miércoles, 22 de julio de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-LXXXV



"Atendiendo a las circunstancias de los hallazgos, los idolillos canarios deben corresponder a la etapa final de las culturas prehispánicas, pues aparecieron algunos en la Cueva Pintada de Gáldar, acompañados de cerámicas tardías, y en la cueva de Los ídolos de Fuerteventura, junto con una placa decorada con un motivo de evidente tradición islámica" (Pellicer).

No coincidimos en absoluto con el señor Pellicer, ya que no se puede hacer un juicio cronológico en base tan sólo a los ejemplos de la Cueva Pintada y al de la cueva de Los ídolos, ya que omite, no sabemos por qué razón, las circunstancias de otros hallazgos asociados a otros contextos arqueológicos.

Sin embargo, y en contraposición a esta idea, también las crónicas nos dejan entrever de forma clara una cierta organización del mundo religioso. En este sentido en la crónica de Antonio Sedeño leemos: "Estos eran hombres que vivían en comunidad como religiosos. Tenían también de doncellas que guardaban castidad, vivían en cuebas i casas de tierra. Los años de poco fructos no tomaban diezmos para guardar, antes para repartir en los pobres, i ellos comían de lo guardado de los años antes, i siempre socorrían con limosnas aunque esto tocaba más al señor de la tierra... quando avía falta de agua i esterilidad estas personas religiosas hacían lamentos y súplicas a el saber:;Cuevas naturales de habitación, silos fortificados, casas o cuevas artificiales también de viviendas, sin destacar por supuesto el desconocimiento de más de un 70% de otras figurillas catalogadas en el Museo Canario y otras colecciones.

La cronología y los problemas de origen siguen, como se ve, las mismas pautas que toda la arqueología canaria, a la espera de resultados esclarecedores.

CONCLUSIONES

Si bien es importante plantearnos cuestiones que nos lleven a clarificar los problemas concernientes al origen y cronologías de estas figurillas de barro y piedra presentes en nuestra arqueología insular, no deja también de ser importante el que nos planteemos la siguiente pregunta: ¿Qué funcionalidad desempeñaban estos objetos; tenían un carácter religioso o eran simplemente juguetes?. Todavía la arqueología no ha podido comprobar la veracidad de los datos de cronistas V viajeros quienes relataban los hallazgos de adóratenos con imágenes supuestamente adoradas. Tan sólo poseemos un buen número de estas figurillas, extrañas representaciones animalísticas y esquematizaciones antropomórficas que por lo general aparecen asociadas al habitat del primitivo habitante canario antes que a cualquier tipo de centro ceremonial.

Mucho se ha discutido sobre el estado técnico cultural del primitivo habitante de Canarias; para unos se tendría que hablar de un neolítico evolucionado, otros consideran que se trata de culturas del bronce pero sin metales y no faltan quienes opinan que en realidad son pueblos protohistóricos que al llegar a estas islas sufrieron un proceso de estancamiento cultural como consecuencia de factores tales como el aislamiento tanto geográfico como humano.

De cualquier forma, sin medios técnicos, el habitante de estas islas se encuentra a merced de las fuerzas de la naturaleza. La procreación y el alimento han sido siempre las primeras necesidades de la especie humana, igual que ocurre, por otra parte, con los demás seres vivos, y en torno a estas necesidades esenciales se desarrolló un culto mágico-religioso encaminado a aumentar y controlar la fecundidad bajo todas sus formas.

Las crónicas son copiosas en información de este tipo. El interés por las prácticas religiosas está documentado desde los más viejos relatos de viajeros que arribaron a las Canarias. Así en el relató»de Ciadamosto leemos: "Su única práctica de devoción consistía en adorar al sol naciente, sin conocer ninguna doctrina religiosa".

cielo con visajes i ademanes de manos, ponían los brazos altos i a un solo Dios omnipotente le pedían el socorro; ellas hacían lo mismo; i los demás cojían el ganado de los tales diezmos i lo encerraban en un corral o cercado de pared de piedra i allí lo dejaban sin comer aunque fuese tres días, i lo dejaban dar muchos validos i toda la gente balaba como ellos, hasta que llovía, i si tardaba el agua, davales muí poco de comer, i volvían a encerrarlos..."

Por su parte también Gómez Escudero señalaba: "A Dios llamaban Alcorán, reverenciábanle por solo y eterno y omnipotente señor de cielo y tierra, criador y hacedor de todo. Los Faycanes enseñaban esto y ellos eran hombres honestos y de buenas costumbres y exemplo, y eran respetados a modo de los sacerdotes, y era el que en tiempo de necesidad llamaba la gente del pueblo y llevando a todos en procesión varas en las manos iban a la orilla dé el mar y también llevaban ramas de árboles, y por el campo iban mirando al cielo y dando altas voces levantando ambos brazos puestas las manos y pedían el agua para sus sementeras, y decían ALMENE CORAN, Válgame Dios, daban golpes en el agua con las varas y los ramos y así con esta súplica les proveía el sumo Dios y así tenían gran fe en hacer esto".

