miércoles, 15 de agosto de 2012

CAPITULO XVI


CAPITULO XVI


Eduardo Pedro García Rodríguez



Construcciones en superficie.


Recorramos en una rápida mirada a la sociedad que nos rodea. Parece ser que todos nuestros jóvenes ¡se visten en la misma tienda!

Si recorremos nuestro territorio, va a ser difícil que sepamos que tipo de hombre o mujer vemos, pues se visten todos iguales, da la impresión que estamos en una nación “globalizada” Se está perdiendo nuestra identidad. Y esto es precisamente lo que tratamos de inculcar a los nuestros a través del movimiento cultural organizado: defender, sostener, afianzar nuestras gloriosas tradiciones, para que, apoyados en ellas nos proyectemos hacia el futuro de libertad y grandeza para el cual estamos designados.

Nicolás Avellaneda sintetizó el concepto de tradición en un pensamiento ya celebre en el mundo: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de su destino; mientras que los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan su porvenir”.- Es un pensamiento que abarca, no solo al tradicionalismos, comprende a todo el acervo cultural de un pueblo, y de esto precisamente se trata.
En  el caso de Canarias y especialmente en la isla Tamaránt la absorción por parte del pueblo dominado de la cultura europea no fue tan rápida ni tan completa como algunos historiadores y estudioso al servicio del sistema colonial han venido propugnando, muchos grupos de población guanche se aislaron en regiones de difícil acceso y otros mantuvieron su identidad por medio de un fuerte arraigo a sus tradiciones y costumbres, aunque una considerable parte de la población guanche que sobrevivió a la invasión y conquista se vio obligada a ligar su vida a la de los europeos en mayor o en menor medida, ya que, la autoridad civil y religiosa estaba – y está-, a cargo de gente  venida de  España y de canarios de servicio.

A pesar de ello, el impulso vital y el legado del  pueblo guanche habita en todas las islas, sobreviven sus modos de estar en la tierra, su vivir en armonía con la totalidad cósmica, sus ciencias, sus artes, sus literaturas, sus tradiciones, sus mitos, artesanías, sus alimentos, sus aderezos, los nombres de las montañas, fuentes, barrancos, plantas y animales. Esos como tantos otros bienes materiales e inmateriales de la cultura milenaria que en el Archipiélago Canario habitaron y habitan forman parte de nuestra herencia cultural.

Destaca entre nuestros ancestros la silenciosa, pero irreductible resistencia guanche que aprovechó cualquier resquicio de los invasores y dominadores para preservar su cultura y su mundo de tradiciones y leyendas.

Esos valores han permanecido vivos de mil formas en el minúsculo género humano que somos. Estamos convencidos que algún día, en el más corto tiempo, también habrá de hacerlos suyo gran parte de la humanidad, porque ellos se elevan como el más valioso legado de los pueblos originarios de África: resistencia, convivencia, armonía y solidaridad. El pueblo canario es depositario una sabiduría acumulada que se viene traspasando generacionalmente que debe respetarse y revalorizarse. El pasado de nuestro pueblo es también nuestro presente.

Después de esta disgreción centrémonos en el tema. Según el arquitecto Bernard Rudofsky de reconocido prestigio mundial (1905-1988): “la arquitectura oficial es incapaz de producir la belleza, sentido común, adecuación y capacidad de permanencia frente a  las arquitecturas populares”.  Para él, la arquitectura vernácula es una arquitectura sin genealogía, basada en el conocimiento y respeto a las tradiciones, aprendida por el método prueba-error, pero capaz demostrar a la humanidad su capacidad de permanencia y eficacia en la lucha contra los medios más hostiles.

Construcciones de paja o mimbre sobreviven, desafiando las leyes de la física, a los vientos del desierto africano; el barro, la madera, la piedra, recursos que el hombre ha tenido siempre a su disposición, son sabiamente empleados para producir viviendas artesanas perfectamente adaptadas al medio y capaces de proporcionar un cobijo estable y confortable.”

