jueves, 11 de abril de 2013

CANARIAS LACERADA, II- V







ALZAMIENTOS Y MOTINES CONTRA LA  REPRESIÓN COLONIAL EN CANARIAS

Capitulo V




Eduardo Pedro García Rodríguez


Año 1699: Gomera. Alzamiento de los pobladores contra los señores de la isla, en un intento de liberarse de la opresión colonial señorial.

Otros alzamientos en  Ghumara:

La isla Ghumara o Gomera es la única del Archipiélago Canario que nunca fue conquistada, la penetración europea se produjo mediante pactos comerciales (casas de contratación) que paulatinamente y mediante la habitual política de engaños y traiciones de los castellanos con el inestimable apoyo de la iglesia católica, les permitió ir haciéndose fuertes en los territorios ocupados hasta hacerse con el dominio efectivo de gran parte de la isla.

Ante el creciente poder militar de los invasores asentados en el bando de Ipalam los gomeros resistentes se vieron obligados a ir replegándose hacía los cantones de Agana y  Mulagua, para evitar ser esclavizados o muertos por los mercenarios del cruel engendro Hernán Peraza.

En el año 1477 estaba ya la isla de La Gomera (Ghumara) sometida al poder feudal castellano-europeo, con dominio pleno en Orone (Alajero/Arure/Valle G.Rey) e Ipalan (San Sebastián), con influencia y sin pleno dominio sobre Mulagua (Hermigua/Agulo) y Agana (Vallehermoso). Ese mismo año, enviado por su padre, llega a La Gomera el depravado Hernán Peraza “El Joven”. Dando inicio así a un periodo trágico durante el cual el colonialismo europeo mostró su autentico rostro esclavizador y masacrador de pueblos. Desde Mulagua y Agana igualmente los extranjeros europeos se iban apoderando poco a poco, por la fuerza de las armas, de la tierra, los ganados y de las personas.

Esta actitud de expolio y rapiña continuada por parte del desprovisto de conciencia, soberbio y brutal Hernán Peraza y su banda de forajidos, que culminó con el apresamiento mediante engaño de 100 incautos y confiados gomeros que, fueron enviados en dos carabela para ser vendidos como esclavos en Valencia y Sevilla.

Esta y similares actuaciones del asesino Hernán Peraza forzó a los gomeros resistentes a romper el pacto de colactación, llevándose a cabo entre 1478 y 1479 actos de alzamientos y resistencias básicamente en Mulagua y Agana.

En 1482, llegó a la corte española Hernán de Peraza, gobernador colonial de la Gomera, para explicar la muerte del mercenario  Juan Rejón, comandante de una flota que había sido enviada desde Castilla para invadir y conquistar Benahuare (La Palma) y Chinech (Tenerife.) Rejón había sido asesinado por uno de los vasallos de Peraza por instigación de éste tras desembarcar en la Gomera. Isabel ordenó a Hernan Peraza “el joven” que se presentara ante ella.

Muchos, incluyendo el poderoso duque de Medina Sidonia, intercedieron por Hernán.

La reina fue magnánima y le perdonó con una doble condición: 1) que ayudara en la conquista de Tamarant (Gran Canaria), aportando tropas de la Gomera; y 2) que se casara con la hermosa Beatriz de Bobadilla. El matrimonio con la Bobadilla sólo puede entenderse como “castigo” si tenemos en cuenta que sus relaciones amorosas con el rey Fernando y otros eran conocidas en la corte. Inmediatamente después de celebrarse la boda, Hernán y Beatriz partieron para la Gomera. Ochenta gomeros de los bandos de Orone y Agana son reclutados por Hernán Peraza para ir a la conquista de Tamaránt (Gran Canaria,) con lo que había sido condenado el sevillano como queda dicho por el asesinato de Juan Rejón.
 
Año 1711: La Laguna-Tenerife. Se intenta exportar granos en año de extrema necesidad.

Año 1714: Isla de Lanzarote. Alzamiento de los vecinos al ser encarcelado  el síndico personero de la isla por ordenes del visitador de la Audiencia don Saturnino Daoix,

Año1715: Icod-Tenerife. El Alcalde real, con manifiesto abuso de poder registra varias casas de los vecinos lo que origino un tumulto popular.

Año1718: Isla de Tenerife. Por los abusos de un juez español costó la vida de un factor.

Año 1718: La Orotava-Tenerife. Los poderosos intentan usurpar las tierras comunales de las dehesas.

Año 1718: Isla de Lanzarote. El Almojarife Lázaro Machín, intenta implantar la aduana,  el pueblo se rebela.

Año 1718: Valverde-Hierro.  Por la supresión del derecho de quintos e implantación de la Aduana.

