martes, 8 de mayo de 2012

GUANCHES CON NOMBRES CATÓLICOS Y ALGUNOS DE SUS DESCENDIENTES


GUANCHES CON NOMBRES CATÓLICOS Y ALGUNOS DE SUS DESCENDIENTES

APUNTES PARA UN ESTUDIO DE LA ONOMÁSTICA CRISTIANA IMPUESTA AL PUEBLO GUANCHE

Eduardo Pedro García Rodríguez


Capitulo I


"La historia es, pues, necesaria; pero no es "inocente". Por eso los pueblos se ven a veces obligados a recuperar su memoria colectiva que les había sido arrebatada, ocultada o falsificada. (…) Porque cuando se trata de aherrojar a un pueblo, lo primero que se hace es falsificarle o arrebatarle la imprescindible experiencia que significa su historia. Por eso la historia rigurosamente científica, pero que es cosa de todos, tarea en la que todos pueden y deben colaborar, es vital para una colectividad que quiera ser libre de sus destinos" (M. Tuñón de Lara, en: Faita)

Antecedentes históricos

   La presencia humana en el Archipiélago Canario es mucho más antigua de lo que la historia oficial y oficialista nos viene predicando. En los círculos académicos dependientes se tenía asumido como cierto que la llegada de nuestros ancestros a las islas tuvo lugar entre los  siglos I y V antes de la era occidental actual. Hace años que vengo sosteniendo que  nuestros primeros antepasados comenzaron a arribar a las isla en torno al 3800 antes de la era actual, naturalmente esta teoría resulta demasiado atrevida para los sectores inmovilistas que dirigen o mejor dicho, teledirigen los fundamentos históricos y culturales en nuestra nación, pero se dice que el tiempo acaba poniendo las cosas en su lugar y dando la razón a quien en justicia la tiene, por ello me es grato el ser testigo de cómo los recientes estudios y descubrimientos arqueológicos van haciendo retroceder en el tiempo la fecha asignada por los eruditos dependientes para el poblamiento inicial de nuestro archipiélago, me refiero al reciente descubrimiento y estudio por parte de un equipo de arqueólogos dirigidos por el doctor Pablo Atoche. De un yacimiento que suponen de origen fenicio pero que en todo caso constata científicamente la presencia humana en la isla Titeroygatra (Lanzarote) en mil años antes de la era actual occidental, no dudo en que estudios futuros acaben dándome la razón en cuanto a la fecha que postulo para la llegada a las islas de los primeros canarios, pues los vestigios arqueológicos son mas que evidentes, solamente hace falta buena fe, que los estamentos científicos canarios se involucren honestamente y, voluntad política para estudiarlos debidamente.
   En un interesante artículo publicado en 1997 el eminente paleontólogo  canario Dr. Francisco García Talavera Casañas nos ofrece una visión acertada de la fecha aproximada del inicio del poblamiento del archipiélago, en dicho artículo expone las diferentes eras climáticas en el continente y recoge que: “Una nueva oscilación climática ocurrió hace aproximadamente 4.500 años, volviéndose a la aridez, y es en esa época cuando tendríamos de nuevo una población enfrente con posibilidades de cruzar el charco y presionada por los rigores climáticos (Petit-Maire y Dutour, 1987). ¿Lo hicieron esta vez? En mi opinión, y en la de tantos otros: Cuscoy, Fusté, Schwidetzky, etc., sí, ya que este pueblo era poseedor de la cultura normalmente conocida como neolítico de tradición capsiense, con un cierto grado de conocimiento que le permitiría hacerlo. Además, ya están apareciendo datos que inducen a pensar en ello (Meco et al., 1995).
   En cualquier caso, es éste uno de los puntos que más controversia han suscitado a lo largo del tiempo y que, presumiblemente, seguirá dando que hablar.” (García Talavera, Fco. 1997)

   Referencias en torno al Archipiélago Canario en la literatura clásica europea

   El Archipiélago Canario era conocido por las culturas greco-romanas antes de que estas fueran condenadas al ostracismo por el auge del cristianismo, el cual hundió a Europa en un largo periodo de oscurantismo, destruyendo las ciencias y las artes de las sociedades “paganas”.

   Veamos una breve cronología reproducida de un artículo de Guayre Adarguma:

