F R A N T Z F A N O N.
I I I . D E S V E N T U R A
S D E L A CO N C I E N C I A
N A C I O N A L
I V. SO B R E L A C U L T U R A N A C I O N A L
Viene de la página anterior.
En el
plano artesanal, las
formas sedimentadas y como
tensas de estupor, progresivamente se relajan. El trabajo en madera, por
ejemplo, que reeditaba por millares ciertas caras o ciertas posiciones, se
diferencia. La máscara inexpresiva o trastornada se anima y los brazos tienden
a alejarse del cuerpo, a esbozar la acción. La composición de dos, tres, cinco
personajes aparece. Las escuelas
tradicionales son invitadas a la creación con el surgimiento en avalancha de
aficionados o disidentes. Este vigor nuevo en ese sector de la vida cultural
pasa con frecuencia inadvertido. Sin embargo, su contribución a la lucha
nacional es capital. Al animar
caras y cuerpos,
al tomar como
tema de creación un grupo
atornillado sobre un mismo pedestal el artista invita al movimiento organizado.
Si se
estudian las repercusiones del
despertar de la conciencia nacional en el campo de la
cerámica o de la alfarería, pueden señalarse las mismas observaciones. Las creaciones
abandonan su formalismo. Cántaros, vasijas, bandejas varían, primero de manera
imperceptible y después en forma brutal. Los colores, antes restringidos en
número y que obedecían a leyes armónicas tradicionales se multiplican y sufren
el contragolpe del impulso revolucionario. Algunos
ocres, algunos azules, prohibidos al parecer desde siempre
dentro de un área cultural dada, se imponen sin escándalo. Igualmente la no
figuración del semblante humano característica según los sociólogos de regiones
perfectamente delimitadas, se convierte de pronto en algo absolutamente
relativo. El especialista metropolitano, el etnólogo perciben pronto esas
mutaciones. En general, todas esas mutaciones son condenadas en nombre de un
estilo artístico codificado, de una
vida cultural desarrollada
dentro de la situación
colonial. Los especialistas
colonialistas no reconocen esa nueva
forma y apoyan
las tradiciones de
la sociedad autóctona. Son
los colonialistas los
que se convierten
en defensores del estilo autóctono. Recordamos perfectamente, y el
ejemplo reviste cierta importancia porque no se trata totalmente de una
realidad colonial, las
reacciones de los
especialistas blancos del jazz cuando, después de la segunda Guerra
Mundial, cristalizaron de manera estable nuevos estilos como el be-bop. Es que
el jazz no debe ser sino la nostalgia quebrada y desesperada de un viejo negro
atrapado entre cinco whiskies, su propia maldición y el odio racista de los
blancos. Cuando el negro se comprende
a sí mismo
y concibe el
mundo de una
manera distinta, hace nacer
la esperanza e
impone un retroceso
al universo racista, es claro que su trompeta tiende a destaparse y su
voz a perder la ronquera. Los nuevos estilos en materia de jazz no surgen sólo
de la competencia económica. Hay que ver en ellos, sin duda,
una de las
consecuencias de la
derrota, inevitable aunque lenta, del mundo sureño de los Estados Unidos. Y no
resulta utópico suponer que en unos cincuenta años la categoría jazz-grito
hipada, de un pobre negro maldito, será defendida sólo por los blancos fieles a
la imagen estereotipada de un tipo de relaciones, de una forma de la negritud.
Podríamos igualmente buscar y
encontrar, en el plano de la danza, del canto melódico, de los ritos, de las
ceremonias tradicionales el mismo impulso, advertir las mismas mutaciones, la
misma impaciencia. Mucho antes de la fase política o armada de la lucha
nacional, un lector atento puede sentir, pues, y ver cómo se manifiesta el
nuevo vigor, la lucha próxima. Formas de expresión desacostumbradas, temas
inéditos y dotados de una fuerza no ya de invocación sino de agrupación, de
convocación "con un fin". Todo concurre para despertar la
sensibilidad del colonizado, para hacer inactuales, inaceptables, las actitudes
contemplativas o de fracaso. Al renovar las intenciones y la dinámica de
la artesanía, de
la danza y
de la música,
de la literatura y la epopeya
oral, el colonizado reestructura su percepción. El mundo pierde su carácter
maldito. Se dan las condiciones para la inevitable confrontación.
