miércoles, 29 de julio de 2015

"FOSILES DE VERTEBRADOS GIGANTES EN CANARIAS" Francisco García-Talavera Las Islas Canarias, a causa de su naturaleza volcánica, siempre han sido consideradas por los investigadores como lugares poco apropiados para el hallazgo de restos fósiles o subfósiles de animales. Sin embargo, a medida que se fue profundizando en el estudio de especies animales ya extinguidas, los hallazgos se han ido sucediendo, incrementándose de manera notable el inventario de yacimientos paleontológicos en las islas. Tipos de yacimientos A nivel de vertebrados existen dos tipos de yacimientos principales: las formaciones dunares fósiles y las cuevas y tubos volcánicos. Las dunas fósiles son acumulaciones de arena próximas al mar, que se han consolidado, y presentan tanto restos de animales marinos como terrestres. Están formadas por arenas de origen orgánico, cuyos componentes principales son fragmentos de conchas de moluscos, algas calcáreas, foraminíferos, etc. En ellas se conservan los esqueletos y huevos de algunos de los animales terrestres que vivieron y murieron allí. En el caso de los tubos y cuevas volcánicas, los huesos que se encuentran suelen ser muy frágiles, debido a la gran humedad que existe en estos lugares. A veces, los restos de vertebrados suelen aparecer mezclados con materiales arqueológicos. Pero a la hora de interpretar estos hallazgos se debe tener en cuenta que, si bien es posible que esta fauna conviviese con el hombre -y por tanto su desaparición es muy reciente- también puede suceder que los restos se hallasen ya en la cueva cuando ésta fue utilizada por los antiguos canarios. Peces Han sido citados por los investigadores pocos restos pertenecientes a este grupo de vertebrados. Entre ellos destacan los dientes de tiburón encontrados en la antigua terraza marina de Las Palmas, situada entre los 70 y 80 m. de altitud, que va desde la zona de la Marfea hasta los Arenales. Esa terraza, que data del Plioceno inferior (entre 4,4 y 3,7 millones de años), se encuentra cubierta por lavas de erupciones más recientes, y en algunos lugares ha sido puesta al descubierto por la erosión. Desgraciadamente, ya ha desaparecido casi por completo, debido a la expansión de la ciudad. Tortugas terrestres En 1925, en la zona de Adeje (Tenerife) se encontraron unos huesos petrificados en una cantera de tosca (piroclastos pumíticos), que fueron identificados como pertenecientes a una gran tortuga terrestre que alcanzaba 80 cm de longitud. Estos restos fueron dinamitados y, excepto su descripción como una nueva especie, pocos datos pudieron deducirse del hallazgo. Los ejemplares hallados habían muerto sepultados por una nube ardiente, procedente de una erupción volcánica, y aunque en principio se les atribuyó una antigüedad mayor, en realidad podrían tener aproximadamente 200.000 años. T. Bravo, en 1962, encontró un nuevo yacimiento con restos de estas tortugas en una cantera próxima a la desembocadura del Barranco del Infierno, en una zona que en la actualidad está ocupada por urbanizaciones turísticas. Estos huesos corresponden a una tortuga de aproximadamente 1 metro de longitud. El material está depositado en el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. Es necesario decir que tortugas de estas dimensiones se encuentran en algunas islas del Indo-Pacífico, siendo el ejemplo más conocido el de las Galápagos. En Gran Canaria, en 1958, al realizarse una excavación en el Lomo de Jinámar con la finalidad de construir una charca, apareció un nuevo yacimiento fosilífero que contenía varios huevos fósiles de tortuga, algunos de los cuales se encuentran depositados en el Museo Canario. Junto con los huevos aparecieron también algunos huesos fosilizados, pero fueron destruidos durante las obras. En los últimos tiempos han ido apareciendo en otras islas huevos pertenecientes a estos animales, que están en proceso de estudio, tratándose posiblemente de especies diferentes para cada isla. Grandes lagartos Los restos más abundantes de vertebrados terrestres que poblaron en