No somos los primeros en apuntar esta continuidad, pues actualmente parece haber consenso, en esta y otras zonas, respecto a la herencia de técnicas constructivas que se remontan a épocas anteriores a la invasión europea y conquista del Archipiélago. En efecto, parece haber acuerdo en que obras ciclópeas, como eran las de Erbania (Fuerteventura), o las viviendas ovaladas o rectangulares precocoloniales existentes en las islas, construidas en piedra seca, pueden considerarse con certeza como la base de la arquitectura vernácula que ha pervivido en muchas localidades. Hablamos, en definitiva, de una arquitectura sencilla, apegada a las tradiciones, aprendida generación tras generación, y muy funcional en el sentido de que aporta respuestas eficaces a las características del entorno, de los materiales disponibles y de las necesidades familiares.



La isla Tamaránt (Gran Canaria) es indudablemente una de las islas del Archipiélago Canario con un mayor desarrollo arquitectónico precolonial tanto en el subsuelo como en superficie.

Son muchos los investigadores que se han ocupado del habitat de los primeros canarios, y que nos han trasmitido sus observaciones sobre el particular, entre ellos, destacan el mercenario y cronista Antonio Sedeño, el ingeniero cremonés al servicio de Felipe II en la metrópoli, Leonardo Torriani, el fraile de la secta católica Abreu Galindo,  y el tantas veces citado Tomás Marín de Cubas  uno de los criollos ilustrados del siglo XVII que objetivamente realizó profundos estudios en torno a la etnografía canaria. Posteriormente, otros investigadores europeos se ocuparon del habitat de los canarios precoloniales destacando entre ellos Sabin Berthelot y René Verneau. Otros autores que se han ocupado del tema han sido: Agustín Millares Torres, Pedro Agustín del Castillo, Buenaventura Bonnet, Juan Bethencourt Alfonso, Víctor Grau y, más modernamente Sebastián Jiménez Sánchez, y Pedro Andrés Quintana entre otros.


Veamos algunas de las consideraciones que merecieron a estos autores el estado de la arquitectura en Tamarant en los momentos de la invasión y conquista castellana:

“Toda la isla tenía bien poblada de gentes el tiempo que comerciaban con los isleños de las Baleares, que son Mallorca y Menorca, islas que tuvieron los iberos españoles. Tenía Canaria diez mil hombres de pelea; tuvieron una gran población muy antigua, según se ve el distrito de sus cimientos en Arganeguín. Mas en el tiempo de la conquista la mayor era Gáldar  donde tenía la corte Guanarteme.

Tenían casas fabricadas de piedras sólo, sin mezcla de barro, que cal no conocieron.

Las paredes eran anchas y muy iguales y ajustadas que no habían menester ripios.

Húbolas de muy grandes piedras que parece imposible que hombres las pusiesen unas sobre otras. La mayor casa que halló fue de la de Guanarteme y otra casa canaria llamada Roma, que sirvió de fuerte a los españoles, o otra de torrejón en la conquista a Alonso de Lugo. Levantaban las paredes de buen altor, unas más que otras, y encima atravesaban maderos muy gruesos de maderas incorruptibles como tea, sabina, cedro u otros; poníalos muy juntos, y encima ponían un enlozado de pizarras o lajas muy ajustadas, y encima otra camada de hierbas secas, y después tierra mojada y pretábanla muy bien, que aunque lleven muchos días corre el agua por encima sin detrimento alguno.

La entrada de estas casas es un callejón angosto en algunos y después el cuerpo de la casa cuadrado y con aposentos a los lados y enfrente a modo de capillas; síguense a éstas otras allí juntas entre aquellas cavidades y forman un laberinto con sus lumbreras. En ellas reparten sus familias y lo que han de comer.

…Sola una casa fue la de Guadarteme se halló aforrada en tablones de tea muy ajustados, que no se conocías las junturas, encima estaban pintados de blanco con tierra y de colorado con almagra y de negro con carbón molido, unos ajedrezados, y tarjetas redondas a modo de quesos por el techo. Otra casa estaba muy grande y pintada junto a Roma que servía de seminario o recogimiento de doncellas, hijas hombres principales, donde tenían una maestra, mujer anciana de buena vida…” (Antonio Sedeño)“Los canarios tenían entre ellos oficiales de hacer casas, carpinteros, sogueros, que trabajaban con yerbas y hojas de palma y preparaban las pieles para vestidos. La mayor parte de estos oficios los hacían las mujeres, así como la pintura, no de figuras humanas ni de animales, como se usa entre nosotros, sino trabajos para hermosear el interior de las casas y adornarlas. (L. Torriani)

“Con la paz que después tuvieron los canarios entre sí, debajo del gobierno de los reyes, empezaron a fabricar juntos casas y poblaciones y a reunirse para vivir urbanamente, abandonando la vida pastoril y rústica. Hay mención (como también se puede comprobar por los restos) que tuvieron ciudad de hasta catorce mil fuegos, lo que parece increíble.

