1942.
Resumen: El sistema caciquil
forjado por el Partido Conservador se quebranta entre 1895 y 1936. La oposición
al Caciquismo, durante esta etapa, estuvo protagonizada por Republicanos y
Liberales, a quienes, en la década de los treinta, se añadieron los Marxistas. La oposición a la oligarquía
conservadora insular conectó con las demandas populares, cuando las crisis
económicas que se sucedieron, durante
este periodo, se vieron empeoradas por el cierre de la salida emigratoria hacia
América.
Palabras clave: Caciquismo,
Cambio, Emigración, Republicanismo, Marxismo, Isla de La Palma.
Abstract: The caciquil system built by the
Conservative Party shattered between 1895 and 1936. Throughout this period, the
opposition to Caciquism was mainly sustained by Republicans and Liberals, whom,
during the thirties, the Marxists joined. The opposition to the island
conservative oligarchy connected with
the popular demands, when the economic
crises that happened, during this period, worsened by the closing of the migra-
tory exit towards America.
Key words: Caciquism, change,
migra- tion, republicanism, marxism, La Palma.
INTRODUCCIÓN
El desmoronamiento paulatino del
edificio caciquil gestionado por el
Partido Conservador, durante el primer tercio del siglo XX, se aceleró en tres
momentos: la Guerra
de Cuba, la Primera
Guerra Mundial y la II República. En estos periodos, la depresión
económica y la interrupción de la emigración, hicieron que amplios sectores de
la sociedad volvieran sus esperanzas a las alternativas propuestas por los
republicanos y los marxistas isleños.
LA
ESTRUCTURA CACIQUIL
El sistema caciquil estaba
dirigido, durante la
Restauración, por una minoría de terratenientes, adscrita al
Partido Conservador. Los grandes propietarios conservadores disponían de un
extenso dominio sobre la población, gracias a los puestos de trabajo que
distribuían, a través de sus posesiones, y mediante los favores y los empleos
que concedían, desde las instituciones públicas que administraban1. En La Palma, el problema radicaba
en que la economía, basada en una agricultura dual -exportación y tradicional-,
no generaba puestos de trabajo, ni subsistencias baratas para todos los
habitantes2. Esta deficiencia del sistema productivo palmero era resuelta por
medio del recurso a la emigración3. El intenso éxodo originado daba salida al
excedente de mano de obra que no lograba asimilar la economía, consiguiendo que
el malestar no se convirtiese en conflictividad social4.
LA
CONTENCIÓN DEL CAMBIO.
A pesar de que el funcionamiento
de la estructura económica insular, administrada por la oligarquía
conservadora, sujetaba a la pobreza a un sector amplio de los campesinos y los
obreros, la sociedad palmera de finales del siglo XIX y principios del siglo XX
se mostraba pasiva, debido a una serie de circunstancias que amortiguaban la
conflictividad que pudiera generar el descontento social. De este modo, el
esfuerzo proselitista de las asociaciones republicanas reformistas no hallaba
respuesta decidida en la población más perjudicada por la incapacidad económica
del armazón caciquil5.
En primer lugar, porque las
clases populares preferían la emigración a la lucha contra el Caciquismo. La
emigración, con una tradición de siglos en La Palma, se erigía como la mejor posibilidad para
remediar sus privaciones y cambiar de fortuna. De paso, las esperanzas que la
aventura americana suscitaba entre los isleños relegaban la opción de la
rebeldía. Es este sentido, es interesante la descripción que nos deja el
emigrante palmero Felipe Lorenzo sobre los sueños que engendraba América:
“Hubo un tiempo en que América, y
particularmente Cuba, era un tema constante de conversación en ciudades,
pueblos y aldeas de Canarias. Pocas, muy pocas familias había que no tuviesen
un tío, un hermano, o un pariente en ultramar. Cuba venía a ser para los
canarios la tierra de promisión por excelencia.
Allá marchaban los Jóvenes, después de oír hablar tanto de América,
repletos de esperanzas e ilusiones.”6
Durante las décadas finales del
siglo XIX y los primeros años del siglo XX, emigran- tes retornados de América
con ahorros pudieron comprar terrenos y acceder a la condición de propietario7.
Así, la sindicación y la regeneración democrática se concebían como objetivos
demasiados inciertos o lejanos, más cercana, a pesar de la distancia a Cuba,
era la emigración para una población habituada a cruzar el Atlántico.