   “Siglo VII a.ne. Los fenicio de Gades ya habían navegado por esta aguas desde sus asentamientos en Gades, desde el navegaron la costa Atlántica de África, pasando por Canarias y continuando hasta lo que hoy es Senegal. La tesis es que las islas descritas por Hannón en el Cuerno del Oeste (actual Cabo Jubi), no podían ser otras que las Islas Canarias cuya teoría es también defendida por el también estudioso Schmidt. El mismo comentario indica que la exploración continuó desarrollándose por otras islas de este archipiélago, presentando una de ellas actividad volcánica (posiblemente sería la isla  Chinech (Tenerife).
   S. VIII a.n.e. Homero, en La Odisea, sitúa Los Campos Elíseos, “... En lo último de la tierra, donde pasan los hombres una vida tranquila y dulce, sin experimentar nieves, inviernos rígidos ni lluvias, sino un perenne aire fresco nacido de las respiraciones de los céfiros que el océano exhala”.
   S.V a.n.e. La descripción de la Atlántida, realizada por Platón en sus Diálogos: Críticas y Timeo, concuerda con la posición del Archipiélago Canario, cuyas masas emergidas serían los restos del mítico continente hundido.
   Siglo V a.n.e. Según el relato de una navegación púnica al mando del cartaginés Hannón efectuada hacia el año 425 a.n.e. en la que,  partiendo de Cartago (en la actual Túnez), se navegó rodeando África hasta internarse en las profundidades del Golfo de Guinea, en la desembocadura del Camerún. El único manuscrito que subsiste en la actualidad data del siglo X.
   Es más que probable que la expedición de Hannón arribara a algunas de las Islas Canarias, y posteriormente establecieran asentamientos en las islas de Esero (Hierro) Tamarant (Gran Canarias) y Chinech (Tenerife) juzgar por los abundantes indicios arqueológicos de adscripción feno-punica que se han descubierto en las islas, especialmente grabados rupestres y símbolos representativos de la Diosa Tanit, Diosa Suprema de Cartago.
   Siglo V a.n.e. Según el historiador griego Herodoto (nacido en 484 a.n.e.), una expedición fenicia auspiciada por el faraón Necao II (proclamado rey en 610 a.n.e.) circunnavegó el continente africano por primera vez. El faraón quería buscar un paso hacia occidente desde el mar rojo. Tras fracasar en el intento de construir un canal que uniese el mar Rojo con el Mediterráneo a través del Nilo, decidió buscar un paso hacia occidente por el Sur. Cuenta Heródoto que varias naves fenicias circunnavegaron el continente africano, denominado entonces Libia, en una expedición penosa que efectuó largas paradas para conseguir provisiones, y que tardó dos años en llegar a las columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar)). En las Islas Canarias existen indicios arqueológicos y culturales de indudable ascendencia egipcia, (ritos funerarios, trepanación, pinturas etc.
   Siglo V a.d.n.e. Las islas Canarias fueron frecuentadas por pueblos marineros desde la más remota antigüedad. Creemos que existen suficientes vestigios materiales para así afirmarlo, si bien hasta la fecha no se han prospectado yacimientos submarinos que hayan aportado pecios de origen feno-púnicos, y romanos, sí existen evidencias de la existencia de los mismos en las islas de Benahuare (La Palma) y Erbania (Fuerteventura) e incluso en la costa norte (Icoden) de la isla de Chinech (Tenerife). La esperanza de encontrar pecios de naves hundidas desde el siglo V. a.d.n.e. es escasa ya que de haberse producido algunos naufragios durante las expediciones, la turbulencia del Océano Atlántico que rodea nuestras islas y a las fuertes corrientes que por ellas pasan. No obstante, la recuperación por parte de equipos de arqueología submarina de ánforas de origen fenicio y romano datadas entre los siglos V y III a.d.e.a., atestiguan la navegación de los pueblos mencionados por nuestras aguas, especialmente de los cartagineses, quienes se aprovechaban de la abundancia de túnidos y otras especies con las que elaboraban una pasta denominada garum, que venía a ser el caviar de la época, así como  la obtención del tinte de la púrpura proporcionado por un molusco abundante en nuestras costas. Igualmente existen vestigios de posibles factorías fenicias en Titoreygatra (Lanzarote) y Chinech (Tenerife) (Punta La Rasca), además de abundantes restos de ánforas de tipología feno-púnica encontradas en yacimientos situados en el interior las  islas, las cuales han sido estudiadas por eminentes especialistas en la materia entre ellos la Dra. María C. del Arco Aguilar.
   Plinio menciona una expedición realizada entre el año 25 antes de Cristo y el 23 después de la era, cuando en la Mauretania reinaba Juba II, coetáneo de Octavio Augusto, y en cuya época ya se conocían las islas y qué había de valor en ellas.
   S. I, a. n.e. La Eneida de Virgilio, narra Eneas y la Sibila, “...Llegaron a los lugares alegres y vergeles apacibles de los bosques afortunados, a las islas de los bienaventurados, mansión de las almas dichosas. Su cielo es más puro y esplendoroso que el nuestro”.
   S. I, a. n.e. Diodoro Sículo sitúa en, las islas Atlánticas y Afortunadas, el jardín de las Hespérides que, entre toda clase de frutos maravillosos, producía las manzanas de oro.
   Siglo I, a.n.e. Pilotos de Gades relatan sus viajes a las Islas Canarias que sirvieron de referencia al general romano rebelde Sartorio quien quiso habitarlas personalmente por su reconocida fertilidad (Plutarco o Salustio) e identificados como islas afortunadas (de los afortunados) o Campos Elíseos por ser tierra de buen clima, excelente fertilidad y por tanto de felicidad. La expedición se frustró por el asesinato de Sartorio.
   Siglo I, a.n.e.  Descripción del geógrafo griego Estrabón  (63-21-) de las Islas Afortunadas (Islas Canarias) en su referencia al intento de circunnavegar África, utilizando la ayuda técnica, material y personal de los gaditanos, que navegaba tranquilamente por el Atlántico en ambas direcciones (Estrabón II 3-4 y III 5-11) cuyas condiciones mineras son alabadas por el mismo geógrafo.

