Francisco García-Talavera C.
INTRODUCCIÓN
Los primeros europeos que llegaron a las Islas
Canarias quedaron sorprendidos por las características físicas de sus
antiguos habitantes que, a pesar de su aspecto primitivo, en grandes
rasgos no se diferenciaban demasiado de las poblaciones blancas del sur
mediterráneo.
Desde comienzos de la ciencia antropológica, los
investigadores del siglo XIX observaron con extrañeza el parecido de los
parámetros antropométricos de gran parte de los guanches (generalizando
el término a todos los habitantes preeuropeos de Canarias) con el
hombre fósil de Cro-Magnon. Pero es en el siglo pasado cuando se
establecen las bases de comparación entre los antiguos canarios y las
poblaciones norteafricanas, al resultar evidentes no solamente las
similitudes físicas, sino también culturales, especialmente a medida que
se avanzaba en el conocimiento de la prehistoria y cultura antigua del
archipiélago.
Según Ilse Schwidetzky (1975): "Las islas Canarias
ofrecen un campo extraordinario para la investigación antropológica.
Primero porque en ellas una población prehistórica dejó en sus cuevas
sepulcrales y en sus túmulos un material óseo excepcionalmente abundante
(...) y además, la historia de la población de estas islas, en su
evolución a partir de la conquista, es suficientemente conocida. Por lo
menos desde Wölfel (1930) se sabe documentalmente que los grupos humanos
prehispánicos no se extinguieron sino que sobreviven en la población
actual, después de un inicial y rápido proceso de cristianización y
aculturación".
Pero esta forma de pensar no es nueva, pues ya Glass
en el siglo XVIII, Verneau, Berthelot, Chil y Naranjo y Bethencourt
Alfonso en el XIX, y en el siglo XX Fischer, Wölfel, Schwidetzky,
Weninger, Fusté, Rösing y Camps, entre otros eminentes investigadores,
expresaban en sus escritos dichas analogías antropológicas. Este último
(Camps, 1984) es muy explícito al respecto cuando dice, refiriéndose a
la antigua población mechtoide (cromañoide) norteafricana: "Del tipo
Mechta el Arbi subsisten hoy en día algunos raros elementos en la
población norteafricana que, en su casi totalidad, pertenece a las
diferentes variedades del tipo mediterráneo. Aquellos representan como
máximo el 3% de la población actual del Maghreb, pero son mucho más
numerosos en las islas Canarias".
En cualquier caso, no hay que centrarse solamente en
el mayor o menor grado de pervivencia del tipo Mechta-Afalou en la
población canaria actual - que no deja de ser un tema muy interesante
desde el punto de vista antropológico, pues en Canarias tenemos un
verdadero laboratorio viviente - sino que también debe estudiarse ese
alto porcentaje mediterranoide, que es el que más nos acerca a la
población norteafricana amazigh actual.
Ahora son las nuevas técnicas de la genética
molecular aplicadas a las poblaciones, las que están propiciando un
avance espectacular en el conocimiento de la evolución biológica e
histórica de la especie humana. "Una nueva rama de la ciencia emerge con
fuerza: la genómica histórica. La comparación de los perfiles genéticos
de grupos étnicos permite poner a prueba los postulados históricos,
muchas veces basados en deducciones poco objetivas: sin duda, la
genómica complementa a la historia clásica" (Arnaiz-Villena, 1999).
En este sentido, con los estudios del DNA
mitocondrial en poblaciones autóctonas de todo el mundo llevados a cabo,
entre otros, por Cann, Stoneking y Wilson (1987), Ruíz Linares et
al.(1995) y sobre todo los de Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza (1994) en
1800 pueblos aborígenes de todo el orbe - sin llegar a ser definitivos,
entre otras razones por las limitaciones en la obtención de genes
diferenciadores - han quedado esbozadas las afinidades y diferencias
genéticas entre los distintos pueblos del mundo y, lo que es más
importante, sus relaciones, migraciones y evolución histórica.
SÍNTESIS PALEOANTROPOLÓGICA E HISTÓRICA DE LA REGIÓN.
La existencia en el Norte de Africa de
poblaciones blancas clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado
píe a múltiples hipótesis sobre su origen.
