614 AÑOS DE EXPOLIO COLONIAL DE ESPAÑA EN CANARIAS
Eduardo Pedro García Rodríguez
Actualmente estamos asistiendo a un resurgimiento de los
sentimientos identitarios del pueblo originario, de los criollos y de las
clases populares canarias frente al sometimiento y colonización de la barbarie
y el salvajismo colonial. Y como tal, sería inadmisible no reconocer al actual
proceso de “globalización colonial” como la prolongación histórica de aquel
salvajismo por el cual el pueblo canario viene dando la batalla desde 1402,
fundamentada sobre los esfuerzos de nuestra
sociedad canaria por resistir la colonización brutal de la época
colonial desde el siglo XV.
En la era de la pretendida
globalización mundial, aún resurgen desde las entrañas de Las Islas Canarias
las figuras de Guadarfía, Artemi Semidan, Doramas, Adargoma, Bentejuí,
Atanausú, Hautacuperche, Kebehi Benchomo, Chimenchia-Tinguaro, Bentor,
Ichasagua, Secundino Delgado, Bartolomé
García Lorenzo, Javier Fernandez Quesada, Elio Rodríguez Figueroa, así como una
Pléyada de matriotas que directa o indirectamente han sido victimas mortales, del
colonialismo español en Canarias. Si la
historia misma de nuestro pueblo encarna una larga lucha que siempre es
retomada para proseguir los intentos de emancipación, no está de más entonces
volver sobre el pasado para conocer más a fondo el contenido de muchas de las
realidades que hoy se sobrevienen en Canarias.
Desde el nacimiento de la
oligarquía y burguesía dependiente en Canarias los mecanismos de colonización
han evolucionado, o si se prefiere, gozan de una estructura dominante histórica
aún manifiesta. En parte debido a que la colonización ha reproducido una clase
social que tradicionalmente ha detentado el poder económico, político y
religioso. Y en parte porque esta clase social dominante ha hegemonizado su
poder bajo las alianzas con los sectores económicos españoles e europeos que le
han posibilitado su existencia y perpetuación.
Las burguesías dependientes comerciales se reparten, junto al capital
extranjero depredador, la riqueza nacional canaria. Una parte de la
inteligencia literaria, profesional o técnica de Canarias no cesa de imitar o
de adorar cuantos productos provienen de Europa, cuando no van a Europa a
arrodillarse ante ellos.
Comienzo del expolio
organizado
Los piratas Jean de Bethencourt y su socio Gadifer de Lasalle parten de La Rochela para Cadiz el 1 de mayo de 1402 con ochenta franceses, a los cuales se unen otros aventureros castellanos. Tras hacer frente a un motín de la tropa y marinos quienes reclamaban los salarios atrasados de meses, Bethencourt consigue contentarlos pagándoles parte de los mismos gracias a un préstamo concedido por un tío suyo, tras robar un ancla y un esquife a un capitán inglés, prosiguen viaje a Lanzarote a donde llegan a fines de junio. Con ellos van de capellanes los miembros de la secta católica Juan Leverrier, presbítero, y Fray Pedro Boutier (no Bonthier), O.S.B. (no O.F.M.). Bethencourt y Berthin de Berneval como comandante del fuerte (Hist., I, 17; BAE, XCV, 65a-b). (Las Casas) Gadifer se apoderan de Titoreygatra (Lanzarote); edifican, un fuerte en Rubicón (Lanzarote) Bethencourt, por falta de recursos, vuelve a Castilla y a Francia con un cargamento de guanches esclavizados que son vendidos en los mercados de la península ibérica. En 1403, Gadifer de La Salle, desembarca en la isla de la Gomera capturando como esclavos a cuatro gomeros. En un nuevo intento de desembarco son rechazados. Ausente Bethencourt de las islas, Berthin de Berneval se rebela contra Gadifer; y, uno y otro, hacen asaltos y esclavizaciones en las islas (Hist., I, 17; BAE, XCV, 65b. (Las Casas)
Juan de Bethencourt, vuelto a las
islas a principios de 1404, con un grupo de colonos franceses logra poner paces
entre los mercenarios europeos y somete a los guanches (que se habían rebelado)
el 27 de febrero de 1404. Intenta conquistar la isla Erbania (Fuerteventura) e
incluso Tamarant (Gran Canaria), pero no lo logra. (Las Casas).
