domingo, 27 de abril de 2014

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS






CAPITULO XXIX




Chaurero n Eguerew


La Iglesia Católica y su implicación en la esclavitud del pueblo guanche, III

La iglesia católica y la esclavitud del pueblo guanche
La Iglesia católica, como hemos visto, justificó la esclavitud y más tarde también se sirvió de ella. Desde el comienzo mismo de la Edad Media, fue la institución que más esclavos poseyó. Aunque tras muchas presiones vio reconocido su derecho a la manumisión, su índice de liberación no era más acelerado que con el paganismo anterior, por más leyendas que existan y que desean informar de un índice de manumisión increíblemente mayor. También se cuenta con multitud de documentos donde se ve cómo la iglesia católica, además de manumitir, redujo a muchos libertos a la servidumbre debido a su continuo empobrecimiento. Todo ello da más coherencia al ingente número de esclavos que poseía y a ciertas disposiciones conciliares que nos han llegado, como el canon V del XVI Concilio de Toledo, donde leemos “que la iglesia que poseyere diez o más esclavos tenga a su frente un sacerdote, y la que no llegare a diez esclavos se agregue a otras iglesias”.
Esos esclavos venían también de donaciones, herencias, aprovechamientos de la ley que permitía hacer esclavos a niños abandonados -e incluso a hijos nacidos de padres clérigos- y de compra (muchas veces a judíos), una compra reflejada en varias cartas papales.
Como vemos, con modificaciones, el sistema se mantiene y la iglesia católica  lo apoya.
De hecho, al no alzar la voz contra él incluso cuando ostentaban el poder y cuando para hacer una ley ya se debían tener en cuenta las disposiciones de la Iglesia (y era realmente complicado hacer leyes sin escucharla), el tema de la esclavitud sigue su curso. Pese a que algunas disposiciones conciliares, repetimos, intentan mejorar la situación del esclavo, la realidad de la existencia de la institución y que no hubiese una condena explícita torna la situación del esclavo más cruda. (Aralen)
Si bien algunos papas de la iglesia católica promulgaron algunas débiles y confusas disposiciones en defensa del primigenio pueblo canario para mitigar las acciones esclavistas de los invasores europeos, la cruda realidad es que poca obediencia le mostraron los cristianos empezando por los propios reyes apodados los católicos y mucho menos las hordas mercenarias que hollaron el suelo matrio, ante las fabulosas riquezas que les proporcionaba el trafico y venta de seres humanos, aunque estos fueran previamente cristianizados.
El papa Nicolás V legitimó el comercio de esclavos en su bula “Divino amore communiti” (por amor divino a la comunidad) el 18 de Junio de 1452. Por esto el comercio de esclavos fue legal según los cánones y no causó ningún escrúpulo en los participantes de invasiones y razzias en nombre de Cristo y la Virgen María.
 
El papa Gregorio I poseía esclavos mantuvo a cientos de esclavos en sus haciendas y consintió las leyes que prohibían a los esclavos, casarse con cristianos libres.

El “santo” Martín de Tours (hoy representado en muchos templos católicos, como repartiendo su abrigo),  poseía 20.000 esclavos. La esclavitud perduró en las haciendas y en las propiedades papales hasta el siglo XI.

Al principio el obispo Rodríguez de Fosca estaba personalmente como cliente, detrás de la venta de esclavos guanches en Sevilla.

También los conventos tenían esclavos, tanto para el servicio de los conventos como para el servicio de los monjes. Miles de presos, eslavos  sarracenos fueron repartidos en los conventos.
Un esclavo era considerado como ganado. La iglesia católica trataba a los esclavos como un “bien de la iglesia” y esto valía como no vendible. La Iglesia católica tasaba el valor de los bienes eclesiásticos no según el dinero, sino según los esclavos. Si, a pesar de todo se liberaban a esclavos, éste debía recompensar a la iglesia católica con su patrimonio.
“Los apologetas se pavonean a menudo mencionando el hecho de que algunos cristianos concedieron ocasionalmente la libertad a miles de esclavos. Dejemos aparte que se trata de excepciones sin el menor peso (habitualmente se menciona un único caso) y subrayemos esto: los cristianos no estaban en lo más mínimo moralmente obligados a manumitir a los esclavos. Y no sólo eso: “No hay por lo que respecta a esta época el menor indicio de una tendencia general hacia la liberación de los esclavos”. Peor aún: “Nunca se instó a ningún amo a obrar en ese sentido [...]” (Gulzow). Resulta “casi imposible decir que los cristianos más conspicuos de finales del siglo IV animasen a los propietarios de esclavos a la manumisión gratuita. Esta parece haber sido mucho más rara que en los dos primeros siglos de la Roma imperial” (Grant). O peor aún: “La cifra de esclavos en las plantaciones parece aumentar considerablemente en esa época respecto a las anteriores”.
Hubo, sí, manumisiones de esclavos de la iglesia católica, pero, por ejemplo, el IV Concilio de Toledo permite a los obispos la manumisión sólo en caso de que indemnicen por ella a la iglesia católica  de su propio peculio. En caso contrario el sucesor de un obispo podría anularla sin más (Can. 67). Además de ello, todo obispo que liberase a un esclavo sin atender al derecho de protección de la iglesia católica ¡tenía que compensar a ésta con dos esclavos sustitutorios! (Can. 68). Finalmente, y en eso si que fue novedosa, la iglesia católica hizo imposible la manumisión de sus esclavos: eran inalienables en cuanto que “bienes eclesiásticos”.
Y todavía hay más: la iglesia de Cristo, la proclamadora del amor al prójimo, de la Buena Nueva, se cuidó de que el número de esclavos aumentase de nuevo. De ahí que en 655 el IX Concilio de Toledo en su lucha -según propia confesión, estéril- contra la lujuria de los clérigos declarase que: “Quien pues, desde el rango de obispo al de subdiácono, engendre hijos en execrable matrimonio, sea con mujer libre o con esclava, debe ser canónicamente castigado. Los niños nacidos de esta mácula no sólo no podrán recoger la herencia de sus padres, sino que pertenecerán de por vida como esclavos a la iglesia a la que sus padres, que los engendraron ignominiosamente, hubiesen estado adscritos” (Can. 10).
El mismo san Martín, patrón de Francia y de la cría de gansos, quien, como es de dominio público, siendo todavía soldado, regaló la mitad de su capote (¿por qué no el capote entero?) a un mendigo desnudo ante las puertas de Amiens, una vez llegado a obispo (¡algo que consiguió entre otras cosas gracias a sus resurrecciones de muertos!) mantuvo bajo sí a 20.000 esclavos, ¡lo cual ya no es de dominio público! ¡La leyenda si que la conoce todo el mundo! “ (Karlheinz Deschner,1993:162.67)
Por esta naturalidad con que se aceptaba por parte de la iglesia católica la esclavitud en la época que tratamos, uno de los grupos mayoritarios de los “amos” era el eclesiástico.

