viernes, 4 de octubre de 2013

No hay democracia sin descolonización




 
[La democracia es un sistema de gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía política; etimológicamente el vocablo procede del griego Demokratia (Demos, pueblo y Kratos, Estado). Por lo tanto la democracia sólo puede instaurarse en naciones que son Estado, como el avanzado Estado guanche precolonial, con tagores democráticos que elegían a los menceyes. No es el caso de Canarias actualmente, que es una Nación sin Estado y, consecuentemente, sin democracia (o lo que es lo mismo, una colonia del Estado español, que ejerce la soberanía).]
 
La política surgió en las pequeñas ciudades de la Edad del Hierro y mediante las luchas por el poder entre los estamentos sociales de tales ciudades surgieron formas de gobierno como la oligarquía, la tiranía y la democracia, respectivamente. La democracia es un sistema de gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía. El término tiene su origen en la Grecia antigua, constituyendo una de las grandes contribuciones de la cultura clásica, alcanzando esta su máxima perfección en la democracia ateniense de la época de Pericles. Es la era de Sócrates, Platón y Aristóteles, considerados como la culminación del pensamiento griego. Sin embargo los tres mostraron su desprecio por la democracia. Los famosos diálogos de Platón encierran tal belleza formal que jamás han sido superados, dificultando evidenciar los defectos de las aún vigentes ideas que expresan y cuyo ejemplo más sangrante lo encontramos en el sistema financiero, que obtiene dinero público al 0.5 por ciento prestándolo a los gobiernos al 7 por ciento, intereses abonados con el dinero del contribuyente.
 
La filosofía de Platón rechazó la ciencia sustituyéndola por la fe. Su influencia, junto con su rival y sucesor Aristóteles, eliminó el conocimiento sobre el movimiento del universo y, con él, cualquier conocimiento válido sobre la física durante dos mil años. No ocurrió lo mismo con la ciencia guanche, cuya continuidad en las observaciones astronómicas fueron valiosísimas para la ciencia del futuro, observaciones que condujeron al origen de la ciencia. Es irrefutable el apoyo popular que la moderna astrofísica tiene en Canarias. La conversión de Aristóteles en una autoridad, en vez del impulsor de la investigación que deseaba ser, frenó el desarrollo científico mil cuatrocientos años y, junto con el Génesis, retrasó la teoría de la evolución dos mil años. No es casualidad que aún se incluyan a esos filósofos en las pruebas de selectividad para ingreso de los estudiantes en la universidad, calificados por John D. Bernal como los filósofos de la reacción en su obra “Historia social de la ciencia”.
 
Desde el punto de vista político el principal objetivo de Platón, tal y como viene recogido en sus obras “La República” y “Las Leyes”, era consolidar el poder de la aristocracia, que para él significaba el gobierno de los mejores, sin la oposición de los estamentos populares, para lo cual contemplaba la posibilidad de que un número limitado de los más débiles económicamente pudieran acceder al estamento dominante, al estilo de la sociedad anglosajona actual. Su concepción de la república era más progresista que la tiranía medieval de reyes y nobles, como los mal denominados Reyes Católicos en España.
 
Para los romanos el término república procede etimológicamente de Res Publica, o sea la cosa pública, que se sostiene sobre las leyes, fundamentalmente mediante una constitución, con el objetivo primordial de proteger los derechos fundamentales y las libertades de los ciudadanos, que son los que eligen a sus representantes.
 
Es importante no confundir república con democracia. La república se sustenta en el gobierno de la ley, leyes que pueden ser justas o no. Conocidas son las denominaciones de república islámica e incluso república bananera.
 
La democracia es un sistema de gobierno en el que el pueblo ejerce la soberanía política; etimológicamente el vocablo procede del griego Demokratia (Demos, pueblo y Kratos, Estado). Por lo tanto la democracia sólo puede instaurarse en naciones que son Estado, como el avanzado Estado guanche precolonial, con tagores democráticos que elegían a los menceyes. No es el caso de Canarias actualmente, que es una Nación sin Estado y, consecuentemente, sin democracia (o lo que es lo mismo, una colonia del Estado español, que ejerce la soberanía).
 
Una perversión más del lenguaje para confundir a los ciudadanos es el mal uso de la palabra democracia para definir regímenes que no lo son y a los que es más apropiado definir como plutocracia, vocablo también de origen griego con el significado de gobierno de los ricos (ploutos, riqueza y Kratos, Estado), que también podemos definir con el término anglosajón de moneycracia o democracia del dinero.
 
Bernad Shaw lo define magistralmente: “La plutocracia, después de haber destruido el poder real por la fuerza bruta con disfraz de democracia, ha comprobado y reducido a la nada esta democracia. El dinero es el que habla, el que imprime, el que radia, el que reina, y los reyes, lo mismo que los jefes socialistas, tienen que acatar sus decretos y aún, por extraña paradoja, que suministrar los fondos para sus empresas y garantizar sus utilidades. Ya no se compra a la democracia: se la embauca”.
 
Sostener que una monarquía es democrática, como es el caso de la monarquía medieval española, para la que el compatriota Víctor Ramírez acuño el término “plutocracia coronada”, es más disparatado que decir que una monarquía es republicana.
 
Movimiento por la Unidad del Pueblo Canario
Movimiento UPC
Tomado de: www.elcanario.net


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