Hemos asistido a la aparición del
movimiento en las manifestaciones culturales. Hemos visto cómo ese movimiento,
esas nuevas formas estaban ligadas a la maduración de la conciencia nacional.
Pero ese movimiento tiende cada vez más a objetivarse, a institucionalizarse.
De ahí la necesidad de una existencia nacional cueste lo que cueste.
Uno de los errores, difícilmente
sostenible por lo demás, es intentar inventos culturales, tratar de revalorizar
la cultura autóctona dentro del
marco del dominio
colonial. Por eso llegamos a una tesis aparentemente
paradójica: en un país colonizado, el nacionalismo más elemental, el más
brutal, el más indiferenciado es la forma más ferviente y más eficaz de defensa
de la cultura nacional. La cultura es, en primer lugar, expresión de una
nación, de sus preferencias, de sus tabús, de sus modelos. En todos los niveles
de la sociedad global se constituyen otros tabús, otros valores, otros modelos.
La cultura nacional es la suma de todas esas apreciaciones, la resultante de
las tensiones internas y externas en la sociedad global y en las diferentes
capas de esa sociedad. En la situación colonial, la cultura, privada del doble
sostén de la nación y del Estado se deteriora y agoniza. La condición de
existencia de la cultura es, por tanto, la liberación nacional, el renacimiento
del Estado.
La nación no es sólo condición de
la cultura, de su efervescencia, de su continua renovación, de su
profundización. Es también una exigencia. Es, en primer lugar, el combate por
la existencia nacional lo que levanta el bloqueo de la cultura, lo que le abre
las puertas de la creación. Más tarde la nación asegurará a la cultura
las condiciones, el
marco de expresión.
La nación reúne para la cultura
los distintos elementos indispensables, los únicos que pueden conferirle
credibilidad, validez, dinamismo, creatividad. Es igualmente su carácter
nacional lo que hará a la cultura permeable a las demás culturas y le permitirá
influir, penetrar a otras culturas. Lo que no existe no puede actuar sobre
la realidad, ni
siquiera influir en
esa realidad. Es
necesario primero que el
restablecimiento de la
nación dé vida,
en el sentido más biológico del
término, a la cultura nacional.
Hemos seguido, pues, el
quebrantamiento cada vez más esencial de los viejos sedimentos culturales y
hemos percibido, en vísperas del combate decisivo por la liberación nacional,
la renovación de la expresión, el arranque de la imaginación.
Queda por plantear una cuestión
fundamental. ¿Cuáles son las relaciones que existen entre la lucha, el
conflicto —político o armado— y la cultura? ¿Se suspende la cultura durante el
conflicto? ¿Es la lucha nacional una manifestación cultural? ¿Hay que afirmar,
por último, que
el combate liberador,
aunque fecundo a posteriori para la cultura, es en sí mismo una negación
de la cultura? ¿Es o no la lucha de liberación un fenómeno cultural?
Creemos que la lucha organizada y
consciente emprendida por un pueblo
colonizado para restablecer
la soberanía de la
nación constituye la manifestación más plenamente cultural que existe. No es
únicamente el triunfo de la lucha lo que da validez y vigor
a la cultura,
no hay amodorramiento de
la cultura durante el combate. La
lucha misma, en su desarrollo, en su proceso interno desarrolla las diferentes
direcciones de la cultura y esboza otras nuevas. La lucha de liberación no
restituye a la cultura nacional su valor y sus antiguos contornos. Esta lucha,
que tiende a una redistribución fundamental de las relaciones entre los
hombres, no puede dejar intactas ni las formas ni los contenidos culturales de
ese pueblo. Después de la lucha no sólo desaparece el colonialismo, sino que
también desaparece el colonizado.
Esta nueva humanidad, para sí y
para los otros, no puede dejar de definir un nuevo humanismo. En los objetivos
y los métodos de la
lucha se prefigura
ese nuevo humanismo.
Una lucha que moviliza todas las capas del pueblo, que expresa las intenciones
y las impaciencias del pueblo, que no teme apoyarse casi exclusivamente en ese
pueblo, es necesariamente victoriosa. El
valor de ese
tipo de lucha
es que realiza
el máximo de condiciones para el desarrollo y la
creación culturales. Después de la liberación nacional, obtenida en esas
condiciones, no existe esa indecisión cultural tan dolorosa que se encuentra en
ciertos países recién independizados. Es que la nación en su forma de
advenimiento al mundo, en sus modalidades de existencia influye
fundamentalmente en la cultura. Una nación surgida de la acción concertada del
pueblo, que encarna las aspiraciones reales del pueblo, que modifica al Estado
no puede existir sino en medio de excepcionales formas de fecundidad cultural.