La primera evidencia del poblamiento humano de la
región la tenemos en los yacimientos de Ternifine, Ain Hanech y Sidi
Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años, que fueron
clasificados como Homo erectus (Newman, 1995). Pero es la aparición del Homo sapiens
de Jebel Irhoud del Paleolítico Medio (Musteriense) (100.000-200.000
años B.P.) con características neandertaloides atenuadas que preconizan
el tipo de Afalou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de
Dar es-Soltan (30.000 años B.P.) que para algunos es el eslabón
intermedio entre aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador
de la industria Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último,
junto a los protomediterranoides venidos de oriente con la cultura
capsiense (10.000 - 5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que
han dado origen al pueblo bereber, que esencialmente conforma la mayoría
antropológica de la población norteafricana actual.
El hombre de Mechta el Arbi, también conocido como
Mechta-Afalou fue equiparado por los antropólogos del siglo pasado al
tipo Cro-Magnon europeo, pero más tarde se ha visto que sin dejar de ser
vecino o primo de aquel, presenta caracteres diferenciadores en el
cráneo y en las dimensiones corporales. Posee, entre otras
características físicas, una gran estatura (1,76 m. de media para los
hombres), disarmonía entre una cara ancha y un cráneo dolicocéfalo, así
como una gran capacidad craneana (1.650 cm3).
Este tipo humano dominante en el Norte de Africa
hasta la aparición de los protomediterranoides capsienses, comienza a
disminuir demográficamente y a retroceder geográficamente hacia el
oeste, acantonándose en las montañas del litoral occidental mediterráneo
y atlántico y en las Islas Canarias, así como en el sudoeste sahariano
(Hassi el Abioud) y en el Sudán (Jebel Saba). Su desaparición no fue
completa en el Maghreb, pues todavía se encontraba un 8% de población
mechtoide en la época protohistórica y púnica, para pasar como ya hemos
comentado, a representar solo el 3% de la población norteafricana
actual. Por lo tanto, como muy bien apunta G.Camps (1996), el tipo
Mechta el Arbi no puede considerarse como el ancestro directo de los
imazighen actuales.
Fue hace más de 9.000 años cuando hizo su aparición
en la parte oriental del Maghreb un nuevo tipo humano muy parecido a las
poblaciones mediterráneas actuales que, al igual que ellas, presenta
dos variedades: una robusta y de gran talla (1,75 m. para los hombres) y
otra mas grácil que se localiza en las montañas. Este tipo de hombre,
según todos los indicios venido de Oriente Próximo, se conoce como
Protomediterráneo, término que también se aplica a poblaciones más
antiguas de Oriente (natufienses).
A estos protomediterráneos muy bien podríamos
llamarles protobereberes (Camps, 1996) por su cultura y sobre todo por
su marcada propensión a la decoración con motivos geométricos, que son
muy similares a los utilizados en la actualidad en el adorno corporal y
en la decoración de la cerámica por sus sucesores bereberes.
Es a comienzos de la época histórica, a finales del
calcolítico y durante la edad del hierro, cuando proliferan en el
litoral norteafricano túmulos y monumentos megalíticos que albergan
restos humanos, casi todos de tipo mediterráneo, y que apenas se pueden
distinguir de los bereberes actuales. Esta cultura megalítica parece
proceder de los países europeos del Mediterráneo occidental. Sin
embargo, su influencia en la antropología física de la región es mucho
menor que el pool genético aportado por las poblaciones venidas de
oriente. Es también de Oriente desde donde, ya en época protohistótica e
histórica, llegan pueblos colonizadores (fenicios, 1.000 A.C.) y
conquistadores musulmanes (árabes y beduinos Beni-Hilal, siglos VII y
XI) que de alguna manera alteran la genética norteafricana,
especialmente estos últimos (Beni Hilal), que, con un contingente de
unas 100.000 personas, contribuyeron también a una rápida arabización de
gran parte de los pueblos imazighen. Otras invasiones y conquistas por
parte de pueblos europeos y del Mediterráneo oriental: Romanos (146 A.C.
- 439 D.C.), Vándalos (439 - 533 D.C.), Bizantinos (533 - 647 D.C.) y
más tarde otomanos, turcos, portugueses, españoles, franceses e
italianos, han contribuido con muy poco peso demográfico y escaso flujo
genético a la conformación antropológica de la población norteafricana
actual que, en su gran mayoría, es descendiente de los
protomediterranoides capsienses, ancestros de los bereberes.