el pasado el Archipiélago corresponden a lagartos, dentro del grupo de los lacértidos de grandes dimensiones. Así, en 1942 fue descrita Lacerta goliath por el alemán Mertens. Se trataba de un lacértido procedente de Tenerife que alcanzaba un metro de longitud. Años después, en 1953, Telesforo Bravo describía un nuevo lagarto procedente de la misma isla y que medía aproximadamente un metro y medio de longitud, denominándolo Lacerta máxima. Durante muchos años los restos de lacértidos que se iban descubriendo iban siendo atribuidos a una u otra especie, aunque muchos investigadores pensasen que se trataba de una sola y que goliath podía ser un juvenil de máxima o bien que este último fuese una forma patológica del primero. Esta polémica ha continuado hasta la actualidad fomentada por la variabilidad de los caracteres que fueron utilizados para describir ambas especies. La distribución de estos lagartos ha ido ampliándose a medida que se avanzaba en la prospección de las islas, aunque la mayoría de las veces los hallazgos ocurren de modo fortuito. Hoy se sabe que poblaban también La Palma, La Gomera y El Hierro. Ante la presencia de estos grandes lacérticos nos podemos preguntar de dónde procedían y cómo vinieron. La primera no tiene una respuesta exacta aún, pues se desconoce cuál fue el ancestro de nuestros lagartos. Para contestar a la segunda se ha recurrido en muchas ocasiones a las "balsas de vegetación", constituidas por troncos arrastrados por los ríos que en aquel momento existían en el Sáhara. O lo hicieron, millones de años atrás, a través de "islas puente", hoy sumergidas, situadas entre el Suroeste de la Península Ibérica y Canarias. Estos reptiles vivieron, según los datos obtenidos en los yacimientos aparecidos hasta el momento, en las zonas bajas y de medianías de las Islas, desde la costa hasta los 600 ó 700 m, aunque también han aparecido asociados a un yacimiento en Las Cañadas del Teide. Se desconoce en qué época se extinguieron y porqué, si bien es cierto que en algunas ocasiones aparecen junto a restos arqueológicos. Las hipótesis dadas por los investigadores con respecto a las causas de su extinción son varias, considerando algunos que desaparecieron por la competencia con los lagartos de menor tamaño que pueblan hoy en día el Archipiélago; otros opinan que su desaparición se debió a erupciones volcánicas; y por último, un tercer grupo piensa que convivieron con los guanches y formaban parte de su dieta. Ninguna de estas teorías está suficientemente probada, pudiendo haberse extinguido por otras causas. Incluso pueden existir poblaciones relícticas en la actualidad, sobreviviendo en lugares de difícil acceso. Para completar el panorama diremos que también han aparecido restos de las especies que viven actualmente en las islas. En Gran Canaria se encontraron, a finales del siglo pasado, cuatro ejemplares de lacértidos englobados en unos bloques de lapilli, por lo que se deduce que murieron a consecuencia de alguna de las erupciones que tuvieron lugar en La Isleta. Estos ejemplares están depositados actualmente en el Museo Canario y parecen pertenecer a la especie que vive en estos momentos en la Isla. Así mismo, en la desembocadura del barranco de La Aldea, se encontraron restos de lagartos que pudieron alcanzar un metro de longitud y que parecen estar emparentados con la especie actual que habita Gran Canaria. También se han hallado restos del famoso lagarto de El Hierro en varios lugares de esa isla, lo que demuestra que en el pasado vivía en ella, y no se limitaba únicamente a la Fuga de Gorreta. Asimismo, han aparecido huesos de este lacértido en Tenerife y La Gomera. Aves fósiles En las islas Orientales se han encontrado restos de huevos fosilizados de grandes aves. Fragmentos y huevos casi completos han sido hallados en el Norte de Lanzarote en depósitos cuya datación oscila entre 6 y 7 millones de años. Después de realizarse diversos estudios se llegó a la conclusión de que se trataba de restos pertenecientes al grupo de las Ratites, constituido por aves