Los colonizados que se inquietan
por la cultura de su país y quieren darle dimensión universal no deben confiar,
pues, únicamente, en el principio de la independencia inevitable y sin arraigo,
en la conciencia del pueblo para realizar esta tarea. La liberación nacional
como objetivo es una cosa, los métodos y el contenido popular de la lucha son
otra. Nos parece que el futuro de
la cultura, la
riqueza de una
cultura nacional se dan
igualmente en función de los valores que han rodeado a la lucha liberadora.
Y
ha llegado el
momento de denunciar
el fariseísmo de algunos. La reivindicación nacional, se
dice aquí y allá, es una fase que la humanidad ha superado. Ha llegado la hora
de los grandes conjuntos y los anticuados del nacionalismo deben corregir, en
consecuencia, sus errores. Creemos, por el contrario, que el
error, cargado de
consecuencias, consistiría en
querer salvar la etapa nacional. Si la cultura es la manifestación de la
conciencia nacional, no vacilaría en afirmar, en el caso que nos ocupa, que la
conciencia nacional es la forma más elaborada de la cultura.
La conciencia de sí no es
cerrazón a la comunicación. La reflexión filosófica nos enseña, al contrario,
que es su garantía. La conciencia nacional, que no es el nacionalismo, es la
única que nos da dimensión internacional. Este problema de la conciencia
nacional, de la cultura nacional adquiere en África dimensiones singulares. El
surgimiento de la conciencia nacional en África sostiene con la conciencia
africana relaciones de estricta contemporaneidad. La responsabilidad del
africano frente a su cultura nacional es también responsabilidad frente a la
cultura negro-africana. Esta responsabilidad conjunta no se debe a un principio
metafísico, sino que es la conciencia de una ley trivial que postula que toda
nación independiente, en África donde el colonialismo sigue aferrado, sea una
nación sitiada, frágil, en peligro permanente.
Si el hombre es su obra,
afirmaremos que lo más urgente actualmente para el intelectual africano es la
construcción de su nación. Si esa construcción es verdadera, es decir, si
traduce la voluntad manifiesta del pueblo, si revela, en su impaciencia, a los
pueblos africanos, entonces la construcción nacional va acompañada
necesariamente del descubrimiento y la promoción de valores universales. Lejos
de alejarse, pues, de otras naciones, es la liberación nacional la que hace
presente a la nación en el escenario
de la historia.
Es en el
corazón de la
conciencia nacional donde se eleva y se aviva la conciencia
internacional. Y ese doble nacimiento no es, en definitiva, sino el núcleo de
toda cultura.
Comunicación dirigida al Segundo
Congreso de Escritores y Artistas Negros, Roma, 1959.
V . G U E R R A C O L O N I A L
Y T R A S T O R N O S
M E N T A L E S
Pero la guerra continúa. Y
tendremos que curar todavía durante muchos años las heridas múltiples y a veces
indelebles infligidas a nuestros pueblos por la ruptura con el colonialismo.
El imperialismo,
que ahora lucha
contra una auténtica liberación de los hombres abandona
aquí y allá gérmenes de podredumbre que tenemos que descubrir implacablemente y
extirpar de nuestras tierras y de nuestros cerebros.
Aquí nos ocupamos del problema de
los trastornos mentales surgidos de la guerra de liberación nacional que
realiza el pueblo argelino.
Quizá parezcan inoportunas y
desplazadas en un libro como éste las siguientes notas sobre psiquiatría. No
podemos evitarlo de ninguna manera.
No ha dependido de nosotros que
en esta guerra diversos fenómenos psiquiátricos, trastornos del comportamiento
y del pensamiento hayan cobrado importancia tanto entre los actores de la
"pacificación" como dentro de la población "pacificada". La
verdad es que la colonización, en esencia, se presentaba ya como una gran proveedora
de los hospitales psiquiátricos. En diversos trabajos científicos llamamos la
atención de los psiquiatras franceses
e internacionales, desde
1954, sobre la dificultad
de "curar" correctamente al colonizado, es decir, de hacerlo
totalmente homogéneo en un medio social de tipo colonial.
