martes, 28 de agosto de 2012

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XV


EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

 

CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XV


Eduardo Pedro García Rodríguez


1441 - 1450

1441. Muere Guillén de las Casas y hereda el señorío de las islas Canarias Fernán Peraza, señor de Valdeflores (que era lugarteniente de aquél en las islas que había “adquirido” en 1430), quien había casado con Inés de las Casas, nieta de Guillén e hija de Juan de las Casas.

1441-1449. Sede de Rubicón, vacante de clero colonos católicos.

1441. El Papa Eugenio IV autoriza el 27 de junio de 1441 la fundación del eremitorio de Sanlúcar de Barrameda para facilitar el pasaje de colonos franciscanos a Canarias, a petición de Fray Juan de Logroño.

1441. Llegan a las islas los colonos de la secta de los franciscanos San Diego de Alcalá, del convento de Arrizafa, y Fray Diego de Santorcaz, del convento de San Francisco del Monte (prov. De Córdoba), ambos de la Observancia.

1441.

Fray Diego de San Nicolás (14 de noviembre de 1400-13 de noviembre 1463)

Fue enviado como misionero a la colonia de a las Islas Canarias, al convento de Arrecife en Titoreygatra (isla de Lanzarote), donde trabajó de portero. En su función de portero del convento tuvo ocasión de ejercer la caridad con gran generosidad, a veces considerada excesiva por sus hermanos de comunidad. Después vivió en el convento franciscano de Erbania (Fuerteventura) hasta que regresó a la península ibericva en 1449. Durante cuatro años desempeñó el cargo de guardián del convento. Las Islas Canarias, que en 1402 habían sido invadidas y  colonizadas por el pirata Jean de Bethencourt y su socio Gadifer de La Salle, habían sido catequizadas inicialmente por los franciscanos. Muy pronto prosiguieron la tarea los Franciscanos Observantes (un movimiento de reforma dentro de la Orden de los Hermanos Menores, fundando en 1422 el convento de Fuerteventura. A la muerte del primer guardián y Vicario de la Misión de Canarias, todos los ojos recayeron en fray Diego, que fue elegido sucesor y tuvo que trasladarse allí. Los dirigentes de la Orden se habían saltado la norma legal de no conferir ningún cargo de gobierno a un hermano lego. Embarcó para la Isla Tamarant (Gran Canaria, pero una tormenta le obligó a retroceder a Fuerteventura, donde, al poco tiempo, recibió la orden de regresar a España, yendo a San Lucar de Barrameda.

1443. El Papa Eugenio IV, por la bula Etsi suscepti, de Florencia, a 9 de enero de 1443 (suplicada por el emisario Fernio Lopes de Azevedo), concede en patrimonio a la Orden de Cristo las islas del mar Océano que ya le pertenecen (las Azores, al menos dos) «et quas in posterum illas christifidelium largitionibus vel alias iuste conquisierit, insulas, licet nondum populatae fuerint similiter recipere». Parece que el infante tenía en perspectiva las dos islas Canarias (Tamaránt  y Gomera) que ya había pedido a Juan II de Castilla,

1444. El capitán Lanzarote, volviendo de Arguim, de donde traía muchos cautivos, pasando por Gomera, va a La Palma y cautiva a 17 pastores indígenas; después, al volver a Gomera para dejar a los indígenas de ahí que le habían ayudado, cautivó otros (Hist., I, 19; BAE, XCV, 78a). Al llegar a Portugal, el infante le mandó devolverlos a sus tierras (Ibid., 78b). Posteriormente, al hablar de Lanzarote en las intervenciones de los portugueses en la costa, dice el Padre Las Casas que, tornándose a Portugal, tomaron de camino (en Gomera, supongo) 15 pescadores y 1 mujer. Como digo en su lugar, al hablar de las intervenciones portuguesas en la costa, debieron de ser 20 pescadores y 1 mujer (Hist., I, 24; BAE, XCV, 92a).



1440.

Datos etnohistóricos sobre  el cantón de Tigalate
Demarcación territorial
Los datos etnohistóricos sobre la etapa prehispánica de La Palma son muy fragmentarios, escasos y repetitivos hasta la saciedad por todos los autores antiguos que trataron estos temas en sus escritos, de tal forma que da la sensación de que todos ellos se copiaron entre sí de un mismo texto, hoy desaparecido. Uno de los temas donde mayores discrepancias nos en­contramos es, precisamente, en el apartado de las diferentes demarcaciones territoriales y geopolíticas en las que estaba compartimentada la isla. Todos los relatores de la conquista coinciden a la hora de dividir la antigua Benahoare en doce bandos independientes cuando llegaron los conquista­dores a finales del siglo XV. Ahora bien, los problemas se plantean al hacer referencia a momentos cronológicos más antiguos y para los cuales se han aportado otras dos versiones diferentes a la enunciada en primer lugar.

Las referencias más antiguas nos son proporcionadas, a fines del si­glo XVI, por el portugués Gaspar Frutuoso quien, a pesar de todo, no nos aporta ningún dato concreto sobre el momento en que la isla estuvo compartimentada tal y como él nos indica. Según este autor, La Palma esta­ba dividida en cuatro reinos independientes a cuyo frente se hallaban otros tantos reyes. Uno de estos jefes habitaba en Tijarafe y se llamaba Altini; otro vivía en Tazacorte y desconocemos su nombre; el tercero tenía su resi­dencia en Mazo y era conocido por Maxorco o Maxerco. La poca fiabilidad de los datos que nos aporta Gaspar Frutuoso se pone de manifiesto en el hecho de que se olvidó o no conocía nada sobre el cuarto reino.

