miércoles, 25 de febrero de 2015

FRANCISCO FERNANDEZ DE BETHENCOURT

1916 abril 2.

A las once de la noche falleció Francisco Fernández de Béthencourt en su domicilio del paseo de la Castellana de Madrid (España).

Apuntes para una biografía  de Francisco Fernández de Béthencourt [1850-1916]

Introducción

Denostada por unos y celebrada por otros con inusual entusiasmo, la figura de Francisco Fernández de Béhencourt parece resistir los embates del tiempo con mejor fortuna de la que cabría augurarle dada la naturaleza pretendidamente anacrónica de las disciplinas auxiliares de la Historia —Genealogía y Heráldica— que estudió con afán prolijo y a las que devolvió un prestigio intelectual del que carecían en el siglo xix en España, logrando que sus trabajos alcanzaran una estimación similar a la que gozaban en el resto de las naciones cultas de Europa las obras de eruditos de la talla de André Borel d’Hauterive [1812-1896] o John Burke [1786-1848].

Tachado por alguno de sus adversarios de explotador de las vanidades humanas, autores de ideologías dispares o semejantes a la suya como lo fueron Francisco María Pinto, Elías Zerolo o Alfonso de Figueroa y Melgar reconocieron la valía científica y literaria de su producción y la actitud crítica ejercida a la hora de plasmar en sus trabajos la veracidad histórica, más allá de la adulación y la falsedad interesada, argumentos que parecían hasta entonces inseparables de este tipo de estudios. Pinto y Zerolo hacen mención en sus “Noticias bibliográficas” y “Conversaciones quincenales” publicadas en la Revista de Canarias, como recensiones al Nobiliario y Blasón de Canarias, a la erudición que en cada página revela el Sr. Fernández de Béthencourt, el trabajo que suponen los datos en esas págunas acumulados, no hay duda que sorprenden. La obra es una muestra peregrina y magnífica de un género de investigación hoy no común. Zerolo señala la suficiencia que todos le reconocen, […] por más que lamente que inteligencia tan clara se emplee en aquel género de trabajos, y cree que debía esperarse mucho de los extensos conocimientos que en la ciencia heroica tiene nuestro compatriota y de la bellísima forma literaria con que disfraza la aridez de tales trabajos [1]. Más tajante aún, si cabe, Figueroa dijo de él que acaso fuera el más grande genealogista después del comendador de Zorita [2].

El anónimo autor de la voz que le dedica el Diccionario Espasa-Calpe, en su edición de 1927, afirma que era Fernández de Béthencourt persona de laboriosidad grandísima y de memoria prodigiosa. Tal vez le faltase preparación para la magna obra que emprendió con vocacion decidida. […]. Puede decirse que Fernández de Béthencourt fue un educador de la clase elevada de la sociedad española, pero con más fe y entusiasmo que sólida cultura filosófica y de crítica y erudición directa. No era paleógráfo ni humanista.

Para José Peraza de Ayala, autor de la “Introducción” del Nobiliario de Canarias, obra publicada y puesta al día por una junta de especialistas a partir de 1952, Francisco Fernández de Béthencourt podía ser considerado como el fundador de la Historia Genealógica moderna en España y el primer divulgador de los métodos de la escuela francesa de Borel [3].

Compartió Fernández de Béthencourt con el primer marqués de Bajamar, Antonio Porlier, el raro honor de haber sido ambos los dos únicos canarios que pertenecieron, al mismo tiempo, a las reales academias de la Lengua y de la Historia. Esta particular circunstancia no ha vuelto a producirse hasta el momento, entre los integrantes de la intelectualidad isleña, y no parece probable que lo haga en un futuro próximo.

Su familia paterna

La familia Fernández, que usó también los apellidos compuestos Fernández-Prieto y Fernández-Martínez, se estableció en Santa Cruz de Tenerife en torno a 1810.

I. Don Pedro Fernández Prieto
Natural de Sevilla.
Casó con doña Rosalía Martínez y Lora, que lo era de Paterna del Campo en el condado de Niebla.
Hijos:
A] Don Pedro Fernández-Prieto Martínez, que sigue la línea primera de Canarias.
B] Don Felipe Fernández Prieto Martínez, que continua la segunda línea establecida en el archipiélago.

II. Don Pedro Ramón Fernández Fernández-Prieto y Martínez
Nació en Sevilla en 1764.
Se avecindó en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, donde fundó una próspera compañía de comercio dedicada especialmente a la exportación de vinos a América, junto con su hermano don Felipe, que dirigía la oficina principal de la misma en Sevilla.
Casó don Pedro en Santa Cruz de Tenerife, el año de 1811, con doña Antonia Delgado y Delgado, nacida asimismo en Sevilla en 1786, e hija de don Francisco Delgado y doña Gertrudis Delgado.
Hijos:
A] Don Pedro Fernández Martínez y Delgado, n. en Santa Cruz en 1812.
B] Don Antonio Fernández Martínez y Delgado, n. en 1813, también en Santa Cruz.
C] Don Francisco Ramón Fernández Martínez y Delgado, que vino al mundo donde sus hermanos en 1816 y sigue la línea.
Testó don Pedro Fernández Prieto en Santa Cruz de Tenerife, ante el escribano Manuel del Castillo, el día primero de mayo de 1816 y falleció en dicho puerto al día siguiente [L. II de Defunciones de la parroquia auxiliar de San Francisco].

III. Don Francisco Ramón Fernández Martínez y Delgado
Capitán de la Marina Mercante.
Casó en Tinajo, Lanzarote, el 24 de junio de 1847, con doña María de la Concepción de Béthencourt-Ayala y Mujica, hija de don José Luis de Béthencourt-Ayala y Arbelo, comandante graduado de Milicias provinciales y regidor de Lanzarote, y de doña Amara de Mujica Aguilar.
Hijos:
A] Don Francisco Fernández de Béthencourt, que sigue.
B] Doña Benjamina Fernández de Béthencourt, nacida en el Puerto de Arrecife, Lanzarote, y bautizada en la parroquia de San Ginés el 24 de noviembre de 1854. Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, La Laguna, el 21 de octubre de 1872 [Registro Civil de La Laguna. Libro I, pp. 38r-40v], con don Antonio Domínguez Alfonso [4], natural de Arona, donde nació el 26 de julio de 1849, hijo del capitán de Milicias don Antonio Domínguez Villarreal, oriundo de dicho pueblo, y de doña Josefa Alfonso Feo, que lo era de San Miguel de Abona. Doctor en Derecho, gobernador civil de Manila y senador vitalicio del reino, fueron padres de un único hijo:
a] Don Antonio Domínguez y Fernández de Béthencourt [5], nacido en Santa Cruz de Tenerife el día 13 de agosto de 1877. Doctor en Derecho y magistrado de Audiencia, escritor, periodista y célebre autor dramático.
Casó con doña Francisca Carrasco y no hubo sucesión de este matrimonio.
Falleció en Santa Cruz de Tenerife el 13 de noviembre de 1942.

IV. Don Francisco Fernández de Béthencourt
Nació en Arrecife de Lanzarote el 27 de julio y fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 3 de agosto de 1850.

II bis. Don Felipe Fernández-Prieto Martínez
Nacido en Sevilla, trasladó la central de su compañía de comercio a esta Isla, pocos años después del establecimiento en ella de su hermano don Pedro. Aquí formó otra con su yerno don Francisco Sánchez, el 23 de febrero de 1817, y fueron dueños de varias bodegas en Santa Cruz, desde donde continuaron su actividad mercantil con la Península y América. Fabricó su vivienda de alto y bajo, de nueva planta, en el número 21 de la calle del Castillo, con trasera a la de La Luz y adquirió otras cinco en dicho municipio, entre otros cuantiosos bienes.
Había casado en Sevilla con doña Ildefonsa Gómez y Lora, nacida el 8 y bautizada el 14 de julio de 1764 en la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación de Constantina de la Sierra, hija de don Andrés Gómez de Pajares y de doña María de Lora.
Falleció doña Ildefonsa Gómez y Lora en Santa Cruz de Tenerife el día 10 de febrero de 1819 después de haber otorgado dos poderes para testar a su marido, en 30 de marzo y 11 de noviembre de 1818 y fue sepultada en el cementerio de San Rafael y San Roque [Parroquia auxiliar de San Francisco. Libro III de Defunciones, f. 3v]. Don Felipe Fernández-Prieto otorgó su testamento en la misma villa, ante el escribano don Manuel del Castillo, el 12 de julio de 1828.
Hijos:
A] Don José María Fernández y Gómez, que sigue la línea.
B] Doña Felipa Fernández y Gómez, n. en Sevilla y casada con don Francisco Sánchez, con quien fue padre de:
a] Don Felipe Sánchez y Fernández.
b] Doña María de la Encarnación Sánchez y Fernández.
c] Don Francisco Sánchez y Fernández.
d] Doña María de los Dolores Sánchez y Fernández y
e] Don Manuel Sánchez y Fernández.
C] Doña Isabel Fernández Gómez, n. en Sevilla el día 21 y bautizada en la parroquia de Santa Ana de Triana, el lunes veinte y tres de noviembre de 1795, con los nombres de Isabel, Francisca de Paula, Joaquina, Josefa, Ramona [Libro LVIII, f. 4.].
Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife, el 22 de mayo de 1819, con don Pedro Schwartz de Schweicher, natural de París, Francia, y bautizado en la parroquia de San Sulpicio el 3 de agosto de 1788, hijo de Mr. Jean Mathias Schwartz y de Mme. Anne Jeanne von Schweicher. En su expediente matrimonial su tía, doña Antonia Delgado, declaró el día 12 de mayo de dicho año: 

En el mismo día la parte para su información presentó por testigo ante el señor comisionado y de mí el notario a doña Antonia Delgado, viuda de don Pedro Fernández, natural de Sevilla y vecina de esta Villa de Santa Cruz, de quien fue recibido juramento que hizo según forma de derecho bajo el cual prometió exponer verdad y enterada del Derecho de comisión dijo: que la testigo es tía política de doña Isabel Fernández y salió en compañía de esta de la ciudad de Sevilla en el año de mil ochocientos diez con motivo de la entrada de los franceses en la expresada ciudad y teniendo su sobrina doña Isabel la edad de catorce años, poco más o menos, y aún que la testigo no mantiene hoy día amistad con la doña Isabel, no por eso faltará a decir la verdad, y en su consecuencia dice que le consta que la antedicha doña Isabel Fernández salió de Sevilla y se mantiene todavía en el estado de libertad y soltería sin que haya contraído matrimonio, ni celebrado esponsales, excepto la palabra de matrimonio que parece haber dado a don Pedro Schwartz, con quien no hay impedimento ninguno canónico, de los que se le han explicado, añadiendo que conoce también a don Pedro Schwartz y que en concepto de la testigo y del publico es tenido y reputado por hombre religioso y libre y soltero según voz pública. Que lo que se ha dicho es público y notorio, pública voz y fama y la verdad con cargo de su juramento en que se afirma y ratifica habiéndosele leído esta su declaración expresó ser de edad de treinta años y lo firmó con su merced de que doy fe. Antonia Delgado. Dr. Martinón.

