viernes, 20 de septiembre de 2013

CAPÍTULO XXXII –III




EFEMERODES CAMNARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1701-1710 

CAPÍTULO XXXII –III

 
Guayre Adarguma


1706 Noviembre 6. La muerte del rey español Carlos II  (1665-1700) y su testamento en favor de la Casa de Borbón, fue el origen de una nueva Guerra Europea.

Este Rey español de la Casa de los Austria nació el 6 de noviembre de 1661. Hijo de Felipe IV y Mariana de Austria. Débil y enfermizo, era poco dotado física y mentalmente.

Padeció raquitismo infantil, como queda constancia en su abultada cabeza y en que no pudiera caminar con normalidad hasta los 10 años, a pesar de que el heredero del Felipe IV tuvo una lactancia que duró casi cuatro años y contó con 28 nodrizas. Su formación y cultura fueron escasas. Contrajo matrimonio en dos ocasiones, con María Luisa de Orleans (1679) y Mariana de Neoburgo (1689), sin tener descendencia. La primera de sus esposas, seguía siendo virgen al año de matrimonio. La reina confesó a su camarera que el rey padecía de "eyaculación precoz que impedía consumar el matrimonio". La esterilidad que padecía no se debía al hechizamiento, sino a una enfermedad genital. "La causa de la esterilidad radicaba en un hipogenitalismo, ya que el rey tenía un solo testículo y era atrófico". La historia de su hechizamiento empieza aquí. "Un astrólogo de Bohemia le dijo al monarca que la causa de la esterilidad radicaba en que no se había despedido de su padre en el lecho de muerte, por lo que Carlos II se dirigió al monasterio de El Escorial, mandó sacar la momia de Felipe IV y durante unos minutos estuvo contemplándolo".

Llegó al trono cuando aún no había cumplido los cuatro años, por lo que, de acuerdo con el testamento de Felipe IV, su madre, Mariana de Austria, ejerció la regencia, asesorada por una Junta de Gobierno. En este periodo sucedieron luchas entre la reina y sus favoritos (Juan Everardo Nithard y Fernando de Valenzuela) y la oposición política, encabezada por el hermanastro del rey, don Juan José de Austria. En el año 1676, Carlos nombró primer ministro y grande de España a Valenzuela, lo que provocó el golpe de Estado de don Juan José, quien apartó a la reina madre y gobernó como primer ministro durante algo más de dos años (1677-1679) le siguieron el duque de Medinaceli (1680-1685) y el conde de Oropesa (1685-1691). La Monarquía participó en cuatro guerras determinadas por el expansionismo de Luis XIV. Sus frecuentes enfermedades y la falta de sucesión provocaron negociaciones entre los príncipes europeos para el reparto de los territorios del reino. Aunque el testamento de Carlos II declaró heredero al duque de Anjou, futuro Felipe V.

Los colonos españoles en las Islas Canarias se apresuraron a proclamar su fidelidad al futuro Felipe V. Muy malos años para la colonia, durísimas sequías habían perdido las cosechas y dejado los campos en la miseria. En Titoreygara (Lanzarote) y Erbania (Fuerterventura) se moría la gente de hambre, huyendo la población hacia Chinech (Tenerife) y Tamaránt  (Gran Canaria), se hizo necesario importar Trigo de Córcega para poder hacer pan. A todo esto se sumo una epidemia de fiebre amarilla importada de la Habana que causo muchas victimas. Aun la pobreza y miseria de las islas, se contribuyo con un donativo al Rey español para la Guerra.