Sus calles eran estrechas y las casas hechas con piedra seca (es decir, sin argamasa u otra cosa parecida), pequeñas, limpias y bien labradas, pero bajas de techo, como las de los frigios, de las cuales habla Vitruvio Polión. Dichas casas cubrían con troncos juntados de palma, y encima de ellos, para defenderse de las aguas de lluvia, hacían una costra de tierra, que todavía se usa hoy en Canaria; porque no tenía útiles para poder adelantarse a más noble arquitectura. A las casas ponían pequeñas puertas de tablas de palma, labradas con hachas de piedras duras afiladas, apretadas entre dos pedazos de madera bien unidos y atados juntos.  (Leonardo Torriani)

“Tenían casas y oficiales que las hacían de piedra seca, y eran tan pulidos, que hacían las paredes tan justas, cerradas y derechas, que parecía llevar mezcla. Hacíanlas bajas de pared y honda del suelo, porque estuviesen calientes. Por encima las cubrían con palos juntos, y encima tierra; y a veces estaban dos o tres casas juntas. Echaban una palma por madre.” (Fr. J. de Abreu Galindo)

“Tiene la Isla muchas poblaciones que se ven del mar…  Había grandes poblados de cuevas artificiales y sobre todo, viviendas  de superficie construida de forma circular con techo vegetal, formando  verdaderas estructuras urbanas.” (Marín de Cubas)
Entre estas construcciones de superficie algunas destacaron de manera especial por sus cualidades arquitectónicas y merecieron la atención de cronista e historiadores, una de ellas denominada Roma fue la primera reutilizada por los invasores, sus muros eran tan recios que fue convertida en un fuerte, quedando al mando del mismo el  mercenario y esclavista Alonso de Lugo. De esta singular construcción no dice Marín de Cubas:

Esta llamaban los canarios Roma, es cuadrada, de á 25 pasos la cuadra, por de fuera tiene muchos paredones y casillas llenas de huesos de gentiles; es toda de piedra sola, regularmente puertas de piedras que parecen de una sola, tal es su igualdad y ajuste sin mezcla de barro ni tierra, de grueso de dos varas ó siete palmos muy largos; de ella al mar se sigue un paredón con saeteras á modo de muralla, la puerta angosta á la parte del sur; en ella se fabricó el fuerte subiéndola de tapias y maderos y tablas de palmas, y en dos meses se acabó; puso en ella Pedro de Vera veinte hombres y por Alcaide al capitán Alonso  de Lugo; y dejándole la orden más conveniente dio la vuelta al Real de Las Palmas”. (Tomás Marín de Cubas [1694] 1993).

Entrando otros en las casas, notaron que estaban fabricadas de piedras cuadradas, labradas con gran artificio y cubiertas de grandes y hermosas maderas. (Niccoloso da Recco, 1341).


La Iglesia o Casa de Oración, fue uno de los templos guanches más significativos ubicado en Los Caserones (San Nicolás de Tolentino, Gran Canaria).  Según los vecinos de Bocabarranco, los ancianos don Teófilo Segura Ramírez y don Francisco Díaz, expresaban en 1944, éste último con propiedades en Los Caserones. El citado señor Díaz, refirió que en Los Caserones estuvo emplazada la Iglesia de los Canarios o Casa de Oración, la cual conoció; la describió como: Construcción hermosa y limitada por paredes de piedras bien seleccionadas y grandes, que se parecía mucho a las estructuras de las plantas de casas cruciformes que la rodeaban. Josef Wölfel hace referencia a esta Iglesia relacionándola con santuarios rectangulares en Mesopotamia. (Sebastián Jiménez Sánchez, 1966:163)

La casa más bella se encontraba en Galdar. Era el palacio del guanarteme o rey de esta región. Los muros tenían tres varas de espesor (más de 2,50 metros) y las piedras estaban muy bien ajustadas, sin ningún cemento. Este palacio, de gran valor arqueológico, existía todavía a finales del siglo pasado, (siglo XIX) y de ningún modo amenazaba caer en ruinas. Incluso, sus materiales estaban tan bien conservados que se les utilizó para la construcción de una iglesia católica -como veremos más adelante-. Por no hacer el esfuerzo de ir a buscar madera a una corta distancia, se favoreció la barbarie y se destruyó este monumento.