no voladoras como son las avestruces, ñandús, etcétera. Más tarde se observó que estos fragmentos presentaban variabilidad en el grosor, llegándose a la conclusión de que pertenecían a dos grupos diferentes; uno era el de los avestruces actuales, y otro el de los Aepyornis o aves elefantes, extinguidos en la actualidad y de mayor tamaño que los primeros. La presencia de estos interesantes fósiles plantea inmediatamente una pregunta: si no podían volar ¿cómo llegaron hasta la isla? Este hecho sirvió de apoyo a los investigadores que creían que Lanzarote y Fuerteventura estuvieron unidas en el pasado con el continente africano, lo que favorecería el paso de este tipo de animales. Sin embargo, actualmente la teoría más aceptada es que las islas han surgido del océano tras sucesivas erupciones volcánicas y nunca estuvieron unidas al continente, por tanto la presencia de estas aves constituye uno de los enigmas más interesantes que aún quedan por resolver. En estos momentos se está realizando un estudio, financiado por el Gobierno Autónomo, para comprobar si los restos hallados pertenecen realmente a las especies antes mencionadas y ha surgido la hipótesis de que en realidad se trataba de grandes aves marinas voladoras. Otras aves Aunque durante largo tiempo sólo se conoció la existencia de estas aves fósiles en Canarias, cuando comenzaron a realizarse estudios más exhaustivos se recolectaron numerosos huesos pertenecientes a otras especies en Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife, La Gomera, Gran Canaria y La Palma. Recientemente se ha descrito para esta última isla una nueva especie de verderón, de mayor tamaño y con alas más pequeñas que las de los verderones actuales; este pájaro, del que se desconocen muchos datos, estaba dotado de un pico robusto y poderoso. Se desconoce en que hábitats vivía, aunque sus restos fueron hallados a 1.300 metros sobre el nivel del mar y en una zona de laurisilva. Igualmente se ignora si además de La Palma pobló otras islas del Archipiélago. Se desconoce cuando se extinguió, aunque es posible que este hecho se haya producido hace tan sólo unos centenares de años o quizás aún perviva en algún lugar recóndito de la isla. La última especie descrita, perteneciente al grupo de los vertebrados que vivieron en el pasado en el Archipiélago, corresponde a una pardela, Puffinus holei cuyos primeros restos fueron hallados en 1985 en Fuerteventura. El material que se recolectó estaba constituido por huesos de animales adultos y juveniles, así como fragmentos de cáscara de huevos, lo que indica que la localidad donde fueron encontrados constituyó alguna vez un lugar de cría de esta especie. Estos restos aparecieron en una zona de dunas fósiles, constituidas por arenas de origen orgánico, cuyos componentes principales son fragmentos de conchas de moluscos, púas de erizos marinos, algas calcáreas, etcétera. El depósito fue datado por radio-carbono, lo que ha permitido conocer que esta pardela, considerablemente más grande que la Pardela Pichoneta, vivió hace 30.000 años aproximadamente. Posteriormente a este descubrimiento han aparecido nuevos yacimientos conteniendo miles de huesos, permitiendo deducir su abundancia en el pasado. Su extinción quizás se haya debido a cambios climáticos, aunque no se debe descartar la posibilidad de que fuese cazada por los aborígenes, pasando a formar parte de su dieta alimenticia. Mamíferos En 1964, Crusafont y Petter describieron una rata gigante procedente de Tenerife, cuyo cráneo alcanzaba hasta 7 cm de longitud, después de que sus huesos llevasen algún tiempo depositados en el Museo Nacional de Ciencias Naturales sin que nadie les prestase atención. Esta rata aparece en yacimientos pertenecientes al Pleistoceno Medio y al Holoceno, por lo cual se sabe que vivió al menos desde hace unos 100.000 años y se extinguió en época reciente, pensándose, incluso, que llegó a convivir con los aborígenes. Estos animales suelen ser omnívoros, pero algunos investigadores piensan que se alimentaban de los caracoles que aparecen