Los ingleses, que habían saqueado en la metrópoli el puerto de Santa María, quemado en Vigo los galeones, insultado a Cádiz, tomado a Gibraltar y sometido a Cataluña y reino de Valencia para el archiduque con una facilidad asombrosa, se lisonjeaban que igualmente le someterían la colonia de las Canarias sólo con presentarse armados y hacerse obedecer. A este fin, se dirigió a ellas la escuadra del contraalmirante Genings, compuesta de 13 navíos, el menor de los 11 de a 60. El 5 de noviembre, a las 5 de la tarde, se avistaron 10 sobre la primera punta de Anaga en Chinech (Tenerife); y aunque se discurrió que podrían ser mercantes y pasajeros a la América, se tocaron las cajas militares para seguridad de las costas a cuyo estruendo cargó alguna gente a la marina. Al rayar el alba del día 6, se reconoció que se acercaban al puerto de Añazu (Santa Cruz); y, viendo que a las 8 de la mañana ponían banderas francesas, mudándolas poco después en inglesas de color azul no quedó duda del designio con que el enemigo se avecindaba. Sin embargo no hubo sorpresa, porque desde la noche antecedente se había conmovido toda la isla con un rebato general; y era tal el ardimiento de los pueblos, que amanecieron en Añazu (Santa Cruz) más de 4.000 hombres de los tercios circunvecinos, ansiosos del combate. Ya había acudido armada toda la nobleza, y esto de tal modo que, aunque el coronel de la caballería de la isla, don Francisco Tomás de Alfaro, estaba en el puerto de La Orotava, distante 7 leguas desde Añazu (Santa Cruz), cuando recibió la orden de marchar, "pudo tanto su celo en el servicio del rey, que amaneció el puerto coronado con su gente.
[...] Así que los navíos ingleses estuvieron acordonados con las proas al puerto y a tiro de nuestra artillería, empezó a hacerles fuego el castillo principal de San Cristóbal, del cual era gobernador don Gregorio de Sanmartín. Siguió su ejemplo el capitán don Francisco José Riquel, que lo era del de San Juan, y todas las demás baterías con la mayor viveza. Toda la escuadra correspondió granizando innumerables balas que por fortuna no ofendieron. Y ya había durado dos horas el reñido combate, cuando echaron al agua los ingleses 37 lanchas con mucha gente de desembarco; si bien fue tal el fuego que se les hizo de nuestras fortalezas y tanto el daño que recibían los bajeles que más se habían acercado, que les fue forzoso retroceder a socorrerles. No obstante, a las tres de la tarde volvieron a enviar otra lancha a tierra con bandera de paz y un cabo inglés que pedía audiencia. Tuvo junta de guerra el corregidor, y en ella se acordó que fuese admitido. Salióle al encuentro el capitán de mar en otro esquife, y, habiéndole vendado los ojos, le introdujo en el castillo principal donde estaba el corregidor y la nobleza. Entregó el cabo una carta del contraalmirante Genings, escrita en inglés.
La carta de Genings contenía una serie de engaños sobre la marcha de la guerra en la Península Ibérica y sus intenciones. El corregidor, en nombre de las islas envió la siguiente respuesta:
"Excelentísimo señor: En vista de la de V. Exc. Escrita este día de a bordo de la nave Binchier, que manifiesta la falta de voluntad que hubiese en los cañones que de esa escuadra se dispararon a este lugar, estimo la cortesía de V. Exc. Y respondo que, a haber llegado desde el principio lancha, en la conformidad que ahora, y como V. Exc. Muy bien sabe deber enviarse, hubiera sido recibido sin embarazo. Y por lo que toca a las noticias que me insinúa V. Exc. Acerca del estado de la guerra y cosas de España, digo que aquí sabemos y estamos bien satisfechos de que las gloriosas armas de nuestro rey y señor don Felipe V están muy ventajosas, restituido con quietud a su corte, arrojados sus enemigos de los reinos de Castilla. Y cuando (lo que Dios no permita) se hallase S.M. en diferente estado, siempre esta tierra se conservaría en el cumplimiento de su obligación de fidelísimos vasallos de S. M. católica Felipe V (que Dios prospere) hasta el último espíritu. Agradezco también a V. Exc. La galantería que me ofrece en orden a las dos saetías que salieron de este puerto, y quedo a la disposición de V. Exc. para cuanto sea de su agrado. De este castillo de San Cristóbal del puerto de Santa Cruz, 6 de noviembre de 1706. B.L.M. de V.E. su mayor servidor. Don José Antonio de Ayala y Roxas. -Excelentísimo señor don Juan Genings".
1706. Fallece Fray José de Sosa, frayle franciscano de la secta católica. Natural de Tamaránt (Gran Canaria),  confirmado por el obispo Fray Juan de Toledo; en 1664 ordenado por el obispo Fray Sánchez de Villanueva. Estudiante de Teología en 1668. Ordenado diácono y presbítero, en Añazu (Santa Cruz), en 1670, por el obispo García Ximénez, en 1670, fue predicador y misionero del obispado en 1677 y conventual de Gáldar y Miraflores.
Escribió una «Topografía de la isla Mortunada de Gran Canaria, cabeza de toda la provincia». También escribió  algunas observaciones personales y bastante curiosas: Experiencia que hice en 1662 con cigarras, colgándolas: resisten más de 30 días sin comer o comiéndose entre sí, y 15 días sin cabeza.

La cueva en la costa de Gáldar, donde se bañaban mujeres solas. Esto lo ví yo yéndome a holgar al mar con algunos amigos, en unas vacaciones en que me hallé dicho año 1677, en las fiestas de Nuestra Señora de Guía.

¿Cómo se dejan los niños abandonados en el torno del hospital de San Martín? Como lo hacían los romanos en la columna Lataria.

Pedernales (de los indígenas): anzuelos de cuerno de cabra. Casa canaria vista en Gáldar. Con algunas personas de éstas muy antiguas he hablado yo para informarme de
algunas cosas que llevo dichas y diré, para escribir con más verdad y fidelidad. Anécdota del novicio de San Francisco, que tira la piedra como los canarios hasta entrar en el casco de un buey hasta los sesos.
1776 Febrero 15. Diciembre. En la expedición del capitán Baudin a las islas de Trinidad y Puerto Rico, narrada por Andre Pierre Ledru deciden quedarse en la isla el científico francés Le Gros. Esta es su más importante contribución al desarrollo del conocimiento del Teide. Los expedicionarios ascendieron hacia él en diciembre de 1796. llegaron el 19 al pie de la montaña, pero no pudieron escalarla por un inmenso casquete de hielos inaccesibles. La consideró una expedición temeraria. El 15 de febrero Ledru subió con Le Gros, se perdieron en la ascensión.
1706 Mayo 5.
 El 5 de mayo de 1706 la erupción del volcán de Trevejo destruye parte de la Villa y de su valioso puerto natural. Crónicas de la época dejan clara la magnitud del desastre: “El espacio del puerto que quedó lleno de lava tenía más de 400 varas de ancho y 360 de largo, quedando sólo uno incómodo de 140 varas por lo más ancho, cuando antes tenía más de 500 brazas. Y su boca de entrada, que antes tenía más de 300 brazas, en el día sólo tiene 80″. Ese mismo año, cuando se enfrían los rescoldos de la erupción, comienzan unos tímidos trabajos de recuperación, lastrados por los escasos recursos existentes para paliar un daño tan grande. Acosta narra que el comandante general Francisco José de Emparán trató de convencer a los vecinos de la necesidad y posibilidad de desescombrar la bahía para recuperar las operaciones comerciales. Era imposible.
1706 Diciembre 28.

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