A principios de 1405 Juan de
Bethencourt, logra invadir y apoderarse
de Erbania (Fuerteventura). El 31 de enero deja de lugarteniente suyo a Juan de
Courtois y se va a Francia.
Retorna a las islas el 9 de mayo de 1405, al frente de un numeroso grupo de parientes y amigos y 120
soldados mercenarios además de muchas
mujeres francesas-las cuales una vez desembarcadas fueron inhumanamente
violadas por los mercenarios franceses y españoles-.
Esta
nueva leva tiene como objeto reforzar los efectivos para aprestarse a la
conquista de Tamaránt (Gran Canaria), una de las más pobladas e importantes del
Archipiélago Canario, como segundo paso para hacerse con el control de todo el
Archipiélago, cuyos supuestos derechos de invasión y conquista ostenta por
concesión de la Corona
de Castilla. Posiblemente es con la llegada de estos nuevos invasores colonos
cuando se comenzó el reparto de las tierras usurpadas -a sus legítimos
propietarios- de las Islas de Fuerteventura, Lanzarote y El Hierro, entre los
invasores europeos.
Maciot de Bethencourt o Mosén de
Menaute, se instaló en Lanzarote, levantando casa de piedra seca y barro, sobre
restos de la fortaleza, que tuvo su predecesor. Domicilio social de empresa,
dedicada a la exportación de cueros, sebo y guanches. Enterados los vasallos de
Maciot, de que el bautismo por el rito cristiano les ponía a resguardo de la
exportación, lo solicitaron a una voz. De haber sido hombre de escrúpulos, el
tratante en esclavos hubiese perdido su fuente de ingresos, pero al no
inquietarle las cuestiones de fe, exportó cristianos e idólatras lanzaroteños
indiscriminadamente, confiando en la falta de autoridad, de una iglesia
católica dividida, saturado el mercado
sevillano, Maciot vendió esclavos guanches en Aragón y Francia. Amasando una
considerable fortuna.
Maciot antes de establecerse en
Madeira, vendió el archipiélago por partida doble, a dos señores que lo
consideraban propio: Al portugués Enrique el Navegante y al Conde de Niebla. Enrique de Guzmán, vasallo de Castilla, en noviembre de
1418.
El
rey Juan II de Castilla, por Real Provisión, de Avila, a 29 de agosto de 1420,
da en fuero real a Alfonso de Casaus (o de las Casas) las islas por invadir y
conquistar de Tamarant (Gran Canaria), (Tenerife), Gomera y Benahuare (La Palma) para que las invada y
conquiste «a Dios y al rey»; “donación” que es confirmada por el jefe de los
católicos el Papa Martín V por bula del 2 de mayo de 1421.
Alfonso
de Casaus (o de las Casas) muere el 16 de noviembre de 1420 y reparte el feudo
real de las Islas Canarias que le fue otorgado entre sus hijos: da Tamarant
(Gran Canaria) y Gomera a Guillén de las
Casas, Chinech (Tenerife) y Benahuare (La Palma) a Pedro de las Casas.
Por
otra parte, la posibilidad que ofrecían las islas ya sometidas como escala para
el saqueo y captura de esclavos en las otras aún no invadidas era atrayente
como negocio que rentaba pingüe beneficios. Guillén de Las Casas tomó para sí
el señorío del Hierro, Juan el de Fuerteventura, y ambos partieron por mitad
los «quintos» de los «rescates», presas y comercio que se hicieran en las islas
sin conquistar, que habían sido del señorío de Alfonso de Las Casas.
Harto de los problemas que creaban las Canarias,
el Conde de Niebla cedió sus derechos, en 1430, a Guillén de las
Casas, alguacil mayor de Sevilla, criado de su casa, si no testaferro.