Y ella misma depuso lo siguiente:

Preguntada con qué motivo ha venido desde Sevilla a estas Islas, en que otros pueblos haya estado, y si en alguno de ellos a celebrado matrimonio, contraído esponsales o ha dado palabra de casamiento a algún hombre dijo que con motivo de la invasión de los franceses en las Andalucías determinó el padre de la declarante  trasladar a su familia desde Sevilla que era el pueblo de su vecindad a esta Isla de Tenerife; que de tránsito pasó por Cádiz y que en ningún otro pueblo ha estado; que la que declara no ha celebrado matrimonio ni contraído esponsales y que permanece todavía en el estado de libertad y soltería; y que solamente ha dado su palabra de casamiento a don Pedro Schwartz, para cuyo efecto se practican estas diligencias. Isabel Fernández. Dr. Martinón.

Hijos, nacidos todos en Santa Cruz de Tenerife y bautizados en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción:

a] Doña Alfonsa Isabel Schwartz y Fernández, n. el 10 de julio de 1820. Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, el 23 de mayo de 1847, con don Francisco Padrón y Calleros, alférez de fragata de la Armada Nacional y capitán de puerto del de Santa Cruz, con quien procreó a doña Alfonsa, don Luis, don Francisco-Carlos, doña Isabel, doña Sofía y don Manuel-Ciro Padrón y Schwartz.
b] Don Juan Pedro Schwartz y Fernández, n. el 11 de agosto de 1823. Cónsul de Prusia y decano del honorable cuerpo consular. Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz, el día primero de enero de 1852, con doña María del Pino de Máttos y Mandillo, nacida en La Laguna el 4 de enero de 1825, e hija de del capitán de Milicias don Francisco de Máttos y Azofra y de doña Ángela Mandillo y Hernández de Barrios. Falleció en Tacoronte el 11 de agosto de 1895. Dejó cuatro hijos de su matrimonio llamados don Pedro, don Carlos, don Francisco y don Juan Pedro Schwartz y Máttos.
c] Doña Julia Schwartz y Fernández, n. el 20 y bau. el 26 de julio de 1826. Casó con don Emilio Bautista de Velasco, subdelegado de Hacienda, hijo de doña Julián Bautista Ximénez de Guiral, tesorero de Hacienda Pública de la provincia, con quien tuvo a don Isidro y don Manuel Bautista de Velasco y Schwartz.
d] Doña Adelaida Schwartz y Fernández, n. en 1830. Casó en Arrecife de Lanzarote, el 27 de diciembre de 1862, con don Blas Coll y Carrillo, licenciado en Derecho y ayudante de Marina. Sin sucesión.
e] Doña Ana Juana Schwartz y Fernández, n. el 24 y bautizada el 28 de agosto de 1831. Casó en la parroquia de la Concepción con don Aquilino García-Barba y Sánchez-Quiñones, natural de Pontevedra y fueron padres de don Alfonso y don Domingo García-Barba Schwartz.
f] Don Carlos Schwartz y Fernández, n. el 1 y bau. el 5 de abril de 1835. Capitán de la Marina Mercante. Casó en dos ocasiones en Arrecife de Lanzarote donde se estableció. La primera con doña Leonor Topham Cabrera y, por segunda vez, con una sobrina de ésta, doña Celia Martinón Topham. Fueron sus hijos del primer matrimonio don Pedro, doña Julia, doña Margarita Isabel, doña Isabel  y doña Leonor Schwartz y Topham, y del segundo, don Armando Schwartz Martinón y otro hermano bautizado con el mismo nombre de pila. 
g] Doña Isabel Schwartz y Fernández, n. en 1838. Casó en la parroquia de la Concepción de Santa Cruz, el 20 de agosto de 1857, con don Federico de Úcar y Reverón, teniente coronel graduado, capitán de infantería y alcalde de Santa Cruz, y fueron padres de don Federico, don Manuel, doña Marina y doña María del Carmen de Úcar y Schwartz.
Falleció doña Isabel Fernández en Santa Cruz de Tenerife, el día 9 de febrero de 1857.

III. Don José María Fernández y Gómez

Nació en Sevilla en 1792. Doctor en Medicina por la Universidad de Cádiz y médico militar del regimiento de Talavera, embarcó para América y fue hecho prisionero en Chile, donde permaneció cautivo durante cinco años, hasta que logró evadirse y, pasando por Brasil, retornó a Cádiz y se trasladó a esta Isla en 1822.
Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de La Orotava, el día 29 de marzo de 1824, con doña Juliana Bautista Benítez de Lugo, nacida en dicha villa el 16 de marzo de 1795, hija de don Francisco Bautista Benítez de Lugo Arias de Saavedra y Ponte, décimo señor y capitán a guerra de la isla de Fuerteventura, regidor perpetuo de ella, y de doña María del Carmen de Lugo-Viña y Molina.
Hijos:
A] Don José María Fernández y Benítez de Lugo, que sigue la línea.
B] Doña Carlota Fernández y Benítez de Lugo, fallecida soltera.

IV. Don José María Fernández y Benítez de Lugo

Nació en La Orotava el 26 y fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción el 2 de mayo de 1825 [Libro xx de Bautismos, f. 68v].
Doctor en Derecho. Magistrado de la Real Audiencia de Canarias.
Casó en la parroquia de Nuestra Señora de la Concepción de la repetida villa, el 19 de agosto de 1850, con doña Justina Cullen y Calzadilla, hija de don José Tomás Cullen y Ferraz y de doña Bárbara Calzadilla y Calzadilla.
Hija:
 A] Doña Ángela Fernández Cullen, que sigue la línea.

V. Doña Ángela Fernández Cullen

Nació en La Orotava el 18 y fue bautizada el 24 de enero de 1852 en la parroquia de la Concepción.
Casó en dicha iglesia parroquial, el 29 de abril de 1889, con don José María Hernández-Leal y García de Mesa, doctor en Derecho y magistrado de la Real Audiencia de Canarias.
Falleció doña Ángela Fernández, sin sucesión en La Orotava, el 30 de noviembre de 1948.


Su formación en las Islas y traslado a Madrid

En la escueta biografía de Fernández de Bethencourt que incluye Peraza de Ayala, en su citada “Introducción” al Nobiliario de Canarias supone que tal vez influyó desde la juventud para sus aficiones el hecho de corresponderle por su línea materna el apellido de Béthencourt, cuya resonancia histórica y legendaria recordación en las Islas se prestaba sin duda a que la natural inquietud por el saber fuese en él orientada hacia el conocimiento del pasado de su país y a una especial predilección por desentrañar la genealogía del mismo. Pasó a Gran Canaria —continúa Peraza de Ayala—, donde empieza la carrera eclesiástica y, después de abandonar estos estudios y los de Derecho, que comenzó en Tenerife, se dedica en esta última isla al periodismo y, ya en gran escala, a la investigación genealógica, trabajos que más tarde continúa en Madrid, dando a la luz pública obras de carácter nacional, que le dieron universal renombre y merecido prestigio científico [6].

Nació Fernández de Béthehncourt en la calle del Sol de Arrecife de Lanzarote, el 27 de julio de 1850, a la oración, y fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 3 de agosto inmediato con los nombres de Francisco María de la Concepción. Sus padres, don Francisco-Ramón Fernández-Martínez y Delgado y doña María de la Concepción de Bethencourt y Mújica, y los dos hijos habidos en el matrimonio, fueron vecinos del citado puerto hasta las postrimerías del año 1866. Don Francisco-Ramón, figura en la prensa de la época como capitán del bergantín-goleta español Trinidad, realizando viajes a Marsella, al menos, hasta finales de octubre de ese año. Pero su salud debió resentirse antes de esa fecha, y los trastornos mentales que padecía motivaron que, por auto de 29 de noviembre de 1865, dictado por el juzgado de primera instancia de Arrecife, se discerniese la curaduría ejemplar de su legítimo marido en doña María de la Concepción, facultándola para el gobierno de sus hijos menores y la administración de los bienes comunes [7]. El matrimonio trasladó su residencia a la ciudad de La Laguna, y habitó en el número 65 de la calle de San Agustín en compañía de su pequeña hija, mientras el varón permanecía internado, siguiendo estudios eclesiásticos, en el seminario conciliar de la Purísima Concepción de Las Palmas. Sobre su estancia en esta institución escribió don Pedro Marcelino Quintana que siguió varios cursos en nuestro Seminario, donde llamó la atención por su feliz memoria, su aplicación y, de manera muy particular, por sus corteses modales. Sus compañeros le apodaron Sangre azul por la marcada propensión que se observaba en él de paladear abolengos y noblezas y que revelaba su innata vocacion por la heráldica y la historia [8].

Abandonada la formación sacerdotal, Fernández de Béthencourt se matriculó en la escuela de Derecho, anexa al instituto de segunda enseñanza de Canarias, sita en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, con el fin de seguir esta carrera, que dejó más tarde sin concluir, dedicándose por entero a la práctica del periodismo y, de manera particular, a la investigación histórica.

Pocos días antes de cumplir la veintena fue admitido como socio de número de la Económica de Santa Cruz de Tenerife, en sesión celebrada el 11 de julio de 1870 y dos años más tarde, también en julio, dio a la estampa Recuerdos y Esperanzas. La prensa comentó la aparición del libro en estos términos:

Con este título ha publicado el joven D. Francisco Fernández Bethencourt un pequeño volumen de poesías dedicadas al ex-príncipe D. Alfonso, de las cuales ha tenido la amabilidad de regalarnos un ejemplar.

