JUAN BETHENCOURT
ALFONSO
Socio correspondiente
de la Academia
de Historia (1912)
Historia del
PUEBLO GUANCHE
Tomo II.XI
Etnografía
.y
Organización
socio-política
Edición anotada por
MANUEL A. FARIÑA GONZÁLEZ
FRANCISCO LEMUS,
EDITOR La Laguna ,
1994
CAPITULO XV
Marcha. Ejercicios atléticos.
Natación, (1). Desafíos
El paso. El salto y sus
modalidades: saltos legendarios. Salto de la cuerda y del majano. Salto a lanza
enriscada. La carrera desde el punto de vista legal. Pistas reglamentarías y
agasajos a los corredores: carreras famosas. Carreras a lanza terciada. Carrera
del rosario. La trepa: señales de los trepadores. Suerte de los Malospasos.
Ejercicios atléticos: Piedras de los Valientes; Tiro de Tronco; Arranque de
arbustos. Natación y sitios de concursos. Desafíos a sangre.
No existen noticias concretas de
la marcha al paso, limitándose las tradiciones a referir de que los jóvenes
estaban obligados a salvar distancias reglamentarias, en una unidad de tiempo,
al paso ordinario, largo y ligero como ejercicios preparatorios de la carrera.
Sólo puede afirmarse de que eran
caminantes incansables, con especialidad por terrenos quebrados, como acontecía
a sus descendientes hasta que el progreso con las modernas vías y medios de
comunicación les ha mermado tan excelsas cualidades.
Cuanto al salto los tenían de
frente, atrás, de costado, de altura, de profundidad, en superficies planas, a
través de barranquillos, ya tomando carrera o bien a pie firme, unas veces
escoteros y otras con lanza. Para los saltos horizontales, por ejemplo,
trazaban sobre un llano una raya como punto de partida, que iban dejando a
medida que la traspasaban, declarando vencedor al que más lejos saltaba. En
otras ocasiones trasladábanse a sitios determinados, ya conocidos por hazañas
realizadas, como al «Salto de Juan Darsa», en el Pilarito; «Salto del Roque»,
debajo de San Isidro; al del barranco de la Pintora cerca de La Laguneta , etc., todos en
la jurisdicción del Rosario. «El de Juan Darsa», verbi gracia, es un barranquillo
de 10 varas de ancho y poco más de hondo, que lo saltaban escoteros y con
lanza. Entre otros de nombradía de la isla cuéntase el «Salto de Ucanca», en
los «Roques de la Fuente
de la Piedra »,
hacia las cumbres de Chasna y Granadilla. Consiste en dos monolitos que como
agujas se levantan algunos metros nacidos de una basa común y cuyas cimas, a
juzgar desde el pie, podrán hallarse separadas como 8 ó 9 varas.
De saltos de costado había quién
los daba tan portentosos como el célebre de Ferinto, aunque no existen como de
éste testimonios monumentales; así como de altura al igual que los maxoreros de
Fuertetura, salvando un palo horizontalmente sostenido lo más alto posible por
dos hombres. Cuéntase que en uno de los Juegos Beñesmares del reino de Anaga en
el «salto de la cuerda», que consistía en una cuerda tendida entre dos perchas
espetadas en el suelo, que iban levantando tanto cuanto la sobrepujaran los
saltadores, el sigoñe taorino Bentor dio un salto de 14 palmos. Otro de los
obstáculos a saltar en los Juegos Beñesmares era el «Salto del majano», cuya
altura inicial llegaba a la barba de un hombre; pero que luego cada presunto
saltador añadía a voluntad las lajas que le parecía salvar. De aquí proviene el
refrán que aún se oye de «Fulano se llevó el majano», que aplican a la persona
que le ha salido mal un asunto, porque algunos se engañaban y al saltar
tropezaban derribando el majano en medio de las carcajadas de la muchedumbre.
Una de las variedades era el
«Salto a lanza enriscada» o enrejar, como aún dicen también, que practicaban en
los grandes acantilados o precipicios de los barrancos que ofrecen a tramos
estrechos rellanos o chafíras. Los hay numerosos en la isla, como en el
barranco de Badajoz de Güímar, en los dos conocidos de Erques, en el del
Infierno de Adeje, el Andén Colorado y el Morro del Junco en Teño, el risco de La Gallega sobre Iterian
donde se mató el príncipe Teguico, el de Bise-che en Arona y otros muchos.
Este último, también denominado
«Escalera de los Guanches» es un pavoroso abismo formado por capas de basalto
sobrepuestas, de varios metros de espesor, apareciendo entre ellas estrechas
chafíras semejando algo así como los peldaños de una escalera, que los
indígenas bajaban saltando de una en otra hasta ganar el fondo del barranco.