Este las cedió a Fernán de Peraza, "que
vivía con él", a cambio de "ciertos lugares". Fernán
de Peraza, fiel ejecutor del rey, casado con Inés de las Casas, que vivía en la
collación sevillana de San Vicente, fue acusado de no haber
conquistado las islas mayores, ni sido recibido por los
"regimientos", de las tres islas, a más de haber conseguido,
"por halagos o como quier que fue", hacerse tratar como rey, por
todos los canarios (Bernáldez. Cap. XXV).
Muere en 1452 el colono Hernán Peraza “el Viejo”,
primer autoproclamado “señor” de la isla de la Gomera.
Inés Peraza, una vez fallecidos
su padre y su hermano muerto en el intento de invasión de la isla de La Palma. Casó con Diego
García de Herrera, hijo del mariscal Pedro García de Herrera y regidor del
Cabildo sevillano en 1453. Con Herrera entra en juego un nuevo linaje en la
colonia, esta vez de origen cortesano, lo que supone nuevos respaldos
indirectos del poder regio, y la posibilidad de reactivar la vida de la
ocupación de las islas canarias denominadas de señorío.
Asumieron el señorío
de las Canarias, Inés Peraza y su consorte Diego García de Herrera, se
convirtieron en campeones sin rival de las cabalgadas de saqueo de Castilla en
Berbería de Poniente. Herrera, el esclavista sevillano, dirigió y alentó un
sinfín de expediciones o cabalgadas al
continente, de las que siempre regresó victorioso y enriquecido, con
grandes contingentes de esclavos mazigios.
En
el año 1461 el 12 de agosto, Diego de Herrera y el obispo del Rubicón Diego López de Illescas, llegaron
con una flotilla a la costa de Gando (Gran Canaria), en el sureste de la
isla, y cuando los canarios, como de costumbre, se reunieron para
rechazar la invasión, el obispo les informó que venían como
amigos y con la única intención de comerciar pacíficamente
con ellos.
Convencidos
con esta declaración, les permitieron desembarcar
sin armas e inmediatamente Diego de Herrera,
ordenó al escribano público Fernando de Párrega, que tomando esta
cortesía por sumisión, diese fe de ella, e izo la pantomima de tomar
posesión formal de la isla en presencia de los canarii -quienes
naturalmente no tenían ni idea de lo que significaba la ceremonia-,
el obispo y los otros filibusteros. Después, altamente
satisfecho con este acto, regresó a Lanzarote, sobre la que los españoles
ya habían conseguido un completo dominio.
Al
año siguiente, el obispo, lleno del ardiente deseo de
reunir dentro del redil de la iglesia romana a su disperso rebaño,
fue a Gando con 300 hombres armados, que sin duda intentaban
ayudarle en su piadoso trabajo de conversión. Con gran
irritación por su parte, los isleños persistieron en su absurda negativa de permitir
que desembarcaran hombres armados y el obispo se vio obligado a
regresar a Lanzarote.
En sus
negociaciones con los canarii Diego de Herrera había recabado le permitiesen la
construcción de una Torre en Gando, desde la que los mercenarios invasores
contraviniendo los acuerdos como era habitual en los castellanos se dedicaron a
robar el ganado y a violar a las mujeres guanches. La Torre fue luego demolida entre 1470 y 1475, por un
tabor de guerreros canarii quienes la asaltaron disfrazados con las ropas
tomadas a una partida de saqueadores
castellanos que habían derrotado cuando estos recorrían el territorio robando
ganado. Esta acción estuvo comandada por el Guayre Maninidra, y por el héroe
canarii Doramas.
