1858 mayo 8.
Dejaba de existir en su domicilio
del Lomo de Arico, Felipe José Díaz y Gómez (1784-1858), Párroco de propio de
Fasnia, servidor de Arico, notario publico eclesiástico, mayordomo de la
fabrica parroquial y de la ermita de Abona1
Ya hemos hecho referencia en más
de una ocasión a aquellos sacerdotes que ejercieron su ministerio en un área
muy limitada, donde transcurrió casi toda su vida, en muchos de los casos
ocupando cargos de escaso relieve, por lo que siempre han sido considerados
sacerdotes de segunda fila. No obstante, al indagar por pueblos y caseríos, al
consultar los distintos archivos, llegamos a la conclusión que muchos de ellos
fueron más queridos y que su labor social fue mucho más rica que otros
personajes de mayor fama.
Este es el caso del presbítero
que hoy nos ocupa, cuya vida transcurrió prácticamente en el municipio de
Arico, con algunas escapadas a Fasnia, donde ejerció en dos etapas durante
algunos meses, la primera como párroco propio y la segunda como cura servidor;
a Granadilla, de cuya parroquia llegó a estar encargado; y a La Orotava, donde vivió
durante algún tiempo; fue cura interino o servidor de Arico en varias
ocasiones, notario público eclesiástico de la “Banda del Sur”, mayordomo de la
ermita de Ntra. Sra. de Abona, de la Cofradía de Ánimas de la parroquia de Arico y de
su fábrica parroquial. Sin embargo, a lo largo de su vida sufrió graves
problemas económicos, subsistiendo gracias a las limosnas que le dejaban las
misas y con préstamos de algunos vecinos de la comarca, a cambio de sus escasas
propiedades agrícolas.
Carrera eclesiástica
Nuestro biografiado nació en el
Lomo de Arico el 22 de agosto de 1784, siendo hijo de
don Juan Díaz Gaspar y Gómez y de
doña Isabel María Rodríguez del Castillo y Gómez. Cuatro días después recibió
las aguas bautismales en la iglesia de San Juan Bautista, de manos del cura
párroco don José Hernández de Ara; se le puso por nombre “Felipe José” y actuó
como padrino don Pedro Jorge, vecino de Chimiche.
Tras aprender las primeras letras
en su pueblo natal, don Felipe José manifestó a sus padres los deseos que
albergaba de seguir la carrera eclesiástica; éstos acogieron con agrado la idea
de su hijo y fundaron para él un patronato vitalicio, que le reportase
suficiente congrua para poder ordenarse. A partir de entonces comenzó sus
estudios de Filosofía, Teología y Moral.
Así, cuando estuvo preparado se
le confirió la primera Tonsura, que ya había recibido en junio de 1807. Como
tal clérigo tonsurado, en la tarde del viernes 10 de marzo de 1815, recibió los
cuatro Grados (Órdenes Menores) con dispensa de intersticios, en el oratorio
del palacio episcopal de Las Palmas de Gran Canaria, de manos del obispo don
Manuel Verdugo Albiturria. Al año siguiente, el 24 de junio de 1816, se
expidieron a favor de este clérigo minorista letras dimisorias dirigidas a los
obispos de otras Diócesis, pues la de Canarias se hallaba vacante por muerte
del obispo Verdugo, para que pudiese recibir el Subdiaconado, Diaconado y
Presbiterado a título de Patrimonio, “extra tempora”, con dispensa de
intersticios y de 9 meses de edad; lo que se llevó a cabo en los meses
inmediatos.
Párroco de propio de
Fasnia, cura interino de Arico
El nuevo sacerdote se reintegró a
su pueblo natal, en cuya iglesia parroquial celebró su primera Misa. A partir
de entonces quedaría adscrito a la parroquia de San Juan Bautista, aunque
realizó frecuentes salidas de la misma. Así, del 16 de mayo al 8 de junio de
1817 permaneció en Fasnia, celebrando diversos sacramentos con licencia del
párroco don Juan de Castro y Baute. El 18 de diciembre de 1819 volvió a Fasnia,
pero esta vez como párroco interino de San Joaquín, ya que esta parroquia había
quedado vacante por promoción de su titular, el mencionado don Juan de Castro,
a prebendado de la Santa
Iglesia Catedral de Tenerife.