No obstante, y si partimos de la base de que las anotaciones de Gaspar Fmtuoso son correctas, podríamos suponer que el cuarto reino estaría si­mado en algún punto del norte-noreste de la isla, de tal forma que ésta quedaría dividida en cuatro cuadrantes que tendrían una superficie y rasgos geográficos bastante similares. Ello nos viene a indicar que la isla se estructuró en grandes comarcas naturales que guardaban notables similitu­des en cuanto a su geología, clima, relieve, paisajes y vegetación, de tal forma que se adecuaban perfectamente al tipo de vida y actividad económi­ca, fundamentalmente pastoril, que practicaron los benahoaritas. Una compartimentación de este tipo permitía que cada uno de los cuatro reinos pudiese sobrevivir sin depender de la ayuda de los tres restantes, a menos que se produjesen graves carestías o calamidades (sequía, incendios, pla­gas, etc.). La filosofía que latía debajo de esta subdivisión era exactamente la misma que la propuesta por otros autores como J. Abreu Galindo cuando llegaron los conquistadores, tal y como comprobaremos más adelante. Des­graciadamente, esta distribución zonal sólo nos es apuntada por el ya citado Gaspar Frutuoso, lo que hace más problemático completar sus escuetos e imprecisos datos. De cualquier forma, lo que sí se pone de relieve es la importancia que ya por entonces tenía la zona de Mazo, puesto que era el lugar de residencia de uno de los cuatro reyes insulares.

J. Álvarez Delgado indicaba que, hasta 1440, la isla estaba regida por un único rey que tenía poder sobre todos sus habitantes. A su muerte se dividieron sus dominios entre sus descendientes más directos. Al igual que sucedía en el caso anterior, este investigador no apunta las fuentes utiliza­das que le permitieron llegar a tal conclusión y, por tanto, sus teorías deben ser tomadas con cierta cautela. Sin embargo, en esta hipótesis se dan algu­nas referencias que pueden confirmarse de forma indirecta y que dan cierto aura de veracidad a sus informaciones. El hecho de que la antigua Benahoare estuviese gobernada por un sólo rey podría ser una de las razones que ex­pliquen los estrechos lazos de parentesco que existían entre los distintos capitanes que estaban al frente de cada uno de los doce cantones en que se hallaba dividida la isla cuando llegó Alonso Fernández de Lugo.

Sin duda, las referencias más precisas sobre la compartimentación geopolítica durante la época prehispánica de La Palma nos son proporcio­nadas por J. Abreu Galindo. Los datos aportados por este autor serán repe­tidos posteriormente, con apenas alguna variación insignificante, por otros escritores como Tomás Arias Marín de Cubas, J. de Viera y Clavijo, etc.

Todos estos apuntes etnohistóricos nos hablan de la división de la isla en doce bandos independientes a cuyo frente se situaban una o varias personas e, incluso en algún caso, hasta tres que estaban estrechamente emparentados entre sí. Para la gran mayoría de estos cantones no se establecían unos lími­tes geográficos precisos (Figura 1).

"El quinto señorío, Tigalate y Mazo hasta Tedote, donde al presente llaman la Breña, interpretada en castellano; porque tedote en lengua pal­mera quiere decir "monte". Y de esta tierra eran señores Juguiro y Garehagua, hermanos; y a éste le llamaron de este nombre, porque al tiempo que nacía, dicen que cercaron a su madre muchos perros; y porque haguayan quiere decir en su lengua "perro ", por eso le pusieron el nom­bre, el cual era mal acondicionado y muy belicoso." (J. ABREU GALINDO; 1977: 267).

Tigalate lindaba al norte con el cantón de Tedote, en un lugar impre­ciso de Las Breñas, que el Dr. Mauro S. Hernández Pérez sitúa en el Ba­rranco de Amargavinos. (1977: 32), que actualmente separa los términos municipales de Breña Baja y Breña Alta. Sin descartar esta hipótesis, noso­tros nos inclinamos por colocar la línea divisoria algo más al sur, coinci­diendo con la separación histórica entre Mazo y Breña Baja. El hito geográfico que señala la separación coincide con el trazado de un antiguo camino real que discurre desde la costa a la cumbre y que pasa junto a la Montaña de La Breña. No debemos olvidar que todos estos senderos tie­nen, en la gran mayoría de los casos, unos orígenes claramente prehispánicos que posteriormente, tras la conquista de la isla, continuaron con su misma utilidad o se adecuaron a las necesidades de la nueva sociedad que se esta­bleció a finales del siglo XV.

En el caso de los cantones prehispánicos del sur de la isla (Tigalate, Ahenguareme, Tamanca, Tihuya y Aridane) la separación territorial entre unos y otros plantea ciertas dificultades debido a la ausencia de accidentes geográficos destacados, como puede ser la inexistencia de barrancos de gran entidad, tal y como sucede en la mitad norte de La Palma. Por tanto, no nos parece nada descabellado suponer que la impresionante mole de la Montaña de La Breña sirviese como línea divisoria entre los bandos de Tigalate y Tedote. A pesar de que no tenemos la certeza de que una u otra hipótesis sea la verdadera, centraremos los estudios arqueológicos dentro de los límites actuales del municipio de Villa de Mazo, entre otras razones porque nuestras prospecciones se hicieron siguiendo ese mismo criterio.

Si las dudas son razonables a la hora de situar los límites geográficos en el frente septentrional, la cuestión se vuelve mucho más espinosa para separar los cantones de Tigalate y Ahenguareme, donde no hay barrancos profundos y, ni siquiera, montañas destacables, puesto que no debemos ol­vidar que el Volcán Martín es histórico. Por ello, nos hemos decantado por­que sus fronteras fuesen muy similares a las actuales que separan los municipios de Fuencaliente y Villa de Mazo. La separación prehistórica podría encontrarse en el reborde que marca por el sur la hondonada gigan­tesca en que se emplaza el caserío de Montes de Luna. Este accidente geo­gráfico supone una fuerte discontinuidad respecto al resto del paisaje del señorío de Ahenguareme, de tal forma que pudo convertirse en una marca que sería reconocida por los benahoaritas que vivían en estas zonas.

La escasa fiabilidad de los datos que nos proporcionan las fuentes etnohistóricas se ponen claramente de relieve al analizar las contradiccio­nes que aparecen reflejadas en muchos pasajes de sus escritos. La gran ma­yoría de los autores antiguos y cronistas de la conquista señalan que Benahoare estaba compartimentada en doce bandos independientes que eran: Aceró, Aridane, Tihuya, Tamanca, Ahenguareme, Tigalate, Tedote, Tenagua, Adeyahamen, Tagaragre, Tagalguén y Tijarafe. Sin embargo, esos mismos autores se contradicen cunado hablan del bando de Gazmira, situado en Las Cuevas de Herrera y que, según J. Abreu Galindo, servía de límite con el bando de Aridane. Tras analizar este texto tan confuso no sabemos si se trataba de dos zonas diferenciadas e independientes o si, por el contrario, hace referencia a un topónimo concreto (Gazmira) que formaba parte de una entidad geográfica más amplia (Aridane). No obstante, estas noticias aparentemente contradictorias se adecúan perfectamente a una teoría que ya apuntaba el Dr. Mauro Hernández Pérez y que nosotros también quere­mos reivindicar: "...Podría ser, y es sólo una hipótesis, que cada uno de los llamados reinos se compusiese de uno o más bandos..." (1977: 32).

