lunes, 7 de octubre de 2013

EARNEST ALBERT HOOTON Y NUESTRA HISTORIA EXPOLIADA






Earnest Albert Hooton este famoso antropólogo norteamericano vivió y trabajó allí hasta el día de su muerte, el 3 de mayo del año 1954. Fue autor de varios libros, participó en distintas investigaciones científicas y dirigió el departamento de Antropología de la Universidad de Harvard. Y, además de todo eso, expolió varios yacimientos de la isla de Tenerife, algunos de ellos ubicados en la capital.
La relación de Hooton con Santa Cruz no duró mucho tiempo, a penas unos meses del año 1915, pero su paso por la ciudad dio mucho que hablar. Tanto, que hasta el gobernador civil de entonces, José Centaño, se vio obligado a ordenar la intervención de la Guardia Civil en el caso de que el antropólogo siguiese agenciándose restos arqueológicos sin permiso y por la cara.

Este investigador hizo caso omiso a la Ley de 7 de julio de 1911 de Excavaciones y Antigüedades y realizó extracciones de forma ilegal en varios yacimientos guanches. Según los datos publicados en el libro Ab initio (1342-1968), de José Farrujia de la Rosa, entre el 11 y el 22 de julio de 1915, las exploraciones ilegales del norteamericano tuvieron lugar en la cueva de La Punta (San Andrés), la montaña de Taco, la cueva del barranco de San Andrés y otras cuevas del barranco de las Higueras (El Chorrillo).
Estas prácticas alertaron a las autoridades de Santa Cruz y provocaron las quejas del Museo Antropológico y de Historia Natural. Hooton tuvo que dejar la capital y marcharse al Sur, donde tenía amistades, entre ellas Alexander Baillon, gerente de Fyffe, una empresa dedicada a la exportación de frutas ubicada entre Adeje y Guía de Isora.

El historiador Farrujia de la Rosa expone en su libro que el antropólogo continuó con sus excavaciones arqueológicas en el sur de la isla, ya que había sido informado de que allí existían cuevas sepulcrales intactas.

Fue entonces cuando el gobernador civil emitió una orden en la que, entre otras cosas, decía: "Para que no sufra menoscabo la riqueza que, en restos humanos y utensilios domésticos correspondientes a los antiguos pobladores guanches de estas Islas, existe aún en varias de ellas y debe ser objeto de cuidado de las corporaciones (...) he dispuesto que por los señores alcaldes se vigile y prohiba en el respectivo término municipal la extracción o destrucción de los que parezcan útiles a dicho objeto, para lo cual harán celosa apelación a la cultura patriotismo de sus convecinos".

Al hecho de que Earnest Albert Hooton incumplió la ley de 1911 al no pedir permiso al Estado para realizar las excavaciones, se unió que esa norma se había elaborado en una época de fuertes valores patrióticos. "En Canarias había un espíritu muy regionalista: frente al invasor, defender lo nuestro", según explica José Farrujia de la Rosa.

De hecho, la Guardia Civil no tardó en presentarse ante este antropólogo para obligarle a parar las excavaciones y devolver todo el material encontrado. Sin embargo, según las memorias que fueron escritas por Baillon, el sargento de la Guardia Civil que se personó sólo le pidió al norteamericano las piezas menos valiosas. "Parece obvio", escribe Farrujia, "que Hooton debió de remunerar al sargento para poder conservar en su poder parte del material expoliado".

En cualquier caso, la intervención de las autoridades locales obligó al investigador a dar por finalizado su trabajo de campo y en agosto abandonó la Isla. No obstante, dejó todo el material expoliado en Fyffe, para que pudiera ser enviado desde Tenerife a Estados Unidos. Y así fue. Su amigo Alexander Baillon lo envió personalmente y los huesos y otros objetos con los que Hooton se quedó de forma ilegal fueron expuestos tiempo después en el Peabody Museum de la Universidad de Harvard.