Pocas semanas después, el 5 de
enero de 1820, el provisor y vicario capitular del Obispado expidió el título y
nombramiento de cura propietario de la mencionada parroquia de San Joaquín del
lugar de Fasnia, “vacante por promoción del Sor. Dn. Juan de Castro Baute a una
de las medias Raciones de la
Stâ Yglesa. Catl. de esta Ysla”, a favor del presbítero don
Felipe José Díaz y Gómez, cuyo empleo le fue concedido por el tiempo de la
voluntad de su Señoría, “con las facultades necesarias y demás de estilo”. Pero
aunque desconocemos los motivos, don Felipe José presentó muy pronto la
renuncia a dicha parroquia; por ello, el 9 de marzo inmediato se nombró cura de
San Joaquín al sacerdote don José Nicolás de Torres; no obstante, nuestro
personaje continuaría al frente de ella hasta el 22 de dicho mes de marzo, en
que tomó posesión el nuevo párroco.
El Sr. Díaz Gómez regresó a
Arico, donde residiría en la casa familiar de la calle del Calvario, en El
Lomo, con la compañía de su hermana doña Josefa y de un criado. Quedaría desde
entonces adscrito a la parroquia de San Juan Bautista, colaborando con el
párroco don Zoylo Pablo de Herrera y Cruz; para ello, el 15 de abril de 1822 el
provisor del Obispado le prorrogó las licencias de celebrar, confesar y
predicar por tres años. Por ausencia del mencionado titular, don Felipe José se
haría cargo de la parroquia durante más de un año, desde el 6 de mayo de 1822
hasta el 14 de julio de 1823, en concepto de cura interino.
Cura encargado de
Fasnia, mayordomo de la ermita de Abona y de la cofradía de animas, y notario
publico eclesiástico.
Hacia 1823 se fue a vivir con don
Felipe su madre, que ya por entonces se hallaba viuda.
A mediados de 1828 nuestro
sacerdote se ausentó a la Villa
de La Orotava,
donde continuaba residiendo en enero de 1829, por lo que no pudo sustituir al
párroco que por entonces se hallaba enfermo. Al poco tiempo se reintegraría a
su pueblo natal, para volver a salir de él en el mes de julio de dicho año, al
ser nombrado cura encargado de San Joaquín de Fasnia, por ausencia del párroco
propietario don Domingo González de Marina. Una vez de vuelta en Arico, el Sr.
Díaz continuó viviendo en El Lomo con su familia; pero a partir de 1835
quedaría sólo con una criada.
El 31 de marzo de 1836 el
sacerdote don Felipe José Díaz y Gómez solicitó licencia para decir dos misas
en los días de fiesta, una en la parroquia de Arico y otra en una de las
ermitas de su jurisdicción, o bien las dos en sendas ermitas. Sólo estaba el
párroco y dicho sacerdote para atender a un vecindario de más de 400 vecinos,
disperso en varios núcleos, en cuyo distrito además de la iglesia parroquial,
estaban abiertas al culto las ermitas de Ntra. Sra. de la Luz en el pago de Arico el
Nuevo, y del Apóstol San Bartolomé en el del Río, y contiguo a éste la ermita
de San Juan Bautista, en Chimiche, ya en la jurisdicción de la Granadilla, cuyas
ermitas distaban de sus respectivas parroquias más de una legua, por lo que era
imposible que todos los fieles pudiesen concurrir los días festivos a la
parroquia a cumplir con el precepto de oír el Santo Sacrificio de la Misa.2
Las dificultades económicas por
las que atravesaba nuestro sacerdote le motivaron a dirigirse al Obispado el
10 de julio de 1836, en solicitud del
empleo de notario público
eclesiástico: “D. Felipe Díaz Gómez, clérigo pobre sin bienes espirituales,
pocos temporales, no reune congrua para retener con decencia su carácter sacerdotal, sólo recibe limosnas por el Santo
Sacrificio de la misa, solicita el título de Notario, pues sólo hay un notario
que es un paisano labrador”. Pero las relaciones con el párroco de la localidad
no debían ser muy buenas, puesto que el 23 de agosto de ese mismo año don Zoylo
Pablo informaría negativamente la solicitud: “El citado clérigo
es ambicioso, pues quería
despojar a Cartaya
del empleo de Tasmiero y pretende ahora la Notaría”; además, alegaba
que “se ausenta por lo regular de la parroquia”. A pesar de dicho informe, don
Felipe José fue nombrado notario público eclesiástico de la localidad, cargo
que ya desempeñaba en 1840 y en el que continuaba en diciembre de 1843.