En segundo lugar, amplios
sectores de la sociedad insular percibían el cacique como una instancia
benefactora, preocupada por atender a las familias fieles integradas en sus clientelas8. Jornaleros, campesinos y
arrendatarios correspondían a este patrocinio sirviendo al Cacique. Esta
relación, a pesar de ser jerarquizada, era entendida como recíproca y
conllevaba lazos sentimentales como el agradecimiento, el respeto a un compromiso, el orgullo de
pertenecer a una Casa con prestigio, etc. Semejantes ligaduras daban cohesión a
las clientelas y proporcionaban consistencia al Caciquismo. Sin olvidar que,
desde un punto de vista práctico, para muchos habitantes de La Palma, contarse en las
clientelas de un Señor era un medio más efectivo para asegurar la subsistencia
que afiliarse a las organizaciones sindicales. Como describía la prensa de la época,
los deudos del cacique eran personas «que obligadas por las necesidades de la
vida, u obedeciendo a la antigua rutina
que creen un deber, dicen ser de fulano
o de zutano»9. Este porcentaje extenso de la población campesina y
obrera, en su mayoría, analfabeta, concebía el mundo a través de una visión jerarquizada
de la sociedad que permanecía impermeable a los análisis que aportaban las
ideas surgidas de la
Revolución Francesa y que mantenía a los sectores populares
alejados de la participación política10. Un «velo de perniciosos prejuicios»
que, a criterio de los sindicalistas de los años treinta, «envolvió en las
tinieblas a nuestros antepasados»11. Por añadidura, el Caciquismo se asentaba
en un medio donde el analfabetismo estaba muy extendido. Este fenómeno
implicaba un distanciamiento de los trasfondos
políticos, sociales y económicos que favorecía al discurso del
patronazgo y a la cultura de la sumisión12. Por eso, los republicanos y los marxistas
consideraron que la elevación de los niveles educativos era el camino adecuado
para introducir entre los trabajadores las ideas derivadas de la Ilustración. Sobre esta capa de cultura,
enraizaría, posteriormente, el mensaje
difundido por la minoría progresista de la sociedad.
En tercer lugar, el poder
caciquil disponía, para afianzar el orden conservador, de varia- dos resortes
coactivos, encabezados por los que proporcionaba el estado. En efecto, el entra
mado represivo laboral, legal, institucional
y moral desalentaba el enfrentamiento. Por un lado, los patronos tenían
la sartén por el mango a la hora de prescindir de cualquier trabajador como
represalia a una determinada conducta laboral, personal o política13. Por otro
lado, la autoridad moral de la
Iglesia sobre una parte de los isleños impelía a resignarse
ante los avatares de la fortuna y a respetar el ordenamiento vigente14. Además, la disuasión ejercida por
la actividad de las fuerzas de la Guardia Civil y por la presencia del Batallón de
Infantería destacado en La Palma
era efectiva y hacía evidente el respaldo gubernamental15.
En cuarto lugar, el «espíritu de compromiso» estaba muy
extendido e inhibía los impul-os de rebeldía16. Los pueblos de la Isla con un mayor número de
habitantes rondaban los 7.000 habitantes, de modo que los lazos familiares y de vecindad eran estrechos. También las
empresas solían ser pequeñas y el contacto entre el patrono y los trabajadores
era cercano, incluso, en muchos casos, el propietario y sus empleados
trabajaban en el mismo taller o en la misma obra, codo con codo. De forma que,
se le contemplaba más como compañero de oficio que como miembro de un estrato
social antagónico. Simultáneamente, el sistema caciquil propiciaba la
construcción de una red de compromisos a través de la distribución de empleos,
de arrendamientos, de préstamos, de favores o de la vinculación a la trama de
la corrupción17.
Por último, como observaba el,
entonces, joven militante republicano José Miguel Pérez, la frustración
provocada por la imposibilidad de lograr el cambio soñado y el sufri- miento
causado por el arduo esfuerzo a que obligaba la supervivencia cotidiana
encontra- ban desahogo en la queja y refugio en el olvido que procuraba el
placer: «todo el mundo llora su dolor
quejándose, bebiendo, jugando…». En su
opinión, buena parte de la sociedad pal- mera, en especial la juventud, optaba
por «dulcificar el dolor de nuestras
vidas, el dolor de nuestra miseria viviente,
por el bajo optimismo de los
placeres, vaporoso ideal de una felicidad sin realidad positiva en el campo de
la vida (…) Insensatos buscamos en los vicios el placer del olvido». A su
juicio, este extendido fenómeno social dejaba a la Isla «sin energías»18.
