Francisco García-Talavera
Las Islas Canarias, a
causa de su naturaleza volcánica, siempre han sido consideradas por los
investigadores como lugares poco apropiados para el hallazgo de restos
fósiles o subfósiles de animales. Sin embargo, a medida que se fue
profundizando en el estudio de especies animales ya extinguidas, los
hallazgos se han ido sucediendo, incrementándose de manera notable el
inventario de yacimientos paleontológicos en las islas.
Tipos de yacimientos
A nivel de vertebrados existen dos tipos de
yacimientos principales: las formaciones dunares fósiles y las cuevas y
tubos volcánicos.
Las dunas fósiles son acumulaciones de arena
próximas al mar, que se han consolidado, y presentan tanto restos de
animales marinos como terrestres. Están formadas por arenas de origen
orgánico, cuyos componentes principales son fragmentos de conchas de
moluscos, algas calcáreas, foraminíferos, etc. En ellas se conservan los
esqueletos y huevos de algunos de los animales terrestres que vivieron y
murieron allí.
En el caso de los tubos y cuevas volcánicas, los
huesos que se encuentran suelen ser muy frágiles, debido a la gran
humedad que existe en estos lugares. A veces, los restos de vertebrados
suelen aparecer mezclados con materiales arqueológicos. Pero a la hora
de interpretar estos hallazgos se debe tener en cuenta que, si bien es
posible que esta fauna conviviese con el hombre -y por tanto su
desaparición es muy reciente- también puede suceder que los restos se
hallasen ya en la cueva cuando ésta fue utilizada por los antiguos
canarios.
Peces
Han sido citados por los investigadores pocos
restos pertenecientes a este grupo de vertebrados. Entre ellos destacan
los dientes de tiburón encontrados en la antigua terraza marina de Las
Palmas, situada entre los 70 y 80 m. de altitud, que va desde la zona de
la Marfea hasta los Arenales. Esa terraza, que data del Plioceno
inferior (entre 4,4 y 3,7 millones de años), se encuentra cubierta por
lavas de erupciones más recientes, y en algunos lugares ha sido puesta
al descubierto por la erosión. Desgraciadamente, ya ha desaparecido casi
por completo, debido a la expansión de la ciudad.
Tortugas terrestres
En 1925, en la zona de Adeje (Tenerife) se
encontraron unos huesos petrificados en una cantera de tosca
(piroclastos pumíticos), que fueron identificados como pertenecientes a
una gran tortuga terrestre que alcanzaba 80 cm de longitud.
Estos restos fueron dinamitados y, excepto su
descripción como una nueva especie, pocos datos pudieron deducirse del
hallazgo. Los ejemplares hallados habían muerto sepultados por una nube
ardiente, procedente de una erupción volcánica, y aunque en principio se
les atribuyó una antigüedad mayor, en realidad podrían tener
aproximadamente 200.000 años.
T. Bravo, en 1962, encontró un nuevo yacimiento con
restos de estas tortugas en una cantera próxima a la desembocadura del
Barranco del Infierno, en una zona que en la actualidad está ocupada por
urbanizaciones turísticas. Estos huesos corresponden a una tortuga de
aproximadamente 1 metro de longitud. El material está depositado en el
Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. Es necesario decir que tortugas
de estas dimensiones se encuentran en algunas islas del Indo-Pacífico,
siendo el ejemplo más conocido el de las Galápagos.
En Gran Canaria, en 1958, al realizarse una
excavación en el Lomo de Jinámar con la finalidad de construir una
charca, apareció un nuevo yacimiento fosilífero que contenía varios
huevos fósiles de tortuga, algunos de los cuales se encuentran
depositados en el Museo Canario. Junto con los huevos aparecieron
también algunos huesos fosilizados, pero fueron destruidos durante las
obras.
En los últimos tiempos han ido apareciendo en otras
islas huevos pertenecientes a estos animales, que están en proceso de
estudio, tratándose posiblemente de especies diferentes para cada isla.
Grandes lagartos
Los restos más abundantes de vertebrados
terrestres que poblaron en el pasado el Archipiélago corresponden a
lagartos, dentro del grupo de los lacértidos de grandes dimensiones.
Así, en 1942 fue descrita Lacerta goliath por el alemán Mertens.
Se trataba de un lacértido procedente de Tenerife que alcanzaba un metro
de longitud. Años después, en 1953, Telesforo Bravo describía un nuevo
lagarto procedente de la misma isla y que medía aproximadamente un metro
y medio de longitud, denominándolo Lacerta máxima.
Durante muchos años los restos de lacértidos que se
iban descubriendo iban siendo atribuidos a una u otra especie, aunque
muchos investigadores pensasen que se trataba de una sola y que goliath podía ser un juvenil de máxima
o bien que este último fuese una forma patológica del primero. Esta
polémica ha continuado hasta la actualidad fomentada por la variabilidad
de los caracteres que fueron utilizados para describir ambas especies.