En Canarias, y de acuerdo con los principales
antropólogos que han estudiado la tipología de las poblaciones
aborígenes del archipiélago, como son Verneau, Fusté y Schwidetzky,
entre otros, aparecen como tipos dominantes los dos mismos componentes
prehistóricos del Norte de Africa: el Mechtoide (cromagnoide), y el
Protomediterranoide. El primero, y más primitivo, arribó a las islas y
las ocupó todas, según algunos autores, entre el 2500 y el 1000 A.C., y
sería el portador de la llamada "cultura de sustrato" (Diego Cuscoy,
1961). Su proporción numérica en algunas islas como Tenerife (34%), Gran
Canaria (33%) y Gomera (45%), era superior a la del tipo
mediterranoide, lo que hace pensar en una temprana llegada a Canarias
desde el continente, cuando aún era dominante en algunas regiones
norteafricanas.
Simultáneamente, o con posterioridad, llegaron los
protomediterranoides, pero en el caso de Canarias sólo se distingue el
tipo robusto, también de gran talla, cara alargada y estrecha, y con un
grado variable de extroversión goniaca que le da un contorno facial
pentagonal o cuadrangular. Este tipo es asociado, al menos en Gran
Canaria, con la "cultura de los túmulos" ya que enterraba a sus muertos
en esos monumentos funerarios mientras que los cromañoides lo hacían en
cuevas. En los últimos tiempos se ha constatado que no existía una
separación racial tan clara como les pareció a los primeros
antropólogos.
No obstante, autores como Hooton (1925), Fischer
(1931) y Falkenburger (1942), añaden otros tipos raciales, como el
negroide, orientaloide, alpino, etc., aunque en mucha menor proporción
que los dos anteriores.
Aunque con peculiaridades insulares, el lenguaje y la
cultura de los aborígenes canarios era netamente paleobereber, como lo
atestigua la arqueología, la toponimia y la antropología.
Salvo contactos esporádicos con pueblos antiguos
(fenicios, púnicos, romanos) generalmente con fines comerciales, y más
recientemente con árabes y europeos, en campañas esclavistas, la
población de Canarias permaneció aislada hasta la conquista (1402 -
1496). En ese momento las islas estaban bastante pobladas, siendo las
dos centrales, Gran Canaria (30.000 - 40.000 habitantes) y Tenerife
(30.000 - 35.000) las que poseían una mayor densidad demográfica y las
que, a su vez, ofrecieron una resistencia tenaz a su conquista.
A pesar del fuerte bajón poblacional a consecuencia
de la guerra, esclavitud y enfermedades, la población aborigen canaria
quedó en mayoría con respecto a los colonizadores europeos,
fundamentalmente ibéricos, como lo atestiguan los registros de la
Inquisición española, las datas de repartimiento de tierras y otros
muchos documentos.
Según Wölfel (1992), en el siglo XVI al menos la
mitad de la población de Gran Canaria (10.000 habitantes) era aborigen,
sin contar los mestizos entre canarios y españoles, pues muy pocos
traían mujeres. En el caso de Tenerife, según el mismo autor, también se
puede afirmar que, en el siglo XVI, tres cuartas partes de la población
de Tenerife era de origen guanche. Wölfel llega finalmente a la
conclusión de que a pesar de la inmigración europea en siglos
posteriores, y de la fuerte emigración canaria a América, entre 2/3 y
3/5 de la población nativa actual lleva sangre aborigen y el resto
europea.
GRUPOS SANGUINEOS. SISTEMA AB0
A pesar de los avances de la genética
molecular en los últimos años, especialmente en el conocimiento del DNA
mitocondrial y nuclear, el estudio de los grupos sanguíneos, entre ellos
el sistema AB0, sigue siendo importante y complementario a la hora de
abordar análisis genéticos comparativos entre poblaciones. Según R.
Beals y H. Hoijer (1965): "los grupos sanguíneos son importantes
antropológicamente porque sabemos con exactitud cómo se heredan".
Nosotros hemos basado el estudio estadístico de la distribución del
sistema AB0 en la isla de Tenerife en los datos de la Tesis de
licenciatura de M. Trujillo (1974) y para el resto de las islas en Bravo
y de las Casas (1958), Roberts et al. (1966), García-Talavera (1986) y
Pinto et al. (1996). Y para la comparación con otros pueblos
norteafricanos imazighen, en Kossovitch (1953) para Marruecos y Sahara y
Benabadji et al. (1965) para Argelia (Kabylia).
