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Francisco García-Talavera Casañas
Cansado de ver, leer y escuchar tanto desatino sobre
la realidad de nuestro continente (al que pertenece geográficamente el archipiélago
canario), me gustaría aportar algunos datos al respecto. África, cuna de la
humanidad antigua (primeros homínidos) y moderna (homo sapiens), y también
cuna de la civilización occidental (antiguo Egipto), no merece tanto
desconocimiento. Sus más de 30 millones de Km2
y 1.000 millones de habitantes están distribuidos en 54 países -algunos tan
extensos que triplican y cuadruplican la superficie de España- que presentan
una diversidad climática y paisajística asombrosa.
En
África está el mayor desierto de nuestro planeta (el Sahara), que hace tan
solo 9.000 años era un vergel, con ríos, lagos y toda la fauna típica de la
sabana (leones, elefantes, jirafas, rinocerontes, antílopes, cocodrilos, hipopótamos,
etc.) y, por contrapartida, también encontramos enormes extensiones de selvas
tropicales, que albergan una biodiversidad inestimable. Todo ello hace de África
un vasto y enigmático continente
de contrastes, en el que aun queda mucho por descubrir.
Este
ancestral continente alberga, como
ya hemos comentado, la mayor diversidad genética humana del planeta, como
consecuencia de los millones de años que ha estado actuando en él la evolución
biológica. De tal manera que hay mayor distancia
genética (comprobada por el ADN mitocondrial, el mismo que certifica
nuestra ascendencia norteafricana) entre poblaciones que habitan este
continente, que la que existe entre las del resto del mundo. Lo que quiere
decir, que hay mayores diferencias “raciales” entre un bosquimano de
Namibia, un masai de Kenya y un bereber del Atlas marroquí, que la que existe
entre un sueco, un chino y un aimara boliviano.
En
el inmenso solar africano coexisten centenares de etnias -y por lo tanto
culturas-diferentes, que hablan otras tantas lenguas distintas. Y así, en un
solo país, como es el caso de Nigeria (170 millones de habitantes), conviven
470 etnias (yoruba, igbo, eket, igala, idoma, ogoni, tiv, ibibio, hausa, ekoi,
chamba, mambila, songhai, mumuye, etc., etc.) que hablan más de 500 lenguas. ¡Solo
en Nigeria!
Por
eso me sorprendo cuando escucho hablar de África, como si fuera un solo país,
o de “la cultura africana”, a
gente supuestamente documentada. ¿Es la misma cultura la de los bereberes
(imazighen) de la Kabylia argelina, que la de los árabes de Mauritania, los
coptos de Egipto, los makonde de Tanzania, los fang del Gabón o los afrikaners
de Sudáfrica? Seamos rigurosos.
África
ha sido secularmente invadida, colonizada, masacrada, esclavizada, explotados
sus recursos y desarticulada territorialmente por las potencias colonialistas
europeas ¿les recuerda esto a lo
que sucedió en Canarias? En la segunda mitad del siglo XIX y a comienzos del
XX, Francia, Inglaterra, Alemania, España, Portugal, Italia, Bélgica…se
repartieron el pastel africano. Y así, a golpe
de tiralíneas, se olvidaron de las fronteras naturales y fueron capaces
de crear países artificiales, sin importarles nada dejar a los pueblos
divididos y desarraigados. Además de estas desgracias, son recurrentes en este
desafortunado continente las enfermedades endémicas, las cruentas luchas
tribales e interétnicas -que han ocasionado verdaderos genocidios y desastres
humanitarios- y los estragos producidos por la desertización, la
deforestación y las consecuentes hambrunas y migraciones masivas.
Y
es ahora -en medio de esta implacable crisis mundial, y después de unas décadas
de olvido, tras la independencia- cuando estos pueblos en vías de desarrollo,
encandilados por el impúdico nivel de vida europeo que ven en la tele,
abandonan sus costumbres ancestrales, e intentan alcanzarlo aun a costa de su
vida.
Y
encima, de nuevo el ojo colonialista ha focalizado su avariciosa mirada en este
desvalido y rico continente, en sus valiosos y estratégicos recursos orgánicos
y minerales (petróleo, gas, hierro, coltán, diamantes, madera, pesca, etc.),
pero esta vez bajo el escudo protector de los invisibles poderes fáctico- económicos
supranacionales que gobiernan el mundo. Son los mismos entes corruptos que están
detrás de los conflictos que favorecen sus inconfesables y oscuros intereses,
sin importarles, lo más mínimo, el sufrimiento y la muerte de cientos de miles
de personas inocentes.
A
la vista de este incierto panorama, nosotros, los canarios, no debemos cruzarnos
de brazos y verlas pasar, pues, por suerte o por desgracia, ese convulso
escenario lo tenemos aquí enfrente. Es más, este Archipiélago forma parte de
él, y por lo tanto, debemos posicionarnos inteligentemente, para que los
acontecimientos no nos cojan con el paso cambiado, sin posibilidad de decidir
nuestro futuro. Debemos poner en valor ante África y todo el concierto
internacional -aparte de las bondades climáticas y paisajísticas con que la
Naturaleza nos ha privilegiado- nuestra excepcional situación geoestratégica,
nuestras importantes infraestructuras y nuestra avanzada tecnología en algunos
campos (desalación, tratamiento de residuos, energías renovables, sanidad,
etc.). Ofrecernos, como ya se ha hecho, como una idónea y pacífica plataforma de
cooperación, conectividad y transferencia intercontinental. Porque el futuro
está aquí, y si no actuamos acertadamente y movemos la ficha adecuada en el
momento oportuno, quienes sabemos nos darán el “jaque-mate”y, como
consecuencia, pasaríamos a ser un frustrado país archipielágico “non
nato”, que llevaba una buena gestación, pero al final se torcieron las cosas
y murió antes del parto.
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