La presencia de lugares sagrados queda también constatada en las fuentes etnohistóricas, en la crónica matritense, testificamos este hecho: "Llamaban los canarios a su Dios Acoran. Tenían por su santuario o santidad a Trima i a Mago, que son dos serros altos, de dos leguas cada uno en rredondo, y el malhechor que a estos serros se acogía era seguro. Guardábanlos como a yglesias, y como acá juramos por la casa sancta de Hierusalen o de Roma, desían ellos "asitistrima" o "astismago", y como acá decimos "balgame Dios", desían ellos "admenena comorante".". López de Gomara, al hablar de la religión de los aborígenes insiste en el tema de la idolatría aunque de forma "extraviada" y trata también un aspecto ciertamente conflictivo como lo es el de la muerte voluntaria por motivaciones religiosas: "Adoraban ídolos, cada uno al que quería, aparecíaseles mucho el diablo, padre de la idolatría. Algunos se despeñaban en vida a la elección del señor con gran pompa y atención del pueblo, por ganar fama y hacienda para los suyos, de un gran peñasco que llaman Ayatirma".

Por último, quisiéramos citar a \Abreu Galindo, para extractar de su obra "Historia de la Conquista..." un párrafo de nuestro interés a propósito de las casas de oración: "Eran muy mirados con las mujeres y niños en tiempo de guerra y de sus disensiones. Tenían por caso de bajeza y menos valer toca ríes, ni hacerles mal, ni a las casas de oración, que llamaban Almogaren".

Queda claro, pues, a juzgar por el manejo de las escasas fuentes etnohistóricas que poseemos, el hecho de la existencia de alguna forma de creencias religiosas entre los aborígenes de Gran Canaria; creencias religiosas que se desarrollan en torno a un problema básico: la supervivencia humana. Todos los temores y esperanzas han surgido en base a la preparación de la especie y la nutrición, dos puntos de interés vital para los pueblos de todas las épocas. Frazer, en su magistral obra "La Rama Dorada", ya apuntaba: "Vivir y hacer vivir, comer y engendrar, han sido las necesidades elementales del hombre en el pasado, y seguirán siendo las necesidades elementales del hombre mientras dure el mundo".

El mito rousseauniano del "buen salvaje" que tiene como escenario de su placentera vida un paisaje idílico, debe ser borrado definitivamente de nuestra historiografía canaria.

Tanto las crónicas como también las pruebas arqueológicas nos demuestran que, por regla general, el aborigen canario tuvo que soportar a lo largo de su "historia" condi ídolo de Jinámar, encontrado en UR contexto de casas de piedra seca, condiciones durísimas de supervivencia.

Las épocas de hambre hubieron de ser frecuentes como consecuencia de la ruptura de la débil infraestructura económica que poseían. Asimismo los índices de mortalidad tuvieron que ser altos, sobre todo la mortalidad infantil (a juzgar por los datos arqueológicos).

En consecuencia y resumiendo por no salimos del tema que nos ocupa, quisiéramos insistir en un hecho que no podemos pasar por alto, este es, en definitiva, que la transmisión y conservación de la vida han sido en todo tiempo una exigencia fundamental. Por tanto, el conseguir y mantener estas dos condiciones básicas ha constituido la principal preocupación de la raza humana desde el Paleolítico hasta nuestros días.

Pero dadas las precarias condiciones en que este hombre primitivo tuvo que desenvolverse para sobrevivir, los misterios imperativos de la multiplicación y de la alimentación adquieren un significado sagrado, no siendo descabellado suponer, como ya señalábamos, que sea en torno a estos dos principios básicos donde se desarrolle todo un ritual especial a fin de someterlas a una cierta acción mágica y religiosa.

Si aceptamos como válida esta hipótesis de trabajo habremos obtenido lo que en arqueología se denomina un armazón interpretativo, el cual nos será útil a la hora de analizar los aspectos funcionales del objeto arqueológico que estudiamos, en este caso las figurillas o idolillos de nuestra prehistoria insular. Es un hecho aceptado, entre los estudiosos de la prehistoria, que los artefactos y otros vestigios arqueológicos se juzgan representativos de las ideas de sus fabricantes, reflejando también las ideas compartidas que abarca la cultura extinguida objeto de estudio. Guando el arqueólogo es capaz de "abstraer" la idea o patrón que se oculta tras el artefacto debemos considerar que ha determinado un aspecto o bloque conceptual estructurado en la cultura en cuestión.