Un grupo numeroso y con los ingresos suficientes para costearse no uno sino varios esclavos y esclavas. Así, por ejemplo, en este sentido las actas notariales de compraventa en la colación del Sagrario, manifiestan una acusada presencia eclesiástica en el mercado esclavo (claro que esa parroquia era la de la Catedral y en su entorno vivían abundantes clérigos.

Si la religión estaba ya politizada, en estos siglos se politizó aún más. En la península ibérica, los reyes apodados “católicos” manipularon la Inquisición para la represión política; impusieron por la violencia una unidad religiosa que respaldara la pretendida nueva unidad política en aquel país, configurada como feudalismo de estado. Tras la ocupación de Granada, como muestra de buen entendimiento con el supremo pontífice de la cristiandad, los Reyes Católicos regalaron al papa cien esclavos moriscos malagueños.

La iglesia católica en Canarias en los primeros tiempos de la invasión y conquista del archipiélago hace objeto de comercio a  los sometidos guanches como  cualquier otra mercancía como se desprende del siguiente documento, donde el canónigo del obispado de Canaria López de Villera en representación de dicho obispado acepta el trueque de unas gomeras esclavizadas por el diezmo de cebada y trigo que adeudaba la colona Beatriz de Bobadilla, y además compra otras tres por cuenta propia:

“Pedro López de Villera, canónigo de Canaria, que le hagan justicia syn enbargo de vna carta.

Don Fernando e Doña y sabel etc. Al que es o fuere nuestro governador o juez de rresydencia de la ysla de la Grand Canaria ya todos los corregidores etc. de todas las cibdades etc. salud e gracia. Sepades que por Lope de Villera, canónigo de la yglesia de Canaria, se nos fizo rrelación etc. diziendo quél por mandado del obispo, deán y cabildo dela dicha yglesia de Canaria fué de la dicha ysla a la ysla de la Gumera a rrecabdar cierta contía de mrs. que Fernand Peraça ya defunto i Doña Beatriz de Bobadilla su muger les deuían de cierto trigo i cebada que avían tomado de los diezmos de la dicha yglesia i que la dicha doña Beatriz les dió en pago de lo que asy les deuía de los dichos diezmos quatro mochachos e dos moças gomeras que a la sazón se vendían e dauan por esclauas, i que la dicha doña Beatriz le dió alualá firmado en el qualle prometió i se obligó de le hazer sanas las dichas esclauas, diz que él vendió juntamente con otras tres que avía conprado de vn basallo dela dicha Doña Beatriz de Bobadilla, i que a cabsa que agora nos mandamos dar por libres las dichas gomeras diz que por nuestro mandado i por el obispo de Canaria está fecha esecución en sus bienes i pagar con ellos los mrs. por que asy avía vendido las dichas esclauas i ellas son puestas en su libertad i que como quier que por él i por su parte ha seydo rrequerid.a la dicha doña Beatriz de Rabadilla que le huelua los mrs. por que asy vendió las dichas canarias gomeras diz que lo non han querido nin quiere fazer poniendo a ello sus escusas i dilaciones yndeuidas deziendo que tiene de nos carta de sobresymiento para que le non sean demandados los dichos canarios gomeros i que s y asy pasase él rrescibiría en ello grand agrauio y daño i nos suplicó i pidió por merced sobre ello le mandásemos proueer y rremediar con justicia i como la nuestra merced fuese. Lo qual por nos visto en el nuestro consejo fué acordado que deuíamos mandar dar cerca dello esta nuestra carta en la dicha rrazón; i nos touímosto por bien, por que vos mandamos a todos i a cada v no de vos en vuestros lugares i juridiciones que luego que con esta carta fuéredes rrequeridos veades lo suso dicho i llamadas i oydas las partes etc. averigüedes lo suso dicho i si falláredes que la dicha Doña Beatriz i las otras personas le vendieron los dichos canarios i han sydo puestos en su libertad los costringáys e apremiéys en que le bueluan i tornen i rrestituyan los mrs. por que asy gelos vendieron faziéndole sobre todo ello entero i brebe conplimiento de justicia syn enbargo dela dicha nuestra carta de sobreseymiento que asy mandamos dar a la dicha Doña Beatriz de Bobadilla, ca en quanto a esto atañe mandamos que le non vala quedando en la fuerça y .vigor para en las otras cosas que adelante. i los vnos etc. Dada en la cidad de Çaragoça  a cinco días del mes dezienbre año etc. de mill e quatrocientos i noventa i tres años. Yo el Rey. Yo la Reyna. Yo Juan de la Parra secretario del Rey i de la Reyna nuestros señores, la fiz escriuir por su mandado. Señalada de Don Aluaro, Juan dotor, Andrés dotor, Antón dotor, Frranciscus licenciatus.”  (D.J. Wölfel)

En general, la formación del clero en la colonia era muy deficiente y, en algunos casos, existía una marcada corrupción. Algunos obispos actuaban más como señores feudales que como pastores de la Iglesia católica.