Las referencias anteriores las hemos traído a colación porque son ple­namente compartidas en nuestra Tesis Doctoral (F. J. PAÍS PAÍS; 1996: 64) y porque son perfectamente aplicables al bando prehispánico de Tigalate que, como ya hemos apuntado, era gobernado por una jefatura compartida de dos hermanos: Juguiro y Garehagua. Es muy probable que esta asocia­ción en el poder político estuviese motivada por la necesidad de evitar los problemas sucesorios y las luchas por el control del gobierno. Pero, tam­bién es plausible suponer que este tipo de régimen político-administrativo tenía la facultad de facilitar la goberaabilidad de unos territorios tan exten­sos como los que comprendía el cantón de Tigalate que, no lo olvidemos, era uno de los mayores de Benahoare. El poder de decisión e influencia de un solo capitán para unos dominios tan vastos hubiese sido muy frágil ante la lejanía del jefe. En nuestra opinión, Juguiro y Garehagua tendrían máxi­mas competencias en zonas diferentes del bando prehispánico, si bien las decisiones más importantes, que afectaban a todos sus subditos, serían to­madas de forma colegiada y consensuada.

Por todo ello, pensamos que el cantón de Tigalate pudo estar dividi­do en dos comarcas naturales que tendrían cierta autonomía la una respecto de la otra. Estos lugares se podrían denominar sector septentrional y meri­dional, a cuyo frente se encontraba uno de los dos hermanos. Es muy difícil establecer unos límites geográficos precisos, pero se trataría de amplias áreas que se pudiesen controlar con cierta facilidad y que tuviesen unas caracte­rísticas geográficas homogéneas (relieve, vegetación, clima, etc.). A modo de hipótesis nos atrevemos a establecer una línea divisoria que podría tener como punto de referencia la Montaña del Azufre o, más bien, el cauce de los barrancos de La Reja y La Lava que quedan algo más al sur.

Tanto Juguiro como Garehagua tendrían bastante autonomía en cada una de sus zonas de influencia. Sin embargo, es evidente que deberían con­vocar asambleas o reuniones de todos los nobles y ancianos de ambas de­marcaciones para tratar todas aquellas cuestiones que afectaban a toda la comunidad: celebración de fiestas solsticiales relacionadas con ritos agríco­las y ganaderos; declaraciones de guerra; actuaciones en épocas de calami­dades naturales; repartición de pastizales y campos de pastoreo; regular las relaciones con sus vecinos; etc. Esta teoría se contradice con la leyenda de que la Cueva de Belmaco era la residencia de verano de los dos hermanos que reinaban en Tigalate, los cuales en invierno se trasladaban hacia zonas más próximas al mar (F. DUARTE; 1981: 209). Pero, también hemos de apuntar que en este caso se trata de datos poco fiables, puesto que nos estamos refiriendo a una historia novelada de un episodio concreto de la etapa prehispánica de Tigalate.

Guerras y Razzias

Aparte de la cita literal sobre los límites geográficos y los reyes del bando de Tigalate, que ya vimos anteriormente, los autores antiguos hicie­ron muy pocas referencias a otros aspectos específicos de este lugar o que se desarrollaron dentro de su demarcación para referirse al conjunto de los benahoaritas. Aún así, los dos reyes de Tigalate van a formar parte activa en una serie de episodios puntuales que vamos a estudiar seguidamente. Se­gún todos los cronistas, uno de los rasgos más característicos de la perso­nalidad de los antiguos palmeros era su carácter pendenciero y belicoso. Por ello no debe extrañarnos que los episodios bélicos fuesen relativamente frecuentes entre los distintos cantones independientes.

Sin duda, la guerra fratricida más importante, que ha sido muy bien descrita por los cronistas de la conquista, fue la que enfrentó a Atogmatoma (capitán de Tijarafe) con Tanausú (jefe de Aceró). En esta contienda se vieron implicados todos los demás bandos de la isla, ya que sus cabezas visibles tomaron partido por uno u otro cabecilla teniendo en cuenta, sobre todo, los lazos de parentesco que les unían. Como no podía ser menos, en esta guerra insular también intervinieron Juguiro y Garehagua, cuya partici­pación no fue excesivamente importante aunque, eso sí, se aliaron con el bando vencedor. Las únicas referencias claras a estos guerreros están en las siguientes palabras: "...Pero, como Tanausú vio que cada día venía gente de refresco en favor de Atogmatoma, salióse de Acero con su gente y subiéronse al roque de Benehauno, y de allí pidió socorro al capitán Chenauca y Aganeye y a Suquahe y Juguiro y Garehagua, que eran sus primos; los cuales juntaron su gente para ir en socorro de Tanausú..." (J. ABREU GALINDO; 1977: 273). De esta cita se desprende que la ayuda prestada a Tanausú por Juguiro y Garehagua, entre otros, fue suficiente para decidir la contienda en favor de esta coalición.

Una de las historias más hermosas de la etapa prehispánica palmera tuvo por escenario los paisajes del cantón de Tigalate. En este episodio se dan cita buena parte de los rasgos que caracterizan la personalidad de los antiguos palmeros: valentía, honor, venganza, amor a su tierra, pasión, odio, etc. Nos estamos refiriendo a los sucesos protagonizados por un bimbache (nombre que reciben los primitivos habitantes de El Hierro) llamado Jacomar. No contamos con fechas precisas sobre el desarrollo de los acontecimientos, aunque a través de una serie de referencias indirectas podemos situar­los en un momento muy cercano a la conquista de la isla por las huestes de Alonso Fernández de Lugo. Sabemos que ya la isla estaba dividida en doce bandos independientes y, si tenemos en cuenta los datos aportados por J. Álvarez Delgado sobre que esta compartimentación ocurrió a partir de 1440, es obvio que la historia tuvo que desarrollarse entre esa fecha y 1493. Por esos años ya hacía bastante tiempo que las islas de Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro habían sido conquistadas y se había iniciado el pro­ceso de colonización.