Los datos sobre la proporción de grupos del sistema
ABO en la población guanche los hemos tomado de Swarzfischer y Liebrich
(1963) y Schwidetzky (1970), Benabadji y Chamla (1971) para los tuareg
del Ahaggar, y Johnson et al. (1963) para los bereberes Ait Haddidu del
alto Atlas.
A la vista de las tablas comparativas podemos extraer las siguientes conclusiones:
a) En la población canaria nativa actual, el grupo
sanguíneo 0 sigue siendo el de mas alto porcentaje (48.0 %) frente al
39.6 % del grupo A, a pesar del tiempo transcurrido desde la conquista y
de que el grupo A es dominante y el 0 recesivo (Schwidetzky, 1970). Sin
embargo, el grupo mayoritario en los portugueses es el 47.1 % de A y
40.0 % de 0, (Da Cunha et al.,1963) y en los españoles es muy similar:
A, con el 47.2 % frente al 38.6 % de 0 (Hoyos, 1945). Al ser estos dos
países europeos los que aportaron la gran mayoría del contingente humano
que se estableció en Canarias tras la conquista (conquistadores y
colonos), podemos llegar a la conclusión de que la población aborigen
canaria, lejos de desaparecer como aseguran algunos, quedó en amplia
mayoría después de la colonización.
b) Se aprecian diferencias significativas inter e
intra insulares en la distribución de los grupos (García-Talavera, 1993)
y (Pinto et al. 1996). No es de sorprender la mayor proporción del
grupo A en el Norte de Tenerife, porque fue en esa zona donde
principalmente se establecieron los nuevos colonizadores,
fundamentalmente portugueses, al recibir las tierras más ricas y
fértiles. Tampoco sorprende la alta proporción de 0 en la Gomera (56.0%)
pues esta isla no fue conquistada y la población nativa quedó en gran
mayoría.
La alta proporción del grupo 0 encontrada por
Swarzfischer y Liebrich (1963) en los aborígenes de Tenerife (83.9%) y
Gran Canaria (94.7%), a pesar de haber sido obtenida, no por ausencia de
A y de B, sino directamente, ha hecho dudar a algunos investigadores.
Pero si comparamos estas cifras con las de los Tuareg del Ahaggar
(75.4%) y bereberes Ait Haddidu del Atlas (79.7%) vemos que son bastante
aproximadas. Y si observamos que en las tres poblaciones el aislamiento
es la característica común (islas, altas montañas, desierto) cabe
pensar en la actuación en ellas, durante siglos, de la deriva genética,
el efecto fundador y la consanguinidad.
Por otra parte, se observa que los porcentajes del
sistema AB0 en Canarias se asemejan más a los de los países maghrebies
estudiados, que a los europeos ibéricos. También se constata que en
Canarias es más patente el dominio del grupo 0 sobre el A, que en
Marruecos, Argelia o el Sahara. Esto se debe a que en estas islas el
principal aporte sanguíneo del exterior es europeo occidental, mientras
que en los países continentales del Maghreb, el principal flujo genético
ha venido de Oriente Próximo y, en menor medida, del África
subsahariana, regiones en las que el grupo B aparece en un alto
porcentaje. En Canarias, las islas orientales Lanzarote y Fuerteventura
poseen unos valores elevados de este último grupo (17.5% y 16%) según
datos obtenidos por Pinto et al. (1996), que son similares a los de
Marruecos y Argelia, lo que, con toda probabilidad, es debido a la
entrada masiva en dichas islas de esclavos de la vecina costa africana
después de la conquista, en los siglos XV y XVI.
Los estudios de HLA también han contribuido, sobre
todo a partir de la década de los 80 del siglo pasado, al conocimiento
de las relaciones genéticas entre poblaciones. En el caso de Canarias se
ha constatado la existencia de flujo genético de los pueblos
norteafricanos e ibéricos hacia las Islas.
EL ADN MITOCONDRIAL
Ya hemos comentado la importancia que en
la actualidad están cobrando las investigaciones sobre genética
molecular, especialmente del ADN celular. Y en el caso de genética de
poblaciones, el ADN mitocondrial es el mas útil, ya que con tan sólo
16.000 pares de bases es mucho más sencillo de analizar en él las
secuencias correspondientes, que si lo hacemos con el nuclear.