Algunos historiadores pretenden ponderar la actitud del conquistador y obispo de la iglesia católica  Juan  de Frías como un acérrimo defensor de los guanches esclavizados especialmente los que los fueron en la isla Gomera por los masacradores la nefasta Beatriz de Bobadilla y el judío converso al servicio de Castilla Pedro de Vera. Arguyendo como defensa de este prelado esclavista una denuncia presentada ante los nefastos reyes católicos de quienes efectivamente consigue orden la liberación de los isleños gomeros esclavizados por su condición de cristianos, la mayoría de los cuales no fueron recuperados a pesar de los intentos continuados por el sucesor de Frías el obispo Miguel de la Serna, quien en  1490 aún continúa las reclamaciones de su antecesor y recibe  comisión para sacar del dominio de sus amos a los gomeros vendidos directamente o indirectamente por Beatriz de Bobadilla y Pedro de Vera tras la Rebelión de Noviembre de 1488[1], de la esclavitud. Además se condenó a Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla al pago de 500.000 maravedís cada uno para devolver el dinero que habían pagado los compradores por estos gomeros, cantidades que nunca fueron hechas efectivas.

“La  actuación de estos  obispos  se mueve  dentro del marco de la legalidad vigente con respecto  a  los esclavos, al  considerar su cautiverio ilegal por estar cristianizados. Planteamos esta situación al  considerar  su postura no  en contra de  la institución al  considerar su postura no en contra de la institución, sino en contra del  sistema  empleado, puesto  que mientras denunciaban  estos hechos eran  partidarios  de  esclavizar a  aquellos  tomados  en  buena  guerra. Sostenemos  esto al comprobar como el  obispo Juan de Frías en su  testamento  deja como bienes dos esclavos blancos,  posiblemente  indígenas  o  berberiscos,  tomados en  razia  en  la costa  del  vecino  continente  africano…” (Manuel Lobo Cabrera, 1985)

Parece ser que determinados autores pasan por alto el hecho del feroz enfrentamiento sostenido por el obispo Frías con los denominados señores de las islas ya sometidas, y que sería proseguido por su sucesor,  lo que realmente induce al prelado a adoptar esta  actitud de protesta es realmente una cuestión de jurisdicciones e intereses económicos, por una parte,  los bautizados son considerados siervos de la iglesia católica, por otra, al desminuir la población por causa de la deportación de los gomeros esclavizados, decrecen los ingresos económicos de la silla episcopal al no percibir los diezmo que todo cristiano estaba obligado a pagar al clero, además de la nada despreciable cabaña ganadera compuesta de unas cuarenta mil cabezas de ganado procedente de los despojos, las cuales se diputaban tanto los señores como la silla episcopal como veremos más adelante. Recordemos que  también era enemigo acérrimo de Pedro de Vera, quien lo había desplazado de la conquista de Gran Canaria, amenazándole además con “coronarle” con un morrión calentado al rojo vivo si continuaba interfiriendo en sus planes.

De hecho un nutrido grupo de más de doscientos gomeros recuperados por Frías y traídos por este para ser devuelto  a su isla natal como era su obligación, este prefirió dejarlos en Tamarant y emplearlos en la conquista de la isla, los cuales posteriormente a pesar de su condición de libres y cristianos serían inmisericordemente masacrados por el desalmado invasor y gobernador colonial Pedro de Vera.

Este milite-obispo Juan de Frías además de cofinanciador y Capitán ejecutivo de la invasión de la isla Tamarant (Gran Canaria),[2] fue un experto depredador de bienes tanto de los naturales como de criollos y colonos de las islas conocidas por la historiográfica oficial como de “señorío”, consiguiendo con ello un patrimonio muy importante en la época. Especialmente teniendo en cuenta la secular pobreza de las islas que constituían el obispado de Rubicón, la pugna por el acaparamiento de los limitados recurso entre los representantes de la iglesia católica y los denominados señores de las islas, Inés Peraza, y su marido Diego de Herrera les llevó a continuos enfrentamientos.

En 1484 el colono Juan Frías, obispo de Canarias y Rubicón, quiso cobrar el diezmo de las islas de señorío, a lo que se opuso. Inés de Peraza, en nombre propio y de  Diego de Herrera, “cuyas son las Yslas de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Fierro”, no las “islas Canarias”, en conjunto, como poco antes, recordaron al prelado, documentos en mano, que pertenecía a los señores. De paso se quejaron de las 40.000 cabras del prelado, que pastaban en Erbania (Fuerteventura), desde hacía 20 años, no habiendo pagado jamás un maravedí, de diezmo ni herbaje, Los reyes de la metrópoli dieron la razón a los señores, respondiendo la iglesia católica que las tales cabras, estaban en la isla desde que las ocuparon cristianos.

El 20 de octubre de 1485, testa en Sevilla este soldado mercenario y obispo  de la secta católica en la colonia canaria Juan de Frías porque una grave enfermedad le detenía postrado en aquella ciudad, a cuya población se había trasladado para tratar asuntos relacionados con la diócesis. A los pocos días de otorgado este documento falleció en en dicha ciudad, sucediéndole fr. Miguel de la Serna, a quien el papa Inocencio VIII expidió las bulas el 29 de marzo de 1486.