Según nos informan los autores antiguos, los herrenes tenían la cos­tumbre de organizar frecuentes razzias a La Palma para proveerse de escla­vos, ganado, cueros, etc. Tras uno de esos desembarcos en las costas del cantón de Tenagua, decidieron trasladar sus correrías más hacia el sur, aso­lando la zona costera de Tigalate, donde tomaron tierra. Allí capturaron a un hombre y una mujer. Esta última era la hermana de Juguiro y Garehagua, cuyo nombre (inventado por la historiografía moderna) era el de Arecida (F. DUARTE; 1981: 209). Todas las crónicas de la conquista de La Palma nos hablan de la fiereza y valentía de las mujeres benahoaritas, y ésta no iba a ser una excepción. La princesa decidió luchar por su libertad antes que verse cautiva y, sobre todo, ser trasladada fuera de su querida isla. El ímpe­tu que puso en esta empresa fue tal que su captor, Jacomar, no tuvo más remedio que darle muerte para salvar su propia vida. Finalmente, y tras la obtención de un buen botín, los bimbaches decidieron regresar a su tierra hasta que se organizase una nueva expedición de rapiña.

Las razzias de los primitivos herrenes eran tan frecuentes y dañinas que los benahoaritas buscaron la forma de poner freno a estos episodios sangrientos. A ello contribuyó, sin duda, la feroz defensa de su territorio que hacían los antiguos palmeros, como lo demuestra la trágica muerte del noble Guillen Peraza en las playas de Tihuya. Finalmente, se firmó una paz que facilitaba las transacciones comerciales entre ambas islas. Este tratado posibilitó la vuelta a La Palma de Jacomar y, desgraciadamente para él, a los dominios del cantón de Tigalate, donde refirió la historia de la valerosa mujer a la que tuvo que quitar la vida en defensa propia, con tan mala fortu­na que uno de sus oyentes fue Garehagua (hermano de la princesa asesina­da). El rey no pudo contenerse y poseído por la ira "...le dio a el Jacomar por la varriga, atravesándole con una asta engastada en un quemo de cabra, y quedó quebrado el trato." (T. A. MARÍN DE CUBAS; 1982:

272). Esta historia novelesca y envuelta en cierto halo de misterio y leyenda debió ocurrir en la realidad. El hecho de que sucediese en Tigalate no debe extrañarnos, puesto que sus moradores serían unos de los más afectados por este tipo de razzias y saqueos, habida cuenta de la abundancia de pe­queñas calas y playas arenosas que jalonan sus costas y donde los desembarcos no plantearían excesivas dificultades.
En esta parte de la isla tuvieron lugar algunos episodios relevantes de la conquista, ya que en esta zona se desarrollaron las primeras escaramuzas serias y sangrientas que tuvieron que enfrentar las huestes de Alonso Fernández de Lugo. Tras el desembarco de las tropas en el Puerto de Tazacorte (cantón de Aridane) quedó bastante claro que el sometimiento de la isla no sería un paseo militar y que entrañaría grandes dificultades. Los rebeldes estaban liderados por el capitán de Aceró y hacia sus territorios infranqueables se retiraron la gran mayoría de los insurgentes.

Antes de iniciar un enfrentamiento directo con Tanausú, el jefe de la expedición castellana decidió recorrer otras partes de la isla para conocer el grado de oposición a su empresa de conquista. Por eso "...les invio otro mensage ysla por muy malos passos, quebradas, barrancos y despeñade­ros, llegando a los cilios o territorios de Tigalate y Mazóte dos esquadras de palmeros armados de gruesos palos, astas y piedras como los de las demás yslas, invioles su recado Alanzo de Lugo con Juan Palmero inter­prete a los capitanes Jaguiro, y Jarajagua, y antes de oír la razón respon­dieron que por ningún modo les dexaran pasar ni admitirles de paz, ni dejar de pelear, y sin mas esperar se vinieron entrando por las armas, tocóse a el arma sin perdonar aiuda y empesando primero a lansearlos, que se dispuso lo bastante para escarmentarlos I matando a muchos y cau­tivando no pocos, y otros se fueron retirando a una sierra llamada Tinibucar y haviendo ido en su alcance fueron de nuevo allí muertos, y cautibos, y los que huieron fueron apellidando por toda la ysla el estrago que los xristianos les havian hecho y assi fue muí alterada la parte que havia que­dado por correr, mas los cautivos viendo el buen trato y cariño que les mostraban los xristianos fue causa de quietar los ánimos alterados; prosiguióse castigando cruelmente algunos reveldes y este fue motivo de mas prisa a entregarse a el dominio español..." (T. A. MARÍN DE CU­BAS; 1986: 236). Así pues, los benahoaritas mazucos fueron los primeros que sufrieron la arbitrariedad y brutalidad de los conquistadores castellanos. A partir de esos momentos, sólo quedaba afrontar una heroica resis­tencia a un grupo de personas que tenían como ideal común el amor pro­fundo a su tierra y unas ansias ilimitadas de libertad. Pero ésa es otra historia, cuyo triste final es de sobra conocido por todos. (Felipe Jorge Pais Pais, 1998: 37 y ss.)

1445. Según la tamusni el menceyato  de Abona se fundaría por esta fecha, a la muerte del Gran Tinerfe  Mencey (Rey) único de la isla de Chinech (Tenerife).

Sus hijos se alzaron con los cantones que gobernaban dividiendo la isla en nueve menceyatos y un cantón, el de Aguahuko (Punta del Hidalgo). Los límites del meneceyato  comprendían desde el Río de Chasna límite con Adeje, hasta el Barranco de Herques, límite con Güimar. Este se encontraba bajo el mandato de Atguaxoña., hijo de Axerax , también conocido como Gran Tinerfe.
Las raíces del actual  municipio  San Miguel de Abona se encuentran en los guanches del Menceyato o Bando de Abona establecidos en este término municipal, y cuyos testimonios arqueológicos han sido descubiertos entre otros lugares en las cuevas del barranco de la Orchilla, Ochova, o yacimientos tan importantes como el oratorio de Guargacho, que por desgracia se ha perdido.
1445. Guillén de Las Casas trocó con los hijos de Fernán Peraza e Inés, llamados igual mente Guillén e Inés, sus supuestos derechos señoriales en las Islas a cambio de la Heredad o «hacienda» de Huévar, cerca de Sevilla. Así, Guillén e Inés Peraza, juntos con su padre Fernán Peraza, ya viudo, tuvieron en sus manos todo el señorío.