en las cercanías de sus madrigueras. Su peso oscilaba alrededor del kilogramo. Según Petter, este múrido era excepcionalmente longevo, calculándose que podía llegar a vivir ocho o nueve años, mientras que una rata actual generalmente alcanza una edad máxima de siete años. Veinte años después, apareció en La Aldea de San Nicolás una nueva rata gigante fósil, distinta a la especie anterior, que habitó en la isla de Gran Canaria. Este múrido podía llegar a pesar 1.200 gramos y medir medio metro de longitud. Se supone que tenía un tipo de alimentación herbívora. Hasta el momento se desconoce cual fue la causa de la extinción de estos grandes roedores, aunque es posible que los cambios climáticos y la llegada de nuevos competidores hayan influido decisivamente. El último hallazgo con respecto a los mamíferos ya desaparecidos lo constituye Malpaisomys insularis, un pequeño roedor que, distribuido por Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa, ha sido encontrado en algunos yacimientos arqueológicos, donde ha podido ser datado como de principios de nuestra Era, aunque también aparecen sus restos entre lavas recientes, de unos pocos centenares de años de antigüedad. Perspectiva de futuro A medida que se continúen las investigaciones en este campo de la Ciencia, se irá conociendo mejor el pasado y el poblamiento de nuestras islas. En este sentido, se hace necesaria una legislación actualizada y eficaz que preserve nuestro patrimonio, y que evite que estos restos terminen siendo destruidos por ignorancia y, por qué no decirlo, por temor a que al dar parte de un hallazgo de estas características se paralice una construcción o la explotación de una finca. Esperemos que en el futuro, todos, tanto la administración como los ciudadanos, sepamos valorar y conservar nuestro patrimonio, tanto paleontológico como arqueológico, histórico o artístico. (Publicado en 1990).


Francisco García-Talavera

Las Islas Canarias, a causa de su naturaleza volcánica, siempre han sido consideradas por los investigadores como lugares poco apropiados para el hallazgo de restos fósiles o subfósiles de animales. Sin embargo, a medida que se fue profundizando en el estudio de especies animales ya extinguidas, los hallazgos se han ido sucediendo, incrementándose de manera notable el inventario de yacimientos paleontológicos en las islas.
Tipos de yacimientos
A nivel de vertebrados existen dos tipos de yacimientos principales: las formaciones dunares fósiles y las cuevas y tubos volcánicos.
Las dunas fósiles son acumulaciones de arena próximas al mar, que se han consolidado, y presentan tanto restos de animales marinos como terrestres. Están formadas por arenas de origen orgánico, cuyos componentes principales son fragmentos de conchas de moluscos, algas calcáreas, foraminíferos, etc. En ellas se conservan los esqueletos y huevos de algunos de los animales terrestres que vivieron y murieron allí.
En el caso de los tubos y cuevas volcánicas, los huesos que se encuentran suelen ser muy frágiles, debido a la gran humedad que existe en estos lugares. A veces, los restos de vertebrados suelen aparecer mezclados con materiales arqueológicos. Pero a la hora de interpretar estos hallazgos se debe tener en cuenta que, si bien es posible que esta fauna conviviese con el hombre -y por tanto su desaparición es muy reciente- también puede suceder que los restos se hallasen ya en la cueva cuando ésta fue utilizada por los antiguos canarios.
Peces
Han sido citados por los investigadores pocos restos pertenecientes a este grupo de vertebrados. Entre ellos destacan los dientes de tiburón encontrados en la antigua terraza marina de Las Palmas, situada entre los 70 y 80 m. de altitud, que va desde la zona de la Marfea hasta los Arenales. Esa terraza, que data del Plioceno inferior (entre 4,4 y 3,7 millones de años), se encuentra cubierta por lavas de erupciones más recientes, y en algunos lugares ha sido puesta al descubierto por la erosión. Desgraciadamente, ya ha desaparecido casi por completo, debido a la expansión de la ciudad.
