lunes, 17 de febrero de 2014

MARCOS PERAZA Y VEGA




Alcalde de Santa Cruz de Tenerife
Marcos Peraza y Vega presidió sus primeras sesiones municipales el 8 y 9 de enero de 1912, en las que se nombraron las comisiones y se recibió la aprobación por el gobernador civil del presupuesto y de los arbitrios extraordinarios para dicho año. Era primer teniente de alcalde Emilio Calzadilla Dugour, quien en una de las primeras sesiones pidió que se ratificaran las propuestas de Patricio Estévanez de mayo del año anterior y los acuerdos contra el proyecto de división provincial del Gobierno.
Continuaban las obras de reparación del Teatro y se contrató con Francisco Granados Calderón la decoración de la sala: decorados del techo por 4.500 pesetas, igual importe por reparación de decorados de palcos y proscenios y boca del escenario, y 1.700 pesetas por molduras del arco del escenario, escudo, etc., con plazo de ejecución de cuatro meses. Con Ángel Romero Mateos se contrató la pintura decorativa del techo por 1.950 pesetas y plazo de tres meses. Estos trabajos se terminaron el mismo año, quedando pendiente, además de una nueva iluminación, la pintura y dorados de los antepechos de los cuatro pisos, a cargo de Benjamín Sosa.
También estaba sin terminar el Palacio Municipal, a pesar de lo cual el concejal Agustín Gómez Marrero pidió que las sesiones se celebraran en el salón grande, para lo que se arregló el piso y se instaló un mobiliario provisional, disimulando la falta de terminación de las paredes con algunos adornos y la colocación de las dos banderas inglesas ganadas a Nelson. No obstante, se comprobó que la precaria solución no respondía a las necesidades y se acordó volver al local en el que antes se celebraban las sesiones.

Otro de los detalles pendientes era la baranda y balaustrada de la escalera principal. Sobre diseño del arquitecto Antonio Pintor se pidieron presupuestos a varias empresas de herrería locales y de la Península. A principios de 1913 se acordó encargar el trabajo a Bellarín y Cía., de Barcelona, por 1.655 pesetas, que había realizado los antepecho de las ventanas altas. Igualmente, faltaba rematar con urgencia la azotea del edificio, en la que se acordó construir una habitación que sirviera de estudio y taller a arquitecto e ingeniero municipales, que hasta entonces realizaban los trabajos en sus domicilios.
A pesar de que la sede municipal no estaba terminada, allí se ubicaba la Escuela de Comercio y celebraban sus sesiones la Real Academia de Medicina y el Ateneo de Tenerife. A estas últimas se les pidió que abonaran el gasto de luz eléctrica. También, en junio de 1913, se cedió el salón para reuniones del recién creado Cabildo Insular de Tenerife.
Lo cierto es que desde un principio se pudo comprobar que el nuevo Palacio Municipal resultaba insuficiente para albergar todas las dependencias administrativas del consistorio. Así lo advirtió Emilio Calzadilla cuando pidió al alcalde que negociara con los propietarios de los solares situados frente al nuevo edificio, que estaban desocupados, para tratar de adquirirlos. No sabemos si se llegó a hacer o si las gestiones no dieron fruto, pero el caso es que cuando allí se construyó el Banco de España todavía se trató de reservar el solar de la esquina con Méndez Núñez para hacer una plaza, que no llegó a hacerse, solar que más tarde sería ocupado por la sede del gobierno civil.
En 1912 el alcalde Peraza prohibió el tránsito rodado por la calle Puerto Escondido por los daños que los carros ocasionaban en las viviendas, pero también se ocupó de los vehículos mecánicos que provocaban frecuentes accidentes. Previo dictamen del ingeniero municipal se limitó la velocidad máxima en el interior de la población en los siguientes términos: automóviles particulares, 10 km/h.; de servicio público, 8 km/h.; los que llevasen remolque, 6 km/h.
En la Semana Santa de este año tuvo lugar un hecho relacionado tanto con la Banda Municipal de Música como con el teniente de alcalde Emilio Calzadilla, que ha dado pie a una serie de leyendas, que con el paso del tiempo se han convertido casi en tradiciones, y que en general se apartan bastante de la realidad. Cada año, cuando en la procesión de la Virgen de las Angustias se escuchan los acordes del Adios a la vida al embocar el cortejo la calle que hoy lleva el nombre de este político, siempre hay alguien que explica a su manera el origen de dicha tradición. Los Misioneros del Corazón de María, en un momento de difícil situación del erario municipal en que no había consignación para los músicos, pidieron que la Banda participara en la procesión y el concejal Díaz Llanos propuso que la agrupación musical asistiera gratuitamente, a lo que se opuso Calzadilla votando en contra. No era su condición de republicano la que inspiraba su protesta, sino la convicción de que los músicos tenían derecho a cobrar su salario, que en este caso afrontó de su propio bolsillo, recibiendo el agradecimiento de ellos en forma de ofrenda musical al pasar frente a su domicilio. (Luís Cola Benítez, 2010, en: laopinion.es)


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