Simultáneamente, el 2 de
diciembre de 1836 había sido nombrado mayordomo de la incendiada ermita de la Playa de Abona, en
sustitución del capitán don Antonio Peraza y Mejías, quedando “encargado de la
cobranza y administración de todas las pertenencias que pudiesen
corresponder a la
citada imagen, por
tiempo de la
voluntad de su
Iltmo.”. También desempeñaba por
entonces la Mayordomía
de la Cofradía
de Ánimas de la parroquia de Arico.
Cura encargado de Granadilla, mayordomo de fabrica y párroco interino
de Arico.
El 5 de febrero de 1837 don
Felipe José volvió a hacerse cargo de la parroquia de Arico como párroco
servidor, por muerte del titular, el ya mencionado don Zoylo Pablo de Herrera y
Cruz; permaneció a su frente hasta el 18 de ese mismo mes, en que tomó posesión
de ella el nuevo párroco don Hipólito Casiano Bello, con quien continuaría
colaborando en las labores sacramentales.
En virtud de sus nuevas
responsabilidades, la situación económica del sacerdote Díaz mejoró
notablemente, figurando en 1838 como uno de los electores de Arico, con una
renta líquida anual de 1.500 reales. Entre el 19 de agosto y el 20 de octubre
de dicho año se volvió a ausentar de Arico, esta vez al inmediato pueblo de
Granadilla de Abona, en cuya parroquia celebraría distintos sacramentos en ese
período. A esta localidad volvería en octubre de 1839 para encargarse de la
parroquia de San Antonio de Padua, por ausencia del titular don Francisco
Rodríguez Méndez.
En una relación de los
eclesiásticos adscritos a la parroquia de Arico, firmada por el párroco don
Hipólito Casiano Bello a 7 de julio de 1840, figuraban un clérigo tonsurado y
cuatro presbíteros, entre ellos “Don Felipe Díaz, Presbítero a título de
Patronato”.
Entre 1842 y 1843 colaboraría
estrechamente con el nuevo párroco de Arico, don José Pérez, a quien redactaba
todas las partidas, y con el siguiente, don Simón Díaz Curbelo. Por entonces, nuestro
biografiado renunció a los cargos de mayordomo de la Cofradía de Ánimas y de
la de Ntra. Sra. de Abona en la iglesia de San Juan Bautista del Lomo, por lo
que el 10 de agosto de 1846 se expidieron dichos títulos a favor del militar
don Diego de Torres y Trinidad, vecino de Arico el Nuevo.
Según otra relación de clérigos
vinculados a la parroquia de San Juan Bautista, fechada en febrero de 1847, don
Felipe José era: “Presbítero secular, de 62 años, viste hábito clerical, lleva
corona abierta y asiste al coro”.
La siguiente época fue muy
favorable para nuestro sacerdote, pues el 3 de junio de 1851 se le expidió el
título de mayordomo de fábrica de la parroquia de Arico; el 5 de agosto de ese
mismo año se le refrendó el título de notario público de la Banda del Sur; y el 29 de
abril de 1853 se le concedió licencia para decir una segunda misa en la
localidad durante la escasez de sacerdotes. Continuaba en el importante cargo
de mayordomo de fábrica en noviembre de 1855.