Consta por el mencionado testamento la valiosa donación que hizo a favor de su deán y Cabildo respecto a todas las casas, huertas, muebles, alhajas y esclavos que poseía en Winiwuada (Las Palmas) y en las islas de Fuerteventura y Lanzarote. En el expresado documento decía: “Que por cuanto él tenía grandes cargos del deán[3] e Cabildo de su Iglesia e en remuneración e satisfacción de aquellos e por descargo de su conciencia e porque toviesen cargo de rogar a Dios por su ánima e fazer memorias por él en cada un año, que les daba e dio en donación fecha entre vivos e non revocable, agora e para siempre jamás, unas casas que dijo que tenía en la isla de Lanzarote e otras casas que dijo que tenía en la isla de Fuerteventura en el Antigua e donó las casas de su morada que él tenía en la isla de Gran Canaria, todas juntas, como estaban e la huerta que él tiene e mandó comprar e por cuanto tenía siervos esclavos que él los daba e dio a la fábrica de la dicha iglesia Catedral de Canaria...”.

Por otra parte, la herencia de Juan de Frías fue una fuente de conflictos, entre los señores de las islas calificadas como menores y el clero católico quienes se diputaban el despojo que había acumulado el fenecido obispo llegando algunas de las reclamaciones hasta el Consejo de Castilla el cual tuvo que emitir algunas disposiciones sobre el particular, veamos algunas de ellas:

Incitativa de fecha 31 de marzo de 1487. Córdoba (f.63). Al obispo de Canaria (Miguel de la Serna), para que determine en la petición de Juan Ramírez, vecino de Sevilla, que reclama ciento noventa cabras que le han sido embagadas, junto a ropas y cueros, por Fernando Alvarez, canónigo de la Iglesia de Rubicón, pues le fueron dadas en pago de sus servicios por el difunto don Juan de Frías, obispo que fue de Canaria, y ha pagado los diezmos de lo que se han multiplicado. El valor de dichas cabras a los tres meses, momento en que le fueron entregadas, era de quince maravedís cada una, en la isla de Fuerteventura. Don Alvaro. Rodericus. Andreas. Decanus Ispalensis. (E.Aznar; 1981)

El 13 de julio de 1487. Real sobre Málaga (f.76). Carta ordenando a doña Inés Peraza y a su hijo Fernando Peraza, señores de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro, que dejen pacer en dichas islas los ganados que pertenecen al obispo, por donación hecha a su antecesor don Juan de Frías, que paguen los diezmos y primicias, y no se entrometan en las cosas de esa iglesia y clérigos. El Rey y la Reina. Álvarez de Toledo. Rodericus. (E.Aznar; 1981)

No faltó quien  siguiendo la acrisolada tradición castellana de enriquecerse rápidamente como sea y ha costa de lo que sea, tratara de dar un buen pellizco a la trata en la colonia, como el caso de un deán, que junto  con otros eclesiásticos, aparece directamente involucrado  en la  trata, no en el mercado sino en el  tráfico, pues era poseedor de una carabela que operaba en la costa de Berbería con  la misión de traficar con productos vedados para conseguir a cambio esclavos berberiscos, viéndose el obispado  obligado a recurrir al Consejo de Castilla el que con fecha 9 de noviembre de 1489 desde Ubeda emite: “Orden a las justicias del Reino para que presten el auxilio del brazo secular al obispo de Canaria, don Miguel de la Serna, a fin de secuestrar una carabela de Fernán Rodríguez de Medina, tesorero de dicha iglesia, que se halla preso por haber robado las rentas de la mesa obispal y mesa capitular, así como los bienes dedicados a fábricas de iglesias. Dicho tesorero se había amancebado y dejado el hábito y profesión clerical, dedicándose al comercio ya la usura, para lo cual había comprado la mitad de dicha carabela. (f. 105).  Didacus. Andreas. Alonso. Antonius. Mármol. (E. Aznar; 1981)

1490 Marzo 24. Sevilla (f. 400). Comisión al dr. Rodrigo Megía, canónigo de Sevilla, para que entienda en las diferencias existentes entre el obispo de Canaria y Rubicón, fray Miguel López de la Serna, el deán y cabildo de dicha iglesia, y doña Inés Peraza, señora de las islas de Canaria, que les tiene 40.000 cabezas de ganado cabrío, alegando que lo compró de los espolios del anterior obispo, don Juan de Frías, habiéndose apoderado con idéntico pretexto de otras posesiones y bienes de la iglesia y dejando sin pago los diezmos. Don Alvaro. Decanus Yslalensis. Johannes. Andreas. Mármol. (E. Aznar; 1981)

Desde Medina del Campo a 3 de abril de 1486, se expresa: “Incitativa para que el Ido. Lobón, lugarteniente de asistente de Sevilla, las justicias de dicha ciudad, el gobernador de Gran Canaria, doña Inés Peraza y su hijo Fernán Peraza, señores de Lanzarote y Fuerteventura, ayuden a Ciprián Gentil, comisario papal, a cobrar los expolios y bienes que quedaron de don Juan Frías, obispo que fue de Canaria, en el arzobispado de Sevilla, obispado de Cádiz, Gran Canaria y en las otras islas, ya que pertenecen a la cámara apostólica; para ello se ofrece auxilio del  brazo real. (f.119).  El Rey y la Reina. Avila. Rodericus. Andreas.”  (E.Aznar; 1981)

La posesión  de esclavos por parte  del  clero católico era cotidiano en el archipiélago puesto  que  en  la época  que estudiamos,  tal y  como se ha señalado más arriba, los  autores  y  teólogos  españoles aceptaban  la esclavitud. Como afirma el historiador Manuel Lobo Cabrera: “Los máximos  clientes  de los mercaderes de  esclavos en Canarias fueron siempre los  canónigos.  Las  actas notariales y  los  registros parroquiales están  llenos  de  escrituras  de  compraventas  y  de  asientos  bautismales  donde los otorgantes  son canónigos. Muchos  de ellos eran  a la vez dignidad de  la catedral bien  como chantres, tesoreros,  priores y maestrescuelas, a la vez que  algunos ocupaban  cargos como inquisidores. 

