en uno de estos viajes a Puerto Rico. La fama de sus empresas marítimas puso en disputa sus servicios entre Portugal y Francia. Ango, en su afán por encontrar en rivalidad con los portugueses un paso abierto hacia las islas Molucas, no cejaba en su empeño de lograrlo, siguiendo la ruta del veneciano Cabot, por el Océano boreal, o por el estrecho de Magallanes, si fracasaba el primer intento. Para ello había contratado Ango al célebre navegante italiano Leone Pancaldo, compañero de Magallanes en su famosa expedición como piloto del navío Trinidad. Ocurrían estos hechos en 1531, pero Portugal, que disponía de una magnífica organización de espionaje en los puertos franceses, consiguió por medio de su agente secreto Palha, con bonita oferta de 1.600 ducados, que Pancaldo rescindiese su contrato con Ango, que sólo le ofrecía 300 libras de renta al año.

No contentos los portugueses con el éxito de dejar al armador francés sin piloto, trataron de restarle toda posibilidad de partida ganándose la colaboración de Jean Alfonse, y de esta época data la oferta del rey Juan III de tomarlo a su servicio, previo el olvido y perdón por Su "expatriación" voluntaria. Mas Alfonse no se dejó sobornar por el oro portugués y siguió al servicio de Francia, su verdadera patria, si bien es verdad que nunca debió llegar a las islas Molucas, pues en su famosa Cosmographte puede apreciarse que ignoraba en absoluto la ruta de aquellas codiciadas islas.

En los años precedentes al ataque a Las Palmas de Gran Canaria, Jean Alfonse había hecho un largo viaje hacia Guinea, de regreso del cual le fue ofrecida por Jean Frangois de La Rocque, señor de Roberval, el mando de la flota que había de marchar al Canadá.

En efecto, el año 1534, Jacques Cartier, marino francés de gran experiencia, adquirida navegando con los portugueses, había iniciado la exploración del Canadá, recorriendo sus ensenadas y costas. Un segundo viaje, efectuado en 1535, tampoco pasó de ser una exploración más o menos minuciosa. Fué precisamente en 1540 cuando el rey de Francia organizó una expedición plenamente colonizadora, dando el mando de aquellos territorios, con título de virrey, al señor de Roberval y nombrando a Jacques Cartier capitán general, piloto y organizador de la misma.
El 23 de mayo de 1541 partía Cartier por delante, conduciendo la mitad de la expedición, y al arribar a las costas americanas, que recorrió y exploró durante varios meses, esperó en vano la llegada de su jefe, Jean Frangois La Rocque con el resto de la flota, la que supuso naufragada y perdida por el largo plazo transcurrido sin establecer contacto con ella.

Mientras tanto, el señor de Roberval se desesperaba en La Rochela por carecer de, un piloto que se atreviese a conducirlo a América, hasta que Jean Alfonse, de regreso de las costas de Guinea, vino a sacarle del apuro. El 16 de abril de 1542 la escuadrilla de Roberval, conducida por Alfonse, abandonaba las costas francesas rumbo al Canadá. En la isla de Terranova encontraron las naves de Cartier el 8 de junio de 1542, al que pidieron les guiase por el río San Lorenzo; pero Cartier, que se creía en posesión de un magnífico descubrimiento-un mineral de gran riqueza aurífera-, traicionó a su jefe y abandonó de noche y en secreto las costas de América. Jean Alfonse condujo entonces la expedición por el interior del Canadá hasta dejarla en puerto seguro para partir él solo con su nave inmediatamente rumbo a Europa con objeto de demandar los oportunos socorros. La cuarta expedición de Cartier, en junio de 1543, está de seguro relacionada con esta petición de auxilios de los colonos de Canadá.

Al arribo de Jean Alfonse a La Rochela se encontró con que la guerra entre España y Francia había sido declarada en su ausencia, y que los españoles la habían inaugurado por mar con la magnífica presa de 29 navíos de pesca franceses que venían de Terranova ignorantes de la ruptura de hostilidades. En mayo de 1543 consta documentalmente que Jean A fonse se encontraba en La Rochela preparando una nueva expedición.

Esta debió hacerse a la mar a fines de aquel verano, por cuanto en el mes de octubre se hallaba en aguas de las Islas Canarias. Alfonse iba en un navío de La Rochela, La Collette, en colaboración con otro de San Juan de Luz, La Madeleine, capitaneado por Martín Dagorrecte, decididos ambos a la práctica del corso, para lo que se separaban, avisándose uno a otro, con objeto de aumentar sus fuerzas en el momento del abordaje.