1446. Viaje de Gago Coutinho, nos sitúa. Tras dos meses de navegación, sin ver tierra, tocó en Cabo Verde. Pasando por las Canarias y Madeira, ganó altura, alcanzando el Mar de los Sargazos, para regresar a Lagos. (L.Al. Toledo)

 1447. Fernán Peraza (quien había adquirido las islas de Guillén de las Casas) logra hacer frente a los portugueses en Gomera y Ecero (Hierro). Intenta conquistar Benahuare (La Palma) pero fracasa; muere allí su hijo Guillén Peraza.

 1447.
Echedey, el gran estratega y la batalla de Tahuya (La Palma)
Juan II, de la monarquía medieval castellana, concedió por una real cédula de 1420 la conquista de las islas no señoriales al armador andaluz Alfonso de las Casas. En el año 1447 Fernán Peraza “el viejo” construyó una torre en la Gomera y se propuso realizar la conquista de las islas todavía insumisas: La Palma (Benawaré), Tenerife (Chinet) y La Isla Canaria de Tamarán. Después se trasladó a La Palma, año de 1448, donde sufrió una estrepitosa derrota a manos del Jefe de Cantón Echedey y sus guerreros, la primera gran derrota infligida al colonialismo español hasta ese momento, en la famosa batalla de Tahuya, en la que perdió la vida de una pedrada, asestada por una palmera, Guillén Peraza, al que dedicaron las famosas endechas maldiciendo la isla entera (…”No crezcan palmas sino retamas…todo lo acaba la mala andanza”).

El episodio viene corroborado por Abreu Galindo. Guillén Peraza partió de Sevilla con tres navíos de armada, con dos cientos ballesteros. Llegó a Lanzarote y Fuerteventura, donde se le juntaron otros trescientos mercenarios más y fueron a la Gomera y desde allí pasó a La Palma, tomando puerto en el Canton de Tahuya, administrado por Echedey como Jefe de Cantón, que encomendó la defensa del territorio a su hermano Chenauco, ayudado por otro palmero valiente, Dutynymara.

La armada al servicio del colonialismo estaba comandada por Guillén Peraza y eran sus capitanes Hernán Martín Peraza, al mando de los ballesteros procedente de Sevilla, mientras que Juan de Adal, Luis de Casañas y Mateo Picar capitaneaban a los mercenarios procedentes de Lanzarote y Fuerteventura (no confundir con los mahos de estas dos islas, sino que eran parte del ejército de ocupación colonial y mercenarios a su servicio). En total, según Abreu Galindo, por lo menos 500 invasores se desplazaron a La Palma.

Murieron más de doscientos invasores, huyendo, pese a los intentos de Guillén Peraza por detener la deserción, embarcándose los que escaparon del furor de los awaras.

Describe Abreu Galindo que la isla de La Palma “es muy alta y áspera de subir y andar; y la gente que llevaba Guillén Peraza, no usada a semejantes asperezas. Y los palmeros, diestros y legeros en ella, poniéndose en los pasos mas ásperos y dificultosos, acometieron a los cristianos de tal manera, que los desbarataron; y, aunque se defendían animosamente, los hicieron recoger. Y, queriendo Guillén Peraza hacer rostro, le dieron una pedrada y cayó muerto. Visto el desgraciado fin de su capitán, se tornaron a embarcar, y con falta de muchos de ellos”.

Las mujeres awaras participaban en la defensa del territorio, de nuestra cultura y en general de nuestras costumbres. Lo recoge magistralmente Torriani: “Las mujeres eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas delante y peleaban virilmente, con piedras y con varas largas”. (Torriani, Descripción de las Islas Canarias, p. 226, Goya Ed. 1978). La participación femenina está suficientemente documentada en las crónicas de los historiadores al servicio del colonialismo, como por ejemplo Abreu Galindo:

“Los vasallos de la isla del Hierro (no confundir con los bimbaches), aunque no por vengar la muerte de su señor Guillén Peraza, sino con codicia de la presa que en esta isla se hallaba de cueros y sebo, solían pasar muchas veces de la isla del Hierro a la de La Palma, a cautivar palmeros y robarles los ganados”.

El Jefe de Cantón Chentire fue hecho prisionero en una de estas racias, aunque consiguió escapar pese a que le faltaba un brazo, lo que hizo que los asaltantes, evitando la confrontación, se trasladaran a Tigalate, donde prendieron a un palmero y a una palmera, hermana de Garahagua. La combatiente, al verse presa, se revolvió contra el cristiano, llamado Jacomar, el cual, haciendo uso de las  armas, la mató.

Según Abreu Galindo la venganza no tardó en venir, después de las paces que los palmeros hicieron con los saqueadores:

“Debajo de estas paces, venían los cristianos a La Palma, a contratar; entre los cuales vino Jacomar, el que había muerto a la hermana de Guarehagua, y en conversación le contó el suceso que le había acotecido con la palmera. Garehagua preguntóle por las señas de la palmera; y, entendiendo por ellas ser su hermana, le dijo que, pues su ventura lo había traido hasta allí, era para que su hermana no quedase sin venganza; y así, volvió una asta, que tenía puesto por hierro un cuerno de cabra, y dióle por la barriga y matolo, sin poder ser socorrido; por lo cual se vinieron a romper las treguas hechas” (Abreu Galindo, Historia de la conquista de las siete islas de Canaria, pp278-9, Goya Ed. 1977).

Continuaron los asaltos a la isla de La Palma:

“En el término de Aridane, señorío de Mayantigo…Vinieron a dar con una palmera, que se llamaba Guayafanta, de grande ánimo y gran cuerpo, que parecía gigante y era mujer de extremada blancura. La cual, como los cristianos la cercaron, peleó con ellos lo que pudo y, viéndose acosada, embistió con un cristiano y, tomándolo debajo del brazo, se iba para un risco, para se arrojar de allí abajo con él; pero acudió otro cristiano y cortole las piernas, que de otra suerte no dejara de derriscarse con el cristiano que llevaba”.