Para practicar esta arriesgada
suerte, después de fijar con la vista el sitio de la chafíra a donde iba a
parar el extremo de la lanza, cogiéndola con ambas manos un poco separadas se
lanzaban al precipicio, dejándose escurrir por la lanza no bien llegaba al
punto de apoyo elegido a la ventura. Así saltaban con gran rapidez, pues en
esto consistía la gallardía, de un andén en otro hasta el pie de la furnia,
teniendo cada andén 3, 4, 5, 7 y más varas de altura.
Todavía el curioso puede
encontrar de estos saltadores por Teño y en La Gomera.
La carrera desde el punto de
vista legal tenía para los guanches una suprema importancia, porque la
equiparaban a la actual certificación falcultativa de buena salud. Esto no
significa que fueran postpuestos los demás ejercicios corporales, sino que el
hecho de verificar los recorridos reglamentarios de las carreras, en las
condiciones establecidas, lo consideraban como la expresión sintética de un
perfecto desarrollo en plena normalidad fisiológica. Por esto fue principio
jurídico en todos los reinos de la isla que para «ser un hombre», es decir,
estar capacitado por la ley para el goce de los privilegios del estado de
coran, como contraer matrimonio, desempeñar cargos si era noble, etc., había que
probarlo en los concursos públicos con una carrera sostenida de mar al filo de
la cumbre.
Según la tradición, tan gran
recorrido cuenta adelante era más de resistencia para vencer la fatiga y probar
la capacidad respiratoria que de velocidad, no pasando probablemente de 100
movimientos por minuto, pero igual y sostenida todo su curso. Pero además de
esta pista para la carrera moderada tenían otras pecho arriba para la rápida y
la veloz, que variaban en distancias y en lo accidentado del terreno en conformidad
con el fin que perseguían. Efectuaban las corridas escalonándose el tribunal a
lo largo, de modo que siempre alguno de sus miembros tuviera bajo la vista a
los corredores; los que se lanzaban al camino vistiendo guapilete, ahico,
güirmas, y xercos si eran nobles y sólo las dos primeras prendas cuando se
trataba de siervos. Corrían con el cuerpo algo inclinado adelante, la boca
cerrada, unas veces escoteros y otras conduciendo un canto rodado o callao del
mar, como testimonio de su procedencia que entregaban al llegar a la meta. De
aquí provienen algunos montones de dichos callaos que se encuentran en las
cumbres de la serranía.
Recordamos entre otros el «Majano
de Corchao», en la cumbre de Fasnia, formado por los corredores del reino de
Abona desde el mar a dicho punto; el «Majano de los guanches» y los «Majanos de
Izaña», ambos en las cumbres de Güímar, correspondientes a las pistas de
láguafo y de Isaña de esta nación. El «Majano de los guanches», al pie de
láguafo y encima de la ladera de Tegúygo, cerca de La Vera , es un pequeño cerro de
callaos de unos 30 metros de largo con una base aproximadamente de 5,
dispuestos como suelen colocar las balas redondas de cañón; entre los que
figuran algunos voluminosos elegidos por gallardía entre los corredores.
Los de Isaña son otros dos
grandes montones de callaos. En Güímar es legendario que una de sus pistas para
la carrera rápida era desde «Montaña Grande», en la costa, al «Sigue de
Arafara» en la cumbre y otra desde Chinguaro al filo del Vallito, en la Sierra , así como para la carrera de velocidad desde el
mar a la «Morra de Chiguergue» en Arafo. En el reino de Abona, además de la
indicada, señalan otra desde el mar a la «Morra del Guanche» en la cumbre de
Arico; en el de Adeje, desde la playa de la Arena al Horno en el pie de Chasogo, cumbre de
Guía, etc.
En estos concursos de los Juegos
Beñesmares era costumbre que al llegar los corredores a la meta, los agasajaran
con una abundante comida; y «a los que se quedaban con el terrero», a los
triunfadores, aparte de ser premiados por la admiración y aplausos de la
multitud, los distinguían eligiéndolos como corredores de la próxima apañada
internacional de cabras salvajes, que anualmente celebraban en Las Cañadas.