A partir del 11 de junio de 1853
el Sr. Díaz Gómez se hizo cargo de la parroquia de San Juan Bautista, por
enfermedad de don Simón Díaz Curbelo, siendo nombrado párroco interino de ella
el 31 de octubre del mismo año por fallecimiento del titular. Continuó a su
frente hasta el 3 de mayo de 1854, salvo un corto período en que la desempeñó
como párroco servidor el presbítero don José Fresneda y Tejera (del 17 de
diciembre de 1853 hasta el 14 de enero de1854).
Don Felipe José continuó
colaborando con el nuevo párroco propio, don Antonio Martín
Bautista, sustituyéndole por
ausencia en julio de 1854, como cura servidor. El 13 de abril de 1855 se le
prorrogaron las licencias de celebrar, confesar, predicar y duplicar, por el
tiempo de la voluntad del obispo ordinario.
Don Felipe José nació en el Lomo
de Arico y estuvo ligado durante casi toda su vida
a la iglesia de San Juan
Bautista, en la imagen.
Dificultades económicas
y fallecimiento
Las dificultades económicas, que siempre constituyeron una
constante en la vida de don
Felipe José, se agravaron en su ancianidad, obligándole a
otorgar en el Lomo de Arico y ante testigos el siguiente documento, el 6 de
agosto de 1857:
Hallándome en
una edad avanzada,
delicado de salud,
y escaso de medios para
su subsistencia, mediante la esterilidad
de los años y gastos que se la han ocasionado, ha ocurrido a Don Martín Rodríguez que lo es
de la Granadilla a fin de que le remediase de alguna manera
para atender a sus gastos, a lo que el referido Don Martín Rodríguez se ha
prestado gustoso no solo por ahora sino también para lo sucesivo, todo por
hacerle buena obra y sin premio ni interés alguno, con el fin de que se lo
devuelva cuando el exponente llegue a mejor estado de fortuna; pero si llegase
su fallecimiento antes de haber pagado al Don Martín todos los suplementos que
le fuese haciendo, es su voluntad que el Don Martín se cobre en lo más bien
amparado de sus bienes a justa tasación de Peritos que nombren por una
parte el Don Martín y por otra los herederos
del exponente, y si los indicados peritos no viniesen acorde nombrarán otro
cada parte de por sí, y de los cuales el que le toque en suerte será el perito
que dirimirá la discordia de los otros
dos, a cuyo precio tendrá el Don
Martín que tomarlos y sus herederos que otorgarle
el correspondiente documento, y si estos se negaren a lo que deja
expuesto, faculta a los Jueces y Justicias de la
Nación a
quienes competen que lo hagan
como si fuese el mismo otorgante
o sus herederos, siendo de su cuenta los gastos que se ocasionen hasta que
el Don Martín quede enteramente satisfecho de las cantidades a que ascienden
los indicados suplementos, cuyo importe se ha de cubrir en terrenos como ya
deja dicho, y no en metálico, pues así se lo tiene prometido, mediante a que si
el Don Martín no se hubiese prestado a hacerle este favor tendría que
principiar a enajenar desde el día, y como no sabe a cuanto ascenderán los
gastos que necesite cantidad alguna; pero es también la voluntad del que expone
que tanto él como sus herederos o la Justicia en último caso, abonen al Don Martín
todas las partidas que con su recibo se presenten a órdenes que dé a alguna
otra persona para que perciba cantidades u otras especies del Don Martín, sin
que sea preciso más requisito que su firma; pero si por cualquiera acontecimiento llegase el caso de no poder
firmar se abonarán también al mismo Don
Martín cualquiera libranza que de su orden presente firmada por dos
testigos. Y hallándose presente el expresado Don Martín Rodríguez acepta este
contrato en los mismos términos que viene estipulado, obligándose ambos
otorgantes con sus personas y bienes presentes y futuros a cumplirlo cada uno
por sí en la parte que le corresponda.
