«Los Asantemir era gente
sagrada, muy respetada m’hijo. Eran de pelo rubio, ojos claritos y con cuerpos como
mulos; ahí mismo, en la morra donde está la iglesia del Escobonal, tenían sus
cuevas donde vivían».
Con estas palabras de mi abuelo, Isidro
Hernández, más conocido en la comarca de Agache
(Tenerife) como Isidro Coche, descubríamos aquel verano de 1987 la
desconcertante tradición de los enigmáticos guerreros Asantemir o Axaentemir.
Ya había referencias bibliográficas en cuanto a su nombre, pero ninguna que
hablara sobre su cometido como combatientes protegidos por la divinidad. Hoy,
como veremos a continuación, la memoria oral y el estudio filológico han
rescatado del olvido a estos peculiares guerreros del pasado isleño.
Linaje sagrado
Conformados en una casta de
guerreros sagrados, los Asantemir, que combatían tanto en el mundo físico como
en el espiritual, eran seleccionados de entre aquellos niños concebidos durante
una celebración muy especial: la Noche del error. Como parte de los rituales
propiciatorios que, dedicados a la fecundidad, se desarrollaban durante las
fiestas caniculares o beñesmer, hombres y mujeres en edad fértil mantenían
relaciones sexuales en campos plantados de cereales. Cegados por la oscuridad
nocturna, el contacto se practicaba sin conocer la identidad de la otra
persona.
Nueve meses más tarde, las
criaturas nacidas de este ritual eran entregadas a los samarines
para su educación como miembros de las distintas castas sacerdotales o, en
determinadas circunstancias, para su preparación como guerreros Axaentemir.
De esta manera, quizá un tanto cruel para los hábitos actuales, se conseguía el
desarraigo social de un sujeto que, ajeno a la personalidad de sus
progenitores, vivía hasta el final de sus días el signo sagrado de su
nacimiento y, por tanto, su condición de hijos de una divinidad a la que
rendían obediencia.
De elevada estatura, por lo
general rubios y de ojos azules, los Axaentemir eran los primeros en acudir al
combate. Especie de cuerpo de elite, su sola presencia imponía respeto en
cualquier lugar de la Isla. Variaba su número en cada menceyato, pero nunca
superaban los 12 integrantes. Vivian en zonas apartadas de la comunidad, pero
justo en puntos estratégicos que dominaban las comarcas a las que pertenecían.
Imbuidos de un pleno compromiso espiritual con Achaman, deidad a la que
veneraban entregando su vida, en el plano terrenal se sujetaban a los dictados
del mencey, pero siempre y cuando esas órdenes no entraran en contradicción con
los preceptos de su divinidad, el Centelleante, la única autoridad real que
colocaban por encima de ellos.
Vestían una piel de cabrito a
modo de capa, de color rojo y negro, terminada en punta por la parte delantera
y corta por encima de la cintura. Cubrían sus partes con una tira de piel
triangular que les caía delante y detrás, aunque se despojaban de estas prendas
para entrar en combate, algo recurrente también en otras culturas. La desnudez
en la lucha era símbolo de valentía, de ausencia absoluta de temor a la guerra
y la muerte, puesto que se sabían protegidos por la divinidad. Un mensaje
directo para un adversario que lo sabía interpretar perfectamente: en esa
lucha, sólo saldría un ganador vivo. Era, pues, una acción intimidante.
Llevaban el pelo recogido en un
moño que ajustaban a la base del cráneo y alrededor de la cabeza usaban una
tira de cuero trenzado, cuyos extremos dejaban deslizar delante de los hombros.
Dichas puntas se adornaban con conchas marinas, rematadas por una pequeña
piedra negra de basalto. Para dirigirse al combate, se pintaban dos líneas
gruesas en la parte frontal de los hombros, una de color negro y la otra de
color rojo.
En particular, la tradición
cuenta que el asentamiento de los Axaentemir en la región sureña de Agache fue
decretado por Benchomo, mencey de Taoro, tras
la irrupción de los castellanos y la alianza de colaboración que pactaron con
el cercano menceyato de Güímar. Benchomo ordenó su establecimiento en el lomo
donde hoy se ubican el Museo Arqueológico y la Iglesia, zona que ha recuperado
ese nombre, con la misión de custodiar la comarca desde la ladera donde se
halla el hotel Don Martín hasta el margen del barranco de Erques.