LA
EROSIÓN DEL EDIFICIO CACIQUIL.
Sin embargo, en La Palma, entre 1895 y 1936, se
sucedieron tres intervalos en los que un momento de depresión económica grave
coincidió con el cierre prolongado o con un encogimiento del canal emigratorio,
conjunción que daba lugar a que el desempleo se acumulara en la Isla. Estos momentos
fueron los años de la Guerra
de Cuba, de la Primera
Guerra Mundial y de la Depresión de los años veinte y treinta. En estos
periodos, el sistema caciquil era puesto en evidencia, al no poder atender las
necesidades de los habitantes de La Palma. El malestar se acrecentaba, entonces, en
el reducido espacio insular y los sectores más agobiados por las penurias
económicas incrementaban su receptividad
a los discursos alternativos que se alentaban desde el conjunto progresista de
la sociedad: republicanismo, socialismo y, durante la II República, el
comunismo.
La oposición al caciquismo pugnaba, entonces, por desplazar
el discurso de la sumisión propio del caciquismo por los conceptos derivados de
la Ilustración:
libertad, igualdad, solidaridad… Es decir, que cuando las necesidades
materiales de los habitantes no eran resueltas por el sistema político al que
se vinculaba la estructura económica, los discursos alternativos eran capaces
de presionar al tradicional y erosionar lentamente la estructura política y
social.
4.1. LA GUERRA DE CUBA (1895-1905)
En el primero de los periodos,
entre 1895 y 1905, la guerra de independencia cubana provocó el cierre
emigratorio. La situación de La
Palma, tal y como la describía la prensa capitalina, en el
año 1897, se tornó depresiva.
“Continúa la aflictiva situación
de esta Isla a consecuencia de la prolongada
y terrible sequía… (La sequía) ha concluido con todas la cosechas,
pudiendo decirse con seguridad, que se han perdido totalmente… Y si a esto se
añade el alza que han sufrido los artículo de primera necesidad, la
paralización completa del trabajo, la desgraciada situación de Cuba de donde ya
no pueden mandar nuestros paisanos las economías de su honrado trabajo,
principal recurso que antes teníamos para sobrellevar las enormes cargas que
pesan sobre nuestros pueblos, y atender a las principales necesidades de la
vida; adonde tampoco pueden emigrar los palmeros a buscar el jornal que no
encuentran en su país...”19
Ante esta circunstancias, en
1900, la prensa progresista proponía a los obreros la sindicación como
alternativa a la marcha al Caribe: «vosotros obreros que sucumbís luchando por la existencia lejos del pueblo
natal, no abandonéis ese pueblo, agrupaos en él como la necesidad os agrupó a bordo del trasatlántico agrupaos los unos a los otros»20. A continuación, alentada por los medios
republicanos surgió la
Asociación Gremial de Obreros de La Palma (1902), salió a la
calle el periódico La Voz
del Obrero (1902), se celebró la primera manifestación del 1 de mayo en la Isla (1902) y se organizó la Unión Republicana
(1903), liderada, desde entonces y hasta 1936, por el abogado Alonso Pérez
Díaz. Como escribía el periódico republicano El Fiscal: «la semilla de la
agremiación obrera ya está echada; falta ahora que germine y que la nueva planta
se desarrolle al calor de los nuevos ideales … a fin de que bajo sus
copiosas y fuertes ramas, vengan en su día todos los artesanos y obreros
palmeros, rotas ya sus cadenas, a cantar el himno grandioso de la libertad y del
trabajo»21.
Esta ebullición afianzó al
conjunto progresista de la sociedad palmera. Sin embargo, la reapertura de la
salida a Cuba, al calor de la recuperación de su economía, y la activación de
las defensas conservadoras permitió al
sistema caciquil mantener su armazón22. En efecto, a partir de 1900, la prensa
republicana dejó constancia de la recuperación de la válvula migratoria: «a nadie se le esconde la corriente de
emigración que con destino a la
Gran Antilla existe
entre nuestros compatriotas, al extremo que la Isla de La Palma es la Isla del Archipiélago que
mejores sobordos está dando a la Compañía Trasatlántica»23.