Este bloque estructurado o acercamiento a una parte de la cultura, es muy conveniente para los especialistas que intentan medir la "semejanza entre culturas, porque tabulando simplemente el total de tipos de artefactos compartidos por dos sitios cualquiera cabe determinar, en principio cuántas ideas o normas tienen las dos culturas en común, entendiéndose también que por este procedimiento podemos valorar las diferencias culturales dentro de una misma región arqueológica. A modo de ejemplo citemos aquí la tan controvertida polémica en torno a la supuesta diferencia cultural y antropológica entre costa montaña para la isla de Gran Canaria.

Dejando a un lado estas cuestiones y centrándonos ya en la valoración de estos elementos culturales, que tratamos en el presente estudio, debemos añadir que para nosotros se trata de verdaderas imágenes sagradas o cuando menos con un significado mágico religioso. Estas estatuillas podrían encarnar divinidades del hogar que se colocarían en un nicho de una pared en el interior de casi todas las casas, a modo de celadoras del hogar y, porqué no, del poblado, como ocurre hoy en día en amplios sectores de nuestra población sobre todo rural, en cuyas viviendas podemos encontrar imágenes y grabados de vírgenes, santas y demás "fetiches" protectores (era muy corriente entre las antiguas mujeres canarias, llevar como dote en el momento del casamiento, toda una serie de cuadros de determinadas vírgenes las cuales cumplían una determinada función específica: parto feliz, prosperidad en el hogar y salvaguarda de enfermedades; dichas imágenes o grabados eran tenidos en gran estima y se transmitían por vía matrilineal).

En fin, el tema puede ser motivo de todo un tratado, y ya nuestro artículo sobrepasa los límites tanto en extensión como en contenido, que desde un principio nos habíamos impuesto. No obstante, quisiéramos terminar aportando algunos ejemplos que la arqueología nos proporciona acerca de estas manifestaciones culturales, en otros contextos geográficos, generalmente apartados de nuestras islas, pero que sin duda por su semejanza y características pueden sernos de gran provecho.

En los niveles más bajos de Tepe Gaura, en los depósitos de la civilización de Halaf, las figurillas femeninas son bastante comunes. Figuras muy simplificadas del tipo de "violín" no representan masque un torso de unos senos prominentes, y la parte baja del cuerpo muy acentuada, pero sin brazos ni piernas. La cabeza no es más que un saliente del cuerpo y la espalda es plana, si la estilización de este caso aislado era intencional es posible, como supone Tobler, que se trate de un amuleto hecho para facilitar el parto.

En el yacimiento de El Obeid, en el nivel que se encuentra bajo el limo de la inundación, se han encontrado las más antiguas figurillas femeninas de Ur. Algunas tienen un tinte verdoso, otras tienen un tono más pálido, pero ambas variantes son del tipo estilizado pintado en rojo y negro, con el cráneo cubierto de betún para figurar los cabellos. Las cabezas son exageradamente alargadas y grotescas, pero los cuerpos están bien modelados, con los pies juntos y las manos en el talle, también las hay con un niño al pecho o con las manos apoyadas en las caderas. Sobre el cuerpo desnudo tienen pintadas bandas o rayas que simulan ornatos o tatuajes y una línea incisa marca el pubis y la separación entre las piernas...

Los ejemplos son numerosos y tal vez puedan ser objeto de otro estudio, no obstante no hemos pretendido agotar el tema, ni siquiera lo hemos tratado en toda su extensión, hemos omitido voluntariamente el apartado de las tibisenas así como también el estudio del mundo religioso en las otras islas del archipiélago.

El estudio de los orígenes y cronologías apenas si fue mencionado, tan sólo hicimos hincapié en África, pero sólo superficialmente, en este sentido y cuando ya casi concluíamos este trabajo, nuestro entrañable colega, el doctor Martín de Guzmán, nos informaba de los reciente hallazgos en Sierra Leona de un buen número de figurillas de barro cocido, que presentaban la particularidad de tener grandes semejanzas con nuestras tibisenas o figuras zoomórficas.
El tema no ha pretendido otra cosa que presentar al lector un panorama lo más explícito posible de este apartado concreto de nuestra cultura prehistórica. Dejamos, pues, para otros estudiosos la preciosa y difícil tarea de encajar en el espacio y en el tiempo este "puñado" de figurillas de barro y piedra, conocidas por ¡dolidos de los antiguos habitantes de Gran Canaria.

Julio Cuenca Sanabría en: Revista Aguayro
Año XII nº 137, octubre de 1981.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)



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