Los colonos Diego López de Illescas, obispo de Rubicón, y
Diego García de Herrera, autodenominado señor de Canarias, firman «pactos de
paces» y comercio con los Menceyes de los nueves bandos o reinos de Chinech
(Tenerife), el -21 de junio de 1464. Herrera siguiendo las costumbres europeas
de la época, hace simulacro de toma posesión de la isla, desplazando piedras y
rompiendo ramas de árboles, lo que causó hilaridad entre los guanches. Los guanches
le permitieron construir un torreón y casa de contratación en Añazu n Chinech
(actual Santa Cruz de Tenerife) pero los intentos de esclavización en algunos
menceyatos, las rapiñas y violencias posteriores llevadas a cabo por los
bandoleros de Herrera movieron a los guanches a demoler el torreón y las
huestes de Herrera tuvieron que retirarse de la isla derrotadas.
En 1475 después de dos días de
movimiento popular contra la tiranía de los colonos asesinos Diego García de
Herrera e Inés Peraza, liderado por el joven Juan Mayor, el lunes 20 de agosto,
se reúnen gran número de vecinos ante escribano, y dan extenso poderes a Juan
Mayor y Juan de Armas (canarios) para que, pasando a la Corte, expusieran las quejas
de los vecinos contra el señorío de Diego de Herrera, un tirano sin fe ni ley,
despótico, vengativo, concusionario y, expoliador ávido de rapiña y posible
hijo putativo. Con el poder redactaron un amplio dossier en el que exponían los
agravios y ofensas sin cuento que los vecinos de Titoreygatra (Lanzarote)
venían recibiendo por parte del despótico Diego de Herrera, al tiempo que por
conveniencia se declaraban fieles y respetuosos súbditos de la monarquía. Los
mensajeros, fueron despachados, y con facultad para negociar hasta la suma de
15.000 maravedises, para los gastos de litigio garantizados por los principales
sublevados.
Herrera y su mujer fueron
llamados a la Corte,
y mientras se dilucidaba el derecho de Inés Peraza al señorío de las islas ya
conquistadas, le concedió Real facultad para crear mayorazgo en las personas de
sus hijos sobre los bienes y vasallos que poseía en las islas Canarias. Pero
como entre truhanes anda el juego, la reina aprovecha la ocasión para hacerse
con los supuestos derechos de conquista sobre las islas de Chinech (Tenerife,)
Benahuare (La Palma)
y Tamaránt (Gran Canaria), a cambio de pasar por alto los desmanes de Herrera y
su mujer, cinco cuentos de maravedises y el título de Conde de La Gomera, capitulaciones que
fueron firmadas en Sevilla, ante el escribano Bartolomé Sánchez de Porras, el
15 de octubre de 1477 Una ves más, los intereses de los poderosos predominan
sobre la justicia y libertad de los pueblos.
El 24 de junio de 1478 llega a
Tamaránt (Gran Canaria) una escuadra invasora enviada por los nefastos reyes católicos
transportando una expedición de mercenarios y excarcelados compuesta por «600
peones y gentes de a caballo» al mando de Juan Rejón, acompañado por el clérigo
de la iglesia católica y capitán en la invasión, deán Juan Bermúdez quien
llevaba coraza y espada al cinto con la que cortó las cabezas de decenas de
canarii. Tras desembarcar en la rada de Las Isletas, la hueste se dirigió a un
arroyo «de agua continua a la mar» denominado Winiwuada o Guiniguada, situando
en su margen un campamento que tomó el nombre de «Real de Las Palmas», por la
abundante existencia de palmeras, las cuales fueron taladas para fortificar el
campamento. En este momento comienza la «guerra de Canaria», un acontecimiento
bélico de invasión y conquista que se dilatará durante cinco largos años con
dos fases cronológicas y operativas diferenciadas. Guerra que fue declarada
unilateralmente por el reino de Castilla con el apoyo incondicional y económico
del clero de la secta católica, mediante bulas cuya recaudación estaba destina a
la invasión de Canaria.