Como es una
negación sistemática del otro,
una decisión furiosa de privar al otro de todo atributo de humanidad, el
colonialismo empuja al pueblo dominado a plantearse constantemente la pregunta:
"¿Quién soy en realidad?"
Las posiciones
defensivas surgidas de
esta confrontación violenta del
colonizado con el sistema colonial se organizan en una estructura que revela la
personalidad colonizada. Basta simplemente para comprender esta
"sensibilización" apreciar el número
y la profundidad
de las heridas
sufridas por un colonizado durante un solo día en el
régimen colonial. Hay que recordar, en todo caso, que un pueblo colonizado no
es sólo un pueblo dominado. Bajo la ocupación
alemana los franceses no dejaron
de ser hombres. En Argelia no sólo hay dominio sino literalmente decisión de
ocupar simplemente un territorio. Los argelinos, las
mujeres con haik,
las palmeras y
los camellos forman el panorama,
el telón de fondo natural de la presencia humana francesa.
La naturaleza hostil, reacia,
profundamente rebelde está representada efectivamente en las colonias por la
selva, los mosquitos, los indígenas y las fiebres. La colonización tiene éxito
cuando toda esa naturaleza indócil es por fin domeñada. Ferrocarriles a través
de la selva, desecación de los pantanos, inexistencia política y económica de
la población autóctona son en realidad una y la misma cosa.
En el periodo de colonización no
impugnada por la lucha armada, cuando la suma de excitaciones nocivas pasa de
cierto umbral, las posiciones defensivas de los colonizados se desploman y
éstos llenan en gran número los hospitales psiquiátricos. Hay, pues, en
ese periodo tranquilo de colonización
triunfante una patología mental
permanente y copiosa producida directamente por la opresión.
Actualmente la guerra de liberación nacional que realiza el
pueblo argelino desde hace siete años, por abarcar la totalidad del pueblo, se
ha convertido en terreno favorable para la eclosión de trastornos mentales.20
En la introducción no publicada
en las dos primeras ediciones de L'An V de la Révolution Algérienne
ya señalábamos que toda una generación de argelinos, sumergida en el homicidio
gratuito y colectivo con las consecuencias psicoafectivas que supone sería la
herencia humana de Francia en Argelia.
Los franceses que condenan la tortura en Argelia adoptan constantemente
un punto de vista estrictamente francés.
No es un reproche, es una comprobación: se quiere proteger la conciencia
de los torturadores actuales y en potencia y se trata de evitar la podredumbre
moral de la juventud francesa. No
podemos dejar de estar de acuerdo con enfermos argelinos y franceses tratados
por nosotros y que nos parecen particularmente expresivos. No publicamos,
resulta superfluo advertirlo, un
trabajo científico. Evitamos
toda discusión semiológica, noológica o terapéutica. Los escasos
términos técnicos utilizados aquí sirven únicamente de guía. Hay que insistir,
sin embargo, en dos puntos:
Por regla general, la psiquiatría
clínica reúne los diferentes trastornos presentados por nuestros enfermos bajo
la rúbrica de "psicosis reaccionales". Al hacerlo, se da mayor
importancia al acontecimiento que ha
desencadenado la enfermedad
aunque, aquí y allá, se mencione el papel del terreno en que se produce
(la historia psicológica, afectiva y biológica del sujeto) y el del medio. Nos
parece que en los casos presentados aquí, el acontecimiento que desencadena
todo es principalmente la atmósfera sanguinaria, despiadada, la generalización
de prácticas inhumanas, la impresión
tenaz que tienen
los individuos de asistir a una verdadera apocalipsis.
El caso número 2 de la serie A es
típicamente una psicosis reaccional, pero los casos números 1, 2, 4, 5 de la
serie Β admiten una causalidad mucho
más difusa sin
que pueda hablarse realmente de un acontecimiento
motivador particular. Aquí es la guerra,
esa guerra colonial
que con mucha
frecuencia se manifiesta como
un auténtico genocidio,
esta guerra que trastorna y
quiebra al mundo,
la que constituye
el acontecimiento motivador. Psicosis
reaccional, si quiere utilizarse una etiqueta ya
establecida, pero dándole aquí una prioridad singular a la guerra concebida en
su totalidad y en sus particularidades de guerra colonial.