Tortugas terrestres
En 1925, en la zona de Adeje (Tenerife) se encontraron unos huesos petrificados en una cantera de tosca (piroclastos pumíticos), que fueron identificados como pertenecientes a una gran tortuga terrestre que alcanzaba 80 cm de longitud.
Estos restos fueron dinamitados y, excepto su descripción como una nueva especie, pocos datos pudieron deducirse del hallazgo. Los ejemplares hallados habían muerto sepultados por una nube ardiente, procedente de una erupción volcánica, y aunque en principio se les atribuyó una antigüedad mayor, en realidad podrían tener aproximadamente 200.000 años.
T. Bravo, en 1962, encontró un nuevo yacimiento con restos de estas tortugas en una cantera próxima a la desembocadura del Barranco del Infierno, en una zona que en la actualidad está ocupada por urbanizaciones turísticas. Estos huesos corresponden a una tortuga de aproximadamente 1 metro de longitud. El material está depositado en el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. Es necesario decir que tortugas de estas dimensiones se encuentran en algunas islas del Indo-Pacífico, siendo el ejemplo más conocido el de las Galápagos.
En Gran Canaria, en 1958, al realizarse una excavación en el Lomo de Jinámar con la finalidad de construir una charca, apareció un nuevo yacimiento fosilífero que contenía varios huevos fósiles de tortuga, algunos de los cuales se encuentran depositados en el Museo Canario. Junto con los huevos aparecieron también algunos huesos fosilizados, pero fueron destruidos durante las obras.
En los últimos tiempos han ido apareciendo en otras islas huevos pertenecientes a estos animales, que están en proceso de estudio, tratándose posiblemente de especies diferentes para cada isla.
Grandes lagartos
Los restos más abundantes de vertebrados terrestres que poblaron en el pasado el Archipiélago corresponden a lagartos, dentro del grupo de los lacértidos de grandes dimensiones. Así, en 1942 fue descrita Lacerta goliath por el alemán Mertens. Se trataba de un lacértido procedente de Tenerife que alcanzaba un metro de longitud. Años después, en 1953, Telesforo Bravo describía un nuevo lagarto procedente de la misma isla y que medía aproximadamente un metro y medio de longitud, denominándolo Lacerta máxima.
Durante muchos años los restos de lacértidos que se iban descubriendo iban siendo atribuidos a una u otra especie, aunque muchos investigadores pensasen que se trataba de una sola y que goliath podía ser un juvenil de máxima o bien que este último fuese una forma patológica del primero. Esta polémica ha continuado hasta la actualidad fomentada por la variabilidad de los caracteres que fueron utilizados para describir ambas especies.
La distribución de estos lagartos ha ido ampliándose a medida que se avanzaba en la prospección de las islas, aunque la mayoría de las veces los hallazgos ocurren de modo fortuito. Hoy se sabe que poblaban también La Palma, La Gomera y El Hierro.
Ante la presencia de estos grandes lacérticos nos podemos preguntar de dónde procedían y cómo vinieron. La primera no tiene una respuesta exacta aún, pues se desconoce cuál fue el ancestro de nuestros lagartos. Para contestar a la segunda se ha recurrido en muchas ocasiones a las "balsas de vegetación", constituidas por troncos arrastrados por los ríos que en aquel momento existían en el Sáhara. O lo hicieron, millones de años atrás, a través de "islas puente", hoy sumergidas, situadas entre el Suroeste de la Península Ibérica y Canarias.
Estos reptiles vivieron, según los datos obtenidos en los yacimientos aparecidos hasta el momento, en las zonas bajas y de medianías de las Islas, desde la costa hasta los 600 ó 700 m, aunque también han aparecido asociados a un yacimiento en Las Cañadas del Teide.