Por otro lado, pronto, el colectivo progresista de la sociedad palmera comprobó
que los patronos conservadores procuraban obstruir los intentos movilizadores
del incipiente sindicalismo palmero: «el caciquismo aquí amenaza con todo: al jornalero con despedirle del
trabajo, al artesano con retirarle la clientela y hasta el crédito, al
dependiente con mandarle a paseo, al empleado con la cesantía»24. En los años
siguientes, el Partido Conservador no dudó en valerse de todos los resortes que
le proporcionaba su relación con el gobierno central para anular, por dos
veces, unas elecciones municipales que había perdido en la Capital de la Isla, ante la candidatura unida de liberales y republicanos. En 1908,
el Partido Conservador, resuelto a afianzar su poder, debilitó al
conjunto progresista de la sociedad palmera, mediante un acuerdo con un amplio
sector del Partido Liberal, a quien ofreció participar en el gobierno insular a
cambio de integrarse en el Caciquismo dominante25. El llamado “Pacto”, entre
Conservadores y Liberales históricos, prolongó el orden caciquil, durante los
años siguientes.
LA
PRIMERA GUERRA
MUNDIAL Y SU POSGUERRA (1914-1923).
Las repercusiones de la Primera Guerra
Mundial y una dura Posguerra envolvieron a La
Palma en un nuevo tiempo de penurias26. El Diario de La Palma describía así la
situación:
“paralizado el comercio,
perjudicada la agricultura, sin trabajo las muchísimas familias que atendían a
sus necesidades con la industria del bordado; paralizadas también las obras del
puerto, aquí se presenta, con carácter muy agudo, por cierto, el problema de
las subsistencias, tanto más, cuanto que
la plaza se halla desprovista de mercancías y los pedidos no se atienden y los
precios se elevan rápidamente.”27
En estos años, la emigración ya
no pudo sostener a la economía insular. Primero, por- que la crisis era de
tales proporciones que, a pesar de la intensidad del éxodo protagonizado por
los palmeros, no era bastante para dar salida al exceso de mano de obra
acumulada28. Segundo, porque, además, la emigración se vio interrumpida o
reducida en varios lapsos de tiempo durante 1914-1915 y entre 1918-1921, a
causa de la crisis inicial de la economía cubana, de la guerra submarina en el
Atlántico, de las restricciones impuestas a los puertos canarios con motivo de
la epidemia de gripe española que alcanzó el Archipiélago y de la nueva crisis
que el hundimiento de los precios del azúcar y el tabaco provocó en la economía
de Cuba29.
La oposición republicana
galvanizó el descontento social generado. En 1914, se fundaron la Juventud Republicana
y su órgano de prensa, Oriente. Precisamente, Oriente, refería que, «en
apenas dos años escasos de constituida la Juventud Republicana, es, hoy por hoy, quizás la asociación más
entusiasta y numerosa de la localidad». El periódico explicaba que el discurso
alternativo de los republicanos encontraba una audiencia mayor debido «al
prestigio de las ideas democráticas, a
favor de cuya causa hemos visto correr a agruparse a una masa de indiferentes,
de desalentados, de esclavos a un tiempo de la miseria y del poderío absorbente
y pernicioso del caciquismo». Por el contrario, el Caciquismo tradicional,
desacreditado por no atender las demandas de buena parte de la población,
sufría un deterioro considerable: «esas falanges constituidas por paniaguados y cínicos de la peor jaez,
hechuras de caciques, se hunde abrumados
por el desprestigio». El periódico
republicano insistía en que la población,:
“mejor que nosotros, habrá podido
apreciar la diferencia de criterio y de conducta, la alteza de miras en que se
inspiran nuestros actos y la ventaja que al estar a nuestro lado les asegura,
comparativamente con la ruin tutela de
los sayones, de los que medran montados sobre las espaldas del pueblo…no es
dudosa la elección repetimos entre esos envilecidos y perniciosos partidos
dinásticos, sanguijuelas del pueblo, y nosotros”30.
Alentados por los republicanos,
miles de ciudadanos manifestaron su protesta, en varias ocasiones,
recorriendo las vías más importantes de la Capital y de otras
localidades de La Palma31.