Noticiosos de que en el Puerto de la Luz se encontraban anclados tres navíos con cargamento de azúcar, decidieron aquella misma noche del 29 de octubre de 1543 atacarlos en un golpe de audacia y sorpresa.

Para ello, se fueron acercando las naves a tierra con el mayor sigilo y con tal arte que apenas fueron de nadie sentidos. Jean Alfonse dispuso entonces el desembarco de sus hombres, amparados en la oscuridad, los que, poniendo el pie en la playa, se dirigieron hacia la fortaleza de las Isletas, de la que se apoderaron por sorpresa. Una vez allí montaron un cañón, y mientras amenazaban a una carabela y dos urcas cargadas de azúcar, los navíos franceses entraron y las rindieron. Todavía estuvieron los piratas algunas horas desembarcados en tierra, hasta que congregadas las milicias, al mando del gobernador don Alonso del Corral, y transportada al puerto la artillería de campo propiedad del regidor don Bernardino de Lezcano Múxica, que tenía a la puerta de su casa montada, se obligó al enemigo a evacuar la fortaleza y reembarcar en sus naves.

Durante algunos días permaneció Jean Alfonse a la vista de la ciudad, con sus barcos engalanados con los estandartes de Francia, haciendo mofa de los de la tierra, hasta que torció su camino, para no vérsele más por aquellas aguas.
Jean Alfonse estaba de regreso en La Rochela en diciembre de 1543, mes en el que hizo su entrada, conduciendo tres navíos y una barca por él apresados.

Distintos documentos franceses publicados por Georges Musset nos ilustran sobre el ulterior destino de los navíos expoliados y de su cargamento, aunque este historiador francés, mal informado, admita que el robo se debió efectuar en alta mar o en la isla de la Madera, supuesto punto de destino de los Expedicionarios.

Los tres navíos (llamados luzt por los franceses, especie de carabela), previamente "equipados de guerra" por Alfonse, fueron vendidos en La Rochela, el 24 de enero de 1544, por precio de 66.000 escudos. El contrato está firmado, de una parte, por Jean Fonteneau "llamado Alfonse", capitán de La Colette, y Martín Dagorrecte, capitán de La Madeleine y de otra, por Gilles Gaultyer, en nombre y representación de Robert Lousmyer, maestre del navío La Catherine} de la matrícula de Vateville y vecino de Codebec, en Normandía.En el documento se hace constar que los navíos procedían de las presas hechas por ambos capitanes.

Los cofres de azúcar que constituían el rico y codiciado cargamento de los navíos debieron repartírselos proporcionalmente los piratas y armadores, pues entre enero y febrero de 1544 se llevaron a cabo en La Rochela multitud de transacciones a base de este producto canario, en las que tomaron parte Martín Dagorrecte y Martycot de Ohauchau, capitán y maestre, respectivamente, del navío de San Juan de Luz La Madeleine , Pernotton de Souyman, tripulante del mismo buque, y los armadores de La Rochela Etienne Portyer, Guillaume Méreau, Jean Nicolas y Jean de La Mothe.

El azúcar era entonces uno de los productos que tenía más aceptación y mejor precio en cualquiera de los mercados europeos. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)


1543 octubre 29. En la cuarta guerra tuvo lugar el ataque del corsario francés Jean Alfonse de Saintonge  que el lunes 29 de octubre de 1543 apareció en el puerto de Las Isletas y acercándose con el mayor sigilo a tierra, desembarcó sus hombres amparados por la oscuridad, y se apoderaron por sorpresa de la fortaleza de La Luz, entonces en construcción, clavando una pieza de artillería de bronce.

Una vez allí montaron un cañón y mientras amenazaban los tres navíos anclados -una carabela y dos urcas cargadas de azúcar- entraron y las rindieron; estuvieron los piratas algunas horas en tierra hasta que congregadas las milicias al mando del Gobernador D. Alonso del Corral, y transportada al puerto la artillería propiedad del Regidor D. Bernardino de Lezcano Múxíca, se obligó al enemigo a evacuar la fortaleza y reembarcar en sus naves.

Las fortificaciones que en aquella época existían en la ciudad capital a quien en 1515 el Emperador de la metrópoli había concedido el título de noble ciudad, situada al E. de la isla en el extremo derecho de la rada comprendida entre el llamado puerto de Las Isletas o de La Luz y La Laja cuya extensión se aproxima a una legua, se reducían al Castillo de la Luz en construcción y la muralla de piedra y barro de diferentes gruesos y alturas: en el resto de la isla se hallaban las Torres de Agaete y la de Gando. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)







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