En Canarias, a pesar de que aún no se sabe con
certeza la región exacta de procedencia de los aborígenes, el registro
arqueológico, lingüístico, antropométrico, serológico, de las
impresiones dermopapilares y, sobre todo, las afinidades culturales con
el mundo amazigh, apunta hacia el Noroeste de Africa como referencia
básica.
En la última década, el avance ha sido espectacular
en el conocimiento del genoma humano y de las diferencias genéticas
entre poblaciones, destacando en este sentido el monumental trabajo de
Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza (1994). Por su parte, en Canarias,
Rando et al. (1999) llegan a la conclusión de que la distribución y
variación entre las islas de un específico marcador del ADN
mitocondrial, de procedencia noroesteafricana, sugiere que hubo un
inicial proceso de poblamiento, que afectó a todas las islas, de este a
oeste, que concuerda con la hipótesis de la "cultura de sustrato" (Diego
Cuscoy, 1963). Indican, a su vez, una cierta afinidad genética de los
canarios actuales con los bereberes norteafricanos, que proviene de los
guanches mas que de los esclavos capturados en la vecina costa africana.
Según estos autores, es mayor el aporte genético de la inmigración
europea (60-75%) que el norteafricano (20-30%) y subsahariano (5-10%),
porcentajes con los que no estamos de acuerdo, por las razones que ya
hemos expuesto y por la escasa significancia de la muestra sanguínea
(300 para todas las islas), así como por la indefinición, reconocida por
ellos, de los orígenes de los marcadores genéticos que ellos consideran
como europeos y que muy bien podían tener su origen en la población
mechtoide de cultura Ibero-mauritana. También reconocen dichos autores
que gran parte de la población femenina aborigen sobrevivió a la
conquista y que la mayoría de las mujeres canarias actuales poseen esas
características genéticas. De ahí la idoneidad de llevar a cabo este
tipo de estudios en base al ADN mitocondrial, que se transmite por vía
matrilineal, en lugar del cromosoma Y nuclear de los varones. No
obstante, debemos reconocer que el trabajo de estos investigadores ha
dado como fruto la localización de un subtipo dominante en las
secuencias estudiadas sobre las 300 muestras de la población canaria
autóctona: 163-172-219-311, con una frecuencia del 8%, que nunca ha sido
encontrado fuera de las islas Canarias. También encontraron en el
haplogrupo U, un "motivo canario" (U6b1) restringido a estas islas y que
fue transportado desde el continente africano por los primeros
pobladores.
Fig. 1. Localización geográfica de las
49 poblaciones africanas con mayor diferenciación genética (según
Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza, 1996).
Pero son los
resultados de las investigaciones de Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza
(1994) los que por primera vez sitúan a los canarios en su lugar
correspondiente con respecto a otras 48 poblaciones autóctonas africanas
que albergan un mayor porcentaje de material genético comparativo.
Al analizar el árbol genético de esos 49 pueblos
africanos se observa en primer lugar una clara separación en dos grupos:
uno mayor, constituido exclusivamente por poblaciones subsaharianas y
otro menos numeroso que incluye a los pueblos del Norte y del Este,
llamado Nordeste (mediterráneos y saharianos). A su vez, el grupo
Nordeste se divide casi exactamente en dos subgrupos, Norte y Este. La
única población norteafricana que no se encuentra en el subgrupo
septentrional es la argelina, que aparece en el oriental. Por el
contrario, el único pueblo del este que no se encuentra en el subgrupo
oriental es el somalí, que aparece en el gran grupo subsahariano.
Debemos decir que Cavalli-Sforza et al. Consideraron,
algunos de los 49 pueblos como un conjunto de poblaciones, dándoles el
nombre de la nación o de la etnia correspondiente cuando se extienden a
varios países (Tuareg, Bereberes, Beduinos). En este caso todos los
datos de esos pueblos fueron computados juntos y no fueron incluidos en
sus países de origen.
En el caso de naciones como Argelia, Marruecos o
Túnez, el muestreo se ha hecho en las capitales, donde la población es
más heterogénea y representativa, excluyendo de ellas a los Bereberes.
Fig. 2. Árbol filogenético de las 49 poblaciones africanas estudiadas (según Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza, 1996).