Deán  de  cierta  entidad  por  la  cantidad  de  esclavos que tenía en  su poder fue  don Zoilo Ramírez, también  canónigo de  la catedral. Según nuestro estudio del mercado sólo comparece en él una sola vez, sin embargo en testamento aparecen consignados 11 cautivos  entre  varones  y  hembras. En  este mismo  sentido destaca  en  el  siglo XVII don Diego Romero Vázquez  Botello, también  inquisidor de Canarias. Este  se hizo con un grupo de  servidores  a  través de una de sus esclavas. La adquirió como adulta en el mercado, y parió mientras estuvo en su poder dos esclavos, que  le sirvieron hasta su muerte.

Los  arcedianos  también  se manifiestan  socialmente por sus bienes y la posesión  de  esclavos.  En  Canarias  los  arcedianos  de Gran Canaria Fuerteventura Tenerife  comparecen  22  veces  en  el mercado  comprando  y  vendiendo  la  tan preciada mercancía.

Algunos  arcedianos  son  significativos,  tanto  por  su papel  en el mercado de esclavos corno por la posesión  de  los mismos. Uno  de  ellos hombre de posesión desahogada,  interesado en  el comercio y agente de un mercader burgalés asentado en Cádiz, era un hombre  asiduo en  la  trata. Concurre  al mercado unas  doce veces a vender  la mercancía humana. (Manuel Lobo Cabrera, 1985)

De todas  las  clases sociales coloniales integradas  en  Canarias después de la invasión y conquista, en cuanto al uso y abuso de esclavos destaca el clero de la iglesia católica establecida en la colonia, este como los colonos laicos se servía de esclavos en sus templos, conventos y haciendas, y  les reportaba  cuantiosos beneficios con  su  trabajo, alquilado o arrendado, y como signos de distinción  social.

“Los  frailes monjas y  beatas  también  poseen  en  sus cenobios y casas servidores esclavos.  La  adquisición  de  cautivos por parte  de los monasterios se  debe  bien  a  la  compra  directa  en  el mercado,  por herencia  recibida de  los  frailes  o por dote de las monjas  al  ingresar en la  orden. En  los claustros parían muchas veces las esclavas y  las monjas  se  interesaban por  la salvación de los esclavitos bautizándolos seguidamente.

El  personal  cautivo  que  servía  en  los  conventos y monasterios parece  que fue  siempre menor  que  el  empleado  en  las casas del  clero  secular. En  aquellos los  cautivos  se  encargaban  de  la limpieza,  de  la  compra,  de  acarrear  agua  e incluso de trabajar en las huertas para proveer la despensa conventual.” (Manuel Lobo Cabrera)

En Canarias a partir del siglo XVI, se formó bajo los dominios de la iglesia católica otra manera de tenencia de esclavos, la servidumbre. Los sirvientes, al igual, que los esclavos estaban privados de derechos, por ejemplo, no podían abandonar su país, estaban sometidos a los grandes terratenientes. Las rebeliones fueron sometidas con sangre. La iglesia –salvo algunos miembros- ha estado y está hoy día, al lado de los opresores. La iglesia fue  el más grande terrateniente en la colonia.



“La asistencia a los templos católicos representó una posibilidad de convivencia con los campesinos “libres”, aunque fueran pobres y sometidos a semejantes vejaciones. Tal convivencia hubiera ejercido “un efecto todavía más decisivo sobre la imagen que tenían los esclavos de sí mismos. Por el solo hecho de entrar en un edificio sagrado, tuvieron la prueba de su humanidad. Y esta certidumbre desmentía el acondicionamiento a que estaban sometidos, que pretendía hacer que asumieran una identidad repelente, vilísima, una identidad de ganado.
Los esclavos encuentran en los sacramentos que reciben la justificación de su aspiración a la condición humana, y por consiguiente a la libertad. Éste es un ejemplo auspicioso del riesgo de creer ciegamente en la afirmación de la hegemonía: ¿será razonable considerar que los esclavos se auto concebían como bestias, hasta que el cristianismo los tornara conscientes de su humanidad? “(Karlheinz Deschner, 1993)

Se tiene asumido que el primer deber de un prisionero de guerra es escapar del enemigo que le tiene aprisionado, el de un esclavo es conseguir su libertad por los medios que sean, como hemos visto en capítulos anteriores son varios los medios por los cuales un esclavo puede conseguir sus ahorría: mediante la compra de su libertad al amo por un precio acordado, por fuga, por disposición testamentaria del dueño y, por la menos frecuente, el aprovecharse de situaciones extraordinarias externas, o ser hijo putativo del amo como es el caso registrado en el testamento del canónigo, Francisco de Medina en el que se  citan  siete esclavos, a alguno de  los cuales  libera. En uno pone especial cuidado;  había  nacido  en  su  casa  y  recomienda  que  lo  alimenten, vistan,  calcen y pongan  a  aprender  oficio. Estas disposiciones revelan  un  cariño excesivo, superior al de la relación amos esclavo,  posiblemente debido a que tal esclavo era hijo de dicho canónigo.