Murieron más de doscientos invasores, huyendo, pese a los intentos de Guillén Peraza por detener la deserción, embarcándose los que escaparon del furor de los awaras.

Esa gesta de los awaras prolongó la insumisión de Benawaré hasta el año 1494, casi medio siglo, exactamente cuarenta y seis (46) años, después de sometida Tamarán, retrasándose en consecuencia también el dominio no sólo sobre esta isla sino sobre Chinet. Conmemoramos ahora el 564 aniversario de la heroica batalla de Tahuya, con la propuesta de realizar unas Jornadas o Congreso para documentar tan importante acontecimiento de nuestra historia.(Canarias, 17 de Mayo de 2012.
Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario (Movimiento UPC)

1447. Se produce el primer intento por parte de los invasores europeos establecidos en Titoreygatra (Lanzarote)  de conquistar militarmente Benahuare (La Palma), en la expedición comandada por los  Peraza. La campaña acaba en un estrepitoso fracaso, cuyo resultado más célebre es la muerte de  Guillén Peraza el joven durante una escaramuza en Tihuya. (Parece ser que el apellido Peraza quiere decir Tiñoso

1447 julio 13.
El invasor y colono Fernán Peraza

“Debemos detenernos en el año 1447. Fernán Peraza, el Viejo, es decla­rado poseedor y séptimo señor de estos territorios. El nombramiento fue exten­dido en Real Cédula firmada en Arévalo el 13 de julio del citado año. De sus contactos con la isla de Tenerife seleccionaremos algunos pormenores que pue­den guardar afinidad con Adeje.

Durante su mandato intentó reiteradamente el dominio pacífico de la isla, a través del ofrecimiento de protección y apoyo a los guanches, a cambio de la incorporación amistosa de éstos a la Corona. Sin embargo, estos propósitos los alternaba con acciones no tan patriarcales. En efecto, realizó varios desem­barcos en las costas de Tenerife y algunos de ellos fueron aprovechados para apoderarse de numerosas cabezas de ganado y adueñarse de aborígenes que luego convirtió en esclavos. Una de estas incursiones la hizo por Güímar. Sus hombres localizaron a unos pastores que cautivaron y condujeron a sus embar­caciones. En el trayecto de regreso descubrieron a un niño de unos siete años de edad que, junto a su padre, se hallaba pescando en los charcos del litoral. Logró evadirse el progenitor, pero apresaron al muchacho y lo transportaron abordo del navío. Esto ocurría alrededor del año 1420. Retornados a Lanzarote, Fernán Peraza lo hizo bautizar, lo apadrinó y le puso el nombre de Antón. Posteriormente, fue conocido como Antón el Guanche o Antón Güimarés. El joven permaneció en aquella tierra durante siete años y acompañó en los via­jes a su dueño.

Cuenta la historia que en uno de estos desplazamientos, Antón recaló en Tenerife. Según unos desertó y huyó hasta encontrar a los suyos. Otros histo­riadores opinan que, cuando volvió a la isla, ya había sido libertado, segura­mente gracias a la intervención del obispo Illescas. El caso es que encontró vivos a sus padres y les narró lo sucedido. Se entrevistó con Acaimo, mencey de Güímar, le relató igualmente lo acontecido y le informó de los españoles aposentados en las otras islas, así como de la religión que profesaban.” (Pedro de las Casas, 1997:93 )

1478. Los invasores conquistadores se asentaron en Guiniwada posteriormente la Ciudad Real de las Palmas, capital de Tamaránt (Gran Canaria). Mediado el XVI, la visitó Benzoni. Con 400 vecinos, el puerto de Isletas estaba a dos millas del caserío, protegido por torre, con cuatro piezas de artillería. Secundario el de San Telmo, la isla producía azúcar en 1489, cuya exportación controlaban genoveses. Próspera la caña en las tres islas mayores, los Católicos recordaron a los vecinos de Tamaránt (Gran Canaria), en 1497, que "al tiempo en que en esa dicha Ysla se fizieron los ingenios", se comprometieron a sacar el azúcar "en perfección", molturando la caña que produjesen los pequeños labradores, a cambio de la mitad del producto. Negándose a recibirla, los arruinaban, con intención de "aplicar asy los cañaverales desas dichas islas. Las Canarias exportaban halcones, vino de malvasía. ). (L.Al. Toledo)

1448. Maciot de Bethencourt cede el señorío de. Lanzarote, sin licencia de la corona de Castilla, al infante don Enrique el Navegante, de Portugal (Hist., 1,17; BAE, XCV, 66b. 1,18; BAE, XCV, 68a).

1448. Diego García de Herrera, yerno de Fernán Peraza, y su mujer Inés Peraza de las Casas (heredera de las islas) denuncian el acto de Maciot y ponen pleito, que ganarán en 1454 (después de muerto Maciot hacia 1452, y Fernán Peraza en 1452).

1448? El infante don Enrique el Navegante, con recomendación de su hermano el infante entonces regente don Pedro (quien morirá en 1449) suplica a Juan II de Castilla que le dé el señorío de las Canarias.

1448. Maciot de Bethencourt cede el dominio de Titoreygatra (Lanzarote), sin licencia de la corona de Castilla, al infante don Enrique el Navegante, de Portugal (Hist., 1,17; BAE, XCV, 66b. 1,18; BAE, XCV, 68a).

1448. Diego García de Herrera, yerno de Fernán Peraza, y su mujer Inés Peraza de las Casas (heredera de las islas) denuncian el acto de Maciot y ponen pleito, que ganarán en 1454 (después de muerto Maciot hacia 1452, y Fernán Peraza en 1452).


1448? El rey Juan II de Castilla responde, en carta, que no puede dárselas sin consulta y acuerdo del consejo real de Castilla (Ibid., 69b).

1448. El infante portugués Enrique consigue tomar en arriendo de manos de Maciot la isla de Titoreygatra (Lanzarote), aunque dos años después Fernán Peraza lograba restaurar su señorío en la isla y expulsarle definitivamente. Por entonces, el conde de Niebla y duque de Medina Sidonia, Juan de Guzmán, volvía al escenario africano-isleño, por el que su padre ya se había interesado, al conseguir de Juan II jurisdicción sobre la costa comprendida entre los cabos de Aguer y Bojador, y sus aguas litorales, para practicar la pesquería, el comercio y «rescate» con los moros «alárabes» del interior (carta real de 8 julio 1449).