La obra ha sido costeada por varias señoras y señoritas que figuran en una lista al final y que francamente nos dan gana de hacernos alfonsinos. Un libro aquí es raro y bien merece nos ocupemos de él, tanto en su fondo como en su forma. Por de pronto damos las gracias a su autor [9].

Tras el matrimonio de su hermana doña Benjamina con el abogado don Antonio Domínguez Alfonso, que tuvo lugar a finales de 1872, la familia se instaló en la casa de éste en Santa Cruz de Tenerife, ubicada en el numero sesenta y siete de la calle de San Roque, en la que falleció el padre común, don Francisco-Ramón Fernández, a causa del reblandecimiento cerebral que sufría, el día 13 de noviembre de 1873 [10].

En nombre de la Sociedad Instructiva de La Laguna, a la que pertenecía y representaba, intervino en la sesión solemne que organizó el Gabinete Instructivo de Santa Cruz la noche del 24 de julio de 1871, bajo la presiencia del anciano maestro don José Desiderio Dugour, en la que también participaron Ireneo González y Jacinto Aparicio y se leyeron poemas de Nicolás Estévanez, José Tabares, Antonio Zerolo y Ángela Mazzini, entre otros. La Federación, del día 30 inmediato, reseñó:

Habló después el socio del Gabinete instructivo de la Laguna, D. Francisco Fernández Béthencourt, y desde el punto de vista de nuestras antiguas venerandas tradiciones, que constituyen su ideal; extasiándose en el recuerdo de aquellos días en que los reyes de España tenían por vasallos a los Oranges y los Saboyas, recorrió con la brillantez de estilo y delicada elocución que le distinguen la serie de canarios que no sólo han ilustrado este archipiélago en todos los ramos del saber, sino que han dado también días de gloria a la madre patria: combatió a los que desean que la idea de patria desaparezca, para sustituirla con la de humanidad en su más lata expresión, y ensalzó la memoria de los Reyes Católicos y de Felipe ii. El discurso del Sr. Fernández fue aplaudido y merecía serlo aun por los que, como nosotros, no creemos dignos de admiración sino de severas censuras varios procedimientos políticos de Fernando e Isabel, y menos aun que merezca encomios aquel a quien unos llamaron muy justamente rey mendigo y otros demonio del mediodía.

A partir de esta fecha y hasta el mes de noviembre de 1880, Fernández de Béthencourt colaboró activamente, con el concurso de otros jóvenes de su generación, en varios de los proyectos culturales que se desarrollaron en la antigua villa y puerto, de forma particular en aquellos que fueron auspiciados por la Sociedad Económica de Amigos del País o el Gabinete Instructivo, sociedades en las que ocupó cargos directivos su hermano político, Domínguez Alfonso [11].

En 1874 fundó y dirigió, en Santa Cruz de Tenerife, el periódico monárquico La Lealtad, que comenzó su andadura en enero y cesó en abril del mismo año, al tiempo que publicó en la Imprenta Isleña de Francisco Claudio Hernández, de dicha ciudad, el romance tradicional titulado La Virgen de Candelaria y unos Apuntes para el elogio de Miguel de Cervantes, texto de un discurso suyo leído en la Sesión Extraordinaria del Gabinete Instructivo en el Aniversario de aquel insigne Ingenio, impreso en los talleres de Sebastián Ramos, a cargo de Manuel Álvarez .

Al siguiente año, el 7 de marzo, quedó constituida tras superar numerosas dificultades y bajo la presidencia del marqués viudo de la Fuente de Las Palmas, la diputación provincial. La comisión permanente la integraban, don Domingo de Castro y Chirino, en calidad de vicepresidente, y los vocales señores don Francisco de León Morales, don Francisco Marrero y Cabrera, don Juan de León-Huerta y el propio Fernández de Béthencourt que, a la sazón, contaba veinticinco años de edad. Estos fueron sus comienzos en política. La Prensa, en su edición del día 12 de marzo, hacía alusión a sus miembros afirmando que la fracción histórica del alfonsismo canario, el elemento que bien pudiéramos llamar aristocrático de la referida fracción, se halla dignamente representada en la Comisión permanente de la Diputación de esta provincia, por el Sr. D. Francisco Marrero y Cabrera, diputado, según creemos, por Chiscamanita. Damos la más cordial enhorabuena a los históricos en general y a los chiscamanitenses en particular.

Dos meses más tarde, persistió Béthencourt en editar otro rotativo, esta vez bajo el nombre de La Lealtad Canaria, cuya existencia también resultó corta, ya que dejó de circular en 1876. Este periódico, en uno de sus primeros números, dio cuenta de la renuncia al cargo de diputado con que le había honrado el gobierno, cosa que hicieron también los marqueses viudo de Las Palmas y el de la Quinta Roja; don Francisco de León Morales; don Alonso de Ascanio; don Esteban Manrique de Lara; don Antonio Monteverde; don Lorenzo Montemayor y Key; don Celedonio Camacho Pino y don Juan Xuárez de la Guardia.

En la imprenta de J. Benítez y Compañía publicó un folleto que llevaba por titulo A los Socios del Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife, en el que se recogía una composición leída por el Sr. D. Francisco Fernández de Bethencourt, al tener lugar la elección de Junta Directiva para el año 1875.


Habrá que esperar a 1878 para que Fernández de Béthencourt, que ya contaba veintiocho años de edad, diera a las prensas el primero de los siete tomos de su Nobiliario y Blasón de Canarias. Diccionario histórico, biográfico, genealógico y heráldico de la Provincia. Los primeros dos volúmenes vieron la luz en la citada “Imprenta Isleña” de Francisco C. Hernández ese año, el tercero en Valencia, en la “Tipografía de la Viuda de Ayoldi”, en 1879, y el cuarto, de nuevo en la “Isleña” al año siguiente. De los restantes tomos el quinto se imprimió en el taller de “Manuel G. Hernández” en 1882, el sexto en la “Tipografía M. Minuesa” en 1885, y el séptimo y último en 1886, en la imprenta de Marcelino Burgase, todas ellas establecidas en Madrid.

A raíz de la edición de los primeros volúmenes de esta obra fue propuesto para académico correspondiente, por Canarias, de la Real de la Historia, el 28 de febrero de 1879, y admitido en junta de 12 de abril siguiente. En el transcurso de un concierto ofrecido por Teobaldo Power, el 15 de marzo del mismo año, en el Teatro de Santa Cruz, Fernández de Béthencourt leyó una poesía dedicada al músico [12] y en septiembre, la Revista de Canarias se hacía eco de la aparición de la tercera entrega del Nobiliario:

Hemos tenido el gusto de recibir por el último correo de la Península el tercer volumen de una obra que ya conocen los lectores de la Revista (véase el número 7 página 110), y de la que es autor un apreciable colaborador de la misma.

D. Francisco Fernández de Béthencourt ha continuado en España la publicación de su Nobiliario y Blasón de Canarias, con la suficiencia que todos le reconocen, y que con gusto consigno aquí, por más que lamente que inteligencia tan clara se emplee en aquel género de trabajos.

Pero es tan aficionado a lo antiguo mi apreciable amigo el Sr. Fernández de Béthencourt, que, como otro tan querido de él como mío ha dicho: «está poseído de cierto vértigo que lo hace monomaníaco de las antiguas cosas, y está infiltrado de
las viejas formas, de tal modo, que éstas se revelan en los mismos caracteres de su escritura».

Continúe, puesto que a tal lo llevan sus aficiones, en el camino felizmente emprendido, que así también se sirve a la patria y se gana honra. Bien lo demuestra el nombramiento de socio correspondiente que de la Real Academia Española de
la Historia ha merecido, e igual distinción de la Academia Genealógica y Heráldica de Italia.

El tomo tercero del Nobiliario está impreso en Valencia (Tip. de la Viuda de Ayoldi) y contiene la historia de las familias de Casabuena y Guerra, casa de los señores del Valle de Guerra en Tenerife, casa de Méndez de Lugo, historia de la casa de Mesa, casa de Van den Heede y Mesa, marqueses de Casa-Hermosa, casa de Mesa en Madrid, marqueses de Casa-Hermosa actuales (García Mesa), historia de la casa de Nava, historia de la familia de Tolosa, Devigneau-Casalon, y rama segunda de la casa de Tolosa. Ilustran el tomo seis láminas litografiadas representando otros tantos escudos de armas.

Fernández de Bethencourt se ocupa en la actualidad de una nueva obra que seguramente será bien recibida. En enero próximo parece que verá la luz pública en Madrid: su título es Anales de la nobleza Española y será algo parecido a los Anales
de la nobleza Francesa y a otros de diferentes países; mucho debe esperarse de los extensos conocimientos que en la ciencia heroica tiene nuestro compatriota y de la bellísima forma literaria con que disfraza la aridez de tales trabajos [13].

 Durante las fiestas navideñas de 1879 se encontraba Béthencourt en la capital del reino, tal y como se desprende de su artículo titulado “Recuerdos de Madrid”, inserto en la Revista de Canarias el 23 de abril de 1880, enviado con anterioridad en forma de carta a su amigo don Ramón Gil Roldán, el día 25 de diciembre de aquel año, narrándole los acontecimientos que había vivido en casa del conde de Cheste, aquella Nochebuena.

El de 1880 fue un año de incansable actividad para Fernández de Béthencourt. Colaboró en diversos actos organizados por la Sociedad Instructiva de La Laguna y el Gabinete de Santa Cruz; coadyuvó a la implantación del partido liberal-dinástico de Martínez Campos en el archipiélago y, al tiempo que continuó con la publicación del Nobiliario, viajó a Madrid de nuevo con el fin de imprimir el primer tomo de sus Anales de la Nobleza de España. En el mes de julio, en compañía del director de la Sociedad Económica de Santa Cruz, don Antonio Domínguez Alfonso, y el socio don Juan M. Ballester, formó parte de la comisión encargada de entregar a don Pedro Mariano Ramírez el título de Socio de Mérito de la misma, con que se pretendía recompensar sus muchos trabajos y relevantes servicios prestados a la institución.

Participó en la sesión extraordinaria celebrada en el Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife el 24 de julio de 1880, en la que se conmemoraba su instalación y el glorioso hecho de armas que en defensa de esta plaza y puerto se realizó el 25 de julio de 1797, donde demostró una vez más con un precioso discurso, sus profundos conocimientos literarios y sus grandes dotes oratorias [14].