Juan Alonso, guanche, bautiza a un hijo suyo cuya madre es Juana de Peña, esclava de Leonor de la Peña... Gonzalo Yanes bautiza a su hijo Domingos, fruto de sus relaciones con Isabel, su esclava.

En cuanto a los esclavos especialmente moriscos que optaron por la huida en frágiles embarcaciones hacía nuestro continente, existen cantidad de ejemplos en los expedientes de la “santa” Inquisición en Canarias. En aquellos que tuvieron la oportunidad aprovechar una situación extraordinaria externa para conseguir su libertad, es un caso singular el protagonizado por un grupo de esclavos del Marques de Lanzarote con motivo del ataque en justa represalia efectuado a la isla por el Capitán imazighen Arraes.
Agustín de Herrera y Rojas, Marqués de Lanzarote, fue uno de los mayores esclavistas criollos, sus continuos asaltos a la captura de esclavos tenía desolado las costa del continente, todo su poderío económico estaba basado en la trata de seres humanos, llegando a ser unos de los principales proveedores de los mercados de esclavos en la península ibérica. Confiado en la supuesta superioridad armamentística de sus mercenarios, el Marques se creía seguro en su feudo de Lanzarote hasta que el devenir histórico le hizo experimentar en propias carnes los métodos de saqueo que tanto él como sus antepasados venían aplicando a las poblaciones costeras del continente.

“Al atardecer del día 30 de julio de 1586, la escuadra de Morato Arráez (Capitán Morato), avistaban las costas de Titoreygatra (Lanzarote), en medio del general entusiasmo de las tripulaciones, quienes veían próxima la oportunidad de vengar las innumerables esclavizaciones, vejaciones, ultrajes y saqueos de que venían siendo objeto por parte de los Herreras, al tiempo que esperaban liberar de la esclavitud a muchos de sus compatriotas en poder de los Herrera y demás colonos de la isla.

Según el investigador Rumeu de Armas: “Morato Arráez ordenó amainar velas y estuvieron ocultos a la vista de la isla hasta la noche para no ser descubiertos desde tierra por los naturales.

El desembarco se verificó, ya oscurecido, en la caleta de los Ancones o de los Charcos, eludiendo el pirata el ataque al puerto principal para mantener el sigilo de la operación, cosa que logró plenamente. Al día siguiente, jueves 31 de julio, las tropas turco-argelinas y moras avanzaron por sorpresa sobre la villa capital Teguise con tal éxito que sólo fueron descubiertos cuando se hallaban los asaltantes a media legua de ella.” (En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II: 75-76)

Centrémonos ahora en el tema de los esclavos imazghen continentales que provocaron un levantamiento casi general en la isla. Entre ellos hallábanse el morisco Pedro de Lugo, que en unión de: su mujer e hijos aprovechó la oportunidad para recobrar su libertad y la de su familia uniéndose a los asaltantes. Pedro de Lugo retomó, a partir de entonces, su nombre por el de Audalá y en compañía de su hijo Tomás, rebautizado con el nombre de Solimán colaboró en todas las empresas de los imazighen. Sus otros hijos Melchor, Blas, Tomasa y Catalina pasaron con su madre a las galeras esperando el momento del retorno a Berbería.

La misma conducta siguieron los hermanos Juan y Francisco Escalona, quienes retomaron sus primitivos nombres de Alí y Braen. Igual transformación sufrieron otros dos esclavos moriscos del marqués, los hermanos Pedro y Diego de Berrera, denominados Muza y Hamet) respectivamente, mientras sus hermanas Leonor y Catalina, fieles a su  religión, pasaban a las galeras en calidad de rescatadas, así como los esclavos negros Bartolomé-conocido por Embarca-, Baltasar y Francisco y la morisca Juana, que huyó del cortijo con dos criaturas.

También se autoliberaron esclavos de las aldeas y caseríos como el morisco Juan, propiedad de Marcial de Cabrera, o los negros Pedro y Luís, propiedad, respectivamente, de Bartolomé Cabrera y Juan León. Pedro de Lugo, Juan Descalona, Francisco Descalona. La mujer de Baltasar de Betancor; María Lusarda, esposa de Enrique de Betancor; Antonia Camacha; la mujer y los hijos de Sancho de Herrera León; la esposa de Marcial de Cabrera, la viuda de Peralta, Juan Escalona y su esposa; Leonor y Catalina de Herrera (hermanas de Muza [Pedro] y Hamet [Diego], esclavas del marqués, y Gonzalo, como otros esclavos por imposición convertidos al cristianismo.