Después de
las dos grandes
guerras mundiales, no han
faltado las publicaciones sobre
la patología mental
de los militares participantes
en la acción y de las civiles víctimas del éxodo o
de los bombardeos.
La fisonomía inédita
de ciertos cuadros psiquiátricos
señalados aquí confirma, si todavía fuera esta intención. Algunas observaciones reunidas aquí,
principalmente los casos números 4 y 5 de la serie A ilustran y justifican
tristemente ese temor de los demócratas franceses. Pero nuestro propósito, en todo caso, es
demostrar que la tortura sufrida disloca profundamente, no podría ser de otra
manera, la personalidad del torturado.
Otra noción muy arraigada merece,
en nuestra opinión, una ligera flexibilización: se trata de la relativa
benignidad de esos trastornos reaccionales. Y ciertamente han podido
describirse, aunque de manera siempre excepcional, psicotizaciones secundarias,
es decir, casos donde el conjunto de la personalidad resulta definitivamente
desintegrado.
Nos parece, por el contrario, que
la regla general aquí es la frecuente malignidad de los procesos patológicos.
Son trastornos que persisten durante meses, atacando fuertemente al yo, y
dejando casi siempre como secuela una fragilidad prácticamente perceptible a
simple vista. Evidentemente, el futuro de esos enfermos está hipotecado. Un
ejemplo ilustrará nuestro punto de vista.
En uno de los países africanos
independientes desde hace varios años, tuvimos la oportunidad de recibir a un
patriota, antiguo miembro de la resistencia. Este hombre de unos treinta años
venía a pedirnos consejo y alivio porque, al acercarse determinada fecha del
año, era afectado por insomnios, acompañados de ansiedad y de ideas fijas de
autodestrucción. La fecha crítica era aquella en que, por instrucciones de su
red clandestina, había puesto una bomba en alguna parte. Diez personas habían
muerto en el atentado.21 a algunos comandos hasta las cercanías de los puntos
de ataque y con frecuencia tiene que esperarlos.
Un día, sin embargo, en plena
ciudad europea, después de una
acción relativamente importante,
al verse seriamente rodeados los patriotas se ve
obligado a abandonar el taxi y el comando
se dispersa. B...
que logra escapar
al adversario, se refugia en casa de un amigo y unos días
después, sin haber vuelto a su domicilio, se dirige por instrucción de sus
responsables a la guerrilla más próxima.
Durante varios meses no recibe
noticias de su mujer ni de su hijita de veinte meses. Se entera, en cambio, de
que la policía lo ha buscado durante semanas enteras en la ciudad. Después de
dos años de estancia en la guerrilla, recibe de su mujer un mensaje en que le
pide que la olvide. La han deshonrado. No debe pensar ya en reanudar la vida
común con ella. Terriblemente inquieto, pide a su comandante autorización para
ir clandestinamente a su domicilio. Se la niegan. Por otra parte, se toman
medidas para que un miembro del F.L.N. establezca contacto con la mujer y los
padres de B...
Dos semanas después, llega un
informe detallado al comandante de la unidad de B...
Poco después de descubrir su taxi
abandonado (se habían encontrado allí dos cargadores de ametralladora) soldados
franceses acompañados por
policías habían acudido
a su domicilio. Al
no encontrarlo, se
llevaron a su mujer,
a quien tuvieron encerrada más de una semana.
La interrogan sobre las amistades
de su marido y durante dos días la abofetean brutalmente. Pero al tercer día un
militar francés —ella no puede precisar si se trata de un oficial— hace
salir a
los demás y
la viola. Poco
después otro, esta
vez en presencia de los demás, la
viola también diciéndole: "Si vuelves a ver algún día a tu cochino marido,
no se te olvide decirle lo que te hemos hecho." Permanece allí una semana
sin sufrir nuevo interrogatorio. Después la llevan de nuevo a su domicilio. Al
contarle lo sucedido a su madre, ésta la convence de que debe decírselo todo a
B... Por eso al poder entrar en contacto con su marido, le confiesa su
deshonra.
Pasado el primer choque, y participando además en una acción
ininterrumpida, B... se recupera. Durante varios meses escucha múltiples
relatos de mujeres argelinas violadas o torturadas; tendrá la oportunidad de
encontrar a otros maridos de mujeres violadas y su desgracia personal, su
dignidad de marido ofendido pasan al segundo plano.