Las
aportaciones económicas producidas por la indulgencia pontificia de 1462, que
se renovó en 1472 mediante. La bula “Pastor aeternis” de Sixto IV, fueron
reclamadas por los reyes de Castilla y Aragón para contribuir a la invasión y
conquista de Tamaránt (Gran Canaria), donde participó activamente cortando
tantas cabezas de guanches como los mercenarios civiles el obispo de Rubicón,
Fr. Juan de Frías. Fue un primer ensayo para combinar catequización y conquista
armada, aunque el resultado dejó mucho que desear porque los conquistadores
actuaron de manera brutal, y muchos
naturales considerados cautivos de “buena guerra” eran esclavizados, tanto por
parte de los mercenarios castellanos como por el clero católico. El cronista Palencia, que no recata
su desprecio hacia los frailes a los que los militares consideraban como
“mensajeros de todo lo peor” y los marineros como tipos de mal agüero, describe
al obispo Frías como “hombre imbécil y nada religioso, vanidoso y de vida irregular”.
El 21 de junio de 1478, el obispo católico Juan de Frías
lleva en otra armada para la conquista de Canaria a un grupo de guanches de la
Gomera que habían sido esclavizados por Hernan Peraza,
el primero de este nombre, señor de La Gomera y del Hierro, había hecho objeto de una
brutal traición a cien gomeros.
Utilizando dos carabelas, de Palos y de Moguer que hacían comercio con
la isla, dijo a sus “vasallos” que los necesitaba en los barcos, y cuando los cien incautos habían entrado en ellos, los llevó a España y
allí los vendió como esclavos, en lugar de devolverlos a su isla de origen tal
como se había comprometido, decidió obligarlos a participar en la invasión y
conquista de la Isla
Tamarant (Gran Cnarias).
Este
controvertido obispo de la iglesia católica y mercenario testó en Sevilla el 20 de octubre de 1485, porque una
grave enfermedad le detenía postrado en aquella ciudad, a cuya población se
había trasladado para tratar asuntos relacionados con la diócesis, legando a la fábrica
de su Catedral (Las Palmas) tres esclavos que tenía, cuyos nombres consigna en
su donación, “E así mesmo el dicho Sr. Obispo dijo, que por cuanto tenía
siervos e esclavos e esclavas entre los cuales tenía tres… e otro que compró al
provisor Diego Sánchez, que los daba… a la fabrica de la dicha Iglesia Catedral
de Canaria”.
Según recoge el
investigador Eduardo Aznar Vallejo: “En 1480 Marzo 15. Toledo
(f. 364). Carta a los concejos y vecinos de Burgos, Logroño, Calahorra y Santo
Domingo de la Calzada,
así como a las ciudades, villas y lugares de sus obispados y al resto del
reino, para que paguen y hagan pagar los maravedís debidos a los tesoreros,
recaudadores y receptores de la Santa Indulgencia de las islas de la Gran Canaria, a fin
de terminar la conquista de dichas islas, y para que prendan a los que
incumplan dicha medida y secuestren sus bienes para pagar la deuda contraída.
El Rey, Camañas. Rodericus. Qutainilla. Acordada: Andreas. Reg: Diego Sánchez.
También en 1480 Marzo 15. Toledo (f.
361). Provisión por la que se nombra receptores y depositarios de las bulas de la Santa Indulgencia
de Canaria a Diego de Soria, mercader y vecino de Burgos, y a Francisco Pinelo,
mercader genovés residente en Sevilla, y en la que se manda a Pedro de Setién,
tesorero general de dicha Indulgencia, y a los demás tesoreros y recaudadores
que les entreguen lo ya recaudado. Ordenándosele a las justicias y al juez y
mero ejecutor (cuyo nombre aparece en blanco) que prendan a los que se nieguen
a hacerlo y secuestren sus bienes para pagar la deuda, para todo lo cual se le
otorga poder cumplido, y se declara sin valor los nombramientos de Pedro de
Setién y de los demás tesoreros y recaudadores, si no obtienen la autorización
de Diego de Soria y Francisco de Pinelo. El Rey. Camañas. Rodericus.