Nada tiene, pues, de extraño, que
con esta educación gimnástica de la marcha se creara un pueblo caminante de
excepcional resistencia y velocidad, como tampoco que los sobresalientes
realizaran caminatas que hoy consideramos fabulosas por más que lo aseguran las
tradiciones. Entre otras, referimos las dos siguientes como ejemplos1:
Cuéntase que el rey Añaterve
habiendo invitado a un banquete en su auchon de Chinguaro a varios magnates,
con motivo de una visita que le hizo el rey de Abona, quien gustaba mucho de
los adernos como fruta de postre y que se producían muy hermosos en lo alto de la Ladera , a mitad del festín
vio con disgusto que no figuraban en la mesa. Supo el siervo ennoblecido
Caleido la contrariedad sufrida por la infanta Guayarmina por semejante olvido
y le aseguró que la tendría a su debido tiempo; y efectivamente, antes de
llegar los comensales a los postres aparecieron los adernos recién cogidos.
También relatan las leyendas que el célebre sigoñe Bentor, muerto el rey
Bencomo y herido mortalmente el infante Tinguaro, recibió en el mismo campo de
batalla del príncipe heredero Benytomo una orden reservada y urgentísima que
llevar a Taoro, y que hizo la jornada \en tres cuartos de hora, por el filo (de
la cumbre)!
Entre las variedades de la
carrera contaban con la carrera a lanza terciada para el descenso de las
montañas, laderas, etc. Cogida la lanza por el tercio medio con ambas manos
separadas, empréndese la marcha a saltos fijando alternativamente los dos
extremos de la lanza, proyectando a la par el cuerpo para caer una vez sobre el
pie derecho y otra sobre el izquierdo, resultando sobre el suelo una línea de
puntos trazados por el turno sucesivo de un pie y un extremo de la percha. De
como para la carrera de velocidad desde el mar a la «Morra de Chiguergue» en
Arafo. En el reino de Abona, además de la indicada, señalan otra desde el mar a
la «Morra del Guanche» en la cumbre de Arico; en el de Adeje, desde la playa de
la Arena al
Horno en el pie de Chasogo, cumbre de Guía, etc.
En estos concursos de los Juegos
Beñesmares era costumbre que al llegar los corredores a la meta, los agasajaran
con una abundante comida; y «a los que se quedaban con el terrero», a los
triunfadores, aparte de ser premiados por la admiración y aplausos de la
multitud, los distinguían eligiéndolos como corredores de la próxima apañada
internacional de cabras salvajes, que anualmente celebraban en Las Cañadas.
Nada tiene, pues, de extraño, que
con esta educación gimnástica de la marcha se creara un pueblo caminante de
excepcional resistencia y velocidad, como tampoco que los sobresalientes
realizaran caminatas que hoy consideramos fabulosas por más que lo aseguran las
tradiciones. Entre otras, referimos las dos siguientes como ejemplos1:
Cuéntase que el rey Añaterve
habiendo invitado a un banquete en su auchon de Chinguaro a varios magnates,
con motivo de una visita que le hizo el rey de Abona, quien gustaba mucho de
los ademas como fruta de postre y que se producían muy hermosos en lo alto de la Ladera , a mitad del festín
vio con disgusto que no figuraban en la mesa. Supo el siervo ennoblecido
Caleido la contrariedad sufrida por la infanta Guayarmina por semejante olvido
y le aseguró que la tendría a su debido tiempo; y efectivamente, antes de
llegar los comensales a los postres aparecieron los adernos recién cogidos.
También relatan las leyendas que el célebre sigoñe Bentor, muerto el rey
Bencomo y herido mortalmente el infante Tinguaro, recibió en el mismo campo de
batalla del príncipe heredero Benytomo una orden reservada y urgentísima que
llevar a Taoro, y que hizo la jornada \en tres cuartos de hora, por el filo (de
la cumbre)!
Entre las variedades de la
carrera contaban con la carrera a lanza terciada para el descenso de las
montañas, laderas, etc. Cogida la lanza por el tercio medio con ambas manos
separadas, empréndese la marcha a saltos fijando alternativamente los dos
extremos de la lanza, proyectando a la par el cuerpo para caer una vez sobre el
pie derecho y otra sobre el izquierdo, resultando sobre el suelo una línea de
puntos trazados por el turno sucesivo de un pie y un extremo de la percha.
De aquí el peligro de caer para
los que no están adiestrados, por la pequenez y movilidad de la base de
sustentación.
Aún se puede ver tal cual de
estos corredores, de rapidez asombrosa.
Otra de las variedades era la
«Carrera del rosario», ejercicio de equilibrio y de los sentidos de la vista y
muscular con aplicación a las carreras ordinarias. Consiste en correr 200 o más
metros saltando de una piedra a otra dispuestas en hilera no ofreciendo el
mismo tamaño ni hallándose equidistantes, sin pisar una sola vez en terreno
firme. Hasta mediados del siglo pasado se conservaba íntegro el «Rosario del
Llano Azul», en Moreque de Abona; y aún en tiempo de nuestra niñez «el correr
el rosario» constituía una de las diversiones de los mozos de Chío, en Guía.