   Siglo I,  a.n.e. Plinio el Viejo [79]. Cayo Plinio Cecilio Segundo, nos ofrece la descripción física de unas islas, llamadas Afortunadas (Islas Canarias), con la siguiente nomenclatura: Junonia [Benahuare] La Palma? Pluvialia [Ecero] El Hierro? Pluvialia [Titoreygatra] Lanzarote? Capraria Gomera] La Gomera? Invallis [Chinet] Tenerife? Planasia [Tamarant] Gran Canaria?
   Siglo I, a.n.e. Gayo Salustio Crispo (86-35) era de origen sabino, nacido en Amiterno. Fue, como Cicerón, un homo novus, que hubo de hacer carrera en Roma a costa de un gran esfuerzo personal. En política, se opuso a los optimates, encabezados por Pompeyo Magno, y desde un principio apoyó al rival de éste, Julio César, quien llegó a nombrarle gobernador de Numidia. A la muerte de César ya había amasado una inmensa fortuna, y se retiró de la vida pública para dedicarse a sus trabajos históricos. En sus escritos hace referencia a las Islas Canarias.
   40 a.n.e.  Juba II de Mauritania y su cierto viaje a las Islas Canarias en plena época romana, a las que llama “tierra de perros” debido a la gran proliferación de estos cánidos, según la nueva y somera descripción que hace Plinio.: Ombrión [Esero] El Hierro? Junonia [Benahuare] La Palma?  Junonia la menor [La Gomera] La Gomera? Capraria  [Maxorata] Fuerteventura? Ninguaria [Chinet] Tenerife? Canaria [Tamarant] Gran Canaria. Seguramente los nombres de Junonia Mayor y Junonia Menor fue puesto a estas isla en honor de la Diosa romana Juno. Existen grabados rupestres alfabetiformes con grafía latina en la isla Esero (Hierro) y otros localizados por el autor de éstas líneas en la zona de Los Baldíos en la isla Chinech (Tenerife).”
(Guayre Adarguma, 2006, en: www. Elguanche,net)


   Penetración cristiana en el Archipiélago Canario

   Generalmente las conquistas de unos pueblos por otros suelen ir precedidas de  penetraciones religiosas que actúan como puntas de lanza. En el caso de Canarias, la punta de lanza estuvo en manos del cristianismo, esta confesión judeo-católica puso sus miras en el archipiélago desde tiempos remotos. La Santa Sede erigida en árbitro de los pueblos, vidas y haciendas,  secundada por las turbas fanáticas cristianas europeas, de la edad media decide esclavizar y expoliar el Archipiélago Canario. Para ello el Papa francés Clemente VI comenzó regalando el país canario con la misma facilidad con que se concedía una indulgencia. A partir de esa decisión tomada unilateralmente, comenzaron a desarrollarse un cúmulo de males para este pueblo, comparables a las siete plagas bíblicas, y  los cuales-aunque atemperados por  los usos actuales- preveo que van a continuar durante mucho tiempo.
   Impuesto este cristianismo, a sangre y fuego, como sustento ideológico de la explotación y expoliación colonial esclavista llevada a cabo por los reinos europeos, en particular Castilla, Aragón y Portugal a partir del siglo XIV de la era occidental actual, saqueo y masacre que se perpetró, en nombre de la evangelización y cristianización de estas tierras que habían escapado hasta entonces a la voracidad europea.
   Llegando el cristianismo hasta nosotros de manera tan coercitiva y violenta, desde hace tantos siglos y desde que uno nace, aunque no quisiéramos o no fuéramos cristianos, todos conocemos la mayoría de las fábulas cristianas, en torno al estadio de civilización alcanzado por nuestro pueblo hasta el momento en que, de manera abrupta, fuera interrumpido este desarrollo con la llegada de las hordas invasoras europeas a este Archipiélago.
   Veamos someramente, el proceso de cristianización desarrollado por la iglesia católica en la culturización y posterior sometimiento del pueblo guanche.

   El Papa Clemente VI, por su bula de 15 de noviembre de 1344, invistió a Luis de la Cerda, nieto de Alfonso el Sabio,  Conde de Talamón, y Almirante de la marina, de Francia, con la corona de Canarias, con el título de Príncipe de la Fortuna, y le concede los derechos de conquista de las mismas a cambio de una renta vitalicia de cuatrocientos florines de buen oro a favor del papado.

   Después de la proclamación de Luis de la Cerda como príncipe de las Canarias, éste organizo un fastuoso desfile triunfal por las calles de Roma, el cual fue desbaratado por una inoportuna y premonitoria tormenta.

   Pretensión ridícula según apunta un autor; el Papa se creía entonces exclusivamente autorizado para repartir los países “bárbaros” como se llamaba a los que estaban fuera de la cristiandad, y pretendía que la herencia de la tierra  estaba reservada por derecho de primogenitura,  a la raza europea, que se consideraba como la decana en el orden de la creación (Sabin Berthelot, 1980:29).

   1346, ya en la Península Ibérica, el flamante Príncipe de la Fortuna se presenta en la corte del rey Don Pedro IV de Aragón, y solicita permiso a este para efectuar una leva en sus puertos para una armada destinada a la conquista de las Islas Canarias. Conseguido el permiso de su pariente, el almirante consigue fletar una armadilla compuesta por tres naves, pero en el transcurso de los preparativos se ve obligado a desplazarse a Francia, por lo que confía el mando de la expedición a un Capitán de su confianza. La armada se hizo a la mar y se sabe que rebasó el estrecho de Gibraltar, perdiéndose a partir de ese punto su rastro, sin que hasta la fecha se tenga noticias ciertas del fin que tuvo la misma, aunque hay vestigios históricos que apunta a que esta escuadra o parte de la misma se dedicó a saltear las costas del continente africano.