Se desconoce en qué época se extinguieron y porqué, si bien es cierto que en algunas ocasiones aparecen junto a restos arqueológicos. Las hipótesis dadas por los investigadores con respecto a las causas de su extinción son varias, considerando algunos que desaparecieron por la competencia con los lagartos de menor tamaño que pueblan hoy en día el Archipiélago; otros opinan que su desaparición se debió a erupciones volcánicas; y por último, un tercer grupo piensa que convivieron con los guanches y formaban parte de su dieta. Ninguna de estas teorías está suficientemente probada, pudiendo haberse extinguido por otras causas. Incluso pueden existir poblaciones relícticas en la actualidad, sobreviviendo en lugares de difícil acceso.
Para completar el panorama diremos que también han aparecido restos de las especies que viven actualmente en las islas. En Gran Canaria se encontraron, a finales del siglo pasado, cuatro ejemplares de lacértidos englobados en unos bloques de lapilli, por lo que se deduce que murieron a consecuencia de alguna de las erupciones que tuvieron lugar en La Isleta. Estos ejemplares están depositados actualmente en el Museo Canario y parecen pertenecer a la especie que vive en estos momentos en la Isla.
Así mismo, en la desembocadura del barranco de La Aldea, se encontraron restos de lagartos que pudieron alcanzar un metro de longitud y que parecen estar emparentados con la especie actual que habita Gran Canaria.
También se han hallado restos del famoso lagarto de El Hierro en varios lugares de esa isla, lo que demuestra que en el pasado vivía en ella, y no se limitaba únicamente a la Fuga de Gorreta. Asimismo, han aparecido huesos de este lacértido en Tenerife y La Gomera.
Aves fósiles
En las islas Orientales se han encontrado restos de huevos fosilizados de grandes aves. Fragmentos y huevos casi completos han sido hallados en el Norte de Lanzarote en depósitos cuya datación oscila entre 6 y 7 millones de años. Después de realizarse diversos estudios se llegó a la conclusión de que se trataba de restos pertenecientes al grupo de las Ratites, constituido por aves no voladoras como son las avestruces, ñandús, etcétera. Más tarde se observó que estos fragmentos presentaban variabilidad en el grosor, llegándose a la conclusión de que pertenecían a dos grupos diferentes; uno era el de los avestruces actuales, y otro el de los Aepyornis o aves elefantes, extinguidos en la actualidad y de mayor tamaño que los primeros.
La presencia de estos interesantes fósiles plantea inmediatamente una pregunta: si no podían volar ¿cómo llegaron hasta la isla? Este hecho sirvió de apoyo a los investigadores que creían que Lanzarote y Fuerteventura estuvieron unidas en el pasado con el continente africano, lo que favorecería el paso de este tipo de animales. Sin embargo, actualmente la teoría más aceptada es que las islas han surgido del océano tras sucesivas erupciones volcánicas y nunca estuvieron unidas al continente, por tanto la presencia de estas aves constituye uno de los enigmas más interesantes que aún quedan por resolver. En estos momentos se está realizando un estudio, financiado por el Gobierno Autónomo, para comprobar si los restos hallados pertenecen realmente a las especies antes mencionadas y ha surgido la hipótesis de que en realidad se trataba de grandes aves marinas voladoras.
Otras aves
Aunque durante largo tiempo sólo se conoció la existencia de estas aves fósiles en Canarias, cuando comenzaron a realizarse estudios más exhaustivos se recolectaron numerosos huesos pertenecientes a otras especies en Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife, La Gomera, Gran Canaria y La Palma. Recientemente se ha descrito para esta última isla una nueva especie de verderón, de mayor tamaño y con alas más pequeñas que las de los verderones actuales; este pájaro, del que se desconocen muchos datos, estaba dotado de un pico robusto y poderoso. Se desconoce en que hábitats vivía, aunque sus restos fueron hallados a 1.300 metros sobre el nivel del mar y en una zona de laurisilva. Igualmente se ignora si además de La Palma pobló otras islas del Archipiélago. Se desconoce cuando se extinguió, aunque es posible que este hecho se haya producido hace tan sólo unos centenares de años o quizás aún perviva en algún lugar recóndito de la isla.