Tras la conclusión de la
Contienda, la
desafección al orden conservador se prolongó con el surgimiento de varios gremios
obreros (tabaqueros, panaderos, dependientes, jornaleros agrícolas…) que
protagonizaron algunos conflictos laborales hasta la instauración de la Dictadura del General
Miguel Primo de Rivera32. El periódico Rebeldía exponía las razones que
incentivaban el asociacionismo obrero en aquella coyuntura: «¿por qué ha de ser
una utopía esta organización en La Palma?», - preguntaba-
cuando era «necesaria» por ser un país «sumamente pobre» y sus habitantes no
poseían «ni medios para emigrar»33.
A pesar de esta creciente
movilización, los republicanos reiteraban sus quejas de que una parte
considerable de los palmeros dañados por la crisis permanecía sumida en la
pasividad: «veinte generaciones de agiotajes, dolos, falsías y contubernios nos
han dejado el alma enteca y contrahecha, recibiendo en herencia de nuestros
mayores toda la cobardía de esclavos sin
ideales, ni protestas y toda la indignidad de adulones incorregibles y sin
pudor»34. Nuevamente, la marcha a Cuba se abría como la vía preferida para
escapar a la miseria, a pesar de que, durante estos años, se interrumpió varias
veces el flujo humano hacia el Caribe y resultó complicado recibir las remesas
de los emigrantes. «Cada año que pasa -recogía la prensa insular- es mayor el
contingente de emigrantes canarios que marchan a la Gran Antilla en busca
de trabajo. No es exagerado afirmar que
en diversas crisis económicas por que ha atravesado este país, con dinero
cubano ha podio resolverse la situación»35. Así, entre 1911 y 1920, los saldos
migratorios tuvieron un balance negativo superior a las 4.300 personas36. Por
otro lado, el Caciquismo Conservador mantenía su consistencia en La Palma. Así, uno de los
colaboradores del periódico Oriente se refería a los trabajadores «mansos, los
humildes, los que someten su
voluntad, los que hacen sus peticiones
de rodillas y con el sombrero en la mano; en suma, los que no tienen ideas
propias y se dejan embaucar y explotar
por ciertos apóstoles». En su opinión, la mayoría de los campesinos y obreros
de su pueblo estaban tan «castrados de voluntad
y acción, que jamás se permiten
tener otras ideas que las que sus amos o el cura les señalen»37.
4.3. DE LA CRISIS CUBANA A LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
(1925-1936)38.
Desde principios del siglo XX, en Santa Cruz de La Palma existía un
empresariado de arraigadas convicciones republicanas que mantenía una
importante bolsa de trabajado- res y que financiaba entidades políticas y
culturales difusoras de sus valores progresistas.
Posteriormente, a partir de la I Guerra Mundial, se
crearon sindicatos obreros que se mantuvieron atentos a la evolución ideológica
internacional y sensibles a los avatares económicos que condicionaban la vida
de los trabajadores. A estas brechas en el edificio caci- quil, se añadió, en
los años veinte, la aparición de un contingente considerable de las nue- vas
generaciones que, paulatinamente, se desgaja de la órbita caciquil, al no
depender de su patrocinio para obtener medios materiales de vida. En efecto,
los caciques conserva- dores arrendaron sus propiedades más importantes a
empresas exportadoras y, por tanto, ya no cedían tierras con las que subsistir;
tampoco ejercían como distribuidores de empleos, función que habían sido
delegada a compañías extranjeras como Fyffes Limited; ni podían distribuir
favores al ver menguada esa facultad por la pérdida de algunos organismos
insulares de gobierno, tras la arribada de la Dictadura del general
Primo de Rivera con un mensaje anticaciquil bajo el brazo. El pensamiento de
muchos de estos jóvenes, se construyó, entonces, en escuelas particulares y
públicas, donde maestros progresistas vertían una serie de conceptos que ponían
en tela de juicio las concepciones
procedentes de la cultura derivada del Caciquismo.