1448.
Juan II, de la monarquía medieval castellana, concedió por una real cédula de 1420 la conquista de las islas no señoriales al armador andaluz Alfonso de las Casas. En el año 1447 Fernán Peraza “el viejo” construyó una torre en la Gomera y se propuso realizar la conquista de las islas todavía insumisas: La Palma (Benawaré), Tenerife (Chinech) y La Isla Canaria de Tamarán. Después se trasladó a La Palma, año de 1448, donde sufrió una estrepitosa derrota a manos del Jefe de Cantón Echedey y sus guerreros, la primera gran derrota infligida al colonialismo español hasta ese momento, en la famosa batalla de Tahuya, en la que perdió la vida de una pedrada, asestada por una palmera, Guillén Peraza, al que dedicaron las famosas endechas maldiciendo la isla entera (…”No crezcan palmas sino retamas…todo lo acaba la mala andanza”).

 El episodio viene corroborado por Abreu Galindo. Guillén Peraza partió de Sevilla con tres navíos de armada, con dos cientos ballesteros. Llegó a Lanzarote y Fuerteventura, donde se le juntaron otros trescientos mercenarios más y fueron a la Gomera y desde allí pasó a La Palma, tomando puerto en el Canton de Tahuya, administrado por Echedey como Jefe de Cantón, que encomendó la defensa del territorio a su hermano Chenauco, ayudado por otro palmero valiente, Dutynymara.

 La armada al servicio del colonialismo estaba comandada por Guillén Peraza y eran sus capitanes Hernán Martín Peraza, al mando de los ballesteros procedente de Sevilla, mientras que Juan de Adal, Luis de Casañas y Mateo Picar capitaneaban a los mercenarios procedentes de Lanzarote y Fuerteventura (no confundir con los mahos de estas dos islas, sino que eran parte del ejército de ocupación colonial y mercenarios a su servicio). En total, según Abreu Galindo, por lo menos 500 invasores se desplazaron a La Palma.
 Murieron más de doscientos invasores, huyendo, pese a los intentos de Guillén Peraza por detener la deserción, embarcándose los que escaparon del furor de los awaras.
 Describe Abreu Galindo que la isla de La Palma “es muy alta y áspera de subir y andar; y la gente que llevaba Guillén Peraza, no usada a semejantes asperezas. Y los palmeros, diestros y legeros en ella, poniéndose en los pasos mas ásperos y dificultosos, acometieron a los cristianos de tal manera, que los desbarataron; y, aunque se defendían animosamente, los hicieron recoger. Y, queriendo Guillén Peraza hacer rostro, le dieron una pedrada y cayó muerto. Visto el desgraciado fin de su capitán, se tornaron a embarcar, y con falta de muchos de ellos”.

 Las mujeres awaras participaban en la defensa del territorio, de nuestra cultura y en general de nuestras costumbres. Lo recoge magistralmente Torriani: “Las mujeres eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas delante y peleaban virilmente, con piedras y con varas largas”.  (Torriani, Descripción de las Islas Canarias, p. 226, Goya Ed. 1978). La participación femenina está suficientemente documentada en las crónicas de los historiadores al servicio del colonialismo, como por ejemplo Abreu Galindo:

 “Los vasallos de la isla del Hierro (se ruega no confundir con los bimbaches), aunque no por vengar la muerte de su señor Guillén Peraza, sino con codicia de la presa que en esta isla se hallaba de cueros y sebo, solían pasar muchas veces de la isla del Hierro a la de La Palma, a cautivar palmeros y robarles los ganados”.
 El Jefe de Cantón Chentire fue hecho prisionero en una de estas racias, aunque consiguió escapar pese a que le faltaba un brazo, lo que hizo que los asaltantes, evitando la confrontación, se trasladaran a Tigalate, donde prendieron a un palmero y a una palmera, hermana de Garahagua. La combatiente, al verse presa, se revolvió contra el cristiano, llamado Jacomar, el cual, haciendo uso de las  armas, la mató.

 Según Abreu Galindo la venganza no tardó en venir, después de las paces que los palmeros hicieron con los saqueadores:

 “Debajo de estas paces, venían los cristianos a La Palma, a contratar; entre los cuales vino Jacomar, el que había muerto a la hermana de Guarehagua, y en conversación le contó el suceso que le había acotecido con la palmera. Garehagua preguntóle por las señas de la palmera; y, entendiendo por ellas ser su hermana, le dijo que, pues su ventura lo había traido hasta allí, era para que su hermana no quedase sin venganza; y así, volvió una asta, que tenía puesto por hierro un cuerno de cabra, y dióle por la barriga y matolo, sin poder ser socorrido; por lo cual se vinieron a romper las treguas hechas” (Abreu Galindo, Historia de la conquista de las siete islas de Canaria, pp278-9, Goya Ed. 1977).
 Continuaron los asaltos a la isla de La Palma:
“En el término de Aridane, señorío de Mayantigo…Vinieron a dar con una palmera, que se llamaba Guayafanta, de grande ánimo y gran cuerpo, que parecía gigante y era mujer de extremada blancura. La cual, como los cristianos la cercaron, peleó con ellos lo que pudo y, viéndose acosada, embistió con un cristiano y, tomándolo debajo del brazo, se iba para un risco, para se arrojar de allí abajo con él; pero acudió otro cristiano y cortole las piernas, que de otra suerte no dejara de derriscarse con el cristiano que llevaba”.

 Esa gesta de los awaras prolongó la insumisión de Benawaré hasta el año 1494, casi medio siglo, exactamente cuarenta y seis (46) años, después de sometida Tamarán, retrasándose en consecuencia también el dominio no sólo sobre esta isla sino sobre Chinet. Conmemoramos ahora el 564 aniversario de la heroica batalla de Tahuya, con la propuesta de realizar unas Jornadas o Congreso para documentar tan importante acontecimiento de nuestra historia. (Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario, 2012.)

1449? El nuevo rey Alfonso V de Portugal, a instancia del infante don Enrique el Navegante, ruega a Juan II de Castilla que dé a la Orden de Cristo ( de la que es administrador el infante don Enrique) las dos islas de Titoreygatra (Lanzarote) y Gomera.

1449? El rey Juan II de Castilla responde, por carta al rey de Portugal, lo mismo que el año anterior.

