sábado, 27 de septiembre de 2014

La leyenda de la Virgen de los Dolores

1774 julio 15.

Una pequeña ermita, hoy con espadaña y tres campanas, esconde uno de los más bellos relatos de la religiosidad, devoción y leyendas marianas que guardan con cariño las gentes de Lodero en el municipio palmero de Villa de Mazo. A mediados del siglo XVIII el fraile Valentín de Morán solicitó al obispado de Canarias licencia para construir una ermita a costa del presbítero Tomás de Aquino Fernández Riverol y en terrenos de éste último en Lodero. El 5 de diciembre de 1759 se concede la autorización y al mismo tiempo licencia para que fuera bendecida una vez terminada. Las obras comenzaron de inmediato y se bendice el 15 de abril de 1761.
Viaje a las Indias.
En 1770 Tomás de Aquino Fernández se embarca desde La Palma hacia el puerto venezolano de la Guaira como capellán de la fragata Paloma isleña. Una vez aquí se encuentra con el paisano Juan Méndez que a su vez tenía previsto viajar a Veracruz (Méjico) en el barco La Soledad. Enterado de este viaje le encarga un grupo escultórico de un Cristo desclavado de la Cruz y en brazos de su madre, al tener conocimiento de que en este puerto se vendían imágenes de estas características, para que sustituyera a la pintura con la advocación de la Virgen de los Dolores que se encontraba en la ermita que él había fundado. Tomás de Aquino Fernández le pide que le envíe la imagen a la Guaira a lo que respondió Méndez que así lo haría, si ello era posible y si no fuera así la llevaría directamente a La Palma. En Veracruz no encontraron la Virgen que solicitaba el fundador de la ermita de Mazo y directamente se solicitó a la ciudad de Méjico. Desde esta última ciudad llegó la imagen de los Dolores a Veracruz sobre una mula dentro de una caja, importando el acarreo unos 4 pesos y la imagen 360 reales que Juan Méndez cobró en La Palma.
El viaje de regreso
Méndez no regresó por Venezuela y se dispuso a traerla directamente a la isla. La Virgen embarcó en Veracruz con escala en Campeche. Se cuenta de la insistencia y presión ejercidas, por las gentes de este último puerto, para que la imagen se quedara en la población al estimarse como milagro, favor e intervención de la Virgen cuando esta ruta que debió durar unos veinte días, duró sólo cuatro y medio. La respuesta de Juan Méndez fue contundente y respondió a los lugareños que ni por mil pesos se desprendía de ella y continuó su viaje hacia el naciente del océano Atlántico. La caja, conteniendo la imagen continuó su travesía apiñada, como una mercancía más, en la bodega junto a numerosos fardos, especies y mercancías. A los pocos días de navegación un fuerte temporal hizo temer por la vida de los marineros y por la embarcación. La tripulación se encomendaba a Dios y a su madre bendita. El piloto del barco enterado del lugar donde se encontraba la imagen y superando las dificultades para llegar hasta ella, por el fuerte oleaje que hacía zozobrar y poner en peligro al barco, la hizo subir a cubierta y la colocó en el camarote de popa. Todos imploraban su intercesión con rezos y la fe cristiana, ante le peligro de muerte, buscaba consuelo en la Virgen y madre. De inmediato la tempestad, milagrosamente, cesó. El viento, la lluvia y el fuerte oleaje se aplacaron y comenzó a soplar una suave y fresca brisa del alisio en dirección al este. La alegría y el júbilo de viajeros y tripulación, al verse salvados, se derramó en cantos y vivas a María. El capitán fijó rumbo veloz, a todo trapo, hacia La Palma.
La llegada a La Palma

El 15 de julio de 1774 llegó la Virgen a La Palma. Se cuenta que los capitanes de los diferentes navíos que la transportaron, en muestras de agradecimiento hacia la imagen, no cobraron el porte de su flete. Desde el puerto palmero, la Virgen, fue conducida a casa de Tomás de Aquino, en Santa Cruz de La Palma, siendo aquí bendecida por Cristóbal Martínez Méndez. Más tarde, el 18 de septiembre, fue llevada a su ermita y morada definitiva en el lugar de Lodero de Villa de Mazo, día que la iglesia celebraba los Siete Dolores de María. Estos hechos, tenidos por milagrosos, se corrieron de boca en boca por toda la isla y desde ese momento la imagen mejicana de la Virgen de los Dolores sentó fe, devoción y leyenda entre los palmeros. Las tres campanas de la espadaña de la ermita llaman y repican a fiesta y oración: la más alta, fundida en Caracas con un precio de 30 pesos e inventariada en 1768, fue la primera y única campana que tuvo la primitiva ermita y fue ésta la que le dio, con su cantarín tañir, la bienvenida a la Virgen de los Dolores a su definitiva y santa morada. Y el milagro o la leyenda se extendió entre la os orillas del océano Atlántico. (María Victoria Hernández)
(Tomado de: Mgar.net)



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