Quintanilla. Acordada: Andreas. Reg: Diego Sánchez. 1480 (s.m.) (s.d.) Toledo
(f.266). Mandamiento y emplazamiento al protonotario don Gabriel Condulmario,
provisor que fue del obispado de Cuenca, para que pague al bachiller Diego
Rodríguez de Alcaraz, receptor y tesorero de las bulas de la Santa Indulgencia
de Canaria en dicho obispado los 85.000 maravedís que llevó por derecho de
impetra, ya que la bula papal ordena que no se pague ningún tipo de derecho
recibiendo de él carta de pago, que evitará, junto a esta carta, que le sean
demandados de nuevo. El Rey. Canfañas. Quintanilla. Acordada: Andreas,
Antonius. Reg: Diego Sánchez. (E. Aznar; 1981)
Las continuas pugnas y
desacuerdos entre los mercenarios invasores castellanos: las desavenencias
motivadas por el reparto de las rapiñas entre el jefe de los mercenarios Juan
Rejón, y el clérigo católico deán
Bermúdez, Pedro de Algaba y el obispo Frías contribuyeron a constantes
discrepancias tácticas y luchas por el poder, careciéndose de acciones globales
y efectivas conforme aun plan bélico coherente, acentuado por la falta de
alimentos y refuerzos.
Ante el fracaso de Juan Rejón frente a la
valerosa defensa de los canarii los nefastos reyes católicos deciden encomendar
la conquista de la isla al judeo-converso, genocida y masacrador de pueblos
Pedro de Vera, con fecha 2 de febrero de 1480 le hacen merced de
la gobernación y capitanía, así por tierra como por mar, de la isla de Gran
Canaria, cuya conquista junto a la de Tenerife pertenece al rey, y de la alcaidía
de la fortaleza de la villa del Real de Las Palmas, recibiendo así mismo el
cargo de corregidor, con autoridad para poder disponer de los distintos
oficios. Por esta carta se ordena a Pedro de La Algaba, alcaide de la
fortaleza, que entregue ésta al nuevo gobernador se otorga poder cumplido Pedro
de Vera para que resuelva las diferencias entre los capitanes de la conquista.
En Julio de
1480, una armada zarpó del pequeño puerto jerezano de Alventos, apenas en la Villa del Real de Las
Palmas, Vera reanudó la guerra, con los soldados de Juan Rejón. Conquistó
"muchos pueblos" de Tamaránt (Gran Canaria), padeciendo grandes
"penalidades", pues los socorros llegaban tarde o nunca.
Por real cedula de esta misma
fecha promulgada en la ciudad de Toledo, se ordena a
Pedro de Vera, genocida y gobernador impuesto de Tamaránt (Gran Canaria) que
“proceda al repartimiento de todos los exidos (campos de labor) y dehesas y
heredamientos de a dicha ysla entre los caballeros e escuderos e marineros e
otras personas que en dicha isla están”. Este repartimiento empezaría tres años
antes de concluir la conquista de la isla.
En 1477 en la Isla de La Gomera los cantones de Mulagua y Agana albergan
núcleos de resistencia gomera contra la dominación de los europeos, castellanos, obligados a retroceder los Gomeros de Ipalan
y Orone para escapar de la esclavitud y la muerte. Los extranjeros europeos se
iban apoderando poco a poco, por la fuerza, de las tierras y los ganados y los
medios de producción, saqueados inmisericordemente por el colono invasor Fernán
Peraza a quién D.J. Wölfel nos presenta como “hombre sin conciencia, soberbio y
brutal”. En 1478 y 1479 continúan los actos de alzamientos y resistencias
básicamente en Mulagua y Agana. Desde 1480, la isla entra en un período de
calma tensa. Peraza reacciona y ordena a sus tropas dirigirse hacía Hermigua
con la intención de evitar un pacto en su contra y de apresar a Juan Rejón, que
perdió la vida en la lucha.
La viuda de Juan Rejón denuncia ante el trono de
Castilla la muerte de su marido a manos de Fernán Peraza, este fue llamado a la Corte de los Reyes
Católicos, que le impusieron como pena “el contribuir con hombres
(gomeros-esclavos principalmente) y armas a la conquista de la isla de Tamaránt
(Gran Canaria), y aceptar en matrimonio a la cortesana y ninfonoma Beatriz de
Bobadilla que gozaba de los “favores” del
Rey Fernando el Católico, por lo que la reina Isabel la Católica impone la de que
“nunca habrá de regresar con Beatriz de Bobadilla a la Corte”.