1449? El infante de Portugal don Enrique el Navegante intenta sojuzgar las islas Canarias, incluso Titoreygatra (Lanzarote) y Gomera, ocupadas por colonos castellanos, y cautivar a éstos (Ibid., 69b).

1449? El rey Juan II de Castilla requiere a Alfonso V de Portugal, por un mensajero, que no intente sojuzgar las islas Canarias (Ibid., 69b-70a).

1449? El rey Alfonso V de Portugal responde a Juan II de Castilla que él no le dio licencia al infante, ni se la dará para tal cosa (Ibid., 70a).

1449. El rey Juan II de Castilla (quizá como jugada política), el 8 de julio de 1449, concede al duque de Medina Sidonia el señorío de las tierras continentales africanas entre los cabos Aguer y Bojador, y promueve expediciones de corso a Guinea.

1449. Don Juan Cid es nombrado obispo de Rubicón por el Papa Nicolás V. Con este obispo los colonizadores “evangelizadores” franciscanos entran a evangelizar pacíficamente en islas aún no invadidas militarmente y conquistadas: Tamarant (Gran Canaria), Chinet (Tenerife), Benahuare (La Palma), adelantándose así a los mercenarios conquistadores. El mismo obispo interviene con los religiosos. Con esto, todas las islas caen prácticamente bajo la bula Regiminigregis de 1434.

1449. Los colonos Fernán Peraza y Guillén, su hijo, consiguieron mediante pactos establecerse en la Gomera y, construyeron la denominada Torre del Conde en Ipalam  (San Sebastián), en previsión contra las esporádicas revueltas de los gomeros, que solían alentar los portugueses, especialmente interesados en la isla. También consiguieron el dominio total sobre Esero (El Hierro), al parecer con la ayuda del vasco Juan Machín de Arteaga, que había vivido antes en Madeira y casó con una hija del rey  bimbache (herreño). Hicieron incluso alguna intentona de conquista contra Benahuare (La Palma), donde murió Guillén a mano de los hawaras (palmeros), poco después de su padre Fernán, con lo que el señorío completo recayó en manos de la despiadada y sanguinaria Inés Peraza.

1450. El infante don Enrique el Navegante envía 8 carabelas y 1 fusta con intención de conquistar Titoreygatra (Lanzarote) y Gomera. Hicieron destrozos y depredaciones a los castellanos; pero no pudieron apoderarse de ellas (Ibid., 70a).

1450. El infante don Enrique el Navegante pide a Fernán Peraza que le venda las islas Canarias; pero no lo consigue (lbid., 73a).
1450. Se termina en Hipalam (San Sebastián) en la de La Gomera, una Torre construida por los colonos invasores denominada de los Peraza, posteriormente llamada Torre del Conde. Nace Hernán Peraza “el Joven” – La población isleña debía rondar las 2.000 personas.

1450.
Templos y prelados católicos en la colonia de Canarias según el criollo  clérigo e historiador José de Viera y Clavijo.

Noticia del venerable varón Tadeo, agustiniano en África
“Pero no omitiré la siguiente noticia, que se halla recogida en la historia manuscrita de don Pedro Agustín del Castillo. Al tiempo que nuestros canarios hacían sus entradas en la costa de África vecina, penetraron hasta la ciudad de Tagaos por el puerto de San Bartolomé y, ha­biendo aprisionado al alcaide, lo llevaron a Tene­rife. Alojáronle en La Laguna, poniéndole guardia decente, y un día que aquel moro vio pasar por la calle desde la ventana dos frailes agustinos, se alegró tanto, que haciéndoles entrar, se hincó de rodillas y les besó los hábitos. Creyeron todos que era cristiano; pero les satisfizo diciendo que en su tierra había un santo canario, vestido de aquel mismo traje, a quien adoraban por los continuos beneficios que les hacía. El prior con esta noticia fue a visitar al prisionero, ganó su confianza y re­solvió enviar a Tagaos algunos religiosos que ave­riguasen este enigma. Dioles el alcaide cartas de recomendación y moros prácticos que les acom­pañasen.

Era prior fray Enrique Olivera, portugués de Villaviciosa, y él mismo con otro fraile portugués pasó a Berbería. Llegaron al puerto de San Barto­lomé, avisaron al lugarteniente del alcaide, que salió a recibirlos y, conduciéndolos a un campo solitario, vieron un grande árbol y no muy lejos una cerca de tapias en cuadro, de a tres brazas, en cuyo centro, bajo de un tejadillo, registraron un cuerpo humano con hábito talar de fraile agus­tino, el rostro levantado al cielo, los brazos dentro de las mangas y sobre el pecho la correa larga, una túnica blanca interior, zapatos, la capucha calada descubriéndose parte del cerquillo, la barba como hecha de ocho días, los ojos cerra­dos, el aspecto como de 40 años, el cuerpo fresco y todo muy bien conservado. Los religiosos qui­sieron besarle la ropa y tomar alguna reliquia, pero no lo permitieron los moros. Deseando in­formarse del nombre y tiempo que estaba allí, sólo pudieron entender que los bárbaros lo lla­maban Agustino, y que desde tiempo inmemorial permanecía en aquel paraje, guardado continuamente por cuatro hombres a costa del público. Preguntóseles que por qué razón lo estimaban tanto. Y respondieron que por lo que les favorecía en todas las calamidades.

Retrocedieron los exploradores, pesarosos de dejar entre bárbaros aquel tesoro, y habiendo lle­gado en el camino cerca de otro edificio antiguo, registraron en él algunos papeles y alhajas, di-ciéndoles los moros que allí había vivido aquel cristiano y que aquéllos eran los libros en que re­zaba. Luego que el prior y su compañero estuvie­ron de vuelta en Tenerife, hicieron información de todas estas cosas, de las cuales hace larga mención el maestro fray Juan Márquez, en su li­bro del origen de los frailes ermitaños de San Agustín.

El citado don Pedro del Castillo añade que, se­gún tradición que había encontrado, llamaban al­gunos a aquel santo varón, Tadeo, y otros, Barto­lomé de Canaria, y que el mismo padre Márquez creía que, habiendo estado en nuestras islas en tiempo de gentiles, pasó a la costa de África en la armada del Príncipe de la Fortuna, que sería por los años de 1450.” (José de Viera y Clavijo, 1982, T. 2: 364 y ss.)

















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