Entre 1925 y 1936, el horizonte
cubano volvió a cerrarse, debido a que la crisis provocada por el hundimiento
de los principales factores productivos de la isla caribeña (azúcar y tabaco)
fue acentuada por la ulterior arribada de la depresión mundial de los años
treinta. Los palmeros percibieron, entonces más que nunca, que debían lograr la
supervivencia económica en su tierra natal. La conciencia de esta necesidad fue
la causa principal del surgimiento de una tercera fuerza política y social en La Palma: el Movimiento
Obrero39. Así, en 1930, los jóvenes marxistas integrantes del Grupo Espartaco
crearon la Federación
de Trabajadores de La Palma
y su órgano de prensa sobre la base de los gremios obreros provenientes de la I Guerra Mundial que
habían perdurado bajo el gobierno del general Primo de Rivera.
La percepción de que era
apremiante relanzar la economía en el territorio insular constituyó, también,
la base del Consenso favorable a la llegada de un régimen republicano que se
articuló entre Liberales, Republicanos y Sindicalistas marxistas, en los momentos
finales de la Dictadura
militar. Los sectores provenientes del conjunto progresista de la sociedad
palmera estimaron que el nuevo régimen traería el reconocimiento de las
libertades y los derechos ciudadanos, estabilidad al País y, algo fundamental, el patrocinio de un gran plan de obras
públicas - carreteras, túnel de La
Cumbre, desarrollo del puerto capitalino - que combatiría el
desempleo en la Isla. De
este modo, las esperanzas depositadas en una democracia reformista soldaron al
colectivo progresista de la sociedad palmera en un Consenso capaz de recibir al
régimen republicano en abril de 1931 y de garantizar su asentamiento posterior
en el medio insular.
Sin embargo, a lo largo del
periodo republicano, el plan de obras públicas diseñado para La Palma no fue suficiente para
sostener la economía insular, de modo que el desempleo creció hasta superar los
5.500 parados. El deterioro de la situación económica invalidaba el expediente
que las clases altas conservadoras desplegaron para mantener el control social
durante décadas y, a la vez, frustraba las ilusiones confiadas a la República40.
La crisis económica y la pérdida
del respaldo gubernativo agrandaban las grietas del embalse caciquil
conservador que se vaciaba, sobre todo, porque las nuevas generaciones
continua- ban escapándose a la influencia de sus concepciones. Los jóvenes
nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX pasaron a depender, durante
la II República,
de unos sindicatos que proporcionaban trabajos por turno entre sus afiliados.
De este modo, el pensamiento de las gene- raciones recién llegadas a la
palestra pública se formó, también, en
el seno de los gremios obreros, donde se impartían clases para adultos, se
organizaban reuniones para comentar libros marxistas y se combatía la
influencia de la Iglesia y al Caciquismo
desde las páginas de su órga- no de prensa: Espartaco. Uno de los dirigentes
sindicales palmeros de aquellos años apreciaba el contraste entre las
generaciones anteriores, marcadas por el discurso del caciquismo, y la juventud
que se abría a la revolución. A su juicio, los jóvenes palmeros se habían
«asomado ya a los umbrales de un mundo nuevo y eran un tanto conscientes de sus deberes y derechos».
Estaban, por tanto, libres «de los
perniciosos prejuicios y del ambiente putrefacto y malsano que envolvió en las
tinieblas a nuestros antepasados, que soportaron ciegamente cubiertos con el
velo de un servilismo espeluznante, el ignominioso, horripilante y lascivo
caciquismo sotomayorista». Eran estos jóvenes, quienes tenían que rescatar a
sus mayores, a «sus progenitores», del
discurso caciquil que les atenazaba, explicándoles el significado «del régimen
burgués capitalista», de la «explotación del hombre por el hombre, del
favoritismo de la burguesía, de lo que significó su pasado servil e ignominioso»,
en fin, de «todas las injusticias y arbitrariedades de las que hemos sido víctimas»41.
