Francisco García-Talavera
Cuando ni los propios dirigentes saben que es lo que
tienen que salvaguardar; cuando la más valiosa herencia que nos ha tocado compartir es
despreciada y masacrada; cuando el legado más importante que todos recibimos de manera
espontánea: la tierra en que vivimos y la cultura de nuestros antepasados, nos lo están
robando; cuando nuestro futuro está en manos de especuladores e ineptos, ha llegado el
momento de gritar: ¡se acabó!.
Nuestro pequeño y frágil territorio y nuestro sufrido pueblo no
pueden seguir soportando tanta agresión. La gravedad es tal, que el proceso de lenta
agonía que vivimos está a punto de entrar en un estado de coma irreversiblemente fatal.
En las últimas fechas proliferan las manifestaciones ecologistas de
aquellos que consideran que hay que hacerlas porque es lo que se lleva y, además porque
tienen una rentabilidad política. Hablan de desarrollo sostenible, sin tener ni idea de
lo que significa. Les preocupa que la opinión pública les pueda exigir responsabilidades
por los desafueros cometidos, pero no les duele lo más mínimo el hecho de que
gran parte de nuestra esencia se esté destruyendo. No sufren porque no lo sienten y
no lo sienten porque están protegidos por esa coraza de aleación especial cuyos
componentes principales son la especulación y el desarrollismo a ultranza. Muchos de
ellos no se sienten hijos de ninguna tierra y por eso no necesitan coraza protectora.
Estos hipócritas depredadores se olvidan o desconocen que por
ecología se entiende la relación seres vivos (hombre incluido)- medio ambiente. Piensan
que la naturaleza es lo verde (los árboles, las plantas) y que el medio ambiente es sólo
aire. Llegan a declarar a bombo y platillo a la prensa, radio y televisión que "el
medio ambiente en Canarias está bien protegido". ¿Se puede dar más cinismo? Y se
quedan tan panchos.
Señores míos, la naturaleza es muy amplia. Es verde, gris, marrón,
roja o negra. Es planta, cangrejo, lagarto, hombre, pájaro, ballena y mariposa. Pero
también es agua, volcán, tierra y aire. Todo en armonía prodigiosa... hasta que
interviene el "Homo sapiens".
Los necios e ignorantes que queman el monte, hacen matarrasas, pescan
con cartuchos, se cargan un volcán o matan un guirre, esos deben tener su merecido, pero
es su ignorancia e incultura -de las que no son culpables- lo que les lleva a cometer
tales atrocidades. Merecen lástima y al mismo tiempo nuestra reflexión. Preguntarnos por
qué esos hombres y sus circunstancias son llevados a cometer tales delitos contra nuestro
patrimonio natural. Más despreciable es el caso de los que saben lo que hacen y lo hacen
con ánimo de lucro.
Pero más grave aún, si cabe, es lo que está sucediendo con el
patrimonio cultural. Un bosque talado la mayoría de las veces puede ser repoblado, pero
un grabado rupestre dinamitado o arrasado por la pala mecánica, jamás podrá
recuperarse. Ante nuestros atónitos ojos están desapareciendo yacimientos arqueológicos
de extraordinario valor, sin aún haber podido ser estudiados, a consecuencia de la
desidia e inoperancia de las personas -no todas- y leyes que, se supone, deberían
protegerlos. Con ellos se pierde para siempre una información valiosísima para ir
desentrañando nuestra historia y nuestra cultura.
Lo mismo sucede cuando muere uno de nuestros viejos campesinos. Con él
se va un libro abierto, una enciclopedia de sabiduría popular, sin haber sido jamás
consultada y escuchada. Sin haber sido grabadas sus anécdotas, sus cuentos, sus
vivencias, los nombres de los lugares...en fin, una pena.
A la hora de pedir responsabilidades, yo diría que todos estamos
implicados y si de verdad queremos llamarnos canarios, salgamos de una puñetera vez del
letargo y la indiferencia y defendamos lo nuestro. Todos, cada uno desde su parcela,
hermanados en la búsqueda y salvaguarda de nuestra identidad forjada durante milenios. No
permitamos que se pierda nuestra manera de ser, de hablar, nuestras costumbres, el legado
de nuestros antepasados, nuestro entorno natural. Hagamos un esfuerzo, nuestros hijos y
nietos lo merecen.
Publicado en 1990.
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