En 1958 se le encarga una misión
en el exterior. Al volver a reunirse con su unidad, una desacostumbrada
distracción y frecuentes insomnios inquietan a sus camaradas y superiores. Se
retrasa su partida y se decide una consulta médica. Es en este momento cuando
lo vemos. Buen contacto inmediato. Semblante móvil, quizá demasiado. Las
sonrisas parecen algo exageradas. Euforia superficial: "Todo va bien...
Todo va bien... Ahora me siento mejor. Déme algún reconstituyente, unas
vitaminas y déjeme volver a la guerrilla."
Se percibe por debajo de esto una ansiedad básica. Se le hospitaliza en seguida.
Desde el segundo día, el
optimismo aparente se desploma y nos hallamos frente un deprimido pensativo,
anoréxico, que no sale de la cama. Evade las discusiones políticas y manifiesta
un desinterés notorio por todo lo que se refiere a la lucha nacional. Evita
escuchar las noticias relativas a la guerra de liberación. El proceso para
abordar sus dificultades es muy laborioso, pero al cabo de algunos días podemos
reconstruir su historia:
Durante su estancia en el
exterior, intenta una aventura sexual que fracasa. Pensando que se trata de una
fatiga normal después de las
marchas forzadas y
los periodos de subalimentación, vuelve a intentarla dos
semanas más tarde. Nuevo fracaso. Se lo cuenta a un camarada quien le aconseja
que tome vitamina B12. La toma en forma
de comprimidos. Nueva tentativa y nuevo fracaso. Además, unos instantes antes
del acto, siente un deseo irresistible de romper una foto de su hijita. Esa
relación simbólica podía evocar la existencia de impulsos incestuosos
inconscientes. No obstante, varias entrevistas y un sueño (el enfermo asiste a
la rápida putrefacción de un gatito con insoportable olor) nos conducen por
otra dirección. "Esa niña, nos
dice un día [se trata de su hija] tiene algo podrido." A partir de este
periodo, los insomnios se vuelven muy pertinaces y a pesar de
una dosis bastante
grande de tranquilizadores, se desarrolla un estado de excitación
angustiosa que trastorna considerablemente al Servicio. Nos habla entonces por
primera vez de su mujer, riendo, y nos dice: "Ya ha probado a los
franceses." Es en ese momento cuando reconstruimos teda la historia. Nos
cuenta la trama de los acontecimientos. Nos dice que antes de cada intento
sexual piensa en su mujer. Todas sus confidencias nos parecen de interés
fundamental.
"Me casé con esa muchacha
aunque yo quería a mi prima. Pero los padres de mi prima arreglaron el
matrimonio de su hija con otro. Entonces acepté la primera mujer que me
propusieron mis padres. Era agradable, pero yo no la quería. Siempre me decía a
mí mismo: eres joven; espera un poco y cuando encuentres a la que te convenga
te divorciarás y harás un buen matrimonio. Por eso no estaba muy apegado a mi
mujer. Con los acontecimientos, me alejé de ella todavía más. En los últimos
tiempos, llegaba a comer y a dormir casi sin hablarle.
"En la guerrilla, cuando me
enteré de que la habían violado los franceses, sentí primero cólera contra esos
puercos. Después: 'No es grave,
después de todo
no la han
matado. Podría recomenzar su
vida.' Y varias semanas después me di cuenta de que la habían violado porque me
buscaban a mí. En realidad, la habían violado para castigarla por su silencio.
Habría podido muy bien revelar al menos el nombre de un militante, a partir del
cual habrían podido descubrir toda la red, destruirla y quizá inclusive
arrestarme. No era, pues, una simple violación, por ocio o por sadismo, como he
tenido ocasión de ver en los aduares, era la violación de una mujer
obstinada, que aceptaba
todo por no vender a su marido. Y ese marido era yo.
Esa mujer me había salvado la vida y había protegido la red clandestina. Por mi
causa la habían deshonrado. Sin embargo no me decía: 'Mira lo que he sufrido
por ti.' Me decía por el contrario: 'Olvídame, rehaz tú vida, yo estoy
deshonrada.'