* * *
La trepa como lo indica el nombre
consistía en trepar por los árboles valiéndose exclusivamente de las manos y
los pies hasta ganar la gnímpara o copa, etc. pero muy especialmente por las
furnias o riscos más pavorosos. Para formarse un claro concepto del valor,
serenidad y fuerzas musculares que exige tan arriesgada suerte, hay que
presenciarlas; y sin embargo los risqueras guanches no se contentaban con esto
sino que como muestra o señal de su bizarría, realizaban las ascensiones
cargando troncos de sabina u otra madera incorruptible de 3, 4 y más metros que
fijaban en los riscos, para que «el que fuera hombre» los quitara o
sobrepujara. Por esto hasta mediados del siglo pasado, en que los quitaron los
«orchilleros buscadores de abono» para la cochinilla, se veían en los andenes
numerosos palos encajados en las grietas o cuevas, como en el «Risco de las
Ánimas» y «Roque del Medio» en Taganana; en los barrancos de la Gambuesa y de Badajoz en
Güímar; en d de la Huerta
y de las Tenazas en el Escobonal de la misma jurisdicción; en los «Riscos de
los Perros» y varios de Tamadaya en Arico; en Barranco Seco, en Valle de
Santiago, etc. Aún se conservan algunos en Aferentes sitios, como en los
barrancos de Chija y de Amara en Arona, Badajoz de Güímar, etc. En el espantoso
risco del Gigante de la montaña de Guergue, en Teño, existe una cueva llamada
del Palo porque contenía uno de estos maderos; y en 1868 un muchacho de
Tamaimo, Amado José Quintero, lo quitó por el procedimiento guanche «porque
allegaba hasta donde otro hombre hubiera llegado».
El salvar los malos pasos puede
considerarse como una variedad de la trepa. En los riscos que ofrecen entre las
capas sobrepuestas estrechos rellanos o chafiros, los utilizan para atravesarlos;
pero hay varios en la isla, como el de Ajesque en Adeje y la Laja del Diablo en Chacorche
de Igueste de Candelaria, en que las chafiras se interrumpen en una o dos varas
más o menos, apareciendo los riscos peinados de arriba abajo, que son los llamados
malos pasos; y que salvan caminando sobre una lanza tendida a guisa de puente y
agarrándose con las uñas del risco, con el abismo a los pies. Podemos asegurar
que sobre el terreno a los más serenos y valerosos se les pone los pelos de
punta.
Aún se conservan tradiciones
guanches por sucesos ocurridos entre ellos.
* * *
Entre los ejercicios atléticos
figuraba en primer término el tiento a las «Piedras de los Valientes», nombre
genérico de grandes cantos rodados más o menos esféricos u ovoideos, difíciles
de agarrar y de varias arrobas de pesos, destinados a probar las fuerzas. La
cuestión era quién las levantaba y guindaba por detrás de la cabeza o arrojaba
a mayor distancia.
Considerábanse orgullosos los
tagoros que presentaban como ejecutoria una «Piedra de los Valientes» que
aparte de uno de sus hijos, nadie pudo levantar en su generación. Aún existe la
«Piedra de los Valientes» de la «Corredera de Chasna», en la cumbre del Valle
de Santiago, que calculan pese más o menos 14 ó 15 arrobas, y otra entre
Chíndia y Chavao en Adeje, que tal vez no baje de otras 14 ó 15. Recordamos la
de Chinama, sobre el camino de Charco del Pino; y hasta hace pocos años
existían otras dos, una en el Llano de Herrera, por encima de los Riscos, y
otra pequeña en la «Medida del guanche», como de 8 arrobas, todas en la
jurisdicción de Granadilla. La famosa «Piedra de Aripe», en Guía, se diferencia
de las anteriores por su forma, pues es un bloque como de 2 y 1/2 metros de
larga por 1 de grueso; y cuéntase que había guanches que levantaban una cabeza,
mientras el más forzudo de nuestros días sólo ha conseguido revolverla.
¿Cuál de nuestro tiempo «de Erque
a Erque», no conoció la célebre lasca de cañón de la Casa-Fuerte de Adeje,
donde tantos fueron a cobrar y a perder crédito?