La situación empeoró para la
antigua oligarquía de la
Restauración, ahora integrada en la Derecha insular, cuando la
compañía exportadora inglesa Fyffes Limited permitió que expirasen los
contratos de arriendos que había firmado hacía quince años. Las tierras cedidas
volvieron a ser explotadas directamente por los mayores propietarios, dejan- do
a los terratenientes conservadores en una situación comprometida, porque quedó
en evidencia su incapacidad para abastecer de empleos y arriendos a una Isla en
crisis, cuyas salidas emigratorias estaban cegadas. Muchos jornaleros y
campesinos quedaron fuera de las posibilidades
de atención que les permitían sus medios económicos, de modo que, a las
redes clientelares les fueron apareciendo descosidos cada vez más grandes,
sobre todo, en las zonas de mayor densidad obrera. El semanario obrero
Espartaco dejaba constancia de este proceso:
“Todos aquellos incautos, a
quienes el cacique o sus satélites les habían prometido, mediante el voto,
empleos, viviendas, trabajo, etc., etc., hoy, cumplidos ya los arriendos a
Fyffes Limited y vueltos los terrenos a su poder, los hambrientos forman cola frente
a la puerta de espera del referido cacique, y establece un riguroso turno para
ir, sombrero en mano, servilismo en los gestos y ademanes de reverencia, a
recabar del señor el ofrecimiento prometido. Pero como son centenares los
solicitantes y muy pocas las ocupaciones,
ese equipo de descontentos, víctima de la eterna engañifa, sale a la
calle poniendo el grito en el cielo y llenando el ambiente de murmuraciones sin
cuenta.”42
A continuación, el descollante
sindicato Oficios Varios de Tazacorte, hegemonizado por la tendencia comunista,
brindaba a las clientelas de obreros y de campesinos una nueva salida al
caciquismo incumplidor:
“Los jóvenes y aquellos que sin
serlos sientan anhelos de redención y de justicia, tienen aquí una maravillosa
oportunidad que aprovechar. Con nuestro esfuerzo y la enseñanza que terminan de
recibir esos compañeros de trabajo, no
será muy difícil atraerlos hacia nosotros.”43 que nosotros éramos trabajadores,
de que debíamos unirnos y de que el
sindicato lucharía por defender los
derechos de los trabajadores. El 85% de los trabajadores de Tazacorte en esos
años eran analfabetos y nunca habíamos pensado en estas cosas, pero
entendimos que las ideas que ellos nos
presentaban encajaban con lo que ocurría en nuestra realidad. En unas charlas
que daban y que se denominaron “lecturas comentadas”, ellos nos explicaban sus
ideas y nos insistían fervientemente en que nos instruyéramos, en que
aprendiéramos a leer y a escribir, y en que, después, nos suscribiéramos a
periódicos y a revistas, compráramos libros, etc. Y así fue, empujados por los
consejos de los comunistas de la Agrupación Obrera y Campesina, como los
trabajadores de Tazacorte consumimos
mucha lectura en las librerías del pueblo. Fue una auténtica explosión durante
aquellos años» (ACOSTA ACOSTA, V.: El
correr de mis días, inédito, Tazacorte, 1999, p. 31).
El entramado caciquil cedía ante
la presión del marxismo. Pero, a la vez, las organizaciones obreras se
desligaron del consenso republicano para poner sus miras en una Revolución que
siguiese el modelo soviético.
«Convencerse,d ecía Espartaco de que el régimen capitalista, ni ninguno
de sus gobiernos, más o menos demócratas,
son capaces de liberarles del yugo del paro forzoso»44. La solución no
la iba a traer una Cuba, ya muy lejana, ni la abortada campaña de obras
públicas financiada por la
República, sería la abolición de la propiedad privada y el
reparto de riqueza, inherentes a una revolución obrera, quienes procurarían el
remedio para las privaciones del proletariado. El movimiento obrero se
desmarcaba de la II
República y se ofrecía, a través de su programa expropiador y
mediante su gestión laboral, para proporcionar a las clases populares los trabajos que antes otorgaba el gran
propietario o prometía la emigración.
Durante estos años, se produjeron
multitudinarias celebraciones del 1º de
mayo, in- tensos conflictos laborales como los protagonizados por los
jornaleros agrícolas, los tabaqueros, los obreros portuarios, o los trabajadores
de las obras públicas y un notable crecimiento de las organizaciones de
izquierda en los comicios generales y municipales.
En las vísperas electorales de
febrero de 1936, el consenso entre republicanos y mar- xistas volvió a
recomponerse en torno al programa reformista del Frente Popular. El triunfo de
las candidaturas de izquierda, a nivel
nacional, unido al importante aumento de los sufragios en la Isla - con victorias en la Capital, así como en los
municipios de Tazacorte, Barlovento y Garafía, dieron al Bloque Popular el control
de los órganos insulares de gobierno. Al estallar la Guerra Civil, el 18
de julio de 1936, la oposición al golpe de estado reafirmó el consenso entre
las fuerzas obreras y las republicanas.