Año 1718: Agüimes-G. Canaria. Alzamientos de los vecinos y las milicias  ante la pretensión del sargento mayor la isla Francisco Amoreto, de comprar con  métodos no muy ortodoxos las tierras de Sardina y Llano del Polvo, y intentar  “anexionarse” otras realengas.

Año 1718 febrero 22: Isla del Hierro. El 22 de febrero la corona española inducida por su ya desmesurado afán recaudatorio implanta en el Hierro los derechos de aduana sobre los productos importados que entrasen en la isla, al margen de los derechos de quintos que percibía el señor de la isla. Los Bimbaches ven en esta coyuntura la posibilidad de sacudirse el tiránico yugo del señor feudal y se sublevan,  a la ves que presentan a su alcalde Mayor D. José Magdaleno, un memorial pidiendo: «Que se acepte el nuevo impuesto de entrada, pero con la condición de que la isla quedase libre de los derechos de quintos que pagaba a sus señores». El alcalde aceptó las condiciones exigidas por los vecinos y decretó la abolición del derecho de quintos, y que no se llevase más derechos que el 6 por ciento de las aduanas reales.

El primer oponente a esta medida lo encontró el alcalde en la persona del beneficiado de aquella parroquia. D. Bartolomé García del Castillo, persona ilustrada y muy adicta al conde, quien, como es habitual en el clero, apoya siempre al poder dominante. Éste párroco se opuso abiertamente a la ejecución del decreto, razón por la que fue detenido y encarcelado. Ante esta situación el conde solicitó y obtuvo el apoyo del capitán general Landaeta, quien ordenó que se volviera a cobrar los derechos de quintos, esta resolución provocó nueva revuelta de los vecinos, la sublevación alcanzó tales proporciones que el conde se vio obligado a relegar cualquier cuestión sobre los derechos de quintos, y accedió a que solo se aforara el seis por cientos impuesto por la corona española.

Año 1718 febrero 25: La Orotava, Chinech (Tenerife). En el amanecer del 25 de febrero apareció en el pueblo (en la esquina de Santa Clara) un cartel anónimo en el que se pedía la creación de una cárcel en la localidad, que no se permitiese extraer expedientes ni procesos de aquella jurisdicción, que se construyese una fuente y que se distribuyese el vino en las tabernas con más equidad, el pasquín fue mandado a retirar por el alcalde mayor, pero a la noche siguiente fue repuesto por un grupo de cincuenta encapuchados. Esta petición, aparentemente normal para la época, encerraba un trasfondo político mucho más complejo.

Los instigadores convocaron una asamblea general para el 5 de marzo en la ermita de San Roque, la asistencia de vecinos fue tan masiva que fue preciso trasladar el acto a la vecina iglesia de San Agustín. De inmediato no faltaron voces para amplificar aquella modesta petición cartelaria, una de las que se dejaron oír fue la del vicario foráneo don Juan Delgado Temudo, quien se dirigió a la asamblea y propuso añadir a la solicitud primaria las siguientes peticiones: Primero, que se reintegrase la alhóndiga, porque debiendo tener en su almacén dos mil fanegas de trigo, sólo tenía catorce. Segundo, que el Cabildo de La Laguna hiciese entrega a La Orotava de los propios pertenecientes a aquel distrito. Tercero, que se repartiese el vino en las tabernas sin intervención de la justicia. Cuarto, que se recogiese el agua sobrante en un depósito, Quinto, que de lo que de ella y de los propios se recaudase se destinara a la construcción de un puerto y fábrica de una cárcel, un hospital y una parroquia. Mientras los próceres deliberaban sobre estas peticiones y formaban comisiones para obtener su realización, el pueblo cuyos verdaderos intereses y necesidades sociales iban más allá de estas peticiones caciquiles. La noche del primero de abril, los sublevados escalan la torre de La Concepción y tocan las campanas a rebato, más de 1.500 vecinos acuden a la llamada y se forman en tropa; al frente de la cual se pone un ayudante de milicias cuyo nombre no recogen los historiadores; se dirigen a la casa del alcalde mayor don Alonso Pérez de León, y derriban las puertas, éste consigue huir, y aunque fue buscado en varios lugares no fue encontrado, la columna se dirige a la casa del alférez mayor y coronel, don Francisco Valcarcel, apuntándoles con varias armas de fuego le intimidan para que convoque al regimiento y marche con ellos en busca de Bolaños, del escribano Álvarez y de los papeles de la alhóndiga y de la junta de San Agustín. El coronel se niega a las pretensiones de los alzados, éstos le registran la casa no encontrando en ella al alcalde mayor, obligan al coronel a acompañarles hasta una de las calles en que había un cartel y se lo hacen leer por un pregonero, en él se pedía que saliese Bolaños de la villa por enfermo y poco letrado, así mismo se pedía la salida del escribano por ser demasiado hábil e inquieto.