En sesión extraordinaria de la Sociedad Instructiva de La Laguna, celebrada el 27 de septiembre de 1880, víspera de la fiesta de San Miguel, intervino Béthencourt y pronunció un discurso que tituló “Aniversario de la Conquista”, que fue publicado en extracto por la Revista de Canarias en su número 46, del 23 de octubre de dicho año:

Los lectores de la Revista conocen mi desautorizado juicio acerca de las condiciones oratorias de D. Francisco Fernández de Bethencourt —escribía Elías Zerolo—; y como sucede con todos los buenos oradores su último discurso es siempre el mejor. Aquella noche habló de un asunto que, dadas las ideas hasta hace bien poco sustentadas por el señor Béthencourt, érale doblemente simpático: encomiar las glorias de pasados tiempos: é hízolo en un magnífico discurso de elegante frase, elevados conceptos y castizos giros. El señor Béthencourt podrá no convencer al auditorio, como creo le sucede siempre; pero siempre se le oye con gusto y se le aplaude instintivamente: al menos, por los que, como al que estas líneas escribe, no ciega la pasión de escuela o partido [15].

A propósito de la organización del partido Liberal-Dinástico en las Islas, la prensa publicó una carta de Martínez Campos dirigida a varios correligionarios, entre los que se encontraba, en primer lugar, Béthencourt:

La organización de nuestro partido adelanta rápidamente, como no podía menos que suceder, dado el nobilísimo y patriótico pensamiento que ha inspirado su formación.

Compuesto en todas partes de hombres de acrisolados antecedentes y de la mayor representación en el país, que han ejercido en él los primeros cargos del Municipio y de la Provincia, es garantía de prudente gobierno y buena administración para todos los que, alejados de peligrosos extremos, aspiran a vivir dentro de las instituciones vigentes la vida del orden y la libertad.

Carta del general Martínez Campos.

Sres. D. Francisco Fernández de Béthencourt, D. Domingo Darmanin, D. Ignacio F. de Llarena y D. Antonio Lugo y García.
Muy Sres. míos y de mi más , distinguida consideración:
Doy a V. V. las más expresivas gracias, como también a los señores en cuyo nombre se sirven dirigirme su carta, fecha 17 del corriente mes, adhiriéndose a mí en la nueva marcha política que he iniciado.
Mi conducta y mis palabras en el Senado son claros indicios de la política que me propongo seguir; y como V.V. habrán leído ya mis discursos en aquel alto Cuerpo, conociendo mis móviles, que son el afianzamiento de las instituciones y el bien de nuestra Patria, no dudo secundarán mi pensamiento.
La firmeza de carácter y la patriótica conducta seguida por V. V. y sus amigos antes y después de la Restauración, me dan la seguridad de que en los Sres. firmantes de su entusiasta adhesión tiene el partido liberal-dinástico de Canarias dignísimos representantes.
Al enviar, pues, la expresión de mi gratitud a V. V. y a los demás amigos que secundan nuestra política, por la significación de ese acto y el concurso valioso que
prestan al nuevo partido las personas de notoria importancia que lo realizan, debo manifestar a todos nuestros correligionarios la correspondencia de la franca amistad de su atento affmo. S. S.
Q. B. S. M.
Arsenio Martínez de Campos
Madrid, 30 Junio 1880 [16].

Finalizando el año, El Independiente de Santa Cruz de Tenerife, dio aviso de la marcha de Béthencourt —redactor de nuestro apreciable colega El Progreso de Canarias, a la Península, en el último vapor-correo, con objeto de dar a la estampa en la Corte el segundo tomo [sic] de su obra Los anales de la nobleza de España.
¡Y que haya quien piense todavía en estas cosas! [17].

 Se dio a conocer como orador en la capital de España, participando en una sesión que trató sobre la —en aquellos momentos palpitante— cuestión de Santa Cruz de Mar Pequeña y las pesquerías de África, y que tuvo lugar en la Sociedad Económica Matritense. Al respecto escribió Elías Zerolo en la Revista de Canarias, el 8 de diciembre de 1880:

Entre los apreciables hijos de estas peñas que han tomado parte en el debate, encuéntranse dos colaboradores de la Revista: el señor Alvarado y el señor Fernández de Béthencourt. El primero ya era conocido en los círculos literarios de Madrid como notable orador; pero el señor Fernández de Béthencourt se ha dejado oír ahora por primera vez, y la prensa unánime le prodiga aplausos entusiastas. Plácenos ver que se reconozcan las incontestables dotes oratorias de nuestro paisano, a quien desde hace tiempo consderamos como una gloria oratoria de esta provincia.

Podríamos suponer que, ya desde 1880, Béthencourt albergaba el propósito de residir en la capital de España, aceptando ser designado como uno de los miembros de la comisión permanente de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife en Madrid, junto con los señores conde de Torrepando, don Gabriel de Cubas, don Joaquín Baeza y Nieto, don Miguel H. de Cámara, don Juan Ravina y Castro y don Francisco Durán y Cuervo. No obstante, volvió a Tenerife con motivo del traslado de los restos mortales del adelantado don Alonso Fernández de Lugo desde el santuario del Cristo de La Laguna —donde fueron depositados en capilla ardiente y recibieron honores de capitán general de ejército fallecido en plaza con mando en jefe— hasta la catedral, e intervino en la velada literaria que la Sociedad Instructiva de dicha ciudad organizó al efecto el día 2 de agosto de 1881. Esta sería, si no hallamos nuevos datos que nos contradigan, la última vez que pisaría suelo canario en veinticinco años. Avala esta afirmación el propio Béthencourt cuando explica en carta publicada por el diario El Tiempo el 6 de marzo de 1907, durante una corta estancia en Las Palmas, ciudad a la que viajó con el fin de apadrinar la boda de un sobrino suyo:

Privado por una serie de lamentables circunstancias de hacer mi proyectada visita a esa Isla de Tenerife, creería faltar a un deber de todo punto sagrado si me limitara a explicaciones particulares de lo ocurrido, y no las formulara claras y terminantes ante la Isla entera, apelando para la inscripción de estos renglones a la amable hospitalidad de su prensa.
Un motivo de orden privado y familiar me ha traído a mi país tras de tan prolongada ausencia, promovida por el invencible horror que los viajes por mar hubieron de causarme siempre; confirióme su representación mi primo hermano D. José Joaquín de Béthencourt, jefe de nuestra familia, para que en su nombre apadrinara la boda de su hijo primogénito y mi sobrino en esta ciudad de Las Palmas, y aquí vine al cabo  de más de veinticinco años, con gusto especial por tratarse de aquel encargo, relacionado con deudos amadísimos para quienes es mi mayor afecto, con íntimo deseo de volver a ver la tierra en que nací, esta isla de Gran Canaria en que hice mis primeros estudios, y ¿porqué no decirlo? más que nada la Isla de Tenerife, en que pasé los mejores años de mi vida, a la cual estoy unido por vínculos tan estrechos y recuerds tan hondos, a cuyo cariño debí mi primera representación en el Congreso de los Diputados, tan anhelada de la mocedad, como después la señalada honra de ocupar un puesto en la Alta Cámara, más adecuado a mis gustos y circunstancias en estos comienzos de la vejez. […]

También quiero decir a mis muchísimos amigos de Tenerife que he aprendido de nuevo el camino de las Islas, con la grata experiencia esta vez de que en efecto el odioso mareo, como la fortuna según Carlos v, vuelve las espaldas a los viejos; prométoles una pronta visita, todo lo larga y detenida que aquella Isla merece de todos, y de mi tan singularmente, pues en cada uno de sus pueblos tengo amigos, tengo afectos, tengo recuerdos, y en cada uno hay bellezas grandes que volver a admirar después de un cuarto de siglo.

Volvería de nuevo, por última vez, en 1913, unos pocos años antes de su muerte, como uno de los oradores invitados a participar en las solemnidades con que se inauguraron las obras de remodelación de la catedral de San Cristóbal de La Laguna, acto del que se hablará más adelante.

Sus inicios en la vida pública nacional, como representante del archipiélago en el congreso, fueron poco afortunados. En efecto, su candidatura fue contestada negativamente por la mayoría de los periódicos:

Toda la prensa de Santa Cruz y toda la prensa de la Ciudad de Las Palmas, es decir, toda la prensa de la Provincia, ha censurado y combatido el manifiesto electoral de D. Francisco Fernández Bethencourt.
Hacemos, sin embargo, excepción de La Democracia, no olvidando que el Sr. Fernández se presenta como fusionista, procedente del campo moderado histórico.
Dejamos a nuestros lectores la curiosa tarea de entretenerse en atar esos cabos [18].

Obtuvieron las actas don Feliciano Pérez Zamora, ministerial, y el republicano don Miguel Villalba Hervás, siendo derrotado Fernández de Béthencourt, al que también se consideraba ministerial. La prensa se hacía eco de que había sido preciso hacer verdaderos milagros para dar el acta en el tercer puesto a D. Miguel Villalba Hervás, ex gobernador de Pi, escandalosamente apoyado por los amigos del Sr. Pérez Zamora, que hoy se llaman ministeriales, contra D. Francisco Fernández de Béthencurt, que, aunque adicto, tiene el grave pecado de ser alfonsino de toda la vida, y a quien ahora se ha perseguido de una manera incalificable [19].

Hubo de aguardar aún una década para alcanzar su acta de diputado por el distrito de Santa Cruz de Tenerife, lo que logró en las elecciones celebradas en febrero de 1891, en las que obtuvo 10.109 votos. En estas fechas figuraba como redactor del periódico El Día de Madrid. Causó baja en la cámara el 5 de enero de 1893.
Cánovas lo propuso de nuevo para las elecciones de 1895 y el periódico El Pueblo de Santa Cruz de Tenerife, en su edición del 13 de abril decía:

Figúrense Vdes. Que se dice que D. Antonio, el propio D. Antonio Cánovas, quiere que a todo trance sea diputado por esta circunscripción don Francisco Fernández de Béthencourt.
¡Qué horror!
Aquel Paco a quien los conservadores pusieron de vuelta y media en las columnas de La Opinión no ha mucho tiempo.
Aquel Paco a quien más tarde confirieran los mismos conservadores el acta de diputado, a pesar de lo que de él habían dicho.
El mismo Paco que tan pronto como tomó posesión le endilgó a D. Fernando [de León y Castillo] aquel célebre discurso en que le ponía por las nubes y que tan mal supo a La Opinión y sus amigos.
El mismísimo Paco a quien sus amigos políticos, desoyendo las recomendaciones de D Antonio, no presentaron diputado en las últimas elecciones, prefiriendo votar a los cuneros Moret y el tristemente célebre Arroyo.
Bonito porvenir se nos presenta, porque seguramente Paco será elegido o dejan de ser conservadores, los que aquí llevan ese nombre.
Y a esto no se atreven.
En unión del Sr. Fernández Béthencourt y apoyado también por Cánovas, se presenta el Sr. D. Andrés Antequera, conservador de la última hornada a quien no le conocemos méritos para aspirar a la investidura de diputado.