“El Marques de Lanzarote en su huida por el interior de la isla, en su desconcierto se vio obligado a confiar la seguridad de su esposa  y de su hija a un esclavo morisco, quizás confiando en que los largos años de forzada servidumbre hubiesen ahogado los deseos de libertad del esclavo. Rumeu de Armas nos relata así aquel hecho: “En el éxodo por las montañas de la isla, el marqués de Lanzarote hubo de procurar el mejor acomodo para su familia, con objeto de recuperar la libertad de movimientos necesaria a un jefe militar en la defensa del territorio de su mando. Todas las cuevas de la isla-pese a ser algunas de ellas verdaderas fortalezas naturales le parecían lugares demasiado conocidos para darles albergue, cuando he aquí que el morisco Sancho de Herrera León, que llevaba largo tiempo avecindado en la isla y gozaba de la confianza del marqués, se ofreció solícito a esconderlas en un paraje desconocido, velando por su seguridad. Don Agustín de Herrera le hizo entrega de su esposa y de su hija Constanza, pues la otra, Juana, ya había encontrado refugio en otro paraje de la isla.”  Y continúa Rumeu: El hecho (de la captura de la esposa e hija del Marqués) ocurrió de la siguiente manera: el martes 12 de agosto, por la mañana, un destacamento de más de cien moros avanzó sobre la cueva de Tesa, cumpliendo instrucciones de Morato Arráez y llevando como "adalides" a Juan de Escalona (Alí) y a Juan Camacho. Llegados a la cueva de Tesa, lugar previsto de acuerdo con la confidencia recibida, los moros se situaron estratégicamente guardando sus alrededores y salidas, mientras una docena de ellos penetraban en su interior. Desperdigados como hurones, los moros recorrieron en todas direcciones el interior de la caverna; mas cegados por los contrastes de luz y poco prácticos en el conocimiento del terreno, fracasaron en su búsqueda. Entonces vino en su ayuda el esclavo del marqués, Juan de Escalona, quien pudo al fin localizar a ambas damas escondidas y resguardadas en las anfractuosidades de las rocas. El traidor Alí señaló a los moros el refugio de sus señoras diciendo: "jAhí están, ahí están! ¡Entrad! jEntrad!", y entonces éstos se abalanzaron sobre ambas tratando de prenderlas. Un moro que llevaba un alfanje desnudo arrastró por los cabellos a doña Constanza de Herrera hacia el exterior, mientras la marquesa, doña Inés, llorosa y compungida, la seguía. Al cruzarse ésta con Francisco de Escalona (Braen) no pudo menos de echarle en cara su miserable comportamiento: "Francisco, ¿que te he hecho yo?-le dijo--; ¿por que me bendiste?", a lo que respondió Braen: "Señora, no soy el que te bendi, que Juan Camacho te vendio".  (En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II: 79-80)

Durante estas jornadas de más que justificada revancha llevadas a cabo en la isla Titoreygatra por las tropas de Morato Arráez, fueron hechos prisioneros como hemos visto entre otros colonos de la isla la esposa de Agustín de Herrera y su hija Constanza, las cuales fueron rescatadas tras vergonzosas capitulaciones por Gonzalo Argote de Molina, a quien por cierto, sus virtudes militares de que tanto le gustaba alardear de nada le sirvieron ante la justicia que animaba a los expedicionarios imazighen.

Para concluir esta brevísimas notas en torno a la esclavitud en esta colonia y la implicación en la misma de la iglesia católica, veamos algunos apuntes relacionados con los criollos y colonos propietarios de esclavos en la “Muy Noble Fiel e de Ilustre Historia Ciudad de San Cristóbal de La Laguna” Chinech (Tenerife).

Los propietarios de esclavos laguneros eran casi siempre personas de las consideradas de calidad o categoría, o por lo menos adineradas. Analizando un grupo de 688 dueños de esclavos nos dan los siguientes resultados:
Entre labradores hay 22 esclavos.
Entre industriales (vestido, calzado, madera, etc.) hay 103 esclavos.
Entre funcionarios de la administración americana hay 26 esclavos.
Entre titulados académicos hay 90 esclavos.
Entre soldados, hombres de armas hay 19 esclavos.
Entre profesionales liberales hay 70 esclavos.
Entre religiosos hay 33 esclavos.
Entre comerciantes al por mayor hay 93 esclavos.
Entre transportistas (Almocrebes) hay 6 esclavos.
Entre nobles hay 59 esclavos. (mgar.net/var/esclavos2.htm)
 
 
Epilogo al presente capitulo
 
            Si me viste con la cara inclinada,
               no es que mirase mis píes solamente,
               sino, que lloraba a mi Diosa Chaxiraxi, humillada
               no por los remiendos que llevo, sino
por la opresión que sufro.

Mi piel quebrada no se quiebra por el frío,
se quiebra por la fatiga y sangra por las ranuras
como la tierra se abre para llorar su humillación.

Mi piel está cubierta por bronceado y puro metal cósmico
y es sostén de mi pueblo.

No es que guardo mi pelo debajo de mi guapilete guanche
porque sí, sino que lo guardo para que mi cerebro no se resfríe
como se les resfrío a tus amigos españolistas y luego
no saben que hacer de su vida.

Mi estirpe de Guanche seguirá siendo gigante en la historia.

Si me conociste y no pudiste estar conmigo, es porque
te avergüenzas de mi raza y sólo cuando sirvo para
inspirar tus nostalgias, sirvo para que te vuelvas poeta.

Aunque me sigas por el mundo, nunca encontrarás
a este Guanche altivo y orgulloso de su pasado grandioso.

Mi paso y mi mirada jamás están perdidos, miro el horizonte
de triunfadores, doy el paso seguro a la gloria de mis
antepasados, porque sí ¡soy Guanche!.

El Guanche sólo es dueño de la Matria, sin embargo
la robaron los conquistadores y ¡Cómo la han administrado!.

No han sabido manejar a este pueblo ¡Gran Diosa!.

No es que el Guanche sueñe con el mañana, sino muestra
a tu gente el recuerdo de su futuro pasado, que tú no lo
puedes descifrar, porque ignoras demasiado.

Sí hoy me ves con la cabeza agachada, no es que
siempre mis xercos remendados estén así, sino
imploro a la Diosa Chaxiraxi, que perdone a tu gente
que llevó a la ruina a mi matria y a mi gente.

            El gigante dormido va despertar para aplastar
a los gusanos que se comen nuestro pan.

Mi espalda no tiene arrugas, porque no está
acostumbrada a lociones, mi espalda es la
palanca del desarrollo de este pueblo.

No puedes hablar conmigo ¡no!, porque no sabes
mi idioma, tampoco entender, lo que yo pienso y quiero,
ya que ni los científicos pueden descifrar
nuestra escritura y pensamiento.

Que está escrito en la puerta de la Sol, menos tú.

