lunes, 1 de junio de 2015

:::Embalsamadores (2ª parte):::


En este segundo y último capítulo de la serie dedicada a los antiguos embalsamadores de Canarias, seguiremos nuestro particular rastreo de las fuentes documentales, prestando atención a las que vieron la luz entre los siglos XVII y XIX.

En el capítulo anterior, vimos que los primeros cronistas de Canarias (ss. XV-XVI) definían a los encargados de mirlar los cuerpos de los difuntos como una casta específica, que llevaba a cabo una función social muy determinada, por la que, además, se veía marginada.
Como observaremos a continuación, el paso de los años traería consigo nuevas teorías, que poco o nada tienen que ver con lo dicho hasta el momento.
Casi un mysterio sagrado
En la Historia de la Real Sociedad de Londres (1667) encontramos uno de los primeros relatos desacordes a las crónicas inmediatamente posteriores a la Conquista. El texto, redactado por Thomas Sprats, miembro y primer historiador del citado cuerpo, recoge el testimonio del médico y mercader británico Evan Pieugh, quien residió durante veinte años en la isla de Tenerife. Durante su estancia, tuvo la ocasión de visitar Güímar, «una ciudad habitada en su mayor parte por descendientes de los guanches» [Sprats (1667) 1998: 108], quienes agradecieron los servicios prestados por el doctor “obsequiándole” de una forma muy especial: le permitieron visitar una cueva de enterramiento. Apunta Sprats que el médico galés aprovechó la ocasión para cuestionar a aquellos descendientes de los guanches sobre las técnicas de conservación de los muertos conocidas por sus antepasados, obteniendo de ellos la siguiente información:
[...] que antiguamente existía una casta especial que tenía este oficio, que sólo ellos ejercían y que conservaban como algo sagrado que no debía ser comunicado al vulgo. No se mezclaban con el resto de los habitantes, ni se casaban con nadie que no fuera de su propio grupo; también eran sus sacerdotes y ministros religiosos [Sprats (1667) 1998: 109].
El testimonio, que resulta de vital importancia al haber sido obtenido de boca de los más ancianos del lugar, gentes de incluso «más de ciento diez años de edad», confirma el aislamiento de la casta dedicada al embalsamamiento de los cadáveres. Sin embargo, a diferencia de los primeros cronistas de Canarias, los ancianos guanches de Güímar, lejos de dejar la responsabilidad del mirlado de sus difuntos en manos de un grupo de marginados, la entregan a «sus sacerdotes y ministros religiosos», teoría que, con el tiempo, irá adquiriendo mayor popularidad.
Núñez de la Peña [(1676) 1994: 34] vuelve a reproducir el testimonio de los primeros cronistas, pero la semilla plantada por Sprats estaba destinada a germinar tarde o temprano. Una muestra de ello la encontramos en la Histoire naturelle, générale et particuliére: avec la description du Cabinet du roy (1749-1804), redactada por el conde de Buffon, Georges Louis Leclerc, ayudado, entre otros, por Louis Jean-Marie Daubenton, primer director del Muséum national d'histoire naturelle. Nuestro ilustrado José de Viera y Clavijo cita en sus Noticias esta «Descripción del Gabinete del Rey de Francia», extractando el fragmento del capítulo que Daubenton dedica a las momias egipcias referido a los xaxos guanches:
Aquellos que quedaron quando los Españoles hicieron la conquista de esta Isla, refirieron, que el Arte de embalsamar los cuerpos era conocido de sus mayores, y que había en su Nación cierta Tribu de Sacerdotes, que hacían de él un secreto, y casi un mysterio sagrado [Buffon y Daubenton (1749-1804), en Viera y Clavijo (2004: 175)].
Las apreciaciones de Daubenton, sumadas a las demás fuentes consultadas por Viera y Clavijo –es decir, los textos escritos por los primeros cronistas–, inducen a nuestro ilustrado a elaborar una tercera teoría: el proceso de mirlado debió de ser llevado a cabo por dos clases distintas de personas, tal «como se practicaba en Egypto»: «Unas disecarian con sus Tabonas, ò cuchillos de pedernal los cuerpos, y los despojarian de los sesos, intestinos, y demás entrañas: Empleo necesario en el mismo Egypto, pero reputado por [...] infame, [...]» [Viera y Clavijo (1772) 2004: 176].
Y una vez vaciado el cuerpo del difunto «Otras [personas] cuidarian del embalsamamiento (tarea de suyo mas piadosa, y mas susceptible de honor)» [Viera y Clavijo (1772) 2004: 176-177].
Pero no será Viera y Clavijo el único en establecer ciertos paralelismos entre el caso egipcio y el canario, aunque, según los expertos en la materia, tal extrapolación siente sus bases sobre argumentos poco razonables. Y es que no debemos olvidar que «la conservación artificial de los cadáveres tuvo en África una difusión mucho mayor» [Arco Aguilar (1987) 1996: 93].
Años más tarde, será Francisco Javier Golbery, oficial del ejercito colonial francés en Senegal y Gambia, quien nos hable nuevamente de sacerdotes y egipcios para referirse a los xaxos canarios. En el segundo capítulo de sus Fragmentos de un viaje a África (1802), Golbery afirma que: «Los sacerdotes guanches, como los sacerdotes egipcios, embalsamaban también a sus muertos y hacían de este oficio un secreto y un misterio religioso» [Golbery (1802) 1998: 140].
Un enigma por resolver
Sin lugar a dudas, el testimonio más desconcertante sobre los embalsamadores guanches lo encontramos en la obra de Sabine Berthelot, Etnografía y Anales de la Conquista de las Islas Canarias (1842). Reproduzcamos el fragmento que nos interesa de forma íntegra, tal como lo tradujo Juan Arturo Malibran para la primera edición en castellano de la obra, publicada en 1849:
Los guanches poseían el secreto de embalsamar y sus momias, que llamaban Xaxos, eran preparadas por un método análogo al de los antiguos egipcios. Según la tradición existía en Tenerife una clase de hombres y de mujeres que ejercían el oficio de embalsamadores. «Estas gentes, dice el padre Espinosa, no gozaban de consideración alguna, vivían aislados, se evitaba su contacto, pues se les miraba como inmundos, no empleándolos sino en vaciar los cadáveres (183). Por el contrario aquellos que se encargaban especialmente de embalsamar el cuerpo tenían derecho al respeto de sus conciudadanos» [Berthelot (1849 < 1842) 1978: 94].
Para mayor detalle, copiamos también la nota que aclara la fuente utilizada en este caso por el naturalista francés, y que reza así: «(183) P. Espinosa, lib. 1, cap. 9, p. 27. (Viana ha citado esta misma tradición en el primer canto de su poema)» [Berthelot (1849 < 1842) 1978: 245].
El texto de Berthelot, en apariencia inofensivo, ejemplifica a la perfección varias de las trabas documentales a las que nos referíamos en la introducción a esta serie de artículos. Dejando a un lado la extrapolación del caso egipcio para la isla de Tenerife, nos llama poderosamente la atención la misteriosa cita de la obra de Espinosa, que poco tiene que ver con el texto original del dominico [Espinosa (1594) 1980: 44-45].
Nos ha sido posible consultar la edición original del texto de Berthelot y Barker-Webb [1842: 140], Histoire Naturelle des Îles Canaries, y hemos podido constatar que el error no se debe a una mala traducción de Malibran.
Con todo, lo más probable es que la cita, pretendidamente textual, no sea más que una apropiación de la relación del dominico machimbrada con las teorías de Viera y Clavijo, que habría sido entrecomillada por error o de forma defectuosa. De todos modos, lo más prudente será dejar el misterio en manos de los expertos.
Por su parte, el enigma de los embalsamadores también quedará –por el momento– huérfano de punto final. Como hemos visto, las fuentes no han sido muy pródigas a la hora de facilitar los detalles que ayudasen a su comprensión, lo que, sumado a la disparidad de teorías recogidas por los distintos cronistas e historiadores, hace que la descripción de aquellos hombres y mujeres dedicados al arte del mirlado se vea limitada a una exposición de noticias, más o menos ordenadas.