Por Real Decreto de la reina regente doña María Cristina, en nombre de su hijo el rey Alfonso xiii, aún menor de edad, de 17 de julio de 1895, fue nombrado gentilhombre de cámara con ejercicio. Prestó juramento de fidelidad, con el ceremonial acostumbrado, en el palacio real de Madrid el día 13 de noviembre del mismo año, en manos del duque de Medina-Sidonia, jefe superior de Palacio y caballerizo mayor de Su Majestad [20]. El rey y su familia reconocían de esta manera los servicios prestados por el escritor a la corona. La infanta doña Paz de Borbón, en las líneas que escribió a guisa de preámbulo para Príncipes y Caballeros, reconoció que Fernández de Béthencourt fue siempre un amigo fiel de mi familia. […] Los que, como Béthencourt, supieron penetrar en el espíritu nobilísimo de mi Madre, y como él saben hacer justicia a la víctima inocente de las culpas de los demás, es natural que ocupen un lugar preferente en mi agradecimiento.

En 1898, el rey de Portugal le condecoró concediéndole la gran cruz de la orden de la Concepción de Villaviciosa, de lo que se hijo eco La Correspondencia de España, en su edición del 11 de noviembre de dicho año y, más tarde, obtuvo la de San Olav de Noruega, en igual grado. Sin embargo, jamás fue distinguido con el ingreso en una orden española.

Diez años más tarde volvió a representar a su país natal, esta vez en el senado, durante la legislatura de 1903-1904, para la que también fueron elegidos don Fernando de León y Castillo, primer marqués del Muni, y don Juan García del Castillo, conde de Belascoaín. Para justificar sus rentas, escribe Alfonso Soriano [21]la Constitución de 1876, art. 22, núm. ii, exigía para ser senador acreditar una renta anual, con dos años de antelación, de veinte mil pesetas o pagar cuatro mil de contribución directa— presentó Fernández de Béthencourt una certificación del registro de la Propiedad Intelectual de 4 de diciembre de 1903, en la que acreditaba la inscripción de sus cuatro primeros tomos de la Historia Genealógica y Heráldica… y una escritura pública de fecha 18 de noviembre del mismo año en la que constaba que desde el año 1901 tenía concertada con su impresor y editor la venta de los once tomos de su obra Anales de la Nobleza de España [luego varió su nombre por el de Anuario] al que habrá de entregarle igualmente los mil ejemplares del tomo primero de la Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española; Casa Real y Grandes de España a principios del mes de junio próximo y sucesivamente los demás tomos hasta el duodécimo en igual fecha de los años subsiguientes. A cambio su editor le entregará cada año la cantidad de veintidós mil pesetas.

la Real Academia de la Historia

La propuesta de Béthencourt para académico correspondiente de la Real de Historia, por Canarias, la firmaron los numerarios don Pedro Sabau, don Juan Facundo Riaño y don Vicente de la Fuente el 28 de febrero de 1879, y fue admitido, como ya se dijo, el 12 de abril del mismo año. Se le propuso por primera vez para numerario por los señores Rodríguez Villa, Asensio, Maldonado y Catalina García, el 15 de noviembre de 1898, para cubrir la vacante de don Vicente Barrantes, que fue retirada. Por segunda vez fue propuesto, el 25 de mayo de 1900, para ocupar la Medalla número 14 vacante por fallecimiento de don Celestino Pujol en 1891, pues aunque fue elegido en dicha vacante el marqués de Hoyos, éste no llegó a tomar posesión de la misma. Esta segunda propuesta figura avalada por los numerarios señores Sánchez Moguel, marqués de Laurencín, Rodríguez Villa y Catalina García, siendo elegido en junta de primero de junio de 1900. Tomó posesión de su plaza en otra pública, del 29 de  junio del mismo año, disertando sobre La Genealogía y la Heráldica en la Historia contestándole, en nombre de la corporación, el marqués de Laurencín.

La prensa insular reaccionó de inmediato publicitando los méritos del ilustre paisano:

El 30 del próximo pasado se celebró en este docto cuerpo la recepción de nuestro paisano D. Francisco Fernández de Bethencourt.
El discurso leído por este señor, ha versado sobre el tema «La genealogía y la heráldica en la Historia», y en él se hace extensa relación de cuantos trabajos realizó en estos importantes ramos del saber el erudito y sabio historiador D. Luis de Salazar y Castro.
Recuerda el Sr. Bethencourt la serie de inexactitudes que sobre la descendencia de las familias nobles de España habían forjado los heraldos oficiales, atentos únicamente a halagar la variedad de los personajes que les favorecían, inexactitudes que fueron rectificadas por Salazar, y de qué manera, cuando él apareció, se acabó el absurdo reinado de la obscuridad y confusión, para que brillara clara y esplendente la luz de la verdad.
El trabajo leído es una obra maestra de erudición, que da palpable y precisas pruebas de los grandes y profundos conocimientos que en esta ciencia posee el nuevo académico.
D. Francisco R. de Uhagón ha contestado al Sr. Bethencourt, saludándole en nombre de la Corporación.
El acto, que resultó solemne y brillante, fue presenciado por gran número de distinguidas damas y conocidas personalidades [22].

Nuevo académico. Don Francisco F. Béthencourt

El 29 de Junio celebró junta pública y solemne la Real Academia de la Historia para dar posesión de plaza de número al académico electo Excmo. Sr. D. Francisco Fernández de Béthencourt.

Bethencourt es un literato conocidísimo en la sociedad aristocrática de Madrid. La especialidad de sus estudios y prodigiosa memoria le hacen estar enterado de los orígenes enlaces, historia y vicisitudes de todas las Casas de la grandeza española de los títulos del reino y de la nobleza no titulada y bajo su apariencia de hombre de mundo correctísimo, distinguido, simpático, se oculta un archivo que puede competir con el de Simancas.
—Diga usted, Bethencourt-— le suelen decir con frecuencia. —Ese Fulano que se casa con Fulana, ¿de que familia es?
Y en seguida, sin preparación ninguna, Bethencourt contesta, no sólo citando los nombres de los abuelos, sino haciendo su historia y precisando la fecha de sus matrimonios y de los nacimientos de sus nietos.
Su labor literaria, dentro siempre de su especialidad, es la de un benedictino que, en vez de estar encerrado en una celda, vive en medio del mundo.
Su primera obra, publicada hace más de veintidós años, fue El nobiliario y blasón de Canarias, diccionario histórico de la provincia, que se compone de siete tomos.
Por esta o b r a fue nombrado miembro correspondiente de la Corporación que el viernes le recibe en su seno.
De 1880 a 1890 publicó los once tomos de los Anales de la nobleza de España, obra utilísima de consulta, citada en litigios ante los Tribunales, hojeada en las redacciones de periódicos siempre que muere algún individuo de la nobleza, y en casos de bodas y de bautizos, algo, en fin, como el Almanaque Gotha de la nobleza de España.
El insigne y nunca bastante llorado Cánovas del Castillo, que apreciaba mucho los trabajos de Bethencourt, le afilió á la política conservadora, a la que le llevaban sus inclinaciones, y el ilustre genealogista fue diputado a Cortes por Canarias.
Pero a pesar de que es un orador muy correcto, ni la política ni el Parlamento le sedujeron, y volvió pronto a su labor favorita, consagrándose a su obra magna; la Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y Grandeza de España.
Ya ha publicado dos tomos en folio, de 700 páginas; tiene en prensa el tercero, que se publicará el próximo otoño, y la obra completa se compondrá de diez a doce volúmenes.
Además de estos trabajos, Bethencourt ha escrito multitud de artículos en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Es presidente de honor y delegado general del Consejo Heráldico de Francia; miembro honorario de la Académica Heráldica italiana, de la Academia Imperial y Real Adler, de Viena, y de otras muchas Corporaciones.
Del Heraldo de Madrid [23].

Elogios a un escritor español
El Sr. Béthencourt juzgado en el extranjero

Con el título de “Un erudito español de raza francesa” ha publicado Le Courrier des Ardennes un artículo de Mr. Paul Pellot, una de las primeras autoridades de Francia en asuntos de heráldica, consagrado al distinguido escritor y académico de la Historia, cuyas obras le han conquistado ya una verdadera reputación.
“D. Francisco Fernández de Béthencourt –dice Mr. Pellot- ex diputado, gentilhombre de S. M. C., descendiente de una antigua familia que, ilustre ya en nuestro país, se ha cubierto de gloria por los descubirmientos marítimos con que ha enriquecido a España.

El Sr. Béthencourt ha llegado a ser una especialidad de la genealogía y de la heráldica, sujetándose a los datos de la más rigurosa crítica histórica.
Su magistral obra Historia genealogica y heráldica de la Monarquía Española está hecha con arreglo a ese procedimiento.
Por esto es por lo que el gran maestro de la heráldica francesa, el vizconde de Poli, presidente del Consejo Heráldico de Francia, le ha prodigado elogios merecidísimos.

“No se puede con más propiedad –dice este último- comparar la espléndida publicación del príncipe de los heráldicos españoles más que con la obra del Padre Anselmo Historia genealógica de la Casa de Francia y de los grandes dignatarios de la Corona. Pero la obra del Sr. Béthencourt está más estudiada, es más erudita todavia”.
Mr. Pellot expone luego el plan seguido en su obra por el Sr. Béthencourt, y consigna, al dar cuenta del ingreso de dicho señor en la Real Academia de la Historia, que el discrso que leyó en tan solemne acto lo acaba de traducir Mr. Garran d’Allard, un hispanófilo muy distnguido.

“Dije al principio –termina el articulo de Mr. Pellot- que el Sr. Béthencourt es de antigua raza francesa. Por esto se vanagloria de ser un fiel amigo de Francia, constituyendo la mejor prueba el titulo de presidente de honor que le ha concedido el Consejo Heráldico de Francia. Con una gran generosidad que no será bastante elogiada, ha regalado dos tomos de su Historia a la Sociedad Científica y Literaria de Alas (establecimiento de utilidad pública). Por último, se ha dignado aceptar recientemente la dedicatoria de mi humilde trabajo sobre el abate N. Neveux, el eminente médico naturalista, cuyas maravillosas obras son la admiración del mundo entero” [24].