"A partir
de ese momento
decidí volver con
mi mujer después de la guerra,
porque debo decirte que he visto a muchos campesinos enjugar las lágrimas de
sus mujeres que habían sido violadas frente a ellos mismos. Esto me conmovió
mucho. Debo confesarte, además, que al principio no podía comprender su
actitud. Pero progresivamente tuvimos
que intervenir en
esas historias, para explicarles
a los civiles. He visto algunos civiles que se ofrecieron como voluntarios para
casarse con una joven violada por los militares franceses y embarazada. Todo
esto me llevó a plantearme de otra manera el problema de mi mujer.
"Decidí volver
con ella, pero
todavía no sé
cómo reaccionaría al verla. Y muchas veces, al ver la foto de mi hija,
pienso que también ella ha sido deshonrada. Como si todo lo que viniera de mi
mujer estuviera podrido. Si la hubieran torturado, si le hubieran roto todos
los dientes, si le hubieran roto un brazo no me habría importado. Pero ¿cómo es
posible olvidar eso? ¿Y por qué tenía ella que contármelo todo?"
Me pregunta entonces si su
"debilidad sexual" es provocada, en mi opinión, por sus confusiones.
Respuesta: "No sería
imposible." Se sienta entonces en la cama:
— ¿Qué harías tú si te sucediera
esto?
—No sé...
— ¿Volverías con tu mujer?
—Creo que sí. . .
—Ah, ya ves... No estás completamente seguro...
Se lleva las manos a la cabeza y
después de unos instantes sale del cuarto.
A
partir de ese
día, acepta progresivamente escuchar
las discusiones políticas, mientras que las jaquecas y la anorexia
desaparecen considerablemente, hasta que se normaliza.
Al cabo de dos semanas, vuelve a
su unidad diciéndome: "Cuando llegue la independencia volveré con mi
mujer. Si las cosas no marchan bien, vendré a verte a Argel."
Caso Nº 2. Impulsos
homicidas indiferenciados en un evadido de una liquidación colectiva.
S..., de 37 años, fellah. Vive en
un aduar en Constantinois. No se ha ocupado jamás de política. Desde principios
de la guerra, su región es escenario
de batallas violentas
entre las fuerzas argelinas y
el ejército francés.
S... tiene ocasión,
así, de ver muertos y heridos. Pero, sigue
manteniéndose al margen. Cada cierto tiempo, como todo el pueblo, los
campesinos de su aldea ayudan a los combatientes argelinos que están de paso.
Pero un día, a principios de 1958, tiene lugar una emboscada de la que resultan
varias muertes, no lejos del aduar. Las fuerzas enemigas organizan una
operación y sitian la ciudad, vacía de soldados. Todos los
habitantes son reunidos
e interrogados. Nadie responde. Unas horas después, un
oficial francés llega en helicóptero
y dice: "Este
aduar da demasiado
que hablar; ¡destrúyanlo!"
Los soldados empiezan a quemar las casas mientras las mujeres que tratan de
recoger algunas ropas o de salvar algún enser
son rechazadas a
culatazos. Algunos campesinos aprovechan la
con fusión reinante
para escapar. El
oficial da orden de reunir a los
hombres que quedan y los hace conducir cerca
de un río
donde comienza la
matanza. Veintinueve hombres son
muertos a quemarropa. S... es herido por dos balas que le atraviesan
respectivamente el muslo derecho y el brazo izquierdo, ocasionándole esta
última herida una fractura del fémur.
S... se desmaya y recupera el
conocimiento en medio de un grupo del Ejército de Liberación Nacional. Es
atendido por el Servicio Sanitario y evacuado cuando le es posible trasladarse.
Durante el camino, su comportamiento cada vez más anormal no deja de inquietar
a la escolta. Reclama un fusil, siendo así que es civil y está incapacitado, y
se niega a marchar delante de nadie. No quiere que vaya nadie detrás de él. Una
noche se apodera del arma de un
combatiente y dispara
inhábilmente sobre los soldados dormidos. Desde ese momento
marchará con las manos amarradas y es así como llega al Centro.
