domingo, 7 de junio de 2015

CATAIFA Y GUANHABEN




 Varios son los autores que nombran a estos dos guerreros: Cedeño, Abreu, Marín, Torriani, Viera, Berthelot.  De Guanhaben sólo conocemos unas variantes ortográficas (Guanjaven, Guanhaven) sin importancia.  El otro aparece a veces como Caitafa, Catayfa y Gaitafa lo que tampoco supone un grave problema identificatorio, (esta última forma quizás asimilable a Gayfa, nombre de otro guayre citado en las mismas listas) pues a veces aparecen distintas variantes en el mismo autor, siempre haciendo referencia a la misma persona.
Juan Álvarez Delgado (I) explica Guanhaben como “el que agarra y levanta rápido” y Cataifa como “hombre que tropieza habitualmente”, u  “hombre que se arrastra detrás de alguien”; esto es ejemplificante, como se verá, de una costumbre canaria bien documentada de llamar a una persona por alguno de sus rasgos (físicos, morales), destacados o por alguna gesta particular, nombre que venía a sustituir el que antes tuviera.  Así Bentejuí es “el del salto”, última acción que realizó, llamárase como se llamara con anterioridad, o Atacaycate que quiere decir “gran corazón”, y las mujeres por ser tan desemejado, lo llamaban Arabisenen, que quiere decir “salvaje”, como dice Abreu (II, 8)
Del estudio de éstos y otros autores (Abreu, Escudero, Espinosa, Marín, Viana, Viera, Torriani, Berthelot) se deduce, que en Gran Canaria y Tenerife (y probablemente en las demás islas), se superponían dos calendarios:  el solar para fijar las estaciones, cosechas, etc., y el lunar para el cómputo de los meses.  Todos coinciden en que el año comenzaba el 21 de Junio, solsticio de verano, día que se celebra por toda la geografía terrestre y que el mismo cristianismo enmascaró con su San Juan, en cuya víspera aún se encienden hogueras solares.  También queda patente que entre los guanches existían una serie de fiestas: las fiestas “mayas” de fines de Abril (probablemente para celebrar la primavera y el fin de la siembra), quizás otras en Octubre y Diciembre (21, solsticio de invierno) y dos principales y mejor documentadas que el resto: las de Junio y las de Agosto.
Ambas se inscriben dentro de las celebraciones con motivo de la recolección, viniendo a marcar las primeras y las últimas recogidas del grano que constituía la base de la alimentación.  El único mes cuyo nombre se conoce es el Beñesmet, que Juan Álvarez Delgado (2) traduce como “la segunda época” (beñesmet), lo que sería exacto y ajustable a lo que dicen los autores antiguos si, como describen, el año comienza a 21 de Junio y los meses se miden por lunaciones, es decir, meses de 29 noches y 30 días.  Así el 2º mes o Beñesmet iría del 21 de Julio al 21 de Agosto  debería su importancia a ser el mes en que se acaba la recolección,, y a esa importancia el que sea el único cuyo nombre se conserva.  Mientras, la importancia  de las fiestas de Junio se deberían a ser el comienzo del año y éste a que el 21 de Junio constituye el día más largo y la noche más corta, siendo por tanto el día escogido por las más diversas culturas para festejar, en origen, al sol.
 De hecho la pervivencia aborigen es perceptible en que las fiestas más importantes del archipiélago comienzan en Junio y acaban en Agosto-Septiembre por un normal desplazamiento posterior.  Algunas que es preciso tener en cuenta para lo que hablamos son:  San Juan en Telde (24 de Junio), Santiago en Gáldar (25 de Julio), Candelaria de Güimar (15 de Agosto); la 2ª luna -y las demás- no coinciden siempre con el mismo día solar, y todas las demás fiestas de vírgenes importantes antes del 15 de septiembre.
Lo cierto es que durante ellas, se juntaban en los lugares principales (Güimar, Gáldar…) gentes de distintos bandos y, aunque estuvieran en guerra, las luchas cesaban y el regocijo era general.  Se cantaba, bailaba, se hacían banquetes provistos en gran parte o en la totalidad por el jefe anfitrión o la “república” a base de recursos expresamente destinados a estas ocasiones (recuérdese que, además, en el caso de las dos principales se trata del tiempo de la recolección); por las noches se encendían hogueras en torno a las cuales se conversaba y daban ajijidos, probablemente se hicieran pactos y trueques.
Pero la práctica festiva a la que queremos hacer referencia con más detalle es a los ejercicios de fuerza.  Abreu (II,2):
 “Tenían por gentileza hacer apuestas de hincar y poner palos y vigas en partes y riscos, que da admiración y temor ver el lugar, así por la altura como por la fragosidad; los cuales palos hasta hoy están puestos, y estarán, por ser muy dificultoso quitarlos.  A lo que dicen de la grandeza de los palos, para llevarlos por tierra llana a cuestas es menester fuerza de hombre muy robusto; y de la aspereza del lugar parece que un hombre desembarazado no sería posible subir adonde están puestos”.
