El proyecto del fallecido artista
vasco Chillida para la Montaña de Tindaya constituye uno de los mayores
atentados no sólo medioambiental, sino cultural del Archipiélago. Corrupción,
explotación y el desprecio más inmenso a la cultura canaria, amazigh y mundial,
rodean el caso de Tindaya. Este artículo nos ayudará a recordar el gran valor
que encierra esta montaña majorera.
La montaña de Tindaya
(ti-n_dday-a. ‘puntiaguda’ o ‘puntillosa’.) Con unos 400 metros de
altura se encuentra en el municipio majorero de La Oliva (isla
de Fuerteventura, Canarias). Su trascendental
importancia abarca desde el ámbito geomorfológico pasando por el
medioambiental, arqueológico, hasta el etnográfico y cultural. Su ubicación la
hace visible desde múltiples puntos del norte de Fuerteventura, y reconocible
por su forma peculiar, cromatismo y belleza paisajística. Cuenta con el
reconocimiento por el PIOT de Fuerteventura como Zona
de Interés Botánica ya que cuenta con endemismos botánicos como la cuernúa
(caralluma burchardii). También se asientan otros endemismos
botánicos, como el Aychryson bethencourtianum, muy amenazado de
extinción, o el jorjado (nauplius sericeus), junto a taginastes,
euforbias y más de una veintena de especies habituales en el
ámbito macaronésico. Tindaya sirve todavía de refugio a fauna diversa,
autóctona y transeúnte, gran parte de ella tenidas por infrecuente y
vulnerable. Junto a la conocida tarabilla canaria (saxicola
dacotiae), un pajarillo insectívoro que ya casi sólo se encuentra en
aquella isla, también residen de forma más o menos temporal otras aves en
franco retroceso, como el camachuelo trompetero (bucanetes
githagineus), algunos cuervos (corvus corax
tingitanus) y unos pocos ratoneros canarios o aguilillas
(buteo buteo insularum), que en el pasado estaban presentes en todo el
Archipiélago.
La montaña concentra más de 200
grabados rupestres podomorfos, así como diversas estructuras con abundante
registro arqueológico que ya han sido afectadas por extracciones mineras de Compañía
Artesanal de Canterías de Arucas S.L. y Cabo Verde, S.A.
En la base se encuentran estructuras habitacionales de piedra seca hincadas de
planta oval donde son numerosos los restos de cerámica, líticos y conchas. Una
estructura de piedras hincadas, de tendencia oval con una orientación
significativa con respecto a la cima de Tindaya, ya que en ella se produce la
salida más meridional posible de la luna (lunasticio mayor sur). Es posible que
se trate de la estructura de un posible “Efequén”( f-kn
‘dar’, ‘ofrecer’, ‘gratificar’), recinto de carácter religioso de los antiguos
mahos. También es significativa la Cueva del Bailadero de las Brujas
donde a través de la tradición oral se ha recogido que mujeres y hombres iban
algunas noches a la cueva a realizar juegos. Y es que Tindaya y su llano son
referencias para el estudio etnográfico relacionado con temas brujeriles.
Estos grabados en forma de pie
que se concentran en la montaña son tan numerosos que quizás Tindaya sea el
mayor exponente mundial de grabados de este tipo. Estos podomorfos muestran una
orientación útil para observar fenómenos astronómicos o meteorológicos, así
como para la realización de ciertos rituales, según los estudios del Instituto
de Astrofísica de Canarias (IAC). Estas representaciones de pies
humanos (naturalistas o figurativas), todas muy diversas y en su mayoría
dirigidas hacia el poniente, se distribuyen por más de medio centenar de
paneles agrupados en su tramo superior y casi una treintena de figuras sueltas,
desaparecidas en la actualidad. Basándonos en la orientación de los podomorfos
marcan justamente la zona de puesta del Sol duarnte el Solsticio de
Invierno señalando el inicio del período de máximas lluvias en la
Isla. Estos grabados podomorfos no son únicos de Fuerteventura, también existen
en Lanzarote, Gran Canaria y en el Continente.
Son conocidos en las Montañas del Atlas y montañas saharianas
como el Tibesti, Tassili y Tiratimin,
grabados por las antiguas poblaciones amazighes. Tienen un carácter sagrado en
el Alto Atlas y los pastores lo usan para marcar territorios ganaderos.
Representan a esos antepasados que han pasado al mundo de los muertos,
vinculándose dicho lugar a prácticas propiciatorias de las lluvias.
Apoyándonos en la etnografía
comparada con los pueblos amazighes (bereberes) actuales del Continente, se
plantea la posibilidad de que Tindaya como Axis Mundi, actuara como
centro del mundo majorero, siendo el vínculo entre la tierra y el cielo.
Constituía sin duda una montaña de carácter sagrado, y siguió siendo especial
tras la cristianización de la Isla, siendo denominada también “Montaña
de las Brujas” permaneciendo envuelta en esa espiritualidad
ancestral que la vincula este lugar a las más ancestrales creencias de la
cultura popular canaria. En la cultura amazighe, existen determinados lugares
que gozan de cierta aureola sagrada, donde las manifestaciones de lo invisible
son más evidentes. Este es el caso de la Montaña de Tindaya, morada de
espíritus, genios y dioses. Conocida también como 'Montaña de las Brujas', fue
santuario para los antiguos mahos, donde personajes como las
agoreras/sacerdotisas Tibiabin
y Tamonante, acudían con la intención de conectar y
pactar con las fuerzas sobrenaturales del mundo de los Invisibles. En
definitiva, la Montaña de Tindaya constituye no solo un monumento natural y
cultural de todos los canarios, sino que es patrimonio todo el mundo cultural
amazighe y de la humanidad. Las amenazas depredadoras que se ciernen sobre la
Montaña de Tindaya son quizás el símbolo de la agonía de nuestras raíces como
pueblo, que siguen a la deriva en el pan para hoy y el hambre para mañana.
Rumen Sosa Martín.
Publicado en IZURAN nº 4
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