El flamante académico fue constantemente requerido para representar a las Canarias en cuantos actos relacionados con la historia de las mismas tuvieron lugar en la capital, a partir de esas fechas. Así, en 1903, quedó constituida la comisión para la erección de una estatua al general O’Donnell en Madrid que tendría la siguiente composición:
Presidentes honorarios, Excmos. Señores Ministro de la Guerra y Duque de Tetuán; Presidente efectivo, Excmo. Sr. D. Emilio March; Vocales, Excmos. Sres. D. José March, D. Enrique Bargés, Marqués del Muni, Duque de Híjar, Marqués de Casa-Laiglesia, Marqués de Villasegura, Conde de Velascoaín, D. Juan Montilla, D. Francisco Fernández de Béthencourt, D. Antonio Domínguez Alfonso, D. Lorenzo García Beltrán, D. Tomás García Guerra, D. Pedro Poggio, D. Juan Alonso y D. Ramón Antequera; Secretarios, D. Eduardo Tarquis y D. Manuel Delgado Barreto [25].


1913. La última visita a las Islas

La noche del 4 de septiembre intervino en la “Gran velada sacro-literario-musical Constantiniana”, con la que celebró la ciudad de La Laguna la inauguración de la nueva catedral. La prensa informó proporcionando datos sobre el recibimiento que se había hecho a Fernández de Béthencourt y ensalzando su trayectoria intelectual:

El Sr. Fernández de Béthencourt

En las primeras horas de la mañana de ayer llegó a esta capital a bordo del vapor «Ardeola» nuestro ilustre paisano, el académico de la Historia, Excmo. Sr. D. Francisco Fernández de Bethencour.
Numerosos amigos acudieron al muelle con objeto da recibirle.
Entre ellos podemos recordar a los Sres. Ascanio (D. Ramón) Beyro (D. Santiago), Arroyo (D. Andrés), Estevanes (D. Patricio), Ponte (D. Antonio) y otras distinguidas personalidades de La Laguna.

El Sr. Bethencourt marchó para la vecina ciudad, en el segundo tranvía.
Reciba el ilustre tinerfeño nuestro más respetuoso saludo.
Hombre de ideas conservadoras es el Sr. Fernández de Bethencourt uno de los historiógrafos más notables con que actualmente cuenta España.

Su labor investigatoria recia, maciza y concienzuda lo ha llevado al sillón de la Real Academia quizás con más títulos y méritos que ningún otro.
Su vida se puede afirmar que ha transcurrido entre los estantes de las bibliotecas, leyendo libros y repasando viejos archivos y, documentos de todas clases, al igual que aquel gran maestro de saber llamado D. Marcelino Menéndez y Pelayo.
Hombre de ideas conservadoras y de ferviente fe católica, ha retraído siempre entrar de lleno en la política, no obstante ser modesto por naturaleza prefiere la labor ardua y silenciosa de aportar datos para la Historia.

Es, además, D. Francisco Fernández de Bethencourt, escritor castizo y de altos vuelos.
Todas sus producciones literarias han obtenido de la crítica los más elevados encomios. Colabora en la «Época» y en diversas ocasiones sus artículos han tenido inmensa resonancia por la autoridad que acompaña a su pluma.
Su trabajo titulado «Ausente in parte incerta» fue un valiente comentario, un apóstrofe digno y enérgico puesto a una tremenda injusticia de la República Portuguesa.

Su último discurso, descontando el de anoche, lo pronunció en el salón de la Academia de la Historia, ante los reyes que presidían, el 25 de Mayo de este año. Versó sobre «La embajada del Conde Gondomar a Inglaterra en I6I3»y lo hizo como contestación al académico entrante, Excmo Sr. Marqués de Villa-Urrutia, Embajador de España en París.

Todos los asistentes felicitaron al Sr. Bethencourt, especialmente los augustos monarcas, por su documentadísima oración llena de sabiduría y de verdad histórica.
El libro «Príncipes y Caballeros» debido también al preclaro paisano contiene capítulos de un extraordinario interés.

Estos son los rasgos más salientes de la ciclópea labor del Sr. Fernández de Bethencourt este anciano robusto, erguido aun, de plateados cabellos, que nos visita y que abandona el gabinete de estudio para ver a Tenerife, que tiene la inmensa suerte de ser su patria chica.
 [26].

Una vez tuvo lugar el solemne acto, en el que fue escuchado con admiracion el académico, la prensa unánime calificó de magistral la intervención de Fernández de Béthencourt, particularmente el diario conservador La Región, que en su edición del sábado 16 de septiembre se deshacia en elogios hacia el transterrado, considerando su intervención como discurso imponderable:

Conocíamos al ilustre Académico, Sr. Fernández de Bethencourt, por referencias que teníamos de tan distinguida personalidad; le conocíamos por sus obras literarias, por lo mucho y bueno que de él hemos leído, y aquellas impresiones que hasta nosotros habían llegado, con referencia al hijo ilustre de la tierra canaria, quedaron plenamente confirmadas con su discurso en la velada Sacro literario-musical que tuvo efecto, con todo el éxito que nuestros lectores conocen, en la noche del jueves último.
La prosa reposada, galana, llana y rebosante de naturalidad con que el Sr. Fernández de Bethencourt, deleitó al numeroso auditorio que el jueves llenaba por completo las naves de la Catedral, atestiguan como documento fehaciente el preclaro talento, la vasta cultura del Académico que hoy nos honra con su presencia en Tenerife.
Pigmeos de las letras, ignorantes en materia histórica y sin cultura suficiente para criticar la figura excelsa del Sr. Fernández de Béthencourt, tan sólo nos está permitido expresar en palabra tosca y en juicio deficiente, el deleite, la satisfacción que en nuestro espíritu produjo el discurso del gran erudito, del sabio historiógrafo. Aquel lenguaje no era el lenguaje académico que versa sobre disquisiciones profundas; aquellos párrafos del magistral discurso, no eran la prosa árida de la ciencia que habla al entendimiento, pero que no conmueve el espíritu; eran estrofas de la más inspirada poesía: la conversación familiar que sacude el alma, emocionándola gratamente con recuerdos del terruño y con rasgos y anécdotas de tiempos que el señor Fernández de Bethencourt no puede olvidar, porque son los tiempos de la juventud, los tiempos en que las huellas marcadas sobre el espíritu joven, perduran a través de los años y se conservan tan frescas como en el mismo momento en que la naturaleza y el azar las imprimieron.

El Sr. Fernández de Bethencourt, encantó al auditorio, porque despojó su trabajo de los ribetes científicos, para hablar al alma del pueblo canario, para mover su fibra más sensible, para hablar del amor a la patria, de las mujeres de su tiempo, de la hermosura de las islas Afortunadas y de la madre España.

Muchas cuartillas representan el discurso del ilustre Académico y gloria del terruño canario; pero por muchas que hubieran sido, por interminables que fueran, no llegarían a cansar nunca, porque en ellas van unidos la galanura de un estilo
brillante, el mismo fondo del asunto que despierta el mayor interés y la pronunciación dulce, el aspecto simpático que predomina en el físico del culto historiador y que viene a ser como un rasgo de una elocuencia exterior que encanta, que subyuga.

No tenemos palabras con que expresar la emoción grata que en nuestro ánimo produjo el Sr. Fernández de Bethencourt, pero crea el distinguido huésped que hoy reside entre nosotros, que ese mutismo en que nos encerramos, que esa actitud inexpresiva con que procedemos, es también un rasgo elocuente del agrado inefable con que hemos escuchado al canario que no es de Tenerife, que no es de Gran Canaria, que no es de Lanzarote, que no es de ninguna isla ni de ninguno de sus pueblos, sino canario a secas.

Salud, docto Académico de la historia, y vida, mucha vida, para seguir enriqueciendo los archivos de las bibliotecas nacionales con el conocimiento de hechos y de hombres pertenecientes a la gloriosa España [27].
A pesar de no haber sido anunciada su presencia en el programa de actos, don Manuel de Ossuna, presidente del Ateneo de La Laguna, logró que Fernández de Béthencourt paticipara en la Fiesta de Arte que celebró dicha entidad en el Teatro Viana, la noche del 11 de septiembre, donde de nuevo fue aplaudidísimo.
El 19 por la noche embarcó en Santa Cruz rumbo a la Península. En la mañana de ese día, se produjo el fallecimiento en la misma ciudad de don Rosendo García Ramos y Bretillard, quien había dedicado gran parte de su vida al estudio de la historia local.


En la Real de la Lengua

Como ya dejamos dicho al principio de estos apuntes, tan sólo dos canarios han logrado pertenecer a un tiempo a las reales academias de la Lengua y de la Historia: Antonio Porlier, primer marqués de Bajamar y Francisco Fernández de Béthencourt. Se da la curiosa circunstancia de que ambos ocuparon en la Real de la Lengua el mismo sillón designado con la letra K: de 1790 a 1813, el primero, y entre 1914 y 1916, nuestro personaje.