Como recoge el investigador Pedro Andrés Quintana: “El gobernador de la Santa Ariza en su visita que realiza a la comarca noroeste de Gran Canaria en 1764, mencionando que sólo tuvo una molestia cuando: “fue ver desolada la casa de Don Fernando, rey de Guanarteme y de aquella villa, la qual casa desde que se conquistó la isla la havían selado y cuidado los naturales y por un motivo tan bario, como por estender y alargar asia el poniente del sol la plasa de aquella iglesia, siendo así que por naciente tiene mui larga y expasiosa, incurrieron en la nota de poco curiosos y nada amantes de la estavilidad de las memorias de su patria en haver demolido el palacio y el domicilio de un Rey a quien para venserlo costó tanto trabaxo a los conquistadores, por lo que devieron conservar, Yglesia perpetuo padrón aquella casa, para feliz y eterna memoria de esta afortunada isla...

Ejemplo, al fin y al cabo, de la incuria secular que arrastramos perpetuamente con nuestro pasado. Asimismo un importante cronista-historiador como fue fray José de Sosa se admiró al contemplar cuando visitó en 1675 la ciudad de Gáldar, ya casi en el comienzo del deterioro definitivo de la vivienda: “fui a ver una casa canaria que hasta hoy por vía de estado se conserva, cerca de la iglesia parroquial al señor Santiago, y reparando en lo pulido y labrado de sus maderos, y en el ajuste de sus tablones y vigas, quedé fuera de mi casi (...) .Hay tradición que esta casa, siendo muy labrada de colores, era el palacio en donde asistían las doncellas recogidas y como religiosas que llamaban maguadas, aunque otros la llaman la casa del rey canario.”

Reutilización de las viviendas guanches después de la conquista.


Un vez consumada la invasión y conquista de la isla, comenzó el reparto entre los mercenarios y colonos de los despojo de las tierras, aguas, cuevas, casas y ganados usurpados a los canarios, siendo uno de los mayores beneficiaron de este saqueo la iglesia católica, la cual no sólo se apoderó de la villa y término de Agüimes la cual elevo al rango de señorío, sino que además se reservó para sí un buen número de las viviendas de superficie de los antiguos canarios.

Se registra un uso cotidiano de las antiguas viviendas guanches hasta los inicios del siglo XVIII.

Los núcleos donde se reutilizó con mayor asiduidad estas viviendas -en algunos casos llegaron a representar más del 15% del total de casas habitadas del lugar- fueron Agaete-pagos de la Cruz Chiquita o Guayedra, donde aún a fines del siglo XIX se continuaba habitando en algunas, Artenara -en el cortijo de Tirma- Agüimes, Gáldar, aún a fines del siglo XVIII José de Viera y Clavijo llegó a ver la llamada Casa Pintada, almacén de la iglesia católica del lugar- y Telde -barrios de Cendro y Tara.

Las primeras noticias que poseemos sobre estas viviendas reutilizadas nos las dan las crónicas que, tras la toma de Gáldar y los acontecimientos de Amagro, nos muestran, a grandes rasgos, la ciudad como zona de importante protourbanismo precolonial, y también da noticias de su inmediata reutilización por los conquistadores como refugio y base estratégicas para proseguir la conquista como de acogida de heridos y lugar de enterramiento: “en el pueblo de Gáldar, en una casa capaz y grande que está en el canto del lugar, y en otra casa serca desían misa, y la yntitularon de la abogasión del Señor Santiago, do fueron enterrados los muertos, y mientras allí estuvieron los nuestros rrehasiéndose, por causa de los mal heridos que avía y de los muertos, hisieron allí junto un fuerte o torresilla arrimada a una casa grande de los antiguos”..

El Templo católico de Santiago será uno de los principales implicados en la apropiación de las viviendas guanches en la primitiva ciudad de Galdar, ya que en el reparto se reservó varias viviendas de superficie. Entre ellas la más importante la Casa-Palacio de los guanartemes, vivienda que durante más de dos siglos será una de las fuentes económicas más rentables para el beneficio, ya que engrosaba las arcas con  sus continuados alquileres como vivienda.