   En la isla de Mallorca, se crea una cofradía con el fin de recabar fondos con que enviar un grupo de misioneros a evangelizar las islas, entre ellos se cuentan los mercaderes (posiblemente traficantes de esclavos) Juan Doria y Jaime Segarra. (1351) con el beneplácito del Papa Clemente VI. Los misioneros contaban con la valiosa colaboración de doce neófitos indígenas  Canarios que habían sido victimas anteriormente de expediciones de razzias piráticas esclavistas, como consecuencia de  anteriores   expediciones  a la costa de África y al Archippíelago Canario a la captura de esclavos y ganados, cueros y cuantos de algún valor podían saquear, se corrió la voz de lo fácil y rentable que era el saqueo en el noroeste de África. Por ello, reinando en castilla Juan I, hijo de Enrique II, se conciertan en Cádiz muchos sevillanos y guizpucuanos, los cuales  arman navíos con el propósito de asaltar y saquear la costa del continente, por 1377 la flota se hace a la mar, durante la travesía fueron sorprendidos por un fuerte temporal que les empujó  hacía el suroeste, haciéndoles arribar a la costa de la isla Lanzarote donde después de un corto reconocimiento decidieron saquear la isla, a pesar de la débil resistencia ofrecida por los isleños, consiguieron hacerse con gran cantidad de ganados, cueros, manteca, así como un número considerable de mujeres y niños, regresando a España con el cuantioso botín. La riqueza del botín obtenido, incitó la codicia de los aventureros sin escrúpulos, segundones y a algún noble habidos de obtener riquezas rápidas aunque fuesen a costa de la esclavitud de otros seres humanos.

   Así, sobre 1380 o 1381, una escuadra compuesta de vizcaínos y guizpocuanos, asaltan Titoreygatra (Lanzarote,) robando cuanto encontraron a su paso, siendo lo más importante del botín los esclavos apresados, entre ellos a los régulos de la isla.

   Conforme los españoles fueron teniendo noticias más precisas sobre la situación de las Islas, aumentaron la frecuencia de las incursiones en busca de ganado humano, no librándose de esta lacra las islas occidentales, estando registrada cabalgadas en las Islas de la Gomera, Chinech (Tenerife,) Benahuare (La Palma) y Tamarant (Gran Canaria.)

   En fecha no precisada pero quizás a partir de 1377, se produce un desembarco por la playa de Gando en la isla de Tamarant (Gran Canaria) de un grupo de 18 mallorquines entre los que se encontraban dos frailes agustinos, éstos se internaron tratando de llevar a cabo un reconocimiento de la isla, siendo interceptados por un grupo de canarios los cuales les hicieron frente, presenciada la escaramuza desde el navío, los aventureros que quedaron a bordo optaron por levar anclas y abandonar a sus compañeros a su suerte, reducidos éstos por los canarios, fueron tratados con la humanidad propia en los guanches, alimentándolos y curándoles las heridas habidas en la reyerta.

   Repartidos entre varios cantones de la isla, muchos de estos mallorquines convivieron con los canarios durante unos cuarenta años, hasta que con la habitual arrogancia propia en los europeos éstos no sólo trataron de imponer su eurocentrismo a los canarios, sino que además comenzaron a relajar sus costumbres adoptando incluso actitudes libidinosas  lo que motivó que comenzara a debilitarse la convivencia, y como consecuencia de este estado de cosas los isleños decidieron ejecutar a 13 de los invasores, entre ellos a los dos frailes que fueron arrojados al vacío en la cima de Jinámar

   El primer contacto de cristianos con los guanches de la isla de Chinech (Tenerife) que tenemos documentado, nos lo proporciona D. Tomás Marín de Cubas, quien nos dice que en el año 1347 desembarcan en Adeje posiblemente por el puerto de Los Cristianos, un grupo de aragoneses quienes trataron de entablar paces  previas a la ocupación de hecho de la isla. Avisado el Rey de la isla que en aquella fecha lo era Betzenuriga, de la presencia de los extranjeros, se aproxima a los mismos acompañado de varios capitanes y sus correspondientes Tabores. Betzenuriga escuchó con paciencia las insolentes propuesta del Capitán de los aragoneses que  le culminaba a que dejasen de ser idolatras y aceptase el cristianismo como única religión verdadera. Ante tan insolente propuesta, Betzenuriga le respondió que ellos ya tenían un Dios llamado Jucancha, y que no admitía tener paces con los extranjeros, invitándoles a abandonar la isla, advirtiéndole de que si volvían con semejantes propuestas no saldrían vivos.

   El instaurador del “Reino de la Fortuna” Clemente VI, erigió las islas del Atlántico en diócesis misional por medio de la bula Coelestis rex regum (1351). Preocupándose por su auge  los pontífices Inocencio VI, y Urbano V. La diócesis se erigió en Telde Gran Canaria, perviviendo por espacio de medio siglo, Se conocen hasta cuatro Obispos, Bernardo, 1351, Bartolomé, 1361, Tarín, 1369 y Jaime Olzina, 1392.

   En 1393 una escuadra castellana invade la isla de Gran Canaria, aprisionando gran cantidad de mujeres y niños, sigue rumbo a Lanzarote donde apresan 160 isleños entre ellos al Rey Guanareme y a la Reina Tingua Faya, además de grandes rebaños de cabras, tecinas, cebo y pieles.