Fuentes

BARKER-WEBB, Philip, y Sabin Berthelot. 1842. Histoire Naturelle des Îles Canaries. Tome premier. Première partie. Contenant l'Ethnographie et les Annales de la Conquête. París: Béthune.

BERTHELOT, Sabino. 1978 (1849 < 1842). Etnografía y Anales de la Conquista de las Islas Canarias. S/C de Tenerife: Goya.

BUFFON, Georges Louis Leclerc, comte de, y Louis Jean-Marie Daubenton, et al. 1749-1804. Histoire naturelle, générale et particuliére: avec la description du Cabinet du roy.
Paris: Imprimerie royale. [El fragmento referido a los xaxos citado en Viera y Clavijo (2004: 175-176) debe de formar parte de alguno de los quince primeros tomos de la obra, editados entre 1749 y 1767].

ESPINOSA, Alonso de. 1980 (1594). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Introducción de Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.

GOLBERY, Francisco Javier. 1998 (1802). Fragmentos de un viaje a África, en Delgado Luis (1998: 133-143).

NÚÑEZ DE LA PEÑA, Juan. 1994 (1676). Conquista, y antigvedades de las islas de la Gran Canaria, y sv descripcion. Con muchas advertencias de sus Priuilegios, Conquistadores, Pobladores, y otras particularidades en la muy poderosa Isla de Thenerife. Dirigido a la milagrosa imagen de nuestra Señora de Candelaria. Compuesto por el licenciado don Ivan Nuñez de la Peña, natural de la dicha Isla de Thenerife en la Ciudad de la Laguna. Madrid, Imprenta Real, 1676. Ed. facsímile al cuidado de Jonathan Allen. Prólogo de A. Bethencourt Massieu. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad.

SPRATS, Thomas. 1998 (1667). Historia de la Real Sociedad de Londres (Relación sobre el Pico de Tenerife, recibida de unos importantes mercaderes y hombres dignos de crédito que subieron a su cima), en Delgado Luis (1998: 99-112).

VIERA Y CLAVIJO, José. 2004 (1772). Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria. Tomo 1. Valladolid: Ediciones Idea - Editorial Maxtor, 4 vols. (Facsímil +).

Bibliografía

ARCO AGUILAR, Mª del Carmen del, y Juan Francisco Navarro Mederos. 1996 (1987). Los aborígenes. CCPC (Historia Popular de Canarias, 1).

DELGADO LUIS, José Antonio (ed.). 1998. Crónica del descubrimiento y conquista de Guinea y otros relatos. Estudio crítico a cargo de Manuel Hernández González. La Orotava: José Antonio Delgado Luis. (A través del tiempo, 16).

Autor: Néstor Bogajo En: Revista Mundo Guanche.

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