La distribución de estos lagartos ha ido ampliándose
a medida que se avanzaba en la prospección de las islas, aunque la
mayoría de las veces los hallazgos ocurren de modo fortuito. Hoy se sabe
que poblaban también La Palma, La Gomera y El Hierro.
Ante la presencia de estos grandes lacérticos nos
podemos preguntar de dónde procedían y cómo vinieron. La primera no
tiene una respuesta exacta aún, pues se desconoce cuál fue el ancestro
de nuestros lagartos. Para contestar a la segunda se ha recurrido en
muchas ocasiones a las "balsas de vegetación", constituidas por troncos
arrastrados por los ríos que en aquel momento existían en el Sáhara. O
lo hicieron, millones de años atrás, a través de "islas puente", hoy
sumergidas, situadas entre el Suroeste de la Península Ibérica y
Canarias.
Estos reptiles vivieron, según los datos obtenidos
en los yacimientos aparecidos hasta el momento, en las zonas bajas y de
medianías de las Islas, desde la costa hasta los 600 ó 700 m, aunque
también han aparecido asociados a un yacimiento en Las Cañadas del
Teide.
Se desconoce en qué época se extinguieron y porqué,
si bien es cierto que en algunas ocasiones aparecen junto a restos
arqueológicos. Las hipótesis dadas por los investigadores con respecto a
las causas de su extinción son varias, considerando algunos que
desaparecieron por la competencia con los lagartos de menor tamaño que
pueblan hoy en día el Archipiélago; otros opinan que su desaparición se
debió a erupciones volcánicas; y por último, un tercer grupo piensa que
convivieron con los guanches y formaban parte de su dieta. Ninguna de
estas teorías está suficientemente probada, pudiendo haberse extinguido
por otras causas. Incluso pueden existir poblaciones relícticas en la
actualidad, sobreviviendo en lugares de difícil acceso.
Para completar el panorama diremos que también han
aparecido restos de las especies que viven actualmente en las islas. En
Gran Canaria se encontraron, a finales del siglo pasado, cuatro
ejemplares de lacértidos englobados en unos bloques de lapilli, por lo
que se deduce que murieron a consecuencia de alguna de las erupciones
que tuvieron lugar en La Isleta. Estos ejemplares están depositados
actualmente en el Museo Canario y parecen pertenecer a la especie que
vive en estos momentos en la Isla.
Así mismo, en la desembocadura del barranco de La
Aldea, se encontraron restos de lagartos que pudieron alcanzar un metro
de longitud y que parecen estar emparentados con la especie actual que
habita Gran Canaria.
También se han hallado restos del famoso lagarto de
El Hierro en varios lugares de esa isla, lo que demuestra que en el
pasado vivía en ella, y no se limitaba únicamente a la Fuga de Gorreta.
Asimismo, han aparecido huesos de este lacértido en Tenerife y La
Gomera.
Aves fósiles
En las islas Orientales se han encontrado restos
de huevos fosilizados de grandes aves. Fragmentos y huevos casi
completos han sido hallados en el Norte de Lanzarote en depósitos cuya
datación oscila entre 6 y 7 millones de años. Después de realizarse
diversos estudios se llegó a la conclusión de que se trataba de restos
pertenecientes al grupo de las Ratites, constituido por aves no
voladoras como son las avestruces, ñandús, etcétera. Más tarde se
observó que estos fragmentos presentaban variabilidad en el grosor,
llegándose a la conclusión de que pertenecían a dos grupos diferentes;
uno era el de los avestruces actuales, y otro el de los Aepyornis o aves elefantes, extinguidos en la actualidad y de mayor tamaño que los primeros.
La presencia de estos interesantes fósiles plantea
inmediatamente una pregunta: si no podían volar ¿cómo llegaron hasta la
isla? Este hecho sirvió de apoyo a los investigadores que creían que
Lanzarote y Fuerteventura estuvieron unidas en el pasado con el
continente africano, lo que favorecería el paso de este tipo de
animales. Sin embargo, actualmente la teoría más aceptada es que las
islas han surgido del océano tras sucesivas erupciones volcánicas y
nunca estuvieron unidas al continente, por tanto la presencia de estas
aves constituye uno de los enigmas más interesantes que aún quedan por
resolver. En estos momentos se está realizando un estudio, financiado
por el Gobierno Autónomo, para comprobar si los restos hallados
pertenecen realmente a las especies antes mencionadas y ha surgido la
hipótesis de que en realidad se trataba de grandes aves marinas
voladoras.