   La facilidad con que podían ser saqueadas las Isla despertó la codicia de muchos aventureros, piratas y corsarios sin conciencia. En el puerto de La Rochela coinciden un día del año de 1402 dos piratas, uno conocido como Jean de Bethencourt y el otro Gadifer de La salle, ambos eran miembros de la nobleza francesa, pero no sólo estaban arruinados y con sus estado hipotecados o embargados, sino que estaban desterrados por causa de una serie crímenes cometidos. El de La Salle tenía surta en el puerto una galera con la que se ganaba la vida asaltando a otras naves sin importarle la nacionalidad o religión de sus propietarios. Es posible que ambos corsarios coincidieran en cualquier posada del puerto, y tras contarse mutuamente sus cuitas entre copa y copa de buen vino, Bethencourt hizo participe a su colega de sus proyectos de invasión y saqueo de unas Islas que estaban prácticamente indefensas y donde las presas de esclavos estaban aseguradas de antemano, seducido el de La Salle por la posibilidad de pingüe beneficios, aceptó unir su galera a la nave de Bethencourt  para culminar el proyecto.

Ante la carencia de dinero para contratar marinos expertos y avituallar las naves, ambos socios deciden recurrir a unos parientes, así Jean de Bethencourt obtiene de su primo Robin de Bracamonte un préstamo, hipotecándole lo que le quedaba de sus estados en Normandía.

   El primero de mayo de 1402, salen del puerto de La Rochela, durante el inicio de la travesía les afecto una tormenta dispersándose las naves y perdiéndose el contacto visual entre ellas, al cabo de unos días la nao de Bethencourt arribó al puerto de Ribadeo donde permaneció ocho días durante los cuales la tripulación se amotinó negándose a efectuar el proyectado viaje por el entonces mar tenebroso y reclamado los salarios atrasados, la llegada de La Salle, que hizo grandes promesas a los amotinados vino a aquietar los ánimos dela marinería. Desde Ribadeo pusieron rumbo a la Coruña, allí se encontraba la Armada de escocia al frente de la cual estaba el conde Hely, subastando unos navíos que habían apresado, teniendo necesidad Bethencourt de un ancora y un lanchón, pujo por los mismos haciéndolos conducir hasta su barco, subidos estos pertrechos a bordo pero como Bethencourt no los había pagado en el tiempo fijado, un Capitán de la flota escocesa se desplazó hasta el buque de Bethencourt para reclamarle el pago del bote y del ancla a lo que éste se negó sosteniendo una acalorada discusión, el Capitán escocés se retiró a su navío con intención de regresar con refuerzos para exigir el pago, en este intervalo, Bethencourt ordenó levar anclas y poner rumbo a mar abierta, cuando el escocés se dio cuenta de la maniobra inició la persecución del estafador con una goleta, pero no pudo alcanzar al pirata, que acto seguido siguió viaje por la costa de Portugal y doblando el Cabo de San Vicente, tomó puerto en Cádiz. Acomodando a su familia en una posada, mientras tanto, había llegado a España las reclamaciones de los ingleses, genoveses y placentinos, quienes acusaban a Bethencourt del asalto y robo de varios navíos de los cuales había echado a pique tres de ellos. Apresado Bethencourt  y confiscado su buque, es conducido preso a Sevilla donde es formalmente acusado de piratería. Las relaciones de parentesco con altos funcionarios franceses que estaban al servicio del Rey Don Enrique, le valió para ser absuelto de sus delitos, vuelto a Cádiz recupero su barco, pero se encontró sin tripulación, pues esta estaba una ves más amotinada a causa de las pagas que se les debía, consiguió el pirata algún dinero con el cual pudo contentar a la tripulación y contratar a un piloto conocedor de las aguas del Archipiélago Canario, y ante los apuros económicos que le agobiaban  decide partir de inmediato hacía las islas Canarias para una rápida captura de naturales que llevar al mercado de esclavos de Sevilla.

   Así, el 16 de julio parte del puerto de Cádiz con sólo 50 hombres de tripulación, dos frailes aventureros y un grupo de mujeres prostitutas bretonas, dejando en Cádiz a su mujer. Después de tres días de bonanza y cinco de buen viento, dan fondo en puerto Toyenta de la isleta Grata, (La Graciosa) cerca de la de Titeroygatra (Lanzarote). En su primera entrada no encontraron isleños ni ganados, por ello entendiendo que los naturales estaban escondidos (como efectivamente estaban ocultos en la cueva de Los Verdes) en algún lugar recóndito, enviaron a los interpretes Alonso e Isabel dos esclavos isleños los cuales Bethencourt había adquirido en Aragón, con el encargo de que comunicara al Rey de la isla de que venían en paz y querían tratar con ellos, los confiados naturales cuando acudieron a la cita con el pirata fueron apresados y encadenados.

   Los normandos construyeron un fuerte, y después de una larga serie de hechos (que no entramos a relatar pues se salen del espacio de este modesto trabajo) y en los que afloró lo más ruin de aquella horda de bárbaros asesinos y aventureros normandos y castellanos, quienes cometieron las más atroces traiciones, crueldades, y viles asesinatos en los desgraciados naturales, consiguiendo con estos inhumanos métodos someter las Islas de Lanazarote, Fuerteventura, llegando incluso a hacer alguna incursión en las islas de Gran Canaria y La Palma, donde fueron escarmentados y rechazados.