Al amanecer, los sublevados se desplazan al puerto y celebran una asamblea en los llanos de San Sebastián, desde allí con tambor batiente se dirigen a Las Caletas del Puerto. Talan viñas, derriban casas, arrancan árboles y arrasan mojones, en un acto de recuperación de las tierras comunales, de las cuales habían sido desposeídos los vecinos por la primera corporación exenta de la villa. La sublevación se mantuvo durante unos días, hasta que el general Landaeta, hizo entrada en la villa el 5 de abril al frente de los regimientos de Güimar y el Realejo, restituyendo en la alcaldía al cobarde Bolaños, implantando el poder imperante, apresó y desterró a algunos de los amotinados, quedando rotas las esperanzas de justicia del pueblo. (Eduardo Pedro García Rodríguez)

Año 1718: Isla de Titoreygatra (Lanzarote). El Almojarife Lázaro Machín, es designado por el factor Diego Navarro para implantar en la isla la aduana española, la isla se alzó contra la imposición, viéndose Machín en situación de perder la vida, razón por la que renunció al empleo.
1718 diciembre 4. Motín en Telde (Gran Canaria) cuando ante el oidor Francisco Román Meléndez,  a la sazón afincado en Telde para llevar a cabo las gestiones encaminadas a lograr la pacificación de los vecinos de Agüimes, se presentaron 70 hombres y algunas mujeres con el  cabo y el alférez Francisco Alemán, manifestando que iban a expulsar al alcalde don  Juan del Abadía por los muchos agravios que  les había hecho. El oidor Román Meléndez  procuró apaciguarlos con rapidez por temor  a que, “pudiendo hauer aquí alguna moción  y sauiéndola los de Agüimes, pueda hacerse  un monstruo más corpulento”. Temeroso de  que los vecinos de Telde acabaran uniéndose  a los de Agüimes en su reivindicación de las  tierras de Sardina, recomienda al corregidor  Anselmo Quintín Aznar llamase al citado alcalde a la ciudad de Las Palmas para reconvenirle su comportamiento.

La oposición al alcalde Abadía se puso de manifiesto no sólo en la concentración de ve-
cinos ante el oidor Román Meléndez el día sino también en el pasquín que apareció  fi jado en la mañana del día 7 de diciembre  en la puerta de la casa donde se hospedaba  dicho oidor. El pasquín hacía alusión tanto a  la salida del alcalde a la ciudad de Las Palmas  por el llamamiento del corregidor como a  que no regresase a Telde, siendo su contenido: “Juramos y perjuramos por nuestro Dios del altar que a don Juan del Abadía lo (h)an  de llevar a enterrar en la cola de un caballo  si lo traen a este lugar, si no lo quieren creer  hagan la prueba y berán si los diablos tienen  boda este mes de Nauidad”.

Aunque Abadía acabó dejando la vara en  el capitán don Diego Calderín (1719-1720)  y en don Gerónimo Falcón (1721-1723), las  quejas de los vecinos de Telde contra sus  alcaldes no sólo no desaparecen sino que se  convierten en uno de los principales argumentos esgrimidos contra la reelección de  don Gerónimo Falcón y que concluye en levantamiento la noche del 3 al 4 de diciembre  de 1723 al correr el rumor que sería nom- brado don Mateo Magdaleno, un escribano  del Cabildo de la isla y muy parcial de don  Francisco Amoreto, sargento mayor del regimiento de Milicias de Telde. (Vicente Suárez Grimón)



Año1718: Teguise-Lanzarote. Resistencia de algunos regidores a la actuación del oidor de la Audiencia don Fernando Morrondo.

En el año 1719: Se suceden los hechos conocidos como “Motín de Agüimes”, originados porque Francisco Amoreto, suegro del que sería el primer Conde de la Vega Grande, compra a la Corona tierras de Sardina, Aldea Blanca y del Castillo. Todas estas tierras eran utilizadas por los vecinos de Agüimes, fundamentalmente para llevar sus ganados de cabras y en menor medida para cultivos, de todo lo cual, dependía su subsistencia. Por esa utilización de las tierras los vecinos debían pagar al Cabildo que gobernaba la Isla un impuesto de un real por "fanegá", que en su mayoría, nunca fue pagado por la suma pobreza de los mismos.

El Teniente Coronel, Cristóbal de la Rocha, alcaide de la fortaleza de Santa Cruz del Romeral, se pone al lado de los vecinos desde el principio, sobre todo porque en la disputa se encuentran 108 fanegadas de sus tierras (las de la zona del Castillo) que fueron roturadas por su suegro Antonio Lorenzo Bethencourt y que pagaban anualmente el real por fanega al Cabildo.