Hernán Peraza a su regreso a la isla, continúa
con sus maldades hacia los gomeros, se siguen usurpando las tierras, se somete
al pueblo a pago de impuestos abusivos y las mujeres son perseguidas, acosadas y muchas de ellas violadas. A
principios de 1488, Mulagua se rebela. La sublevación y alzamiento poco a poco
se va extendiendo a otros cantones, a toda la isla. El viejo sabio Hupalupo en
unión de su hijo, y el jefe guerrero del bando de Mulagua Hautacuperche y
varios de los suyos se trasladan a la
Baja del Secreto (Valle Gran Rey) para, con enorme sigilo y
cautela organizar la muerte de Hernán Peraza e iniciar la liberación de La Gomera de la dominación del
yugo español, y para “cumplir el deber sagrado de evitar a sus hijos ser esclavos”.
Los conjurados aprovechando los deseos de Peraza
de entablar relaciones sexuales con la sacerdotisa Iballa, hija de Hupalupo,
con lo cual contravenía el pacto de colactación, le preparan una emboscada.
En visita a Cueva de Guahedum morada de Iballa,
es emboscado por Hautacuperche que estaba al acecho, esperándole y estando
encima de la cueva-habitación en que se encontraba Iballa, con un banot
(regatón) como dardo, con un hierro de dos palmos; arrojándosela se la metió
por entre la coraza y el pescuezo, que le paso de arriba abajo, cayendo muerto
en el acto.
La noticia del ajusticiamiento de Peraza, es
comunicado a cada rincón de la isla por medio del lenguaje silbado. Los gomeros
comprendimos entonces que había llegado el momento de alzarse contra la
dominación extranjera española y entre el 20 y el 23 de noviembre de 1488 son
sometidos los invasores a una justa represalia.
La
Señora de horca y cuchillo además de envenenadora Beatriz de
Bobadilla comunica la muerte de su esposo Hernán Peraza a Pedro de Vera,
Gobernador de la invasión de Gran Canaria, que acudirá presto a La Gomera en su ayuda.
Mediante engaño y falsas promesas hacen acudir a los gomeros no comprometidos
en el alzamiento a Ipalam (San Sebastián). Aquí se prodigaron escenas de la
máxima crueldad que durante siglo han permanecido como lacerante recuerdo en la
memoria colectiva de los canarios. La denominada Montaña de la Horca, ha continuado
rememorando la perpetuidad aquellos sangrientos y genocidas acontecimientos,
contra nuestro pueblo por parte de los conquistadores españoles.
La inhumana Beatriz de Bobadilla condenó a todo
los gomeros mayores de quince años del Bando de Orone y Mulagua a la muerte por
“traidores”. Los arrastraron por los suelos, ahorcaron, cortaron pies, y manos.
No se perdonó la vida a ninguno de quince años para arriba, ejecutándose
diversos géneros de castigo; empalados, guanteados, exponiendo sus cuerpos en
caminos y otros sitios; fueron llevados a la mar con piedras en los pies, manos
y pescuezo, echados vivos al mar, ahogados… Igualmente Beatriz dio orden a
Alonso de Cota que embarcase a un gran número de niños gomeros y mujeres para
venderlos como esclavos en Lanzarote. Cuando los niños llegaron a la isla de
Titoreygatra Inés Peraza, madre de
Hernán ordenó que fuesen echados al mar y a los que quedaron los repartió como
esclavos de sus soldados.
De regreso a Gran Canaria Pedro de Vera, temiendo
que los gomeros residentes en aquella isla que habían sido obligados a
participar en la conquista, se rebelasen, una noche los hizo aprender a unos
200 entre hombres, mujeres y jóvenes; a todos los hombres los condenó a muerte,
y ejecutó, y a las mujeres y niños los dio por esclavos.
Así quedo la Isla de La Gomera más despoblada que
pacificada.
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