    A partir de  1404, Benedixto XIII, por la bula Apostolatus officium, elevó las operaciones militares de conquista al rango de cruzada, pero esto no evitó que  las islas continuasen siendo asaltadas por los depredadores esclavistas.

   La diócesis del Rubicón se estableció en 1404, el primer convento minorista en 1414.

   La mayor parte de los naturales de las islas orientales estaban cristianizados hacía 1423 (en Tityeroygatra (Lanazarote,) y Erbania (Fuerteventura) sometidos a la jurisdicción del provincial de Castilla, quien debía de confirmar a los vicarios después de ser electos misioneros, El Pontífice Benedicto XIII da testimonio de ello por medio de la bula Illius celestis agricole, 20 de noviembre de 1424.

   El más grave obstáculo con que tropezaba la evangelización era la pervivencia de la esclavitud del infiel, defendida por un grupo compacto de doctrinarios católicos (Egidio Romano y Enrique de Sousa a la cabeza) y combatida por una minoría de penetrantes teólogos (Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de Ancona.)  La curia pontificia va a adoptar en 1434 una postura intermedia que, para el momento, supone un decidido progreso, pero que dejaba una puerta abierta, por la que los esclavistas podían vender a lo naturales simplemente acusándolos de infieles, entramado éste en el que participaron algunos eclesiásticos que no hacían asco al oro viniese de donde viniese.  

   El cambio anterior se operó gracias a los informes enviados a la corte pontificia sobre las verdaderas circunstancias de los naturales canarios con el apoyo del Obispo del Rubicón, Fernando Calvetos, y por el testimonio directo del misionero fray Juan de Baeza, minorista, y un lego Guanche, Juan Alfonso Idubaren. Eugenio IV, proclamó la libertad de los isleños canarios, pero que,  los “mercaderes piratas” jamás respetaron.

   Las violencias cometidas por piratas cristianos con los canarios, fue execrada por la bula Regimini gregis de fecha 29 de septiembre de 1434. Pero como en casos anteriores no pasó de ser papel mojado en manos de los gobernantes, parte del clero católico y piratas disfrazados de mercaderes europeos.

   En cuanto al núcleo misional de Tenerife, radicado en el sur de la isla, más concretamente en Candelaria (Menceyato de Gúímar) contó desde un principio con poderosos valedores que contribuyeron a dar al mismo inusitado auge, ante la posibilidad de someter a la isla más importante y más poblada del Archipiélago, mediante la penetración evangélica, tarea harto fácil debido a la elevada espiritualidad religiosidad del pueblo guanche. Así, los invasores mediante esta labor de zapa consiguieron unir a su causa los menceyatos de Naga, Güímar, Abona,  Adeje y Daute.

   El ministro general de la orden franciscana fray  Jaime de Zarzuela (elegido el 20 de mayo de 1458) acogió bajo su dirección el eremitario de Tenerife, sometiéndolo a directa jurisdicción. El principal apóstol de esta misión fue fray Alfonso de Bolaños,  quién había conseguido catequizar buen número de “infieles”  güimareros. Sabemos por expresa declaración pontificia que el núcleo tinerfeño lo componían tres misioneros, y hasta es dable identificar a otro de ellos, fray Masedo. Acaso fuese el tercero fray Diego de Balmanua. De los tres hay constancia de que vivieron entre los guanches y que predicaban en la lengua de éstos. (Bula decet apostolicam sedem (1462). Bullarium, tomo II, núm. 978, página 512).

   El segundo impulsor del eremitario de Tenerife fue el obispo de Rubicón Don Diego López de Illesca, a quien es sobradamente conocido en los relatos de la conquista. Éste patrocinio se extendió a fray  Alfonso de Bolaños, como cabeza visible del núcleo tinerfeño. Dicho prelado se erigió en defensor del misionero contra las tropelías del vicario de Canarias fray Rodrigo de Utrera, acudiendo con sus quejas, en 1461, ante la propia corte pontificia. Conocemos estos incidentes por la bula Decet apostolican sedem, 1462 del Papa Pío II.

   Para que los recursos económicos no faltasen, Pío II, por la bula Pastor bunus (7 de octube de 1462) concedió una amplia indulgencia en beneficio de los cooperadores en las obras misionales y fulmina de nuevo con la excomunión contra los piratas que salteasen y vendiesen a los naturales guanches, si no les restituían inmediatamente la libertad, disposición que como las anteriores dictadas con igual fin cayeron en saco roto.

   Una bula posterior del Papa Paulo II, la Docet romanorum pontifecen (1465), nos informa de manera indirecta que por esta data fray Alfonso de Bolaños ejercía autoridad como vicario sobre Guinea, las islas del mar Océano y algunas de las Islas Canarias. (A. Rumeu de Armas, 1975)

   En 1465 Diego García de Herrera, verdugo y señor de las islas Canarias, se quejó del comportamiento de Bolaños en carta que dirigió al Papa Paulo II, y que según Herrera, fray Alonso de Bolaños abusaba de sus privilegios, proponiendo sustituirle por fray Diego de Balmanua, misionero que conocía la lengua de los isleños...

   A esta etapa tan intensa de la acción de penetración católica aluden con reiteración los testigos de la famosa Información de Cabitos. (1477) El propio tirano señor de las Canarias Diego García de Herrera confiesa, por la pluma de su procurador, lo que sigue: “el obispo de las dichas islas ha estado en las dichas islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado azas veces frayles e tienen su iglesia e hay en ella asaz gente bautizada”. El testimonio merece ser realzado por la calidad histórica del personaje y la concreción de los detalles.