Fueron testigos presentes de la
otorgación el cura párroco don Antonio Martín Bautista, el alcalde tercero don
Florentín Gómez Díaz, don Felipe Martínez, don Antonio Enrique y Hernández y
don Antonio Gaspar de Morales. Al año siguiente, don Felipe José y don Martín
redactaron otro documento aclaratorio, fechado ante testigos en Arico a 8 de
abril de 1858, en el que se especificaba:
Que examinado éste
posteriormente, como se observase no hallarse
expresada con toda claridad
la intención de
los otorgantes, han
venido a aclararlo y adicionarlo por el
presente; y en tal virtud declaran: que al decir en el Documento que caso de no
satisfacer el D. Felipe José Díaz al D. Martín Rodríguez las cantidades que le
facilitase, las cobrase éste después de su fallecimiento en lo más bien
amparado de sus bienes, quisieron decir,
que podía verificarlo a su elección en los que quisiere, pues sólo por esta
circunstancia es por la que se presta el D. Martín a adelantar aquellas sumas sin interés alguno, habiendo
de pagársele en terrenos por el precio de tasación; de consiguiente se obliga
el D. Felipe José Díaz y Gómez, a que el pago al D. Martín Rodríguez se ha de
hacer en terrenos, sin que sus herederos le puedan compeler a recibirlo en
dinero, y que además se ha de verificar en los que quiera escoger el D. Martín,
sin otra restricción, sino que ha de tomarlos por su valor íntegro según
aprecios; con advertencia de que estos aprecios han de practicarse por medio de
dos peritos, uno de cada parte, como se estipuló en el documento citado, que
sólo se altera por el actual para el caso de discordia, pues si la hubiese,
entonces en lugar de sacar a la suerte el tercero, lo será el que designe el
Juzgado y a costa de los herederos de D. Felipe José Díaz y Gómez, y con la
advertencia también de que si las
cantidades que hubiese anticipado el D.
Martín Rodríguez no alcanzasen a cubrir el valor del terreno o baremos que
quiera tomar, podrá a su arbitrio, o bien separar la porción que le acomode y
baste a pagarle o tomar el todo de la finca o fincas que apetezca, devolviendo
el exceso del precio.
De esta segunda otorgación fueron testigos el mismo párroco
don Antonio Martín Bautista, don Simón Hernández, don José Antonio Morales, don
Antonio Enrique y Hernández y don Miguel Martín y León.
El 2 de mayo inmediato,
hallándose gravemente enfermo, el sacerdote don Felipe José Díaz y Gómez otorgó
disposición testamentaria ante testigos. Seis días después, el 8 de ese mismo
mes de mayo de 1858, dejaba de existir en su domicilio del Lomo de Arico,
cuando estaba a punto de cumplir los 73 años de edad; se le habían administrado
los Santos Sacramentos de la
Penitencia, Eucaristía y Extremaunción. Al día siguiente se
oficiaron las honras fúnebres en la iglesia de San Juan Bautista, a la que
había estado tan ligado durante toda su vida, y a continuación recibió
sepultura en el cementerio de dicha localidad. Según había dispuesto en su
testamento, el 9 de mayo de 1859 se celebró en la iglesia parroquial el “Cabo
de año” por su alma.
Octavio Rodríguez Delgado) [blog.octaviordelgado.es]
Notas:
1
Sobre este personaje puede verse también otro artículo de este mismo
autor: “Personajes del Sur (Arico): “El sacerdote don Felipe José Díaz y Gómez
(1784-1858)”. El Día (La Prensa
del domingo), 2 y 9 de diciembre de 1990. Con posterioridad, la reseña
biográfica se ha visto enriquecida con nuevos datos.
2 Archivo Diocesano de Tenerife.
Documentación por pueblos, Arico, caja 54.
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