 Y por otro lado a la lucha entre campeones.  Entonces, con la población reunida, era el momento y lugar adecuados para los desafíos entre los guerreros destacados de los diferentes bandos, lo que en principio parece una demostración de fuerza en su sentido amplio del cantón en su conjunto, mucho más efectivo (e incruento) probablemente que una batalla campal.            Abreu (II,7)
“Adargoma era Gayre, de los más valientes canarios que había en el término de Gáldar, y Gariraugua entre los de Telde era tenido por más esforzado.  Había, con sus valentías y reputación, acrecentado muchos ganados; y, como siempre las diferencias y debates que había entre canarios por la mayor parte eran sobre pastos, sus pastores se fueron a quejar cada uno a su señor.  Juntáronse los dos, Adargoma y Gariraygua, a tratar del desagravio de las diferencias que tenían sus pastores y de conformidad lo dejaron y pusieron en la forma de la lucha, del que venciese, con tal acierto, que el vencido dejase el pasto a su contrario y estuviese a la voluntad del vencedor”.
Cataifa era del bando de Gáldar, no sabemos que cantón, y Guanhaben del de Telde; según Cedeño y Marín, del poblado de Tunte.  El enfrentamiento, y aquí sólo conjeturamos, se pudo deber a las mismas causas que motivaron el de Adargoma y Gariraygua.  Cataifa es el único de los que ayudan a Doramas a quien Abreu da más adelante el estatuto de guayre.  Quizás pasó en él a Telde (quizás escaso en el Norte lo que lo que constituiría una causa razonable para ayudarlo) y los suyos entraron en disputa de tierras, pastos, etc.  Con los de Guanhaben y la salida natural fue ésta, no la de lanzarse mutuamente ejércitos o misiles atómicos.
 ¿Dónde lucharon?  Abreu (II,8), tras hablar de la unificación política de la isla por Atidama y Gumidafe, que tuvieron por hijo y heredero a Artemi, que tuvo dos hijos que se repartieron la isla, Ventagoyhe (Telde) y Egonaygachesemidán (Gáldar, pone:
 “Y, por que sus padres habían residido en Gáldar, acordaron entre los dos hermanos que sus juntas o congregaciones, que ellos llamaban sábor, se hiciesen en Gáldar, y los de Telde fueran a ellas.”
 Pero también dice que el guanarteme de Telde se ensoberbeció y no quería acudir a Gáldar, y que Adargoma y Gariraygua se enfrentaron en el barranco de Tenoya, es decir, en el límite de los dos bandos, o en cualquier sitio aparente.  Además, si se admitan conjeturas de más arriba, se trataba de un conflicto “teldense”.  Por último, Guanhaben, que es de Tunte, correrá hacia un “risco conocido”.
 Después de pedir permiso al sábor, que como siempre lo dio con solicitud, y de que lo confirmara el faycan, salieron al terrero y a su alrededor se elevaron los gritos de sus seguidores.  Los hombres buenos, los guayres respetados, estaban cerca para dirimir en la lucha y establecer el ganador en caso de duda…  Quizás habían estado levantando, como dicen Espinosa de los de Güimar, enormes piedras sin que ninguno se quedara atrás.  Y empezaron con las distintas modalidades de lucha, cercándose cada vez más el uno al otro.  Desde sus lajas altas se arrojaron las tres tabonas redondas y los susmagos (las lanzas silbantes); más cerca se sajaron con los afilados trafiques y si ágil era uno, el otro lo era en igual medida.  A la distancia de un brazo se pusieron para ganarse ventaja con los magados y después      que se hubieron cansado seguían sin lograrlo.  El griterío de la gente recorría los palmares de la Vega, y para cuando fueron a agarran con los cuerpos brillantes y resbaladizos de sudor y grasa, habían llego los más rezagados y no quedaba nadie que no tuviera sitio desde donde contemplar el portento: chiquillos en los hombros de los padres, pollones sobre los muros o los árboles…
 Se agarraron  y si Guanhaben le daba una, Cataifa respondía de igual forma, y muchas eran revueltas.  Aquél fue un desafío grandioso.  Marín dice que “había durado dos horas”.  Abreu (II,8) que “estuvieron asidos mucho tiempo, que cansados se apartaron”.  Incapaces de vencerse Guanhaben le dijo a Cataifa:
            “Veo que eres fuerte, veamos si también eres valiente”
 Porque valiente no le decían sino al que había sido invencible.  Y echó a correr con el otro detrás y detrás de los dos todo el mundo.  Llegados al risco elegido se tiró al vacío rocoso.  Cataifa, sin dejar que llegara a estrellarse, se botó tras él y junto a él alcanzó la memoria.
Indudablemente algo más que el “pundonor” personal estaba en juego.  Pero ya sabemos que también otros se mataron:  Bentejuí y Tazarte se esriscaron al perder la batalla de Ansite y Atanausú se dejó morir de hambre cuando lo llevaban preso a España.

También lo dijo otro guerrillero famoso: “Más vale morir de pie que vivir de rodillas”.

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