   Es posible que la iglesia a que hace referencia Diego García de Herrera fuese la cueva de Achbibinico o de San Blas, que después de la conquista europea albergó  la primera parroquia católica con que contó el Valle de Güímar. En varios documentos del protocolo del escribano Sancho de Urtarte, se hace mención expresa de la cueva-parroquia de San Blas.

   En el testamento otorgado en el Valle de Güímar por Luis Alonso, natural (guanche) de Tenerife, dispone una manda “a la cofradía del Stmo. Sacramento de la iglesia parroquial de San Blas, en el pueblo de Candelaria, media dobla para aumento de la cera.” Además dispone que, “por el vicario, frailes, y convento de Ntra. Sra. de Candelaria, que sobre la tumba de su padre Pedro Alonso y la suya, se le diga una misa cantada  de cuerpo presente y otra misa rezada de réquiem, ofrendado de una fanega de trigo, un carnero y un cántaro de vino”  Sábado 18 de julio de 1579. Fol. 1.126 vº. 
  
   Al igual que Pío II, Sixto IV se apresuró a expedir la bula Pastoris aeterni, 29 de junio de 1472, fiel trasunto de las inquietudes misionales.

   El pontífice minorista se declara entusiasta y ardoroso campeón de la conversión de los naturales guanches y continentales, depositando toda su confianza en fray Alfonso de Bolaños para el desempeño de tan importante misión. Con este objeto erigía la nunciatura de Guinea, designando nuncio y comisario a fray Alfonso de Bolaños. Quedaban bajo su inmediata dependencia espiritual la isla de Tenerife, los territorios de África y Guinea y las islas del mar Océano. Con lo que tenemos que, Tenerife, contó con Nunciatura Apostólica siglos antes de contar con obispado propio.

   Sixto IV, haciendo caso omiso  de la soberanía portuguesa y de la jurisdicción espiritual otorgada a la orden de cristo por su predecesor Calixto III, (dicho pontífice había concedido jurisdicción espiritual sobre el continente africano a dicha Orden por la bula Inter Caetera, de  13 de mayo de 1456.)

   La conquista espiritual se refiere al proceso de cristianización de la población guanche desde el siglo XV mediante la evangelización o enseñanza a sangre y fuego de la religión católica. Los encargados de llevar a cabo esta labor, como hemos visto fueron los misioneros de distintas órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, agustinos,) los cuales acompañaron a los conquistadores desde las primeras incursiones cortando más cabezas de guanches que los propios mercenarios. Además de cristianizar a los guanches, los misioneros le trasmitían la cultura occidental, es decir, las costumbres, lenguaje y forma de trabajos esclavizado europeas.

    En la isla Chinech (Tenerife,) como también esta contrastado en la isla  Tamarant (Gran Canaria,) así como en Benahuare (La Palma) se produjo un hecho incuestionable: que una vez invadidas conquistada las islas seguían viviendo en las mismas junto con los castellanos invasores y colonos los guanches y canarii y en menor medida gomeros.

   De los documentos existentes podemos comprobar que esta convivencia era integradora en cuanto a la población de notables guanches que había quedado en el bando de paz, con cesión  de tierras y aguas para dedicarlas al cultivo y pastoreo. Los guanches alzados, al no tener prerrogativas, y al no considerarse realmente sujetos a ningún orden social establecido por los invasores, acudían a los núcleos menos vigilados y se hacían con provisiones de alimentos como trigos, cebada, ganados, etc., como medio de recuperación de lo que habían sido despojados, así como para hostigar a los invasores. Lo cual provocaba cierto revuelo, ya que era difícil determinar donde se encontraban estos alzados, ya que eran en la mayor parte de las veces encubiertos por los propios naturales de la isla; por la similitud de rasgos no resultaba fácil averiguar quien era de paz y quien alzado, lo cual ocurría más en las zonas de montañas y en las bandas de Chasna.

   Durante siglos la historia de las Islas Canarias ha tenido una premisa que se fue repitiendo de generación en generación: “La raza aborigen que habitaba en las Islas se exterminó”. Esta base llegó hasta el siglo XX, cuando en sus comienzos un grupo de investigadores vinculados a la Universidad de España en Canarias trataron de mostrar lo equivocado del planteamiento; pero las líneas de estudio quedaron suspensas durante más de cuarenta años. Aún hoy en algunos círculos se escucha que la etnia guanche pertenece más a la leyenda que a la realidad, que es un mito su supervivencia, cuando la realidad es que es un mito la teoría del supuesto exterminio.

