Francisco
García-Talavera Casañas
Me niego a que me
califiquen como residente canario. Eso significa que tengo el mismo tratamiento
en mi tierra que una persona recién llegada de Logroño y que se ha empadronado
el mes pasado en cualquier municipio de nuestro archipiélago. No, señor, una
cosa es ser canario y otra residente en Canarias. Canarios somos los nacidos en
esta privilegiada y atractiva aunque maltratada tierra, y hemos "mamado canariedad". Lo que
significa que nos sentimos canarios, que hablamos canario, que compartimos con
nuestro pueblo una manera peculiar de ser y de comportarnos, en fin, con una
idiosincrasia que a medida que se reconozca como tal se transforma en identidad
nacional. Otra cosa es que muchos se sientan también españoles, que no es mi
caso, lo cual respeto, pues son muchos siglos de "comedera de coco".
No nos olvidamos de
tantos y tantos hermanos compatriotas canarios en el exterior (Venezuela, Cuba,
Uruguay, Argentina, etc.), que añoran y sienten esta tierra como los que más.
Canarios, por
supuesto, son también aquellos que, siendo foráneos, llevan tiempo suficiente
para adaptarse y hacer suyas nuestra habla y costumbres, han echado sus raíces
aquí y defienden, sin dudarlo, los intereses de estas islas ante cualquier
confrontación, agresión o humillación por parte de quienes ignoran nuestra
realidad geográfica y cultural. Es el caso de muchos peninsulares, alemanes,
ingleses, hindúes, sudamericanos, etc., que se sienten y quieren ser canarios,
integrándose en nuestra sociedad. Ellos sí que pueden llamarse canarios.
Residentes en Canarias
somos todos los que vivimos aquí, pero con la particularidad de que unos somos
canarios autóctonos (nativos) y otros alóctonos
(foráneos) que residen en estas islas por diversas circunstancias,
desarrollando su proyecto vital (al menos temporalmente), pero su corazón está
en otro país (véase España, Colombia o Marruecos), pensando regresar algún día
con los suyos. Por eso siguen conservando sus costumbres, cultura, idioma o
manera de hablar. También es el caso de muchos españoles que llevan viviendo
con nosotros cuarenta o cincuenta años y siguen hablando y comportándose como "godos",
considerándose superiores y pensando que se rebajarían si adoptaran nuestra
idiosincrasia. Allá ellos, es su problema.
Y a los que se piquen
por lo que están leyendo, pues que se rasquen. La verdad es que ya estoy harto
de tanta españolada impuesta. Y quede claro que no se trata de xenofobia, sino
simplemente de conocimiento de una realidad histórica, geográfica, genética y
demográfica, pero, sobre todo, de sentido común y congruencia.
Todo esto viene a
colación del impresentable certificado de residencia que de nuevo nos ha
impuesto el Gobierno español, aduciendo que existe fraude y que los canarios
"viajamos mucho". ¡Habrase visto tamaño disparate! Ha sido propiciado
por unos ignorantes que aún piensan que Canarias está debajo de Baleares y que
hay puentes entre las islas, y, para más inri, ante
los ojos de un ministro canario, al servicio de oscuros intereses que, por
supuesto, no son los de este archipiélago. Y encima están tratando de reducir
las bonificaciones del 50%.
Ahora resulta que los
canarios tenemos que pasar por esta humillación porque, dicen, hay fraude en
los viajes. ¿Dónde está el fraude? Pues, que yo sepa, los canarios, por el
hecho de serlo, ya tenemos derecho, por ley, al descuento tan solo con
presentar el DNI español (más pronto que tarde tendremos uno canario), en el
que se constata la residencia en Canarias del portador. Miren ustedes, el
fraude lo están cometiendo fundamentalmente los no canarios, muchos de los
cuales ya no residen en las Islas pero siguen utilizando el documento que una
vez consiguieron en base a la absurda certificación de residencia a que antes
me refería: con solamente estar empadronados ya tenían derecho a él. El fraude
lo está cometiendo el Gobierno español con la financiación autonómica, muy por
debajo de la media estatal. El fraude lo comete España al hacer ver que los
canarios estamos viviendo de las subvenciones del Estado (véase el caso del
impresentable alcalde de Toreno), cuando en realidad estamos aportando a las
arcas estatales muchos miles de millones más de lo que aquí se revierte
(turismo, puertos, aeropuertos, hacienda, importaciones... Somos el quinto
cliente de España).
Pues sí, en esta
colonia disfrazada (la más antigua del imperialismo europeo) estamos pasando
muchas calamidades (paro, miseria, aculturación...) a causa, precisamente, de
esa política colonialista española que siempre (desde los guanches hasta hoy)
se ha aprovechado de esta tierra -privilegiada geoestratégica y
climatológicamente- y de su apacible gente para su beneficio, esclavizándonos
al principio, abandonándonos a nuestra suerte y obligándonos a emigrar cuando
no les éramos muy rentables (hubo épocas en que había mucha más conexión con
Inglaterra que con España), o saqueándonos durante las vacas gordas. Es curioso
que antes, cuando los puertos francos, los españoles se pirraban por venir a
comprar transistores, tabaco o whisky. Y ahora resulta que es un trastorno para
ellos cuando lo hacen por obligación (véase equipos de fútbol). Creo que ya va
siendo hora de acabar con esta situación, y se acabará cuando los canarios
decidan ser dueños y gestores de los importantes recursos de esta tierra.
Llegado el día, cuando al fin tengamos pasaporte propio, se terminarán todas
estas estupideces de certificados de residencia o de residentes canarios.
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