Esta alianza contuvo la sublevación y permitió mantener a La Palma republicana hasta que
se produjo el desembarco de refuerzos militares partidarios de la insurrección,
una semana después.
5. CONCLUSIÓN.
Con el golpe de estado de julio
de 1936, entra en juego un factor externo que interrumpe el proceso de cambio:
los sectores perjudicados por las reformas del régimen republicano reaccionan
y, tras sublevarse contra el Gobierno y apoderarse del Estado, eri- gen una
Dictadura Militar. Hasta ese momento, el Estado había sostenido el Caciquismo
Conservador durante la Restauración
y, por el contrario, había potenciado el cambio durante los gobiernos
progresistas de la II
República, al apoyar al Partido Republicano y a los
sindicatos obreros. Ahora, con el triunfo del Movimiento Nacional, el Estado
vuelve a garantizar el dominio del conjunto conservador de la sociedad,
mediante el ejercicio de una violencia que destroza la corriente progresista
insular. La represión, la movilización de las quintas de 1928 a 1942 y la
emigración clandestina durante la
Posguerra servirán para mantener el orden social querido por
el Conjunto Conservador y vedará el cambio pretendido por el Colectivo
Progresista desmantelado.
(Salvador González Vázquez)
FUENTES Archivos.
— Dirección Insular de la Administración General
del Estado. Santa Cruz de La
Palma.
— Sociedad La
Cosmológica de Santa Cruz de La Palma.
— Archivo Capitanía General de Santa Cruz de Tenerife.
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Arte de la Ciudad
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Patronato del V Centenario, La
Palma, 1993.
1 Son bastante esclarecedores los
artículos insertados en la prensa republicana, por ejemplo: Hagamos historia I,
Germinal, La Palma,
9 de enero de 1909; El túnel, Oye Pueblo y Los Consumos, Tazacorte, La Palma, 16 de diciembre de
1911, 18 de noviembre de 1911 y 26 de agosto de 1911, respectivamente. También,
alude a la política caciquil de la Restauración, desde la óptica conservadora, Luis
Cobiella Zaera en su Informe sobre los sucesos ocurridos en La Palma, con ocasión del glorioso movimiento
nacional, 1936, Causa 76/36, Leg. 158, ACG. El fenómeno caciquil en La Palma es tratado por autores
como Francisco Lorenzo Rodríguez (La propiedad de la tierra en el Valle de
Aridane. Evolución y transformaciones: 1850-1930, Memoria de Licenciatura, Facultad
de Geografía e Historia de la
Universidad de La
Laguna, 1985, pp. 409 y 410.), Manuel de Paz. (Wangüemert y
Cuba (I), Centro de la
Cultura Popular Canaria, Tenerife, 1991, pp. 47-99) y Cirilo
Velázquez Ramos (El anticaciquismo de los republicanos palmeros: el caso de
Alonso Pérez Díaz. ¿Ideología o electoralismo? (1905-1936), I Encuentro de
Geografía, Historia y Arte de la
Ciudad de Santa Cruz de La Palma, Patronato del V Centenario, La Palma, 1993, p. 442 y Alonso
Pérez Díaz: un liberal para la Segunda República, 1876-1941, Ayuntamiento de
Mazo, Canarias, 1993, p. 87).
2 El examen de una economía
insular basada en la agricultura, así como de su entorno social y demográfico,
cuenta con las investigaciones de Francisco Lorenzo Rodríguez (1985, Op. cit.,
pp. 409 y 410.), de Wladimiro Rodríguez Brito (La agricultura en la Isla de La Palma, Instituto de estudios
canarios, Tenerife, 1982 y La agricultura de exportación en Canarias
(1940-1980), Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca, Gobierno de Canarias, Tenerife, 1986) y de José León
García Rodríguez (La población del Valle de Aridane en La Palma, Secretariado de
Publicaciones de la
Universidad de La
Laguna, Tenerife, 1983 y Emigración y Agricultura en La Palma, Cabildo Insular de La Palma, La Palma, 1992). A estas obras
debemos agregar los informes anuales que el cónsul inglés en La Palma remitía a sus
superiores, reunidos en dos tomos por Francisco Quintana Navarro (Informes consulares británicos sobre Canarias,
1856-1914, Vol. II, Centro de
Investigación Económico y Social de