   Toda sociedad originaria, tiene, o necesita tener, en sus miembros un afianzado sentido de "pertenencia" para funcionar. En realidad, podría extenderse este concepto a todo grupo humano, antiguo o moderno. Esto es, porque si bien casi ha desaparecido en el hombre occidental cualquier interés o identificación por sus raíces, lo que a primera vista parece un progreso, es en sí una desnaturalización. ¿Por qué tal afirmación? Pues, porque el deseo de pertenencia no se desvaneció como consecuencia de un hipotético paso hacia un estadio evolutivo superior, sino que se ha "transmutado" en "totems" más frívolos, perecederos e intrascendentes.
   La "filiación" con una etnia, una cultura o un sistema de creencias, se reemplazó por una divisa deportiva, la asociación a un club exclusivo o, en casos peores (sobre todo en los jóvenes), por la "pertenencia" a una banda callejera.
   Esto nos muestra que, tales tendencias, son propias de la condición humana y no varían con la evolución social en su trasfondo, solo que lo hacen en su contexto y apariencia.
   Por otra parte, el colonizador impone sus estrategias desde el poder y  descubre en los colonizados, un comportamiento mimético, híbrido y ambivalente, donde el colonizador participa junto con ellos, en una operación mimicrética (donde el colonizado remeda e imita), de camuflaje, un comportamiento ambivalente del colonizado (entre el remedo y la esperanza de ser como ellos) y la del colonizador (entre el miedo de perder autoridad ante la imitación y el deseo de ver su “grandeza” desde los ojos del vencido).

   El multiculturalismo nos lo presentan como una idea fuerza para preservar la diversidad y la pluralidad del mundo bajo los principios de igualdad, tolerancia y democracia cuando en realidad lo que produce es algo totalmente distinto. Viene como caballo de Troya del imperialismo a quebrar la comunidad nacional en múltiples tribus urbanas o rurales (Maffesoli dixit) que ya no serán contenidas por la pertenencia a la nación sino sólo por el dios monoteísta del Mercado Global.
   Así extraña a los pueblos de sus propias raíces pues entiende la identidad como la de todos por igual y la tolerancia no para evitar un mal mayor sino como “la demorada negación del otro” a través de la retórica del consenso (habla, habla que yo ya tomé la decisión) y la democracia como respeto al procedimiento jurídico político colonial y no como poder del pueblo colonizado.
   La colonización política y económica se articula con la colonización mental. En realidad la colonización mental es un pedestal necesario para consolidar las formas de colonización. En este tipo de colonización la violencia física y psicológica hace que el colonizado se niegue a sí mismo y hasta se deteste profundamente. El colonizado refuerza esta situación al admitir como superior el modo de ser, la técnica, la cultura del colonizador. Así admite la dominación del ajeno. Cuando el colonizado se ha devaluado a sí mismo, duda de su propia potencia y de que su pueblo pueda ser digno de gobernarse a sí mismo, (P. Potugal, 2006).

   El colonialismo pedagógico consiste en transferir un sistema educativo a otro, sin tomar en cuenta el contexto y la cultura. Es una educación descontextualizada, aculturante y alienadora.

   El colonialismo pedagógico forma una mentalidad de pobres en un país con mucha riqueza o muchos recursos naturales y lo único que enseña,  es estirar la mano y mendigar (Barral, 2006).

   En la Nación Canaria se ha impuesto una educación colonial, dogmática, clerical, repetitiva, separado del trabajo productivo, de la cultura, de la lengua ancestral, de la realidad social y cultural, un colonialismo con un ropaje democrático. Por lo tanto, la educación es colonizadora y elitista.
   Dentro de este contexto los medios de comunicación al servicio del Estado colonial y la globalización desempeñan un papel fundamental en difundir un discurso populista y totalitario anti-canario para crear una base de apoyo que acepta y aplaude cuando el Estado colonial quita a los canarios los más elementales derechos democráticos, humanos y ciudadanos. Esta campaña de calumnias trata de atribuir al movimiento de liberación canario unas características de “nacionalismo particularista”, “racismo” y hasta “fascismo” Finalmente las movilizaciones populistas impulsadas por el Estado colonial confirman una realidad tergiversada en que las victimas de la política represiva y anti democrática se vuelven los culpables y el Estado totalitario sale como el defensor de la libertad.
   En un proceso de descolonización, de revolución cultural y educativa, entendemos la necesidad y urgencia de cada persona, grupo humano, barrio, pueblo, ciudad, isla, es  decir, de la Nación Canaria, de buscar ubicación histórica, social y cultural de su identidad con pleno sentido de su unidad nacional, integridad político-territorial, sentido de la soberanía nacional, y vocación intercultural de integración continental en el marco de la universalidad actual, promoviendo la cultura propia y la educación propia como base del intercambio cultural para gestar un nuevo estado de relaciones en el concierto de la naciones libres del mundo.
Superando los intentos colonialistas externo o interno de “civilización” unilateral.
   Por todo lo expuesto hasta aquí es evidente que Canarias necesita  con urgencia una verdadera revolución cultural, nos va en ello nuestra supervivencia como pueblo. Es necesario que tomemos en nuestras manos la dirección real y efectiva de las universidades de España en Canarias, los Institutos de enseñazas medias, los colegios de enseñanza primaria, así como de los organismos y sociedades culturales dependientes, los cuales pagamos todos los canarios con nuestros impuestos, pero vergonzosamente, la dirección de estos centros y el contenido de la enseñanza y pautas culturales a impartir nos son impuesta desde la metrópoli.

   También debemos influir en los medios de comunicación social dependientes que son casi todos los establecidos en nuestro país. Así mismo, presionar para que los intelectuales criollos y políticos al servicio del sistema colonial hagan un ejercicio de  contrición, abandonen su endofobia y dediquen sus esfuerzos a favor del pueblo canario que es el que  realmente les sustenta y, no continúen deslumbrados por el brillo dorado que les muestran desde Europa, pues esos destellos que confunden con oro son producidos por cuentas de vidrio…

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