Otras aves
Aunque durante largo tiempo sólo se conoció la
existencia de estas aves fósiles en Canarias, cuando comenzaron a
realizarse estudios más exhaustivos se recolectaron numerosos huesos
pertenecientes a otras especies en Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife,
La Gomera, Gran Canaria y La Palma. Recientemente se ha descrito para
esta última isla una nueva especie de verderón, de mayor tamaño y con
alas más pequeñas que las de los verderones actuales; este pájaro, del
que se desconocen muchos datos, estaba dotado de un pico robusto y
poderoso. Se desconoce en que hábitats vivía, aunque sus restos fueron
hallados a 1.300 metros sobre el nivel del mar y en una zona de
laurisilva. Igualmente se ignora si además de La Palma pobló otras islas
del Archipiélago. Se desconoce cuando se extinguió, aunque es posible
que este hecho se haya producido hace tan sólo unos centenares de años o
quizás aún perviva en algún lugar recóndito de la isla.
La última especie descrita, perteneciente al grupo
de los vertebrados que vivieron en el pasado en el Archipiélago,
corresponde a una pardela, Puffinus holei cuyos primeros restos
fueron hallados en 1985 en Fuerteventura. El material que se recolectó
estaba constituido por huesos de animales adultos y juveniles, así como
fragmentos de cáscara de huevos, lo que indica que la localidad donde
fueron encontrados constituyó alguna vez un lugar de cría de esta
especie. Estos restos aparecieron en una zona de dunas fósiles,
constituidas por arenas de origen orgánico, cuyos componentes
principales son fragmentos de conchas de moluscos, púas de erizos
marinos, algas calcáreas, etcétera. El depósito fue datado por
radio-carbono, lo que ha permitido conocer que esta pardela,
considerablemente más grande que la Pardela Pichoneta, vivió hace 30.000
años aproximadamente. Posteriormente a este descubrimiento han
aparecido nuevos yacimientos conteniendo miles de huesos, permitiendo
deducir su abundancia en el pasado. Su extinción quizás se haya debido a
cambios climáticos, aunque no se debe descartar la posibilidad de que
fuese cazada por los aborígenes, pasando a formar parte de su dieta
alimenticia.
Mamíferos
En 1964, Crusafont y Petter describieron una
rata gigante procedente de Tenerife, cuyo cráneo alcanzaba hasta 7 cm de
longitud, después de que sus huesos llevasen algún tiempo depositados
en el Museo Nacional de Ciencias Naturales sin que nadie les prestase
atención.
Esta rata aparece en yacimientos pertenecientes al
Pleistoceno Medio y al Holoceno, por lo cual se sabe que vivió al menos
desde hace unos 100.000 años y se extinguió en época reciente,
pensándose, incluso, que llegó a convivir con los aborígenes.
Estos animales suelen ser omnívoros, pero algunos
investigadores piensan que se alimentaban de los caracoles que aparecen
en las cercanías de sus madrigueras. Su peso oscilaba alrededor del
kilogramo. Según Petter, este múrido era excepcionalmente longevo,
calculándose que podía llegar a vivir ocho o nueve años, mientras que
una rata actual generalmente alcanza una edad máxima de siete años.
Veinte años después, apareció en La Aldea de San
Nicolás una nueva rata gigante fósil, distinta a la especie anterior,
que habitó en la isla de Gran Canaria. Este múrido podía llegar a pesar
1.200 gramos y medir medio metro de longitud. Se supone que tenía un
tipo de alimentación herbívora.
Hasta el momento se desconoce cual fue la causa de
la extinción de estos grandes roedores, aunque es posible que los
cambios climáticos y la llegada de nuevos competidores hayan influido
decisivamente.
El último hallazgo con respecto a los mamíferos ya desaparecidos lo constituye Malpaisomys insularis,
un pequeño roedor que, distribuido por Fuerteventura, Lanzarote y La
Graciosa, ha sido encontrado en algunos yacimientos arqueológicos, donde
ha podido ser datado como de principios de nuestra Era, aunque también
aparecen sus restos entre lavas recientes, de unos pocos centenares de
años de antigüedad.
Perspectiva de futuro
A medida que se continúen las investigaciones en
este campo de la Ciencia, se irá conociendo mejor el pasado y el
poblamiento de nuestras islas.
En este sentido, se hace necesaria una legislación
actualizada y eficaz que preserve nuestro patrimonio, y que evite que
estos restos terminen siendo destruidos por ignorancia y, por qué no
decirlo, por temor a que al dar parte de un hallazgo de estas
características se paralice una construcción o la explotación de una
finca. Esperemos que en el futuro, todos, tanto la administración como
los ciudadanos, sepamos valorar y conservar nuestro patrimonio, tanto
paleontológico como arqueológico, histórico o artístico.
(Publicado en 1990).
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