Otro de los ejercicios para medir
las fuerzas era el «tiro de tronco», equivalente al tiro de barra, con la sola
diferencia que ésta se hallaba sustituida por un rollo del grueso de un muslo,
de madera dura y pesada. Asimismo se medían arrancando matas, como tabaibas,
berodes, halos, etc., desgajando árboles y pulsando con el codo apoyado.
También eran los guanches
excelentes nadadores, con particularidad tos que vivían sobre la costa y los
encargados de la pesca de los tagoros lie cada reino. Si hubo historiador que
dedujo la singular consecuencia, de que no sabían nadar por los que se ahogaron
al atacar a los derrotados en Acentejo acogidos a la Baja del mismo nombre, no fue
porque desconocieran el arte, sino que siempre sucumbirán los que se baten nadando
con otros que se hallen a pie firme y con mejores armas. Mantiénense cure los
pescadores muy vivas las tradiciones de los sitios de pesca de los guanches
achicaxnáis, que entonces como ahora tenían que ganar a •ado, como la Baja del barranco de la Síbora en Los Silos; las
Bajas de Las Galletas y la cueva de Roma del Risco de Los Cristianos, ambas en
Arona; la Baja
de Argel, en Teño, etc.; y si a esto se añade algunos de sus procedimientos de
pesca, que no hubieran podido emplear de no saber ladar, como diremos
oportunamente, hay que rendirse a la evidencia.
Asimismo es legendario que en los
concursos de natación durante losJuegos Beñesmares, cada nación tenía señalado
determinados recorridos para disputarse la victoria los grandes nadadores. En
el reino Adeje, uno de dichos sitios era el ya citado Risco de Los Cristianos
que habían de salvarlo a todo lo largo; en el de Abona, dar vuelta a Montaña de
Roja; en Güímar, desde Guamojete a las Vueltillas de Barrancohondo, etc.
I Desafíos a sangre:
Ya hemos dicho en el cap. de
Justicia que el concepto jurídico fcabía avanzado entre los guanches, al
extremo de interponerse el Estado en sus odios y querellas privadas para
reglamentar en último resultados los encuentros personales, que con gran
sentido político aplaza-siempre para el postrero día de los Juegos Beñesmares.
Es de asumir que la ley se propuso no ya ganar tiempo para que se amortigua las
pasiones de los enemistados, sino facilitar a éstos un amplio reencuentro en el curso de los diferentes ejercicios de
los Juegos para saciar sus instintos de lucha y hasta sus venganzas con
procedimientos cruentos que los combates singulares a sangre.
Pero entre aquellos bárbaros tan
vidriosos en cuestiones varoniles como tozudos, no siempre era fácil empresa
calmarlos y los lances se realizaban uno a uno si eran varios los desafiados.
Cuéntase que aparte de algunos combates por cuestiones de amores, en su mayoría
eran por celos o envidia que se tenían los bravos.
El espectáculo era público.
Situada en un llano la muchedumbre en ala y a cierta distancia el tribunal o
jueces de campo, se iban presentando a éste por riguroso turno las parejas
desafiadas para recibir las armas; estando dispuestas las cosas de modo que los
tagoros o auchones de los respectivos combatientes no estuvieran juntos, sino
en los extremos del ala formada por el público, de donde salían los campeones.
Estos vestían ahico y guapilete si eran siervos, llevando además xercos y
güirmas los nobles. El tribunal los proveía de armas completamente iguales: una
piedra arrojadiza, la sunta, especie de chuzo, y la naca o puñal-bayoneta agudo
de leñablanca, de dos cuartas de largo entre la hoja y puño, que se enganchaban
a la pretina.
Hecha la señal por el tribunal,
después de colocar a los enemigos en situación, daban comienzo a la lucha; que
no eran simulacros sino verdaderos y muy sangrientos combates, que no
terminaban hasta caer uno en tierra. No era raro quedaran los dos o alguno de
ellos muertos sobre el campo o por lo menos uno herido de más o menos gravedad,
que retiraban para hacer plaza a nuevos combatientes.
Durante los encuentros reinaba un
silencio sepulcral, pues castigaban severamente a todo espectador que hiciera
señales o lanzara gritos o hablara en alta voz.
Ya se han perdido los detalles respecto
a los incidentes de la lucha y a las intervenciones de los jueces de campo.
* **
NOTAS
Este
párrafo está tachado en el manuscrito original de Bethencourt Alfonso.
ANOTACIONES
(1)
Para el desarrollo teórico de este capítulo, Bethencourt Alfonso se ha apoyado
especialmente en la toponimia tradicional y en la cultura oral.
En
cualquier caso hace un planteamiento perfectamente asumible en la actualidad,
donde trata de demostrar el conocimiento que los guanches tenían de la
natación.
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