“Además de esta importante vivienda que poseía la iglesia de Santiago, ésta contaba con cinco más. Una de ellas fue prontamente destruida, concretamente en 1538, para ampliación de la iglesia con una pila bautismal y una reja; dicha vivienda no rentaba a la iglesia pues no existe en las cuentas del beneficio ninguna referencia a ella. Es un hecho, corroborado por muchos investigadores, de que la iglesia de Santiago se asentó sobre viviendas aborígenes y hemos localizado estas dos como mínimo. El resto de las casas rentaba alrededor de 771 maravedís anuales, localizándose en la calle real que bajaba a la antigua plaza del lugar. Una de ellas la dejó Inés Telles por testamento, imponiendo sobre ella una misa por su memoria y que se encontraba «rendida» en el año de 1556, Pese a este deterioro son alquiladas a Pedro Marín que pagaba 3 reales anuales a la parroquia en el año de 1707. En 1756, son vendidas al mayordomo de la fábrica, don Jerónimo Tobar y Betancort, construyéndose en sus solares casas altas.


Dos se encontraban rentando a la iglesia aunque ésta no tenía ningún título de posesión, dándose varias veces la orden, por los diversos vicarios, de que se busque la escritura de posesión. Se encontraban junto a las cuevas del barrio de la Audiencia al lado de una casa que decían de Betancort. En 1615 rentaba 5 reales anuales en manos de don Adrián de Pineda, posteriormente, a mediados del siglo XVII, pasa en arriendo a Ignacio Ruiz del Villar que pagaba por ella 4 reales anuales, bajó la renta posteriormente a 3 reales y, finalmente a 1/2 reales anuales, pasando sucesivamente de Juan Moreno, a don Marcos de Quesada presbítero, y éste las cedió a su hermano don Jacob. La casa llegó a deteriorarse de tal manera que el beneficiado de Gáldar, don José Arturo, las vende a don Isidro de Tobar y Betancort estando ya: “muchos maderos rendidos y comensada ya descubrir la madera y porción de ella falta de huertos que se han hecho en gran cantidad de piedra”. (Pedro Andrés Quintana)

Y continúa el autor:

[…] Pero no sólo era el beneficio de Gáldar el que mantenía vivo el recuerdo de los aborígenes, aunque éste se debiera a hechos eminentemente crematísticos, sino que existía una élite local que intentaba destacar del resto de la población no por su riqueza sino por el alarde que hacía de su vinculación con la antigua nobleza isleña. López de Ulloa, contemporáneo de estos personajes y de ideología, nos lo refleja así: ”que esta villa de Gáldar asiento y morada de los Reyes Guadartemes de aquella ysla; es un lugar de las más de las hauitaciones son debajo de tierra, en cuevas naturales y artificiales; ay muchas cassas labradas de lo antiguo, pero con el largo tiempo an ydo en disminucion, y aunque los dueños las puedan fabricar como las cuevas son casas de aquellos nobles antiguos naturales tienen por gran blazón la conservacion dellas.”

Dentro de esta ideología de vinculación y entronque podríamos situar el caso de las dos casas que poseía don Benardino de Carvajal que deja vinculada, junto a su vivienda, a favor del beneficio del lugar por 9 misas con dotación de 28 reales 23. Al impositor le sucedió su sobrino Juan de Quintana estando ambos relacionados con familias que entendían proceder del rey de los aborígenes.

Doña Marina de Betancort y Pineda, relacionada con los anteriores posee una casa del “tiempo de canarios” que le había dejado por herencia su madre, doña María de Pineda, y a su vez la deja a su sobrina María de Santiago.

O la que poseía cercana a la plaza vieja don Lucas de Quintana cercana al huerto que llaman del “Canario” que contenía dos cuevas y una casilla. Finalmente, dentro de esta mentalidad, podemos definir la casa canaria que pertenecía al alférez Juan Ruiz de Quesada que, a su muerte, pasó a su esposa María Rodríguez que la desbarató y amplió el huerto que tenía su alrededor.”
Es de notar que la mayoría de estos personajes eran descendientes o estaban entroncado con las familias más notables canarias aunque ya portando nombres y apellidos europeos.











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