Además, tras su estancia en Tenerife, el antropólogo escribió un libro titulado Los primitivos habitantes de las islas Canarias, aunque las tesis que defiende en él ya han sido superadas y desechadas por investigaciones posteriores. "Hoy en día, referirse a Hooton para hablar del poblamiento en Canarias sería un disparate", informa Farrujia.
Para empezar, en la época en la que el norteamericano estuvo en la Isla no se había descubierto el carbono 14, fundamental para datar restos orgánicos. También relacionó a los indígenas canarios con los negros de Sudán y de Uganda, unas teorías que han quedado desfasadas.

No obstante, Farrujia destaca que a Hooton se le debe la primera sistematización de la cultura material indígena. Es decir, su empeño en clasificar todos los objetos encontrados para poder trabajar con estadísticas.

Hay otros autores que resaltan otras aportaciones, como en el campo de la paleopatología canaria, en donde el antropólogo realizó el primer estudio sistemático de la enfermedad en el mundo indígena, según escribe Farrujia en Ab initio (1342-1968).
El historiador lagunero subraya igualmente que Hooton no fue el único que expolió en Canarias. Hubo otros investigadores que lo hicieron, como el francés René Vernau. Este antropólogo también sacó de las Islas restos arqueológicos, y se expusieron en el Museo Trocadero de París.

"En cierto sentido, la cultura guanche fue vista por las grandes cabezas pensantes del siglo XIX", indica Farrujia de la Rosa. Estos expolios, aunque denunciables, sirvieron para mostrar al mundo parte de la historia del Archipiélago, al ponerla en la órbita científica internacional.

Sin embargo, las excavaciones de Hooton fueron hechos delictivos. La ley que entonces estaba vigente acabó con un vacío normativo que había y otorgaba al Estado la autoridad para conceder autorizaciones para trabajar en yacimientos.
También establecía que sólo los investigadores españoles autorizados podían disponer en propiedad de los objetos descubiertos en sus excavaciones. En cuanto a los extranjeros con permiso, sólo podían quedarse con un ejemplar de los objetos duplicados que descubrieran.

Pero antes de esa ley, Canarias ya era objetivo de muchos investigadores y también se realizaron expolios. Farrujia informa de que desde la Ilustración siempre hubo, por ejemplo, un interés especial por encontrar momias en la Isla. El geógrafo francés Jean-Baptiste Bory de Saint-Vincent fue el primero que dio a conocer la existencia de momias en Canarias y, a partir de entonces, otros muchos emprendieron expediciones para encontrarlas.

A José Farrujia de la Rosa, licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de La Laguna y doctor en Prehistoria, le preocupa el mal estado y el abandono al que las instituciones públicas han condenado a muchos de los yacimientos actuales.

Informa, como ejemplo, que en Guía de Isora se encontró un yacimiento rupestre con grabados de figuras humanas, identificadas con guerreros libios. "Era clave para entender la prehistoria de Canarias", explica.

Sin embargo, la desidia de los políticos hizo que ese descubrimiento fuera expoliado y ahora sólo se conservan dos paneles. El resto, fue arrancado. Hoy en día, y a pesar de lo ocurrido, las instituciones siguen sin hacer nada para conservar y proteger lo que queda del yacimiento, "de un valor patrimonial elevadísimo".

Este historiador se queja de la falta en Tenerife de un parque arqueológico como el que hay en otras islas y niega que sea a causa de la crisis, ya que antes de la recesión ya había parques de este tipo en Canarias. Para él, la falta de voluntad política hace que muchos descubrimientos arqueológicos no se conozcan y sean víctimas del vandalismo.
Por otro lado, este lagunero quiere emprender un nuevo proyecto para intentar averiguar qué fue de los restos que se llevó Vernau. Su intención es ir al Museo Etnográfico de París para seguir la pista de los hallazgos del francés en el Archipiélago.

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