Según Bethencourt Massieu el interés de la lucha de estos dos poderosos, es la búsqueda de la hegemonía en el sur y en general de la isla. Para ello dividen la villa de Agüimes en dos bandos, incluso de los poderes, ya que el alcalde real de la villa (nombrado por el Cabildo) denuncia al ordinario (nombrado por la Iglesia, ya que Agüimes era señorío episcopal) por favorecer a Rocha.


El 30 de noviembre de 1718, domingo, después de misa, Amoreto se dispone a "labrar machos" para el riego en sus nuevas tierras y dividirlas para entregarlas a medianeros. Lleva a medianeros de Juan Grande y Aldea Blanca con yuntas para realizar la tarea y pone al frente de la operación al alcalde real Joaquín González. Un grupo de unos 40 vecinos de Agüimes, (seguramente también del Castillo), se les opone, derribando al alcalde, dándole garrotazos, dándolo por muerto y hace huir a los medianeros.

Los vecinos son conscientes de que les van a despojar las tierras y por ello se amotinan y confabulan pues es lo único que tienen y debido a las miserias que pasan y a la injusticia que creen se está cometiendo, les da igual las acciones a tomar. Recordemos que la mayoría pertenecen a las milicias y están acostumbrados a combatir a piratas y la acción se desarrolla, tal como si fuera por rebato pirata. Así, pasada la medianoche, se apoderan con amenazas de la "Caja de Guerra", banderas armas y tambores, y al grito de: "¡Viva el Rey! ¡Muera el mal gobierno!", convocan al resto de vecinos de forma que a la mañana los amotinados, en número de 300 ó 400, controlan las salidas y entradas de Agüimes y establecen una guardia.


Después de diversos hechos la sublevación se traslada a la plaza de Santa Ana, en Las Palmas, donde se encuentra el Cabildo. Los amotinados ahora ya no son solo de Agüimes, sino de toda la isla y allí tienen rodeados al Capitán General, no dejándole salir si no libera a 22 vecinos arrestados por los distintos hechos y condenados a destierro y multas imposibles de pagar.

El conflicto llega a tal punto que el Capitán General ordena a sus hombres colocar la artillería para disparar a los amotinados y gracias a la intervención de la Iglesia catolica se salva la situación. Había en la plaza unos 800 hombres que tenían rodeados al General en las Casas Episcopales y que decían que no los dejaban salir si no soltaban los presos. Los jesuitas y canónigos en hábitos de coro sacan en procesión al Santísimo Sacramento, mientras los dominicos llevan la Virgen del Rosario y también se incorporan franciscanos y agustinos. En previsión de hechos sangrientos, esta comitiva se interpone entre los amotinados y las piezas de artillería que el general tenia apostadas en los accesos.

Debido fundamentalmente a la profunda religiosidad del pueblo, impresionado por la presencia del Santísimo y la virgen en la call, y al poder disuasorio de los padres, los amotinados deponen su actitud. A su vez, después de diversas negociaciones, el Capitán General decide soltar a los prisioneros y mandar información al Consejo de Castilla y al Rey para que decidan sobre el conflicto. Al regresar el Capitán General a Tenerife, el Consejo del Cabildo de esta isla le ofrece las rentas de sus bienes propios e incluso los privados de sus regidores para financiar la merecida operación de castigo a que eran acreedores los grancanarios, a lo que el General se niega pues el problema está en manos del Rey Felipe V y su Consejo.

Transcurridos todos estos hechos el Consejo de Castilla resuelve a favor de los vecinos; y la Audiencia y el Comandante General, reciben ordenes del Rey no solo de olvidar las penas pronunciadas, sino de que los reos y vecinos reciban un trato exquisito:

“…que por ahora absolutamente se sobresea y se suspendan los procedimientos y las causas de los referidos alborotos y tumultos, sin molestar a los reos, ni otros algunos…por ellos, ni inobar en el estado que se hallaren en cuanto a las tierras y sus bienes, ni hacerles agravios ni vexaciones de que tengan motivo de quexas, de modo que comprendan haberse extinguido la criminalidad de este asunto y se logre la anterior y universal quietud de las islas con aplauso y justificación de S.M.”.

El Rey toma esta decisión porque en el asunto está en juego la españolidad de las islas, pues no olvidemos el valor estratégico de las mismas a lo largo de toda la historia y los ingleses, en guerra con España por estas fechas, podían hacerse fácilmente con ellas si la población no colaboraba en la defensa.

Después de esto, las tierras pasaron a ser de propiedad comunal de todos los vecinos de Agüimes como venía siendo anteriormente. Este hecho además de reafirmar la fortaleza de los vecinos del Castillo, supuso también conservar una independencia del poder del Condado, que llegaría hasta el siglo XX. Económicamente sus medios de vida no dependían del Conde, pues la mayoría se dedicaba a la profesión de salinero con los Rocha, a la pesca o al pastoreo en las tierras comunales. (Pablo Guedes González, 2008).

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