Se produjo su ingreso el 27 de noviembre de 1913 y tomó posesión efectiva de su plaza el 10 de mayo de 1914. Una vez más, la prensa local elogió al paisano cuya carrera en las letras culminaba al ser acogido por la más alta institución a la que puede aspirar un literato:

Academia Española
Recepción del Señor Fernández de Béthencourt

Por los periódicos llegados de la península en el último correo nos enteramos de varios detalles interesantísimos de la solemne recepción del nuevo académico de la Española de la Lengua, nuestro ilustre paisano el Sr. Fernández de Béthencourt, que confirman lo que nos había telegrafiado nuestra activa agencia.
Honró el acto con su presencia la infanta doña Paz, y presidió el señor Maura, a cuyos lados se sentaron el nuncio de Su Santidad, los obispos de Madrid-Alcalá y Sión, el director de la Academia de la Historia, padre Fita, y los Sres. Cotarelo y Commelerán.
En el estrado se hallaban muchos académicos, entre ellos la condesa de Pardo Bazán.
Entre el público, lo mas granado de la aristocracia y una brillantísima representación del mundo político. El Sr. Fernández de Bethencourt comenzó así su discurso.
«Sí; lo deseaba con toda mi alma, señorea académicos. Era ya mi sola aspiración la que vuestros generosos votos han colmado, libre enteramente como Dios y las circunstancia me hicieron, de todo otro linaje de ambiciones. Sin que la menor codicia de los honores ni de las distinciones me tiente, ajeno a toda sugestión de personal encumbramiento, desligado de todo lo que la vida pública confiere, siempre entre libros, pergaminos y papeles, sólo soñaba con que me abrierais algún día las puertas de esta casa, dándome la única recompensa que pudiera halagarme y satisfacerme. No es un afectado menosprecio de lo que otorga pródigamente a los que se le consagran la Política, merecedora de mis mayores respetos cuando la ejercen gravemente íntegros y austeros varones, no más que al servicio del Rey y de la Patria desinteresada y noblemente consagrados; ni es desdén ridículo e injustificado de los mismos honores, recuerdo, cuando se atribuyen en justicia, de grandes sacrificios, de grandes trabajos y de especiales merecimientos, y que en tamaño grado enaltecen al que los lleva cuando tiene la conciencia de que los conquistara en buena lid; es, simplemente, que, entregado yo toda la vida ya no corta, al culto apasionado de las Letras, las he puesto sobre todo y antes que todo, consagrándome, va para largos años, sola y exclusivamente a su servicio reconociéndolas y acatándolas como a mis altísimas soberanas, únicas de las que con algún derecho podría atreverme a solicitar mercedes y favores.»

Después de expresar su gratitud a la Academia por haberle llamado a su seno, hizo una interesante relación de los varones ilustres que en el transcurso de dos siglos, habían ocupado la silla académica que le ha correspondido.

Entró seguidamente el nuevo académico de la Lengua en el tema de su discurso, «Las letras y los grandes», y sentó la afirmación de que la nobleza española ha sido contra lo que vulgarmente se dice, amiga del saber y de las letras.
Recordó el Sr. Fernández de Béthencourt la intervención brillantísima que la nobleza española tuvo en otras épocas en la milicia, en el arte, y en la literatura y en tantas otras manifestaciones de la inteligencia y de la actividad y comentando con sincera tristeza la inacción en que ahora vive, decía:

«Yo quiero creer que no es nuestra nobleza un cadáver, a quien sólo Jesucristo pudiera resucitar como a Lázaro, sino simplemente uno que duerme y a quien el ruido de afuera, que crece cada día, ha de despertar y sacudir en cualquier momento.»
El discurso del Sr. Fernández de Béthencourt, fue muy aplaudido.

Contestó al recipiendario, con un discurso muy notable, el Sr. Cotarelo, quien ensalzó la personalidad del erudito historiador cuya gran obra Historia genealógica de la Monarquía española sería suficiente para labrar una reputación de saber y de trabajo.
Inmediatamente se procedió a la distribución de los premios de la fundación de San Gaspar, y, levantada la sesión, la infanta Doña Paz y el distinguido público felicitaron al nuevo académico.
Reciba también nuestro estimado amigo nuestra sincera y entusiasta felicitación, y quiera Dios que durante muchos años continúe honrando a su patria con los frutos de su preclaro ingenio.

Fallecimiento

Poco habría de disfrutar de su reciente nombramiento el flamante académico de la Lengua. Con motivo del ingreso en la de la Historia del general Martín Arrúe, Béthencourt fue comisionado para recibirlo y pronunciar el habitual discurso de contestacion. En el uso de la palabra se sintió enfermo y tuvo que ser llevado a su casa.

Los rotativos insulares narraron el suceso:

El señor Fernández de Béthencourt está gravísimo

Se ha verificado en la Real Academia de la Historia la recepción del General Martín Arrúe, quien leyó su discurso que versó sobre la guerra de África en 1860.

Presidió el acto el ilustre Director de la Corporación y sabio jesuita Padre Fidel Fita, tomando asiento a su lado los Ministros Sres. Ugarte, Burgos y Echagüe, el Nuncio de Su Santidad, todos los Sres. Académicos y lo más selecto de la milicia, de política y la intelectualidad española.

Llevaba la representación de la Academia para recibir al nuevo miembro de ella, su ilustre Censor y preclaro hijo de Canarias Sr. Fernández de Bethencourt, quien a poco de comenzar a leer su brillantísimo discurso, se vio de improviso obligado a suspender la lectura víctima de un inesperado desvanecimiento, que enseguida le hizo caer.

Reconocido el ilustre enfermo se le apreció por los médicos un ataque cerebral diagnosticado de gravísimo.

Inmediatamente se le trasladó a su domicilio que está siendo muy visitado.
La impresión que ha causado este desgraciado accidente es grandísima, por lo culminante de las circunstancias en que tuvo lugar y por el gran afecto y reputación de que goza el ilustre Académico [29].

El Sr. Fernández Béthencourt

La prensa madrileña se ocupa en términos muy expresivos del accidente ocurrido a nuestro ilustre paisano.
La Época escribe:

«Como es sabido, el Sr. Béthencourt goza en ésta generales simpatías, siendo muy estimado por sus dotes personales, tanto como por sus trabajos de historiador. Cuantas personas concurren a los salones, en los que de continuo se ve al respetable académico de la Española y de la Historia, se interesan vivamente por su salud.
Las circunstancias en que ocurrió el triste accidente, cuando en esta última Corporación se celebraba solemnemente la recepción del general Martín Arrúe, han dado mayor relieve al doloroso suceso.

Estaba el Sr. Béthencourt acabando de leer su discurso de contestación al distinguido general. Los oyentes creyeron advertir alguna vacilación en el admirable lector, que luego apresuró de un modo extraño la lectura. Sin duda, era que el ilustre académico se dio cuenta de los primeros síntomas de su dolencia.

Al terminar la última página del notable discurso, el Sr. Béthencourt cayó como desplomado en el sillón que antes ocupaba. El Padre Fita levantó inmediatamente la sesión.

El paciente fue trasladado a un salón contiguo y colocado en un diván.

Allí fue reconocido por dos médicos que se encontraban en la Academia, quienes apreciaron que el Sr. Béthencourt sufría un fuerte ataque de hemiplejía.
Se le prestaron los más urgentes auxilios que podían dársele en aquellas circunstancias, y entre la consternación de todos los asistentes, se adoptaron las medidas precisas para que el enfermo pudiera ser conducido a su domicilio.

El obispo de Madrid Alcalá, que asistía a la recepción, y que se halla unido por vínculos de gran afecto con el Sr. Fernández de Béthencourt, prestó su carruaje para que en él fuera transportado.

Con las debidas precauciones se efectuó el traslado, y los médicos, que ya aguardaban en el domicilio del paciente, pudieron, por desgracia, comprobar que el ataque proseguía su curso con extraordinaria violencia y que invadía todo el lado izquierdo.

A la casa del Sr. Béthencourt comenzaron a acudir numerosas personas de la sociedad, hombres políticos, académicos y otros para informarse de su estado.
El sobrino del enfermo, D. Juan, que sufrió dolorosa impresión al enterarse del suceso, no podía atender a las numerosas personalidades que acudieron a la casa del Paseo de la Castellana.

Los auxilios de la ciencia produjeron algún resultado en las primeras horas, aliviándose el enfermo. Desgraciadamente, a las tres de la madrugada le repitió el ataque, aunque no con tanta violencia.

Después reaccionó, y esta mañana se encontraba el ilustre académico algo mejorado.
De todo corazón lamentamos la desgracia que aflige al Sr. Béthencourt, y hacemos sinceros votos por que se acentúe la mejoría y recobre pronto la salud [30].

A las once de la noche del día 2 de abril de 1916 falleció Francisco Fernández de Béthencourt en su domicilio del paseo de la Castellana de Madrid. Desde el accidente sufrido en la Academia de la Historiavivía muriendo —en palabras de un compañero suyo en la redacción de La Época— pues aunque este verano pudo aún hacer su cura de aguas en Mondariz, la enfermedad le atenazaba y le impedía trabajar, ya que no pudo obscurecer aquella prodigiosa memoria suya […]. Su vida en estos último tiempos ha sido de martirio. La marquesa de Bolaños, el marqués de Laurencín, los sobrinos de Béthencourt y algunos otros amigos, iban a hacerle compañía, atenuando con ello su tortura. La muerte, piadosa, ha puesto ahora término a ese martirio del gran trabajador [31].

Fue sepultado en el cementerio de San Justo y el duelo estuvo presidido por el obispo de Madrid-Alcalá, el director de la Academia Española, don Antonio Maura y, en nombre del director de la de la Historia, por su secretario señor Pérez de Guzmán y Gallo. Acompañaron el féretro sus sobrinos don Antonio Domínguez y Fernández de Béthencourt, don Diego de los Ríos y don José Orozco y entre los amigos, una larga lista en la que figuran los condes de Romilla, Cedillo y Laiglesia, el barón de la Vega de Hoz y los señores don José de Roda y don Emilio Cotarelo.

El humilde nicho en el que se guardan sus cenizas es, a nuestro juicio, un lugar poco apropiado como mausoleo de uno de los canarios de mayor renombre literario de su época. Con un sencillo monumento en la plaza de la iglesia en la que recibió el bautismo y el traslado de sus restos a la misma, se rehabilitarían tantos años de injusto abandono y desidia. 
            Recurrimos de nuevo a la prensa para conocer, de primera mano, el relato de su fallecimiento:

Fernández de Bethencourt
Anteayer a las 11 de la noche ha fallecido en Madrid nuestro distinguido paisano  don Francisco Fernández de Bethencourt, Académico de la Lengua y de la Historia, ex- Diputado y ex-Senador por esta provincia, literato eminente, historiador y genealogista de indiscutible mérito.

Desde hace más de un año mortal enfermedad aquejaba al canario ilustre, cuya muerte, según nos comunica nuestra Agencia, ha sido sentidísima en la Corte, donde sus revelantes dotes le habían concedido lugar preeminente en el campo de las Letras.
El señor Fernández de Bethencourt, como recordarán nuestros lectores, vino a Tenerife en septiembre de 1913 después de treinta años de ausencia, y tomó parte en la memorable velada celebrada en la Santa Iglesia Catedral con motivo de la inauguración de este Templo, leyendo un notabilísimo discurso rebosante de patriotismo y amor al país que le vio nacer.

Descanse en paz el esclarecido paisano, honra del país canario [32].