Mi mano curtida, sólo toca a aquel que viene
en son de amistad, con aquel que trabaja para el progreso
de mi pueblo y mi matria, no con aquel que se vanagloria
de nuestra tristeza y nuestra humillación.

Mi pueblo nunca ha muerto de hambre, ni ha buscado
en basureros, son algunos de nuestros hermanos que
que engañados por los “patrones” fueron despedidos a la calle.

No sólo soy hijo de Canarias, soy el Ser Nacional.

Seré victima de la miseria, no porque yo quiera,
sino porque estoy oprimido, no soy libre de lo que quiera hacer,
sino porque no me permiten aplicar mi ley,
imiker, amkerkas, amendul

Sí esta ley no entiendes aquí va la traducción
“no seas ladrón, no seas vago, y no seas mentiroso”.

Cuántas veces me has mirado y cuantas veces te he mirado,
pero, tus miradas las hacías quizás, recordando como tus abuelos,
a mis antepasados han ultrajado.

No quisiste darme la mano, porque quizá pensaste que al Guanche,
tachaste de mentiroso o cualquier cosa, como alguna vez
hasta un dignatario de Estado dijo que no prospera Canarias
porque en Canarias hay muchos canarios y son analfabetos.

Mis manos han sostenido con su obra esta matria, han
defendido esta matria de tus enemigos naturales.
mi cuerpo ha sudado sangre en los socavones para
arañar la tierra y sacar divisas que otros como buitres
se las han comido y despilfarrado, ¡Que pena!

            Mi miseria es obra de tu gente ¡Que pena!.

Mi ignorancia no es fortuita, lo es por obra
de aquella mala gente ¡que pena!.

Mi hambre es culpa de la opresión que sufrimos ¡Que pena!.

A aquel que cree que me levanta la cara, o aquel a quien
le pongo el tamarco y le entrego la añepa de mando
no puede levantar mi cara porque no le interesa mi cara.

Eso sí, soy tan fuerte y orgulloso de mi raza  que,
no necesito que alguien me compadezca, ni necesito
intermediario que me esquilme.

Que bueno me dices... eres un canario y la Matria
necesita de tu hombría...para dejar tus  miserias.

Si yo tuviese el mando de esta sociedad, la condujera
con mis leyes cósmicas. Y no necesitaría de mis opresores.

Los menceyatos, mi pueblo, mi matria  no conoció hambre
ni miseria, todos tenían su lugar y no sufrían humillaciones.

Hoy Canarias sufre hambre y miseria.

Mi raza es la heredera de aquella organización del
tagoror milenario, de la tierra conjunta. Del trabajo
conjunto y de la ayuda conjunta y la felicidad conjunta.
que adora la Diosa-Madre Chaxiraxi y a la Diosa Magek.
su pasado glorioso y su testigo Achuguayu inigualables.

El Guanche no necesita intermediarios ladrones y explotadores.

La matria del Guanche, del Canario, está latente.

Vive en cada corazón Guanche. Su alma y su espíritu están presentes.

Si quieres estar unido con el Guanche, piensa como él,
siente como él, sigue sus pasos y no quieras ser guía,
déjate guiar. Porque él no es vago, ni mentiroso, ni ladrón.

Si quieres tienes mi mano, tienes mi cultura, yo te la doy

Te guiaré por los caminos del progreso, porque solo un Guanche
es el que librará de la opresión a su hermano de raza,
está dicho. Porque sólo el Guanche es resplandor,
el ave fénix del resurgimiento de este pueblo oprimido

El Guanche es el artífice del resurgimiento de Canarias.

(Adaptación de un poema de Juan Condori Uruchi,” por Guaire Adarguma.)



[1] La investigadora española Luisa Isabel Álvarez de Toledo nos da otra versión del ajusticiamiento del colono Fernán Peraza, excusa aprovechada por Beatriz de Bobadilla para masacrar y esclavizar a todos los gomeros que pudo capturar con el indicción al apoyo de Pedro de Vera: “Tan perjudicada  la Iglesia católica  como Fernán, por la suspensión de la trata, pues el diezmo era de importancia, señor y clérigos se aliaron, buscando solución al problema. Siendo la clave la religiosidad de los isleños, el Deán de San Juan concluyó que los interesados, habrían de probar que “no eran ni fueron cristianos”, pues aunque “nombre tuviesen, ninguna obra de platica fasían”, usando “nombres gentilisos, binieno desnudos e teniendo ocho o diez mugeres, no consintiendo entre sí cristianos, antes tomándolos e fasiéndolos otras muchas superticiones”. La Iglesia católica local declaró de urgencia, enmendar las desviaciones de los gomeros. Para ello les hicieron jurar y firmar, que de no apartarse “de sus ritos y errores” en fecha fija, aceptaban “ser conquistados” por enésima vez, “e dados en cautiverio e perpetua servidumbre”. Ratificado el documento por el prelado y la corona castellana, Fernán aguardó el término del plazo, para reanudar las cabalgadas, alegando que persistían “en sus malas costumbres y errores”. Enteradas las víctimas, tomaron “tal omecillo” contra el señor de la isla, que en reunión celebrada en la “villa” de la Gomera, “todos juntamente... acordaron de lo matar”. Yendo Peraza en busca de cautivos, le despenaron “con alboroto y escándalo”, en emboscada tendida “debaxo de Mercadis...”.

[2] Se cuenta que este obispo católico en la invasión de Tamarant cortó más cabezas de guanches que el resto de las tropas mercenarias castellanas.
[3] Recordemos que el Deán Bermúdez avaló a Juan de Frías en el préstamo que este pidió para cofinanciar la invasión de Tamaránt de la que fue capitán conjuntamente con Juan Rejón (Gran Canaria)

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