La última especie descrita, perteneciente al grupo de los vertebrados que vivieron en el pasado en el Archipiélago, corresponde a una pardela, Puffinus holei cuyos primeros restos fueron hallados en 1985 en Fuerteventura. El material que se recolectó estaba constituido por huesos de animales adultos y juveniles, así como fragmentos de cáscara de huevos, lo que indica que la localidad donde fueron encontrados constituyó alguna vez un lugar de cría de esta especie. Estos restos aparecieron en una zona de dunas fósiles, constituidas por arenas de origen orgánico, cuyos componentes principales son fragmentos de conchas de moluscos, púas de erizos marinos, algas calcáreas, etcétera. El depósito fue datado por radio-carbono, lo que ha permitido conocer que esta pardela, considerablemente más grande que la Pardela Pichoneta, vivió hace 30.000 años aproximadamente. Posteriormente a este descubrimiento han aparecido nuevos yacimientos conteniendo miles de huesos, permitiendo deducir su abundancia en el pasado. Su extinción quizás se haya debido a cambios climáticos, aunque no se debe descartar la posibilidad de que fuese cazada por los aborígenes, pasando a formar parte de su dieta alimenticia.
Mamíferos
En 1964, Crusafont y Petter describieron una rata gigante procedente de Tenerife, cuyo cráneo alcanzaba hasta 7 cm de longitud, después de que sus huesos llevasen algún tiempo depositados en el Museo Nacional de Ciencias Naturales sin que nadie les prestase atención.
Esta rata aparece en yacimientos pertenecientes al Pleistoceno Medio y al Holoceno, por lo cual se sabe que vivió al menos desde hace unos 100.000 años y se extinguió en época reciente, pensándose, incluso, que llegó a convivir con los aborígenes.
Estos animales suelen ser omnívoros, pero algunos investigadores piensan que se alimentaban de los caracoles que aparecen en las cercanías de sus madrigueras. Su peso oscilaba alrededor del kilogramo. Según Petter, este múrido era excepcionalmente longevo, calculándose que podía llegar a vivir ocho o nueve años, mientras que una rata actual generalmente alcanza una edad máxima de siete años.
Veinte años después, apareció en La Aldea de San Nicolás una nueva rata gigante fósil, distinta a la especie anterior, que habitó en la isla de Gran Canaria. Este múrido podía llegar a pesar 1.200 gramos y medir medio metro de longitud. Se supone que tenía un tipo de alimentación herbívora.
Hasta el momento se desconoce cual fue la causa de la extinción de estos grandes roedores, aunque es posible que los cambios climáticos y la llegada de nuevos competidores hayan influido decisivamente.
El último hallazgo con respecto a los mamíferos ya desaparecidos lo constituye Malpaisomys insularis, un pequeño roedor que, distribuido por Fuerteventura, Lanzarote y La Graciosa, ha sido encontrado en algunos yacimientos arqueológicos, donde ha podido ser datado como de principios de nuestra Era, aunque también aparecen sus restos entre lavas recientes, de unos pocos centenares de años de antigüedad.
Perspectiva de futuro
A medida que se continúen las investigaciones en este campo de la Ciencia, se irá conociendo mejor el pasado y el poblamiento de nuestras islas.
En este sentido, se hace necesaria una legislación actualizada y eficaz que preserve nuestro patrimonio, y que evite que estos restos terminen siendo destruidos por ignorancia y, por qué no decirlo, por temor a que al dar parte de un hallazgo de estas características se paralice una construcción o la explotación de una finca. Esperemos que en el futuro, todos, tanto la administración como los ciudadanos, sepamos valorar y conservar nuestro patrimonio, tanto paleontológico como arqueológico, histórico o artístico.

(Publicado en 1990).

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