Fernández de Béthencourt
De nuestro colega madrileño Diario Universal.

«Anoche a las once, falleció en Madrid, a consecuencia del ataque de hemiplejia que súbitamente lo acometió, hace aproximadamente un año, en una sesión de la Academia de la Historia, el erudito escritor D. Francisco Fernández de Béthencourt.

La muerte de este hombre sabio y bueno, en quien como en pocos se daban hermanados el poder de una gran inteligencia y las virtudes de un gran corazón, ha causado impresión dolorosísima.

Fernández de Béthencourt era un escritor que había conquistado su alto prestigio con una labor incesante y honrada, a la cual una vocación verdadera lo impulsó desde los primeros años de su juventud.

Son innumerables los trabajos, todos de singular mérito, que deja esparcidos en libros, revistas y diarios, revelando en todos ellos su talento y su cultura portentosos.
Destacóse principalmente en el cultivo de los estudios históricos, en los cuales su selecta y erudita labor de investigación encontró, aun en campos muy espigados anteriormente, frutos inapreciables para la reconstitución de nuestro pasado nacional.
Su obra más conocida es la Historia genealógica de la Casa Real y de la nobleza españolas, obra que dejó sin terminar, desgraciadamente, y de la cual llevaba publicados ocho tomos.

Había nacido el Sr. Fernández de Béthencourt en el archipiélago canario, y pertenecía a una de las familias más distinguidas de aquellas islas.
Contaba setenta años de edad.
Era miembro de la Historia desde hace más de treinta años; en esta Corporación trabajó con celo y entusiasmo incesantes, elevando su nombre en muchas ocasiones con notables discursos que quedan como modelo de su género, como aquellos en que contestara a los de ingreso en la Academia del duque de T'Serclaes y del marqués de Villa-Urrutia.

Pertenecía también el Sr. Fernández de Béthencourt a la Academia de la Lengua; había sido diputado a Cortes, era gentilhombre del Rey con ejercicio, y estaba en posesión de varias condecoraciones nacionales y extranjeras.
Deja entre los que lo trataron un recuerdo imborrable de amistad, porque fue siempre leal, caballeroso, enamorado de su patria y entusiasta de su Rey, y de maneras afables y corteses.

Nos asociamos muy sinceramente al dolor general por la pérdida del esclarecido publicista, y especialmente al que embarga a su distinguida familia» [33].

Concluimos, anunciando un próximo trabajo sobre las dos ediciones del Nobiliario y Blasón de Canarias.

Obras

—Recuerdos y esperanzas. Poemas que a la augusta familia de Borbón dedican las señoras de Tenerife y su autor Francisco Fernandez de Bethencourt. Santa Cruz de Tenerife. Imprenta Isleña de Francisco Hernandez, 1872.
La Virgen de Candelaria. Romance tradicional. Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife. Imprenta Isleña. Francisco C. Hernández. 1874.
Apuntes para el elogio de Miguel de Cervantes. Discurso leido en la Sesión Extraordinaria del Gabinete Instructivo en el Aniversario de aquel insigne Ingenio, por D. Francisco Fernández de Béthencourt. Imprenta de Sebastián Ramos a cargo de Manuel Álvarez. Santa Cuz de Tenerife, 1874.
A los Socios del Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife. Composición leída por el Sr. D. Fracisco Fernández de Bethencourt, al tener lugar la elección de Junta Directiva para el año 1875. Imprenta de J. Benítez y Compañía. Santa Cruz de Tenerife, 1875.
Nobiliario y Blasón de Canarias. Diccionario histórico, biográfico, genealógico y heráldico de la Provincia. Editado en siete tomos entre 1878 y 1886. Los primeros dos tomos se estamparon en la Imprenta Isleña de Francisco C. Hernández, en Santa Cruz de Tenerife; el tercero en la de la Viuda de Ayoldi, Valencia; el cuarto de nuevo en la la Isleña; el quinto en la de Manuel G. Hernández; el sexto en la tipografía M. Minuesa y el séptimo en la Imprenta de Marcelino Burgase, estos cuatro últimos en Madrid.
Anales de la Nobleza de España. Primera serie. Imprenta J. García. Once tomos. Madrid, 1880-1890.
Les Ordres de Chevalerie en Espagne. Traduction française faite avec l'autorisation de l'auteur par Louis de Sarran-d'Altard. Lofolye Frères. Vannes. ¿1901?
 Anuario de la Nobleza de España. Segunda serie. 5 vols. Imprentas de Fortanet y J. Ratés. Madrid, 1908-1917.
La Genealogía y la Heráldica en la Historia, discurso leído ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de don Francisco Fernández de Béthencourt el 29 de junio de 1900, Madrid, 1900.
La Corona y la nobleza de España. Imprenta de M. Romero. Madrid, 1903.
Para cuatro amigos. Varios discursos, muchos artículos y hasta algunos versos. Tipografía de E. Teodoro. Madrid, 1903.
—“Los Battemberg”. La Época. Madrid, 1 de febrero de 1906.
—“A El Correo Español”. La Época. Madrid, 19 de febrero de 1906.
—“Los Hauke”. La Época. Madrid, 22 de marzo de 1906.
— Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Excmo. Señor D. Camilo G. de Polavieja y del Castillo, Marqués de Polavieja el 28 de enero de 1912. Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés Martín. Madrid, 1912.
Príncipes y caballeros. Cincuenta artículos. Prólogo de la infanta doña Paz de Borbón, princesa de Baviera. Librería de Francisco Beltrán. Madrid, 1913.
Discurso leído en la Iglesia Catedral de Tenerife con motivo de la inauguración de la misma, por... Don Francisco Fernández de Béthencourt... el día 4 de Septiembre de 1913... Tipografía Católica. Santa Cruz de Tenerife, 1913.
Los Grandes y las Letras. Discurso leído en contestacion al de don Emilo Cotarelo y Mori, en la Real Academia Española. Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés Martín. Madrid, 1914.
Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y Grandes de España. Imprentas de E. Teodoro y J. Ratés. 1897-1920. 10 vols.
Notas
[1] Pinto, F. M.: “Noticias bibliográficas”. Revista de Canarias. Número 7. Santa Cruz de Tenerife, 8 de marzo de 1879.
Zerolo, E. [L. Río Oseleza]: ”Conversación quincenal”.  Revista de Canarias. Número 25. Santa Cruz de Tenerife, 8 de septiembre de 1879.
[2] Figueroa y Melgar, A: Rodríguez Moñino y la genealogía. Instituto de Servicios Culturales. Badajoz, 1968, p.61. Citado por Guimerá Peraza, M.: Nicolás Estévanez. Cartas. Aula de Cultura de Tenerife. Instituto de Estudios Canarios. Madrid, 1975.
[3] Peraza de Ayala, J.: “Introducción”. Nobiliario de Canarias. J. Régulo Editor. La Laguna de Tenerife, 1952.
[4] Véase Viera, I.: “Antonio Domínguez Alfonso” en Vidas Ajenas. Homenaje a Isaac Viera. Organismo Autónomo de Museos y Centros. Cedocam. Santa Cruz de Tenerife, 2008. Rodríguez Delgado, O.: “El abogado y político don Antonio Domínguez Alfonso”. El Día. Santa Cruz de Tenerife, 5 y 12 de febrero de 1989.
[5] Véase Rodríguez, L.: “Antonio Domínguez Fernández”, en Perfiles. Ediciones Herederos de Leoncio Rodríguez. Santa Cruz de Tenerife, 1970.
[6] Peraza de Ayala, J.: op. cit.
[7] El Guanche. Santa Cruz de Tenerife, 27 de octubre de 1866. Véase la partida de matrimonio de don Antonio Domínguez Alfonso y doña Benjamina Fernández de Béthencourt. Registro Civil de La Laguna. Libro I, pp. 38r-40v.
[8] Quintana Miranda, P. M.: Historia del Seminario Conciliar de Canarias. Colección Obispo Muros. Anroart Ediciones. Las Palmas de Gran Canaria, 2006, pp. 190-191.
[9] La Correspondencia. Santa Cruz de Tenerife, 28 de julio de 1872.
[10] Partida de defunción de don Francisco-Ramón Fernández y Delgado. Registro Civil de Santa Cruz de Tenerife. Sección tercera. Tomo vii, p. 113.
[11] Cola Benítez, L.: El Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife [1869-1901]. Organismo Autónomo de Cultura. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 2001.
[12] La Unión Lagunera. La Laguna, 23 de marzo de 1879.
[13] Zerolo, E. [L. Río Oseleza]: “Conversación quincenal”. Revista de Canarias. Número 25. Santa Cruz de Tenerife, 8 de siembre de 1879.
 [14] El Espejo. Semanario de Literatura. Santa Cruz de Tenerife, 1 de agosto de 1880.
[15] Zerolo, E. [L. Río Oseleza]: “Conversación quincenal”. Revista de Canarias. Número 38. Santa Cruz de Tenerife, 8 de octubre de 1880.
[16] El Progreso de Canarias. Santa Cruz de Tenerife, 27 de julio de 1880.
[17] El Independiente. Santa Cruz de Tenerife, 22 de noviembre de 1880.
[18] La Correspondencia de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, 28 de julio de 1881.
[19] La Democracia. Santa Cruz de Tenerife, 8 de octubre de 1881.
[20] Soriano Benítez de Lugo, A.: Corte y Sociedad. Canarios al servicio de la Corona. En prensa.
[21] Soriano Benítez de Lugo, A.: Op. cit.
Notas
[22] La Región Canaria. Laguna de Tenerife, 7 de julio de 1900.
[23] La Región Canaria. Laguna de Tenerife, 12 de julio de 1900.
[24] La Época. Madrid, 30 de enero de 1901.
[25] La Región Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 9 de enero de 1902.
[26] La Región. Santa Cruz de Tenerife, 5 de septiembre de 1913.
[27] La Opinión. Santa Cruz de Tenerife, 18 de septiembre de 1913.
[28] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 20 de mayo de 1914.
[29] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 23 de diciembre de 1914.
[30] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 3 de marzo de 1915.
[31] La Época. Madrid, 3 de abril de 1916.
[32] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 4 de abril de 1916.
[33] La Opinión. Santa Cruz de Tenerife, 12 de abril de 1916.

Bibliografía:
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Spínola Grimaldi, F.: “Crítica de la obra del Señor Fernández de Béthencourt Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española”. Imprenta José Perales. Madrid, 1900.
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