Comienza por decimos que no ha
muerto y que les jugó a los demás una buena pasada. Poco a poco, podemos
reconstruir la historia de su asesinato frustrado. S... no está angustiado,
sino más bien sobreexcitado, con fases de agitación violenta, acompañada de
alaridos. No rompe cosas, pero fatiga a todo el mundo con su incesante
charla y el
Servicio se mantiene
en alerta permanente por su decisión manifiesta de "matar a todo el
mundo". Durante su
hospitalización, ataca con
armas improvisadas a unos
ocho enfermos. Los
enfermeros y los médicos tampoco se salvan. Llegamos a
preguntarnos si no nos encontramos en presencia de una de esas formas larvadas
de epilepsia caracterizada por una agresividad global casi siempre despierta.
Se emprende una cura de sueño. A
partir del tercer día, una entrevista cotidiana va a permitirnos comprender
mejor la dinámica del proceso patológico. El desorden mental desaparece
progresivamente. He aquí algunos paisajes de las declaraciones del enfermo:
"Dios está
conmigo..., pero entonces
no está con
los que murieron... Tuve mucha
suerte... En la vida hay que matar para que no lo maten a uno... Cuando pienso
que no sabía nada de sus historias... Hay franceses entre nosotros. Se
disfrazan de árabes. Hay que matarlos a todos. Dame una ametralladora. Todos
esos supuestos árabes son franceses... y no me dejan tranquilo. Cuando quiero
dormirme entran en el cuarto. Pero ahora ya los conozco. Todos quieren matarme.
Pero me defenderé. Los mataré a todos sin excepción. Los degollaré uno tras
otro y a ti también. Ustedes quieren eliminarme, pero tendrán que actuar de
otra manera. No me importará matarlos.
A los chicos
y a los
grandes, a las mujeres, a los niños, a los perros, a los
pájaros, a los burros... a todo el mundo le tocará... Después podré dormir
tranquilo... "
Todo esto es expresado en un
lenguaje cortante, en actitud hostil, altanera y despreciativa.
Después de tres semanas, la
excitación desaparece, pero una reserva, cierta tendencia a la soledad nos
hacen temer una evolución más grave. No obstante, después de un mes, solicita
salir para aprender un oficio compatible con su enfermedad. Se le
confía entonces al
Servicio Social del
F.L.N. Lo vimos
seis meses después. Va bien.
Caso Nº 3. Psicosis de angustia grave con síntomas de
despersonalización después del
brutal asesinato de una
mujer.
Dj..., ex estudiante, militar en
el A.L.N., 19 años. Cuando llega al Centro, su enfermedad ya data de varios
meses. Su apariencia es característica:
muy deprimido, los
labios secos, las
manos constantemente sudorosas. Incesantes suspiros elevan su pecho.
Insomnio tenaz. Dos intentos de suicidio desde el comienzo de sus trastornos.
Durante la conversación, adopta actitudes de escucha alucinada. A veces la
mirada se fija durante algunos instantes en un punto del espacio mientras que
el semblante se anima, dando la impresión al observador de que el enfermo
asiste a un espectáculo. Pensamientos borrosos. Algunos fenómenos conocidos en
psiquiatría con el nombre de barrera: un gesto o una frase esbozados son
bruscamente interrumpidos sin razón aparente. Pero, sobre todo un elemento va a
llamar particularmente nuestra atención: el enfermo nos habla de la sangre que
ha perdido, de
sus arterias que
se vacían, de su
corazón que falla. Nos suplica detener la hemorragia, no permitir que lo
"vampiricen" también en el hospital. Por momentos no logra hablar y
pide un lápiz.
Escribe: "Ya no tengo voz,
toda mi vida se escapa." Esta despersonalización nos hace pensar en un
estado muy grave. Varias veces en el curso de nuestras conversaciones, el
enfermo nos habla de una mujer que, por la noche, viene a perseguirlo. Como ya
me ha contado que su madre ha muerto, que la quería mucho, que nada podría
consolarlo de esa pérdida (la voz se ensordeció considerablemente en ese
momento y aparecieron algunas lágrimas) dirijo la investigación sobre la imagen
maternal. Como le pido que describa a esa mujer que lo obsesiona, que inclusive
lo persigue, me declara que no es una desconocida, que la conoce muy bien
puesto que él mismo, la ha matado. Se plantea entonces el problema de saber si
estamos frente a un complejo de culpa inconsciente después de la muerte de la
madre, como lo describe Freud en "Duelo y melancolía". Pedimos al
enfermo que nos
hable más extensamente
de esa mujer, puesto
que la conoce
tan bien y
que él mismo
la ha matado.
Continua.
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