Los canarios nos encontramos en el "Cluster"
Norte a escasa distancia genética de libios y tunecinos, muy próximos
entre sí, y a mayor distancia de otro subcluster" en el que se
encuentran los beduinos y los nubios y marroquíes (sin bereberes). En
este grupo Norte son "outliers" destacados los bereberes, lógicamente
por todas las circunstancias antropológicas e históricas que hemos
expuesto, y en menor grado los egipcios.
Llama la atención la situación de los Tuareg en el
grupo oriental, siendo berberófonos y de cultura amazigh. Es esta una
prueba de que no siempre lengua y genética van de la mano, como también
apuntan Bosch et al. (1997) y Barbujani et al. (1994) al opinar que la
pareja lenguaje-expansión genética para la familia lingüística
afroasiática procedente del Levante, tiene poca consistencia estadística
y que, por lo tanto, los bereberes deberían tener un origen más
antiguo, puesto que se sabe que la difusión del Neolítico desde Oriente
no aportó un masivo flujo genético, especialmente en el Noroeste de
Africa donde se habla amazigh.
Según Cavalli-Sforza et al.(1994), los Tuareg
presentan una clara afinidad genética con los Beja del N. del Sudán que,
al igual que ellos, son fundamentalmente pastores nómadas del desierto y
hablan una lengua cushítica que también es afro-asiática, aunque de
diferente rama. Teniendo en cuenta la escasa distancia genética entre
estos dos pueblos, la explicación que le dan a este hecho es que el no
pertenecer los tuareg al grupo genético bereber norteafricano es debido a
que tuvieron un origen común hace 5.000 años. Luego se separaron y
siguieron caminos distintos. El aislamiento y la deriva genética
hicieron lo demás.
El caso de los argelinos es diferente, ya que su
extraña posición puede ser debida a la escasa información genética que
se tiene de ellos (24 genes), al igual que sucede con los marroquíes, al
ser tratado aparte en ambos casos el gran componente bereber de esos
países.
Al analizar los componentes principales, se vió que
el primero absorbe el 30.4% de la información genética y si nos fijamos
en su representación en coordenadas, observamos que se separan
claramente los pueblos del Norte y Sahara de los subsaharianos, quedando
los etíopes en medio, lo que coincide con la interpretación genética de
mezcla entre caucasoides del Norte y negroides subsaharianos. Esta
representación no coincide a grandes rasgos con el árbol genético, pero
hay que tener en cuenta que es bidimensional y que entre el primero y
segundo componentes sólo acumulan el 38.5% de la información genética
total. Resulta curiosa la posición de los canarios, en este caso más
próximos de los argelinos y marroquíes e incluso de los beja, que de los
libios y tunecinos, que son los que figuran como más afines
genéticamente de los canarios en el árbol.
CONCLUSIÓN FINAL
La reflexión final que nos atrevemos a
exponer es que, a la vista del abundante registro arqueológico,
antropológico y lingüístico, junto al avance en el conocimiento de la
prehistoria y la historia norteafricana y, sobre todo, los contundentes
resultados de las investigaciones en biología molecular que están
saliendo a la luz en los últimos años, es indudable la relación genética
de los canarios con los pueblos norteafricanos amazighes.
El hecho de haber vivido separados durante milenios,
al haber cruzado el mar y poblar las islas unos, y los otros soportado
invasiones, conquistas y colonizaciones - que más tarde sufrirían los
insulares - por parte de otros pueblos no africanos, no ha borrado las
huellas del origen común.
Los pueblos invasores influyeron culturalmente en los
que no se refugiaron en las montañas o en el desierto, pero el flujo
genético fue escaso hasta la llegada al continente desde Oriente de los
musulmanes Beni-Hilal en el siglo XI, que, aunque no influyeron de
manera contundente en el pool genético, si contribuyeron decisivamente a
la arabización e islamización del Maghreb. En las islas fueron los
ibéricos los que siguieron el mismo guión aunque desde distintas ópticas
culturales y religiosas. Estos españolizaron y cristianizaron a la
fuerza a los canarios, pero como hemos visto, tampoco alteraron en gran
medida la genética insular.
De manera que, a pesar de todos estos avatares, los
canarios y los norteafricanos continentales seguimos conservando las
características étnicas básicas que nos identifican con una raíz común,
que se remonta muchos milenios atrás, cuando unos invasores -
curiosamente también venidos de Oriente hace casi 10.000 años,
posiblemente a consecuencia del cambio climático postglacial -
arrinconaron y sometieron en gran parte a los autóctonos de ese momento.
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