Estudio filológico En
su libro A través de las Islas Canarias, el farmacéutico Cipriano de
Arribas y Sánchez (1900) recoge la noticia más antigua de las
disponibles acerca de este territorio adscrito en la actualidad al municipio
tinerfeño de Güímar: «Entre sus pagos citaremos el Escobonal, llamado en lo
antiguo Agache y en lengua guanche Axaentemir, significa guerrero; está en la
carretera misma. Parece que hay en esta localidad piedras de filtrar agua».
Por aquellas fechas, también el médico chasnero Juan Bethencourt
Alfonso (1880) se hizo eco del dato a través de una escueta mención en
la Historia del Pueblo Guanche (I): «Axaentemirg Tierras en Abona. Arribas».
Y ahí concluyen las escasas alusiones documentales (registros escritos de la
oralidad popular, para ser más precisos) a estos misteriosos personajes. Con
las lógicas incertidumbres que impone siempre el estudio de hablas ya
desaparecidas, el análisis lingüístico y la traducción del vocablo revelan una
imagen que concuerda por completo con el testimonio oral. Según el historiador
y doctor en Filología Ignacio Reyes (2009), el sintagma
axaentemir constituye una proposición nominal, assa-ən-təmirt,
formalizada por tres ingredientes: el primer término, el nombre verbal assa,
indica el ‘hecho de llegar, arribar, presentarse’ o ‘estar convenientemente
desarrollado’; a continuación, la preposición ən, ‘de’, introduce el
complemento determinativo, representado por el substantivo femenino tamərt
o, con el preceptivo estado de anexión, təmirt, ‘signo fasto o
favorable’ que se obtiene en las prácticas mágicas. Por tanto, el enunciado
axaentemir o, como pronunciaba mi abuelo, asantemir notifica la ‘llegada o
desarrollo de la señal propicia’. Sin duda, la presencia de este grupo de
hombres con amparo sobrenatural y misión protectora responde bien a esa
denominación, pero en ningún caso se trata de un tipismo isleño. Como recuerda
el Dr. Reyes, ocurre otro tanto en la milenaria cultura amazighe (o
bereber), aún vigente en el África septentrional, a la que pertenecían las
antiguas comunidades del Archipiélago: Cada fracción posee un clan, como sucede
con los inflâs del Sus marroquí o los Ait ‛Auwâm del
Atlas Medio por ejemplo, que, en ocasiones graves o muy señaladas, personifica
el honor de toda esta división tribal, cuya defensa asume como una tarea vital
permanente e inquebrantable. Así lo demuestra en el campo de batalla, al que
acude en primer lugar con un arrojo característico (Marcy 1929: 138-139). Es
esta entidad la que parece poder identificarse con los asantemir registrados en
Tenerife. No obstante, a éstos se les adjudica una expresa protección
sobrenatural, circunstancia que en Canarias se había documentado sólo para el
caso de Hautacuperche (Haw-takkubert), el gomero
ejecutor de Hernán Peraza que habría ‘nacido con buen
presagio’. La etimología de este nombre y la historia del personaje destacan
que se trató de un sujeto protegido por las divinidades de la comunidad, el
cual debía presidir todos los actos sociales de alguna importancia para
favorecer una realización exitosa, como corresponde a los famosos hombres
mascota del mundo amazighe continental. Destino marcado Después
de la muerte de Benchomo en la batalla de Aguere y la rendición
de El Realejo, el destacamento místico asentado en Agache dio por
finalizada la misión que se le había encomendado. Narra la tradición oral que
se inmolaron en un suicidio ritual desde los altos de la comarca que
custodiaban. Todavía se localiza en las inmediaciones un topónimo conocido como
la Fuga del Muerto, donde la memoria popular sitúa el lugar
por donde se “desriscaron”. Cumplían así con la obediencia jurada, un día ya
más o menos lejano, de entregar su vida y destino al centelleante dios
Achaman.
Bibliografía
Arribas y Sánchez, Cipriano de.
2004 (1900). A través de Tenerife. Tenerife: Idea, p. 193. Bethencourt
Alfonso, Juan. 1991 (1880). Historia del pueblo guanche. Tomo I. Su
origen, caracteres etnológicos, históricos y lingüísticos. La Laguna: F. Lemus
Editor, p. 408. Reyes García, Ignacio. 2009. Informe acerca de la voz
Asantemir [en línea]: <http://www.ygnazr.com/axaentemir.htm>.
[Consulta: 30-IX-2009]. Islas Canarias: Fondo de Cultura Ínsuloamazighe.
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